miércoles, 27 de mayo de 2020

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (II)



SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (II)
23-mayo-2020

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El teniente Kennedy
Como indiqué en la entrega anterior, recientemente se cumplieron 75 años de aquel histórico 8 de mayo de 1945 cuando en Berlín los alemanes se rindieron a las Fuerzas Aliadas, para formalizar el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos personajes civiles y militares de diversos países participaron en esa devastadora contienda que costó la vida a entre 50 y 60 millones de personas.
 Muchos de los combatientes lo hicieron desde posiciones modestas, sin formar parte en todo caso de la cúpula cívico-militar de los dos grandes bloques en conflicto.
Sus acciones de guerra no figuraron en los titulares de la prensa de entonces, concentrada en las noticias que generaban los líderes que dominaban los hechos guerreros y el escenario político, pero algunos situados en filas secundarias luego adquirieron resonancia internacional.
Ese fue el caso del teniente John  Fitzgerald  Kennedy, quien luego fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Tuvo una participación breve en la Segunda Guerra Mundial.  Su tiempo en el teatro bélico del Pacífico fue desde abril de 1943 hasta noviembre del mismo año.
Con rango de alférez de navío comandaba la lancha torpedera PT-109, que se movía por el mar del Coral, entre las islas Salomón y otras dispersas en las costas del Nordeste de Australia y del Este de Papúa Nueva Guinea.
En la madrugada del 2 de agosto de 1943 el destructor de la Armada Imperial Japonesa Amagiri embistió y partió en dos a la referida embarcación. El incidente se produjo en el estrecho de Blackett, en la zona de las Islas Salomón, punto marítimo muy activo en las operaciones aeronavales que se efectuaban en el Pacífico.
Ese ataque provocó la muerte de 2 soldados estadounidenses y 2 más quedaron gravemente heridos. El teniente Kennedy junto a otros 10 marinos también fueron afectados con diversos daños corporales.
Después de esa arremetida  el alférez Kennedy se salvó de nuevo, mientras era trasladado de una isla a otra por el paso Ferguson. En esa ocasión su suerte estuvo guiada por la astucia de unos indígenas melanesianos que lo conducían en una piragua y decidieron colocarlo en el lecho de esa embarcación artesanal y taparlo con hojas de palmera.
En el trayecto de la riesgosa navegación aviones de combate japoneses pasaron rasantes varias veces por encima de dicha piragua, pero no dispararon porque sólo vieron a los indígenas.
Kennedy nadó bastante antes de la llegada de los nativos que socorrieron al grupo de náufragos, según las crónicas de ese incidente incorporadas a su biografía.
Por su insistencia para seguir participando en la guerra a John F. Kennedy se le asignó la comandancia de otra lancha torpedera, la PT59. En noviembre de 1943 un ataque de paludismo lo sacó de combate y tuvo que retornar a EE.UU., cerrando así su incipiente carrera militar.
Como lesionado de guerra su país le concedió la distinción Corazón Púrpura (Peuple Heart), además fue condecorado con la significativa medalla otorgada por la Armada y el Cuerpo de Marines (Navy and Marine Corps Medal).
Al entregarle dicha presea el alto mando militar expresó: “Su valor, su tenacidad y su excelente mando contribuyeron a la salvación de varias vidas humanas, encuadrándose en la línea de la más alta tradición de la Marina de los Estados Unidos.”1 

La República Dominicana y La Segunda Guerra Mundial

Los manuales y recuentos sobre los principales acontecimientos relacionados con  la Segunda Guerra Mundial están ayunos de información sobre la participación de la República Dominicana en ese conflicto.
No obstante esa omisión informativa, es de rigor señalar que cuando ya finalizaba el 1941 el gobierno dominicano le declaró la guerra a Alemania y Japón. Fue un acto más de faroleo internacional del dictador Trujillo que de una acción de guerra en sí.
Ya antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial el régimen de fuerza que oprimía al pueblo dominicano había hecho significativos gestos para acoger en el territorio nacional a miles de judíos que eran perseguidos, y sus bienes saqueados, por los nazistas que gobernaban en Alemania.
La oferta dominicana se produjo en la Conferencia celebrada entre el  6 y el 15 de julio del 1938 en la ciudad francesa de Évian-les-Bains.
Los motivos políticos y económicos, así como las consecuencias directas y proyecciones históricas de ese hecho son harina de otro costal, por lo tanto no los comentaré aquí.
Hay que recordar que antes de los hornos crematorios los nazis tenían un lustro persiguiendo a judíos, gitanos y otros grupos sociales, en una clara política estatal de limpieza étnica y robo de bienes de las víctimas, emulando con ello la operación razia que más de 1,500 años atrás hizo en Roma el rey visigodo Alarico I.

La economía dominicana

Durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial la economía dominicana tuvo un florecimiento, debido a los elevados precios de algunos productos criollos, especialmente el azúcar y la melaza que se vendían en su mayor parte a los EE.UU.
Eso estaba conectado con lo que ocurría entonces en Europa, donde obviamente los predios agrícolas fueron prácticamente abandonados.
Los ingresos económicos del país por concepto de exportaciones tuvieron un crecimiento exponencial, de conformidad con las estadísticas correspondientes al período que cubre la guerra y la posguerra referida.
Es válido señalar que esos mismos cálculos demuestran que hubo una disminución de las importaciones. Muchos fueron los motivos, entre ellos que los mares eran más escenarios de combates que vías para el transporte de mercancías desde Europa y Asia.

Combatientes dominicanos en La Segunda Guerra Mundial

En una dependencia de la Universidad de New York hay un pequeño monumento en el cual se recuerda la participación de más de 300 dominicanos en la Segunda Guerra Mundial, quienes lucharon desde diferentes posiciones contra las fuerzas nazis-fascistas.
Cabe resaltar el nombre de Esteban Hotesse, el dominicano nacido en Moca el 11 de febrero del 1919, quien bajo la bandera estadounidense piloteaba un avión bombardero mediano del tipo B-25 Mitchell. Murió en un accidente aéreo el 8 de julio de 1945, cuando apenas tenía 26 años de edad.
El oficial Hotesse perteneció a los aviadores formados en una escuela aérea del Estado de Alabama, en el Sureste de los EE.UU, quienes se denominaron Grupo Tuskegee. Su lema de guerra era “escupir fuego”. Esa promoción de pilotos hizo proezas en la Segunda Guerra Mundial desde el Grupo de Combate 332 y el Grupo de bombardeo de las Fuerzas Aéreas del Ejército Norteamericano.

La Marina dominicana

El 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque japonés a las unidades navales y aéreas de los EE.UU. estacionadas en Pearl Harbor, el dictador Trujillo les declaró informalmente la guerra a los países que integraban el grupo conocido como El Eje (léase Alemania, Italia y Japón).
Eso trajo como consecuencia una vigilancia de parte de submarinos alemanes sobre las embarcaciones que se movían por las costas dominicanas.
A partir de esa estrafalaria decisión trujillista de carácter geopolítico algunos buques mercantes criollos fueron hundidos.
Varios guardacostas dominicanos desempeñaron una modesta, pero eficiente tarea de protección para el traslado de productos agropecuarios en las áreas marítimas de los Canales del Viento y de la Mona.
El primero de los buques mercantes dominicanos hundidos por un submarino de la flota alemana fue el San Rafael, que navegaba entre Florida y Jamaica. 32 disparos a babor y estribor sepultaron en las aguas del Mar Caribe ese barco que no era de guerra.
 El aludido ataque se produjo el 3 de mayo de 1942. Los tripulantes del San Rafael lucharon con tenacidad por salvar sus vidas. Fueron 8 largos días con sus noches de terror, en condiciones totalmente adversas, nadando en aguas embravecidas y donde no era extraña la presencia de tiburones.
 El día 11 de mayo fueron rescatados en la ribera marina del poblado Nueva Gerona, capital de la cubana Isla de Pinos, que ahora es un municipio especial y desde el 1978 tiene por nombre Isla de la Juventud.
El 21 de mayo de 1942 otro submarino alemán atacó y hundió, en las aguas que conectan las islas de Martinica y Puerto Rico, al Vapor Presidente Trujillo, adquirido 9 años antes en Cuba, donde tenía por nombre Guantánamo. A bordo iban 45 tripulantes, muriendo 30 de ellos.
Uno de los sobrevivientes de ese naufragio fue Ramón Didiez Burgos, quien luego ocupó tres veces la Jefatura de la Marina de Guerra Dominicana, con el rango de Contraalmirante y, además, era un gran investigador de asuntos navales, cuyo análisis del diario de Colón contiene una novedosa tesis en la que refuta versiones de otros muchos sobre el lugar exacto en que los españoles, con Cristóbal Colón al frente, desembarcaron  por primera vez (el 12 de octubre de 1492), en el continente luego llamado América.2
Siete años antes de su siniestro el referido Vapor Presidente Trujillo tuvo la categoría de buque presidencial, con la condición de trasporte militar, como residencia oficial del Presidente de la República.
El artículo 1 del Decreto 1126, promulgado el 5 de diciembre de 1934, y publicado  en la Gaceta Oficial 4742, expedido por el tirano Rafael Trujillo, decía textualmente así: “Mientras dure el viaje que inicio en esta misma fecha, mi residencia oficial queda trasladada a bordo del vapor Presidente Trujillo.”3

