viernes, 23 de septiembre de 2011

MANUEL DE JESÚS GALVAN

(Publicado en septiembre del 1981, periódico El Cometa).

La vida de Manuel De Jesús Galván fue muy intensa. Nació en la capital de nuestro país en el año 1834. Su primera función pública fue como secretario personal del dictador Pedro Santana.
Fue un entusiasta partidario de la Anexión a España. Durante ese oscuro período ocupó importantes cargos. Segùn se observa, gracias a las reseñas históricas hechas sobre él, era un hombre muy veleidoso. Me contaba en días pasados un distinguido intelectual dominicano, con cuya amistad me siento honrado(pues a pesar de la gran diferencia de edades y de conocimientos me ha permitido penetrar a su círculo de amigos) que en una ocasión Don Eugenio María de Hostos se encontró con su amigo Galván en la histórica calle El Conde y le espetó de esta manera: ”¿Cómo está pensando hoy ese estómago?”.
Pero como quiera que este espacio no es para hacer una cronología de los puestos desempeñados por ese brillante intelectual criollo, voy al grano de inmediato, como diría Alejandro Dumas.
Desde niño sintió el autor de “Enriquillo” un verdadero deseo por las letras. A los 20 años incursionaba de lleno en los predios literarios. A esa edad, en unión con varios jóvenes escudriñadores de la literatura, forma la sociedad cultural “Amantes de las Letras.
Esa institución marcó un hito en las letras vernáculas, pues sirvió de incisivo acicate para los jóvenes de aquel tiempo, que con la aparición de esa sociedad sintieron una ebullición interior por la literatura.
Manuel de Jesús Galván fue el más notable de los novelistas dominicanos del siglo diecinueve. Asombró a toda América Latina con su famosa novela Enriquillo, obra que por su contenido literario y realismo auténtico constituye una verdadera joya literaria que ha enriquecido elocuentemente las letras criollas.
Por su valor histórico y su contenido literario fue incluida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su colección de obras representativas de la Literatura Universal.
Quien escudriña los actos que han escrito páginas hermosas de nuestra historia difícil y convulsa encuentra en la lectura de Enriquillo el génesis más pródigo de la narración indígena.
He encontrado en esa obra, y en “Mulata de Tal” del guatemalteco Miguel Angel Asturias, cierta afinidad en cuanto al contenido esencial, por la forma aguda y patética en que se narran los episodios más graves de nuestro pasado colonial.
Da la impresión de que Galván, al escribir su obra, sintió en su fuero interno una rebeldía inenarrable y quiso volcar todo cuanto latía en su corazón.
No me explico cómo un hombre con esa mentalidad tan españolizante tuvo el coraje de escribir un libro que, como Enriquillo, es proclive a la denuncia.
Por ejemplo, en Enriquillo se lee un párrafo que resume elocuentemente la rebeldía del jefe indígena cuyo nombre tiene la obra:
“El alzamiento del Bahoruco aparece como una reacción; como el preludio de todas las reacciones que en menos de cuatro siglos hubieron de aniquilar en el Nuevo Mundo el derecho de Conquista”
¡Que prosa tan galana ¡Que contenido tan humano! ¡Que facundia tan notable¡Que derroche de humanitarismo!.
Realmente escribir una obra literaria donde se mezclan, en perfecta armonía, novela, historia, cuento y poesía, no es nada fácil. Se requiere un estudio amplio y un espíritu de indescriptible abnegación.
No se anda despistado si se dice que al escribir su obra cumbre, Galván comprendió que nuestra tierra, la dulce tierra que encantó con una hada a los foráneos navegantes de ultramar, acoge dulcemente en sus ríos, caminos, montañas escarpadas, valles y praderas, alguna narración desconcertante que se debe rememorar para que todo el orbe conozca cosas que parecen nimiedades, pero que en realidad son datos y hechos impredecibles para darle un matiz serio a nuestra historia.
En “Enriquillo” se resalta la límpida figura de Enriquillo, el valiente y sosegado cacique del Bahoruco.
Estoy de acuerdo con lo que dijo el apóstol de la independencia cubana, José Martí, en una carta que envió a Galván el 19 de septiembre del año 1884, fechada en New York. La carta en cuestión dice, entre otras cosas, lo que sigue: “Acabo en este momento de leer su “Enriquillo”.No supe decirle adiós desde que trabé con él conocimiento y quedamos tan amigos, que se lo he de ir presentando a todo el mundo para que me lo alaben, como si fuera cosa mía; lo cual es, por ser como será en cuanto se lo conozca, cosa de toda nuestra América.
En este párrafo elocuente, escrito por uno de los prohombres más ilustres que ha tenido América, se sella definitivamente el gran valor que para las letras nacionales tiene esta obra deslumbrante.
Alguien dijo que Enriquillo es la justicia corrompida. Me inclino reverente a rendir pleitesía a esta digna afirmación.
Desde cualquier ángulo que se le vea, el libro Enriquillo es una escuela que depara a torrente su rico caudal de sabiduría; es una verdadera fuente inagotable de investigación para los jóvenes de esta y todas las generaciones que surjan en el devenir histórico que envuelve nuestra Patria.
El poeta José Joaquín Pérez, que fue muy amigo de Galván, señaló que:
“De un simple párrafo de Herrera y de Las Casas, acerca de las bodas de Diego Velázquez con la noble María de Cuellar ha sacado el autor materia para bellísimas y deliciosas pinceladas sobre los amores de ésta con Juan de Grijalva y la rivalidad del adelantado.
Y hay nada más poético que esa unión de aquellas dos almas hechas la una para la otra, Enriquillo y Mencía que desde los albores de la adolescencia vislumbraron el porvenir de su ventura”.
Galván consideró que es dable la construcción literaria en cuya edificación lo histórico mezclado con lo narrativo puedan ser esquematizado.
Una técnica inmensa y profunda he podido notar en la lectura de Enriquillo y que muy bien supo aquilatar Martí cuando dijo es una “novísima y encantadora manera de escribir nuestra historia americana”.
Muchas personas se preguntan por qué Manuel de Jesús Galván brilla con tanto resplandor en las letras del Continente Americano si sólo escribió un libro.
Se tiene la idea de que el escritor importante es aquel que publica más libros. Nada más falso. La calidad se puede conseguir con un solo libro.
Pero la causa de que Galván sólo escribiera como libro a Enriquillo hay que buscarla en la situación política que prevalecía en el país en la época que a él le tocó vivir.
Es un artículo publicado el 13 de enero del año 1935, en el periódico La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el gran humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña se expresa de esta manera:
“Abundaron en la América española, durante el siglo XIX, los autores del libro único. En nuestros primeros cien años de vida independiente resultaba difícil para nuestra inquietud y desasosiego la forma larga y lenta del libro; más difícil aún el imprimirlos... Manuel de Jesús Galván es de los escritores de libro único...Ni antes había escrito otro, ni otro escribió después”.
Galván llama a su obra “leyenda histórica”, pero para Martí no es leyenda, sino historia. No quiere esto decir que sea historia en el sentido clásico, pero historia al fin y al cabo, aunque con la extrema influencia del tipo de historia que de la conquista elaboró el ladino Fray Bartolomé de Las Casas.
Muchos críticos consideran que Galván escribió simplemente para meterse en la moda de la fiebre indigenista de entonces. Otros, en cambio, enarbolan la consigna de que tuvo honda motivación de denuncia contra las injusticias.
De los libros que narran las epopeyas y la vicisitudes de los indios, que he tenido la oportunidad de leer, considero como el más elocuente a Enriquillo. Lo digo a sabiendas de que el indigenismo tuvo sus momentos más brillantes al través de poemas como “La Araucana”, de Alonzo de Encilla. Este poema épico narra la conquista de Chile, a veces inclinado a la tenue procacidad, pero en sentido general noble y heroico, donde se valoriza el nacionalismo intrínseco de los jefes indios Lautaro, Galvarino, Tucapel, Rengo y sobre todo el del grandilocuente Caupolitán.
También son dignos de mención “Bernardo”, de Valvuena y “Fantasías Indígenas”, de nuestro poeta José Joaquín Pérez.
No queda margen a duda que Enriquillo es el más representativo de todos los libros que sobre indigenismo se han escrito en América.
“Parece como que la toma de conciencia sobre injusticia abominables, que asume proporciones siniestras y plurales en Latinoamérica durante esos años, - época del indigenismo- y la militancia de escritores en movimientos revolucionarios encuentran en el relato vías de escape a la delación o a la formulación del documento requisitorio”. Así se expresa Edmundo Valdez en su ensayo sobre la antología del cuento Latinoamericano.
Enriquillo fue un personaje singular. La historia, o más bien los que escriben la historia, no han analizado aún, con toda la fuerza de verdad histórica que se merece, a este personaje. Algunos historiadores dicen que Enriquillo fue conquistado espiritualmente por Europa.
Se sabe, eso sí que el valiente cacique fue educado en la Verapaz por los frailes de San Francisco, y que siempre practicó la religión que allí le inculcaron. Juan de Castellanos en sus Elegías de varones ilustres de Indias, lo llama “gentil lector, buen escribano”.
Pero esa ligazón, que por fuerza de las circunstancias tuvo con los españoles, no impidieron que Enriquillo, ante el acoso inmisericorde de que eran víctimas los de su raza, se sublevara y exigiera respecto para los indios.
Duró catorce años combatiendo a los españoles (1519-1533). Sólo cesó en su tenaz lucha cuando el entonces emperador Carlos V se rindió por medio de una carta que le fue entregada al indómito indio por el capitán Francisco Barrionuevo. Pero antes, además, fray Bartolomé de Las Casas tuvo que penetrar las sierras de Bahoruco a llevar las palabras melifluas de la paz.
Galván y la Política
Por más que uno quiera evadir el tema, no se puede hablar de Galván sin mencionar su papel en la política dominicana. Papel por demás altamente funesto para el país.
Leyendo con perspicacia la carta de Martí a Galván, se nota claramente que el Apóstol no tenía relaciones personales con éste, y no podía tenerlas porque mientras Martí luchaba por una causa nacionalista, Galván se codeaba con los españoles y era un fervoroso anexionista.
En el año 1862 fundó el semanario “La Razón”, en ostensible deferencia hacia la Anexión a España. En ese órgano periodístico, según cuentan los historiadores, lanzó fulminantes diatribas y libelos anatematizantes contra los hombres de la Restauración , tildándolos de “traidores sin fe ni opinión” y llegó a decir y escribir que la “dominación española es el áncora de salud de todos los principios sociales contra los elementos deletéreos que amenazan a Santo Domingo”.
Cuando la guerra de Restauración terminó Galván se radicó en Puerto Rico. Pero por “un designio inescrutable de la naturaleza”, como dijera Meriño, el que asume el poder es Báez, quien abogaba por la anexión a Norteamérica.
Eso hace que muchos restauradores salgan al exilio y allí Galván entabla “amistad” con ellos para conspirar contra Báez.
Pero cuanto un grupo de patriotas de virtudes acrisoladas le pidió que firmara un documento de protesta por la Anexión que quería realizar el macabro dictador Báez, que cual Nerón de nuevo cuño desgobernaba con úcases despóticos al país, se negó, demostrando así su auténtica vocación política antinacional.
El doctor Juan Isidro Jiménez Grullón dice que cuando comenzó a declinar la estrella política de Luperón, Galván se vinculó con Lilís, con cuyo absolutismo quedó a la postre solidarizado.
Fue ministro de Lílis. Eso lo pinta de cuerpo entero. Fue secretario personal de Santana. Voz influyente en los círculos económicos de La Nación.
Es lamentable que no sean más los críticos que le censuren a Galván su sacrílega posición de carácter eminentemente anexionista. Pocos han sido los que se han atrevido a romper, con el ariete de la verdad histórica en las manos, los negros nubarrones tras los cuales se escudaba este personaje.
El intelectual Miguel Aníbal Perdomo dice que “no obstante los méritos de Galván como novelista, su obra no basta para justificar sus torcidas creencias políticas”.
Joaquín Balaguer, en su “Historia de la Literatura Dominicana” le critica la carencia del sentido del paisaje, demostrando de este modo la falta de nacionalismo del célebre novelista.
Realmente Galván fue un hombre paradójico y sorprendente. Uno no se explica cómo un hombre que es capaz de escribir una obra de un profundo contenido social es al unísono capaz de servir y medrar bajo el paternalismo de los más negros y bastardos intereses de su tiempo.
En los tiempos más cruciales en que nuestra tierra sufría las vejaciones más viles de parte de extranjeros protervos que llegaron hasta aquí con el único objetivo de robar y destruir todo cuanto estuviera a su alcance, Manuel de Jesús Galván tuvo la infeliz e infecunda osadía de adherirse sumisamente a los deseos de esos foráneos.
Tuvo el desprestigiado honor de ser uno de los más fervorosos y obsecuentes entreguistas de nuestra tierra a un poderío extraño que traía consigo la cizaña del odio, del latrocinio y de la destrucción de nuestros caros valores.
¡¡Rosas al literato Manuel de Jesús Galván!! ¡¡Espinas al político entreguista y anti dominicano Manuel de Jesús Galván!!

