sábado, 28 de noviembre de 2020

SUICIDIOS HISTÓRICOS (III):SILVA, GARCÍA Y ARENAS

 

SUICIDIOS HISTÓRICOS (III). DOS POETAS Y UN PRESIDENTE: SILVA, GARCÍA Y ARENAS.

 

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

 

Albert Camus,  en  su ensayo filosófico titulado El Mito de Sísifo, se refiere a que “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.” Tal vez el gran novelista, filósofo y dramaturgo francés fue muy absoluto en su juicio al respecto, aunque para ello se apoyara en parte en las reflexiones del poeta griego Píndaro.

Lo cierto es que se hace difícil tan siquiera aproximarse a juzgar los por qué de la suprema decisión de los suicidas. No basta para clarificar ideas en torno a ese tema, tan humano y a la vez misterioso, colocarse en el pedestal de la filosofía.

Los ejemplos que describo a continuación son pruebas elocuentes de los meandros que tiene la mente.

José Asunción Silva Gómez

 

José Asunción Silva Gómez fue un poeta colombiano que en la madrugada del domingo 24 de mayo de 1896, en la calle 14 No.13 de un barrio bogotano, decidió desvincularse de la vida terrenal cuando apenas tenía 30 años de edad.

Dicen que estaba abrumado por deudas y otras muchas dificultades e incomprensiones que considero innecesario enumerar aquí.

Algunos de sus biógrafos han escrito que cerca de su cadáver había un ejemplar del libro titulado El Triunfo de la muerte, autoría del periodista, poeta y novelista de los Abruzzos italianos Gabriele D Annunzio.

Tal vez lo había leído con alguna delectación morbosa antes de auto infligirse un balazo en el corazón, poniendo así término a sus pesares.

Como en muchos suicidios famosos, en el de José Asunción Silva no dejó de haber controversia, especialmente en los primeros 50 años de su trágica muerte. Se tejieron y destejieron mil y una versiones sobre su trágica decisión, de la cual él no dejó ninguna nota.

Uno de sus biógrafos, Enrique Santos Molano, dice que lo que hubo fue un asesinato, y basa esa afirmación un tanto estrambótica en una serie de detalles que desgrana y trata de explicar para conducir a su hipótesis sin elementos probatorios que la sustenten.

Así escribió Santos Molano, embistiendo como un moloso a todos los que tenían una opinión diferente a la suya sobre el tema: “No hay tal depresión del poeta, ni un suicidio anunciado…Nunca hubo crisis de nervios en Silva, era un hombre aplomado, la locura súbita es descartada. No hay tales amores incestuosos…las pruebas circunstanciales recogidas en esta investigación me han dejado con la convicción absoluta de que Silva no se disparó sino que le dispararon.”1

Silva escribió muchos poemas, entre ellos más de 20 que por su calidad han superado el tiempo y se mantienen entre los mejores de América. También cultivó brevemente la prosa con su novela titulada  De Sobremesa.

Su poemario inicial lo tituló Poesías.  Esa obra sería luego prologada por nada más y nada menos que Miguel de Unamuno, un nombre sonoro en las letras y la intelectualidad hispanoamericana de finales del siglo antepasado y las 3 primeras décadas del siglo 20.

Unamuno escribió que la originalidad de Silva estaba en el fondo, en la forma, en el tono y en el ritmo interior. Y subió el pendón de su admiración hacia el poeta bogotano así: “Silva canta como un pájaro, pero un pájaro triste, que siente el advenimiento de la muerte a la hora en que se acuesta el sol.”2

A pesar de que no llegó a madurar su gran potencial poético está considerado en la historia de la literatura latinoamericana como uno de los principales impulsadores del Modernismo que, en su esencia y autenticidad, fue uno de los mayores aportes de las letras de esta región al mundo.

Se celebran, sin ningún pero en el camino, sus rimas como “agua/fragua/piragua”, en su  poema Paisaje Tropical. Y en Serenata descuelga la consonancia con “narra/barra/guitarra.” Parte de esa cualificación poética la describió en el 1942 Fernando Vallejo al analizar el universo poético del poeta bogotano suicida en su ensayo titulado La Muerte de Silva.3

Hay un amplio consenso entre los estudiosos de la historia poética latinoamericana de que Silva fue el que colocó por primera vez el erotismo en la poesía colombiana cuando divulgó poemas así: “Desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos/Temblabas y eras mía, temblabas y eras mía bajo el follaje espeso.”

En algunos círculos a Silva se le conocía como el ilustre cachaco, por descender de bogotanos, y por su propio nacimiento en la capital de Colombia.

Su valía en la literatura no sólo está consignada en su aparición en muchas de las principales antologías sobre la poesía del siglo pasado, sino también porque su nombre figura desde hace muchas décadas en los principales análisis sobre las letras hispanoamericanas, y específicamente sobre el Modernismo.

El escritor y político argentino Alberto Ghiraldo escribió en el 1932 un ensayo sobre la producción literaria del insigne poeta nicaragüense Rubén Darío,  y al referirse a los precursores del Modernismo hace mención de manera destacada y reiterada de José Asunción Silva Gómez.

En efecto, así se expresó Ghiraldo hace ahora 88 años desde su cátedra en Madrid: “Gutiérrez Nájera en Méjico, José Asunción Silva en Colombia, Julián del Casal en Cuba, y José Martí y Rubén Darío en América toda y en España, son los autores…de un movimiento que ha dado por resultado el actual modernismo, o sea esa sensibilidad de estilo de que están impregnados los poetas sucesores del romanticismo…”4

Es posible que Rubén Darío se inspirara en la trágica figura de Silva cuando le dedicó un poema a los poetas: “Y el mundo a carcajadas se ríe del poeta y le apellida loco, demente, soñador, y por el mundo vaga cantando solitario, sin sueños en la mente, sin goces en el alma, llorando entre el recuerdo de su perdido amor…Prosigue, triste poeta, cantando tus pesares; con tu celeste numen sé siempre bueno y fiel.”