Ese buque siguió siendo una unidad militar hasta el año 1938, fecha en que fue transformado en un medio de trasporte marítimo de mercancías.
La goleta Carmen fue naufragada el 13 de junio de 1942, en la costa atlántica del país, frente al Municipio de Gaspar Hernández. Había salido de Puerto Plata con destino a San Juan, Puerto Rico. Se precipitó al lecho marino bajo los torpedos de un submarino alemán, integrante de la flota que se movía por Las Antillas.
El 16 de junio de 1942 la embarcación tipo goleta bautizada con el nombre de Nueva Altagracia zarpó desde la República Dominicana rumbo a Curazao. Sus tripulantes no se imaginaron que poco antes de llegar a su destino, cargada  de productos agrícolas y aves de corral, sería torpedeada por el fuego de un submarino alemán que la hizo zozobrar.
Muchos detalles precisos sobre el hundimiento de barcos dominicanos de carga en el mar Caribe y el Océano Atlántico, durante la Segunda Guerra Mundial, están contenidos en la obra titulada La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el mar Caribe, publicada por el ilustre petromacorisano César de Windt Lavandier, quien fue Jefe de la hoy llamada Armada Dominicana, con el rango de Contraalmirante. Era también un reconocido meteorólogo.4

Diplomáticos dominicanos apresados por los nazis

Los registros históricos consignan que varios funcionarios diplomáticos y consulares dominicanos destacados en algunos países de Europa fueron capturados por la inteligencia militar alemana.
Entre los capturados por los nazis, como secuela de la declaratoria de guerra hecha por Trujillo a los países del Eje, estuvieron Porfirio Rubirosa, Ángel Barón Reyes, Nelson Mejía y César Pina Barinas.
Ninguno fue asesinado. Todos fueron utilizados como piezas de intercambio con diplomáticos alemanes que habían sido apresados por Los Aliados.

Antecedentes españoles de La Segunda Guerra Mundial

En los primeros meses de la Guerra Civil española la situación militar de las tropas franquistas no eran buenas.  Los republicanos habían logrado importantes victorias en varios frentes de batalla.
Ante la posibilidad de una derrota de los grupos falangistas y tradicionalistas que Franco encabezaba sus asesores civiles y militares acordaron buscar apoyo en Alemania e Italia, dada la comprobada afinidad ideológica que tenían con los nazistas y los fascistas. Hacia Berlín se trasladaron varios de ellos con una formal petición de ayuda.
En la cúpula dirigencial del llamado Tercer Reich existía un odio visceral hacia los comunistas, republicanos, socialistas, anarquistas, etc. que se agruparon en lo que en España se denominó como el bando republicano.
No obstante lo anterior, Hitler se enfadó al enterarse que los emisarios de Franco pedían un plazo largo para pagar los equipos de guerra que solicitaban; y también hacían otras solicitudes típicas de los pedigüeños.
Antes de decidirse a enviar una veintena de aviones de guerra a España, persuadido para ello por el almirante Wilhelm Canaris, jefe de sus servicios de inteligencia, y por el mariscal Herman Göring, comandante supremo de la Fuerza Aérea alemana, Hitler dijo para que se oyera en el bando franquista: “Cuando no se tiene dinero no se empieza una guerra.”
El pueblo vizcaíno de Durango fue el primero en ser atacado por aviones alemanes, el 31 de marzo de 1937. Versiones históricas cifran en cientos los muertos bajo los muros de iglesias, conventos y otras pequeñas edificaciones que servían de refugio a la masacrada población civil.
Ese ataque fue como un ensayo de lo que ocurrió poco después, concretamente en abril del referido año, con los bombardeos de aviones alemanes e italianos contra otras poblaciones indefensas del norte español, entre ellas Guernica.
Esos sangrientos hechos adquirieron ominosamente la categoría de antecedentes para lo que luego serían crímenes de lesa humanidad en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Una gran cantidad de pacíficos moradores de los pueblos y aldeas que sufrieron ataques con bombas incendiarias y explosivas murieron sin saber por qué. Un caso  dramático fue el de los guerniqueses, especialmente por la cantidad de niños, mujeres y ancianos fallecidos, en un día que sería de mercado zonal y cuando muchos estaban refugiados al sonar las alarmas del pueblo.
Aunque los juicios del controversial historiador  César Vidal están muy devaluados en círculos intelectuales españoles, especialmente porque tiende a fantasear sobre temas de extrema delicadeza, diré que en su obra Enigmas Históricos al Descubierto él indica que los referidos ataques aéreos se hicieron: “siguiendo criterios de oportunidad militar y no de carácter político. De hecho de haberse analizado el aspecto político quizá Guernica no habría sido bombardeada.”5   
El jefe ejecutor de los bombardeos alemanes e italianos que causaron muchas pérdidas humanas y vandalizaron varios lugares de España, pero con énfasis en la zona norte, en los pueblos que forman parte de Las Vascongadas, fue Wolfram Von Richthofen, cabeza de la rama de la aviación hitleriana enviada a España, denominada Legión Cóndor, cuyo objetivo era  apoyar al bando franquista en la guerra civil española (1936-1939).
Ese Richthofen llegó a ser en la Segunda Guerra Mundial el mariscal de Campo más joven de la Luftwaffe (la terrible aviación alemana), y adquirió la categoría de As por su intrepidez en los combates aéreos en que participó.
Por órdenes de Hitler el citado oficial alemán acordó con el general asturiano franquista Juan Vigón Suero-Díaz realizar actos de guerra con prescindencia de los daños que se causaren a la población civil.
Richthofen explicó en su Diario de Guerra (jornada del 26 de abril de 1937) la manera en que impartió órdenes a los hombres bajo su mando: “A un ritmo tal que todas las carreteras al sur de Guernica queden bloqueadas. Si lo logramos, embolsaremos al enemigo en torno a Marquina.” Al visitar Guernica, dos días después de la matanza de civiles, anotó estos ominosos juicios: “Guernica, villa de 5,000 habitantes, ha sido asolada…Las bombas incendiarias tenían ahora tiempo para desplegar su eficacia.”6  
Dicho y comprobado está que las pérdidas humanas y materiales fueron de consideración, no sólo en Guernica sino también en pueblos como Durango, Guerricaiz y Barazar.
Guernica fue inmortalizada por el pintor malagueño Pablo Picasso en su famoso cuadro al óleo sobre lienzo de estilo cubista que lleva el mismo nombre de la villa bombardeada.
Ese gran pintor y escultor, uno de los más fecundos del siglo XX, logró captar de manera simbólica los horrores de la guerra. El simbolismo de esa pintura puede proyectarse  también como una expresión dramática de lo que poco después ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
De esa obra iconográfica el mismo Picasso dijo: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo.”7  
Se han publicado varios libros sobre los ataques de los aviones alemanes e italianos a los referidos pueblos, siendo uno de ellos el titulado Guernica, del militar e historiador Jesús María Salas Larrazábal.
 Ese autor tiene una visión muy particular, intencionadamente subjetiva y sesgada sobre los acontecimientos ocurridos en las pequeñas comunidades mencionadas arriba. Al referirse a Guernica considera que se crearon muchos mitos en torno al bombardeo y la cantidad de muertos en esa villa martirizada. Dice que los fallecidos allí no llegaron a cien personas, cuando otros con mayor credibilidad informativa los contabilizan en miles.
Otros tienen opiniones diferentes, como José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca en su interesante obra El sable del caudillo, con ficcionadas confecciones de un testigo de excepción: el sable-observador comprado en una tienda de utilería militar por Francisco Franco al ser nombrado alférez.
Ese sable, como metáfora ontológica, fue la personificación utilizada por el autor referido para detallar desde simples nimiedades hasta reflexiones diabólicas del poderoso militar apodado por unos El Comandantín y por otros El Africano.
Así consigna Vilallonga la hecatombe ocurrida en Guernica: “26 de abril de 1937.Hoy, la Legión Cóndor, al mando del coronel Wolfram von Richthofen, ha destruido en tres horas de intenso bombardeo la ciudad sagrada de los vascos, Guernica, matando y quemando vivas a más de dos mil personas entre pacíficos ciudadanos, mujeres y niños. Era día de mercado y a Guernica habían acudido los habitantes de casi todos los caseríos de la comarca.”8
Al margen de las controversias entre investigadores del pasado por la cantidad de muertos y la destrucción de carreteras, puentes, iglesias, plazas, viviendas,  hayedos con frondosas hayas centenarias de ramas horizontales y pinos altos y elegantes, es inobjetable que los pilotos alemanes al mando de Von Richthofen y los italianos dirigidos por el teniente aviador Corrado Ricci, pero bajo el mando supremo del primero, cometieron crímenes de guerra que han quedado como una página de infamia.
El señalado Ricci fue escogido para tales fines por quien era a la sazón jefe de inteligencia de la Italia bajo el yugo de los fascistas, general Mario Roatta, al observar su voluntarismo. Ese Ricci llegó a ser general y terminó sus días como monje eremita en el desierto de Libia.

