CASO JUDICIAL DE LA ERA COLONIAL:
OVANDO Y TAPIA (2 de 2)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Crónicas de antaño recogen que entre el gobernador
colonial Nicolás de Ovando y el comerciante y político Cristóbal de Tapia
había, quién sabe por qué, malquerencias. Ovando incluso ordenó su prisión y le
eliminó privilegios.
En el 1503 Ovando despojó a Tapia de un terreno donde
tenía su casa y otras dependencias de alquiler, así como una variada producción
agrícola y fomento de animales, además de otras cosas descritas en los folios
del expediente abierto 6 años después.
En la tierra confiscada a Tapia por Ovando se construyó
la llamada casa de contratación de Santo Domingo. Desde hace décadas funciona
en ella el Museo de las Casas Reales.
Ovando tenía una fijación mental sobre su destino ante la
Historia, lo cual se comprueba con el conjunto de sus edificaciones, así como
la original malla vial de la refundida ciudad de Santo Domingo, entonces una
pequeña ciudad condenada en sus orígenes a ser ¨policéntrica”, bien explicado
ese detalle por el experto en historia del arte y arquitecto judío radicado en
el país Erwin Walter Palm, en su obra Los monumentos de La Española.
Pensaba que los
edificios que patrocinó como gobernador colonial sepultarían el ala siniestra
de su vida. Su incesante labor como constructor era para él algo casi
fisiológico.
Cristóbal de Tapia nunca cesó en sus reclamos de
resarcimiento por el daño económico que había sufrido.
Hizo un viaje a España y expuso su situación ante el
consejero real Antonio de Fonseca, con quien tenía un parentesco familiar.
Como consecuencia de dicha diligencia el rey Fernando II
de Aragón, mediante Cédula del 30 de junio del 1508, ordenó una compensación en
su favor, que al parecer no llenó las expectativas de Tapia.
Finalmente el referido despojo fue ventilado en la
justicia. Eso es lo que se conoce en la jurisprudencia colonial como el Pleito
Ovando-Tapia. Fray Vicente Rubio, quien fue un brillante sacerdote dominico y
acucioso investigador, lo calificó de “pieza documental interesantísima…”
Dicho proceso judicial fue presidido por el juez Marcos
Aguiar, quien “se lavó las manos del asunto”, puesto que después de oír a los
defensores de ambas partes, así como a los testigos, se limitó a enviar al rey
español los papeles generados en el juicio para que fuera él quien finalmente
decidiera.
Ovando fue defendido en ese juicio por el bachiller
toledano Lucas Vásquez de Ayllón y Tapia tuvo como representante legal al
bachiller sevillano Martín Fernández de Enciso.
En un minucioso ensayo en el cual hizo una exégesis de
ese litigio de categoría histórica (reproducido por Rodríguez Demorizi) Úrsula
Schäfer Lamb, profesora estadounidense de origen alemán, especializada en temas
históricos de América Latina, al examinar los 81 folios conservados del caso, y
luego de indicar que ese pleito “parece ser, a primera vista, nada más que una
interminable serie de intrigas menudas de papel…”, puntualizó con esta sesuda
reflexión: “…las declaraciones de los testigos acerca de sus propios
asuntos dan vida a una historia del
gobierno colonial que de otra forma
sería formal, y le añaden color colonial.”
Hay que reiterar que Ovando le tenía animadversión a
Tapia, pues los testimonios de los testigos de cargo fueron coincidentes en
afirmar repetidamente que Cristóbal de Tapia le había pedido a dicho gobernador
que le dejara cosechar de su hacienda la yuca sembrada, cuyos tubérculos al parecer
ya estaban duros, así como una plantación de aje con sus hojas amarillas. Batata
fue el nombre que luego se popularizó para ese último alimento.
En el lugar Tapia también tenía varios bohíos que
alquilaba para la venta de abastos a la población de Santo Domingo.
Es oportuno decir, para medir la pérdida sufrida por
Tapia, que cerca de allí había un muelle de carga y trasbordo que se dinamizó a
partir del 1503, convirtiéndose en realidad en lo que se ha considerado como el
primer puerto operable de América, pues sirvió de conexión con la casa de
contratación de Sevilla, creada ese año.
Según las notas del juicio de marras Tapia le suplicó a
Ovando que sólo tomara la parte de su hacienda que fuera necesaria para el
edificio que se proyectaba, pero que “nunca dicho Comendador lo quiso hacer
así.”
Dijeron más los testigos de cargos. Afirmaron ante el
juez que conoció el caso que la parte de la hacienda de Tapia que Ovando no usó
en la obra se la entregó a título de donación a un sobrino suyo de nombre Diego
López de Salcedo. Dos décadas después ese agraciado personaje fue Gobernador
del país de Honduras. (El pleito Ovando-Tapia. Editora del Caribe, 1978.P173.
Emilio Rodríguez Demorizi.)
En abono a lo anterior, el historiador Emilio Rodríguez
Demorizi, al referirse a dicha causa, agregó que “van apareciendo, vivos y
auténticos elementos para la reconstrucción, no sólo del ámbito urbano, sino de
toda la Colonia…de las cosas materiales e institucionales existentes…de las
intrigas, de las rivalidades y de las pugnas de intereses encontrados…servirá
también para el conocimiento de los principios de las litis jurídicas en la
América” (Ibídem.Pp10 y 15.)
El susodicho gobernador colonial fue descrito por la
historiadora Flérida de Nolasco así: “Ovando, hombre que apreciaba el orden y
la disciplina, no tardará en edificar cuadras enteras de casas de piedra, en
calles bien trazadas. No perdonaba desórdenes entre españoles, ni embriagueces
ni disputas…” (Clamor de justicia en La Española.1502-1795.p31.Editora Amigo
del Hogar, 2008.)
Pero la distinguida autora citada también dijo de Ovando lo
siguiente: “De cristiano no parecía tener el Gobernador Ovando, Comendador
Mayor de la Orden Militar de Alcántara, sino la cruz que llevaba al pecho…”
(Ibídem.P33.)
Vale decir que Ovando, como muchos otros jefes
coloniales, utilizó la cruz, símbolo de redención en el credo católico, como
parte del batiburrillo de sus negocios y crueldades en esta tierra caribeña.
Luego de varios siglos de la presencia de Ovando en la
isla La Española, con su crucifijo al pecho, simulando una supuesta
religiosidad, el pensador inglés Paul Bede Johnson escribió (lo que es chocante
con el accionar de dicho gobernador y de muchos otros personajes) que “el
cristianismo funda sus afirmaciones en hechos históricos.” (Historia del
cristianismo. Ediciones B. Edición 2004.)
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