Tan importante ha sido siempre la poesía brotada de las profundidades del alma de José Asunción Silva, que en una ocasión sirvió de guarida emocional a Pablo Neruda cuando llegó a dar una conferencia a los miembros de un sindicado de cargadores de productos agrícolas en el mercado popular más grande de Santiago de Chile.

Así se expresó el Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda: “Cuando entré a aquella sala destartalada sentí el frío del Nocturno de José Asunción Silva, no sólo por lo avanzado del invierno, sino por el ambiente que me dejaba atónito. Sentados en cajones o en improvisados bancos de madera, unos cincuenta hombres me esperaban.”5

El gran dominicano Pedro Henríquez Ureña hace más de una mención del poeta Silva en sus estudios métricos. Dice que en eso de crear pie silábico Silva fue precursor de Rubén Darío.

Henríquez Ureña, considerado uno de los más eminentes intelectuales del siglo 20 en todo el continente americano, se expresó así: “Probablemente, Silva precedió a Darío también en la afición al eneasílabo.”6

Algunos exégetas de la icónica novela Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez, han situado a José Asunción Silva como uno de sus personajes, haciendo una vinculación del frustrado balazo en una zona cercana del corazón que se hizo el coronel Aureliano Buendía y el plomazo mortal del poeta bogotano.

Esa conexión la hacen aprovechando los dos tiempos (el histórico y el místico) que aparecen en esa obra del genio del poblado de Aracataca, en el mar Caribe que baña una parte de Colombia.

Alan García Pérez

El  abogado, político, orador y escritor Alan Gabriel García Pérez está en la larga y accidentada historia del Perú como uno de sus personajes más emblemáticos.

Nació en la costa peruana, específicamente en su principal ciudad, Lima, el 23 de mayo de 1949. Tuvo un largo ejercicio en la vida pública de ese país que forma parte del Altiplano andino.

Se suicidó de un balazo en la cabeza en su domicilio limeño la mañana del 17 de abril del 2019, hace ahora menos de dos años, cuando fiscales y policías fueron a capturarlo, con una orden de detención preliminar, por sus presuntas vinculaciones con actividades criminales patrocinadas por una empresa brasileña que corrompió a centenares de políticos, empresarios y cabilderos en varios países de América Latina.

Alan García era uno de los políticos de estos tiempos con mayor formación académica, habiéndose educado en universidades peruanas, españolas y francesas, tal y como se comprueba al leer su extenso curriculum vitae.

Fue presidente del Perú durante dos períodos no consecutivos: Desde el 28 de julio de 1985 hasta el 28 de julio de 1990 y desde el 28 de julio del 2006 hasta el 28 de julio del 2011.

También fue diputado y senador. Escribió varios libros de historia y de doctrina política. Poseía una depurada y persuasiva oratoria. Era un pensador.

En su primer período gubernamental tuvo fuertes enfrentamientos con los organismos financieros internacionales, lo cual provocó que la República del Perú sufriera una desconocida hiperinflación,  lo cual hizo que la moneda se devaluara, con un altísimo costo para su estructura industrial y comercial y el consecuente constreñimiento económico para la población.

La decisión  del presidente Alan García de sólo pagar la deuda internacional hasta el 10% de las entradas que recibía el país por sus exportaciones creó un enorme disgusto en el Fondo Monetario Internacional, poderoso organismo que le fue cerrando las puertas para que la tierra de Santa Rosa de Lima y Chabuca Granda no tuviera acceso a las fuentes económicas externas.

Su casa política fue el Partido Aprista Peruano, fundado y dirigido hasta su muerte por el filósofo, antropólogo, economista y brillante líder político Víctor Raúl Haya de la Torre.

El fundador de la plataforma política donde se formó Alan García estaba exiliado en México, (donde llegó expulsado de su tierra por el presidente Augusto Bernardino Leguía, por ser un férreo opositor a su gobierno dictatorial conocido como el Oncenio).

Fue en México que Haya de la Torre creó dicho partido, en el 1924.  Originalmente lo llamó Alianza Popular Revolucionaria Americana, con el objetivo de diseminar por toda América Latina movimientos políticos y sociales que sirvieran de escudo protector para enfrentar las políticas expansionistas y de imposición económica y militar de los EE.UU.

Los padres de Alan García también formaron parte del grupo de fundadores de ese histórico partido que se convirtió en una escuela política para muchos dirigentes latinoamericanos que veían en Haya de la Torre una figura fuera de serie, por su inteligencia, honestidad y tenacidad.

Precisamente el suicida García Pérez fue uno de los alumnos más cercanos de Haya de la Torre, del cual escribió lo siguiente: “Estaba en un campamento juvenil del partido a orillas del río Rímac. No me separaba ni cinco metros de este semidiós y me sentía como en la Capilla Sixtina. Era imponente, un vasco antiguo, blanco y con barba, con una enorme cabeza que para mí solo podía ser sinónimo de una maciza inteligencia.”7

Cuando terminó su primer gobierno fue objeto de una tenaz persecución de parte de su sucesor Alberto Fujimori. Éste renunció casi 8 años después, vía fax desde Japón,  envuelto en un mayúsculo escándalo  de robos y crímenes. García retornó a su país y después de un primer fracaso electoral volvió a ganar las elecciones presidenciales, culminando su segundo mandato, como indico más arriba, el 28 de julio del 2011.

 

Reinaldo Arenas Fuentes

 

Reinaldo Arenas Fuentes fue un novelista, poeta, ensayista y dramaturgo cubano, nacido el 16 de julio de 1943 en un pequeño pueblo de nombre poético, Aguas Claras.

Tuvo una vida siempre trillada al borde del precipicio de su propia existencia, tal y como lo relata él mismo en una de sus obras esenciales. Fue contrario a la dictadura batistiana, apoyó en principio al gobierno instaurado en Cuba desde 1959 y luego se convirtió, por una miríada de motivos, en un disidente con categoría de peligro.

En su pentagonía novelística versada sobre la Revolución Cubana Reinaldo Arenas Fuentes desgaja, con no poco desparpajo, su entusiasmo inicial, su desilusión, desengaño y  finalmente su abierto enfrentamiento con los comandantes que en el 1959 destruyeron el entramado de latrocinio y crímenes que hasta entonces encabezaba el que en una ocasión fue llamado por alguien de los servicios secretos estadounidenses como “un sargento llamado Batista”.