Encuentro de Hitler y Franco en Hendaya

Hendaya es un pequeño pueblo francés situado en los Pirineos, a unos cuantos kilómetros de la española ciudad de Vizcaya. Allí se reunieron Hitler y Franco, el 23 de octubre de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial.
Mucho se ha escrito sobre el fracaso de aquel encuentro. Posteriormente se supo que Franco, en su círculo de amigos y socios, se expresaba con desprecio hacia Hitler, a quien consideraba un simple diletante en asuntos militares, aunque luego consideró como una actitud propia de un héroe el suicidio de éste en Berlín.
Probablemente la opinión de Franco obedecía más bien a la renuencia inicial que tuvo El Führer de apoyarlo en la Guerra Civil Española, con lo cual coincidía con Joachim von Ribbentrop, que era el ministro de Exterior del régimen nazista.
Es de rigor decir que la Guerra Civil española (en la cual se cometieron muchas atrocidades, tanto del lado de los nacionalistas como de los republicanos) había finalizado, al menos en términos técnicos, en las primeras horas de abril de 1939, con Franco victorioso gracias al fuerte apoyo que le dieron Hitler y Mussolini.
Quedaba abierta una guerra de guerrillas de los combatientes antifranquistas que integraron una organización llamada maquis.
 Unos cuantos meses después comenzó la Segunda Guerra Mundial, que encontró a España devastada en términos económicos, sociales y sicológicos, lo que hizo imposible que al menos de manera abierta el nuevo régimen pudiera brindar un apoyo público a los nazistas y fascistas que le habían auxiliado en forma decisiva para obtener una victoria transitando por montañas de cadáveres.
La desastrosa realidad interna, y las repercusiones que tendría en el exterior la participación en otra guerra de la España ensangrentada de los años 30s del siglo pasado, provocaron que Franco se declarara primero presuntamente neutral y poco después varió a no beligerancia, lo cual en el contexto de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial significaba que no entraba en la conflagración, pero apoyaba a Hitler y Mussolini.
El abogado y político Ramón Serrano Suñer, que además de Ministro de Gobernación del régimen de Franco era concuñado de éste, relata en sus memorias, tituladas Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue, una serie de aspectos sobre las relaciones de Hitler, Franco y Mussolini.
La lectura de esa obra permite decir, con el auxilio semántico del sabio Miguel de Unamuno, que ella contiene jugosos detalles de la intrahistoria de aquella época tenebrosa para la humanidad.
Al decir de Serrano Suñer España exigía, para entrar de manera directa en la guerra, que le cedieran Orán y lugares circundantes, que es lo que se conoce como el Oranesado, en Argelia; la parte de Marruecos que entonces estaba bajo control de Francia;  la entrega de Camerún, en el centro de África; más espacio en el Sahara; apoyo para tomar posesión del peñón de Gibraltar y, además, que el régimen nazista proporcionara a España armas, combustible y alimentos.9
Para poner en contexto quién era el personaje mencionado en el párrafo anterior es válido decir que en el 1942 el embajador de los EE.UU. en España, el historiador Carlton  J. H. Hayes, en uno de los numerosos informes que dirigió al Secretario de Estado Cordell Hull, calificaba a Serrano Suñer no sólo de falangista pro nazi sino también de “mezquino, intrigante y escurridizo político.”10
En apretada síntesis, el encuentro de Franco y Hitler en Hendaya se ha considerado como un fracaso en virtud de que nada se obtuvo en concreto, excepto la firma de un documento difuso y de contenido vago, en el cual se plasmó que España ratificaba el compromiso de participar directamente en la guerra, pero sin fecha para ello y Alemania sólo prometía para España concederle algunos territorios de África, si se involucraba en favor de los intereses de los países que formaban el Eje (Alemania, Italia y Japón).
El prestigioso historiador inglés y gran hispanista Paul Preston, en su obra Franco, Caudillo de España, considerada la más completa biografía de ese personaje que gobernó con manos de acero durante 36 años a su país, señala que él acudió al encuentro con Hitler en la comuna de Hendaya con “la esperanza de obtener una recompensa adecuada a sus reiteradas ofertas de unirse al Eje.”
Abunda más Preston en sus juicios, que no han sido desmentidos, al indicar que Franco acudió al fronterizo territorio francés con el expreso designio de “sacar provecho de lo que consideraba la decadencia de la hegemonía anglofrancesa que había mantenido a España en una posición subordinada durante más de dos siglos.” Para Hitler era “un viaje de reconocimiento.”11
La verdad es que, al margen de las muchas opiniones diferentes sobre el hecho histórico ocurrido el 23 de octubre de 1940 en Hendaya, hay pruebas a borbotones del involucramiento de España en la Segunda Guerra Mundial.
España estuvo presente en esa guerra feroz no sólo con regimientos de infantería y unidades de artillería integrados por supuestos voluntarios, en lo que se llamó la División Azul que operó en el frente ruso, sino también con el suministro de alimentos y materias primas para las fuerzas navales y aéreas alemanas, así como con el servicio de oportunas informaciones de inteligencia y contra inteligencia militar.

Bibliografía:
1-El teniente J. F. Kennedy.P181.Editorial Juventud, Barcelona, 1968.Michel Duino.
2-Guanahani y Mayaguain, las primeras isletas descubiertas en el nuevo mundo: análisis del diario de Colón. Editora Cultural. Ramón Julio Diez Burgos.
3-Decreto No.1126.Gaceta Oficial No.4742, publicada el 5 de diciembre de1934.
4-La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el mar Caribe. Editora Amigo del Hogar, 1997. César de Windt Lavandier.
5-Enigmas históricos al descubierto. Editorial Planeta, 2004.Pp176 y 177. César Vidal.
6-Diario de guerra. 26 de abril de 1937. Wolfram von Richthofen.
7-Declaración de prensa. Junio 1937. Pablo Picasso.
8-El sable del caudillo. Editorial Plaza & Janés. Pp277 y 278, décimo tercera edición, 1998. José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca.
9-Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue. Memorias. Editorial Planeta, Barcelona, España, 1977.Ramón Serrano Suñer.
10-Misión de guerra en España, 1942-1945.Publicado por Universidad de Zaragoza, 2018. Carlton J. H. Hayes.
11-Franco, caudillo de España. Editorial Grijalbo, 1994. Paul Preston.



SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (I)
16-mayo-2020

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES


El día 8 de mayo del año 1945, es decir hace 75 años, se le puso término a la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico más sangriento conocido hasta ahora por la humanidad.
En realidad el primer tramo de la rendición alemana se había hecho un día antes, en Reims, Francia, ante británicos y estadounidenses. Allí el general Alfred Jodl firmó la capitulación de “todas las fuerzas alemanas ante los aliados”. Luego fue juzgado y ahorcado en Baviera, acusado de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y crímenes contra la paz. Se rechazó su alegato de que actuó bajo el principio de obediencia debida a sus superiores.
 Esa entrega no satisfizo a los soviéticos y los derrotados tuvieron que firmar de nuevo, con el Ejército Rojo en dominio de la ceremonia.
La rendición definitiva alemana fue firmada en la ciudad de Berlín por el mariscal de campo Wilhelm Keitel, un incondicional de Hitler, a quien por su ciego servilismo en el círculo más cercano del Führer apodaban “Sí Señor”. Fue juzgado por crímenes de guerra en la famosa Sala 600 del Tribunal de Núremberg y ejecutado por ahorcamiento.
Con rostro adusto y la mirada perdida Keitel le entregó el histórico documento al brillante estratega militar Gueorgui Zhúkov, un general soviético nacido a orillas del río Oká, a un paso del puerto fluvial de la ciudad de Kaluga, a quien todos los especialistas en temas de la Segunda Guerra Mundial destacan como uno de los oficiales dotados de condiciones excepcionales en los campos de batalla.
El reconocimiento de que Zhúkov era el más sobresaliente de los jefes militares soviéticos  en la Segunda Guerra Mundial quedó demostrado cuando montando en un enorme caballo blanco presidió el desfile de la victoria en la Plaza Roja moscovita. Después, por las intrigas de Lavrenti Beria y otros, pasó el último tramo de la etapa de Stalin en franca desgracia.
Para tener una mejor perspectiva de los mencionados personajes, de gran incidencia en ese devastador conflicto armado, me valgo del poeta Pablo Neruda, quien hasta poemas escribió en elogios panfletarios al implacable jefe soviético.
Así narra el bardo chileno ganador del Premio Stalin por la Paz y la Amistad entre los Pueblos: “…Decididamente, Stalin cultivaba el misterio como sistema; o era un gran tímido, un hombre prisionero de sí mismo. Es posible que esta característica haya contribuido a la influencia preponderante que tuvo Beria sobre él. Beria era el único que entraba y salía sin avisar de las cámaras de Stalin.”1
Al morir Stalin, y ascender al poder Nikita Jrushchov, el general Zhúkov fue reivindicado hasta que pasó a retiro con 62 años de edad. Tal vez fue el jefe militar más condecorado en la historia moderna.

Importantes hechos de la Segunda Guerra Mundial

Es importante hacer un recuento histórico, aunque parcial, sobre ese hecho de violencia infinita en el cual perdieron la vida entre 50 y 60 millones de personas y se produjo la casi destrucción de muchos países de Europa y varias ciudades asiáticas.
La arquitectura inicial de la Segunda Guerra Mundial fue obra de Alemania. En el 1939 sus fuerzas aérea y terrestre llevaron a cabo operaciones rápidas, denominadas guerra relámpago. Así conquistó varios países cercanos, a los cuales apabulló por su gran superioridad bélica.
El primero de septiembre de 1939 los blindados, la potente artillería aérea y terrestre alemana y su  infantería perforaron la soberanía de Polonia, logrando su rendición 26 días después.
Winston Churchill en su obra Memorias, La Segunda Guerra Mundial aborda con lujos de detalles, entre otras muchas cosas, cómo se produjo la invasión alemana a Polonia, centrándose en el tipo de guerra implementada allí por Hitler y que hasta entonces no figuraba en los manuales de la historia de guerras anteriores.
Lo resumo así: Bombardeo de los centros de comunicaciones de poblaciones que discrecionalmente para los alemanes se consideraran un objetivo enemigo;  sincronización en los ataques y avances de la aviación y las tropas de infantería, el uso simultáneo de decenas de columnas de carros de combate, que eran los llamados Panzer, y el  despliegue incesante de espías, paracaidistas y saboteadores.2
Es de rigor decir, para estar en consonancia con la verdad histórica, que 16 días después del inicio de la ofensiva hitleriana en Polonia las tropas soviéticas ocuparon la parte oriental de ese país eslavo, al cual en otras ocasiones habían atacado, ocupado y anexionado. 
La más reciente, para entonces, penetración de  los rusos en Polonia había sido el 24 de mayo de 1920, cuando el Primer Ejército de Caballería Ruso, dirigido entre otros por el célebre general Semión Budionni, entabló combate con los polacos, a pesar de que hacía menos de un año que se le había devuelto la soberanía a Polonia mediante el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, luego de finalizar la Primera Guerra Mundial.
En esa ocasión, después de 3 meses de dura lucha, contra todo pronóstico, vencieron los cuadros militares polacos, dotados de gran reciedumbre moral al momento de los combates, en lo que luego se llamó Milagro en el Vístula, que es el nombre de uno de los grandes ríos que cruzan por Polonia hasta desembocar en el mar Báltico.
A los dos días de comenzar el ataque alemán a Polonia, Francia y Gran Bretaña, cuya inteligencia militar tenía algunos detalles de los objetivos finales de Hitler, le declararon la guerra a Alemania.
En la ocasión los Estados Unidos de Norteamérica se mantuvieron en actitud de espectadores de los acontecimientos en desarrollo. Posteriormente se sabrían, con la desclasificación de documentos, los motivos que tenían Franklin Delano Roosevelt y su equipo de asesores para no lanzar entonces de manera abierta y directa al poderoso imperio de Norteamérica a esa guerra casi en ciernes.
El 28 de septiembre de 1939 Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas decidieron repartirse como un botín de guerra el territorio polaco.
Entre septiembre y octubre de 1939 Francia ocupa El Sarre, que entonces era de nuevo un territorio alemán. Lo había sido antes también.
Poco después los franceses se retiraron fuera del límite fronterizo, manteniendo las tropas nazis el control militar del Sarre hasta que en marzo de 1945 batallones del ejército estadounidense penetraron allí como parte de la ofensiva final de las fuerzas aliadas para aniquilar el régimen de Hitler.
Es pertinente decir que en el 1919 el Sarre había sido excluido como parte de Alemania, mediante el Tratado de Versalles. Durante los 15 siguientes años estuvo bajo control francés, aunque la mayoría de los habitantes eran alemanes.
En 1935 ese territorio volvió a ser parte de Alemania. Lo perdió de nuevo en 1945, por su derrota en la Segunda Guerra Mundial, recuperándolo 12 años después, el primero de enero de 1957. 
Los jerarcas militares soviéticos bombardearon a conciencia de lo que hacían un pueblo ruso de nombre Mainila y alegaron que fueron tropas finlandesas. Era una recurrencia de los demonios del pasado para justificar el rompiendo del tratado de no agresión que habían firmado con Finlandia.
Inmediatamente después de esa añagaza, el 30 de noviembre de 1939, la Unión Soviética invadió Finlandia, para lo cual se valió de la táctica conocida en la literatura militar como izar colores falsos, distribuyendo insignias, pertrechos militares y banderines finlandeses en la zona periférica a Mainila.
Varias décadas después, cuando ya había sido disuelta la Unión Soviética, el presidente ruso Boris Yeltsin reconoció que aquella ocupación fue una agresión pura y simple contra el país escandinavo.
 Muy atrás en la memoria había quedado la historia de la locomotora que Finlandia regaló a Lenin, y demás líderes rusos, para que en el famoso “tren sellado” partieran el 9 de abril de 1917 desde Súrich, en el norte de Suiza,  hasta la entonces Rusia zarista.
Desde el 7 de julio de 1937 China y Japón se encontraban enfrascados en su segunda guerra. Ese día Japón invadió el norte y el este de China.
 Desde el 19 de septiembre de 1931 la Tierra del Sol Naciente, como también se conoce Japón, tenía bajo su control el noroeste del gigante asiático, territorio que se conoce como Manchurria.
Ese conflicto chino-japonés se extendió durante todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, y formó parte de la misma, por el apoyo que recibieron ambos países de sus aliados coyunturales. Concluyó cuando Japón se rindió a los Aliados, el 9 de septiembre de 1945.
El 18 de junio de 1940 el general Charles de Gaulle, refugiado en Inglaterra, pronunció un vibrante discurso desde los micrófonos radiales de la BBC de Londres, dirigido al pueblo francés, y que pasó a la historia como El Llamado.
En la ocasión el contestatario y controversial De Gaulle dijo: “¡Francia ha perdido una batalla, no ha perdido la guerra!...¡Porque Francia no está sola! ¡No está sola! ¡No está sola!...Esta guerra no está limitada al desdichado territorio de nuestro país. Esta guerra no ha quedado decidida por la batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial…”3 
El 24 de junio de 1940 los que tenían el control de Francia firmaron un armisticio con Alemania e Italia. Varios días después (10 de julio) el mariscal Pétain se instaló con su gobierno títere en la ciudad de Vichy.
El 27 de septiembre de 1940 fue clave en la Segunda Guerra Mundial. Ese día Alemania, Italia y Japón firmaron un pacto que luego fue conocido como el Eje: (Berlín, Roma, Tokio). Unieron sus fuerzas militares y unificaron los criterios de sus planes de guerra, frente a los llamados países aliados.
A partir del 10 de noviembre de 1940 la Italia controlada por el fascismo dirigido por Benito Mussolini entró en guerra contra Francia y Gran Bretaña.
 El llamado Duce fue un aliado de Hitler desde el Pacto de Acero, y con mayor involucramiento cuando se integró el referido trío denominado el Eje.
En el otoño de 1940 Churchill no desaprovechaba oportunidad para calificar a través de la radio británica al “hombre maligno”, como solía calificar a Hitler, “ese monstruoso aborto lleno de odio y de espíritu de destrucción”. Sostenía que el Führer “mediante un proceso de indiscriminadas carnicerías y arrasamiento” lo que lograba era “avivar el fuego en los corazones británicos…un fuego que seguirá ardiendo mucho después de que ya no quede ni rastro de los incendios que ha provocado en Londres.”4
En la cascada de pactos y contra pactos que surgieron en el fragor de la Segunda Guerra Mundial se produjo el 13 de abril de 1941 el que firmaron la Unión Soviética y Japón a fin de no agredirse mutuamente. En la práctica sería algo natimuerto por los acontecimientos que surgieron poco después.
El 24 de septiembre de 1941 la resistencia francesa, que tenía su centro de operaciones en Gran Bretaña, creó en Londres un comité nacional para luchar por la libertad de Francia.
Las acciones de ese comité fueron de mucha importancia para mantener viva la llama de la esperanza de los franceses que sufrían los rigores de los invasores alemanes y las iniquidades de las quintas columnas encabezadas por el mariscal Pétain y el cuerpo de oficiales que  apoyaban a este trágico personaje.
El 7 de diciembre de 1941 los Estados Unidos de Norteamérica formalizaron su estado de guerra contra Alemania, Japón e Italia, con motivo del ataque sorpresivo hecho por la Armada Imperial Japonesa a la base militar de aquel país en Pearl Harbor, en la isla Oahu, perteneciente al volcánico archipiélago de Hawái, en el océano Pacífico.
El 11 de noviembre de 1942 Alemania invadió la parte de Francia que hasta ese momento no tenía bajo su control. Ya antes se había apoderado de la región de Auvernia-Ródano-Alpes y zonas aledañas (equivalente a  casi una tercera parte del territorio francés) a través del régimen títere del referido mariscal Henri Philippe Pétain, instalado en las orillas del río Allier a su paso por la ciudad de Vichy.
La subordinación de Pétain a las fuerzas del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán fue en los hechos, y también a través de un discurso radiofónico que pronunció  el 30 de octubre de 1940, es decir a los 6 días de haberse reunido con Hitler en la ciudad de Montoire, en el departamento Loir y Cher.
Con su comportamiento traidor el controversial mariscal Pétain echó por la borda las glorias militares que había obtenido, especialmente en la batalla librada en las colinas de Verdún, en el noreste francés; la más larga y estruendosa de la Primera Guerra Mundial, la cual se extendió durante 9 meses y  27 días. Si las matemáticas no fallan: Desde el 21 de febrero (bisiesto) de 1916 hasta el 19 de diciembre del mismo año.
Por más que se haya querido dorar la píldora (se autotituló “jefe moral de Francia”) con relación a la actuación de Pétain en la Segunda Guerra Mundial, particularmente por su entusiasta colaboración para el holocausto de judíos, masones, gitanos y otros grupos en extrema vulneración en ese terrible conflicto, lo cierto es que su figura quedó sepultada por el cieno de la ignominia y está colocado en el zafacón de la historia.
Ni siquiera el escritor y periodista estadounidense Herbert R. Lottman, en su biografía que trata de ser un paralelo entre santo y demonio, ha librado a Pétain del fuego crítico de la verdad de los hechos.5 


