jueves, 10 de agosto de 2017



RÍO HAINA

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

A pocos minutos de salir de la ciudad de Santo Domingo se atraviesa el río Haina, otrora un verdadero tesoro ecológico, tanto por su configuración como  por la importancia de la mismidad de su cuerpo de agua y, además, por la hermosa historia que lo acompaña desde antes de que aquí llegaran los colonizadores españoles.
Muchos acontecimientos de nuestra historia ocurrieron en sus riberas y en su estuario. Siendo breve bastaría citar los enfrentamientos que en el    entorno de este río Haina libraron los indios tainos y los conquistadores españoles. Sin olvidar que estos últimos, con el apoyo de lanceros criollos, en quienes ya germinaba lo que luego sería el concepto de dominicanidad,  frustraron en el 1655, en  la cuenca del este cinturón de agua dulce, los deseos imperiales del terrible gobernante inglés Oliverio Cromwell al derrotar de manera convincente (con ruidos o no de cangrejos) a los miles de combatientes que, bajo el mando bicéfalo del general Robert Venables y del almirante William Penn, pretendieron imponer los dominios de “la Pérfida Albión” en el Caribe insular.
Luego serían los españoles, en condición de tropas de ocupación, como resultado de la Anexión, los que sufrirían varias derrotas en ambas riberas de este río. Una de ellas ocurrió la tarde del 28 de julio del 1864, en el entonces llamado paseo de La Angostura, cuando fueron pulverizados por los restauradores dominicanos, al frente de los cuales estaba el coronel Eusebio Evangelista.
El río Haina fue también el lugar donde el temible y tristemente célebre general de origen mallorquín Valeriano Weyler Nicolau tuvo una de sus más sonadas derrotas, llegando él mismo a  proclamar que en este importante curso de agua sufrió “el más difícil momento de su accidentada carrera militar”. Así lo transmite el historiador Alcides García Lluberes en su ensayo Los apuros de Weyler en Santo Domingo, publicado en la revista Clío, en el año 1954.
Más detalles de esa derrota del referido guerrero, quien luego fue premiado con el marquesado de Tenerife, se constatan en la página 423 del libro Hojas de Servicios del Ejército Dominicano, recopilación publicada en el año 1968 por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi, quien se nutrió de los asientos del archivo militar de España. 
Al cruzar por encima del río Haina, sobre el puente presidente Troncoso, al observar la ensenada en forma de bolsa formada allí cuando se produce su encuentro con el Mar Caribe, recordé que Jorge Luis Borges, en su clásica obra Historia Universal de la Infamia, dice del Mississippi que “es río de pecho ancho...Es un río de aguas mulatas...”
La asociación vino porque  en la ría que allí se produce, al confluir el Haina con el bravío Mar Caribe, esta  hinchada corriente natural de agua dulce también exhibe con frecuencia una inconfundible turbidez, como la que en muchos tramos presenta el río Mississippi de Norteamérica.
A unos tres kilómetros antes de formarse la ría, con su espectáculo de penetración del líquido marino en la cuenca del río Haina, creando ondulaciones  de agua  salada y salobre, están las ruinas del complejo arquitectónico del ingenio azucarero Engombe, inicialmente llamado Santa Ana, creado en el siglo XVI. Fue uno de los primeros en América. Forma parte de los principales atractivos culturales y ecológicos de esta zona.
 En los alrededores de ese ingenio azucarero todavía quedan algunos yambos coronados de pomarrosa. Es un área protegida desde el 24 de junio de 1993, en virtud de lo que se indica en el Decreto 183-93. El 20 de marzo del año 2002 pasó a formar parte del Parque Mirador del Oeste.
Unos cientos de metros más adelante del  referido puente están los dos puertos de Haina (el oriental y el occidental), por donde entra una gran cantidad de mercadería extranjera para comercializarse en el país, y  por donde se exporta mucha de nuestra producción industrial,  agropecuaria y de diversos géneros de mercancías artesanales de facturación criolla.
 En el pasado remoto, como expresión de un gran tráfico fluvial, con una estiba portuaria muy activa, funcionó en este lugar un sistema de flotas y galeones regenteado por los colonizadores españoles.
Este cuerpo de agua dulce siempre ha sido importante, incluso para fines literarios. El escritor, investigador y erudito escocés Charles Mackenzie escribió en el lejano 1830 una obra titulada Notas sobre Haití, cuya primera edición en español fue publicada aquí en el 2016, correspondiente al catálogo del Archivo General de la Nación. Dicho autor, al refiriéndose al río Haina, dejó esta sorprendente nota: “...Cruzamos en un bote ferry, que corre sobre un cable extendido a través del río. El río es profundo y rápido, con tiburones de un inmenso tamaño retozando sin ninguna restricción”...” (Ver página 214, edición del 2016).
Desde hace varias décadas este gran río está muy contaminado. Su lecho es un depósito no sólo de lodo y limo, sino también de todas las inmundicias que puedan ser imaginadas. Lo peor es que no se observa ninguna iniciativa gubernamental para su rescate y saneamiento. A pesar de que la Ley 164-00, de Recursos Naturales y Medio Ambiente, es  muy clara sobre lo que debe hacerse ante casos como éste. 
Cerca del lado oeste del río Haina  están la dinámica comunidad homónima y también los pobladitos de Barsequillo, La Pared, El Carril y Hatillo.
(Del libro El Suroeste Dominicano, publicado en el 2017)