Reconocidos sodomistas, locas regias les llamó Arenas, le abrieron en su tierra natal un expediente de sodomía (tipificado de crimen en el código penal cubano, con los matices de lo que fue una real cédula impuesta en el 1516 por el rey español Carlos V). Eso formaba parte del largo rosario de acusaciones en su contra por ser contestatario al régimen político de su país.

Por razones políticas más que personales padeció durante largos meses (1974-76) en  La Habana los suplicios de las mazmorras del Castillo del Morro, también en Villa Marista y otra cárcel situada en un sector llamado Flores. El narra con precisión milimétrica los horrores que vivió junto a otros en esos lugares. (Antes de que Anochezca, páginas 203-248).

Finalmente pudo irse de Cuba como parte del éxodo conocido como el Mariel, que se produjo en 1980, y donde se coló con auténticos disidentes una morralla humana que en cierto modo representaba parte de la hez social habanera.

Su salida de Cuba no fue fácil para él. Tuvo que transformarse metafóricamente en una especie de harina de centeno, cebada, yuca, trigo, maíz o avena, pues para abordar uno de los barcos cambió su apellido Arenas por Arinas, o sea que salió al exilio del que no retornó como Reinaldo Arinas. Era el surrealismo caribeño otra vez en su máxima expresión.

Reinaldo Arenas se  suicidó en la ciudad de New York, EE.UU., el día 7 de diciembre de 1990, cuando tenía 47 años de edad. Había desarrollado una vida intensa en muchas vertientes de su existencia.

Los nubarrones de la impotencia física (por los efectos del sida que padecía) y sentimental por las añoranzas de su patria, habían hecho estragos en él y ya no podía asimilar los sabores de la vida.

El gran escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, una de las plumas más célebres de América Latina, al referirse a Reinaldo Arenas y a su obra literaria pintó este estremecedor cuadro: “Su pansexualismo es, siempre, homosexual. Lo que lo hace una versión cubana y campesina de un Walt Whitman de la prosa y, a veces, de una prosa poética que es un lastre de ocasión en ocasión.”8

El poeta Arenas fue uno de esos seres con una marca distintiva en su vida; de los que pueden ser localizados en su mismidad como se hace con las huellas que dejan en su desplazamiento por tierra mojada las gallinas recentinas para llegar al lugar donde acurrucan sus polluelos.

En la lectura de su autobiografía novelada titulada Antes de que Anochezca el lector capta que Arenas era un pensador que reflexionaba sobre Nuestra Señora de la Caridad, también llamada la virgen del Cobre, y su hermoso santuario situado a unos 18 kilómetros al oeste de la gran ciudad de Santiago de Cuba; pero también incursionaba en juicios sobre la santería, con la religión yoruba y sus orishas más famosos como Obbatalá, Yemayá, Oshún y paro de contar.

Sin embargo, él nunca encontró acomodo ni en un lado ni en el otro. Ello dicho sin que predominara en su ser una creencia específica sobre otras vertientes de la religiosidad.

Reinaldo Arenas comienza el capítulo final de la referida autobiografía con estas reveladoras palabras: “Los sueños y también las pesadillas han ocupado gran parte de mi vida. Siempre fui a la cama como quien se prepara para un largo viaje: libros, pastillas, vasos de agua, relojes, una luz, lápices, cuadernos. Llegar a la cama y apagar la luz ha sido para mí como entregarme a un mundo absolutamente desconocido y lleno de promesas, lo mismo deliciosas que siniestras.”9

 

Cuando se leen las obras de Reinaldo Arenas, y se conoce su trayectoria vital, a uno le asalta la impresión de que a él la vida le fue peor que la muerte, en diapasón con una de las célebres reflexiones del neurólogo austriaco Sigmund Freud.

La última prueba de lo anterior quedó demostrada en uno de los papeles que él  dejó no publicados. Fue su nota de despedida, en la cual, entre otras cosas, dijo: “Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a mi terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida…Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza…Cuba será libre. Yo ya lo soy.”10 

Más explícito no podía ser el escritor colombiano José Guillermo Ángel (Memo Ánjel) cuando  escribió  de  Arenas lo siguiente: “Literatura que consume, sexo pasivo y política, conforman la trilogía del escritor cubano Reinaldo Arenas. Y no por partes sino juntas, como una llamarada creada por un adicto a todos los fuegos, los del infierno y las velas de las iglesias.”11

 

Bibliografía:

1-El corazón del poeta.Biografía de Silva.s/p de imprenta,1942. Enrique Santos Molano.

2- Prólogo a José Asunción Silva, Poesías.Salamanca, España, marzo de 1908. Miguel de Unamuno.

3-La muerte de Silva, Bogotá, 1942. Credencial Historia No.76.Fernando Vallejo. 

4-Prólogo del libro “Rubén Darío.Obras poéticas completas.”Madrid, España,1932. Alberto Ghiraldo. Reimpresa en R.D. por editora Alfa y Omega,1986.

5- Confieso que he vivido. Editora Mediasap Group, 1974.P277.Edición dominicana patrocinada por El Siglo,1974.Pablo Neruda.

6-Obras completas, tomo III. Estudios métricos. Editora Universal, 2003.Pp431 y 432.Pedro Henríquez Ureña.

7-Víctor Raúl Haya de la Torre visto por Alan García.

8- La destrucción del sexo. El País, 29 de mayo de 1992. Guillermo Cabrera Infante.

9-Antes de que Anochezca. Impresora Grafos, Barcelona, España.4ta.edición,2004.P335. Reinaldo Arenas.

10-Nota de despedida, New York, EE.UU. Diciembre 1990. Reinaldo Arenas.

11-Reinaldo Arenas contra Fidel: sin vida en la isla y sin nada por fuera de la isla. Madrid. El Mundo.2016. Memo Ánjel.