Desde el 13 de enero de 1943, en el confortable hotel Alfa de la ciudad portuaria de Casablanca, en el Oeste de Marruecos que se frota con el Océano Atlántico, se reunieron durante 4 días el presidente estadounidense Roosevelt y el primer ministro de Gran Bretaña Churchill.
No llegaron a una idea común sobre la manera de continuar la guerra, pues mientras el norteamericano quería un desembarco por la costa francesa el británico quería que fuera por Grecia. Eso fue rechazado desde Moscú por Stalin. Churchill, para tranquilizar a Stalin propuso luego que se desembarcara por Sicilia, tal y como se hizo 6 meses después, el 9 de julio de 1943, lo cual dio al traste varios días después con la hegemonía de Mussolini.
El político, militar y diplomático Harold Macmillan, quien llegó a ser Primer Ministro del Reino Unido, escribió con picardía y mucho gracejo sobre la referida conferencia en Casablanca, en el tomo 2 de sus memorias, lo siguiente: “era una mezcla entre un crucero de placer, una escuela de verano y una conferencia.”6  
El 19 de marzo de 1943 Hungría cayó ante la invasión alemana. Era otra artera agresión a los pequeños países de Europa Central.
El 25 de julio de 1943 Mussolini fue destituido por el Gran Consejo Fascista, lo cual permitió al rey Víctor Manuel III designar en su lugar al  piamontés mariscal del ejército Pietro Badoglio, quien con el apoyo de la casa real inició negociaciones con los Aliados, en Lisboa, Portugal. Fue un mazazo para Hitler.7
 A finales de noviembre y el 2 de diciembre de 1943 se reunieron en Teherán, capital de Irán, Roosevelt, Stalin y Churchill. Fue un antecedente de lo que luego sería la reunión de Yalta.
Algunos historiadores de la Segunda Guerra Mundial sostienen que en esa reunión quedó evidenciado que, por los respectivos poderes que representaban cada uno de los llamados tres grandes, Churchill era un borriquillo inglés en medio del poderoso oso ruso y del potente búfalo norteamericano.
El 20 de julio 1944 se produjo un fracasado atentado contra Hitler, cuyo objetivo era eliminarlo y tomar el control del gobierno para negociar el cese de la guerra que ya llevaba 5 años desangrando a una parte considerable del mundo.
Aunque hubo muertos, el Führer sólo resultó levemente herido, a pesar de que el maletín-bomba colocado por el coronel Claus von Staufferberg explotó cerca de él.
Fue el más fuerte intento por ponerle término a la diabólica existencia del hombre que  dio inicio al más grande baño de sangre que haya sufrido el mundo.
Como parte de la cronología de los hechos concernientes a la Segunda Guerra Mundial es oportuno  indicar  que del 4 al 11 de febrero de 1945 se realizó la importante Conferencia de Yalta, en la península de Crimea, a orillas del mar Negro. Sus protagonistas fueron Churchill, Stalin y Roosevelt. Luego explicaré sus objetivos y consecuencias.
Ya sintiendo la derrota inminente, con la incontenible ofensiva soviética, Adolf Hitler se suicidó dentro de la sede del gobierno que presidía. Su último día fue el 30 de abril de 1945. Hacía 10 días que había cumplido 56 años de edad.
Del 17 de julio al 2 de agosto de 1945 se efectuó la Conferencia de Potsdam, próximo a Berlín. Los principales participantes de ese encuentro fueron Stalin, Churchill, Harry S. Truman y Clement Attlee.
El objetivo  de esa cumbre era el reparto de Alemania entre los principales países vencedores de la guerra y más aún establecer las coordenadas que guiarían la etapa de posguerra.
Pero la contienda todavía no había concluido por completo. Era lógico que una guerra de esa magnitud los estruendos de las armas no cesarán al mismo tiempo. Por eso  el día 8 de agosto de 1945 los soviéticos iniciaron un ataque masivo contra Japón.
El 14 de agosto de 1945 China y la URSS firmaron una alianza, la cual en los hechos no funcionó por razones esencialmente ideológicas, lo cual dio motivo a que el primero de febrero de 1952 la Asamblea General de las Naciones Unidas emitiera la Resolución 505, en la cual se reconoce que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas incumplió lo pactado con China.
Como secuela de su derrota militar Japón, en la voz del emperador Hirohito, se rindió a las Fuerzas Aliadas el 15 de agosto de 1945. El 2 de septiembre de 1945, 18 días después, se produjo la firma de dicha rendición a bordo del acorazado estadounidense  Missouri.
En la segunda parte de esta pequeña serie abordaré la declaración de guerra que hizo el régimen de fuerza que gobernaba para entonces en la República Dominicana y las consecuencias que eso provocó.
Bibliografía:
1-Confieso que he vivido. Impresora Industria Gráfica, Barcelona, España, 2000.P344.Pablo Neruda.
2-Memorias, la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Orbis, Barcelona, 1985.  Winston Churchill.
3-Discurso, 18 de junio de 1940, Londres, Gran Bretaña. Charles de Gaulle.
4-Winston Churchill. Biografía. Editora Planeta-de Agostini, 1995.P 174.Piers Brendon.
5-Pétain. Biografía. Editora Espasa-Calpe, Madrid, 1998. Herbert. R. Lottman.
6-Memorias, tomo II. Editorial Luis de Caralt, Barcelona, España,1974. Harold Macmillan.
7-Italia en la Segunda Guerra Mundial: Memorias y documentos. Editorial Lucknow books,2015. Pietro Badoglio.


