domingo, 16 de mayo de 2021

PROVOCACIÓN EN LA FRONTERA

 

PROVOCACIÓN EN LA FRONTERA

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Desde hace varias semanas ha estado germinando un nuevo roce en las relaciones entre nuestro país y el vecino del oeste de la isla que compartimos.

La fuente generadora del problema en curso es lo que pretenden hacer los haitianos con un importante tramo del río Dajabón.

Están trabajando a toda máquina en un canal para desviar el agua de esa importante fuente acuífera, con lo cual se afectaría su cauce natural. Así se convertiría en un erial una amplia faja de tierra dominicana utilizada principalmente para la producción de arroz y la crianza de vacas y chivos.

Por enésima vez los poderes políticos y económicos del devastado Haití, el país más pobre del lado occidental del mundo, lanzan contra la República Dominicana los pesados dados de la provocación, creando un nuevo marco de tensión.

Situaciones parecidas a esa han sido recurrentes en el tiempo. Los que han gobernado en el poniente insular siempre se han aprovechado de la disfunción del aparato estatal dominicano, que con su “laissez faire, laissez passer” ha dejado acrecentar en la zona fronteriza hechos bochornosos contra la majestad de nuestra soberanía.

Si se da una mirada hacia atrás a la larga, marchita y arrugada hoja de la historia de los dos países se comprueba que la casta dirigencial haitiana, con las consabidas excepciones individuales, siempre ha tenido una morbosa delectación clavando  espuelas y aguijones en los ijares del peligroso caballo de la provocación.

Con su accionar esos grupos sacan diversos beneficios particulares y de paso mortifican, dañan y crean zozobra a los dominicanos. Es un viejo ritornello nada musical.

Las reducidas pero persistentes élites de Haití se gastan el lujo de actuar con no poca fanfarronería contra el pueblo dominicano. Ese comportamiento, sazonado con perversidad, ha sido admitido con vergüenza ajena por sectores lúcidos del país vecino, aquellos que no han querido tapar el sol con un dedo y que han preferido en buena hora no entrar en connivencia con los provocadores.

Para comprobar, en cada acto de hostilidad hacia la República Dominicana, los tejemanejes de casi todos los actores que tradicionalmente han participado en la politiquería ramplona haitiana, ni siquiera hay que acudir a los meandros teóricos de la llamada Escuela de los Annales, creada en Francia por Lucien Febvre y March Bloch.

Dicha corriente historiográfica fue creada precisamente en el 1929, meses después de que los presidentes Horacio Vásquez de la República Dominicana y Luis Bornó de Haití firmaran, el 20 de febrero de dicho año, un acuerdo fronterizo con el rimbombante título de Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje.

En esa ocasión del lado dominicano se tenía la esperanza de que con ese acuerdo terminarían los problemas que se arrastraban desde antes del 3 de junio de 1777, cuando España y Francia firmaron el llamado Tratado de Aranjuez, mediante el cual se establecieron los límites fronterizos entre sus respectivas colonias en esta isla tan zarandeada por los vendavales de la historia, a partir de que Colón llegó a ella hasta el presente.

Los registros de los hechos pasados demuestran que Haití nunca ha cumplido  convenios, acuerdos ni protocolos firmados con la República Dominicana. Para los gobiernos haitianos que se han sucedido en el tiempo no ha existido aquello que los latinos denominaban el “pacta sunt servanda”, que no es otra cosa que la simple obligación que tienen las partes para cumplir lo pactado por ellas.

Ese es un principio esencial en cualquier plano de derecho doméstico, pero con más vigor aún en los niveles bilaterales entre países fronterizos, y en la elevada escala del Derecho Internacional.

Ahora, reitero, gentes de poder económico y político en Haití pretenden cambiar el curso final de esa fuente hidrográfica tan importante que es el río Dajabón, también conocido como Masacre, nombre último que nada tiene que ver, como piensan muchos, con los abominables crímenes ocurridos en esa zona del país en el año 1937.

En muchas ocasiones el país ha sido muy permisivo con las travesuras fronterizas que han cometido grupos específicos de Haití en desmedro de la soberanía dominicana.

Lo anterior dicho a pesar de que como un rayo de luz fugaz, y por su propia conveniencia territorial, el país vecino consignó en el artículo 3 de su Constitución del año 1874 que aceptaba que de la isla de Santo Domingo sólo le pertenecían “los lugares ocupados actualmente por los haitianos.”1

Tal vez los dominicanos de entonces pensaron que al darle rango constitucional a dicha realidad geográfica los dirigentes haitianos conservarían ese concepto como una verdad rotunda. La realidad fue otra muy distinta.

En los últimos años del siglo XIX y al comienzo del siglo pasado los haitianos llevaron hasta el paroxismo las tensiones fronterizas. No hubo un baño de sangre por la tolerancia del lado dominicano.

Voces dominicanas sensatas abogaron entonces, como en otras ocasiones, por transitar el sendero de la paz entre ambas naciones.

Lo contrario, con reconocidos agitadores de ese tiempo azuzando a las masas haitianas, ocurría en el flanco occidental de los ríos Masacre, Artibonito, Pedernales, Macasía, Libón y los arroyos Carrizal y Capotillo.

En esa época fue que Américo Lugo publicó su obra A punto Largo, en la cual al tocar los problemas existentes en la línea divisoria de los dos países hizo un ejercicio de buena vecindad, el cual no fue correspondido.

Ese espíritu civilista que fue el ilustrado Lugo pedía calma ante “las dificultades que surjan por razón de frontera.” Puntualizaba que: “Nuestros conflictos con Haití no deben resolverse por la guerra, sino por la paz…”2

Es una verdad conocida que los hechos ocurridos en el pasado constituyen no sólo un aviso para el presente, sino también una advertencia para el futuro. Por eso ahora no se puede permitir (siempre en el ámbito de la legalidad) la barbaridad que quiere hacer Haití en el río Dajabón, el cual nace en el empinado cerro Pico del Gallo, en el municipio Loma de Cabrera, y desemboca en la bahía de Manzanillo, ambos puntos geográficos dominicanos.