Publicado el 28 de noviembre del 2020.www.Diario Dominicano.

sábado, 21 de noviembre de 2020

ALFONSINA STORNI, HENRI CHRISTOPHE Y GETÚLIO VARGAS (SUICIDIOS)

 

 SUICIDIOS HISTÓRICOS (II): ALFONSINA STORNI, HENRI CHRISTOPHE Y GETÚLIO VARGAS

                          POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Alfonsina Storni Martignoni

Alfonsina Storni Martignoni fue una reconocida poetisa, educadora y activista feminista argentina nacida el 29 de mayo de 1892 en la región de Tesino, al sur de Suiza, en una comunidad cercana a la gran ciudad de Lugano, de donde fue llevada a Argentina cuando sólo tenía 4 años de edad. 

Su suicidio

Se suicidó a los 46 años de edad. Fue en horas de la madrugada del 25 de octubre de 1938. La cronología del hecho consigna que salió de un cuarto de hotel y penetró a una playa de la ciudad argentina de Mar del Plata, ribereña del Océano Atlántico. Emergió como cadáver.

Tiempo antes de su muerte ella dio señales, que luego se interpretaron como una despedida. Su última publicación en el periódico La Nación la tituló de manera sugerente así: “voy a dormir.” Parece que ya presagiaba el final terrestre de su vida cargada de vaivenes lastimosos.

En su libro titulado Poetisas suicidas y otras muertes extrañas la ensayista y poeta Luz María Jiménez Faro escribió que Alfonsina Storni se entregó al mar envuelta en un manto. Más adelante la también antóloga sostiene que: “…cuando se pierde la ilusión…aparece la necesidad de transgredir la frontera de la vida.”1

                                       Antes de su muerte

Hay constancia escrita, y muchos testimonios, de que Alfonsina Storni era una paciente depresiva desde que era una adolescente.

Su primera obra la tituló La inquietud del Rosal, en la cual ya se notaba su calidad literaria, y su inclinación por el movimiento conocido como el Modernismo.

Muchos especialistas en su obra no han vacilado en calificarla como una autora  rodeada de vigor creativo. Al leer sus poemas uno comprueba que los mismos tenían vasos comunicantes entre el modernismo y el romanticismo, con un firme acento de perdurabilidad. Así ha sido en la realidad.

Ello dicho al margen de la forma despectiva en que la trató Jorge Luis Borges, quien la descalificó como poetisa de calidad en más de una ocasión. Fueron otros de sus no pocos destemplados arranques de soberbia intelectual.

 En su referido primer poemario, publicado cuando Alfonsina Storni rozaba los 24 años, también se comprueban las difíciles circunstancias personales que la acompañaban, particularmente en una sociedad de gazmoñería como era la argentina de principios del siglo pasado.

Con el paso de los años ella fue variando la temática de sus inspiraciones y, además, profundizando en contenido, tal y como lo señala el especialista en literatura y prolífico autor puertorriqueño Jaime Martínez Tolentino, quien robusteció su opinión haciendo un laborioso cotejo con variadas opiniones de comentaristas culturales.

En su valioso ensayo titulado La Crítica literaria sobre Alfonsina Storni (1945-1980), Martínez Tolentino hace un largo repaso de la producción poética de la poetisa suicida, y expresa que al dejar de lado el erotismo y los aspectos autobiográficos ella “…se vuelve más depurada y pura, más hermética y más repleta de simbolismo oscuro, y la poeta comienza a rehuirle a las formas poéticas de mayor libertad para acercarse a otras de mayor restricción formal.”2

Alfonsina Storni se destacó defendiendo a las mujeres, que antes tenían sus derechos más menguados que ahora. En su condición de maestra también se erigió en una lideresa defendiendo el  magisterio en Argentina. Muchos de sus ensayos se basaban en esos dos temas.

Algunos de sus biógrafos consideran que por su  lucha social, de la cual se desprendían expresiones y comportamientos inusuales para entonces, fue sometida por ciertos grupos intolerantes a un acoso que no pudo controlar y que contribuyó a que su salud mental sufriera un constante deterioro.

Con su sistema emocional erosionado, con sus zapatillas cerebrales desencajadas, y con graves problemas oncológicos, su vida se fue convirtiendo en una especie de erial, aunque paradógicamente nunca dejó de recibir la visita de las musas inspiradoras para escribir textos poéticos y ensayos que por su calidad han superado el tiempo.

Treinta años después de su suicidio, la gran cantautora Mercedes Sosa, en su producción discográfica titulada Mujeres Argentinas (1969), interpreta en su honor la canción Alfonsina y el Mar, con letras de Féliz Luna y música de Ariel Ramírez. 

Henri Christophe

 

Ese personaje de leyenda no era haitiano de nacimiento, pues vio la luz por primera vez en la pequeña isla caribeña de San Cristóbal (Saint Kitts) el 6 de octubre de 1767. Había sido esclavo, pero luego fue un despiadado esclavizador de miles de hombres y mujeres de su misma raza.

 

Su suicidio

Henri Christophe, convertido por propia voluntad en el rey Henri I de Haití, se suicidó de un pistoletazo (dicen que con una bala de oro) como recurso supremo para no caer en manos de sus enemigos. Ese hecho se produjo el 8 de octubre de 1820. Contaba con 53 años de edad. No gozaba de popularidad entre sus súbditos.

                                            Antes de su muerte

Para poner en perspectiva a esa figura política y militar, en la parte referente a su presencia en lo que desde 1844 es la República Dominicana, es oportuno hacer puntualizaciones apegadas a la verdad de los hechos del pasado.

 Antes de convertirse en amo y señor de una importante parte de Haití desempeñó un macabro papel en la historia dominicana cuando junto a su mentor Jean Jacques Dessalines y otros cometieron muchos crímenes en las ciudades de Santiago de los Caballeros, Moca, La Vega y pueblos aledaños, especialmente el sangriento 25 de febrero de 1805.

Por expresiones de ellos mismos sus propósitos eran arrasar todo lo que encontraran a su paso para dejar a lo que quedara del pueblo dominicano en condiciones de ruina total.

