SEGUNDA GUERRA MUNDIAL:
75 AÑOS DE SU FIN (II)
23-mayo-2020
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El teniente Kennedy
Como indiqué en la entrega anterior,
recientemente se cumplieron 75 años de aquel histórico 8 de mayo de 1945 cuando
en Berlín los alemanes se rindieron a las Fuerzas Aliadas, para formalizar el
fin de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos personajes civiles y militares de
diversos países participaron en esa devastadora contienda que costó la vida a
entre 50 y 60 millones de personas.
Muchos
de los combatientes lo hicieron desde posiciones modestas, sin formar parte en
todo caso de la cúpula cívico-militar de los dos grandes bloques en conflicto.
Sus acciones de guerra no figuraron en los
titulares de la prensa de entonces, concentrada en las noticias que generaban
los líderes que dominaban los hechos guerreros y el escenario político, pero
algunos situados en filas secundarias luego adquirieron resonancia
internacional.
Ese fue el caso del teniente John Fitzgerald
Kennedy, quien luego fue el trigésimo quinto presidente de los Estados
Unidos de Norteamérica. Tuvo una participación breve en la Segunda Guerra
Mundial. Su tiempo en el teatro bélico del
Pacífico fue desde abril de 1943 hasta noviembre del mismo año.
Con rango de alférez de navío comandaba la
lancha torpedera PT-109, que se movía por el mar del Coral, entre las islas
Salomón y otras dispersas en las costas del Nordeste de Australia y del Este de
Papúa Nueva Guinea.
En la madrugada del 2 de agosto de 1943 el
destructor de la Armada Imperial Japonesa Amagiri embistió y partió en dos a la
referida embarcación. El incidente se produjo en el estrecho de Blackett, en la
zona de las Islas Salomón, punto marítimo muy activo en las operaciones
aeronavales que se efectuaban en el Pacífico.
Ese ataque provocó la muerte de 2 soldados
estadounidenses y 2 más quedaron gravemente heridos. El teniente Kennedy junto
a otros 10 marinos también fueron afectados con diversos daños corporales.
Después de esa arremetida el alférez Kennedy se salvó de nuevo,
mientras era trasladado de una isla a otra por el paso Ferguson. En esa ocasión
su suerte estuvo guiada por la astucia de unos indígenas melanesianos que lo
conducían en una piragua y decidieron colocarlo en el lecho de esa embarcación
artesanal y taparlo con hojas de palmera.
En el trayecto de la riesgosa navegación aviones
de combate japoneses pasaron rasantes varias veces por encima de dicha piragua,
pero no dispararon porque sólo vieron a los indígenas.
Kennedy nadó bastante antes de la llegada de
los nativos que socorrieron al grupo de náufragos, según las crónicas de ese
incidente incorporadas a su biografía.
Por su insistencia para seguir
participando en la guerra a John F. Kennedy se le asignó la comandancia de otra
lancha torpedera, la PT59. En noviembre de 1943 un ataque de paludismo lo sacó
de combate y tuvo que retornar a EE.UU., cerrando así su incipiente carrera
militar.
Como lesionado de guerra su país le
concedió la distinción Corazón Púrpura (Peuple Heart), además fue condecorado
con la significativa medalla otorgada por la Armada y el Cuerpo de Marines (Navy
and Marine Corps Medal).
Al entregarle dicha presea el alto mando
militar expresó: “Su valor, su tenacidad y su excelente mando contribuyeron a
la salvación de varias vidas humanas, encuadrándose en la línea de la más alta
tradición de la Marina de los Estados Unidos.”1
La
República Dominicana y La Segunda Guerra Mundial
Los manuales y recuentos sobre los
principales acontecimientos relacionados con la Segunda Guerra Mundial están ayunos de
información sobre la participación de la República Dominicana en ese conflicto.
No obstante esa omisión informativa, es de
rigor señalar que cuando ya finalizaba el 1941 el gobierno dominicano le
declaró la guerra a Alemania y Japón. Fue un acto más de faroleo internacional
del dictador Trujillo que de una acción de guerra en sí.
Ya antes de comenzar la Segunda Guerra
Mundial el régimen de fuerza que oprimía al pueblo dominicano había hecho
significativos gestos para acoger en el territorio nacional a miles de judíos
que eran perseguidos, y sus bienes saqueados, por los nazistas que gobernaban
en Alemania.
