LA ESPAÑA BOBA (y 3)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La España Boba brotó con su cuerpo deforme de un
vientre con múltiples placentas en un mismo útero. Surgió de la acción conocida
como La Reconquista.
Esa triste etapa de la historia dominicana fue un
engendro extraño, como tenía que ser un régimen colonial cubierto con el
sonsonete de una invocación al Rey y al mismo tiempo a la Patria. Una consigna
de por sí esperpéntica.
La Reconquista
fue un movimiento armado con connotaciones políticas dirigido por enfermizos
seguidores en esta tierra dominicana del rey felón, como apodaban al Borbón Fernando
VII, quien ni siquiera tuvo lealtad con su propia tierra.
Esa testa coronada (meses antes de la Batalla de Palo
Hincado sustituyó en el trono español a José I Bonaparte, alias Pepe Botella)
cometió mil vilezas contra la España decimonónica, entonces atacada sin piedad
por las fuerzas napoleónicas, y carcomida internamente por grupos voraces que operando
desde Sevilla y otros pueblos andaluces se nutrían de las hilachas que quedaban
de su ampuloso traje de otrora imperio poderoso.
Con el último día de La España Boba se abrieron otros
ciclos de la accidentada historia dominicana. Algunos de ellos caracterizados
por una gran consternación espiritual.
No obstante las múltiples dificultades, el germen de
lo que sería luego el pueblo dominicano que es hoy no desapareció ni con La
Reconquista ni con La España Boba ni con otras etapas tristes y convulsas que
surgieron posteriormente.
Por eso estoy en diapasón con los juicios que,
conectado con La Reconquista y su secuela directa, escribió el historiador Hugo
Tolentino Dipp en su ensayo titulado Orígenes, vicisitudes y porvenir de la
nacionalidad dominicana. Así lo planteó el gran pensador y académico ya
fallecido:
“A pesar de este fracaso las fuerzas creadoras de la
historia siguieron en marcha. El pueblo, que a ellas aportaba su entusiasmo y
que con ellas vislumbraba el porvenir, continuó rumiando el sueño de la
independencia.”1
Para que se tenga una idea de los principales
personajes de la etapa denominada La España Boba haré breves semblanzas de sus
tres últimos gobernadores, pues sus actuaciones permiten entender mejor qué
sucedió en nuestro país desde el 1808 hasta el 1821.
Carlos Urrutia Montoya (1813-1818)
La Junta de Gobierno de España, que entonces tenía su
asiento en la ciudad de Sevilla, en el sur español, nombró el 27 de abril de
1811 al mariscal de campo Carlos Urrutia Montoya como gobernador, Intendente y
Capitán General de la que denominaban provincia de ultramar de Santo Domingo. Dos meses y 15 días antes había muerto en su
lecho de enfermo Juan Sánchez Ramírez, el abanderado de La Reconquista.
Múltiples motivos retrasaron la llegada del nuevo
gobernador colonial, la cual se materializó el 7 de mayo de 1813.
Su toma de posesión se produjo el 28 de julio de 1813,
según él mismo hace constar en un largo y detallado oficio que le envió al día
siguiente al Consejo de Regencia, en el cual hacía una radiografía del cuadro
de miseria que había encontrado en el territorio que habían puesto bajo su
mando, cuyos moradores estaban “amaestrados por las vicisitudes.”
Una de las medidas controversiales que tomó el
gobernador colonial Urrutia Montoya fue el cambio del papel moneda y su valor
fiduciario por monedas de cobre. Nunca pudo resarcir a los dueños por los
billetes anulados. Particularmente el caso de los comerciantes fue dramático.
A Urrutia se le puso el mote de Carlos Conuco, en una
especie de venganza porque ordenó que muchos adultos, particularmente holgazanes
de todos los pelajes, se dedicaran al cultivo de pequeños predios.
Por los mismos resultados de aquella decisión de alias
Carlos Conuco queda claro que era una simple agricultura de subsistencia, sin
normas de trabajo asalariado ni tampoco se han encontrado huellas informativas
de que aquello estaba cubierto por la modalidad de aparcería.
Dicho lo anterior a pesar de que él sostenía, y así lo
dejó anotado en sus papeles como gobernador colonial, que la producción
agrícola comercial era fundamental para sacar a la población de la postración
económica.
Hay narraciones de antaño que señalan que el mismo
Urrutia tenía un conuco donde producía hortalizas y frutos menores.
A los dos años y seis meses de estar ejerciendo aquí
como gobernador fue ascendido a teniente general y, además, se le otorgó la
Real y Militar Orden de San Hermenegildo, en la categoría de Gran Cruz.