El autor del libro La Dominación Haitiana (1822-1844), Frank Moya Pons, señala que los referidos hechos sangrientos en los que participó Christophe fueron uno de los motivos causantes del rechazo que en el 1822 encontró Jean-Pierre Boyer al arribar a la ciudad de Santo Domingo en plan de ocupante.

Dicho autor lo dice así: “Las matanzas de Dessalines y Christophe en La Vega, Moca y Santiago en 1805 estaban frescas en la memoria de la población dominicana y no podían ser despejadas en pocos años.”3

Mucho se ha escrito sobre ese estrafalario gobernante, pero es importante resaltar los juicios que sobre él expone el ensayista y reconocido intelectual haitiano Jean Price-Mars en los dos tomos de su obra titulada La República de Haití y la República Dominicana.

Price-Mars aprovecha el trágico episodio del fusilamiento en las montañas septentrionales haitianas de un emisario del rey francés Luis XVIII para calificar al rey Henri I de “aficionado a la violencia”. Pero también señala que era vigorosa la creencia de ese auto titulado rey caribeño sobre sus poderes más allá de sus dominios terrenales.4 

Cuando Henri Christophe (Enrique Cristóbal) irrumpe en el primer plano de la vida pública haitiana, en su condición de general curtido en los atajos de maniguas, el antecedente político presente allí era la imponente figura de Jean-Jacques Desssalines, proclamado Emperador de Haití en el 1804.

 Era uno de los tres generales poderosos que sustentaban el duro mandato imperial de Dessalines.

Es necesario decir que estaba en curso desde años antes de la Independencia de Haití un pugilato entre los mulatos, ubicados principalmente en el sur del lado oeste de la isla de Santo Domingo, y los negros puros, como Christophe, que dominaban en el norte de ese vecino país montañoso.

Al producirse el magnicidio de Desssalines en el llamado Puente Rojo los mulatos encabezados por el General de División Alexandre Sabés Pétion maniobraron para crear una nueva constitución en la cual el poder presidencial estuviera limitado, especialmente eliminándose el carácter de vitalicio.

Con esas condiciones fue escogido como presidente de la República de Haití el segundo jefe militar, que lo era el General Christophe. Fiel a su carácter no aceptó el cargo si no se le permitía actuar como “un hombre fuerte”, siguiendo el ejemplo de su maestro Desssalines, asesinado y luego descuartizado como un animal de matadero.

Se produjo entonces un rompimiento entre los mulatos (que se hicieron fuertes en el sur incluyendo Puerto Príncipe, Jacmel, Los Cayos y subiendo a Mirabalais, San Marco y otras poblaciones) y los negros puros del norte que se atrincheraron bajo el escudo de Christophe en gran parte de la zona norte de Haití.

En el sur gobernó el mulato Pétion, hasta que la fiebre amarilla lo mató cuando tenía 47 años de edad. En el norte capaba y señalaba Christophe, hasta su muerte por suicidio, a título de rey.

El reinado de Henri I tenía su epicentro en la importante ciudad portuaria de Cabo Haitiano, aunque el mando directo lo estableció a unos 30 kilómetros al sur de esa urbe marítima.

Escogió para vivir y dirigir la parte más elevada de una montaña, en la comuna de Milot, donde hizo construir una fortaleza que en su momento llegó a ser el recinto militar más grande de América.

El nombre de esa fortificación es La Ciudadela Henri Christophe. Es una obra de ingeniería militar extraordinaria, con muros que superan los 40 metros de altura.

En esa zona, donde era dueño de innúmeras plantaciones de diversos cultivos, con trabajadores esclavos, ordenó la construcción de varios palacios y castillos.

El  más imponente de esos casoplones fue el Palacio de Sans-Souci,  que tenía todos los lujos de las grandes mansiones imperiales de Europa. Allí vivía a cuerpo de rey, allí movía los hilos de su poder y allí se suicidó.

 

El conjunto de esas obras que representaban la megalomanía de Henri Christophe fue declarado por la UNESCO, en el 1982, Patrimonio de la Humanidad. El Congreso de Haití lo declaró por ley Parque Nacional Histórico, destacándose la Fortaleza y los palacios Sans Souci y Ramiers.Ha habido por épocas un interés turístico de esa zona.

La corte presidida por él y la reina María Luisa de Haití, también estaba formada por príncipes, princesas, duques, condes, etc. Una verdadera charada seudo institucional.

Esa corte desapareció con la muerte de Christophe, pues uno de sus hijos  designado para sucederlo en el trono fue muerto diez días después de su suicidio. Lo mataron los esclavos de sus plantaciones, azuzados por altos oficiales que tenían grandes extensiones de tierra asignadas de las que previo pago al rey obtenían grandes beneficios de una producción con mínima inversión.

El mesianismo político que caracterizó a Christophe, envuelto en una egolatría desbordante, lo llevó a pensar que los dominios geográficos de su reinado, los fondos que acumulaba en depósitos ocultos de la Ciudadela y los esclavos a su servicio lo igualaban con cualquier testa imperial europea.

En efecto, a propósito de una propuesta de Francia, el 20 de diciembre de 1816 lanzó una proclama, con términos como los siguientes: “No trataremos con el gobierno francés sino en un pie de absoluta igualdad, de potencia a potencia y de soberano a soberano….”5 

Es pertinente señalar, resumiendo  estas notas en torno a la vida y muerte por suicidio del rey Christophe,  que él, bajo el liderazgo de Toussaint Louverture y Jean Jacques Dessalines, tuvo un papel activo en el 1804, en aquello que el historiador estadounidense James G. Leyburn describe como el momento en que: “Las murallas limítrofes de una economía de esclavitud, cuidadosamente construidas por los franceses y escrupulosamente custodiadas por todos los blancos, fueron abatidas.”6

El ex combatiente en la guerra civil de los Estados Unidos de Norteamérica, en el bando victorioso de Lincoln, Samuel Hazard, en su obra titulada Santo Domingo, su pasado y su presente, con muchos trazos de racismo, expresó que:

“Por horrible y tiránica que fuera la trayectoria posterior de Cristophe, es indudable que inició su mandato de la manera más sabia y juiciosa, que habría rendido ulteriores beneficios a la isla; pero parece ser una peculiaridad de los gobernantes negros de esta isla que, tan pronto como se aseguran en el poder, el instinto negro de ostentación, afán de poder y cierta crueldad inherente, les induce a cometer actos que acarrean su propia ruina, horrorizando al mundo con sangrientas crueldades.”7

Getúlio Vargas

Getúlio Dornelles Vargas nació el 19 de abril del año 1882 en un pequeño pueblo situado en las profundidades del estado brasileño de Río Grande del Sur.