viernes, 7 de julio de 2017

GENERAL DE DIVISIÓN PEDRO FLORENTINO

     GENERAL DE DIVISIÓN PEDRO FLORENTINO

         Por TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Al analizar las múltiples batallas libradas contra los invasores haitianos, luego de la proclamación de la Independencia Nacional, el 27 de febrero de 1844, y la epopeya restauradora del pueblo en armas que culminó con la salida estrepitosa del territorio dominicano de las tropas españolas, mediante fuga negociada entre el 10 y el 25 de julio de 1865, es necesario realizar un aparte sobre el General de División Pedro Florentino.

Es pertinente poner en perspectiva  ese personaje,  primero por la trascendencia de sus acciones de raigambre histórica y segundo para enfrentar el oprobio que contra su memoria lanzaron inmerecidamente sus enemigos y los paniaguados y agüizotes de éstos. La perfidia en su perjuicio viene desde el principio de su accionar en la vida pública nacional.
 El General de División Pedro Florentino adquirió dicho rango, tal y como consta en la Gaceta del Gobierno del 12 de febrero de 1856: “en recompensa de los méritos contraídos en la campaña de 1855 a 1856”. ( Ver página 54, volumen 3, Obras completas de José Gabriel García, publicadas en febrero 2016, por el Archivo General de la Nación).
Sobre Florentino, y en honor a la verdad histórica, hay que decir que fue un combatiente polivalente que usaba con igual destreza el sable, el machete y las armas de fuego; que sacaba de combate de manera definitiva a invasores haitianos y a los anexionistas españoles y criollos, pero también salvaba muchas vidas, incluyendo las de varios de sus muchos enemigos personales, como aquel sujeto que le asesinó a su hijo de nombre Santo Domingo.
Florentino, a la par de ser poseedor de una convincente actitud para el combate, y que acometía al enemigo sin esperar embrazar escudos de protección personal, también estaba dotado de luces suficientes como para preservar la vida de Máximo Gómez y la de Gregorio Luperón, poniendo en el último caso la suya en peligro pues tomó esa histórica decisión contraviniendo una orden presidencial.
Sin duda se trata de un personaje controversial,  muy vilipendiado por algunos historiadores que apertrechados en una apabullante sarta de mentiras lo convirtieron en víctima de muchas calumnias que han llegado al calibre criminal.
Una de esas mentiras monumentales con la que quisieron pulverizarlo se produjo en octubre de 1846, cuando junto al teniente coronel Lino Peralta fue acusado de “traición y sonsaca”. El consejo de guerra de la provincia de Azua, a la sazón funcionando en Las Matas de Farfán, no tuvo otra opción (ante la monstruosidad de la falsedad acusatoria) que descargar al entonces capitán Florentino.
Desde esa lejana fecha contra él se han cebado algunos que interpretan los hechos relevantes del pasado de manera tangencial y con no pocos amaños.
Uno de sus detractores gratuitos es el médico e historiador cubano Benigno Souza Rodríguez quien, al referirse a la acción de guerra ocurrida en el  Baní infestado de anexionistas, tilda la actuación allí del general Florentino así de distorsionada: “Este episodio salvaje y sangriento, fijó la suerte futura de Baní y sus hijos”.( Ver biografía titulada Máximo Gómez, el Generalísimo,pág.29).
Escribidores así forman parte de aquellos a quienes  Francisco Moscoso Pueblo les dedicó en sus Cartas a Evelina estas reveladoras palabras:“!Oh los historiadores! Que afán de relatar, de deformar, de adulterar, de desnaturalizar las acciones humanas...”
Los que así actúan integran un grupo bien compenetrado de habilidosos sofistas que han logrado “convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles”, como hubo de admitir refiriéndose a los griegos de ese oficio el filósofo Protágoras, quien también era experto en saetear el núcleo de la verdad con el uso de sorprendentes sofismas.
Las acciones del general Pedro Florentino, como las de otros actores de nuestro pasado bélico, no pueden disociarse de una miríada de circunstancias difíciles, y  en algunos casos de espectro difuso, en que se batían en defensa  de  la Independencia Nacional y de la Restauración de la República.