TEOFILO LAPPOT ROBLES
(Publicado en septiembre del 1981,periódico El Cometa).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

JUAN EMILIO BOSCH GAVIÑO

(Publicado el 20/6/1981, en el periódico El Cometa)

Hablar de don Juan Emilio Bosch Gaviño, en su faceta literaria, es una tarea apasionante; sobre todo si uno es dominicano y ha podido seguir la trayectoria de escritor de este hombre perseverante e incansable trabajador intelectual.

Juan Bosch se inscribe en la lista de los grandes escritores: su fama no se detiene en las fronteras de nuestro continente, ella tiene carácter universal.

De ahí que sea citado por autores tan distantes y que sus obras hayan sido traducidas a los más importantes idiomas. Con justiciera razón ha sido declarado como un maestro en el muy difícil arte de escribir cuentos, que no es lo mismo (como dijera él mismo), que vivir del cuento.

Pero Juan Bosch no sólo escribe cuentos. Su trayectoria intelectual le permite tocar una amplia gama de temas con una habilidad excepcional, por eso no es raro leer una obra de él de historia, o de sociología ora de política, de religión, ora de filosofía.

La Mañosa, La Muchacha de la Guaira, El Oro y La Paz, Cuento de Navidad, Cuentos Escritos en el Exilio, Apuntes sobre el Arte de Escribir Cuentos, David, Biografía de un Rey; Judas Iscariote el Calumniado, Hostos el Sembrador, de Cristóbal Colón a Fidel Castro, Composición Social Dominicana y muchos otros títulos son una muestra digna de fe para testimoniar la señoría de don Juan Bosch en el mundo de las letras.

Bosch es un escritor que no escatima esfuerzos desentrañando la realidad de un mundo plagado de injusticias, un mundo donde la mayor parte de los seres humanos sufren limitaciones que pudieran solucionarse si fuéramos menos egoístas y menos inhumanos.

El, en sus obras, realiza un enfoque tremendo de nuestra realidad. Describe con maestría singular los problemas de nuestro continente, muy especialmente el desenvolvimiento de la vida en los campos y aldeas.

En el cuento “En un Bohío”, Bosch hace una clara descripción del desamparo en que viven millones de seres humanos, situación que, como es lógico suponer, puede ser extendida al mundo entero.

“El bohío era una miseria. Ya estaba negro de tan viejo, y adentro se vivía entre la tierra y el hollín...Había mandado a la hembrita a Naranjal, allá abajo, a una hora del camino; la había mandado con media docena de huevos que pudo recoger en nidales del monte para que los cambiara por arroz y sal...”.

Bosch es un estilista, es un experto en la lengua, y tiene una poderosa imaginación, lo que permite producir obras de gran impacto socio cultural.

Para hablar del Cuento en América Latina hay que señalar un antes y un después de Bosch. Quien dude lo antes dicho sólo tiene que revisar las muchas antologías donde figura con grandes caracteres el nombre de él.

En los libros de Bosch , inclusive los puramente literarios, que como se sabe se prestan mucho a los inventos, hay muy poca fantasía. Son obras con un alto contenido realista. El que los lee está en presencia de dos realidades al fin.

Por ejemplo, en La Mañosa asistimos a un triste episodio ya superado en nuestra accidentada historia como conglomerado humano. En esa novela de Bosch nos narra la forma en que hacían las cosas en la época donde el irrespeto y la bravuconería estaban a sus anchas. Una etapa en la que el pueblo dominicano fue ensangrentado por la falta de una autoridad que sometiera bajo el imperio de la ley a aquellos que no querían comprender que los hechos inciviles atentan contra la seguridad ciudadana. Era la época de las montoneras, del famoso Concho Primo.

Con la novela “El Oro y la Paz” contemplamos la dualidad del género humano: Hay avaros y hay dadivosos, hay malos y hay buenos, hay ambiciosos hasta lo increíble, pero también hay gente que su objetivo es buscar la paz sin tomar en cuenta riquezas materiales.

Alexander Forbes buscaba la paz, y la encontró entre las flores y los árboles; Pedro Yasic buscaba riquezas y encontró mucha desdicha. He ahí la dicotomía de los hombres.

Juan Bosch, que es un sociólogo de vista muy aguda, ha hecho una incursión literaria bastante amplia en los predios de doña muerte.

El Río y su Enemigo, La Muchacha de la Guaira, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, Maravilla, La muerte no se equivoca dos veces y otros, enfocan la muerte desde diversos ángulos.

Las grandes desigualdades sociales que hay en el mundo han sido expuestas por Bosch en sus cuentos.

En los Amos observamos a un don Pío sin piedad, un verdadero explotador de la miseria humana, cuyo único norte es el enriquecimiento sin tomar en cuenta nada ni a nadie.

Don Pío tenía un trabajador llamado Cristino al cual le sacó hasta el último juguito: “Le pagaba un peso semanal por el ordeño, que se hacía de madrugada, las atenciones de la casa y el cuidado de los terneros”.

El cuento Luis Pie, que ha sido llevado al cine, es una radiografía de la forma en que desenvuelven sus vidas, en los bateyes dominicanos, los picadores de caña haitianos.

La explotación, el robo y las vejaciones de toda índole se unen para formar un conjunto de fatalidades alrededor de los vecinos del oeste vienen en peregrinación económica en busca de algunos pesos.

Luis Pie es un haitiano víctima de una injusta acusación. Sufre todos los martirios que uno pueda imaginarse.

“-¡Hay que matarlo ahí mismo, y que se achicharre con la candela ese maldito haitiano!- se oyó vociferar.

“-Ah dominiquen bon, salva a mué, salva a mué para lleva manyé a mon pití”.

“Una mocha cayó de plano en su cabeza, y el acero resonó largamente”.

Ese cuento hace mucho que se escribió, es cierto; pero en los actuales momentos la situación de los obreros agrícolas haitianos que viven en el país no está muy distanciada de esa cruda realidad.

En realidad para comentar a Juan Emilio Bosch Gaviño se toma mucho tiempo y espacio y sobre todo gran calibre intelectual, y quien esto escribe no posee ninguna de esas cosas, por lo que debe comprenderse con benevolencia el por qué de la simpleza y la poca extensión de éste, que pretende ser un comentario.

TEOFILO LAPPOT ROBLES
Publicado el 20/6/1981,periòdico El Cometa

viernes, 16 de septiembre de 2011

MIGUEL DE CERVANTES

(Publicado en junio del año 1981,periódico El Cometa).

Contar con el geniecillo de las musas para pulsar la pluma y parir ideas geniales no es cosa de todo el mundo.

Son, por tanto, seres privilegiados los que pueden hacer maravillas con la pluma y el papel; de ahí que podemos decir sin temor a equivocarnos que son muy pocos los que en cada generación logran descollar en la literatura.


Los grandes escritores de la humanidad forman un hermoso arcoiris, que debe ser contemplado con reverencia por todos; pues ahí se observa la grandeza del ser humano en una de sus manifestaciones más elevadas.

El odio, la envidia y el egoísmo, tres lacras que se anidan en el corazón de muchos humanos, se han lanzado, en el curso de la historia, contra grandes escritores; pero al final la sensatez y la justicia se han impuesto y esos valores olvidados han sido colocados en el lugar que justicieramente les corresponde.

Miguel de Cervantes y Saavedra, por ejemplo, llevó una vida desdichada. Tuvo que realizar labores que estaban muy por debajo de su extraordinaria preparación. Fue mofado por muchos de sus contemporáneos; sufrió vejaciones y golpes de baja calidad moral.

Este personaje singular en las letras universales, fue paje de eclesiástico, alcabalero, soldado, marido infeliz y otras desgracias.

Cervantes, llamado El Manco de Lepanto por haber sido herido en el brazo izquierdo en la batalla del mismo nombre, fue encarcelado varias veces y como si esto fuera poco murió casi en la indigencia y con el espíritu abatido.

Ese genio, que tuvo tantos tropezones en su vida, concibió la feliz idea de escribir la monumental obra conocida en todo en mundo como “El Quijote”.

En la introducción de esa obra dice Cervantes con gran modestia: “...¿Qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?”.

Cervantes fue muy polifacético como escritor, es decir, que no incursionó en un solo género literario, sino que escribió novelas, poesías, cuentos y teatro.

Pero por encima de todo, el gran escritor español fue un altísimo novelista. Esta faceta de su vida eclipsó a todas las demás, pues la sublimidad, el donaire y la altura de que hizo galas en este campo no tiene paralelo.

Lenguaje de pura estirpe castellana, precisión en los juicios y alta calidad lírica se observan en la producción cervantina.

Una prueba de lo antes dicho es lo que Cervantes pone en boca de El Quijote: “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos…”. Extraordinaria metáfora que pone en claro la visión profunda que tenía Cervantes de la vida y la literatura.

El predecía la grandeza y el impacto que tendría su obra (a pesar de lo que dice en su introducción), cuando pone en boca de El Quijote la siguiente expresión: “Dichosa edad y siglo dicho aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, digna de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tabla, para memoria de lo futuro”. Y así ha sido.

Entre las obras de Cervantes podemos citar a:

La Galatea, novela pastoril; El Casamiento Engañoso, Rinconete y Cortadillo, picarescas; El Celoso Extremeño, La Gitanilla, La Ilustre Fregona y La Fuerza de la Sangre, costumbristas; El Licenciado Vidriera, de carácter filosófico, bajo las desgracias que envuelven a Tomás Rodaja.

Con su obra “Aventura del Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha”, el genio de Cervantes se crece hasta lo inimaginable para dejar al mundo una obra inmortal que ha recorrido los más apartados rincones de la tierra.

Para quien esto escribe, El Quijote es la más alta manifestación literaria de la humanidad. Es la suma, artísticamente encadenada, de las variadas corrientes que existieron en el Renacimiento Español. En ese libro hay material de sobra para analizar la vida española de la época en que se sitúan los hechos narrados y, por extensión de la palabra, se puede analizar en él la vida complicada y a la vez sencilla (valga la paradoja) de los pueblos.

El Quijote es un personaje valeroso hasta la temeridad. Si quien esto escribe fuera el siquiatra Antonio Zaglul colocaría al “enderezador de entuertos” en la escala de los paranoicos.

Su optimismo desbordante se sale de lo racional y he ahí la razón por la que protagoniza acciones increíblemente espectaculares, pero lo cierto es que El Quijote se creía muy juicioso y consideraba un compromiso de honor inevitable todo cuanto hacía.

La confianza que así mismo se tenía no deja margen a la duda. Refiriéndose a su escudero y fiel amigo le dice:

“Sancho amigo... yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos...”

Pero en grandes términos, El Quijote era un hombre amoroso. Todo lo que emprendía era a nombre de su bella Dulcinea del Toboso. Vale decir, que el amor guiaba sus pasos.

Cervantes, porque es como decir El Quijote, era muy amoroso no solo con Dulcinea, sin que esto se interprete como infidelidad... Pone lo que sigue en boca del enamorado Lauso, en su novela inicial “La Galatea”:

“¿Qué lazos, qué redes tiene,
Silena, tus ojos bellos,
que cuanto más huigo dellos,
más me enlazan y detienen?”

El Quijote murió de calentura, Cervantes se la atribuyó a la melancolía que le produjo su derrota o por la disposición del cielo.

En fin de cuentas, Cervantes ideó un personaje muy bien intencionado, pero rodeado por una profunda locura.

Basta este párrafo para comprobar esa situación:
“...Ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra”.

Con Miguel de Cervantes y Saavedra la literatura universal tiene una deuda de gratitud invaluable, pues él simboliza, con sus obras, una de las más elevadas expresiones de la sabiduría humana.

Teófilo Lappot Robles.

(Publicado en junio del año 1981, periódico El Cometa, Higüey,R.D.).

jueves, 15 de septiembre de 2011

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

(Publicado el 15 de agosto del año 1981)

Lo normal en literatura es que el título venda el libro. Con Gabriel García Márquez se produce un fenómeno diferente: su nombre vende como pan caliente sus obras.

La hazaña de este extraordinario escritor radica en la maestría con que pincela sus obras. Maestro del realismo mágico y cultor fino de un amplio repertorio anecdótico; conjugador de las más crudas realidades de nuestra América Latina.

Gabriel García Márquez es un escritor que tiene la gran virtud de convertir en “best-seller” cada libro que lanza al inmenso mercado de lectores.