Fue un abogado y político que ejerció en Brasil un gran poder en un largo tramo de la primera mitad y en el primer lustro de la otra mitad del siglo pasado.

Su figura tiene una indiscutible dimensión histórica en su país natal, pues desde muy joven se dedicó a las actividades políticas ocupando diferentes posiciones públicas.

Fue legislador en el Congreso de su estado natal, presidente (lo que ahora es gobernador) de Río Grande del Sur, legislador federal, ministro de Hacienda y  presidente de la República Federativa de Brasil. Fundó dos partidos que tuvieron gran influencia en la política de su país: Partido Social Democrático y Partido Laborista Brasileño.

Su suicidio

 El presidente Getúlio Vargas, quien fue un líder laborista, pero también un notorio dictador, se suicidó cuando imperaba en Brasil una gran convulsión política.

Se mató el martes 24 de agosto de 1954, descerrajándose un balazo en el corazón. Lo encontraron en su cama, con el pijama ensangrentado y el revólver suicida a su lado, en el segundo nivel del Palacio de Catete (ahora un museo), en la ciudad de Río de Janeiro, la entonces capital de ese inmenso país sudamericano.

Estaba acosado por generales que le pedían que renunciara o de lo contrario sería derribado del poder. En esa época sus enemigos políticos lanzaban todo tipo de anatemas en su contra.

Con el tiempo se comprobó que la gran mayoría de las acusaciones que le hacían no eran más que falsedades contra quien en ese entonces era considerado como el padre de los pobres, porque patrocinó acciones en su favor desde el poder.

El día que Getúlio Vargas se suicidó escribió una estremecedora carta testamento en la cual señalaba que sus enemigos eran los mismos del pueblo brasileño, que nunca soportaron su papel en la vida pública de su país.

Expresamente indicó: “No me acusan, me insultan; no me combaten, me calumnian y no me otorgan el derecho a defenderme. Necesitan sofocar mi voz e impedir mi accionar, para que yo no pueda continuar defendiendo como siempre he defendido al pueblo y especialmente a los humildes…Doy serenamente el primer paso hacia el camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia.”8 

                                                 Antes de su muerte

Cuando se analiza el tramo de la historia de Brasil en el que le tocó ser protagonista se comprueba que Vargas fue un caudillo que en etapas de su itinerario político gozó del favor de los votos populares, pero cuando la balanza se inclinaba para otro lado no vacilaba en ampararse en el músculo de la fuerza militar para aplastar a sus adversarios.

Así ocurrió el 24 de octubre de 1930 cuando junto a los generales Tasso Fragoso y Joao de Deus Mena y el almirante Isaías de Norhona dirigió el golpe de estado contra el presidente Washington Luis Pereira de Sousa, a quien sólo le faltaban 21 días para completar su mandato.

El objetivo principal de ese derrocamiento era impedir el ascenso al solio presidencial de Julio Prestes, pupilo de Luis. Ahí terminó el período conocido en Brasil como la política del “café con leche”, así llamado porque el poder se lo repartían poderosos políticos y dueños de haciendas cafetaleras y fincas ganaderas de los estados de Sáo Paulo y su colindante Minas Gerais.

A partir de esa fecha Vargas dirigió Brasil como presidente de facto durante 15 años: del 3 de noviembre de 1930 hasta el 29 de octubre de 1945.

 Es importante indicar que el 1937 materializó un auto golpe de estado con apoyo militar. En la ocasión denunció un supuesto plan de los comunistas para tomar el poder y de inmediato ordenó disolver el congreso, promoviendo una constitución a su acomodo, suplantando los poderes legislativo y judicial; también disolvió los partidos políticos. Así comenzó en Brasil la etapa conocida como el Estado Novo.

El historiador argentino Ernesto Bohoslavsky, en su ensayo titulado El Estado Novo a ojos de liberales de Argentina y de Brasil, señala con expresiones que encajan con la verdad, que:

“El putsch dio paso al Estado Novo, un nuevo régimen político caracterizado por el centralismo, el autoritarismo, el anticomunismo y el intervencionismo económico. Por sus principios ideológicos y por discursos explícitos de Vargas, y más allá de diferencias, el Estado Novo se alineó con los gobiernos autoritarios que marcaban la hora en Europa…”9

Pero la controversial figura de Vargas da para todo, pues así como se movía en las coordenadas que definen a los gobernantes de manos duras también tuvo momentos en que sus decisiones fueron de gran impacto social, favoreciendo a los sectores más carenciados.

Así que a la hora de enjuiciarlo lo mejor es oír el tañer de más de una campana. Por eso traigo a referencia que la historiadora Mónica Hirst, en su ensayo titulado La época de Vargas: 1930/1945, hace un análisis con altos perfiles de verdad sobre el primer gobierno de Vargas, que estaba cubierto con tintes democráticos.

 Expresa dicha autora, sobre esa fase del varguismo, lo siguiente: “La actuación de Vargas durante el Gobierno Provisional se caracterizó por el esfuerzo permanente para conciliar, a nivel regional y nacional, conflictos y disputas políticas provocadas por antagonismos declarados entre las oligarquías estaduales y los grupos tenentistas…”10

La historia de Brasil registra, sin ningún ambage, que fue Getulio Vargas quien le dio el tiro de gracia a la llamada República Velha, que era como mejor se conocía la etapa de la Primera República de Brasil (1889-1930).Comenzó entonces lo que se denominó la Revolución Brasileña.

En el 1945 terminó el Estado Novo, cuando Getúlio Vargas fue depuesto por una combinación de fuerzas militares, políticas y económicas.

