MATANZA EN LA HACIENDA MARÍA
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Lo que en la historia dominicana se conoce como la
matanza en la Hacienda María fue un acto de venganza particular, cometido en la
noche del sábado 18 de noviembre del 1961 por Ramfis Trujillo y su grupo de
matones contra seis de los héroes que el 30 de mayo de ese año eliminaron al
sátrapa Rafael Trujillo, quien por más de tres décadas había mantenido bajo la
más ignominiosa opresión al pueblo.
Demás está decir que la muerte de Trujillo fue un acto
de justicia en su más alta significación, por encima de definiciones jurídicas.
Fue un individuo que se movió en la geografía nacional durante más de 6 lustros
como uno de esos toros embolados que hace más de 2,200 años lanzó el jefe celtíbero
Orisson contra los cartagineses en la Valencia del oriente español.
La hecatombe perpetrada desde el casoplón de la
referida finca ubicada en San Gregorio de Nigua, San Cristóbal, fue uno de los
últimos hechos sangrientos dirigidos por el citado descendiente del mandamás
que llenó de luto a la República Dominicana.
El 18 de noviembre de este 2021 se cumplieron 60 años
de aquel horrible hecho que quedó impune por múltiples complicidades.
El 4 de febrero de 1965 la Primera Cámara Penal del
Distrito Nacional produjo una sentencia condenatoria contra autores y cómplices,
pero los responsables del abominable crimen nunca fueron a parar con sus huesos
a la cárcel.
Las víctimas de ese escenario infernal fueron Pedro
Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Huáscar Tejeda Pimentel, Roberto
Pastoriza Néret, Luis Manuel Cáceres Michel y Modesto Díaz Quezada.
Los asesinos fueron el hijo mayor de alias Chapita, el
tirano ajusticiado, Ramfis Trujillo Martínez, un hombre con notorias
turbulencias mentales avaladas por informes de siquiatras, así como un grupo de
sus secuaces: Luis José y José Alfonso
León Estévez, Gilberto Sánchez Rubirosa, Fernando A. Sánchez hijo, Juan Disla
Abreu, Américo Dante Minervino, Pedro Julio Vizcaíno y otros.
Los cadáveres de los héroes nunca aparecieron. Casi
seguro fueron lanzados como alimento para los tiburones que llegaron a ese
litoral caribeño atraídos por la sangre que emanaba de los cuerpos agujereados.
Los 6 de la Hacienda María no eran los primeros
conjurados de la gesta del 30 de Mayo en ser asesinados.
Antonio de la Maza Vásquez y Juan Tomás Díaz Quezada fueron muertos el 4
de junio de 1961, cerca del parque Independencia. Amado García Guerrero fue
abatido dos días antes en la avenida San Martín. Los tres cayeron enfrentando a
los esbirros del régimen en fase de desplome.
En contra de ellos había un proceso judicial por la
muerte del dictador, pero siguiendo el hilo de lo que había sido la práctica
del régimen de opresión que se instaló en el país desde el 1930 era evidente
que no se respetaría ni el debido proceso ni la vida de los encartados. Aclarando
que los 3 últimos nunca llegaron a ser apresados por la jauría de matones que
los perseguían.
Entre los días 2 y 27 de junio de 1961 los seis héroes
asesinados en la Hacienda María, luego de un calvario de torturas, habían sido
interrogados por el fiscal del Distrito Nacional, Teodoro Tejeda Díaz, y por el
Juez de Instrucción que realizaba la pesquisa del caso, Wilfredo Mejía Alvarado.
Ese formalismo procesal, como se comprobó el 18 de
noviembre siguiente, carecía de importancia de cara a la perversidad que desde
el principio había maquinado el círculo más cercano de Trujillo.
Los patriotas asesinados en el referido predio de San
Gregorio de Nigua, San Cristóbal, estaban presos en la cárcel de La Victoria,
sujetos a la sedicente autoridad de la pantomima que era la justicia
trujillista.
