TRUJILLO Y FRANCO: DOS
GENERALÍSIMOS (1)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Rafael Trujillo Molina y Francisco Franco Bahamondes fueron
dos siniestros personajes que actuaron desde el ejercicio de sus poderes
arbitrarios como lo hacían en el feudalismo los señores de horca y cuchillo.
Ambos generalísimos y tiranos (enterrados en el
cementerio del poblado español Mingorrubio)mantuvieron vínculos políticos de
beneficio mutuo, como demostraré en la próxima entrega.
Los dos sometieron a sus respectivos países, República
Dominicana y España, a los peores
rigores, creando una zozobra permanente en la población con muertes,
encarcelamientos y exilio de miles de personas.
La violencia era un signo común en ellos. Se afianzaron
en el poder ordenando crímenes atroces. No sólo eran avasallantes sino también
sanguinarios.
Hay que resaltar que los dos se cobijaron en la
cleptocracia para acumular riquezas asqueantes. El dominicano robaba de manera
abierta y desembozada. El español generalmente lo hacía bajo la capa de la
simulación, pues era un maestro del solapamiento.
Pocas veces, sólo por cuestiones internas, hubo algún
alejamiento en el connubio que de hecho tenían, tal y como se comprueba al
analizar la política internacional durante las tres décadas de despotismo de
Trujillo y las tres décadas y media de Franco.
Hasta el final de sus vidas usaron el terror sobre sus
pueblos. Actuaron siempre con un mogollón de malicias para mantenerse en el
poder por tiempo indefinido.
Trujillo fue en parte producto de la invasión
norteamericana al país(1916-24). Franco fue un engendro, en su significado de persona
perversa, de la terrible guerra española de 1936-39.
En gran medida por el origen de su ascensión al poder
esos dos generalísimos hundieron en la miseria y la desesperanza a sus respectivos
países, a los cuales convirtieron en fincas suyas.
La voluntad de ambos fue transformada en lo que se
conoce como “fuente de Derecho”, imponiéndose al tinglado de leyes,
jurisprudencia y doctrina en cada nación bajo su control omnímodo.
Ese accionar desde los máximos peldaños del poder fue
la puesta en práctica por parte de ellos de la célebre frase que tantas veces
enarboló el rey de Prusia Federico II: “Cuando cometo alguna tropelía siempre
encuentro algún idiota dispuesto a justificarlo en Derecho.”
Trujillo y Franco eran dos megalómanos, que no
desperdiciaban oportunidad para demostrar su ánimo ególatra, tal y como se
comprueba al analizar de manera general sus actos.
Esos dos generalísimos y tiranos tuvieron apodos antes
y después de elevarse al poder. A Franco, cuando sólo dirigía tropas, tanto en
la paz como en la guerra, le decían el Comandantín, Paquito, Franquito, etc. Luego
hizo que se divulgara hasta el hartazgo que era El Caudillo “por la gracia de
Dios.”
Cuando un cagatintas e irresponsable catalán lo llamó
desde una columna periodística como el Centinela de Occidente rio a mandíbula
batiente y facilitó que dicho ditirambo se difundiera, como un sonsonete, por
todos los rincones de España.
A Trujillo le decían antes de 1930 Chapita. Pero desde
que se encaramó en el poder impuso que su persona fuera invocada con los más
variados y curiosos calificativos que exaltaban su figura.
Para saciar su vanidad sus alabanceros agotaron todas
las palabras que aparecen en el diccionario de la lengua castellana vinculadas
con atributos almibarados.
Le gustaba que le dijeran, entre muchos otros
apelativos, el Jefe, el Benefactor, el perínclito de San Cristóbal, así como
padre de la patria nueva. Hizo que la sugerente frase “Dios y Trujillo” se
convirtiera en una suerte de himno en todo el territorio nacional.
Herbert (Harry) Stack Sullivan, eminente psiquiatra especialista
en asuntos de conductas desde los escalones superiores del gobierno, en su
ensayo titulado El concepto de poder, analizó con profundidad y gran despliegue
de detalles todos los eslabones que permiten mantener el control del mando
supremo.
Los juicios de ese académico estadounidense abren un
amplio abanico para comprender las actuaciones públicas y privadas de
gobernantes despóticos como Trujillo y Franco. O como el duce Benito Mussolini
en Italia y el Führer Adolf Hitler en Alemania.
Sullivan, que murió en el 1949, y por lo tanto pudo
observar parte del modus operandi de los susodichos caudillos, demostró, desde
sus observaciones directas, tal vez más eficaces que las visiones abstractas
del inconsciente, que hay en realidad “una fuerza poderosa sin descanso” que
mueve las palancas del poder político, económico y social.
Los susodichos dos generalísimos tenían muchos puntos
comunes, siendo uno de ellos disfrutar las llamadas mieles del poder: Franco en
El Pazo de Meirás, en La Coruña, en su Galicia natal, así como en diversos
cotos de cacería e inclinado a consumir una gastronomía del más alto nivel, con
preferencia por el filete de merluza y los medallones de ternera como plato
central, así como otras delicatesen.
Trujillo bebía, comía y practicaba el fornicio en sus mansiones
ubicadas en diferentes lugares del país. Tres de las más famosas las concentró
en su San Cristóbal natal: Casa de Caoba, en la hacienda Fundación; la Casa Blanca,
en la hacienda María y la casa de playa
de Najayo.
Otras sincronías entre ellos las relataré en la
próxima entrega de esta breve serie.
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