PANDEMIAS EN LA HISTORIA (Y 2)


   PANDEMIAS EN LA HISTORIA (Y 2)


                   POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Han sido muchas las enfermedades con categoría de pandemias que por sus devastaciones han transformado el curso de la historia de los pueblos.
Los males virales que indiqué en la entrega anterior, así como los que se indicarán más abajo, pusieron fin de manera espantosa a millones de vidas humanas, y en ocasiones a cifras parecidas de animales.
También provocaron el colapso de la economía de muchos países alrededor del mundo. También cambiaron, no pocas veces, los designios de gobernantes poderosos.
Basta un ejemplo histórico como prueba demostrativa de lo dicho en el párrafo anterior.
 Fue el caso de la ya comentada Fiebre Amarilla y los deseos de expansión imperial en América de Napoleón Bonaparte.
Después del exitoso golpe de estado del 18 de Brumario (9-11-1799) Napoleón Bonaparte se propuso recuperar su antigua y rica colonia del lado Oeste de la isla de Santo Domingo (Haití) y reafirmar, además, el dominio de Francia sobre el inmenso territorio de la Luisiana, así llamada en homenaje al rey francés Luis XIV, y que entonces no se limitaba a su área geográfica actual sino que sobrepasaba los dos millones de kilómetros cuadrados, extendiéndose desde el Golfo de México, cubriendo una amplia cuenca del río Misisipi, parte considerable de la zona donde están los cinco Grandes Lagos y se trepaba por una gran porción de las montañas Rocosas y por un lateral de los montes Apalaches.
Más que la guerra que se desató en Europa en marzo de 1803, al romperse la paz de Amiens, fue la Fiebre Amarilla la que derrumbó los planes imperiales que en este lado del mundo anidaba en su mente el entonces Primer Cónsul de Francia.
La referida Fiebre Amarilla derrotó al poderoso cuerpo de ejército francés que meses antes había salido victorioso contra los haitianos. Incluso el 2 de noviembre de 1802, a los 30 años de edad, murió por esa letal enfermedad el jefe de esos batallones expedicionarios y cuñado de Napoleón, el general Charles Emmanuel Leclerc.
El desencanto de Napoleón Bonaparte fue tan grande que decidió vender  Luisiana a los Estados Unidos, siendo su causa directa la derrota que le infligió la Fiebre Amarilla.
Más de 300 años antes de esa debacle de Napoleón en el Caribe varias enfermedades entonces expandidas por el mundo casi provocaron el fracaso del más ambicioso proyecto económico de los reyes de España, calculado como parte del segundo viaje del almirante Colón a las Indias.
De los 17 navíos que zarparon de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, 12 fueron retornados a Castilla el 2 de febrero de 1494. Un testigo presencial, el médico Diego Álvarez Chanca, mencionado en la primera entrega de estas notas, en carta a los reyes españoles expuso entre otras razones de ese retorno lo siguiente: “por la mucha enfermedad que había en la gente.”1
Ahora que gran parte de la humanidad está padeciendo los múltiples efectos de La Covid-19 algunos científicos han vuelto a exponer que el mal manejo que se le ha dado al medio ambiente ha hecho variar lo que se conoce como  permafrost (capa de suelo permanentemente congelado) lo cual ha provocado el resurgimiento de antiguos virus. Lo asocian, con diferentes prismas y teorías, a la cruda realidad del presente.

                     Una valiente opinión sobre La Covid-19
 El filósofo y sociólogo esloveno Slovoj Zizek, una de las mentes más lúcidas de esta época, considerado como “el Elvis de la teoría cultural” y “el filósofo más peligroso de occidente,” ha publicado recientemente un oportuno ensayo titulado Pandemia: Bienvenidos al desierto viral, en el cual sostiene que  “nuestra sociedad global tiene recursos suficientes para coordinar nuestra supervivencia.”
De manera ingeniosa Zizek analiza desde su óptica lo que él considera que será el mundo después de la pandemia de La Covid-19,  cuyo resumen es que los seres humanos seguirán sobre la tierra, no sin antes explicar que:
“La propagación actual de la epidemia de coronavirus ha activado también una vasta epidemia de virus ideológicos que estaba latente en nuestra sociedad: noticias falsas, teorías de la conspiración paranoicas, estallidos de racismo…”2 
                 Confinamiento del poeta Ovidio y la actualidad
 El confinamiento parcial que en el presente tiene la población de la República Dominicana, y así en otros países, afortunadamente en nada se parece al que fue sometido el poeta romano Ovidio, durante 8 años, y hasta su muerte, en la entonces monótona aldea de Tomis, hoy la pujante ciudad rumana de Constanza, en la costa del Mar Negro, por órdenes del emperador Augusto.
Sus penurias allí se reflejan en su poesía elegíaca, posteriormente recopilada y divulgada por diferentes editores y traductores. De lo mucho que escribió Ovidio en medio de sus avatares, tal vez tratando de buscar clemencia para que cesara su  prolongada cuita, resalto esto: “El tiempo de inactividad será para mí la muerte…”3
Es por la desemejanza del calvario que sufrió el gozoso Publio Ovidio Nasón (odiado por el emperador Augusto, su poderosa esposa Livia y su designado sucesor Tiberio) y, además, por la diferencia de los tiempos, que considero oportuno decir que cuando pase la actual pandemia del coronavirus habrá que poner en práctica lo que el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, en su obra teatral Camino Real, puso en boca de Lord Byron: “Haz viajes, intenta hacerlos; no hay nada más.”4

La llamada Gripe Española

 La que pasó a la historia con el nombre de Gripe Española se convirtió en pandemia en el año 1918. Estaba en curso la Primera Guerra Mundial (desde el 28-7-1914 hasta el 11-11-1918).
Los investigadores y científicos de entonces determinaron que se trató de un brote de influenza del virus A. Todavía hoy, cien años después, la comunidad científica no ha podido descifrar con precisión el origen de la misma, desde el punto de vista de su patología característica.
Esa pandemia de gripe apareció, como se indica más arriba, cuando aún estaban encendidos los cañones de la para entonces conocida como La Gran Guerra; una conflagración bélica que incluía a los Imperios Austrohúngaro, Alemán, Británico, Japonés, Otomano, los Reinos de Italia, Bulgaria, Grecia, Rumanía y países como Estados Unidos, Francia, China, Portugal, Bélgica y otros.
Es importante recordar ese contexto histórico para entender por analogía muchas de las cosas que ahora se dicen en torno a La Covid-19.
El adjetivo de española que se le mal endilgó a dicha pandemia estuvo directamente conectada con el hecho de que España no participó en la referida guerra, y no convenía a ninguna de las fuerzas beligerantes que se le asociara con la misma. Los códigos de las guerras son así.
Muchas son las versiones sobre el lugar donde comenzó. Unos afirman que existía en Francia desde el 1916. Hay quienes desde hace un largo tiempo repiten, como un latiguillo, que su comienzo fue en un suburbio de Shanghái, China.
Hay investigadores que sostienen que brotó en la zona de Fort Riley, en Kansas, en el Medio Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Algunos dicen que fue en ese país, pero en la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte.
El historiador y periodista español Santiago Mata va más lejos en su ensayo titulado Cómo el Ejército americano contagió al mundo la Gripe Española. Sostiene que el brote de dicho mal, que mató muchos millones de seres humanos alrededor del mundo, surgió en diferentes lugares de la geografía estadounidense.5
Donde quiera que sea que haya empezado lo cierto es que la llamada Gripe Española les apagó la vida a más de 40 millones de personas y también a una gran cantidad de animales.