 Lo ocurrido en Baní en septiembre de 1863 es un ejemplo claro de lo anterior. Florentino llegó allí en pleno fragor de los sables y las metrallas. Arribó acompañado, entre otros banilejos, por su secretario particular, Marcos Ezequiel Cabral Figueredo, nacido en ese hermoso pueblo el 10 de abril de 1842, y quien luego sería General de División y Presidente de la República por 17 días. Encontraron allí un caladero de anexionistas criollos que junto con la soldadesca española ponían en peligro la proeza que arrancó en firme con la clarinada del cerro de Capotillo.
Para juzgar las actuaciones de los hombres en el péndulo de ese vaivén que es la vida, especialmente en tiempos convulsos como los son una guerra de liberación, hay que analizar con objetividad las decisiones fuertes, tomando en consideración que ningún guerrero en el fragor de los combates puede dejarse llevar de carantoñas.    
En situaciones  de guerra abierta como en las que se movía Florentino el aspecto expeditivo juega su papel. Especialmente si se sabe que del lado contrario había en el terreno de los hechos más de 20,000 soldados enemigos de origen extranjero, quienes estaban fogueados en muchas batallas, amén de estar fuertemente armados y bien avituallados, distribuidos en batallones de infantería y de marina, compañías de artillerías, pelotones con soldados especialistas en manejo de cañones de alto calibre, escuadrones de lanceros, etc.; así como otros miles de oficiales y soldados criollos que componían la Reserva Dominicana, integrada por elementos clasificados como activos y pasivos al servicio de los españoles que mancillaban la dignidad del pueblo dominicano.
Sus actuaciones en el siempre áspero terreno de la guerra estaban claramente enmarcadas en el único y supremo objetivo de primero preservar la Independencia y luego de la nefasta anexión a España recuperar la soberanía nacional, enlodada por el deshonor de Pedro Santana y sus adláteres que lo apoyaron ciegamente en esa trágica decisión.
Además de lo anterior,  es de rigor consignar que el General de División Pedro Florentino estaba provisto de un talante de combatiente nato que no le hacía susceptible de asimilar para sí aquella expresión del poeta y teólogo francés Nicolás Boileau:”Que feliz el hombre que del mundo ignorado, vive contento de sí mismo en un rincón retirado.”
Por más de 150 años el General de División Pedro Florentino ha sido víctima de la bastardía de muchos némesis, particularmente de aquellos relatores arracimados en un promontorio de mentiras que han creado en contra de su memoria una fábrica de falsedades en serie, para lo cual han creado un artificial fondo documental utilizado los adjetivos más degradantes y se han trastocado las piezas del puzle de su actuación como combatiente integérrimo, tanto en las cruentas luchas posteriores a la Independencia Nacional como en la formidable guerra restauradora.
La saña contra el general Florentino se fraguó desde el principio en los socavones de las más bajas pasiones humanas, con el objetivo de ocultar muchas de las verdades de esas contiendas liberadoras y su marco de complejidades, en las cuales abundaron los personajes con inclinaciones propias de algunos de los que aparecen en las tragedias de William Shakespeare.
Sin ningún temor a errar se puede afirmar que las acciones guerreras libradas contra los invasores haitianos, desde el mismo 1844 hasta el 1856, marcaron con la raya gruesa de la verdad dos líneas: En una estaban quienes se jugaron muchas veces la vida y en la otra se ubicaban quienes fueron indiferentes a la suerte del país o directamente actuaron como traidores de la Patria.
En ese largo período de guerra quedó plenamente probado el valor, el patriotismo, la integridad personal y la pericia que como hombre de armas tuvo el general de división Pedro Florentino,  que fue uno de los prominentes héroes en las sangrientas y decisivas batallas de Sabana Larga y Jácuba, la primera en la llanura de Dajabón y la última cerca del cerro de la Plata, ambas en el 1856. Aunque esas actuaciones sobresalientes de él se suelen pasar casi de soslayo en muchos relatos sobre las batallas independentistas.