A pesar de las mofas y las ácidas críticas con las que
su figura aparece en muchos textos que se refieren al período de La España
Boba, Urrutia Montoya encontró un defensor en el acucioso historiador César A.
Herrera Cabral, quien escribió de él lo siguiente:
“Este hombre ha pasado por las páginas de la historia
nacional como un menguado reaccionario sin alientos constructivos. Nuestros
historiadores lo presentan como un viejo gruñón y amargado…Estoy a punto de
creer todo lo contrario del Mariscal Urrutia.”2
Sebastián Kindelán Oregón (1818-1821)
El brigadier Sebastián Kindelán Oregón, español
descendiente de irlandeses, tomó
posesión como gobernador colonial el día 6 de enero de 1818, cuando la
situación parecía no aguantar más
deterioro.
El significado real del calificativo de La España Boba
estaba en dicha fecha en lo que parecía ser su máximo nivel, pero la fama de
organizador que precedía a Kindelán creó cierta esperanza en los espíritus
alicaídos de los moradores de Santo Domingo.
A pesar del desaliento colectivo la población de la
ciudad de Santo Domingo le tributó un cálido recibimiento, que él luego
reciprocó con un comportamiento moderado en el ejercicio de su mandato y con
iniciativas bien intencionadas en favor de la sociedad bajo su mando, según
consta en el recuento de los hechos principales de esa época.
El gobernador
colonial Kindelán siempre pensó que su salida de Cuba hacia Santo Domingo fue
una trapisonda orquestada en su contra por el navarro arzobispo de la
arquidiócesis de Santiago de Cuba Joaquín de Osés y Alzúa.
Valga la digresión para decir que algunas crónicas de
la Cuba colonial resaltan que dicho
prelado católico se preocupó mucho por la cultura de los habitantes del
territorio bajo su dirección arzobispal. También abogó por la eliminación de la
esclavitud y por la creación de programas de reforma agraria. Esa valiente
actitud lo enfrentó a los grupos oligárquicos cubanos.
El desentendimiento entre Osés y Kindelán tuvo su
origen en problemas económicos originados en “indelicadezas” y desvíos de
dinero que hicieron familiares del referido gobernador cuando tenían a su cargo
la reconstrucción de la Catedral del Arzobispado asignado al primero.
Lo cierto es que el legajo de la gobernación colonial
de Kindelán en la etapa de La España Boba permite decir que él hizo algún
esfuerzo por cambiar el rumbo torcido que llevaban ciertas cosas de la
administración pública.
Por encima de lo antedicho, en sentido general no
prosperaron sus proyectos de aliviar el estado calamitoso de la población. Cada
día se profundizaba la crisis económica, por factores que escapaban a su
control.
Se impuso aquella vez, como en muchas otras ocasiones,
el poder abrasador de los intereses creados.
Los intereses individuales, de acaudalados o no,
fueron los mismos que 89 años después del comienzo de la gobernación de
Kindelán en el territorio dominicano recreó Jacinto Benavente en una obra
teatral, en la cual uno de sus protagonistas, el tunante Crispín, le dice con voz estentórea y sin ningún tapujo a su
cúmbila el también pícaro Leandro que: “Creedlo. Para salir adelante con todo,
mejor que crear afectos es crear intereses…”3
Otra prueba de lo crítica que era la situación al
final de la España Boba consta en
comunicaciones que el 16 y el 31 de enero de 1821 envió Kindelán a sus
superiores en la metrópoli, en las cuales hacía un memorial sobre las
vicisitudes que se vivían cotidianamente en el territorio nacional. Está
demostrado que no le hicieron caso a sus reclamos.
En la primera de las comunicaciones aludidas el
gobernador Kindelán exponía, en resumen, que las milicias tenían once años
esperando un alivio de su situación y que “en el estado de penuria en que se
encuentra toda la Isla” sólo veían la designación de personas llegadas de fuera
en puestos que “no son de absoluta necesidad.”4
En respeto a los hechos históricos hay que decir que
Kindelán puso en práctica desde su jadeante gobierno lo que mucho tiempo
después se popularizó en el país como “dinero inorgánico.”
Con algunas decisiones intrépidas y novedosas, dadas
las circunstancias imperantes, el mencionado Kindelán amortiguó un poco la
caída libre que llevaba el gobierno a su llegada a la poltrona de la
gobernación colonial.
Uno de los mecanismos que le permitió no sucumbir de
inmediato fue que un mes y días después de su toma de posesión, vale decir el
18 de febrero de 1818, puso en funcionamiento una disposición de años atrás que
autorizaba que algunos puertos del país se abrieran al comercio exterior. Eso
fue un respiro, sólo eso.