La oferta dominicana se produjo en la
Conferencia celebrada entre el 6 y el 15
de julio del 1938 en la ciudad francesa de Évian-les-Bains.
Los motivos políticos y económicos, así
como las consecuencias directas y proyecciones históricas de ese hecho son
harina de otro costal, por lo tanto no los comentaré aquí.
Hay que recordar que antes de los hornos
crematorios los nazis tenían un lustro persiguiendo a judíos, gitanos y otros
grupos sociales, en una clara política estatal de limpieza étnica y robo de
bienes de las víctimas, emulando con ello la operación razia que más de 1,500
años atrás hizo en Roma el rey visigodo Alarico I.
La
economía dominicana
Durante e inmediatamente después de la
Segunda Guerra Mundial la economía dominicana tuvo un florecimiento, debido a
los elevados precios de algunos productos criollos, especialmente el azúcar y
la melaza que se vendían en su mayor parte a los EE.UU.
Eso estaba conectado con lo que ocurría
entonces en Europa, donde obviamente los predios agrícolas fueron prácticamente
abandonados.
Los ingresos económicos del país por
concepto de exportaciones tuvieron un crecimiento exponencial, de conformidad
con las estadísticas correspondientes al período que cubre la guerra y la
posguerra referida.
Es válido señalar que esos mismos cálculos
demuestran que hubo una disminución de las importaciones. Muchos fueron los
motivos, entre ellos que los mares eran más escenarios de combates que vías
para el transporte de mercancías desde Europa y Asia.
Combatientes
dominicanos en La Segunda Guerra Mundial
En una dependencia de la Universidad de
New York hay un pequeño monumento en el cual se recuerda la participación de
más de 300 dominicanos en la Segunda Guerra Mundial, quienes lucharon desde
diferentes posiciones contra las fuerzas nazis-fascistas.
Cabe resaltar el nombre de Esteban Hotesse,
el dominicano nacido en Moca el 11 de febrero del 1919, quien bajo la bandera
estadounidense piloteaba un avión bombardero mediano del tipo B-25 Mitchell.
Murió en un accidente aéreo el 8 de julio de 1945, cuando apenas tenía 26 años
de edad.
El oficial Hotesse perteneció a los
aviadores formados en una escuela aérea del Estado de Alabama, en el Sureste de
los EE.UU, quienes se denominaron Grupo Tuskegee. Su lema de guerra era
“escupir fuego”. Esa promoción de pilotos hizo proezas en la Segunda Guerra
Mundial desde el Grupo de Combate 332 y el Grupo de bombardeo de las Fuerzas Aéreas
del Ejército Norteamericano.
La
Marina dominicana
El 8 de diciembre de 1941, un día después
del ataque japonés a las unidades navales y aéreas de los EE.UU. estacionadas
en Pearl Harbor, el dictador Trujillo les declaró informalmente la guerra a los
países que integraban el grupo conocido como El Eje (léase Alemania, Italia y
Japón).
Eso trajo como consecuencia una vigilancia
de parte de submarinos alemanes sobre las embarcaciones que se movían por las
costas dominicanas.
A partir de esa estrafalaria decisión
trujillista de carácter geopolítico algunos buques mercantes criollos fueron
hundidos.
Varios guardacostas dominicanos
desempeñaron una modesta, pero eficiente tarea de protección para el traslado
de productos agropecuarios en las áreas marítimas de los Canales del Viento y
de la Mona.
El primero de los buques mercantes
dominicanos hundidos por un submarino de la flota alemana fue el San Rafael,
que navegaba entre Florida y Jamaica. 32 disparos a babor y estribor sepultaron
en las aguas del Mar Caribe ese barco que no era de guerra.
El aludido
ataque se produjo el 3 de mayo de 1942. Los tripulantes del San Rafael lucharon
con tenacidad por salvar sus vidas. Fueron 8 largos días con sus noches de
terror, en condiciones totalmente adversas, nadando en aguas embravecidas y
donde no era extraña la presencia de tiburones.
El
día 11 de mayo fueron rescatados en la ribera marina del poblado Nueva Gerona,
capital de la cubana Isla de Pinos, que ahora es un municipio especial y desde
el 1978 tiene por nombre Isla de la Juventud.
El 21 de mayo de 1942 otro submarino
alemán atacó y hundió, en las aguas que conectan las islas de Martinica y
Puerto Rico, al Vapor Presidente Trujillo, adquirido 9 años antes en Cuba,
donde tenía por nombre Guantánamo. A bordo iban 45 tripulantes, muriendo 30 de
ellos.
