INFAMIAS CONTRA REPÚBLICA DOMINICANA
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Hay una permanente campaña de
infamias contra la República Dominicana, vinculada con la inmigración masiva e
ilegal de haitianos al territorio nacional. A veces adquiere matices de puro
surrealismo.
Varios funcionarios
gubernamentales, del pasado y del presente, se han tomado la libertad de
olvidar, sin el más leve asomo de verecundia, sus responsabilidades
institucionales para lanzar ideas peregrinas con relación al significado de lo
que es intrínsecamente la soberanía dominicana.
Sus opiniones sobre el referido
tema, por ser dominicanos y por ocupar elevados cargos estatales, debieran ser
parte de ese “peregrinaje de ida y vuelta al cajón de la basura”, del que
escribió Gabriel García Márquez en el prólogo de su obra Doce cuentos
peregrinos.
Ha quedado demostrado que al
margen de cuestiones de subsistencia individual (que sería la parte económica)
la masiva e ilegal inmigración de
haitianos al país ha sido inducida por élites políticas y económicas del vecino
del oeste.
Con frecuencia utilizan el
tópico de los prejuicios raciales para despotricar contra la República
Dominicana. Algunos lo hacen por su ignorancia sobre la realidad histórica, pero
otros obedecen a intereses perversos.
En los últimos meses algunos
dominicanos y una caterva de extranjeros se han dado a la malsana tarea de
infamar al país, buscando crear las condiciones para que cargue con los graves
problemas de Haití.
Muchos de los personeros
extranjeros que vociferan sobre el tema migratorio concerniente a Haití hablan
por boca de ganso, cumpliendo así una atarea trazada desde hace décadas por
organismos internacionales que pretenden fulminar la nacionalidad dominicana,
vaya usted a saber por cuales espurios motivos.
Pero cuando se trata de
dominicanos que mantienen posturas que perjudican al país, con la penetración masiva
e ilegal de haitianos, el asunto adquiere niveles de extrema gravedad, máxime
cuando acusan de xenófobos a los que
simplemente defienden la soberanía nacional.
Los hay que incluso ocupan
elevadas posiciones en el gobierno, lo cual tiene una connotación de mayor daño,
pues el eco de sus declaraciones es amplificado en otros lugares del mundo,
generando una confusión mayúscula.
Sobre el tema aquí tratado algunos
usan la técnica de las aves llamadas flamencos, las que por su naturaleza, y
para ahorrar energía, se paran indistintamente en una de sus patas. Cuando un
humano posa así lo hace por otros extraños motivos.
Prueba al canto sobre lo
anterior es un comunicado oficial publicado el 10 de noviembre pasado por el
viceministro a cargo de la Política Exterior Multilateral del país, Rubén Arturo
Silié Valdez, en el cual decía que “el país actúa conforme a su constitución,
los tratados internacionales ratificados por el país y la ley general de
Migración 285-04.”
Sin embargo, pocos días después
ese mismo funcionario, (que es académico, sociólogo, historiador y diplomático
de larga data) en la puesta en circulación de un libro sobre migración en el
Caribe, lanzó una innecesaria e injusta acusación contra los que defienden,
desde la perspectiva migratoria, la soberanía nacional amenazada por una
incontenible e ilegal penetración de haitianos.
Ex profeso el susodicho viceministro cometió
una imprudencia de interpretación histórica.Luego de circunnavegar teóricamente
sobre aspectos migratorios concernientes a la provincia Limón, en el área
caribeña de Costa Rica, entró en lo que
parece ser era su objetivo central: colocar en situación incómoda a la inmensa
mayoría de los dominicanos.
Para él cualquier opinión (diferente a la suya) respecto al tema de la masiva e ilegal inmigración de haitianos hacia la
República Dominicana significa adherirse a “las tergiversaciones de la
dictadura de Trujillo.”
En el referido comunicado
oficial reconoció que hay una “migración
masiva de haitianos”, agregando que “la República Dominicana, país soberano,
tiene derecho de no permitir la entrada a quienes incumplen con los requisitos
establecidos en la ley migratoria…”
Pero paradójicamente, pocos
días después, como si se tratara de un pase en ballet,ese mismo alto
funcionario de la diplomacia dominicana lanzó un dardo cargado de veneno contra
los dominicanos que tienen, vale reiterar, opiniones contrarias a la suya, y a las de unos
cuantos más que son sus afines, en el tratamiento necesario para enfrentar el
cáncer con metástasis que es la avalancha de inmigrantes que penetran ilegalmente al país.
Así se expresó: “…estamos en
una fase crítica de nuestra historia en que ciertos sectores desarrollan todo
el esfuerzo para reconstruir un falso y viejo enemigo…”
Remató el tema alegando que hay
en curso lo que él considera una campaña manipuladora. Llegó a vaticinar que
“las incitaciones irresponsables puedan llegar a desatar oleadas de
confrontaciones…”
Contrario a esos pareceres el
pueblo dominicano no es agresivo, ni odia al pueblo haitiano. Al contrario, a
través de la historia ha sido su mejor aliado ante sus crisis permanentes.
Ningún otro país le ha tendido
la mano amiga a Haití como lo ha hecho la República Dominicana, a pesar de
todas las vicisitudes conocidas.
Aunque algunos pretendan
negarlo hay un pasado y un presente en las relaciones entre la República
Dominicana y Haití. En consecuencia, esa verdad inobjetable se debe tomar en
cuenta al enfocar el tema migratorio o cualesquiera otros que se relacionen con
ambos países.
Diversos manuales de historia
facilitan a cualquier desprevenido conocer los avatares del pueblo dominicano,
desde antes de proclamarse formalmente la independencia nacional.
Así ocurre con muchos libros
referentes al vecino país, como por ejemplo el que escribió Charles Mackenzie,
en dos tomos, en el siglo 19, titulado Notas sobre Haití.(AGN.Vol. 281.Editora
Centenario,noviembre 2016.)
Es importante decir que la descripción hecha por ese autor no fue porque se lo dijo, sino que comprobó personalmente, in situ, las cotidianidades del pueblo haitiano. Mackenzie fue cónsul general de Francia en Haití, en los tiempos del presidente Boyer y su famoso asistente, el general Inginac.
Samuel Hazard, un
estadounidense seguidor de Abraham Lincoln, veterano de la guerra civil de su
país,y con un papel importante en la difusión de informaciones sobre varios
países antillanos, escribió una obra titulada Santo Domingo, su pasado y su
presente, cuyo contenido permite comprender las dispares y profundas
diferencias entre la República Dominicana y Haití.(SDB.Serigraf, junio 2012.)
Pero cuando lo que se quiere,
por el alegato que sea, como el caso actual, es
desacreditar a la República Dominicana, sus detractores internos y externos no
paran mientes sobre las consecuencias funestas de sus palabras o hechos.
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