El gobierno dominicano tiene la obligación de hacer valer frente a las autoridades  haitianas las consecuencias que se derivan del principio de la autonomía de la voluntad, así como la soberanía y fuerza obligatoria de dicha voluntad expresada en las firmas de los diversos convenios que el país ha hecho con ese vecino generalmente incómodo y hostil.

Cuando han surgido dificultades, como la que ahora hay con las pretensiones haitianas de desviar las aguas del río Dajabón, se ha hecho mención del ya citado tratado de 1929. Pero antes hubo otros que tampoco cumplieron los gobiernos de Haití.

Para poner un solo ejemplo cito el Tratado de Paz, Comercio, Navegación y Extradición firmado el 9 de noviembre de 1874. Ese convenio se convirtió muy pronto en letra muerta.

De nada valió que el artículo 2 de dicho pacto rezara así: “Habrá paz perpetua y amistad franca y leal entre la República Dominicana y la República de Haití…”3

El referido trato fue dejado sin efecto por Haití, mediante una ley votada por sus cámaras legislativas el 9 de octubre de 1876, a solicitud con tono imperativo del nuevo gobernante Pierre Théoma Boisrond Canal.

Para dicha fecha no se habían cumplido dos años de haber sido dicho acuerdo bilateral firmado y ratificado por las instancias estatales de ambas naciones.

En su obra sobre la historia de los dos países que coexisten en la isla de Santo Domingo el historiador haitiano Jean Price-Mars hace un análisis sesgado de dicho compromiso interestatal (incluso voló adrede el referido artículo 2). Reseña dicho autor que el presidente Boisrond Canal consideró sospechoso ese y otros acuerdos, así como “leyes, decretos y resoluciones dados a partir del 14 de mayo de 1874…Las relaciones diplomáticas entre ambos países quedarían rotas hasta 1880.”4

Es pertinente recordar ahora que ha sido una práctica recurrente de haitianos desaprensivos ir cambiando a hurtadillas los límites geográficos que sirven de raya separadora a los dos países.

No sólo han sustraído porciones de tierra dominicana, sino que se han atrevido a mover de lugar algunas pirámides delimitadoras de la frontera.

Con ello han pretendido alterar la cartografía correspondiente, levantada en la zona limítrofe entre ambos países al amparo de los acuerdos de paz firmados para conjugar los intereses comerciales y políticos recíprocos.

Frente a las provocaciones de Haití uno está tentado a pensar, casi como si fuera una escena de teatro del absurdo, (en el ejemplo siguiente con una patética inversión de roles) que el rojo escarlata de su bandera parece seguir impulsando a sus voraces y despiadados clanes económicos-políticos-militares a imitar al famoso personaje Charles Marlow, aquel de la novela titulada “El corazón de las tinieblas”, ambientada en los años finales del siglo XIX en los territorios por donde se desplaza el río Congo, escrita por el polaco Joseph Conrad, cuando al examinar un mapa de las posesiones del imperio británico en África se sentía gozoso al ver muchos parches rojos, porque era la prueba de que ese imperio “había hecho un verdadero trabajo.”5 

 

Bibliografía:

1-Constitución haitiana de 1874.Art.3.Las Constituciones de Haití.P291.Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1968. Luis Marinas Otero.

2-A punto largo. Impresora Cuna de América, 1901.P211.Américo Lugo.

3-Tratado de Paz, Comercio, Navegación y Extradición. R.D.-Haití.9-nov-1874.

4-La República de Haití y la República Dominicana. Tomo II. Editora Taller, 2000.Pp747 y 748. Jean Price-Mars.

5-El corazón de las tinieblas. Edición Juventud, 2013, Barcelona, España. Joseph Conrad.

sábado, 8 de mayo de 2021

AMÉRICO LUGO, EJEMPLO DE INTEGRIDAD (y II)

 

AMÉRICO LUGO, EJEMPLO DE INTEGRIDAD (y II)

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Isidro Américo Lugo Herrera transitó la vida terrenal combinando su elevado nivel moral con la magnitud de su grandeza humana. Nunca se doblegó ante las adversidades. Siempre mantuvo una postura vertical en defensa de los intereses del pueblo dominicano.

Fue un hombre de gran honor, como quedó demostrado con sus hechos. Nunca temió enfrentar las consecuencias que pudieran derivarse de su posición patriótica ante los desmanes de gobernantes, criollos o extranjeros, que sojuzgaron al pueblo dominicano en los torbellinos políticos que se sucedieron en el país en la primera mitad del siglo XX.

Lugo, llamado el poeta de la prosa, fue el valiente que le dio un sonoro rapapolvo al contralmirante Thomas Snowden, uno de los jefes de las fuerzas de ocupación gringas, cuando éste se atrevió a decir que no se apoyaba en la violencia, al tiempo que se auto calificaba de “gobernante dominicano” que buscaba “emular las virtudes cívicas…” de  prestantes figuras de la vida pública del país, como lo fueron los presidentes Espaillat y Billini.