Uno de los sobrevivientes de ese naufragio
fue Ramón Didiez Burgos, quien luego ocupó tres veces la Jefatura de la Marina
de Guerra Dominicana, con el rango de Contraalmirante y, además, era un gran
investigador de asuntos navales, cuyo análisis del diario de Colón contiene una
novedosa tesis en la que refuta versiones de otros muchos sobre el lugar exacto
en que los españoles, con Cristóbal Colón al frente, desembarcaron por primera vez (el 12 de octubre de 1492), en
el continente luego llamado América.2
Siete años antes de su siniestro el
referido Vapor Presidente Trujillo tuvo la categoría de buque presidencial, con
la condición de trasporte militar, como residencia oficial del Presidente de la
República.
El artículo 1 del Decreto 1126, promulgado
el 5 de diciembre de 1934, y publicado en la Gaceta Oficial 4742, expedido por el
tirano Rafael Trujillo, decía textualmente así: “Mientras dure el viaje que
inicio en esta misma fecha, mi residencia oficial queda trasladada a bordo del
vapor Presidente Trujillo.”3
Ese buque siguió siendo una unidad militar
hasta el año 1938, fecha en que fue transformado en un medio de trasporte marítimo
de mercancías.
La goleta Carmen fue naufragada el 13 de
junio de 1942, en la costa atlántica del país, frente al Municipio de Gaspar
Hernández. Había salido de Puerto Plata con destino a San Juan, Puerto Rico. Se
precipitó al lecho marino bajo los torpedos de un submarino alemán, integrante
de la flota que se movía por Las Antillas.
El 16 de junio de 1942 la embarcación tipo
goleta bautizada con el nombre de Nueva Altagracia zarpó desde la República
Dominicana rumbo a Curazao. Sus tripulantes no se imaginaron que poco antes de
llegar a su destino, cargada de
productos agrícolas y aves de corral, sería torpedeada por el fuego de un
submarino alemán que la hizo zozobrar.
Muchos detalles precisos sobre el
hundimiento de barcos dominicanos de carga en el mar Caribe y el Océano
Atlántico, durante la Segunda Guerra Mundial, están contenidos en la obra
titulada La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el mar Caribe,
publicada por el ilustre petromacorisano César de Windt Lavandier, quien fue
Jefe de la hoy llamada Armada Dominicana, con el rango de Contraalmirante. Era
también un reconocido meteorólogo.4
Diplomáticos
dominicanos apresados por los nazis
Los registros históricos consignan que
varios funcionarios diplomáticos y consulares dominicanos destacados en algunos
países de Europa fueron capturados por la inteligencia militar alemana.
Entre los capturados por los nazis, como
secuela de la declaratoria de guerra hecha por Trujillo a los países del Eje,
estuvieron Porfirio Rubirosa, Ángel Barón Reyes, Nelson Mejía y César Pina
Barinas.
Ninguno fue asesinado. Todos fueron
utilizados como piezas de intercambio con diplomáticos alemanes que habían sido
apresados por Los Aliados.
Antecedentes españoles de La Segunda
Guerra Mundial
En los primeros meses de la Guerra Civil
española la situación militar de las tropas franquistas no eran buenas. Los republicanos habían logrado importantes
victorias en varios frentes de batalla.
Ante la posibilidad de una derrota de los
grupos falangistas y tradicionalistas que Franco encabezaba sus asesores
civiles y militares acordaron buscar apoyo en Alemania e Italia, dada la
comprobada afinidad ideológica que tenían con los nazistas y los fascistas.
Hacia Berlín se trasladaron varios de ellos con una formal petición de ayuda.
En la cúpula dirigencial del llamado
Tercer Reich existía un odio visceral hacia los comunistas, republicanos,
socialistas, anarquistas, etc. que se agruparon en lo que en España se denominó
como el bando republicano.
No obstante lo anterior, Hitler se enfadó
al enterarse que los emisarios de Franco pedían un plazo largo para pagar los
equipos de guerra que solicitaban; y también hacían otras solicitudes típicas
de los pedigüeños.