En  R. D. se conoció como influenza

La pandemia que internacionalmente fue conocida como Gripe Española se le llamó influenza en la República Dominicana. Así se comprueba en los documentos de la época disponibles para consultas en diversas hemerotecas.
El 9 de agosto de 1918 las autoridades estadounidenses, que tenían invadido con la fuerza militar el país, dictaron la Orden Ejecutiva 196, mediante la cual se formó una Junta Superior de Sanidad y se dispusieron medidas preventivas para enfrentar ese mal que ya estaba matando a millones de personas en otros lugares del mundo.
Se estableció una cuarentena a partir del 12 de noviembre de 1918, y se tomaron otras medidas. Se exhortó a la gente que hiciera gárgaras de quinina, que como quiera no impidieron que el mal se propagara por gran parte del país, afectando a más del 10% de la población dominicana.
 En pueblos como Santiago más de la mitad de los habitantes sufrieron los efectos devastadores de dicha pandemia. Hubo muchos muertos.
Una de las víctimas dominicanas de la influenza fue el conocido poeta y periodista neibero Apolinar Perdomo Sosa, fallecido en la ciudad de Santo Domingo el 18 de diciembre de 1918, a los 36 años de edad.
El 16 de diciembre del 1918 el periódico Listín Diario, con el título La influenza, editorializó sobre esa calamidad sanitaria. Su contenido era un reflejo de los padecimientos que vivía la población dominicana en esos momentos.

Víctimas famosas: emperadores, presidentes y ministros

La pandemia de la Gripe Española llevó a la tumba a figuras tan famosas como el ex presidente y a la sazón presidente electo de Brasil Francisco de Paula Rodrígues Alves; al primer ministro de Sudáfrica Louis Botha; al economista y sociólogo alemán Max Weber; al célebre poeta y novelista francés Guilllaume Apollinaire y a los hermanos niños pastorcillos Francisco y Jacinta de Jesús Marto a quienes, junto con su prima Lucía dos Santos, se les apareció la Virgen María de manera secuenciada durante cinco meses (13-mayo al 13-0ctubre 1917) en la campiña de Cova da Iria, en el extrarradio de la ciudad de Fátima, en Portugal.
También fueron víctimas, pero sobrevivieron a esa pandemia, el Rey Alfonso XIII y el Presidente del Gobierno Manuel García Prieto, ambos de España; el escritor estadounidense John Dos Passos; el emperador alemán Guillermo II; el primer ministro inglés David Lloyd George; el Presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson y, además, quien luego sería el mítico presidente de ese poderoso país, Franklin Delano Roosevelt.

La Peste

La Peste es una de las más terribles enfermedades infectocontagiosas que ha sufrido la humanidad a través de los siglos. Se le ha conocido más como peste bubónica, pero ha tenido otros nombres, entre ellos la peste negra, que causó una mortandad en el siglo XIV en  la mayoría de los países de Europa.
La Peste, desde tiempos inmemoriales, se ha convertido en sinónimo de desgracia colectiva. Por eso no sólo es peste cualquier expresión de infección que haga colapsar el organismo humano o de animales.
Hace ahora casi 2,500 años el historiador Tucídides se refirió a las dificultades que  con motivo de la peste tenían miles de soldados que combatieron en las tres fases de la guerra del Peloponeso, en la que los espartanos salieron triunfantes.
El investigador Antonio Virgili, en su ensayo La Epidemia más mortífera, describe a la peste así: “A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII)…la peste tuvo un impacto pavoroso:…era un huésped inesperado, desconocido y fatal…afectaba a todos, sin distinguir apenas entre pobres y ricos.”6

Albert Camus y La Peste

De todo lo que se ha publicado sobre la pandemia conocida como La Peste uno de los textos más sobresalientes y perdurables es una obra de ficción, escrita por Albert Camus, el formidable escritor e intelectual nacido en Argelia, en el norte de África, premio Nobel de Literatura. Su novela La Peste constituye una elocuente fuente informativa para entender el nivel de destrucción de vidas que produjo esa enfermedad.
Camus comienza su novela, publicada en el 1947, señalando que los acontecimientos contenidos en ella ocurrieron “en el año 194…en Orán”. De inmediato informa textualmente que “la ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea.”
Luego hace un amplio relato de lo que La Peste hizo en Orán, y describe la cotidianidad de personajes redondos y planos creados por su fértil imaginación como Cottar,  el padre Paneloux, los médicos Rieux, Richard, Castel y otros como turistas, fugitivos, etc.
Concluye de manera genial, y marcadamente premonitoria con el presente, reseñando lo que finalmente ocurrió en el escenario donde ambientó su clásica obra:
“En la noche ahora liberada, el deseo bramaba sin frenos y era un rugido lo que llegaba hasta Rieux…él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.”7   

Homero y la peste mitológica

El sabio griego Homero, en su obra perdurable la Ilíada, escrita hace más o menos 2,800 años, en el marco de descripciones mitológicas, al narrar la guerra entre troyanos y aqueos se refiere a un demoledor ataque de peste que diezmó el vigor de los griegos, colocados repentinamente a voluntad de una deidad. Por razones que él relata en su dicha obra, el dios Apolo envió una peste a petición del dios Crises, quien quería vengar el rapto que de su hija Criseida hizo Agamenón.Ahí interviene el guerrero Aquiles y continúa su curso la apasionante Ilíada. Es otra prueba de cómo en el mundo de la literatura se han relatado pandemias reales o ficticias.8

Boccaccio sobre peste en Florencia

Giovanni Boccaccio fue un narrador que por su calidad literaria hace parte junto a Petrarca y Dante de la trilogía que impulsó a nivel mundial la literatura italiana.
Entre temas de fortuna, amor y variados aspectos humanos detalla con su pluma maestra, en su obra de cuentos titulada Decamerón, la acción destructora de la peste bubónica que transformó para mal a la hermosa ciudad de Florencia, la principal urbe de la Toscana, en el centro de Italia.
Boccaccio hasta describió, luego de que se saturaron los cementerios existentes, el uso de fosas comunes para enterrar centenares de víctimas de la referida enfermedad.  En su clásica obra se lee que se abrieron “grandes zanjas en los cementerios de las iglesias, en las cuales las nuevas llegadas fueron colocadas por centenares, almacenadas grada a grada, como cargamento naval.”9
Cualquier parecido de la narración de Boccaccio con las sepulturas colectivas que se ven en estos días de coronavirus en la isla cementerio Hart, de New York; en Bérgamo, Módena y Bolonia, en Italia, y en un camposanto situado en las afueras de la ciudad de Manaos, Brasil, no es pura coincidencia. 

José Saramago y la peste de ceguera blanca

El premio Nobel de literatura José Saramago también se refirió a una peste, que él identificó como la ceguera blanca. Lo hizo en su novela titulada Ensayo sobre La Ceguera, basada en la cotidianidad de una sociedad infestada de males originados en el egoísmo humano, que hizo exclamar a uno de sus personajes innominados “creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.”10
En ese denso relato la cuarentena se desarrolla en un manicomio. No dejan de aparecer en sus páginas, como ahora con La Covid-19, desalmados que le sacan beneficio al terror colectivo de una población acorralada, en un escenario de muerte, podredumbre y escasez de todo tipo.

                                         El Sida
El Sida es una enfermedad asociada a tiempos no lejanos del presente. Los investigadores científicos la vincularon con los seres humanos desde la segunda mitad del siglo pasado. Se comprobó que los dos virus que la generan, incubados en algunos animales, hicieron su trashumancia desde las estepas africanas hacia Europa, América y Asia.
Fue a partir del año 1959 cuando se le puso más atención a dicho mal, al enfermarse de sida un marino inglés, en la cercanía del río Congo, a su paso por la ciudad de Kinsasa.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud consignan más de 40 millones de personas fallecidas por los efectos del Sida.
En el 1986 se creó el acrónimo VIH para resumir la frase virus de inmunodeficiencia humana. El Sida es la enfermedad y el VIH es su causante. Dos años antes los científicos franceses Francoise Barré-Sinoussi (fallecida el mes pasado) y Luc Montagnier habían logrado aislar los virus del Sida. En el 2008 se les otorgó a ambos el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
Durante un tiempo se difundió la creencia de que el Sida era un asunto vinculado exclusivamente con la homosexualidad. Algunos comentaristas asociaban dicho mal con castigos divinos. Luego se comprobó que ambas cosas eran fábulas e imaginaciones.
Los efectos del Sida han sido tan devastadores y las implicaciones sociales, políticas y económicas tan notorias que hasta los llamados think tank, o laboratorios de pensamiento, han incursionado  en el tema con una serie de opiniones.
En la actualidad en muchos países se ha logrado reducir las muertes por el Sida, gracias al uso de medicamentos antivirales. Pero hay lugares donde el factor económico deja en indefensión a miles de personas que cada año fallecen por falta de atención médica.

