EMILIO PRUD’HOMME Y JOSÉ REYES
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Es importante recordar, en clave de conciencia individual
y social, los valores humanos que en el pasado hicieron sus aportes para
mantener viva la llama de la dominicanidad.
Esa evocación tiene mayor significado en el presente,
cuando es palpable que hay desinterés por las actitudes y hechos que
contribuyeron a darle forma al pueblo dominicano, con sus falencias y virtudes.
Por eso siempre es propicia la ocasión para lanzar,
aunque sea al voleo, algunas notas que permitan a las actuales y futuras
generaciones rendirles el respeto y la admiración que se merecen personajes del
calibre de los autodidactas Emilio Prud’ homme Maduro y José Rufino Reyes
Siancas, los creadores del himno nacional dominicano.
Ambos vivieron matriculados en la idea fija de que hay
que mantener vivo el mejor sentimiento en favor de la patria, lo cual no sólo
se afinca con fusiles y bayonetas en manos de rudos hombres que generalmente están
ajenos a las sensibilidades que emanan de las letras y de la música.
Ellos fueron héroes civiles, en tanto tenían motivaciones
interiores, a pesar de que tuvieron que interactuar, entre otros, con políticos
y soldados ariscos y montaraces, expertos en dominar hombres y bestias.
A Emilio Prud’homme Maduro y José Rufino Reyes Siancas les
correspondió vivir en una época de la historia criolla en la que aquellos que olían
a pólvora, y también los que utilizaban los tejemanejes de la politiquería
ramplona, veían por encima de los hombros, con claro gesto de menosprecio, a
los que usaban el caudal de su insospechada imaginación como útil medio para
contribuir a la consolidación de la nacionalidad dominicana.
En el himno nacional, uno de los símbolos de la nación
dominicana, se capta el pensamiento nacionalista de ambos, a pesar de que ese
canto épico fue objeto de boicoteos de parte de infames cargados de envidia que
se movían con claras intenciones de hacerlo desaparecer, tal vez por el origen
humilde y el desapego a los oropeles de sus autores.
De José Rufino Reyes Siancas
hay que decir, en apretado resumen, que nació en Santo Domingo en el 1835 y
murió en el 1905, en esa misma ciudad.
Fue un músico multifacético.
Tenía preferencia por el instrumento de cuerda frotada que es el violoncelo.
Además, fue un compositor de extraordinaria calidad, con un excelente manejo
del pentagrama.
Su principal mentor fue el
compositor, maestro de la música y militar Juan Bautista Alfonseca, a quien superó como creador musical.
Emilio Prud’homme Maduro nació en Puerto Plata en el 1856. No fue de los poetas de mayor
resonancia en el romanticismo, versión dominicana, que en la etapa juvenil de
él estaba en boga, con sus particulares matices, en diferentes áreas del Caribe
insular.
Vale decir que para esa época el
romanticismo, movimiento cultural y artístico que dejó sus huellas en muchas
partes del mundo, ya comenzaba a declinar en su propia cuna, Europa.
El hecho de que Prud’homme Maduro no fuera en sus
inicios un poeta de primera línea no significa que su ejercicio poético fuera
mediocre. Desde sus comienzos como poeta y escritor tuvo su lugar en el
florilegio de las letras nacionales.
Está fuera de cualquier asomo
de duda que la mayor inspiración poética de Emilio Prud’homme Maduro fue el himno nacional
dominicano, escrito en doce estrofas, con versos de arte mayor, en decasílabos.
Con esa obra singular quedó inmortalizado en la historia del país, sacándolo
para siempre del segundo escalón del parnaso criollo, donde lo ubicaban al
principio de su actividad literaria.
Ese ilustre puertoplateño pulió
sus trabajos literarios al mismo tiempo que ejercía como profesor en diferentes
lugares de la geografía dominicana. Era hostosiano, y como tal difundió el
ideal del gran antillano Eugenio María de Hostos.
En Azua fundó, en el 1887, la
famosa escuela Perseverancia, con elevada clasificación en las crónicas sobre
la educación dominicana del pasado. En su ciudad natal, bañada por el
Atlántico, ejerció la profesión de abogado con notable brillo y gran honradez.
En el 1916, en el gobierno
cuatromesino de Francisco Henríquez y Carvajal, Emilio Prud’homme Maduro dirigió el Ministerio
de Justicia e Instrucción Pública. Más de una década después de cesar en ese
elevado cargo recaló otra vez en los pasillos judiciales, en esa ocasión en
calidad de juez de la Suprema Corte de Justicia.
Lo anterior lo hizo posterior a
su trabajo original como retorcedor de tabaco en el norte del país.
Uno de sus biógrafos, el
historiador Rufino Martínez, al describir su participación en la vida pública
como declarado jimenista anotó que: “Esa actitud del hombre no perjudicó al
poeta, la más sobresaliente dote de su espíritu; pero afectó al maestro de
generaciones de Santo Domingo, Azua y Puerto Plata…” (Diccionario
Biográfico-Histórico Dominicano.P443.Rufino Martínez).
La obra maestra de Emilio Prud’homme Maduro y José Rufino Reyes Siancas, que es el máximo canto para resaltar y estimular
siempre la defensa de la patria, fue estrenado el 17 de agosto de 1883, en la
ciudad de Santo Domingo.
Ese mérito germinal le
correspondió a la orquesta dirigida por Manuel Martínez, de la cual era
integrante el mismo Reyes, así como los también valiosos dominicanos José
Acosta, Alfredo Soler, José Pantaleón, Mariano Arredondo y otros.
Es oportuno señalar que las
estrofas definitivas del himno nacional dominicano fueron escritas por Prud’homme en el año1897.
Con el himno creado por ellos
fueron recibidos en el país, en el año 1884, en merecida alabanza, los restos
mortales del patricio Juan Pablo Duarte, procedentes de Venezuela, donde había
fallecido el 15 de julio de 1876.
Por múltiples alegatos,
innecesarios de mencionar aquí, no fue sino el 30 de mayo de 1934, mediante la
Ley 700, que se declaró de manera oficial como himno nacional el canto mayor de
la patria dominicana que concibieron Emilio Prud’homme
Maduro y José Rufino Reyes Siancas. Por mandato constitucional es “único e
invariable”. (Ley 700, 30 de mayo de 1934. G.O. 4686. Artículo 33 de la Constitución
de la República, proclamada el 13 de junio del 2015).
Las estrofas que escribió Prud’homme y las vibrantes notas musicales compuestas por Reyes son un
timbre de orgullo y emoción para los dominicanos.
Analistas literarios y musicólogos han considerado que La Marsellesa, el mayor canto patriótico de
Francia, cuyas letras y música surgieron en el 1792 del poeta, dramaturgo y
militar Claude Joseph Rouget de Lisle, es la más alta expresión para elevar el
amor patrio de los galos, pero no pocos
expertos han resaltado también la grandeza y calidad, en paralelo con aquel,
del himno nacional dominicano.