TRUJILLO Y FRANCO: DOS GENERALÍSIMOS (3)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La etiología de la conducta criminal de los generalísimos
Trujillo y Franco permite afirmar que mantuvieron su capacidad de matar hasta
el último momento de su existencia.
Ambos tenían fija en la mente una especie de
“conspiranoia”, eso que en este diciembre del 2022 la Real Academia ha agregado
al Diccionario de la Lengua Española para definir la tendencia de ciertos
individuos a ver en cualquier hecho una conspiración.
Los registros históricos consignan que el 1 de
octubre de 1975 (un mes y días antes de su muerte) Franco pronunció un ominoso
discurso en la plaza de Oriente, en el corazón de la zona antigua de Madrid, en
la cual lanzó graves acusaciones generalizadas alegando que estaba en curso una
conspiración “masónica y comunista” en su contra.
Los españoles fusilados el 27 de septiembre de
1975 en Barcelona, Burgos y Madrid fueron la reafirmación del matonismo del
caudillo de El Ferrol y su camarilla, la cual al final de su oprobioso régimen
estaba formada por facciones en pugna, especialmente falangistas,
tradicionalistas y miembros del Opus Dei.
En lo referente a Trujillo es válido decir que
algunos libros de novedades policiales de su última semana con vida son un retrato
fiel del terror que su perversidad implantó en el país.
A pesar de lo anterior ambos generalísimos
terminaron siendo espectros de lo que fueron en el apogeo de sus respectivos
mandos supremos.
Prueba de lo anterior se ve al verificar que
en sus días finales Trujillo hizo circular un anuncio en el que ofrecía sus
“conocimientos” para curar enfermedades, incluyendo a lo que en el país se le
dice “pecho apretao.”
En la última década del gobierno franquista España
estaba cada vez más aislada del exterior. Por infidencias salidas de su círculo
más íntimo se supo después que Franco dirigió sus últimos consejos de gobierno
con los esfínteres descontrolados.
Trujillo y Franco coincidieron siempre en
tomar medidas drásticas para eliminar cualquier asomo de ataques a su seguridad
personal o para hacer trizas cualesquiera amenazas a su poder absoluto. Los
hechos, que son el crisol de la verdad, amparan ese axioma.
Pero es válido decir que entre ellos había
matices en ese aspecto, pues el caudillo ibérico siempre tomaba sus recaudos,
protegiendo su persona con una impresionante parafernalia de seguridad. El
sátrapa criollo, en cambio, cuando fue abatido sólo iba acompañado de su
chofer, el mayor del Ejército Nacional Zacarías De la Cruz.
El uruguayo Eduardo Galeano escribió una frase
que bien puede aplicarse a las malsanas ejecutorias de esos dos generalísimos:
“Escribieron el prólogo y el epílogo del mismo libro.”
Por lo que se conoció luego, ambos
generalísimos fueron incubando sus ambiciones de poder desde las barracas
militares donde comenzaron a dar sus primeros pasos como hombres de armas.
Trujillo trabajó como telegrafista durante 3 años, pero luego se
convirtió en ladrón de caballos, vacas y otros semovientes, así como falsificador
de documentos públicos y privados. Por esos delitos guardó prisión más de una
vez. Un pariente suyo logró que lo nombraran como guarda campestre del ingenio
Boca Chica.
Ese puesto de vigilante cañero era de escaso interés para sus
ambiciones. De esa tarea monótona pasó unos meses (1918) en la escuela militar
que funcionaba en la comunidad de Haina, San Cristóbal.
En enero de 1919 lo designaron como segundo teniente de la Guardia
Nacional Dominicana, entonces encabezada por un coronel norteamericano de
apellido Williams. El país estaba invadido desde el 1916 por tropas de los
EE.UU.
Hasta el 1924 había llegado a capitán (le saltaron el rango de primer
teniente en pago a sus servicios a los invasores), pero a partir de ese año
ascendió de manera meteórica.
El 1 de octubre de dicho año lo
hicieron mayor. El 6 de diciembre de 1924 fue elevado a teniente coronel. El 28
de junio de 1925 fue promovido a coronel y designado Comandante de la Policía
Nacional.
El 13 de agosto de 1927 fue impulsado a general de brigada, con la
calidad de Jefe del Ejército. Fue una desatinada decisión del a la sazón
presidente de la República, Horacio Vásquez, quien cayó rendido ante las falsas
genuflexiones de Trujillo,ya para esa época experto en marear la perdiz, como
dice el dicho popular.
Mezclando oportunidades con su ambición personal Trujillo creó poco
tiempo después las condiciones para hacer caer a Horacio Vásquez, quien desoyó
opiniones sensatas sobre las maniobras golpistas del jefe del Ejército.
Franco ingresó al cuerpo de oficiales del ejército de tierra de
España el 13 de julio de 1910. Su primer
destino fue el VIII Regimiento de Zamora.
Luego estaría en varios lugares, destacándose su presencia en Ceuta,
Melilla y Tetuán, enclaves de España en el norte de África.
Franco fue subiendo de rango hasta que en marzo del 1934 el presidente
Alejandro Lerroux lo hizo general de división. En ese momento fue el general
más joven de Europa.
En noviembre de ese mismo año el referido presidente le otorgó la Gran
Cruz del Mérito Militar. Para no alargar este relato debo decir que a partir de
ahí comenzó a consolidarse la figura de Franco como el máximo exponente del
militarismo en España, aunque otros tenían más rango que él.
Fuerzas poderosas unieron por un largo tiempo a ambos generalísimos.
Era un arco de intereses políticos, económicos, sociales e incluso fachadas culturales.
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