Antes de decidirse a enviar una veintena
de aviones de guerra a España, persuadido para ello por el almirante Wilhelm
Canaris, jefe de sus servicios de inteligencia, y por el mariscal Herman
Göring, comandante supremo de la Fuerza Aérea alemana, Hitler dijo para que se
oyera en el bando franquista: “Cuando no se tiene dinero no se empieza una
guerra.”
El pueblo vizcaíno de Durango fue el
primero en ser atacado por aviones alemanes, el 31 de marzo de 1937. Versiones
históricas cifran en cientos los muertos bajo los muros de iglesias, conventos
y otras pequeñas edificaciones que servían de refugio a la masacrada población
civil.
Ese ataque fue como un ensayo de lo que
ocurrió poco después, concretamente en abril del referido año, con los
bombardeos de aviones alemanes e italianos contra otras poblaciones indefensas
del norte español, entre ellas Guernica.
Esos sangrientos hechos adquirieron
ominosamente la categoría de antecedentes para lo que luego serían crímenes de
lesa humanidad en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Una gran cantidad de pacíficos moradores
de los pueblos y aldeas que sufrieron ataques con bombas incendiarias y explosivas
murieron sin saber por qué. Un caso
dramático fue el de los guerniqueses, especialmente por la cantidad de
niños, mujeres y ancianos fallecidos, en un día que sería de mercado zonal y
cuando muchos estaban refugiados al sonar las alarmas del pueblo.
Aunque los juicios del controversial
historiador César Vidal están muy
devaluados en círculos intelectuales españoles, especialmente porque tiende a
fantasear sobre temas de extrema delicadeza, diré que en su obra Enigmas
Históricos al Descubierto él indica que los referidos ataques aéreos se
hicieron: “siguiendo criterios de oportunidad militar y no de carácter
político. De hecho de haberse analizado el aspecto político quizá Guernica no
habría sido bombardeada.”5
El jefe ejecutor de los bombardeos
alemanes e italianos que causaron muchas pérdidas humanas y vandalizaron varios
lugares de España, pero con énfasis en la zona norte, en los pueblos que forman
parte de Las Vascongadas, fue Wolfram Von Richthofen, cabeza de la rama de la
aviación hitleriana enviada a España, denominada Legión Cóndor, cuyo objetivo
era apoyar al bando franquista en la
guerra civil española (1936-1939).
Ese Richthofen llegó a ser en la Segunda
Guerra Mundial el mariscal de Campo más joven de la Luftwaffe (la terrible
aviación alemana), y adquirió la categoría de As por su intrepidez en los
combates aéreos en que participó.
Por órdenes de Hitler el citado oficial
alemán acordó con el general asturiano franquista Juan Vigón Suero-Díaz realizar
actos de guerra con prescindencia de los daños que se causaren a la población
civil.
Richthofen explicó en su Diario de Guerra
(jornada del 26 de abril de 1937) la manera en que impartió órdenes a los
hombres bajo su mando: “A un ritmo tal que todas las carreteras al sur de
Guernica queden bloqueadas. Si lo logramos, embolsaremos al enemigo en torno a
Marquina.” Al visitar Guernica, dos días después de la matanza de civiles,
anotó estos ominosos juicios: “Guernica, villa de 5,000 habitantes, ha sido
asolada…Las bombas incendiarias tenían ahora tiempo para desplegar su
eficacia.”6
Dicho y comprobado está que las pérdidas
humanas y materiales fueron de consideración, no sólo en Guernica sino también
en pueblos como Durango, Guerricaiz y Barazar.
Guernica fue inmortalizada por el pintor
malagueño Pablo Picasso en su famoso cuadro al óleo sobre lienzo de estilo
cubista que lleva el mismo nombre de la villa bombardeada.
Ese gran pintor y escultor, uno de los más
fecundos del siglo XX, logró captar de manera simbólica los horrores de la
guerra. El simbolismo de esa pintura puede proyectarse también como una expresión dramática de lo
que poco después ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
De esa obra iconográfica el mismo Picasso
dijo: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un
instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo.”7
Se han publicado varios libros sobre los
ataques de los aviones alemanes e italianos a los referidos pueblos, siendo uno
de ellos el titulado Guernica, del militar e historiador Jesús María Salas
Larrazábal.
Ese
autor tiene una visión muy particular, intencionadamente subjetiva y sesgada sobre
los acontecimientos ocurridos en las pequeñas comunidades mencionadas arriba.