Sin embargo en el recuento histórico del Ejército Dominicano quedó consignado que el 3 de enero de 1856 los generales dominicanos Juan Luis  Franco Bidó, Pedro Florentino, José Desiderio Valverde, José Hungría, Lucas de Peña y otros retaron mediante un manifiesto público a los jefes militares haitianos a sostener una batalla con el Ejército Dominicano. El silencio de los últimos fue la respuesta. Luego taimadamente penetraron por El Can, Sabana Larga y Jácuba. El resultado fue el triunfo dominicano.
La actuación del General Florentino en aquellas memorables batallas se condensa, de conformidad con la historia del Ejército Dominicano, así: “El ala derecha dominicana con el General Florentino y De Peña al frente se mueve detrás de Jácuba hasta Cayuco...Florentino y De Peña, descienden a la sabana de Jácuba, atacando las fuerzas haitianas en retirada para encerrarlas y completar unas maniobras de doble envolvimiento”.
En el caso de la Restauración de la República él actuó de manera estelar, con el cúmulo de sabiduría y capacidad de mando que había adquirido en las jornadas épicas anteriores. La Restauración  fue una etapa de nuestra historia cargada de una descomunal intensidad de sus principales actores y también de un fuerte impacto de los hechos en ella producidos. A situaciones así es que se refería el escritor mexicano Carlos Fuentes cuando definía lo que llamó “años constelaciones”.
Hay que tener presente, para explicar algunos aspectos sociológicos e incluso de índole antropológica, en el accionar de  Florentino y de   otros comandantes, que la guerra de la Restauración fue hecha esencialmente por intrépidos dominicanos surgidos de las masas populares marginadas.
 Esos combatientes por la libertad vivían antes, durante y después de esa lucha liberadora en condiciones de gran pobreza  y  se presentaban a los combates hambrientos, vistiendo harapos y calzando frágiles zoletas.
Lo que en esa conflagración ocurrió del lado de los patriotas criollos puede analizarse utilizando como pivotes de reflexión los conceptos expuestos a mediado del siglo XX por el historiador francés George Lefrebvre en “la historia desde abajo”, cuyos aspectos esenciales fueron luego ampliados y potencializados por historiadores británicos del calibre de Eric John Hobsbawn, quien aborda con franqueza las formas populares de resistencia.
Pedro Francisco Bonó, Ministro de Guerra del gobierno provisional restaurador, luego de visitar el 5 de octubre de 1863 el Cantón de Bermejo,  narra con asombro lo que allí vio: soldados-monteros, desnudez de la tropa, escasez de armas y suministros, un pedazo de tocino, 40 ó 50 plátanos y los “cajones de municiones que estaban encima de una barbacoa y acostado a su lado había un soldado fumando tranquilamente su cachimbo”.
En torno a la figura histórica del General de División Florentino, y para poner en contexto el escenario bélico en que le tocó desarrollar su vida, nada mejor que recordar la impactante frase de la periodista norteamericana Ida B. Wells:”La única manera de corregir un error es arrojar sobre él la luz de la verdad.” No es una expresión suelta ni dicha al desgaire, ella contiene una verdad con carácter de axioma. Por eso fue colocada  en un lugar destacado de una de las salas del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, inaugurado hace poco tiempo en la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos de América.
Parte de sus detractores han tomado como pretexto para opacar el brillo histórico de este formidable combatiente dominicano su decisión de fusilar algunos traidores a la Patria en el sitio La Urca de Punta Caña. Esa decisión, empero, no se puede separar de la matanza que acuchilladas y bajo asecho cometieron esos sujetos y sus compinches en el lugar llamado Sabana Cruz contra combatientes dominicanos. Tampoco puede disociarse esa drástica medida de los continuos fusilamientos que en las colindancias había realizado días antes contra muchos restauradores reducidos a prisión el general español Valeriano Weyler, apodado “el enano diabólico” por su estatura y crueldad.