El gobernador Sebastián Kindelán tuvo que enfrentar algunas
rebeliones. La primera revuelta se produjo en Santiago de los Caballeros en
julio de 1818, encabezada por los funcionarios municipales José de Aranda,
Leonardo Pichardo, Antonio Martínez, Cristóbal José de Moya y otros.
La última conspiración en contra de dicho funcionario
fue descubierta el 19 de marzo de 1821, figurando como líder de la misma el
capitán Manuel Martínez, quien fue apresado pero puesto rápidamente en libertad
por influencia de sus auspiciadores.
Su gobernación colonial terminó con algunos gestos que
buscaban aligerar ciertos torniquetes que afectaban al cuerpo social, con los
que buscaba disminuir el desempleo y socorrer a los más desvalidos, así como reducir
el sistema de torturas contra los presos.
Después de mucho pedirlo las autoridades de la
metrópoli lo liberaron de su responsabilidad como gobernador en Santo Domingo.
Retornó a Cuba el 22 de mayo de 1821. Su reemplazante fue el brigadier Pascual
Real.
Pascual Real (mayo-noviembre 1821)
El brigadier Pascual Real, que había sido gobernador
de Maracaibo, Venezuela, llegó al país a las 5 de la tarde del 14 de mayo de
1821. Arribó por la costa de Samaná.
Un examen de las actuaciones de dicho personaje, tanto
en Santo Domingo como en Venezuela y Cuba, permite afirmar que Real carecía de
varios de los atributos que le permitieron a su antecesor, el brigadier
Kindelán, sostener en pie su mandato colonial.
En poco tiempo José Núñez de Cáceres y otros personajes
claves del país (intelectuales, oficiales militares, sacerdotes, hacendados, hateros, artesanos
especializados, comerciantes, etc.) se dieron cuenta que el nuevo gobernador colonial
sería el sepulturero, sin él proponérselo, del nefasto período conocido como La
España Boba.
Los individuos más representativos de entonces
comenzaron a bascular para romper vínculos con la metrópoli y defenestrar a su
representante colonial aquí; como en efecto así ocurrió.
El primer obstáculo que no pudo superar el gobernador
Pascual Real fueron las acciones del habilidoso gobernante haitiano Jean Pierre
Boyer, quien en esos tiempos se dedicaba al sonsacamiento de los habitantes de
las aldeas dominicanas situadas en las zonas fronterizas.
El referido gobernante del país vecino colocó para esa
tarea al coronel Desir Dalmazí, en la franja sur. En la parte norte ubicó al
contratador José Justo de Silva, influyente personaje del comercio en
Montecristi, Manzanillo y Dajabón.
Eso lo hacía Boyer como parte colateral del proceso de
la consolidación de su mando unificado
de Haití, luego del suicidio el 8 de octubre de 1820 del auto proclamado rey
Henri Christophe, momento en el cual todo el territorio de ese país quedó bajo
el mando del sustituto del fallecido presidente Alexandre Pétion.
En resumen, La España Boba terminó la noche del 30 de
noviembre de 1821, cuando se dio inicio a una sublevación dirigida por el
doctor José Núñez de Cáceres, la cual en pocas horas resultó triunfante,
proclamándose la independencia nacional al día siguiente.
Los hechos sucedieron rápidamente, pues casi toda la
población repudiaba la asfixiante situación imperante, que ya tenía varios
lustros sin mejoría.
La resistencia a los seguidores de Núñez de Cáceres
fue escasa. Sólo trataron de oponerse el sargento Diego Quero, en el fuerte San
Diego y el sargento Anselmo García en el fuerte San José.
Quero y García estaban al frente de sendos pelotones
con escasas municiones y sus reducidas tropas tenían pocas ganas de combatir.
El último gobernador colonial español durante la fase
conocida como La España Boba, brigadier Pascual Real, fue apresado sin ninguna
dificultad por el ciudadano Leonardo Pichardo.
Ese casi sietemesino administrador de la crisis
referida pasó sus últimas horas en el territorio nacional bajo arresto
domiciliario, en el casoplón de su pariente Felipe Dávila. De allí salió hacia
España en un barco inglés.
Bibliografía:
1-Orígenes, vicisitudes y porvenir de la nacionalidad
dominicana, 7 de junio de 1963.Reproducido en el boletín del AGN. No.143.sept.dcbre.2015.Pp487-509.
Hugo Tolentino Dipp.
2-El gobernador y capitán general Carlos Urrutia
Montoya (1813-1818).Revista Clío No.189.enero-junio 2015. César A. Herrera
Cabral.
3-Los intereses creados. acto segundo. última escena.
Editorial Espasa,1998. Jacinto Benavente.
4-Oficio fechado 16 de enero de 1821, del gobernador
Sebastián Kindelán a la gobernación de ultramar de España.