El culto y veraz  historiador higüeyano que fue Vetilio Alfau Durán escribió, a mi juicio, una de las definiciones más equilibradas y mejor logradas sobre la fisonomía moral de Américo Lugo, al señalar que:

“Don Américo Lugo, aunque arrogante y apasionado a veces, tuvo entre sus prendas valiosas una modestia ejemplar; le repugnaba el halago y solía engavetar en el silencio diplomas y medallas que nunca lució...La vida de Américo Lugo ofrece un singular ejemplo de dominicanidad… ”1

En el mundo hodierno las personas como Américo Lugo sufren mucho, puesto que salvo las consabidas excepciones las instituciones llamadas a organizar la sociedad en función del bien colectivo han sido asiento, con frecuencia indeseada, de la morralla humana. Él siempre enfrentó la liviandad moral de muchos entorchados de su época y aborrecía la necedad de no pocos.

Américo Lugo fue el fundador, el 26 de octubre de 1907, del Ateneo Dominicano, un faro cultural de gran calado.

El que se encargó de aclarar definitivamente esa verdad con categoría de axioma, con documentos a la vista, fue Vetilio Alfau Durán, en una crónica que publicó  el 18 de mayo de 1970. Así quedaron deshechas y sepultadas versiones distorsionadas que le negaban a Lugo la paternidad de esa institución de gran resonancia en el mundo cultural criollo.2

Al analizar los ensayos jurídicos de Américo Lugo, así como sus discursos y conferencias de inspiración política, con fuerte raigambre patriótica, no sólo se descubre en él al jurista de gran envergadura que era y al pensador que puso su talento reflexivo al servicio de la patria, sino también su intrepidez combinada con una visión reposada sobre el presente que vivía y el futuro que aspiraba para el pueblo dominicano.

Al discurrir en la lectura de muchos de los escritos de Lugo, en su rol de doctrinario del Derecho, me da la impresión, por el consabido “tránsito psicológico”, que él estaba en diapasón con su contemporáneo el toscano Piero Calamandrei, quien en su obra Elogio de los jueces puntualizó que: “El abogado es la bullidora y generosa juventud del juez; el juez es la ancianidad reposada y ascética del abogado.”3 

Sobre la Nación

Américo Lugo tenía su propio criterio para definir  lo que a su juicio constituye una nación.

Para él la creación de una nación tiene que pasar por un proceso de cultura política del pueblo y desarrollar la conciencia de comunidad y unidad que a su decir no tenía el pueblo dominicano. A ello le atribuía que “nuestras Constituciones sean letra muerta” y alegaba, además, que “no se puede gobernar a un pueblo que no tiene conciencia de nación.”4

Sus juicios no coincidían con la definición clásica de nación: “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno.” Así lo dice la Real Academia Española en su Diccionario de la Lengua Española.

Valga la digresión para señalar que dicha entidad ha mantenido invariable su referida definición de nación, sin hacer matizaciones ni interpretaciones tangenciales, desde que en el 1780 compendió el denominado Diccionario de Autoridades.

Con ese vocablo los académicos de la lengua no han aceptado el vaticinio del poeta Horacio, quien en  su famosa Epístola a los Pisones, también llamada Arte poética, escrita hace más de dos mil años, dijo que: “Renacerán vocablos muertos y morirán los que ahora están en boga, si así lo quiere el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua.”5

                                         La clase media

Cuando la segunda década del siglo XX había rebasado su ecuador, Lugo volvió sobre el tema de la clase media. En su denso ensayo jurídico, político y sociológico de la República Dominicana desde el 1844 hasta el 1916, titulado El Estado Dominicano ante el Derecho Público, resumió su criterio de que no existía clase media en el país. Alegaba que había dos bloques sociales: clase elevada y clase inferior. Sostenía que la primera no tenía seguridad y la segunda se movía en el escenario de la vida sin ningún freno.6

Ante una profanación

Una más de las tantas demostraciones del coraje y los méritos patrióticos de Américo Lugo fue su protesta viril cuando los relámpagos cargados de muertos dominicanos se sentían en todos los confines del país, ocupado desde hacía un mes por miles de tropas del poderoso país “del norte revuelto y brutal.”

Ante una inicua acción de puro bandalismo perpetrada por los usurpadores extranjeros en el Baluarte 27 de Febrero, con el claro objetivo de provocar un terror estratégico mediante el amedrentamiento a la población dominicana, Lugo le dirigió una comunicación al presidente del Ayuntamiento de Santo Domingo, a la sazón Manuel de Jesús Troncoso, en la cual solicitaba que esa institución exigiera al Poder Interventor que sacara a las tropas que estaban pisoteando el sagrado recinto que es cuna de nuestra Independencia.

En la aludida misiva, de fecha 11 de junio de 1916, después de calificar como “insólita, abusiva, novísima e incalificable” dicha acción, Américo Lugo señalaba, con su personalidad marcada a fuego, que: “Esta ocupación lastima en lo más hondo el sentimiento patriótico de los dominicanos…es el más grosero ultraje.”7

 

 

La desocupación del país

 

Lugo sostenía, con una lógica que no se apartaba de los principios legales más convincentes, que el Estado dominicano no podía ratificar los actos ejecutados por los ocupantes gringos (1916-1924). Le daba condición de absurda a esa posibilidad.

El 25 de junio de 1922, en una conferencia pronunciada en la ciudad de Santiago,  advertía lo que significaría darles validez a los actos y acciones de los militares y civiles extranjeros que usurpaban el poder en la República Dominicana.

Puntualizaba, con un criterio de impecable estampa de derecho internacional, lo siguiente:

“Para que tales actos pudieran ratificarse por el Estado dominicano, sería necesario considerar al Gobierno militar investido de la soberanía, y esto es jurídicamente imposible, por el carácter mismo de la presente ocupación.”8

Cuando algunos ciudadanos criollos de prominencia social y económica (“una facción, hija del Gobierno militar o enriquecida con sus dádivas”) fueron a la ciudad de Washington en el 1922, a entablar negociaciones con la administración del presidente estadounidense Warren Harding, para la desocupación mediatizada de país, revistiendo de total impunidad los hechos ilegales de los intrusos (persecuciones, muertes, prisiones, multas, despojos de bienes materiales, etc.); Américo Lugo al mismo tiempo que  resaltaba a los dominicanos señalando que “nada ha podido doblegaros”, lanzó una verdadera catilinaria, en un folleto titulado El Plan de Validación Hugues-Peynado.