La sola mención de su nombre es un aval para cualquier título literario. Pero ese encanto maravilloso no ha sido conseguido por azar: ha sido el resultado de una ardua labor estilística e interpretativa de la situación de los pueblos latinoamericanos que se mueven en un marasmo económico-social y en una pobreza cultural espantosa.

Este pulcro escritor es un producto genuino de América Latina. Nació el 16 de marzo de 1928 en Aracataca, un pueblito olvidado del interior selvático de Colombia.

Sus primeros pasos en las letras los inició en el periodismo. En este difícil, pero apasionante oficio pulió su pluma. Luego comenzó a publicar cuentos breves en los suplementos literarios colombianos.

En el año 1955 gana un concurso nacional de cuento con uno titulado Un día después del sábado.

Su primera novela es La Hojarasca. Inmediatamente después sale a la luz pública la crónica Relato de un Náufrago.

En el año 1958 escribe El Coronel no tiene quien le escriba. En 1967 publica Cien Años de Soledad. La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada aparecerá en el año 1969.

El Otoño del Patriarca sale a la luz pública en el año 1975. Este año 1981 se publica Crónica de una muerte anunciada, después de un receso de seis años.

Gabriel García Márquez es un compendio prístino de la literatura latinoamericana. Resume en su estilo los avatares y los sinsabores de los hombres y mujeres que pueblan esta abandonada y esquilmada parte del mundo.


Sus obras, sus personajes, su visión del mundo y del devenir histórico de los pueblos explotados son el más fiel espejo de la realidad de los pueblos ubicados al sur del Río Bravo.

Antes de llegar el llamado boom de la novela latinoamericana, ya García Márquez había publicado varias obras. Sus cuentos eran objeto de críticas favorables. Ojos de perro azul, por ejemplo era analizado en muchos cenáculos culturales.

Pero fue su novela Cien Años de Soledad la que le sirvió de catapulta para colocar su nombre con letras de oro en el escenario literario de la humanidad. Y no era para menos, pues Cien Años de Soledad es lo que se llama una filigrana, es una obra hecha con todo el gracejo que alguien puede imaginarse en un escritor excepcional.

En esa obra genial el escritor nacido Aracataca, Colombia, nos describe las vivencias de un pueblo polvoriento llamado Macondo. Señala con donaire y crudeza la dura vida de sus habitantes. Las necesidades de todo tipo que sufren los habitantes de aquella villa olvidada y la forma de pensar de sus hombres y mujeres.

Este párrafo nos da una idea del ambiente humano allí existente: “...Mientras los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico...” pág. 159.

Cien Años de Soledad nos brinda la oportunidad de hacer comparaciones valederas de los problemas comunes que mantienen sumergidos en el más inicuo olvido a nuestros países.

Macondo: “Una aldea de veinte casa de barros y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Pág.9.

Si se da una mirada retrospectiva se observa que casi todos los pueblos han surgido de esa manera. Calles polvorientas, una botica, un adivino, un zapatero remendón, un cementerio con cerca de palos y alambres son la carta de presentación de Macondo; y eso ha sido América.

En lo que respecta a los personajes de García Márquez, sobre todo en Cien Años de Soledad, podemos decir que todos se ajustan fielmente al realismo mágico que enarbola el autor.

Quién niega que en cada pueblo del mundo hay una abuela Ursula (esposa de primer José Arcadio Buendía). Mujer previsora. Abuela cautelosa. Madre sometida al cuidado de los suyos.

En “El Coronel no tiene quien le escriba”, nos enseña la forma cruel en que es abandonado un viejo soldado que ha dejado lo más lozano y brioso de su vida en los cuarteles, y después languidece como un tísico cualquiera sin obtener su merecida pensión. Las ansias de ver al cartero en el umbral de la puerta de su casa y la miseria que le rodea crea un cuadro triste en el discurrir vivencial del Coronel Buendía. Ni siquiera tenía zurrapa suficiente para sentir el aroma penetrante del sabroso café tropical.

La Hojarasca es una obra breve, compendiosa, pero grande en la temática que enfoca. En ella se analiza, con todo el fuego de una pluma comprometida con la liberación de los pueblos oprimidos, la explotación sin límites a que son sometidos los pueblos pobres por parte de las empresas transnacionales. Las tristemente célebres bananeras que azotaron a Centroamérica (algunas aún se mantienen con el mismo ánimo) son desnudadas por García Márquez. Hay que ver cómo enfoca este excelso escritor las correrías vandálicas de las transnacionales del banano.

“La Mala Hora” es un radiografía de los problemas políticos colombianos. La demagogia de los politiqueros de mal jaez. El rabulismo de una politiquería ramplona, insulsa, llena de lacras humana es fotografiada por Don Gabo con una agudeza sensacional. Los mismos apuros que vemos diariamente en el convulso mundillo político criollo se pueden observar en esta pequeña obro garcíamarquiana.

En ella se pinta lo típico en el escenario político latinoamericano. Las amenazas de golpes de Estado, la fanfarria de las caravanas partidarias, los ofrecimientos imposibles de cumplir y el trepadurismo social a través de la política.

Por algo es que García Márquez pone en boca de Aureliano Segundo, en Cien Años de Soledad, la siguiente expresión: “La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho”. Página 209.

Con su libro El Otoño del Patriarca, obra muy literaria y nada fácil de interpretar, García Márquez lanza su mirada y pone su pluma en ristre para mostrarnos el aquelarre (¿cabe la palabreja?) de tiranos latinoamericanos.

Respecto al contenido de este libro he leído muy diversas opiniones. El mismo autor ha tenido que intervenir, y ha dicho que esa es una obra escrita para personas que sepan de literatura.

El tirano descrito es el general Alvarado. Puede ser Trujillo, Lilís, Báez, Duvalier, Rojas Pinilla, Dr. Francia, Rosas, Gómez o Pérez Jiménez.

Nos narra, con prosa galana y profundamente filosófica, las vivencias y las expresiones típicas de nuestros tiranos de rompe y raja.

“...Una tarde de enero habíamos visto una vaca contemplando el crepúsculo desde el balcón presidencial, imagínese una vaca en el balcón de la patria, que cosa más inicua, qué país de mierda...”.

Algunos puristas del idioma tildan a Gabriel García Márquez de hacer uso de un lenguaje obsceno y vulgar. No es cierto el señalamiento de marras, pues en muchas de sus expresiones lo que hay es una esquematización irónica de la vida. Un fuerte destello de humor pende, como el hilo de agua en el belfo de un ternero, de su fraseología.

La espontaneidad del lenguaje de los personales es el leit-motiv en el florilegio Garcíamarquiano.

La soledad de la política es la basamenta en que se sustenta El Otoño del Patriarca. La descomposición moral del poder es puesta de manifiesto en esta obra escripturalmente complicada. Los cicerones de la inescrupulosidad son dibujados con maestría (al estilo Picasso) por García Márquez. Los áulicos que siempre abundan en los palacios hacen acto de presencia en esta obra, reflejando con sus actitudes su liliputiense estatura moral.

Lord Aucton, famoso político inglés, señaló que “todo poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente”. El general Alvarado y todos los tiranos desplazados del poder, que él iba acogiendo en la cúspide de su palacio lleno de gallinazos, era absolutamente corrompidos.

Este general Alvarado tuvo un poder tan grande que “alguna vez preguntó qué horas son y le había contestado las que usted ordene mi general...”. pág.86.

El general Alvarado es el espejo de cualquiera de los despiadados dictadores que han azotado a América Latina con el látigo flamígero de su bestialidad. Creo estar en lo cierto; sino no, véase ese párrafo “...Agarrado de miedo a los trapos de hilachas podridas del balandrán de la muerte y ajeno a los clamores de las muchedumbres frenéticas que se echaban a las calles cantando los himnos de júbilo de la noticia jubilosa de su muerte...”. pág.262.

Otro ejemplo que nos permite poner en paralelo al general Alvarado con Trujillo es en lo referente a la genealogía. Sabido es que el despiadado tirano dominicano descendía por la rama materna de la haitiana Yideta Chevalier y por el lado paterno de un consumado cuatrero de origen español. Pero con su inmenso poder hizo que se “admitiera” que él descendía de los marqueses de Villaverde, en España, y de los duques Chavalier de Francia.

Pues Vean este trocito garcíamarquiano: “...Se había encomendado la misión de escudriñar la vida de Bendición Alvarado (madre del dictador) hasta que no quedara ni el menor rastro de dudas en la evidencia su santidad”. Pág.140.

Pero la demagogia no podía quedarse atrás en las vivencias del general Alvarado, y por eso García Márquez, con esa fina ironía de que hace galas, pone en boca suya, cuando veía acercarse la muerte, lo que sigue:

“... Ya lo verán, decía, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres, por supuesto porque esos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo...”Pág.165.

Con su último libro, Crónica de una muerte anunciada, salido a la luz pública hace un par de meses, García Márquez rompe un largo silencio literario. Esta obra es una novela breve. Algunos han dicho que es más bien un cuento largo.

Este es resumen de ese libro: El rico trashumante Bayardo San Román se casa muy pomposamente con la humilde Angela Vicario, y antes del amanecer la devuelve por no encontrarla virgen. Esta dice que quien la hizo mujer fue el rico joven Santiago Nasar. Los hermanos de Angela, los gemelos Pedro y Pablo Vicario, deciden vengar el estropicio hecho a su hermana.

Anuncian que van a matar a Nasar y casi todo el mundo lo sabe, pero múltiples razones impiden que éste lo sepa.

En esta obra se describen, como una crónica periodística magistralmente trabajada que es, los tabúes, los mitos, las falsas creencias arraigadas con fuerzas telúricas en la idiosincrasia del latinoamericano.El machismo en su más cruda expresión es pincelado con vigor incomparable por el autor.

Muy bien ha dicho el escritor peruano Luis Alberto Sánchez: “Lo que vale es la técnica para ordenar las escenas, la descripción de los personajes, la pintura del ambiente, el lenguaje rico y al par castizo y folklórico con que Gabriel García Márquez nos deleita hasta el horror, pintándonos la atmósfera dentro de la cual germina y llega a su climax el drama”.

Para los estudiosos del derecho esta obra es una valiosa fuente de estudio, pues conduce por los vericuetos del crimen (con más candor que, por ejemplo, en “Crimen y Castigo” de Fedor Dostoievski); es un manantial de intrigas que el criminólogo va desentrañando hasta lograr sustanciar una visión medularmente interesante del hecho.

Con el comentario de esta última obra, que es un intenso relato, cierro estas breves pinceladas literarias sobre Gabriel García Márquez, el más dinámico de los escritores de habla hispana vivientes.

Teofilo Lappot Robles

Publicado en el periódico El Cometa, el 15 de agosto del año 1981.

martes, 13 de septiembre de 2011

INQUILINOS AL DETALLE (Prólogo)

Con la publicación de INQUILINOS AL DETALLE, libro surgido de la fértil mente y el depurado don de comunicación que adorna la preclara figura de la profesora Daisy Bethancourt de Baroni, se inicia un nuevo estilo de relatos sociales en las letras dominicanas.

Quienes tengan la fortuna de tener entre sus manos esta obra no querrán desprenderse de su lectura desde que aborden el primero de todos sus maravillosos párrafos.
Estos hermosos relatos de vivencias personales escritos por la profesora Daisy Bethancourt de Baroni cubren, desde el micro mundo que es la relación de ella con los inquilinos de sus inmuebles, el amplio abanico de la cotidianidad de una sociedad tan singular como la nuestra.

Las costumbres, comportamientos y hechos que ella narra en este libro constituyen una perfecta radiografía del barro humano, tanto en sus manifestaciones más excelsas como en sus más degradantes miserias, lo que confirma una vez más el postulado del poeta alemán Goethe cuando decía que el ser humano es la suma de todas las cosas hechas.

La amena descripción de los comportamientos de los protagonistas, con sus virtudes y defectos, hacen de esta obra un auténtico caleidoscopio de vivencias humanas.
La capacidad de observación de la autora y su dominio del arte de escribir, en unidad con su reciedumbre moral y con la dulzura de su carácter, le ha permitido comprimir en la páginas que siguen valiosos trozos de historia, sociología, religión, política, antropología y filosofía, con lo cual el lector tiene ante sí un verdadero banquete para el deleite del espíritu.

Con este libro la profesora Bethancourt de Baroni deja grabado su nombre con letras doradas en las letras criollas; no solo por la correcta redacción que emplea y por la perfecta simbiosis que logró de prosa y décima, esa especial manera de combinación métrica, sino también por la temática que aborda, ya que no se registra en los anales de la literatura dominicana ninguna otra obra con el argumento que sirve de soporte a ésta.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en 2005
OBISPOS HIGUEYANOS

Livio Mariano Cedeño De la Cruz, con su accionar polifacético, nos vuelve a sorprender gratamente, esta vez con un importante ensayo histórico que describe con finos perfiles históricos el grandilocuente itinerario sacerdotal de tres ilustres higüeyanos.