Al referirse a Guernica considera que se crearon muchos mitos en torno al
bombardeo y la cantidad de muertos en esa villa martirizada. Dice que los
fallecidos allí no llegaron a cien personas, cuando otros con mayor
credibilidad informativa los contabilizan en miles.
Otros tienen opiniones diferentes, como
José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca en su interesante obra El sable del
caudillo, con ficcionadas confecciones de un testigo de excepción: el sable-observador
comprado en una tienda de utilería militar por Francisco Franco al ser nombrado
alférez.
Ese sable, como metáfora ontológica, fue
la personificación utilizada por el autor referido para detallar desde simples
nimiedades hasta reflexiones diabólicas del poderoso militar apodado por unos
El Comandantín y por otros El Africano.
Así consigna Vilallonga la hecatombe
ocurrida en Guernica: “26 de abril de 1937.Hoy, la Legión Cóndor, al mando del
coronel Wolfram von Richthofen, ha destruido en tres horas de intenso bombardeo
la ciudad sagrada de los vascos, Guernica, matando y quemando vivas a más de
dos mil personas entre pacíficos ciudadanos, mujeres y niños. Era día de
mercado y a Guernica habían acudido los habitantes de casi todos los caseríos
de la comarca.”8
Al margen de las controversias entre
investigadores del pasado por la cantidad de muertos y la destrucción de
carreteras, puentes, iglesias, plazas, viviendas, hayedos con frondosas hayas centenarias de
ramas horizontales y pinos altos y elegantes, es inobjetable que los pilotos
alemanes al mando de Von Richthofen y los italianos dirigidos por el teniente
aviador Corrado Ricci, pero bajo el mando supremo del primero, cometieron
crímenes de guerra que han quedado como una página de infamia.
El señalado Ricci fue escogido para tales
fines por quien era a la sazón jefe de inteligencia de la Italia bajo el yugo
de los fascistas, general Mario Roatta, al observar su voluntarismo. Ese Ricci
llegó a ser general y terminó sus días como monje eremita en el desierto de
Libia.
Encuentro
de Hitler y Franco en Hendaya
Hendaya es un pequeño pueblo francés
situado en los Pirineos, a unos cuantos kilómetros de la española ciudad de
Vizcaya. Allí se reunieron Hitler y Franco, el 23 de octubre de 1940, en plena
Segunda Guerra Mundial.
Mucho se ha escrito sobre el fracaso de
aquel encuentro. Posteriormente se supo que Franco, en su círculo de amigos y
socios, se expresaba con desprecio hacia Hitler, a quien consideraba un simple
diletante en asuntos militares, aunque luego consideró como una actitud propia
de un héroe el suicidio de éste en Berlín.
Probablemente la opinión de Franco
obedecía más bien a la renuencia inicial que tuvo El Führer de apoyarlo en la
Guerra Civil Española, con lo cual coincidía con Joachim von Ribbentrop, que
era el ministro de Exterior del régimen nazista.
Es de rigor decir que la Guerra Civil
española (en la cual se cometieron muchas atrocidades, tanto del lado de los
nacionalistas como de los republicanos) había finalizado, al menos en términos
técnicos, en las primeras horas de abril de 1939, con Franco victorioso gracias
al fuerte apoyo que le dieron Hitler y Mussolini.
Quedaba abierta una guerra de guerrillas
de los combatientes antifranquistas que integraron una organización llamada
maquis.
Unos
cuantos meses después comenzó la Segunda Guerra Mundial, que encontró a España
devastada en términos económicos, sociales y sicológicos, lo que hizo imposible
que al menos de manera abierta el nuevo régimen pudiera brindar un apoyo
público a los nazistas y fascistas que le habían auxiliado en forma decisiva
para obtener una victoria transitando por montañas de cadáveres.
La desastrosa realidad interna, y las
repercusiones que tendría en el exterior la participación en otra guerra de la
España ensangrentada de los años 30s del siglo pasado, provocaron que Franco se
declarara primero presuntamente neutral y poco después varió a no beligerancia,
lo cual en el contexto de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial
significaba que no entraba en la conflagración, pero apoyaba a Hitler y
Mussolini.
El abogado y político Ramón Serrano Suñer,
que además de Ministro de Gobernación del régimen de Franco era concuñado de
éste, relata en sus memorias, tituladas Entre el silencio y la propaganda, la
Historia como fue, una serie de aspectos sobre las relaciones de Hitler, Franco
y Mussolini.