Entre otras muchas cosas, decía que : “los norteamericanos ocuparon militarmente nuestro territorio, bajo la ley marcial: y entrando al palacio de gobierno por la fuerza, crearon impuestos injustos, otorgaron concesiones ruinosas, emitieron empréstitos ilegales y dilataron la fortuna pública…”Remataba haciendo saber que “aquí no todos estamos rendidos ante el imperialismo americano y su injusto poderío.”9

Por la fuerza de los hechos materiales, en contra de lo que enarbolaban Américo Lugo,  J. Rafael Bordas y otros excelentes dominicanos, se impuso el llamado Plan Hughes-Peynado, calificado por Peña Batlle como “oprobioso instrumento imperialista…fatal instrumento de servilismo y abyección…incalificable claudicación dominicana…funesto trato esclavizador.”10

En medio de conocidas y no conocidas manipulaciones contra el pueblo dominicano fue designado como presidente provisional de la República Juan Bautista Vicini Burgos, quien fue juramentado el 21 de octubre del 1922 con el claro objetivo de cumplir los dictados que llegaban desde las oficinas cercanas al río Potomac, a su paso por la ciudad de Whashington. Tenía como tutor directo para esos fines al funcionario de la diplomacia estadounidense Benjamín Sumner Welles, el autor de La viña de Naboth.

 

Parte del ideario de Américo Lugo

Peña Batlle calificó a Lugo como “buen dominicano…ha vivido para su país y para el bien de sus compatriotas.” Por su parte el escritor, político y diplomático Manuel de Jesús Galván, autor de la clásica novela Enriquillo, lo llamó “príncipe de las letras patrias.”

De los escritos de Américo Lugo se pueden extraer frases que alcanzan la categoría  

de Ideario, pues para él cada verbo, así como cada adjetivo o cada fonema tenía un impacto enorme. Ejemplos:

A)Soy como hombre un alma libre, como ciudadano, el más radical de los dominicanos. B) Respeto profundamente las opiniones ajenas; tengo derecho a que se respeten las mías.C) Gobernar es amar.D)La acción es característica de lo heroico.E) Para la tierra humana agostada por la edad, la juventud, como la aurora, trae un mensaje de esperanza, rocío, trino, rosas.

 

Bibliografía:

1-Reproducido en el libro Por la verdad histórica.Editora Búho 2015.Pp122 y 123. Vetilio Alfau Durán.

2-Revista ¡Ahora! No.340.18-mayo-1970.Vetilio Alfau Durán.

3-El elogio de los jueces.P83.Cre-art print, Argentina, 1997. Piero Calamandrei.

4-Carta al general Horacio Vásquez.20 de enero de 1916.Américo Lugo. correspondencia.AGN.Volumen CCCLXXXI, julio 2020.Pp91-95.

5-Arte poética de Horacio o Epístola a los Pisones.

6-El Estado Dominicano ante el derecho público.Tipografía El Progreso,1916.P23.Américo Lugo.

7-Américo Lugo. Correspondencia. AGN. volumen CCCLXXXI, julio 2020.Pp97 y 98.

 8-Conferencia.Teatro Colón, Santiago de los Caballeros, 25 junio de 1922. Américo Lugo.

9- El plan de validación Hugues-Peynado.Imprenta La cuna de América,1922. Américo Lugo.

10-De Manuel A. Peña Batlle a Américo Lugo y J. Rafael Bordas.Listín Diario,6 de febrero de 1925.

sábado, 1 de mayo de 2021

SAMANÁ: PENÍNSULA Y BAHÍA DOMINICANA

 

SAMANÁ: PENÍNSULA Y BAHÍA DOMINICANA

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

                          Encantos naturales de Samaná

Samaná es la más grande y hermosa península dominicana, siendo al mismo tiempo tierra de bahías, pues está integrada por al menos tres grandes: Escocesa, Rincón y Samaná, que le dan a esa provincia una característica única en la geografía del país.

La capital provincial, Santa Bárbara de Samaná, sufrió un pavoroso incendio el 14 de octubre de 1946. Solo la iglesia metodista conocida como La Chorcha, y unas cuantas viviendas de estilo victoriano, se libraron de las lenguas del fuego.

Bahía y península son términos geográficos opuestos, sin embargo Samaná tiene la singularidad de ser las dos cosas, pues el mar penetra extensamente a sus costas y una amplia franja de su territorio se interna en aguas marinas.

Esa característica geográfica, y algunos atributos intrínsecos a sus habitantes, han convertido a Samaná en fuente de estudios para historiadores, antropólogos, geólogos, biólogos marinos, minerólogos y ensayistas, pero también en lugar de ambientación para obras de ficción como novelas, cuentos, relatos y poemarios, así como lugar de gran atracción para cineastas, fotógrafos y documentalistas.

Cito un solo ejemplo literario: Fue en las tibias aguas de Samaná que a la embarcación imaginaria de Trigarthon, el solitario del mar, "los ciclones la hicieron pedazos con la furia de sus vientos endemoniados".1

Los ríos de Samaná son pocos y de limitado recorrido, pero en cambio tiene mucha arena en gran parte de sus costas marinas, lo que ha permitido que en el transcurso de los años se hayan formado muchas playas, algunas de ellas de difícil acceso, pero todas hermosas y con sus características particulares para deleitar a moradores y visitantes.