Obispos Higüeyanos, cual niño precoz, adquirirá el vigor de la adultez desde el mismo momento en que esté en manos de los lectores. Será, por la proyección de su sustancioso contenido, una especie de venero histórico en el cual podrán saciar la sed de aprendizaje todos aquellos que quieran conocer un jirón importante de nuestra región oriental.

Este ensayo es de fácil lectura, primero por la importancia de los temas que lo conforman y segundo por la claridad estilística de su autor y de la potencia dialéctica de sus párrafos.

Este libro tiene la virtud de avivar el acendrado espíritu cristiano de la mayoría de los pobladores del Este, y del país, al contemplar, prueba al canto, el hecho casi milagroso de que un pequeño pueblo, como lo es Salvaleón de Higüey, tenga el inmenso privilegio de contar con una trilogía de distinguidos Obispos de la Iglesia Católica.

Monseñor Juan Félix Pepén Solimán, muchas veces sabio, espíritu singular, humilde, valiente, compromisario de las más justas causas nacionales; Ramón Benito De la Rosa y Carpio, sereno, ecuánime, políglota, erudito, y Pablo Cedano Cedano, brillante, paciente, dedicado.

El recuento sucinto contenido en este libro nos enseña que monseñor Pepén Solimán, timbre de orgullo de todos los dominicanos, abrió la trocha en la espesura, y sus aventajados alumnos han seguido sus pasos como homenaje a su vocación de sacrificio.

Esta obra es una meritoria manifestación de cariño hacia ellos. Los lectores podrán conocer aquí aspectos importantes de esas tres vidas dedicadas al bien común. Esta obra es, además, por propia definición, un compendio prístino de la historia del Obispado de Higüey, con sus múltiples parroquias diseminadas por toda la geografía de la región oriental, sembrando la simiente del amor.

Contiene, también, otros elementos definitorios del despegue económico de la provincia La Altagracia, especialmente en el fascinante mundo del turismo.
Con su Historia de la Provincia la Altagracia y este nuevo libro, el periodista e historiador Livio Mariano Cedeño De la Cruz se convierte, como fruto de su afán de investigador y su amor por su patria chica, en el nuevo cronista histórico de Higüey, lo cual debemos todos aprovechar y estimularlo a que continúe trillando el camino siempre fértil del mundo de las letras.

Teófilo Lappot Robles

Publicado el 3 de agosto de 1996
Preliminar libro sobre Higüey


La historia de un país es la sumatoria de los hechos singulares de los pueblos que lo conforman.
Esa premisa es válida desde cualquier atalaya que sirva de base para enfocar la fenomenología de los puntos culminantes del hombre.

Por ello es digno de encomio que cada pueblo presente al juicio público la argamasa de sus hitos históricos y que relieve con los caracteres indelebles de la imprenta todas las vertientes que le dan razón de ser como núcleo poblacional.

Partiendo de ese detalle hay que recibir con renovado alborozo la fecunda idea del dilecto amigo periodista Livio Mariano Cedeño de la Cruz, quien con esta obra, Historia para la Provincia La Altagracia, detalla el maravilloso discurrir histórico de esta parte del país, al mismo tiempo que constituye un grandilocuente aporte a nuestro parnaso cultural.

La Provincia La Altagracia, cuya fundación data del 27 de febrero de 1963, tiene como eje poblacional a la villa blasonada de Salvaleón de Higüey, fundada por el conquistador español Juan de Esquivel en el lejano 1503. Es un cuadrante de casi quinientos años en uno de cuyos extremos aparece una aldea de aspecto bucólico y del otro lado una ciudad con las cornisas de la vida moderna.

El libro que se presenta a la consideración de los lectores es un arcoiris que abarca la historia tachonada de valentía sin par de los hombres y mujeres que han poblado esta ubérrima zona del país desde el cacique Cayacoa y la bella Adamanay hasta nuestros días.

A través de las sendas deliciosas del esfuerzo documentacional que nos brinda Livio Mariano Cedeño De la Cruz nos encontramos con que los precursores de nuestra nacionalidad siempre recibieron el respaldo militante de nuestros antepasados higüeyanos. Eso significa que como pueblo nuestra parte alícuota en las luchas patrias siempre fue cubierta con creces.

Este libro nos revela el denuedo, el tesón, la gallardía y la altivez con que labraron el futuro y enfrentaron el peligro nuestros mayores.
En sus páginas afloran las más elocuentes pruebas del por qué la mayoría de los historiadores nacionales reservan capítulos especiales para exaltar las fibras patrióticas de los higüeyanos. Sin duda de ninguna especie, nos toca un hilo inmarcesible del cañamaso glorioso de las luchas independentistas y restauradoras.

El autor de Historia para la Provincia La Altagracia demuestra, con las estadísticas a mano, que esta comunidad ha tenido en los últimos veinte años un crecimiento extraordinario en todos los órdenes.

En la páginas siguientes comprobamos que las últimas generaciones de “altagracianos” se han esmerado en el cultivo del intelecto y esta provincia tiene uno de los más elevados índices de profesionales en todas las ramas del saber. Las rémoras sociales y los detritus, que también los hay, son la parte oscura de todo conglomerado humano, sin necesidad para confirmarlo de acudir a la antropología, la sociología o la sicologìa.

La Altagracia es una provincia donde se cultiva con gran interés el cristianismo, siendo el centro de la adoración mariana en el país. La Iglesia Católica siempre ha sido predominante en esta zona, habiendo tenido su etapa de mayor esplendor cuando era pastoreada por el insigne obispo Juan Félix Pepén Solimàn. Las demás denominaciones cristianas también han tenido un crecimiento vigoroso lo cual se comprueba en todos los rincones de la basta geografía de esta provincia.

Nuestra provincia tenía antaño una economía famélica, basada esencialmente en la ganadería extensiva y un comercio cuyo soporte principal eran simples pulperías de menudeo, pero de un tiempo acá la situación se ha revertido positivamente, y aunque aún hay mucho desempleo, ya comienzan a observarse los signos vitales de una economía en franco despegue hacia un desarrollo sostenido, gracias especialmente a que nos hemos transformado en uno de los más vigorosos polos turísticos del área del Caribe, contando con varios resorts de fama mundial.

Este libro tiene la gran virtud de que nos enseña lo que fuimos, lo que somos y qué tenemos que hacer para continuar trazando las vías del progreso. Si hoy somos una provincia cosmopolita, donde habitan seres de las antípodas, eso significa que somos un imán que atrae a muchos, pero no podemos olvidar nuestros orígenes y debemos preservar nuestras esencias primigenias.
La lectura y la asimilación de esta importante obra nos ayudará en mucho a ser celosos guardianes de nuestro pasado, fervientes defensores de nuestro presente y escultores de nuestro futuro.

Teofilo Lappot Robles
Publicado el 3 de agosto de 1995.

lunes, 12 de septiembre de 2011

EN DEFENSA DE UN MUERTO ILUSTRE: EL OBISPO PEPEN



El miércoles 2 de los corrientes el "licenciado en Derecho, summa cum laude" Milton Ray Guevara publicó en el Listín Diario un artículo de loas al Rector de la Pucamaima, monseñor Agripino Núñez Collado, aprovechando la ocasión, aparentemente de soslayo, para lanzar pura miasma y esputo envenenado contra la venerable memoria del fallecido obispo Juan Félix Pepén Solimán, quien fuera en vida uno de los dominicanos más dignos, tanto por su bienhechora hoja de servicios a la sociedad como por su conducta intachable.
Según narra en forma gozosa el "sumo licenciado" Ray Guevara, hace 40 años tildó al fallecido monseñor Pepén Solimán de ser "Rector a control remoto" y ahora nuevamente se refocila, no se sabe por qué recóndito rencor, repitiendo la misma bastardía, ahora más que ayer con sabor y aderezo de simonía.

La verdad con carácter de axioma del tema en cuestión es que siendo monseñor Juan Félix Pepén Solimán 0bispo de la Diócesis de La Altagracia fue urgido en el año 1967 por el entonces Nuncio Apostólico en el país, monseñor Enmanuel Clarizio, y la Conferencia del Episcopado Dominicano, para que ocupara de manera interina, y bajo condiciones excepcionales, la Rectoría de la entonces llamada Universidad Católica Madre y Maestra, hoy con el blasón de pontificia.

La sede del Obispado de La Altagracia está en Higüey, distante 300 kilómetros de Santiago, pero el sabio y bueno Pepén Solimán aceptó la encomienda con obediencia sacerdotal, bajo la condición de que se desplazaría hacia el corazón del Cibao, como en efecto lo hizo religiosamente, cada 15 días, pues los trabajos cotidianos de la alta casa de estudios estaban a cargo precisamente de la figura “hagiografiada” por el "sumo licenciado".

La vida limpia de monseñor Pepén Solimán no podrá mancharla ningún estulto, por muy presumido que sea, pues él fue un hombre de Dios que siempre llevó a la práctica su lema episcopal "Veritas et Justitia", Verdad y Justicia.

Basta revisar la historia de la mencionada Universidad para comprobar que es mentira el sonsonete de que el obispo Pepén Solimán fuera, con la carga peyorativa que contiene la malhadada expresión, un "Rector a control remoto".

Al contrario, se puede fácilmente comprobar, con tan sólo poner una pequeña dosis de honestidad intelectual en la investigación, la fecundidad de su rectoría interina y excepcional, pues en aquella Alma máter, como en otros lugares también, monseñor Pepén Solimán decía que "nada mejor ni más eficaz que abrir cauces al progreso y a la cultura por medio de la enseñanza".

Si el impenitente persecutor de la memoria del Obispo Pepén Solimán no estuviera obviamente obcecado (quien sabe por cuales oriundos motivos)ya habría tenido tiempo de indagar que la persona a quien él ha calumniado desde 1970 hasta el presente fue la misma que orientó a la juventud dominicana diciéndole que "ser educado en el cuerpo y en el espíritu significa ser libre: todo hombre ignorante es un esclavo potencial".

El nuevo ataque, ruin por demás, de Ray Guevara contra la figura esplendente del fallecido obispo Pepén Solimán es lo que más se parece al Foro Público que en su contra se publicó el 23 de noviembre de 1960 en el periódico El Caribe y sólo equiparable con el editorial de Radio Caribe que se vació el 25 de diciembre de 1960 en el referido diario, para esa época una sentina de la dictadura trujillista.

Monseñor Pepén Solimán, contrario a muchos, no vivió con su pensamiento a la deriva, y murió el 21 de julio del 2007 con su dignidad bien en alto, porque no usaba la clásica muletilla del auto engaño, propia de los fariseos y saduceos, que versificó el poeta Ramón de Campoamor: "Pecar,hacer penitencia,y luego vuelta a empezar".

El siempre me decía, ante las acciones de los pelmazos de ocasión, como en el caso de la especie, que hay que estar alerta "cuando la mentira lo arropa todo y la justicia establecida corrompe y deprime".

"Licenciado en Derecho,summ cum laude", deje a ese ilustre muerto descansar en paz.

Teófilo Lappot Robles
5 de junio del año 2010

viernes, 9 de septiembre de 2011

EL PAÍS NO PERECERÁ


A lo largo y lo ancho de nuestra agitada vida republicana han surgido voces pesimistas que han cuestionado la posibilidad de que los dominicanos nos mantengamos como una opción válida en el concierto de los pueblos libres.
Se alega que hemos vivido atrapados en una especie de atomización de voluntades que no nos ha dejado desarrollar nuestras potencialidades y que somos un fracaso como nación.

Don Américo Lugo, cuya figura histórica debe ser destacada con el respeto y la dignidad que en vida se ganò, señala en su famoso ensayo “El Estado Dominicano ante el Derecho Público”, editado en el año 1916, que: “El pueblo dominicano no es una nación porque no tiene conciencia de la comunidad que constituye…”

El Dr. Lugo expresó tan fuerte jaculatoria en un momento estelarmente difícil de nuestra vida republicana. La carga de crudeza que acompaña dicha expresión debe mantenerse como una luz roja, de alerta permanente, en la conciencia de los dominicanos; como un reto para todas las generaciones.

En el decurso de nuestra historia, sin embargo, siempre hemos podido salir a flote en medio de las más difíciles adversidades. Esa realidad histórica nos permite decir que la indolencia actual, prohijada adrede desde las instancias gubernamentales, no podrá sepultar el gentilicio dominicano.

Sencillamente no pereceremos. Seguiremos siendo una realidad imbatible, a pesar de todos los pesares, pues como decía Ghandi la fuerza no está en la capacidad física sino en la voluntad indoblegable.
El componente humano de nuestra nación es valiosísimo. Somos un filón inagotable de riqueza humana. En esta etapa finisecular muchas paradojas nos dejan perplejos, pero no debemos cejar en nuestro derecho a la sobrevivencia.
Debemos sí prepararnos para agotar nuestra capacidad de asombro porque se verán cosas con relieves y caracteres insólitos.

