JOSÉ MARTÍ EN R.D. y IV
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Tercer viaje
El día 29 de enero del año 1895JoséMartí había
ordenado, a nombre de Máximo Gómez, de él mismo y de otros personajes de la
lucha independentista cubana, una insurrección general en el interior de su
tierra natal.
Dos días después de dicha orden le informó a Antonio
Maceo lo siguiente: “Salgo con Mayía, lleno de brío y justa fe, para Santo
Domingo.”
En efecto, en su tercer viaje a la República
Dominicana José Martí arribó por Montecristi, en las primeras horas de la
mañana del día jueves 7 de febrero del referido año. Llegó en compañía de
algunos amigos, entre otros Ángel Guerra Porro y Mayía Rodríguez, veteranos de
dos guerras anteriores en las que se intentó independizar a Cuba del que ya era
un decadente imperio español.
Para ese entonces a Martí le asaltaba la duda de que Máximo
Gómez desaprobara, en ese momento, los preparativos de guerra, debido a algunos
fracasos tácticos, especialmente el que se produjo por errores del coronel
López de Quezada.
Gómez pensaba todo lo contrario. Había resuelto
retornar a Cuba por encima de cualquier circunstancia. Ya le había escrito a su
amigo Domingo Figuerola Caneda, historiador y escritor cubano: “Ya sabe usted
que decididamente me he puesto al lado de Martí.”
Ambos sabían que sería una lucha difícil, puesto que
se enfrentarían a un ejército de ocupación compuesto por más de 200 mil
soldados profesionales de la guerra, bien armados y avituallados.
Esa cantidad de combatientes nunca antes la tuvo
concentrada a la vez el imperio español, en el gigantesco espacio comprendido desde
Baja California, en sus llanos de Magdalena, hasta La Patagonia, con su clima gélido;
incluyendo todos los territorios insulares adyacentes a la masa continental. El
genio militar de Máximo Gómez los derrotó.
José Martí, luego de explicarle a Gómez algunos
detalles importantes para la inminente expedición revolucionaria hacia la mayor
de las islas del Caribe, llega a la ciudad de Santiago de los Caballeros el 13
de febrero. Allí se mantuvo en labores propias de su misión patriótica hasta la
madrugada del 18, cuando sale con sus acompañantes a El Hatico, un campo
entonces situado en el extrarradio de la ciudad de La Vega.
En ese lugar se reunió, en la casa del patriota
Manuelico Genao, con el inquieto luchador por la independencia de Cuba Eleuterio
Hatton, cuya madre era cubana. Hatton
era una figura importante, jefe del movimiento de liberación de Cuba en la
estratégica península de Samaná. Martí lo calificó de noble, generoso y
meritorio.
Habiendo retornado a Montecristi, Martí recibe la
buena nueva de que varios periódicos latinoamericanos, incluyendo el Listín
Diario, estaban divulgando la información de que el 26 de febrero había
comenzado la guerra en Cuba, especialmente en las zonas de oriente y occidente.
La situación no estaba libre de dificultades. Había
conflicto de personalidades, falta de coordinación, pocos recursos económicos y
escaso armamento.
Así se comprueba sin mucho esfuerzo en una carta que
el referido día le escribió Martí a Antonio Maceo: “El patriotismo de usted que
vence a las balas, no se dejará vencer por nuestra pobreza, por nuestra
pobreza, bastante para nuestra obligación…La dirección puede ir en una uña.
Esta es la ocasión de la verdadera grandeza.”1
En el tercer viaje al país Martí tuvo que utilizar su
más depurado tacto político para vencer varios obstáculos vinculados con los
poderes coloniales españoles que aún incidían en esta área del mundo.
Uno de esos problemas era Cosme Batlle, agente español
y poderoso comerciante estacionado en Puerto Plata. Dicho señor, a parte de su abierta
oposición a la independencia de Cuba y Puerto Rico, era un acreedor del Presidente
Ulises Heureaux e influía en algunos de sus actos. Ayudó mucho a neutralizar
las acciones de Batlle la habilidad de don Juan Schoewerere, que representaba
en esa demarcación la causa de Martí y Gómez y también tenía contactos con
Lilìs.