El que con mejor objetividad y con muy buen razonar analizó las acciones de guerra de esta figura de nuestro ayer fue el historiador Sócrates Nolasco, quien en su ensayo titulado El General Pedro Florentino y un Momento de la Restauración aclaró muchos de los infundios lanzados en su contra por los santanistas y por otros. Nolasco incluso señala en dicha obra, refiriéndose a Florentino, que “se extiende sobre su nombre una laguna en la cual soplaron vendavales de destrucción”.
Por fortuna, la malicia y mezquindad de unos historiadores, cronistas y publicistas y la inercia de otros va quedando sepultada por la acción reivindicadora de la verdad.  
Comienza a florecer la veracidad de los hechos factuales y  en esa virtud se va comprobando que el General de División Pedro Florentino jugó un papel sobresaliente en el cumplimiento de los objetivos militares que permitieron el triunfo de los restauradores, tal y como también lo hizo en las duras batallas libradas para apuntalar la independencia nacional.
Para juzgar correctamente lo que pasó en el curso de la hazaña restauradora siempre hay que tener  presente que los patriotas dominicanos no podían llegar regando flores ante poderosos enemigos integrados por una soldadesca experimentada en guerras de ultramar, compuesta por miles de hombres traslados desde Cuba y Puerto Rico, así como por  mercenarios de todos los pelajes y no pocos criollos que con el merecido sambenito de vendepatria seguían a los corifeos ibéricos.
La realidad no puede ocultarse por siempre y es por ello que pese a los peñascos lanzados en el hoyo del Cerro de Las Bóvedas, en Las Matas de Farfán, donde se presume lanzaron el cadáver del General de División Florentino, y a contrapelo de las toneladas de baldosa y granito conque han querido enterrar con ignominia su memoria, ella va emergiendo con el auténtico perfil de un héroe dominicano.