Pero Vargas siguió en el palenque de la política brasileña y en el 1950 ganó unas elecciones calificadas de libres, instalándose de nuevo en el poder el 31 de enero de 1951 hasta su suicidio el 24 de agosto de 1954.

Muchos de sus biógrafos señalan que en términos de individualidad era un hombre íntegro, que proclamaba que la honestidad es una obligación, no una virtud.

Una corriente historiográfica del país donde el amarillo representa el sol y el oro recoge que Vargas tenía una visión nacionalista sobre el desarrollo de su pueblo, y que se enfrentó a poderes económicos extranjeros para poder abrir cauces al proceso de industrialización del Brasil.

Su decisión de nacionalizar la industria petrolera de Brasil fue el principio del fin de la principalía política de Vargas.

Un interesante enfoque para entender la importancia de Getúlio Vargas en la historia de su país lo hacen Vania  Bambirra y Theotonio Dos Santos en su obra titulada Brasil: Nacionalismo, populismo y dictadura.

Expresan ellos que el caudillo popular Vargas encarnaba “la expresión más fidedigna del poder burgués industrial que se conquista por la victoria de la revolución  de 1930” Y amplían que: “De esta manera la figura del gran cacique se sobrepone a los sistemas caciquistas locales…”11

Un perfil familiar de Getúlio Vargas lo describe así: “Nunca dejó de ser un “gaucho”, le gustaba andar a caballo, recorrer la finca, tomar cimarrón (mate), dormir la siesta, charlar con la gente. Era un hombre de pueblo, y así me gusta recordarlo.”12 

Bibliografía:

1-Poetas suicidas y otras muertes extrañas. Ediciones Torremozas,2014. Luz María Jiménez Faro.

2-La crítica literaria sobre Alfonsina Storni (1945-1980).Edición Reichenberger, 1998. Jaime Martínez Tolentino.

3-La dominación haitiana (1822-1844).Cuarta edición. Editora Búho, 2013.P67. Frank Moya Pons.

4-La República de Haití y la República Dominicana. Editora Taller, cuarta edición,2000. Tomo I. Pp193 y 223. Jean Price-Mars.

5-Proclama.20 diciembre 1816. Henri I de Haití, reproducida en  Estudios sobre la historia de Haití de Beaubrun Ardouin.

6- El pueblo haitiano.Auspiciado por la SDB.Editora Corripio,1986.P356. James G. Leyburn.

7- Santo Domingo, su pasado y su presente..SDB. Editora Serigraf,2012.Pp151 y 152.Samuel Hazard.

8-Carta testamento.24 de agosto de 1954. Río de Janeiro. Getúlio Vargas.

9- El Estado Novo a ojos de liberales de Argentina y de Brasil. Revista historia contemporánea, Río de Janeiro, 2014. Ernesto Bohoslavsky.

10-La época de Vargas. Revista Crítica y Utopía No.5.Argentina, 1981.

11-Brasil: nacionalismo, populismo y dictadura.50 años de crisis social” en América Latina, historia de medio siglo. Vol. I,P140. Vania  Bambirra y Theotonio Dos Santos.

12-El legado de Getúlio Vargas. Entrevista con Viriato Vargas, sobrino-nieto. Leo Sánchez.Telesur.

Publicado el 21 de noviembre del 2020.Diario Dominicano.

sábado, 14 de noviembre de 2020

GUZMÁN, HEMINGWAY Y ALLENDE (SUICIDIOS)

 

 SUICIDIOS HISTÓRICOS (I): GUZMÁN, HEMINGWAY y ALLENDE

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El suicidio es un hecho trágico que no ha tenido plena explicación ni por especialistas  e investigadores en la conducta humana, con su ancho campo especulativo, ni por las religiones que en el mundo hay.

Muchos filósofos, criminólogos y antropólogos que han abordado el tema, reflejando al ser humano en sus líneas corporales y espirituales, tampoco han avanzado lo suficiente como para esparcir un criterio firme al respecto.

Ni siquiera  hay avances notables sobre los suicidios en la esfera de la tanatología médico-legal que, por abarcar un amplio campo del estudio de la muerte, incluyendo la fase de la agonía, uno presume mayores posibilidades para explicar  a los suicidas.

Muchos autores se han referido al suicidio y a los suicidas, explayándose en comentarios generales sobre factores biológicos, genéticos, psicológicos, económicos, ambientales, etc., pero el punto final se les escapa.

 Expertos que han abordado el suicidio incluso han hecho intercalaciones de los aspectos señalados precedentemente con reguladores de las emociones de cada persona, pero siempre quedan ripios sueltos en esos análisis.

Ni los exégetas de la teología moral ni los que manejan las coordenadas de los diversos sistemas legales (más allá del mundanal ruido de los tribunales) han podido explicar de manera convincente un tema que en cada caso tiene variantes que causan perpeplejidad y que por lo tanto se internan en lo que se denomina la casuística.

El profesor chileno de medicina legal Hernán Silva Silva destaca en su obra Medicina legal y psiquiatría forense “la importancia de la aplicación de los conocimientos médicos y de la biología a la investigación y solución de asuntos judiciales y legales.” Sin embargo, soslaya el tema del suicidio. Así muchos otros investigadores y especialistas se van por la tangente cuando de suicidas se trata.1

Sólo ha habido reflexiones aproximativas sobre los motivos que pueden llevar a un ser humano a poner sorpresivamente fin a su vida.

La verdad rotunda es que son tan diversos y particulares los elementos individuales que convergen en el suicida que entre la amplia ramazón de expertos no existe una posición concluyente con relación a los por qué de la decisión de una persona para suprimir su propia vida.

Es por esa nebulosa que rodea el suicidio que siempre habrá conjeturas cuando una persona dispone de su vida, al margen incluso de cualquier expresión escrita u oral que haya dejado como explicación de su decisión.