Fue en su tercer viaje a República Dominicana que
Martí conoció, entre otros dominicanos distinguidos, a Américo Lugo, los
hermanos Bienvenido y Carlos Nouel, al gobernador provincial Guelito Pichardo y a Lorenzo
(Muley) Despradel, periodista de fina pluma y espíritu revolucionario que fue
secretario personal de Gómez en la Guerra Necesaria, una larga lucha que se
extendió por 3 años entre los independentistas cubanos dirigidos por Máximo Gómez,
Antonio Maceo y otros adalides contra más de 200 mil soldados españoles de
infantería, caballería y artillería.
En ese último viaje a tierra dominicana Martí no
descansó un instante, moviéndose de un lugar a otro. De Montecristi fue a
Dajabón y de allí al vecino país: Juana Méndez, Fort-Liberté y Cabo Haitiano,
para retornar en pocas horas a la ciudad del Morro que parece un dromedario
dormido.
Vuelve a la ciudad de Santiago de los Caballeros, además
de a otros pueblos de la Línea Noroeste, a realizar labores en busca de apoyo a
la causa de su patria.
Máximo Gómez, en carta despachada desde Montecristi el
9 de marzo de 1895, destinada a Francisco Gregorio Billini, le dice: “Allá va
Martí con su cabeza desgreñada, sus pantalones raídos, pero con su corazón
fuerte y entero para amar la independencia de su tierra.”2
El dictador Ulises Heureaux tenía inclinaciones a
favor de la libertad de Cuba. Luego de algunos reparos, y gracias a la decisiva
intervención de Federico Henríquez y Carvajal, ya entrada la noche del 2 de
marzo de 1895, decidió ayudar económicamente la causa patriótica que motivaba
la presencia de Martí por tercera vez en el país.
Lo hizo mediante una comunicación cablegráfica
dirigida en dicha fecha al gobernador provincial de Montecristi, Guelito
Pichardo.
“Mi estimado Guelito: La presente tiene por objeto
suplicarte, bajo confianza de caballero, le entregues al portador, sin dilación
alguna, la cantidad de Dos mil pesos oro…U. Heureaux.”3
Con motivo del tercer viaje de Martí a la República
Dominicana a Heureaux se le atribuye haber dicho que no daba rienda suelta a su
simpatía por la causa independentista de Cuba porque: “Los E.U. de América eran
el Águila y España la gallina.” Añadiendo que “Santo Domingo era la cucaracha
en peligro de ser comida si no andaba prevenida.”4
El pensamiento de Martí contribuyó en gran medida a la
formación de lo que se considera la idiosincrasia latinoamericana.
Por eso es importante decir que sus ingentes labores
independentistas no sólo estaban permeadas por las guerras de 1868-1878 y
1879-1880.
En sus escritos se comprueba que Martí estaba empapado
también de otros antecedentes históricos que registran los manuales de la
historia de Cuba.
Es válido señalar que antes del Grito de Yara, lanzado
en el ingenio Demajagua, dirigido por Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de
octubre de 1868, hubo en la isla más grande del Caribe varios alzamientos que
tenían diferentes motivos, pero todos fueron expresiones concretas de un estado
de rebeldía contra las autoridades coloniales españolas. De una manera u otra
sirvieron para abonar el camino de la libertad del pueblo cubano.
Entre las rebeliones aludidas cito la que dirigió el
negro liberto José Antonio Aponte Ulabarra, en el 1811, conocida como la
Conspiración de Aponte. En el año 1823 grupos de masones, encabezados por el
poeta de origen dominicano José María Heredia, protestaron contra el gobierno
colonial en lo que se dio en llamar la Conspiración de los Soles y Rayos de
Bolívar.