Samaná era una isla, tal vez desde el Cretáceo, hace ya millones de años, y luego se transformó en península, cuando el canal marino que la separaba del resto del país fue tapizado por las terrazas aluvionales del río Yuna. Eso se comprueba al observar los mapas cartográficos y leer los relatos de viajeros de la época colonial.

El Océano Atlántico corteja esa península por el Norte, el Este y parte del Sur. El Parque Nacional de los Haitises cubre una porción de sus lados Sur y Oeste y las provincias María Trinidad Sánchez y Duarte colindan con gran parte de su flanco occidental.

Tiene seis áreas protegidas, incluyendo el Refugio de Vida Silvestre del Gran Estero y un Santuario de Mamíferos para las ballenas jorobadas que de enero a marzo vienen unas a aparearse y otras a parir en esa zona dominicana.

Bahías, playas, ríos, orografía, península, cayos, gastronomía, música, religiosidad, multiplicidad étnica y otras cosas hacen de Samaná un muestrario perfecto de la dominicanidad.

Sobre los bosques, minas y en fin todo lo que como conjunto es Samaná, se ha escrito mucho, y con razón.

Un ejemplo de descripciones referentes a esa provincia peninsular: "...El cambio de rumbo se inicia en Punta Balandra, promontorio de picachos y rocas que desciende en una playita. Un poco más hacia el oeste está el observatorio terrestre de ballenas jorobadas..." Sobre los cayos de Samaná el autor a que aludo dice: "El más conocido es Cayo Levantado, de 3 kilómetros cuadrados, montado sobre el gran arrecife de la bahía de Samaná. Es un lugar paradisíaco, con 600 metros de playa de arena blanca y fina, cocoteros... Otros de los islotes más vistos son: Cayo Los Pájaros, Los Chivos, La Falda, Chingüela, Vigía y La Garza."2

La riqueza y diversidad del litoral marino de Samaná están insertadas en el libro Ecos de la Costa, cuyo "santo y seña" figura en la bibliografía de esta entrega.

Generalmente sólo se mencionan de manera innominadas como playas de Samaná a Las Terreras, Rincón y Las Galeras. Sin embargo desde La Majagua hay un largo rosario de lugares llenos de arena y de agua de poca profundidad, dando origen a playas como:

Punta Arena, Balatá, Cosón, Punta Bonita, Las Ballenas, Los Pescadores, Punta Poppy, Balcones del Atlántico, Portillo, El Ancón, El Estillero, Limón, Morón, Lanza del Norte, Las Canas, El Ermitaño, Puerto Malo, Puerto Brun, Rincón, Breman, Frillet, Ñiñingo, La Colorá, El Caletón de Julito, Playita del Amor, La Playita, Las Galeras, El Rincón de los Naranjos, El Aserradero, Madame.

Además hay que mencionar que son de allí las playas El Frontón, Francés, Balandra, Playa Cayo Levantado, Los Cacaos, Petrona, Las Flechas, Chinguela, Yagrumo, Simi Báez, Carenero, Bushi, Villa Clara, Anadel, Playa de Los Puentes, La Pascuala, Playitas Majagual, Las Garitas, San Pedro, Punta Gorda, Chombito, Palo de Cebo, Caimán y la Gureña.

Pero también el agua dulce de la provincia de Samaná atrae a miles de turistas durante todo el año. Caño Frío, en Rincón, y el salto de El Limón son los más concurridos, así como algunos espacios de escorrentía en bolsones de llanura.

" El río Limón, en realidad tiene dos grandes caídas de agua, realmente impresionantes, el salto del Indio y el Limón, propiamente, el primero escondido en la espesura del bosque de galería y el segundo aflorando como el velo de un ángel en la vertiente norte del sistema montañoso de la península de Samaná".3

Probado está que antes de que los inmensos cocotales ejercieran el dominio casi monótono que tienen sobre las estribaciones y sierras de la península de Samaná la misma estaba tupida de árboles diversos que daban a la zona una más rica configuración visual.

Los testimonios escritos de viajeros de antaño consignan que abundaban allí poblaciones de caoba, mamón, caimito, mara, mamey, ceiba, cedro y otros árboles de la floresta dominicana. Ninguno de los relatores del pasado dijo haber visto los cientos de miles de cocoteros que suplantaron ese otrora paraíso arbóreo.

De la pasada arboleda de la península se escribieron cosas como esta: "La inmensa cantidad de árboles que cubren a Samaná dota de una gran pompa al reino animal."4

Mármol de Samaná

En ese ángulo del nordeste es donde se encuentran las mayores canteras de mármol del país, especialmente en territorio del distrito municipal de Las Galeras, aunque también hay en Arroyo Barril, Rancho Español, Barrancolí y otros puntos de esa provincia.

Viajeros curiosos, especialistas en minería, científicos y cronistas de la naturaleza dominicana han dejado por escrito sus impresiones sobre la riqueza marmórea de Samaná.

"...La península de Samaná resultó de la acumulación escalonada de materiales geológicos...Después de Samaná, pero sobre todo más allá de Anadel y de Clará, está el esplendor más crudo del mármol, donde asoma en blancas desgarradoras."5

Samaná en la historia dominicana

Samaná siempre ha sido uno de los lugares del país que más ambiciones ha abierto a poderes externos, así como entre muchos gobernantes dominicanos y sus adláteres, quienes han querido utilizarla para afianzar su poder y para sacar pingües beneficios particulares en negociaciones antipatrióticas.

"... La Península y Bahía de Samaná desempeñaron un papel protagónico a todo lo largo del proceso histórico dominicano...Desde su constitución en un nitaíno del cacicazgo de Maguá, bajo el mando de Guarionex..." Hasta cuando "Luperón tuvo la oportunidad de protagonizar una de sus más hermosas gestas patrióticas, justamente en Samaná, con sus legendarias hazañas en el vapor Telégrafo, bautizado Restauración..."6

Mucha razón coronan los juicios anteriores del eximio historiador dominicano Emilio Cordero Michel al analizar con el bisturí de la verdad los hechos bélicos ocurridos en Samaná.