En  la República Dominicana se promulgó el 31 de diciembre de 1993 la Ley 55-93 para combatir la discriminación contra los enfermos del Sida.
Ese texto contenía vacíos conceptuales. Fue derogado mediante la Ley 135-11, de fecha 7 de junio del 2011, mejor elaborada y mediante la cual establece un marco legal amplio para proteger los derechos  en sentido general de las personas con dicha enfermedad.

Desde el 1988 cada primero de diciembre se celebra el día mundial de la lucha contra el sida, como un recordatorio permanente de que esa enfermedad sigue matando mucha gente, especialmente en los lugares más económicamente deprimidos.
El Sida en la literatura
El Sida, como otras pandemias, también ha sido objeto de atención literaria. Por ser una enfermedad vigente en muchos sitios del mundo es probable que se amplíe la bibliografía general sobre la misma, más allá de tablillas conteniendo estadísticas lóbregas.
La novela titulada Más grande que el amor, publicada en el 1990, es una de las obras de ficción sobre el Sida. Ha tenido un gran impacto en millones de lectores alrededor del mundo.
Su autor, el novelista francés Dominique Lapierre, es el mismo creador de la novela La ciudad de la alegría, esta última ambientada en el infortunio humano que vivían millares de personas en la octava década del siglo pasado en la ciudad india de Calcuta, cuyos barrios míseros y carcomidos por hambre, lepra, tuberculosis y otros males eran morideros donde cientos de niños y adultos daban cada día su último hálito de vida. Esa desdicha colectiva sigue allí, tal vez con menos intensidad. 
 Más grande que el amor es una narración que parte de las dramáticas imágenes que Lapierre comprobó en el hogar que para atender enfermos del Sida abrió en la ciudad New York la Madre Teresa de Calcuta, cuando esa enfermedad estaba en su apogeo como pandemia que tenía bajo terror a una considerable parte de la humanidad.
El uso que Lapierre hace del espacio, el tiempo y los personajes que figuran en esa obra la convierten en una lúcida muestra de cómo a través de la ficción se puede desarrollar una narrativa verosímil, lo cual desde los tiempos de Platón y Aristóteles es lo que se conoce como diégesis.
Lo anterior queda comprobado en los fundamentos centrales de la misma, que parten de la caridad bien entendida, y de las proezas de que es susceptible el ser humano en momentos de desgracias colectivas; pero al mismo tiempo el autor deja señales claras de los tejemanejes políticos y económicos que se producen en medio de pandemias.11

El mal de Chagas
El mal de Chagas es otra de las enfermedades que por siglos, de manera cíclica, ha adquirido la categoría de pandemia.
De conformidad con los estudios que han realizado los expertos, dicha enfermedad es de elevada mortalidad y es recurrente en las zonas tropicales, especialmente donde la mugre se enseñorea sobre la miseria de casas de barro, madera y paja, con predominio de huecos y grietas. El parásito que la provoca tiene como transmisor  principal  el chinche (no los de cama).Sus hospedantes o víctimas son las personas y cualquier otro mamífero.
 El nombre de mal de Chagas fue dado en reconocimiento al médico infectólogo y científico brasileño Carlos Chagas, quien presentó con gran maestría, en el año 1909, todo lo referente a ese achaque infecto contagioso.
Varios cronistas españoles y portugueses de los tiempos de la América colonial, y otros que les siguieron en el tiempo, dejaron notas sobre los efectos letales de dicha enfermedad, con el añadido de que algunos comprobaron, por investigaciones arqueológicas, que en la era precolombina pueblos completos de indígenas de la cordillera de los Andes fueron aniquilados por esa dolencia que luego se conocería como el mal de Chagas.
El famoso naturalista, geólogo, explorador y científico inglés Carlos Darwin fue víctima en Sudamérica, en el 1836, del chinche o “insecto besador”, sobreviviendo en dura batalla a sus efectos letales.
El mismo Darwin, en su bitácora de observaciones, que se publicó en el año 1839, y que luego se conocería como El viaje de Beagle, anotó que: “por la noche tuve un ataque de la benchuca…”12  
La Organización Mundial de la Salud, en su portal informativo, indica que el mal de Chagas es la enfermedad parasitaria más activa en América Latina y que en la actualidad hay en varios lugares de las zonas tropicales del mundo alrededor de 35 millones de personas padeciéndola.

La Sífilis

 Algunos cronistas coloniales señalan que la sífilis existía entre los bohíos indígenas a la llegada de los españoles a América. Le decían bubas. Afincaban su creencia al respecto por los esqueletos encontrados en yacimientos arqueológicos con indicaciones de los efectos que en dientes y huesos deja dicha enfermedad.
El referido médico Álvarez Chanca comenta en sus crónicas el uso de medicamentos naturales para su tratamiento, como hojas y resinas de guayacán. Entonces decían  los conquistadores y colonizadores españoles que dicha enfermedad era como “mal nuevo e de ultramar.”
Un sacerdote catalán que formó parte de los pasajeros del barco principal del segundo viaje de Colón a lo que entonces se llamaba las Indias (luego América en honor al investigador Américo Vespucio)  también  escribió sobre  enfermedades, creencias y remedios de los indígenas en La Española.
El aludido fue Fray Ramón Pané. En su obra Relaciones acerca de las antigüedades de los indios vertió opiniones sobre lo anterior. Lo hizo partiendo de sus observaciones sobre la actitud oblativa y las creencias religiosas de los taínos y macorijes, a cuyo estudio dedicó cuatro años (1496-1500).-13

                                            Ébola
La enfermedad por el virus del ébola está activa en muchos lugares del mundo. Ha tenido épocas transformada en pandémica. Tiene su tramo trágico en la historia médica de la humanidad.
Los investigadores científicos detectaron una serie de males asociados al ébola, entre los que citan fiebre, dolores en cabeza, pecho, abdomen, garganta y otras partes del cuerpo, así como vómito y diarrea.
Según las estadísticas consultadas su nivel de letalidad es altísimo. Más del 80% de quienes padecen ese mal mueren en el intento de salvarse.
Los científicos han comprobado que su origen proviene de animales salvajes, con preponderancia en diferentes tipos de monos.
El virus del ébola fue descubierto en el 1976 en África, en varios de cuyos países tiene su centro de exterminio masivo, aunque también ha causado muchas muertes en otros lugares del mundo.

Las plagas de Egipto
Debemos aferrarnos a la esperanza bien fundada de que ahora, con La Covid-19, la humanidad no sufrirá como los egipcios con las plagas que comenzaron con dos y en el recuento bíblico terminaron siendo más de 10 ( el  río Nilo transformado en sangre, tábanos, mosquitos, moscas, ranas, piojos y ulceras cebándose contra la gente, granizos sobre los cultivos,  plagas de langostas diezmando los árboles, destrucción del ganado, tiniebla cubriendo el Sol y la muerte del hijo mayor de cada familia egipcia; según se relata en el Libro Éxodo, capítulos 7 y siguientes.14

Bibliografía:
1-Carta de Diego Álvarez Chanca a los reyes de España. Inserta en Diario de navegación de Cristóbal Colón y otros escritos. Colección de viajes de Colón hecha por Fernández de Navarrete. Editora Corripio, 1988.P275. 
2-Pandemia: bienvenidos al desierto viral.Ensayo.3-5-2020.Slovoj Zizek.
3-Tristezas-Pónticas.Ediciones Akal, 2010.Ovidio.
4-Camino Real. Obra de teatro, marzo 1953.Tennessee Williams.
5-Cómo el Ejército americano contagió al mundo la Gripe Española. Ediciones Amanecer, Madrid, 2017. Santiago Mata.
6-La epidemia más mortífera. National Geographic.2020.Antoni Virgili.
7-La Peste. Editorial libros Tauro.P151. Albert Camus.
8- La Ilíada. Alianza Editorial, 2010. Homero.
9-Decamerón.Alianza Editorial. Geovanni Boccaccio.
10-Ensayo sobre la ceguera. Editorial Santillana, 1995. José Saramago.
11-Más grande que el amor. Editorial Seix Barral, Barcelona, España, 1990. Dominique Lapierre.
12-El viaje del Beagle (viaje a un naturalista alrededor del mundo).Editorial NoBooks. Carlos Darwin.
13-Relaciones acerca de las antigüedades de los indios. Editora Corripio, mayo 1988.Fray Ramón Pané.
14-La Biblia.Versión Latinoamericana. Edición 1960.