El hado de la gracia, con un combinación de truchimanería política le ha dado la oportunidad al Presidente Balaguer para que sea él el que trace los lineamientos generales para nuestra entrada al siglo 21.
Sin embargo, todo indica que él no tiene el más mínimo interés en corregir los entuertos que abaten al cuerpo social dominicano, pues precisamente eso es lo que le ha permitido permanecer en el poder a base de trapisondas de todo tipo.

El está a tiempo de oxigenar la administración pública y sentar cátedra de moralidad, porque no le falta ni talento ni valor cívico para limpiar el país de lo que monseñor Nouel llamó certeramente la polilla palaciega. Pero pedir eso es como arar en el desierto.

Los actores de nuestro drama actual están bien identificados: por un lado están aquellos amanuenses cuya corta moral raya en cero y del otro lado una extraordinaria muchedumbre de hombres y mujeres con una alforja personal repleta de dignidad.

Ello permite decir, sin ser maniqueísta, que el bien se impondrá al mal. No pereceremos como nación. Seguiremos sobreviviendo. El mejor pie de amigo que tenemos los dominicanos de ahora para mirar hacia adelante son las jornadas heroicas que nos legaron nuestros antepasados.

Nuestro país está lleno de valores humanos dispuestos a luchar para salir del atolladero en que malos dominicanos nos han metido.
Los higüeyanos, con la valentía y la intrepidez con que hemos participado en todas las luchas libradas a través de la historia, no podemos ahora llamar a retirada y seguro que aportaremos una buena dosis de fervor dominicanista para honra de nuestros héroes y mártires.

Debemos tener fe, pues, en nuestro porvenir.
Los Nubarrones no podrán borrarnos de la faz de la tierra. Seguiremos siendo viables como pueblo civilizado. Tenemos el privilegio de ser un pueblo joven, y como dice el Papa Juan Pablo Segundo, en la página 134 de su ya famoso libro Cruzando el Umbral de la Esperanza: “En los jóvenes hay un inmenso potencial de bien, y de posibilidades creativas….Tenemos necesidad del entusiasmo de los jóvenes.”

El cañón de la alarma de nuestra crisis actual debe ser acicate y aliento. Jamás deberá ser ni tragedia ni pesimismo.
El espíritu crítico debe emplearse para enterrar todo lo que huele a moho y anacronismo.
Veamos nuestro presente y proyectemos el futuro con criterio perspicaz, como quien dice escalera arriba; dejando atrás, en el sótano del olvido, el enanismo mental que tanto daño nos ha hecho.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periòdico El Cometa, el 27 de marzo del año 1995.
JUAN PABLO DUARTE

Juan Pablo Duarte, con su coraje, su tenacidad y su sacrificio, simboliza la existencia de la República Dominicana.

Duarte es una figura diamantina, dotada con características excepcionales.
Su deseo más acendrado siempre fue legarnos un país soberano, sin interferencias de las potencias que dominan el mundo.

Las dotes con que fue forjada tan señera personalidad nacen en su moral sin límites y en su firme determinación de no claudicar jamás en su empeño de libertad.
Duarte está justicieramente colocado en el punto más alto de nuestra historia por su permanente vocación de unidad entre todos los dominicanos.

El entendió siempre que la justicia y la unión eran los pilares fundamentales para evitar el colapso de la Patria; por eso abogaba para que los traidores fueran escarmentados para evitar que los buenos dominicanos fueran víctimas de sus maquinaciones.

La vida de nuestro libertador y guía espiritual no fue un lecho de rosas; tuvo que vencer muchos obstáculos para lograr sus objetivos; por eso él es el resumen de todas nuestras vicisitudes como Nación.
Un vistazo panorámico del ambiente en que se tuvo que mover Duarte para darnos la libertad, nos enseña que fue titánica y ciclópea su tarea.

El, con su ejemplo de alto civismo, con la potencia dialéctica de su pensamiento, con la intrepidez de su accionar sin tregua, es una figura sin parangón en los infolios amarillentos de nuestra historia.
Para Duarte, como para Martí, la Patria es ara y no pedestal, y esa divisa sublime lo define todo.

Duarte no escatimó ningún sacrificio para que fuéramos libres y así tuviéramos el legítimo derecho de establecer las coordenadas de nuestro destino como pueblo “colocado en el mismo trayecto del Sol”, como lo definiera poéticamente el inmenso Pedro Julio Mir Valentìn.
El siglo 19 fue una auténtica cantera de seres excepcionales nacidos en América, y en medio de aquella muchedumbre de grandes hombres y mujeres, nuestro Duarte pudo sobresalir al extremo de que su nombre está esculpido con letras doradas en la cumbre más elevada donde reposa la memoria de los titanes de la libertad.

Hoy más que nunca Duarte debe ser reverenciaba por los buenos dominicanos, en momentos en que la Patria agoniza víctima de la corrupción, la drogadicción y el latrocinio en todas sus vertientes.
Hoy, con más fe que ayer, es necesario predicar las enseñanzas de Duarte, cuando el país parece abatido por la morralla que ha copado, con su alta dosis de inescrupulosidad, muchas de las posiciones de mayor principalía pública, merced al ejercicio de una politiquería ramplona, y a un enllavismo que ya resulta anacrónico.

Hoy, que nuestro pueblo parece como si fuera hacia un abismo, por la perfidia de unos y la modorra de muchos, es necesario que nos aferremos a la figura más limpia que registran nuestros anales històricos.

Debemos abrevar en el venero de Duarte para que el ejemplo resumido en su ceniza sagrada nos ilumine y nos conduzca hacia el bien común, el cual será el mejor homenaje en su fecha natalicia.

Teofilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Siglo
26 de enero 1995

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LILIS Y TRUJILLO

Lilís y Trujillo recorrieron los vericuetos del crimen con una asombrosa y morbosa delectación. Sus gobiernos tuvieron una particularidad común: ambos se sustentaban sobre el crimen despiadado contra todos aquellos que no les eran afectos e inclusive contra algunos de sus partidarios. No pocas veces actuaron como Saturno, el personaje mitológico que devoraba sus propios hijos.
Ambos personajes actuario en plena competencia con los más crueles dictadores de la época en que se desenvolvieron. Fueron malos entre los malos y no se quedaron detrás de nadie en eso de asesinar por placer, capricho o conveniencia política a cientos de seres humanos.

Luis F. Mejía, en su libro:“De Lilís a Trujillo”, señala que “los contemporáneos de Trujillo, Vicente Gómez, en Venezuela con sus grillos y sus largas prisiones y Gerardo Machado, en Cuba, con sus asesinatos, hubieran rechazado indignados un parangón con él.”
Con relación a Lilís, la pantera negra, como le llamó el escritor colombiano Juan María Vargas Vila, podemos afirmar categóricamente que no le llevaba gran gabela el vesánico Dr. Francia, quien fue dictador perpetuo del Paraguay, hasta su muerte.

Ni Trujillo ni Lilìs tenían nada que envidiarle en materia de crueldad al ajusticiado García Moreno, dictador ecuatoriano, fanático en demasía de postulados dogmáticos. Ni l cruel Juan Manuel Ortiz de Rosa, quien mantuvo un régimen de terror en el Argentina, durante 17 años, hasta que fue derrocado por Justo José de Urquiza, en Caseros. Ni al beodo y cínico Melgarejo en Bolivia.

Como se puede intuir de este paralelismo, ni Trujillo ni Lilís se quedan atrás en eso de haber ejercido con manos férreas los destinos del país. Ambos mantuvieron un claque de cortesanos que cual esquiroles de una truchimanería procaz se mantenían al tanto del más mínimo movimiento.

Ambos explotaron y saquearon a su pueblo hasta lo inefable. Uno y otro fueron prolíficos en eso de fecundar mujeres ajenas. Don Juanes del Caribe…con elocuencia seductora o sin ella (…?...)

Trujillo fue un sádico racista, lo que se comprueba no sólo en la praxis de su obra de gobierno, sino en declaraciones que dio a su gran amigo Juan Domingo Perón y que aparecen en un libro intitulado: “Yo, Juan Domingo Perón”, que en realidad es una crónica periodística, un condensado del cual fue publicado por la prestigiosa revista dominicana Renovación.

Lean estas cosas que decía Trujillo del pueblo dominicano y saquen ustedes mismos sus conclusiones:

“En Santo Domingo el 80 por ciento de la población es negra y al negro no puede ayudársele con una obra social porque la destruye, la descompone en seguida”.

“…En Santo Domingo hay que hacer algo así como una justicia social , paternal y eso es lo que yo hago…He comprobado que el reparto de tierras no vale en Santo Domingo, porque las tierras que yo regalo los negros las venden al cabo de un año”.

En cambio Lilís, que era negro, sacó partido de su color para hacer política con los de su misma raza, como señala el historiador venezolano Horacio Blanco Bombona, en su libro “El Tirano Ulises Heureaux”.

Blanco Fombona pone este ejemplo muy ilustrativo de lo que escribo: “Un carpintero de importancia en San Carlos, habíase comprometido a apoyar la candidatura presidencial de Don Casimiro N. de Moya; Lilís le citó a la casa de un amigo. Le recibió con aquella cortesía que le era congénita. Pidió un espejo. Véase bien, le dijo’ Véame a mí. Usted y yo somos negros ¿Qué hace usted con esos blancos? Y logró, por medio tan persuasivo, que el carpintero, hombre popular en el barrio, desertara las filas moyistas.”

Trujillo se aspavientaba de su blancura y de su “ascendencia hispánica”. A base de pomadas y jabones especiales, siempre tenía la piel “rosada”, pero se olvidaba que era biznieto de la haitiana Yideta Chevalier. Lilís , sin embargo, según el escritor Enrique Henríquez, no le preocupaba el color.

En Montecristi había un hacendado desafecto a su régimen, quien lo negreaba frecuentemente. Lilís le hizo venir a su despacho presidencial. No lo recibió durante varios días. Al cabo ordenó que lo pasaran a su presencia. “Ah, pero es usted Don Fulano de Tal” Yo creía que usted era más blanco y quería mandarlo a Europa con un cargo diplomático, pero los negros como usted y como yo, no servimos para esas cosas. Así es que me dispensa por haberlo molestado”.

No se sabe si a esto se le puede llamar ironía, pero si no lo era se le parecía mucho.

Pero saliéndonos de las diferencias de carácter, en ciertos aspectos, entre los dos arcontes epónimos, volvamos a sus coincidencias perversas y fatales para la dignidad de los dominicanos. En cierta ocasión un nutrido grupo de intelectuales fueron apresados por supuestamente estar conspirando contra el lobo del caribe –Trujillo-.

Fueron llevados a las oficinas de Alto Comando del Ejército, donde se les colocó en fila, rodeados de soldados armados. En seguida se presentó ante ellos el Jefe con un seño iracundo en el rostro y les dijo: “He venido a conocer a los asesinos que me quieren matar. Ustedes son unos hijos de…¡Sálganse ahora! A mí me sobra lo que a ustedes les falta”.

Sin tardar mucho inició su “combate” frente a enemigos inermes, descargando su bastón sobre cada uno de ellos y diciéndoles toda clase de insultos.

Por otra parte, según Blanco Fombona, durante la época de Lilís solían morir muchas gentes de un mal llamado “órdenes superiores”.

Mientras a Trujillo no le importaba mucho que sus favoritos y beneficiarios demostraran sus riquezas, Lilís era todo lo contrario y decía a éstos: “No hagan gritar la gallina cuando la despluman”.

¿Será uno de estos dos el Patriarca caribeño del que habla Gabriel García Márquez, en su obra “El otoño del Patriarca”. ¿Se metieron los gallinazos en el Palacio de uno de ellos o de los dos? ¿Pastaban las vacas en sus aposentos, o los cuervos les despertaban las siestas?

Que conteste la historia.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Cometa, Higüey, 16- marzo-1977
LA UASD Y EL PUEBLO


El pueblo dominicano posee una sola universidad pública, donde los jóvenes sin recursos económicos pueden recibir los beneficios de una educación superior.

En estos momentos la Universidad Autónoma de Santo Domingo se encuentra ocupada por efectivos militares y policiales que se encuentran allí cumpliendo las llamadas órdenes superiores.

Todos sabemos quiénes son esos superiores. Y también sabemos cuáles fueron los motivos que los impulsaron a militarizar la universidad pública . En medio de todo esto hay una situación política en modo superior a la que la gente común y corriente piensa.

Esa situación política consiste en que los que poseen el poder económico y político saben muy bien que el pueblo está tomando una concientización ascendente con relación a los problemas que agobian a las masas humildes de nuestro país.