El día que los aniquilaron fueron sacados de las
inmundas celdas donde estaban, para realizar un supuesto descenso al lugar donde
concluyó la vida del tirano. No había
ninguna orden oficial para dicho procedimiento judicial. Era una farsa
para asesinarlos a mansalva. Incluso hacía 3 meses y 15 días que se había
cerrado la fase de instrucción del expediente en su contra.
Cuando fueron llevados al patíbulo, para ser masacrados
por los individuos crueles y malvados que todavía resollaban en los residuos
podridos de la tiranía, prácticamente estaban convertidos en guiñapos humanos
por las continuas torturas físicas y sicológicas de que fueron víctimas durante
varios meses.
En la providencia calificativa “del proceso instruido
a los acusados del 30 de mayo”, firmada el 3 de agosto de 1961 por el referido
juez instructor a cargo del Proceso134B-año 1961, se hizo constar la muerte de
los tres valientes que cayeron repeliendo a los calieses. Con el ríspido
lenguaje forense señaló:
“Resolvemos: Primero: Declarar, como al efecto
Declaramos, extinguida la acción pública contra los nombrados Juan Tomás Díaz
Quezada, Antonio de la Maza Vásquez y Amado García Guerrero, por
fallecimiento.”1
Jefe policial
En su famosa novela La Fiesta del Chivo el Premio
Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa expone su versión ficcionada del crimen
perpetrado en la Hacienda María.
Dicho novelista pone en boca del entonces jefe de la
Policía Nacional, coronel Marcos Antonio Jorge Moreno, versiones cantinflescas
de que la camioneta con los prisioneros había desaparecido en su ruta hacia la
cárcel de La Victoria; que luego fue encontrada, pero que los prisioneros se
fugaron y mataron a los custodios.
El famoso escritor referido cierra el tema cuando al
referirse al presidente Balaguer dice: “Antes de dormirse, lo sobrecogió un
sentimiento de lástima. No por los prisioneros asesinados esta tarde sin duda
por Ramfis en persona, sino por los tres soldaditos a los que el hijo de
Trujillo también había hecho matar para dar apariencia de verdad a la farsa de
la fuga.”2
Dicho sea de paso vale aclarar que no eran tales
custodios, sino 3 infelices presos comunes vestidos de policías que fueron escogidos
para ser asesinados como parte de la trama macabra que se había orquestado.
Era complicado el papel del a la sazón jefe policial
Jorge Moreno, pero según dos sentencias en escala de instrucción, dictadas
respectivamente el 24 de abril y el 11 de mayo de 1964, no se encontraron
trazas de responsabilidad en su contra.
Los historiadores José Chez Checo y Juan Daniel
Balcácer publicaron en el 2008 un libro en el cual se hacen eco sobre la no
participación del referido coronel en los asesinatos consumados en la susodicha
Hacienda María.
Opacan hazaña del 30 de Mayo
Por otro lado, es de rigor decir que hay más de una
versión tratando de restar el nivel de calidad histórica que corresponde a la hazaña
de ajusticiar a Trujillo. Con ello se ha querido disminuir la proceridad de los
valientes que expusieron sus vidas para librar a los dominicanos de la cadena
de desgracias que sufrían desde hacía más de 30 años.
Por ejemplo, el siquiatra Lino A. Romero, echando mano
de la teoría sobre la autodestrucción del psicoanalista Karl Menninger,
sostiene que en el 1961 Trujillo ya no quería vivir, pero tampoco suicidarse.
Que eso ocurrió a partir de una visita al país del senador por el Estado de
Florida George Smathers y un prominente amigo de Richard Nixon, el banquero y
comerciante Charles (Bebe) Rebozo, quienes lo instaron a retirarse de la vida
pública.
Según Romero es posible que luego de dicha visita el
tirano “ya no encontrara razón para vivir”, y que su muerte fue en consecuencia
un “homicidio provocado.” Sostiene que “Trujillo quería que le mataran.”3
La verdad monda y lironda, no sujeta a
interpretaciones ni teorías, es que los que decidieron acabar con la satrapía
trujillista llenaron una página de gloria en la historia dominicana. Decir lo
contrario es una mezquindad.