El Águila Negra fue otro movimiento de rebeldía que se
produjo en La Habana en el 1826, inspirado en el grupo del mismo nombre creado
3 años antes en México por el contestatario señor Guadalupe Victoria. Así
también se puede mencionar la Conspiración de la Escalera, que surgió en el
1843 en los campos cañeros y bateyes de la zona de Matanzas, cuyo objetivo era abolir
la esclavitud de los negros sometidos a penosas condiciones de vida.
El tercer y último viaje de Martí a la República
Dominicana terminó el primero de abril del 1895. Ya había firmado con Gómez el
histórico documento llamado Manifiesto de Montecristi, fechado el 25 de marzo
de dicho año. Su Testamento Político lo hizo y firmó el día anterior en esa ciudad dominicana.
Ese día el apóstol de la independencia de Cuba, junto a
Máximo Gómez, Marcos del Rosario Mendoza, Ángel Guerra, César Salas, Paquito
Borrero y otros valientes salieron desde el litoral marino de la ciudad de
Montecristi hacia Cuba, una isla “larga y estrecha como la lengua de un
pájaro.”
La hazaña de José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo y
otros grandes personajes de la historia cubana mantiene su valor intrínseco y
su importancia historia más allá del Tratado de París, firmado en el 1898 entre
EE.UU. y España, y de la nefasta Enmienda Platt, un apéndice injertado en la
Constitución cubana de 1901.
Esos dos hechos referidos en el párrafo anterior
afectaron a los patriotas cubanos, pero en términos de proyección histórica no
mellaron los ideales de aquellos valientes que, saliendo desde Montecristi en
la República Dominicana y los que estaban territorio cubano con iguales
propósitos, llenaron una página de gloria en la historia del continente
americano.
El gran intelectual cubano Julio Le Riverend lo dejó
escrito así: “Súbitamente, el proyecto histórico de independencia y soberanía,
que es tanto como decir, de dignidad democrática, había quedado trozado por la intervención
imperialista de 1898.”5
En un ensayo de gran calado, el escritor Joaquín
Balaguer escribió que José Martí dejó “a los dominicanos, no sólo el honor de
su presencia en nuestra isla como peregrino incansable de la libertad, sino
también la convicción de que Cuba y Santo Domingo tienen el mismo destino,
están ligados por los mismos intereses históricos y tienen la misión ineludible
de vivir tanto para sí mismas como para toda la humanidad…”6
Uno de los frutos del tercer viaje de José Martí a la
República Dominicana fue la amistad que entabló con Américo Lugo Herrera, quien
48 años después de la muerte del mártir de Dos Ríos le escribió una carta a un
discípulo de este, en la cual le señalaba que Martí era “la más alta
encarnación de la libertad en su época.” “…indudablemente de todos los hombres
de su tiempo, Martí es quien más perdurará…” “Por boca de Martí, América ha
hablado su propia lengua…”7
Bibliografía:
1-Carta de Martí a Maceo. Montecristi, 26 de febrero
de 1895.Reproducida en Martí en Santo Domingo. Segunda edición. Graficas Pareja,
Barcelona, España, 1978. Pp111-113.Compilador Emilio Rodríguez Demorizi.
2-Carta de Máximo Gómez a Francisco Gregorio
Billini.9-marzo-1895.
3-Carta de Heureaux a Guelito Pichardo. 2-marzo-1895.
4-Francisco Gómez Toro, en el surco del Generalísimo.
Editorial Seoana y Fernández. La Habana, 1932.P173.Gerardo Castellanos García.
5-Entre cubanos. Psicología tropical. Fernando Ortiz. Prólogo
a la segunda edición. PVI. Editorial de ciencias sociales, La Habana, Cuba,
1993. Julio Le Riverend.
6- José Martí. Publicado el 10-octubre-1975.Inserto en
Obras Selectas, tomo VII. Biografías. Editora Corripio, 2006.Pp461-494.Joaquín
Balaguer.
7-Américo Lugo. Correspondencia.AGN. Volumen CCCLXXXI.
Primera edición, julio 2020.Pp311-315.