Los que tienen el control de los órganos estatales saben muy bien que la UASD es un centro democrático abierto a todas las manifestaciones ideológicas que hoy por hoy se esparcen en el abanico político nacional.

Este gobierno comprende a la perfección que ya se acerca la hora en que las campanas de la liberación del pueblo tronarán y que es la juventud que se prepara la que llevará la tea de la victoria en la marcha del triunfo del pueblo.

Este gobierno sabe muy bien que en la juventud consciente de su deber es que se encuentra depositado el mayor caudal de sacrificio para la causa de la liberación nacional. Entiende este régimen que hay que cortarle el camino que sirve de canal nutricional a la educación de los jóvenes pobres. Cree que es menester cercenar el corazón umbilical a las falanges juveniles que claman educación con libertad e igualdad.

Por esa razón invade la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con una saña propia de los trogloditas de la Edad Media, que sentían fobia por la educación.
El gobierno de turno es una especie de retranca para la educación nacional, pues lo único que le interesa es crear una élite de intelectuales para que sirvan de marionetas al servicio del status vigente. La colectividad debe comprender esta situación y unir voces de protestas; exigiendo la devolución de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, a sus legítimas autoridades.

Es necesario que el pueblo de Higüey se una hombro con hombro y corazón con corazón y exija la devolución pura y simple de la UASD. Tejemos nuestras redes en medio de un campo bastante peligroso. Como pueblo vinculado profundamente con las mejores causas del país tenemos que poner nuestra cuota en esta lucha.

Decía el escritor francés Víctor Hugo que el oprimido que acepta la opresión termina siendo cómplice. Esa es una gran verdad que todos debemos asimilar, por tal razón sería muy lamentable que con nuestra indiferencia contribuyamos al derrumbe de los anhelos de una gran parte de la juventud dominicana que quiere educarse.

No se puede permitir que nuestra casa de estudios superiores siga ocupada por efectivos policiaco-militares, pues ello conlleva a la frustración de miles y miles de jóvenes dominicanos que no poseen recursos económicos para costearse los estudios en una universidad privada.

Todos tenemos un compromiso moral en este momento crucial para la educación nacional. El pueblo de Higüey debe unirse más de 30 mil estudiantes que luchan en toda la geografía nacional, exigiendo el libre derecho a la educación que tiene el pueblo dominicano. No debemos olvidar que en la educación de la juventud es que está depositada la esperanza de la Patria.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Planeta, Higüey,Rep.Dom., marzo año 1977.

martes, 6 de septiembre de 2011

CESARISMO DEMOCRATICO

El primero de los corrientes el conocido intelectual dominicano R. A. Font Bernard publicó en el periódico Hoy, con la galanura que caracteriza su fértil pluma, un artículo altamente preocupante sobre el llamado cesarismo democrático, que como tesis polìtica fue desarrollada a principios del siglo veinte por el ensayista y politólogo venezolano Laureano Ballenilla Lanz.

Dicho artículo es sorprende y preocupante porque su esencia tiende a reiterar la prevalencia en nuestro devenir del gendarme necesario. Las cabriolas semánticas del autor no impiden captar que lo que se busca es crear la idea desfasada de que necesitamos una mano fuerte que rompa los esquemas de libertades ciudadanas que hoy disfrutamos, a pesar de las muchas imperfecciones que hay.

Font Bernard habla en su trabajo de marras de que eso es una aberración histórica e insinúa que esa tesis se ubica, para el caso nuestro, en la etapa post Restauración de la República. Eso no es más que parafernalia verborreica para encubrir lo que realmente se quiere resaltar.

Ese conocido personaje de nuestro cotarro político es un asiduo propalador de este tipo de situaciones y haciendo uso de su fecundidad intelectual lanza al desgaire muchas opiniones que casi siempre se deslizan hacia el campo de lo anecdótico, pero esta vez ha tocado teclas muy sensibles por la etapa de redefinición de muchos aspectos de la vida nacional.

El tema militar no es un tabú, pero por los antecedentes que abundan en los infolios amarillentos de nuestra historia debe tratarse con responsabilidad y no debe ser materia para divertimiento de un ejercicio intelectual muchas veces funambulesco.

Obviando, por manido, el contenido del artículo 93 de la Constitución de la República, hay que resaltar que los institutos armados del país, por los imperativos endógenos y exógenos que fueren, están muy lejos de ser cajas de resonancias de aquellos que añoran en el hondón de su alma el espadón ensangrentado.

No hay que ser especialista en el tema militar para comprobar, en el día a día, que las Fuerzas Armadas Dominicanas, en esta etapa de redefinición misional, están caminando hacia el pleno ejercicio de los nuevos roles que la dinámica social les impone.

Ellas están a años luz de servir de parapeto de aquellos que quieren que el pueblo dominicano vuelva a ser víctima de la vesania de un grupo de desalmados que hicieron de inocentes seres humanos verdaderos guiñapos, como narra con gran dolor doña Josefina Gautier de Álvarez en su libro Escondidos/mi 30 de mayo.

Resulta preocupante que alguien, aunque de manera subyacente, esté lanzando al aire la idea del “gendarme necesario”. Cuando uno observa desde afuera que en nuestros institutos castrenses reina un espíritu de sacrificio en pro de la ejecución de sus actuales puntos misionales, los cuales se resumen, según el historiador militar general José Miguel Soto Jiménez, en: 1- Seguridad y Defensa Nacional, 2- Orden Público, 3- Seguridad Nacional, 4- Seguridad Ecológica, 5- Desastres naturales, 6- Tareas de Desarrollo y 7- Seguridad anti narcótica.

El comentarista Fond Bernard entremezcla, con su proverbial actitud sibilina, frases sacadas de contexto de José Martí y Eugenio María de Hostos con el no bueno propósito de que le sirvan de muletillas para sustanciar sus pretensiones de fomentar la idea peregrina del “cesarismo democrático”.

Todos sabemos que los militares dominicanos no han vivido al margen de las diversas realidades que como nación hemos tenido, y quien no sepa eso sólo tiene que leer la novísima obra Todo por Trujillo, del atildado y agudo periodista Juan José Ayuso. Sin embargo, lo que fue el pasado no es el presente, pues otros aires flotan en los cuarteles dominicanos con respecto a cual es la misión del hombre de uniforme en esta época finisecular.

La profesionalización de nuestras Fuerzas Armadas marcha a ritmo creciente, y para comprobarlo basta leer y analizar el libro de reciente circulación intitulado Defensa, Seguridad y Democracia del ya citado General José Miguel A. Soto Jiménez, el cual dice, en su página 228, lo siguiente:

“Existen muy pocos sectores en la vida nacional que no estén de acuerdo en que la subordinación del estamento militar policial al poder civil legalmente constituido no sea la clave de la gobernabilidad democrática en nuestros países y garantía misma de la permanencia y supervivencia del sistema democrático”.

La marcha hacia el progreso en todo los órdenes es irreversible. El pasado jamás se repetirá ni como comedia ni como parodia, pues los tiempos no están para guasas ni los hornos para bollos, como diría el locuaz premio Nobel de literatura, el español Camilo José Cela.
Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Siglo.5 de mayo de 1999.
HISTORIA DE LA ALTAGRACIA,TOMO II(Presentaciòn).


El veterano periodista y escritor Livio Mariano Cedeño De la Cruz siempre nos sorprende gratamente con su intrepidez y valentía editorial.

No es tarea fácil publicar libros, pues el esfuerzo, tanto intelectual como económico, no siempre es recompensado debidamente. Es un fenómeno que se produce esencialmente por las condiciones propias de nuestro medio, las cuales todos conocemos.
Sin embargo, este experimentado periodista, y agudo observador de los fenómenos sociales que se desarrollan en su entorno, siempre tiene una motivación vivencial para mantener a los miles de lectores que lo siguen en espera de un nuevo parto literario.

Se ha especializado en recopilar y desmenuzar las crónicas históricas de la provincia La Altagracia y de manera especial del cinco veces centenario municipio de Salvaleón de Higüey.
A través de esa incesante labor, a quien considero como el cronista por excelencia del siglo XXI de la provincia La Altagracia, va nutriendo a los demás sobre hechos del pasado, pero al mismo tiempo informa sobre el presente y al hilvanarlos va tejiendo las interesantes historias que nos brinda cada cierto tiempo.
Esta hermosa tarde otoñal, con la simpatía que nos brinda el hospitalario pueblo de La Romana, tenemos el honor de presentar el segundo tomo de la Historia de la provincia La Altagracia.
A través de esta obra los lectores descubrirán una serie de acontecimientos históricos, sociales, políticos, religiosos y económicos que han marcado la vida de una provincia que tiene cuarenta y tres años de existencia, pero también podrán apreciar el discurrir que a través de los siglos ha tenido la comunidad de Higüey y sus núcleos poblacionales más cercanos, como son San Rafael de Yuma, La Otra Banda, Bayahibe y Nisibón.

Livio Mariano Cedeño no ha escatimado ningún esfuerzo para revelar detalles singulares de la única provincia del país que tiene fronteras marítimas con el Mar Caribe y con el Océano Atlántico.
En esta obra bien concebida, y mejor desarrollada, podemos comprender por qué es rigurosamente verdad que La Altagracia es la capital turística del país. Las informaciones contenidas en este libro así lo demuestran, y las estadísticas revelan que se encamina a ser en pocos años la comunidad económicamente más activa de todo el territorio nacional.
En esta nueva creación el autor presenta las razones por las cuales La Altagracia puede considerarse como la capital religiosa del país. Ningún otro rincón de la Patria está tan fijo en la mente de los creyentes católicos como Higüey. El hace un recuento histórico que permite a los lectores coincidir en esa afirmación. La adoración mariana es una verdad con carácter de axioma y el trono está allí, como una luminosa señal de que siempre debemos mirar hacia allá buscando el aliento espiritual necesario para ser cada día mejores ciudadanos.
También se coloca a nuestra provincia el calificativo de capital ganadera del país, y la expresión no es exagerada si comprobamos su producción vacuna. No se trata de sensiblería pueblerina, es la realidad de los hechos, la cual siempre es tozuda. En este libro queda altamente demostrado lo aquí dicho.
En este segundo tomo de La Historia de la provincia La Altagracia los lectores se encontrarán con una galería de personajes que han marcado la vida de la porción más oriental de la República Dominicana. Educadores, escritores, intelectuales, artistas, deportistas, políticos, munícipes, militares, religiosos, agricultores, empresarios, sindicalistas, estudiantes y profesionales de todas las ramas del saber han contribuido con el desarrollo integral de La Altagracia.
El autor ha tenido el cuidado de resaltar en esta obra tanto los valores humanos que ya pasaron por este mundo como los que mantienen una pujanza creativa en el presente, haciendo del accionar de ambos grupos una combinación perfecta, que encaja en el tren de la historia que describe con su chispeante estilo de periodista consumado en los tejemanejes de las letras.
Pero faltaríamos a nuestro papel de presentador de este libro si no decimos que dos personajes se destacan en el mismo: Don Cotorro y Don Perico, ambos creados por la fértil imaginación del autor.
Estas figuras radiofónicas, escudándose generalmente en notas de humor, con el gracejo típico de los pendencieros y sabihondos pueblerinos, hicieron historia denunciando males, proponiendo soluciones, cantando verdades, desnudando hechos pecaminosos, resaltando virtudes humanas, criticando bellaquerías, en fin ejerciendo la libertad de expresión en su máximo nivel para mantener edificada a la ciudadanía sobre detalles a veces nimios, pero muchas veces trascendentales.
Los investigadores tienen en los diálogos de Don Cotorro y Don Perico una bien nutrida cantera de informaciones y detalles de un importante tramo de la vida misma de la provincia La Altagracia.
Esta obra está destinada a mantener vigencia por muchos años. Podemos vaticinar que será material de consulta obligatoria cuando se quiera tener una información veraz sobre lo que ha sido, es y será la provincia La Altagracia.
El periodista Cedeño De la Cruz ha hecho un aporte extraordinario con este nuevo libro y merece por ello la gratitud de las presentes y futuras generaciones de altagracianos.
Teófilo Lappot Robles.
La Romana, República Dominicana, primero de octubre del año 2006.

lunes, 5 de septiembre de 2011

PRESENTACIÓN DEL LIBRO FIDEL Y EL PAPA

La circunstancia de ser un improvisado presentador del interesante libro FIDEL Y EL PAPA me da la oportunidad de ser breve, tal y como aconsejaba el sabio y conciso escritor español Baltasar Gracián Morales.

Ello no impide, empero, que aproveche la ocasión para expresar que su autor, el inquieto y brillante periodista Livio Mariano Cedeño, siempre nos sorprende con proezas como ésta en su risueño y rutilante caminar por los meandros de las letras.