General Pupo Román
Otra víctima del suceso del 30 de Mayo, aunque no
murió en la Hacienda María, fue el general José René Román Fernández (Pupo),
quien al momento de la muerte del tirano era el Secretario de Estado de Las
Fuerzas Armadas.
El general Pupo Román tenía conocimiento de los preparativos
para eliminar a Trujillo. Se había comprometido para organizar la toma del
poder político, con la condición de que le presentaran el cadáver del hombre
fuerte.
Fernando Arturo Amiama Tió, con muchos conocimientos
de las interioridades de los hechos ocurridos antes y después del 30 de mayo de
1961, en su condición de hermano mayor y confidente de Luis, uno de los héroes del
30 de Mayo que sobrevivió a la persecución de los trujillistas, reivindica el
papel de Pupo Román en aquella proeza. En su libro de memoria titulado Ayer, el
30 de Mayo y Después, señala que:
“A Román le preocupaba mucho la creciente dureza con
que se comportaba el régimen, nunca satisfecho de las barbaridades que constantemente
sucedían…Román quedó responsable de las gestiones militares para la toma del
gobierno…”4
Algunos, tal vez por estar desinformados, han
calificado de claroscuro el papel de
Pupo en esa conspiración. Pertinente es decir que su hija Sabrina Román, en su
libro titulado Nuestras lágrimas saben a mar, publicado en el 2016, hace un
gran esfuerzo para explicar la actitud de su padre en esos complicados momentos.
Sus argumentos al respecto no son desdeñables. Hay en ellos una línea de
coherencia meritoria.
En su obra titulada “Trujillo. El Tiranicidio de 1961”
el ya citado historiador Balcácer señala que a Pupo lo asesinó Ramfis, pero que
no se precisa ni cuándo ni dónde. Reproduce varias versiones distintas dadas
por terceros sobre las torturas y el destino final de ese trágico personaje.
Entre otras cosas se ha escrito que al general Pupo
Román le echaban en el cuerpo fogaré y gratey, plantas cuyas flores tienen
pelitos urticantes que causan un fuerte dolor e inflamación en la piel. Que le
dieron golpes con bates, que lo sentaron en una silla eléctrica, que lo
sumergieron en una pileta con sanguijuelas, que le echaban hormigas gigantes,
que le metieron un caballo drogado en la celda, etc.
De su asesinato se ha dicho que en la Hacienda
Hainamosa Ramfis le hizo 53 disparos con el revólver del tirano. Que en el
lugar del tiranicidio le vació varios cargadores desde los pies hasta el pecho.
Que en un interrogatorio descerrajó varios tiros sobre su cuerpo.
El actual vicepresidente de la Academia Dominicana de
la Historia (Balcácer) recoge en su mencionada obra la versión que terceros le dieron
a la señora Lita Milán, esposa de Ramfis, sobre el asesinato del general Román:
Que un día le fueron disparando “poco a poco, poco a
poco, a las manos, a los brazos, al hombro, a los pies, a las piernas, a las
rodillas, a los muslos. Así lo fueron acribillando, con la misma impasible
crueldad con que lo habían torturado.”5
Bibliografía:
1-Providencia calificativa del Proceso 134-B del año
1961.
2-La fiesta del chivo. Editora Taller, 2000. Primera
edición.P497.Mario Vargas Llosa.
3-Trujillo. El hombre y su personalidad. Editora
Búho,2006.Pp420 y 421. Lino A. Romero.
4- Ayer, el 30 de mayo y después. Editora Búho, 2005.Pp214
y 222. Fernando Amiama Tió.
5-Trujillo.El tiranicidio de 1961.Taurus, editorial
Santillana, 2007.Pp316, 318, 319 y 320. Juan Daniel Balcácer.
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