Son abundantes las pruebas documentales que avalan que allí se ha puesto en juego varias veces tanto la hegemonía de potencias externas como la existencia de la propia identidad nacional.

Fue en territorio de Samaná, específicamente en la bahía Rincón, donde se libró el primer combate en América (1493) entre los conquistadores españoles y los indígenas. A ese hecho de gran trascendencia histórica se le ha denominado la batalla del Golfo de Las Flechas.

No se trató de una escaramuza, como han pretendido pintar el hecho algunos neocolonialistas. Fueron varios días de intensa lucha, en los cuales se demostró la valentía indígena y la crueldad de los españoles.

Finalmente, por la superioridad armada y experiencia guerrera de los conquistadores, se produjo una masacre contra los habitantes primitivos, pero lo cierto fue que los ciguayos armados con sus flechas, dirigidos por el cacique de Samaná Mayobanex (al que los españoles colocaron el apodo de el Cabrón) plantaron cara a quienes llegaron a profanar su tranquilidad, quitarles su libertad y apoderarse de sus bienes.

Lo cierto es que 24 años después del enfrentamiento arriba mencionado, la indomabilidad de los nativos se mantenía. En el legajo 1624 del Archivo General de Indias figura el interrogatorio hecho en el año 1517 a un tal Pedro de Ledesma (publicado parcialmente en el 1953 por el historiador español Manuel Jiménez Fernández) en el cual el referido sujeto declaró que en Samaná había más de dos mil indios con un fuerte espíritu de rebeldía, pues cuando se intentaba atraparlos para ponerlos a trabajar la tierra, en condición de esclavos, se alzaban hacia los montes.7

Sobre la hecatombe de los ciguayos de Samaná Las Casas puntualizó que los conquistadores "fueron tras ellos, mataron muchos y asaetearon muchos con las ballestas, y con las espadas desbarrigaron y cortaron brazos y piernas..."8

El almirante genovés narró sucintamente esa acción así: "11-16 de enero. En Puerto de las Flechas (Bahía de Samaná).Primera lucha con los indios."9

A partir de de la referida batalla entre indígenas y españoles Samaná se convirtió en un territorio de extraordinaria importancia tanto para la geopolítica europea y norteamericana, como para la propia política interna dominicana. Fue en realidad una especie de campo de Agramante caribeño, con mucha discordia de por medio.

Los hechos (que siempre flotan con su sedimento de verdad, por más que algunos quieran dorar la píldora) están registrados y sirven como el mejor testigo para avalar lo anterior.

La codicia de unos y el fervor patriótico de otros convirtió en el pasado a la península de Samaná en un verdadero teatro de guerra.

Una de las creencias que movían a las potencias colonialistas del pasado (España, Inglaterra, Francia y EE.UU) para apoderarse de la bahía de Samaná era que pensaban que la misma era tan grande que podía manejar la entrada y salida de "todas las flotas del mundo", pero sobre todo porque estimaban que estaba preñada de carbón mineral, producto de importancia para la economía, la guerra y el dominio de otros territorios en el siglo XIX.

Se trataba de un mito. En efecto, en el 1851 el entonces cónsul inglés en el país Robert Herman Schomburgk, luego de un viaje por esa península, rindió un informe a su gobierno en el cual indicó que en las minas de carbón cercanas al arroyo Almacén, en Samaná, no existía carbón mineral, "sino que están formadas por el combustible fosilizado denominado lignito o carbón de madera... Las laderas de las montañas son muy fértiles y a principios de este siglo estaban cultivadas de caña de azúcar, café y cacao...Se asegura que 60 ríos y riachuelos vacían sus aguas en la Bahía de Samaná."10

Un eminente patriota dominicano, poseedor de una alta dosis de sabiduría, dio en la diana al examinar la razones de tanta ambición sobre esa tierra "...Samaná, bahía segura, defendida y tan grande, que el geógrafo D´Anville le da el título de Golfo; tan cómoda, que encierra varios puertos en sus flancos apacibles para mayor seguridad del anclaje."11

Otro gran dominicano, nacido en la ciudad bautizada como la novia del Atlántico y principal espada de la Restauración, refiriéndose a las amenazas que acechaban al país, escribió desde París que "el gran peligro es la gran importancia de la Península de Samaná en el centro de las Antillas...Esperanza tenemos de llegar a neutralizar la piratería que prepara el Gobierno americano contra Samaná y si por desgracia no lo consigamos evitar, volaré a mi Patria a hacerme matar en la Península de Samaná."12

Antes que el país del Septentrión pusiera sus ojos de águila imperial sobre esa parte del territorio nacional ya Francia había goloseado tenerla bajo su control.

Basta señalar un caso fortuito para demostrar eso. Bertrand D’Oregon, que desde el 6 de junio del año 1665 era gobernador de la isla La Tortuga, en ruta a un frustrado rescate de franceses apresados en Puerto Rico, naufragó por los frentes de la bahía de San Lorenzo, teniendo por eso que pisar tierra. Allí le creció la ambición típica de los jerifaltes soberbios.

Un pensador dominicano resumió sus investigaciones sobre el caso así: "Las experiencias de D’Oregon por el este de La Española lo enamoraron de Samaná y allí hizo fundar una colonia de franceses en 1673 como avance a su plan de ocupación total."13

El Tratado de Basilea, firmado el 22 de julio de 1795, por conveniencia mutua entre Francia y España, mediante el cual la última cedió a la primera el hoy territorio dominicano a cambio de que ésta le devolviera las ocupadas provincias Vascongadas y la región de Cataluña, convirtió en los años siguientes a Samaná en el foco de la atención de todos. Múltiples fueron las razones de esa fascinación por los 863 kilómetros cuadrados de la península situada al nordeste de la República Dominicana.