El ha sabido conjugar muy adecuadamente el tintero del periodista que debe llenar cuartillas con la rapidez que exige el inmediatismo de la prensa, con el sosegamiento y la profundidad con que se deben enfocar temas cuya dimensión los hace trascender más allá de las fronteras del día a día.

La misión, a veces quijotesca, pero siempre vivificante, que ha emprendido Cedeño del a Cruz nos muestra a un joven autor que en medio de las precariedades culturales de nuestro querido Higüey ya ha publicado cuatro libros y tiene en su caletre,como un fino orfebre de las letras que es, un quinto título para ofrendarlo a las letras nacionales.

Karol Wojtyla, nacido el 18 de mayo del año 1920 en el poblado de Wadowice, Cracovia, en Polonia, y Fidel Castro Ruz, nacido el día 13 de agosto de laño 1926 en la comunidad de Birán, en el oriente de Cuba, son dos seres fuera de serie, aunque estèn ideológicamente colocados en campos opuestos y aunque sus actividades sean diametralmente diferentes.

Ambos, en sus respectivos roles, han sabido concitar la atención de todos los seres humanos de esta aldea global, como definió al mundo el visionario Marchand Mcluhan.

Por eso cuando el Presidente cubano se entrevistó con el Papa, en la vetusta Basílica de San Pedro, en noviembre de laño 1996, comenzó una febril y excitante expectativa ante la entonces probable visita a Cuba del sucesor de San Pedro.

Y, en efecto, esa gira pastoral, desarrollada entre el 21 y 25 de enero retropóximo, ha sido una de las más históricas y trascendentales de los veinte años de papado de Juan Pablo Segundo.

No hay duda de ninguna especie de que se ha producido un acontecimiento histórico, algo que se sale de lo rutinario y anodino, cuando dejamos de escuchar opiniones tan ácidas y urticantes como aquella de que “la iglesia ese el opio de los pueblos” para en seguida oír de labios del Dr. Fidel Castro frases laudatorias realmente sentidas sobre la figura humana del Papa, tales como “es un hombre de rostro noble, afectuoso, que escucha con atención y del que se saca una buena y agradable impresión.”

La religión y la política han estado secularmente vinculadas. No puede ser de otra manera, porque ambas se mueven en un mismo escenario y la materia prima de su mutuo quehacer es el ser humano.

Las diferencias de enfoques sobre diversos tópicos de interés general suelen, no obstante lo anterior, crear valladares entre una actividad y otra, aunque la divisa del bien común se mantiene como un estandarte permanente en las bases filosóficas de las dos.

El comandante Fidel Castro simboliza en sí mismo una revolución que bajó de la sierra oriental de Cuba con los caireles del marxismo como santo y seña y el Papa Juan Pablo Segundo recoge en su gratísima humanidad toda la sapiencia de los dogmas y elevados postulados que encarna en su grado más excelso al Cristianismo.

El Santo Grial y la charratera se conjugan en los discursos históricos recopilados cuidadosamente por Livio Mariano Cedeño de la Cruz en este libro que perdurará por mucho tiempo, por su alto contenido de sublime didáctica.

Pero así como el gran escritor argentino Julio Cortázar definió al tristemente célebre Gulag de las estepas siberianas como “un accidente de ruta” del comunismo y el exquisito premio Nóbel de la literatura Gabriel García Márquez nos habla de las castraciones que a nombre de sus supuestas creencias religiosas, y a golpes de cimitarras a los contrarios, cometen los soberbios y feroces gurkhas nepalíes al servicio del otrora poderoso imperio británico; también nosotros podemos decir que la lectura de este libro nos permite comprender que las ideas y las palabras se van modelando y adquiriendo sus propios perfiles al socaire de la realidad en que ellas se producen.

Cuando el Papa Juan Pablo Segundo dijo, el 21 de enero pasado, al llegar a la tierra de Martí y Maceo, que “el Mundo se abra a Cuba y Cuba se abra al mundo”, estaba lanzando una clamorosa clarinada cargada de sustancia política, pero, además, de esencia pastoral.

Con esa ya célebre frase el vicario de Cristo estaba en perfecta sintonía con lo que desde el Concilio Vaticano Segundo se ha denominado “el signo de los tiempos”, para mortificación de aquellos retardarios que quisieran que la humanidad se moviera al compás de sus muy particulares intereses.

La lectura de los discursos papales plasmado en esta obra nos permite expresar que Juan Pablo Segundo valora muy significativamente las ideas de teólogos tan agudos y perspicaces como Karl Rahner y Johanes Mets, quienes fueron iniciadores de una verdadera revolución del pensamiento religioso al ahondar en sus estudios referentes a que la misión de la Iglesia Católica no sólo es exegética, apologética y divina, sino que ella tiene también un compromiso marcadamente terrenal y compromisario con todo lo que es el ser humano como centro mismo de la Creación.

El Papa Juan Pablo Segundo ha demostrado con sus palabras y sus hechos, y eso se comprueba en la lectura del libro que hoy se pone en circulación en esta villa blasonada de Salvaleón de Higüey, que la Iglesia sí debe intervenir en lo que algunos de manera despectiva definen como “el fango del hombre”

De la lectura de este libro se pueden aprender muchas cosas, siendo una de ellas que el “aggiornamento” o modernización que emprendió el gran Papa Juan XXIII ha sido continuado por Karol Wojtyla. Ahora hemos podido comprobar que el Papa y Fidel son una especie de aliados frente al capitalismo salvaje que acogota con su afán mercurial a los seres humanos.

Ahora el mundo sabe que el Papa y Fidel coinciden en la lucha contra los puntos perniciosos del liberalismo y la globalización totalitaria.

El Papa y Fidel están en una misma trinchera, combatiendo las injusticias que brotan del Norte como una plaga de langostas que convierte al hombre en un simple guarismo de las estadísticas.

Decir eso no es hacer interpretaciones tangenciales del pensamiento de esos dos colosos de la humanidad. Ello se comprueba con una simple lectura lineal de este libro, que es ciertamente una auténtica antología del pensamiento de esas figuras emblemáticas del siglo que finaliza.

Para justificar la creación de este libro basta con señalar que los frutos de la visita Papal a Cuba comenzaron a recogerse desde antes que esta se produjera.

En el caso nuestro, gracias fundamentalmente al pedido de Juan Pablo Segundo, las relaciones diplomáticas con ese hermano país ya son una realidad, después de un prologado eclipse de casi cuarenta años, por lo que es oportuna la ocasión para decir que la poetisa puertorriqueña Lola Rodríguez de Tiò también pudo escribir su famoso poema así: “Cuba y República Dominicana son, de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas, en un mismo corazón”.

Teófilo Lappot Robles
Higüey, República Dominicana, 26 de julio de 1998.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL ESTADO DOMINICANO:
SUS ORGANOS Y SU REALIDAD ACTUAL

Es para mi un honor estar frente a un auditorio lleno de jóvenes dominicanos dedicados a sus estudios. Ustedes representan el futuro de nuestro país, pues como decía el gran pensador argentino José Ingenieros, no tienen complicidad con el pasado; y son, en consecuencia, tal y como lo dijo el famoso poeta nicaragüense Rubén Darío , el Divino Tesoro.
En ustedes está la fuente vivificante que impedirá que nuestro país caiga en la fosa del caos total; ustedes simbolizan el ideal de redención que anhelaban los fundadores de la nacionalidad dominicana, y por ello es importante que cada día se nutran más y más sobre temas que, como el de esta conferencia, reviste singular interés, pues de nuestro ordenamiento legal depende en mucho nuestra existencia como pueblo civilizado.
Existen muchas maneras para definir la palabra Estado. El tema ha sido tratado, maquillado y burilado por muchos tratadistas de la política y la sociología.
Pero considero la definición más compendiada y objetiva señalarlo como la comunidad social que posee una organización de gobierno propio e independiente de cualquier otra comunidad y que está asentada sobre un territorio propio.
Para que haya Estado no es necesario que la población sea mucha ni que el territorio sea grande; lo que realmente vale en este caso es que se posea una organización gubernativa propia y la independencia frente a cualquier otra comunidad.
El Estado como tal tiene muchos fines, siendo los principales: la organización de un gobierno que provea las garantías de los ciudadanos frente a las otras comunidades que pueblan el mundo. Mantener la paz, el orden y el ejercer la justicia en el interior. Garantizar a todos los ciudadanos el ejercicio de las actividades lícitas; la promoción del progreso y el mejoramiento económico; pero en esencia el Estado tiene como objetivo fundamental la garantía de la seguridad, el fomento del bien común y el imperio de la justicia para todos, en igualdad de circunstancias y condiciones.
Como se desprende de lo anterior, no debemos, pues, confundir Estado con Nación ni con Gobierno.
La Nación es el conjunto de personas que se forma de un modo natural. Esas personas ocupan un mismo territorio, una solidaridad social, una comunidad de múltiples creencias, una similar visión cultural y una ligación jurídica.
La Nación se convierte en Estado sólo cuando forma su estructura de gobierno independiente de toda otra comunidad.
Asimismo es bueno señalar que aunque Estado y Gobierno son inseparables no son la misma cosa.
El Estado supone al Gobierno y el Gobierno supone al Estado.
Esto quiere decir que no puede existir un Estado si no hay un gobierno y viceversa.
El gobierno puede definirse diciendo que es un conjunto de órganos que pautan las reglas mediante las cuales se desenvuelve el Estado.

Para el insigne educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, que tuvo una incidencia muy grande en el quehacer educativo dominicano a finales del siglo pasado y principios de éste, el gobierno es la actividad que se pone en juego para dirigir la vida del Estado y realizar sus propósitos.
En nuestro país, sin embargo, de acuerdo a lo que establece nuestra Carta Magna, la significación del gobierno es la actividad que ejercen, en el ámbito de la soberanía nacional, los tres poderes conocidos, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.
Partiendo de esa base o premisa podemos decir que el Estado Dominicano está formado esencialmente por tres poderes independientes entre sí: El Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial.
Esa división de poderes está consagrada en la Constitución de la República, que como es bien sabido, es la Ley fundamental de la Nación.
Esta división de poderes, tanto entre nosotros como entre la mayoría de los países del mundo, se ha dispuesto con el objetivo de contraponer a los desafueros y excesos de los gobernantes la voluntad de los gobernados.
El artículo 2 de nuestra actual Constitución es claro cuando señala que: “La soberanía nacional corresponde al pueblo; de quien emanan todos los poderes del Estado; los cuales se ejercen por representación.”
Esto quiere decir que nuestro gobierno es representativo, es decir, que el pueblo delega en determinados individuos el ejercicio del poder.

EL PODER LEGISLATIVO

La Constitución de la República contempla al legislativo como el primer Poder del Estado; esto quiere decir que el Congreso tiene un papel estelar en el desarrollo de la vida nacional, pues los congresistas son los funcionarios encargados de crear la leyes, normas y reglas que modelan y organizan al Estado Dominicano.
El artículo 16 de la Constitución vigente ahora establece que el Poder Legislativo se ejerce por un Congreso de la República, compuesto de un Senado y una Cámara de Diputados.
Nuestra Ley Sustantiva señala que tanto los senadores como los diputados son electos por vía directa y sus funciones no les permiten ejercer otra función dentro del gobierno.
El sistema congresional nuestro es, pues, bicameral, esto quiere decir que las leyes tienen que ser aprobadas por ambas cámaras; lo que significa que ambos órganos están en condiciones de igualdad; aunque es bueno señalar que la misma Constitución les señala atribuciones específicas a cada uno de ellos.
El actual Senado de la República está integrado por 30 senadores, correspondiendo uno por cada provincia y uno por el Distrito Nacional.
La Cámara de Diputados está integrada por no menos de dos diputados por cada provincia, y uno por cada cincuenta mil habitantes.
Para ser senador o diputado se requiere ser dominicano, estar en pleno goce de los derechos civiles y políticos; haber cumplido 25 años de edad y ser nativo de la circunscripción territorial que lo elija o haber residido en ella por lo menos durante cinco años consecutivos, antes de su elección; según lo señalan los artículos 22 y 25 de la Constitución.
Los senadores y diputados, según expresan los artículos 31 y 32 de la Constitución, tienen inmunidad penal, esto quiere decir que ellos no pueden ser demandados por nadie, ni pueden ser apresados por sus discursos, opiniones o votos cuando estén sesionando.
Asimismo, ningún legislador puede ser apresado, sin la debida autorización de la Cámara a que pertenezca, mientras esté abierta la legislatura correspondiente; a menos que sea apresado en el momento en que esté cometiendo un crimen, que es lo que se llama flagrancia.
El artículo 28 de la Constitución faculta a cada Cámara para que disponga las reglas internas para su mejor desarrollo.
En ese orden de ideas es bueno decirles, queridos jóvenes, para fines didácticos, que el reglamento interno del Senado fue aprobado el 15 de diciembre de 1938 y el de la Cámara de Diputados el 14 de septiembre de 1937.
Se le llama legislatura a los períodos de trabajos del congreso.
Cada legislatura dura noventa días. La primera se inicia cada 27 de febrero y la segunda cada 16 de agosto. Son las llamadas ordinarias, y pueden ser prorrogadas por sesenta días más.
El período entre ambas legislaturas se le llama receso, y su finalidad es que los congresistas se pongan en contacto con sus representados.
Las legislaturas extraordinarias son convocadas por el Poder Ejecutivo.
A la reunión conjunta del Senado y la Cámara de Diputados es a la que se llama Asamblea Nacional, la cual preside el Presidente del Senado.
Para la validez de las sesiones del Congreso se requiere como mínimo la mitad más uno de los miembros.
El Congreso Nacional puede legislar sobre cualquier asunto, siempre que no dañen los derechos civiles, políticos y sociales consagrados constitucionalmente a favor de los individuos.
El artículo 37 de la Constitución establece las atribuciones del congreso, entre las que podemos citar: establecer los impuestos, aprobar o desaprobar el estado de las recaudaciones, autorizar la venta de bienes del Estado, crear nuevas demarcaciones territoriales y suprimir otras; declarar el estado de sitio; suspender el ejercicio de los derechos individuales por un estado de emergencia nacional; disponer todo lo relativo a la migración; votar el presupuesto nacional; autorizar préstamos del exterior; conceder autorización al Presidente de la República para salir del país cuando sea por más de quince días, conceder amnistía por causas políticas, interpelar a los funcionarios gubernamentales, etc.
Es decir, que el poder legislativo tiene, de acuerdo a nuestra Constitución, un poder inmenso, el cual lamentablemente dista mucho de ser así, en nuestra cotidianidad.