La lectura de esa obra permite decir, con
el auxilio semántico del sabio Miguel de Unamuno, que ella contiene jugosos
detalles de la intrahistoria de aquella época tenebrosa para la humanidad.
Al decir de Serrano Suñer España exigía,
para entrar de manera directa en la guerra, que le cedieran Orán y lugares
circundantes, que es lo que se conoce como el Oranesado, en Argelia; la parte
de Marruecos que entonces estaba bajo control de Francia; la entrega de Camerún, en el centro de
África; más espacio en el Sahara; apoyo para tomar posesión del peñón de
Gibraltar y, además, que el régimen nazista proporcionara a España armas,
combustible y alimentos.9
Para poner en contexto quién era el
personaje mencionado en el párrafo anterior es válido decir que en el 1942 el
embajador de los EE.UU. en España, el historiador Carlton J. H. Hayes, en uno de los numerosos informes
que dirigió al Secretario de Estado Cordell Hull, calificaba a Serrano Suñer no
sólo de falangista pro nazi sino también de “mezquino, intrigante y escurridizo
político.”10
En apretada síntesis, el encuentro de
Franco y Hitler en Hendaya se ha considerado como un fracaso en virtud de que
nada se obtuvo en concreto, excepto la firma de un documento difuso y de
contenido vago, en el cual se plasmó que España ratificaba el compromiso de participar
directamente en la guerra, pero sin fecha para ello y Alemania sólo prometía
para España concederle algunos territorios de África, si se involucraba en
favor de los intereses de los países que formaban el Eje (Alemania, Italia y
Japón).
El prestigioso historiador inglés y gran
hispanista Paul Preston, en su obra Franco, Caudillo de España, considerada la
más completa biografía de ese personaje que gobernó con manos de acero durante
36 años a su país, señala que él acudió al encuentro con Hitler en la comuna de
Hendaya con “la esperanza de obtener una recompensa adecuada a sus reiteradas
ofertas de unirse al Eje.”
Abunda más Preston en sus juicios, que no
han sido desmentidos, al indicar que Franco acudió al fronterizo territorio
francés con el expreso designio de “sacar provecho de lo que consideraba la
decadencia de la hegemonía anglofrancesa que había mantenido a España en una
posición subordinada durante más de dos siglos.” Para Hitler era “un viaje de
reconocimiento.”11
La verdad es que, al margen de las muchas
opiniones diferentes sobre el hecho histórico ocurrido el 23 de octubre de 1940
en Hendaya, hay pruebas a borbotones del involucramiento de España en la
Segunda Guerra Mundial.
España estuvo presente en esa guerra feroz
no sólo con regimientos de infantería y unidades de artillería integrados por
supuestos voluntarios, en lo que se llamó la División Azul que operó en el
frente ruso, sino también con el suministro de alimentos y materias primas para
las fuerzas navales y aéreas alemanas, así como con el servicio de oportunas
informaciones de inteligencia y contra inteligencia militar.
Bibliografía:
1-El teniente J. F. Kennedy.P181.Editorial
Juventud, Barcelona, 1968.Michel Duino.
2-Guanahani y Mayaguain, las primeras
isletas descubiertas en el nuevo mundo: análisis del diario de Colón. Editora
Cultural. Ramón Julio Diez Burgos.
3-Decreto No.1126.Gaceta Oficial No.4742,
publicada el 5 de diciembre de1934.
4-La Segunda Guerra Mundial y los
submarinos alemanes en el mar Caribe. Editora Amigo del Hogar, 1997. César de Windt
Lavandier.
5-Enigmas históricos al descubierto.
Editorial Planeta, 2004.Pp176 y 177. César Vidal.
6-Diario de guerra. 26 de abril de 1937.
Wolfram von Richthofen.
7-Declaración de prensa. Junio 1937. Pablo
Picasso.
8-El sable del caudillo. Editorial Plaza
& Janés. Pp277 y 278, décimo tercera edición, 1998. José Luis de Vilallonga
y Cabeza de Vaca.
9-Entre el silencio y la propaganda, la
historia como fue. Memorias. Editorial Planeta, Barcelona, España, 1977.Ramón
Serrano Suñer.
10-Misión de guerra en España, 1942-1945.Publicado
por Universidad de Zaragoza, 2018. Carlton J. H. Hayes.
11-Franco, caudillo de España. Editorial
Grijalbo, 1994. Paul Preston.