En efecto, cuando el 27 de enero de 1801 el general haitiano Francois Toussaint Louverture ocupó la ciudad de Santo Domingo una de sus primeras disposiciones fue enviar el primer regimiento de su ejército invasor a controlar Samaná.

El general Charles Victoire Leclerc, cuñado del emperador Napoleón I, y jefe de las tropas de ocupación de Francia en la isla de Santo Domingo, al ser derrotado en las callejuelas de Puerto Príncipe, en el 1801, estableció en varias ocasiones su puesto de mando en la península de Samaná. Así también lo hizo el general Jean Louis Ferrand, quien encabezó la llamada era de Francia en el país, hasta que se produjo el hecho de Palo Hincado.

Páginas sobre historia dominicana revelan que "...Las tropas europeas enviadas desde Samaná por el general Leclerc, con el objeto de expulsar de la parte española de la isla a sus intrusos invasores y establecer en ella, sobre sólidas bases, la verdadera dominación francesa."14

Décadas después, en diciembre de 1843, los afrancesados dominicanos encabezados por Buenaventura Báez convinieron en solicitar el protectorado de Francia, para lo cual tuvieron varias conversaciones con el cónsul de ese país en Haití Andre-Nicolas Le Vasseur, un archiconocido maniobrador imperial. A cambio de dicha "protección" ofrecieron ceder la península y bahía de Samaná.

Ese nefasto proyecto fracasó gracias a la decidida acción de Duarte, Sánchez, Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Pérez, el sacerdote José Antonio de Bonilla y otros valientes dominicanos.

Cuando el 9 de febrero de 1822 se produjo la invasión haitiana a nuestro país el presidente Jean Pierre Boyer puso mucho interés en asegurar para sus intereses la bahía de Samaná. Una serie de disposiciones tomadas casi de inmediato así lo demuestran. Comprobado está que "uno de los primeros actos de Boyer fue la construcción en 1822 de un fuerte en Los Cacaos, frente al cayo del Levantado...los haitianos construyeron en la boca del río Limón un pequeño fuerte, con varios cañones..."15

Otros acontecimientos de gran impacto político, económico y militar ocurrieron en Samaná y sus contornos en el período convulso de 1801 hasta el 1822, época en la cual se produjeron tres invasiones de tropas haitianas al territorio dominicano.16

Es oportuno señalar que miles de páginas cubren los diversos intentos de los Estados Unidos por apropiarse de Samaná, así como la actitud obsecuente de algunos dominicanos en ese malsano propósito.

En ese sentido basta con decir que Franklin Pierce, el décimocuarto presidente de los Estados Unidos, envió al país al famoso aventurero texano William Cazneau para "firmar un tratado de reconocimiento de la República Dominicana a cambio del arrendamiento de la Bahía de Samaná y una porción de terrenos en un punto estratégico para una estación carbonera."17

Ante ese acto Juan Abril Cueto, un espía español residente en el país, envió el 20 de septiembre de 1854 una comunicación a sus superiores en Madrid, extensiva a los capitanes generales de las entonces colonias de Cuba y Puerto Rico, en la cual, aludiendo a Samaná, les dice:

"Tenemos la firme convicción de que el señor Cazneau ha hecho un tratado secreto con el gobierno de este país en ceder o arrendar un pedazo de terreno en las costas de esta República para que los americanos puedan establecer arsenales, cuarteles, fortificaciones, poner guarniciones, aguas libres para navegar sus buques de guerra en todo el litoral de la República..."18

Aunque al principio de la Anexión a España una parte de los samanenses la apoyaron, luego se produjo una adhesión masiva a la causa restauradora, provocando que los jefes anexionistas acantonados en la Capitanía General de Santo Domingo tomaran represalia.

Así quedó registrado ese suceso histórico: "Por ejemplo, el cuerpo de policía de Samaná fue suspendido porque la mitad de su personal desertó, pasándose a las filas rebeldes."19

Diversidades samanenses

La provincia de Samaná tiene como capital a la ciudad de Santa Bárbara de Samaná, poseedora de encantos gastronómicos y un idílico paisaje de mar, cayos y montañas; y los municipios de Las Terrenas (cuya singular belleza marina es el deleite de turistas nacionales y extranjeros) y Sánchez, con una alforja repleta de acontecimientos históricos, desde hace décadas transformado en un activo punto de comercio agropecuario y lugar de abasto de pescado y mariscos, especialmente crustáceos.

En el Limón de Samaná, fruto de un francés y una samanense, nació el 20 de septiembre del 1819 Teodoro Chassériu, quien se convertiría en uno de los más famosos pintores franceses del siglo XIX. Su fama es resaltada a nivel mundial. Escuelas y calles del país llevan su nombre.

La provincia de Samaná es uno de los pueblos dominicanos que mayor flujo de inmigrantes ha tenido en el discurrir de los siglos.

Un culto y distinguido samanense, en un enjundioso ensayo sobre las inmigraciones francesas a Samaná, explica con lujo de detalles que "... desde el 1640 hasta las primeras décadas de los 1900, Samaná recibió grandes cantidades de inmigrantes que fueron conformando su población y sociedad...Durante ese lapso-casi 250 años- hubo cinco inmigraciones claramente diferenciadas..."20

La capital provincial, Santa Bárbara de Samaná, sufrió un pavoroso incendio el 14 de octubre de 1946. Solo la iglesia metodista conocida como La Chorcha, y unas cuantas viviendas de estilo victoriano, se libraron de las lenguas del fuego.