PODER EJECUTIVO

El Poder Ejecutivo está encarnado, en nuestro país, básicamente en el Presidente de la República. En razón de que nuestra forma de gobierno es republicana y presidencial, el Presidente de la República es de manera conjunta jefe de gobierno y jefe de Estado. Es el representante de la función ejecutiva. Controla la administración del Estado y ejecuta las leyes, que es donde se afinca su inconmensurable poder.
El Presidente de la República es auxiliado por los Secretarios de Estado y demás funcionarios públicos en la administración del Estado.
Para ser presidente de la República la Constitución actual, en su artículo 50, señala 4 condiciones.
1) Ser dominicano de nacimiento o de origen.
2) Haber cumplido 30 años de edad.
3) Estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos y
4) No estar en servicio militar o policial durante por los menos un año antes de la elección.
Es elegido de manera directa a nivel nacional. Con las modificaciones introducidas en agosto del año pasado se ha previsto una segunda vuelta en caso de que ninguno de los candidatos que terciarán en el próximo certamen electoral del 16 de mayo de 1996 no alcance en la primera vuelta el 50%, por lo menos, de los votos.
El Presidente de la República es electo para un período de cuatro (4) años.La juramentación se hace el 16 de agosto de cada cuatro años ante la Asamblea Nacional.A falta del Presidente lo sustituye el Vice-Presidente.
En principio, todo lo que no sea legislar y juzgar corresponde al Presidente de la República; lo que significa que tiene plenitud de atribuciones administrativas.
El artículo 55 de la Constitución establece 27 atribuciones al Presidente de la República, siendo las principales: Nombrar y destituir los funcionarios y empleados públicos, dar indulto a los presos condenados; nombrar los diplomáticos; dirigir las negociaciones diplomáticas; disponer todo lo relativo a las Fuerzas Armadas; promulgar y hacer cumplir las leyes y resoluciones; someter al congreso el presupuesto de la Nación; preservar la República de todo ataque exterior, y demás.

EL PODER JUDICIAL

Tiene como misión básica impartir justicia, conservando así el ordenamiento jurídico del Estado. La Jurisdicción Civil y Administrativa elimina las controversias y las incertidumbres entre particulares y la penal reintegra el orden jurídico violado.
La llamada independencia de los poderes es relativa, pues el Estado como un todo conecta el Poder Legislativo con el Ejecutivo y el Judicial.
Cada poder es una parte del Estado y una parte no puede estar desligada del todo.
Lo que hay es una interdependencia entre los poderes estatales; pues sus funciones deben estar coordinadas.
Un país sin Poder Judicial fuerte y responsable no puede desarrollarse a plenitud.
Lamentablemente nuestro país sufre de grandes males, uno de los cuales es la falta de vigor que presenta la Justicia.
El artículo 109 de la Carta Magna vigente en estos momentos señala que: “La Justicia se administrará gratuitamente en todo el territorio de la República”.
Ese bello postulado se queda en la simple teoría, pues la realidad es que los pobres son víctimas de su miseria y el pobre que va a la cárcel tiene muchas dificultades para salir, porque todas las trabas de la Justicia sólo se resuelven con dinero, que es la mágica mercancía que permite accionar con eficacia en el interior de nuestros tribunales de justicia.
A partir de las disposiciones constitucionales que tutelan el ejercicio de la Justicia en el país, debemos señalar que nuestros tribunales se rigen por una ley especial, la número 821, que establece todo el mecanismo de su funcionamiento.
En la actualidad la Suprema Corte de Justicia está dividida en una Cámara Penal y Constitucional y una Cámara Civil, Comercial y Laboral.
La Suprema Corte de Justicia, que es nuestro más alto órgano de justicia, tiene como una de sus principales misiones velar por el buen funcionamiento de los demás tribunales. Al día de hoy está compuesta por once jueces. Al ser un organismo colegiado sus deliberaciones deben ser aprobadas por mayoría de votos.
Las decisiones que toma la Suprema Corte de Justicia es lo que se llama Jurisprudencia, la cual sirve de base a los demás jueces del país para la interpretación de las controversias de índole legal.
El artículo 65 de la Carta Suprema establece que para ser juez de la Suprema Corte de Justicia es necesario ser dominicano, tener por lo menos 35 años de edad, estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos; ser profesional del Derecho y haber ejercido la abogacía durante por lo menos 12 años.
Existen, además, nueve Cortes de Apelación que están distribuidas en todo el país, Santo Domingo, San Cristóbal, San Pedro de Macorís, La Vega, Santiago, San Francisco, Barahona, San Juan de la Maguana y Monte Cristi.
En el Distrito Nacional, así como en cada provincia, hay un Tribunal de Primera Instancia y en cada municipio hay por lo menos un Juzgado de Paz, que es el tribunal de menor escala, donde se juzgan los casos menores.
Los tribunales de Primera Instancia se dividen en cámaras. Así podemos observar que existen cámaras penales y cámaras civiles y comerciales.
Tenemos, además, los llamados tribunales especiales, que son aquellos creados especialmente para conocer determinadas violaciones. El Tribunal Especial de Tránsito juzga las violaciones a Ley 241, que es la que regula el tránsito terrestre en todo el país, siempre que los accidentes no hayan conllevado lesiones físicas o muertes a personas, pues entonces el caso debe conocerlo un tribunal de Primera Instancia.
Los Juzgados de Paz Municipales conocen exclusivamente las violaciones de las leyes y ordenanzas municipales, tales como el ornato, el pago de la basura, pago de los letreros lumínicos de los establecimientos comerciales, pago por concepto de construcciones, reguladas por la ley 675, y demás disposiciones emanadas de los Ayuntamientos Municipales.
El Tribunal que juzgará a los menores que hayan delinquido está contemplado en el Código del Menor, promulgado en el año 1994, pero por la desidia y apatía de las autoridades gubernamentales esta es la fecha que no ha sido puesto en funcionamiento.
La Suprema Corte de Justicia tuvo que decidir que las cámaras civiles de cada Distrito Judicial resolvieran los casos atinentes a las violaciones legales en que incurrieran los menores, hasta que finalmente se le dé cumplimiento a la Ley 14-94 que instituyó el Código del Menor y que dispone la creación de un tribunal especial de menores.
Los Tribunales Laborales han sido creados para dirimir los conflictos entre trabajadores y empleadores, buscando esencialmente los mecanismos que viabilicen la conciliación de sus respectivos intereses. En el Distrito Nacional funciona uno con varias tandas y otro en la ciudad de Santiago de los Caballeros, pero en el resto del país son los mismos tribunales de primera instancia los que actúan en materia laboral, cuando lo ideal es que fueran jueces especializados en esa materia.
Hasta el año pasado los jueces de los diferentes estamentos de la judicatura nacional eran nombrados por el Senado de la República, en cumplimiento de un mandato constitucional, pero la reforma constitucional que se realizó en agosto de 1994 asignó esa delicada tarea al Consejo Nacional de la Magistratura, en su primera fase.
El Consejo Nacional de la Magistratura deberá estar integrado (aún no está conformado por rebatiñas de políticos inescrupulosos que consideran que el país les pertenece) por el Presidente de la República, quien lo presidirá, el Presidente de la actual Suprema Corte de Justicia; otro juez de la Suprema Corte, que actuará como Secretario; el Presidente del Senado, un Senador de un partido contrario al Presidente de ese hemiciclo;
El Presidente de la Cámara de Diputados y un diputado de un partido diferente al de aquél.
Ese Consejo Nacional de la magistratura deberá elegir los integrantes de la Suprema Corte de Justicia la cual, a su vez, será la que escogerá a los demás jueces del país.
En la actualidad, y más acentuada que nunca por la misma indefinición prevaleciente, la justicia dominicana anda mangas por hombros y la corrupción campea por sus fueros en todos los intersticios de la misma, llenando de vergüenza a todos los ciudadanos dignos de nuestro país.
El ministerio público es el representante del Estado en los Tribunales Penales. Su misión es representar los intereses de la sociedad en los juicios penales, sosteniendo la acusación y presentando en el plenario de los debates las pruebas que sustentan la acusación contra el enjuiciado.
Ante la Suprema Corte de Justicia postula el Procurador General de la República o un ayudante suyo; ante la Corte de Apelación el Procurador General de la Corte correspondiente; ante los Tribunales de Primera Instancia los Procuradores Fiscales o sus ayudantes y ante los Juzgados de Paz los Fiscalizadores.

NUESTRA REALIDAD
Las enunciaciones teóricas sobre la división de los poderes del Estado Dominicano y nuestra crudelísima realidad tienen una diferencia abismal.
La realidad, que es el crisol de la verdad, es que aquí el Poder Ejecutivo, representado por el Presidente de la República, ejerce un dominio avasallante y desbordado frente a los otros dos poderes del Estado.
De una manera permanente y grosera el Ejecutivo ignora las leyes, “capando y señalando” a su antojo y voluntad sin tomar en cuenta para nada las normas de la institucionalidad, degradando así el nivel de civilización que tanta lucha nos ha dado conseguir.
Son muchos los ejemplos que pudiéramos citar para graficar la afirmación anterior, pero con citar los más recientes es suficiente:
En este mismo mes el Presidente de la República, mediante una simple nota informativa, dispuso que el día 6, dedicado a la Constitución, fuera laborable, en flagrante violación de la Ley que declara dicho día como no laborable; mediante un simple decreto el Ejecutivo dispuso que todo aquel que salga del país por un aeropuerto debe pagar dicha salida en dólares norteamericanos; a cada instante crea impuestos mediante disposiciones administrativas, cuando la Constitución de la República, en su artículo 37, establece que esas son atribuciones exclusivas del Congreso Nacional.
La jerarquización de las leyes establecen que una ley jamás podrá ser derogada por un decreto, pero entre nosotros, para nuestra desgracia, ese postulado es letra muerta, pues el poder presidencial lo violenta todo de manera impune. O sea, que aquí no existe en la práctica el orden de prelación, que es norma de aplicación universal.
El legislador fue sabio al concebir nuestra Constitución y en prevención de futuros desafueros estableció, en su artículo 46, que todos los actos contrarios a ella son nulos de pleno derecho. Eso significa que cuando el Poder Ejecutivo, al socaire de la fuerza que lo acompaña, comete actos reñidos con el Texto Mayor está actuando de manera ilegal y sus actos, en consecuencia son nulos.
En resumidas cuentas, debemos decir que nuestra Democracia es débil, con una fragilidad que cada día es más acentuada por la actitud proterva de malos dominicanos que no han querido comprender que las coordenadas de la civilización son finalmente imbatibles, pues la razón terminará imponiéndose tarde o temprano.
Debemos luchar por el fortalecimiento de nuestras instituciones, pues sólo así podremos salir del estado de confusión y desorden que hoy se cierne como pájaro de mal agüero sobre la faz de nuestra patria.
Teófilo Lappot Robles
28 de noviembre del año 1995
(Charla dictada en el Colegio Santa Rosa de Lima, Santo Domingo, República Dominicana. )