jueves, 6 de julio de 2017

PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES Y TÚ TAMBIÉN PUEDES

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

He sido premiado de nuevo por la generosidad sin límite del Dr. Ariel Acosta Cuevas para presentar en esta ocasión sus dos más recientes libros: Uno es un profundo ensayo genealógico sobre la familia Acosta dominicana, que incluye sus muy diversas ramificaciones a lo largo y ancho de la geografía nacional, titulado GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES¸ y el otro, que lleva por nombre TÚ TAMBIÉN PUEDES, es un relato escrito en prosa, pero en el cual se destila pura poesía, tanto por su contenido como por el derroche de espiritualidad condensada en poco más de cien páginas. GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES es una obra minuciosa, de gran calado histórico, y con vocación para convertirse en fuente de consulta permanente, pues la misma ha sido hecha por su autor utilizando certeros métodos de investigación histórica, hurgando en archivos nacionales y extranjeros, revisando hojas amarillentas guardadas por largas décadas en baúles familiares, recopilando versiones orales de otoñales memoriosos y en fin tocando puertas no siempre fáciles de abrir. Ese afanoso trabajo le ha permitido al Dr. Ariel Acosta Cuevas rescatar nombres de figuras ilustres que por siglos se mantuvieron en el anonimato, así como establecer las correspondientes coordenadas para comprobar que existen, desde hace siglos, grupos familiares de los Acosta en el valle de Neyba, en la fértil tierra de San Juan, incluyendo sus múltiples comunidades, en Duvergé, en La Descubierta, en Barahona y pueblos aledaños, en los llanos del Este, especialmente en Higüey y La Romana, en el mismo corazón del Cibao, incluyendo La Vega, Santiago y Moca, en la península de Samaná, en los litorales de la costa atlántica que cubren desde Cabrera y Río San Juan hasta Estero Hondo y Villa Vázquez, también en el entronque de caminos del Cruce de Guayacanes, Laguna Salada y sus entornos, así como en muchos otros lugares de la geografía nacional, en algunos de los cuales por ser tan numerosos y notorios incluso hay sectores y comunidades que se llaman Acosta, enriqueciendo de esa manera la toponimia criolla. Uno de los puntos luminosos de este libro es que se proyecta más allá de su título, pues en sus páginas los lectores se encontrarán con la historia genealógica de decenas de familias dominicanas cuyas vinculaciones entre sí han permanecido desconocidas incluso para muchos de sus propios integrantes. Pero el Dr. Ariel Acosta Cuevas ha aprovechado bien sus investigaciones rigurosas sobre la llegada a esta tierra caribeña de los Acosta y su variado accionar, desde antes de que se formara el concepto de dominicanidad. El resalta especialmente la destacada participación de muchos Acosta en las luchas independentistas y restauradoras, así como en otras jornadas patrióticas y de reivindicaciones colectivas que pueblan las páginas de la historia nacional. En el glorioso pasado dominicano se destaca una figura emblemática en los afanes soberanistas. Se trata de Juan Alejandro Acosta, personaje clave en la fundación de la Marina de Guerra Dominicana. Participó, como oficial de mando, junto con Juan Bautista Maggiolo, Juan Bautista Cambiazo y otros valientes dominicanos, en el célebre combate escenificado en el lugar denominado Tortuguero, en la bahía de Ocoa, provincia de Azua, donde los incipientes marinos dominicanos se vistieron de gloria al derrotar a invasores haitianos que pretendían imponer de nuevo su dominio sobre los pueblos ubicados al Este de los límites fronterizos que dividen y dividirán para siempre la isla en que nos tocó nacer. Pero al escribir GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES su autor también se esmeró en escudriñar todo cuanto pudo sobre hombres y mujeres de esa estirpe que han actuado de manera destacada en otras esferas de la vida pública dominicana. Es por ello que los lectores de este libro se encontrarán con informaciones sorprendentes en el ámbito religioso, desde las actividades del pro común de humildes párrocos de aldeas apartadas de los centros urbanos hasta las resonantes actividades de figuras señeras del catolicismo criollo, incluyendo aportes al pensamiento nacional de teólogos de gran envergadura intelectual, así como acciones bienhechoras de prominentes predicadores y pastores de diferentes denominaciones religiosas que portan en sus documentos de identidad el apellido Acosta o que poseen en su estructura genética este patronímico afincado en tierra dominicana desde hace centenares de años. En el campo de las letras los Acosta han contribuido significativamente al ensanchamiento de la literatura del país, con decenas de reconocidos poetas, cuentistas, novelistas, ensayistas y literatos en sentido general, siendo el mismo doctor Ariel Acosta Cuevas uno de los más destacados, con varias obras publicadas que enriquecen el acervo cultural dominicano. En todas las profesiones de las que se ejercen en el país, y en los diferentes segmentos del pensamiento nacional, hay una importante representación de los Acosta, lo cual es una demostración elocuente de los aportes de esta familia a la sociedad dominicana, desde que el canario Blas Acosta pisó en el lejano 1685 este país, que como bien lo definió el poeta nacional Pedro Mir en su más recordado poema está “colocado en el mismo trayecto del Sol, oriundo de la noche…. Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol….sencillamente liviano, como un ala de murciélago apoyado en la brisa…” Pero también en la esencia redentora del gran poeta Mir: “ Sencillamente Frutal. Fluvial. Y material…este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero…” En el desarrollo de esta obra las mujeres Acosta tienen un espacio de gran importancia, pues sus aportes son inmensos, con tono y fuerza de raigambre a nivel de imprescindible. Así también se observa al leer este libro que su autor no escatimó esfuerzos para recuperar del olvido a emprendedores que en muchos lugares del país han fomentado actividades productivas, tanto en el estratégico sector de la agropecuaria como en las áreas empresariales y comerciales, publicitando incluso ejemplos de los tiempos coloniales en que varios Acosta sobresalieron en esos renglones de la economía. El Dr. Ariel Acosta Cuevas, como un intelectual dotado de grandes luces, aprovechó muy bien la oportunidad para insertar en GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES verdaderas cátedras de historia, de sociología, de antropología y de derecho. En este último aspecto es bueno decir que ha resaltado detalladamente, gracias a un esfuerzo descomunal, el curso que ha tenido en la legislación dominicana el registro de algunos de los principales acontecimientos en la vida de las personas, desde el nacimiento hasta el cese de la existencia terrenal. Parece algo sencillo, pero no lo es, especialmente si se toma en cuenta la ancestral desorganización que caracteriza el aparato gubernamental criollo. En síntesis, GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES se constituirá en una obra de gran impacto en la bibliografía de la República Dominicana, porque a través de su lectura no solo los Acosta podrán sorprenderse y alegrarse al descubrir ancestros y vinculaciones con otras familias, sino que los demás que tengan la oportunidad y el entusiasmo de transitar por sus páginas aprenderán de su lectura muchas cosas del ayer y del presente de nuestro país. TÚ TAMBIÉN PUEDES es un libro-advertencia, en el cual cada frase tiene un significado particular enfocado a alentar, especialmente a los jóvenes, para que no se dejen atrapar por la apatía y el desánimo. Detrás de lo que aparenta ser un simple relato de la vida de Juan, desde su niñez hasta su noviazgo con Cecilia y todo lo que luego ocurrió en ellos y en su entorno, hay una honda expresión de amor que rompe los moldes tradicionales de este tipo de literatura, pues en las páginas de este libro está proyectado en todas sus vertientes lo que debe ser el norte de cada ser humano: una fuente de amor, de esfuerzo, de lucha, de sacrificio y de ejemplaridad ciudadana. Cecilia sólo es ficción en el recurso literario del nombre, pues en todo lo demás se traduce en una conjugación verbal de un presente permanente de esa dama extraordinaria que en vida fue doña Shirley Josefina Luciano Mejía de Acosta, inolvidable esposa del Dr. Ariel Acosta Cuevas, quien a pesar de su fallecimiento sigue brillando en la constelación de la rama femenina de la sociedad dominicana, a través del recuerdo esplendoroso de sus hechos. En el personaje Juan se captan los perfiles que definen al autor de esta obra, partiendo desde su niñez, allá en su Neyba querida, hasta hoy. Los personajes María y Alejandra se traducen en la realidad en sus dos hijas, la Lic. Shirley Acosta Luciano y la Ing. Radys Acosta Luciano, ambas brillantes y distinguidas profesionales, dignas continuadoras del legado de bien que en surco fértil cultivaron sus padres. Pero como no podía ser de otra manera, el autor reconoce en esta obra el papel fundamental que jugaron en su vida sus progenitores, enmarcados literariamente como José y Cristobalina, pero que traducido a la realidad fueron doña Blasina Cuevas Pérez y don Julio Emilio Acosta Sierra, dos recios y amorosos neyberos que le inculcaron los más elevados valores de que es susceptible la condición humana. TÚ TAMBIÉN PUEDES es un libro que debe leerse como una especie de guía que va sugiriendo al lector muchos comportamientos de ética, rectitud, amor y bondad necesarios para vencer obstáculos y triunfar en buena lid en la vida, transitando los senderos del buen hacer y del buen decir. En este nuevo aporte a las letras del país, a través de GÉNESIS DE LOS ACOSTA NACIONALES y de TÚ TAMBIÉN PUEDES, el Dr. Ariel Acosta Cuevas ha lanzado un aldabonazo, en tiempos borrascosos, en los cuales muchos, no sin razones para ello, piensan que el péndulo de la dominicanidad se mueve hacia destinos inciertos. Recibamos, pues, estos dos formidables libros como una demostración de fe en el porvenir. Como una prueba de que a pesar de dificultades y obstáculos la sociedad dominicana cuenta con valiosos elementos para mantenerse vibrante en el concierto de los pueblos que integran el mundo.

Muchas gracias. Paraninfo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Santo Domingo, D.N.,R.D., 30 de Junio del 2017. TLR.-