Esa famosa iglesia fue pre fabricada en Inglaterra e instalada en Samaná en el año 1901. Es de zinc por fuera y madera preciosa por dentro. A parte de los cultos religiosos ordinarios, en La Chorcha se celebran varias festividades ancestrales, siendo una de ellas la alabanza por las cosechas de productos de la tierra.

En los años 70s del siglo pasado esa ciudad fue reconstruida por el gobierno de Balaguer, quedando sólo en pie el referido templo metodista. En la ocasión hubo graves arbitrariedades gubernamentales contra los samanenses que se oponían a la destrucción del pueblo. Se produjo una voltereta paisajística, pues se destruyeron muchas viviendas que representaban la verdadera historia arquitectónica de Santa Bárbara de Samaná.

La península de Samaná posee su gastronomía particular y sus peculiares conceptos religiosos, ello como resultado de esa especie de crisol de inmigrantes de diversas razas que han ido formando allí una identidad propia.

Desde mediado del siglo XIX se estuvo hablando de un ferrocarril que uniera a las ciudades de Santa Bárbara de Samaná y Santiago de los Caballeros para desarrollar el comercio agropecuario de esa amplia franja de la parte norte del país. La línea férrea fue inaugurada en el 1888, en un tramo que cubría Sánchez-La Vega.

En la provincia Samaná nació el gran historiador y eminente ciudadano dominicano Emilio Rodríguez Demorizi. Llegó al mundo en la comunidad de Sánchez, el 14 de abril de 1906. Escribió o editó más de 120 libros sobre diversos temas y acontecimientos históricos, incluyendo en su bibliografía la deliciosa novela La Tertulia de los Solterones ("hastiado ya de publicar viejos papeles y largas cosas de historia, escribo este libro para divertirme...)."Es raro que la mujer superior pueda encontrar compañero de su categoría que acepte una igualdad y menos una superioridad...Por eso lo triste de muchas solteronas es que los que se les acercan se sientan, frente a ellas, o muy jóvenes o muy viejos o muy indignos de ellas..."21

Esa descollante personalidad ocupó diversas posiciones de gran relevancia: Secretario de Educación, Secretario de Interior y Policía, Rector de la Universidad de Santo Domingo, Presidente de la Academia Dominicana de la Historia y de la Sociedad Dominicana de Geografía, Director del Archivo General de la Nación, Presidente del Concejo de Regidores del Ayuntamiento del Distrito Nacional, embajador acreditado en varios países. Escuelas y bibliotecas se honran con su nombre.

El historiador Dr. Frank Moya Pons lo definió como "el más alto modelo de la abnegación que haya dado el país desde los días de Pedro Henríquez Ureña."

Bibliografía:

1- Anadel (la novela de la Gastrosofía). Editorial Ucamaima 1976. Julio Vega

Batlle.

2- Ecos de la Costa. Editora Amigo del Hogar. Octubre 2016. Páginas 128 y

131. Domingo Marte.

3- Pacto con las Aguas. Impresora Ocean Grafic Printing, China.Abril 2015. Autora Miriam

Calzada. p416 (texto citado Agua y Vida, de Eleuterio Martínez).

4- Noticia Estadística sobre Samaná (1822), por J. Becker.

5- La Naturaleza Dominicana. t3. p93.Editora Corripio, 2006.Félix Servio Ducoudray.

6- Schomburgk y Samaná. Colección Orgullo de mi Tierra. Editora Búho 2009.pp 45-47. Emilio

Cordero Michel.

7- Los Dominicos y Las Encomiendas de Indios de la isla Española. Editora del Caribe, 1971.p.

295. Emilio Rodríguez Demorizi.

8- Oviedo, Las Casas, Crónicas Escogidas. Editora Corripio, 12 diciembre 1988. pp436, 438.

Fray Bartolomé de las Casas.

9- Cristóbal Colón Diario de Navegación.p 355. Editora Corripio, 14 de mayo de 1988.

10- Asuntos Dominicanos en Archivos Ingleses. pp38, 39 y 43.Editora Corripio 1993. Editores:

Bernardo Vega y Emilio Cordero Michel.

11-Papeles de Pedro F. Bonó. Editora del Caribe 1964. Página 97. Publicado originalmente en la

Impresora del Cibao en 1857.

12- Carta de Gregorio Luperón a Pedro F. Bonó, fechada el 15 de abril de 1882.

13- La isla de la Tortuga. p244. Ediciones Cultura Hispánica, 1951. Editada en facsímil en el

1974. Manuel Arturo Peña Batlle.

14- Rasgos biográficos de dominicanos célebres. p116.Editora del Caribe. Septiembre 1971.José

Gabriel García.

15- Breve historia de Samaná. Editora Búho, 2009. Colección Orgullo de mi Tierra. p23.

Bernardo Vega.

16- Invasiones haitianas de 1801,1805 y 1822.Editora del Caribe 1955.pp186 y siguientes.

Emilio Rodríguez Demorizi.

17- Documentos para la historia de las relaciones domínico-americanas (1837-1860). Editora

Corripio 1987.p228.Alfonso Lockward.

18- Paz en Santo Domingo (1854-1865). Página 83.Madrid, 1987. Editor Centro de Estudios

Históricos. Cristóbal Robles Muñoz.

19- El Caribe Hispano en el siglo XIX.p115.Editora Búho, octubre 2012.Luis Alvarez López,

quien tomó la información de la nota del legajo 1034 A del Archivo General de Indias.

20- Las Inmigraciones francesas a Samaná. Colección Orgullo de mi Tierra. Editora Búho

2009. p62. Ing. Efrain Baldrich Beauregard.

21- La Tertulia de los Solterones. Editora Taller, mayo 1995.p81. Emilio Rodríguez Demorizi.

Publicado 5-mayo-2018.Diario Dominicano.