La psicóloga dominicana Rosa Mariana Brea Franco, con una larga hoja de excelentes servicios al país, poseedora de una autoridad sobre los temas que aborda, expresa en su obra El Duelo, lo siguiente:

“Las razones por las que una persona decide quitarse la vida resultan muy complejas, y, en algunos casos, hasta misteriosas. Cada caso es único y particular, y deben analizarse muchos factores que pueden incidir en el mismo. El suicidio es una coalición de fuerzas internas y externas…”2 

 

Antonio Guzmán Fernández

 

La madrugada del 4 de julio de 1982 se suicidó el entonces Presidente de la República Dominicana, Antonio Guzmán Fernández. Tenía 71 años de edad. El escenario fue una habitación del Palacio Nacional.

Faltaban 43 días para terminar su mandato presidencial de 4 años cuando una bala disparada por él mismo puso fin a su vida. El país recibió con perplejidad la noticia y la  incertidumbre se apoderó de la población.

Cagatintas y  reporteros se dedicaron a publicar con mucho desparpajo crónicas, reportajes, folletos y libros señalando los supuestos motivos que llevaron al presidente Guzmán Fernández a suicidarse. Varios de ellos admitieron luego que cumplían encargos políticos, en condición de remunerados.

Otros, que no entran en el encasillado anterior, también abordaron el suicidio de Guzmán desde ángulos diferentes. Es el caso del crítico literario José Rafael Lantigua quien, sin aportar pruebas al respecto, escribió en su libro titulado La conjura del tiempo lo siguiente: “…Antonio Guzmán, abrumado por las contingencias y deprimido por las inconsecuencias, conmutó las penas y penalidades de sus propios partidarios con su suicidio, justo la víspera de la efemérides partidaria más celebrada por su organización…”3

Un libro que sí contiene informaciones verosímiles sobre el tema es el titulado Partidos, Políticos y Presidentes Dominicanos. Su autora, la destacada periodista  Ángela Peña,  incluyó en el mismo una amplia entrevista que les hizo a la hija y al yerno de Antonio Guzmán Fernández, quienes compartieron con él el poder.

Los detalles que aparecen en dicha obra sobre los últimos días del presidente suicida permiten tener una mejor perspectiva del gobernante en sí y del hombre visto en su mismidad. Juan Bosch, en el prólogo de  dicha obra, escribió lo siguiente: “Cuando Ángela Peña se propuso escribir acerca de los partidos políticos dominicanos escogió el tema más difícil que podía ocurrírsele a cualquier  historiador, ensayista o periodista…A pesar de todas las dificultades con que tropezó, poniendo en juego una tenacidad encomiable, Ángela Peña llevó a cabo su trabajo...”4

En su comentada obra Memorias de un cortesano de la “Era de Trujillo” Joaquín Balaguer también escribió sobre el suicidio del presidente Guzmán. Se lo atribuyó a “un desequilibrio emocional” a una “crisis depresiva”; aunque admitió que: “Es ésta, desde luego, una impresión de quien esto escribe.” Antes de esa aclaración expresó que fue una “decisión trágica que privó al país de uno de los políticos de garras más firmes y de uno de sus hombres que reaccionó siempre con mayor entereza ante las adversidades.”5 

En el año 1963 Antonio Guzmán Fernández había sido el Secretario de Estado de Agricultura del derrocado gobierno de Juan Bosch. En el tramo final de la guerra de abril de 1965 su nombre fue de los que se barajaron para encabezar un gobierno provisional.

Un análisis de su gestión de gobierno, iniciada el 16 de agosto de 1978, coloca al mandatario suicida entre los mejores que ha tenido el país, pues sus ejecutorias propiciaban en sentido general el bien colectivo. Eso no significa que no hubiera falencias en su administración.

La angustia que provocó su muerte inesperada pudo ser superada por una cadena de factores cuyos eslabones no hay que desmontar en estas simples notas.

Al asumir la primera magistratura de la Nación, el 16 de agosto de 1978, le correspondió a Guzmán Fernández desmantelar un amplio entramado de arbitrariedades que operaban tanto en los cuarteles militares y policiales como en oficinas de encumbrados burócratas, así como en centros particulares donde se movían con avidez y actitudes insaciables operadores de grandes negocios que funcionaban en las periferias del poder mediante contratas de obras estatales sobrevaluadas, contrabandos de mercancías, extorsiones y otros ilícitos que afectaban las inversiones públicas.

Encontró las arcas estatales en mínimos y tuvo que enfrentar las devastaciones del ciclón David y la tormenta Federico, amén de otros escollos que limitaban el impulso de la economía nacional.

Pero lo anterior no ha sido un valladar para que los juicios serenos se inclinen a evaluar en términos positivos su obra de gobierno.

 

Ernest Hemingway

 

Ernest Miller Hemingway nació el 21 de julio de 1899 en una pequeña ciudad situada en el extrarradio de la ciudad de Chicago, Illinois, EE.UU.

Se suicidó con un disparo de escopeta el 2 de julio de 1961, en la ciudad de Ketchum, en el estado de Idaho, entre las Montañas Rocosas, en el Oeste estadounidense. Tenía 61 años de edad.

Su padre, médico y aficionado como él a la pesca y la cinegética, se suicidó en el 1928.Así también terminaron sus días otros familiares colaterales del famoso escritor.

Al momento de su muerte auto infligida Hemingway padecía varios problemas de salud y tenía dependencia alcohólica que fue incapaz de superar.

No sé como encajar ese día con lo que él escribió refiriéndose a una de sus criaturas de ficción: “conoció la angustia y el dolor pero nunca estuvo triste una mañana.” Tal vez ese fatídico domingo de verano estaba alegre, quién sabe.

 No dejó ninguna nota explicando su decisión, lo que provocó que llovieran las especulaciones sobre su muerte. Uno que otro, sin sindéresis, hasta llegó a especular que fue un accidente.

Es oportuno recordar que Hemingway fue corresponsal de guerra en diversos lugares del mundo; pero también fue un hombre a quien le gustaba la diversión, practicaba la cacería, la pesca, disfrutaba la corrida de toros. Era, además, un reconocido gourmet.

Tenía casas en diversos lugares del mundo. En Cuba vivió durante varios años, en un  pequeño pueblo de costa marina llamado Cojímar, a pocos kilómetros al Este de La Habana. Eran famosas las fiestas en su finca La Vigía. Ahora es un museo que incluye el yate de recreo en el que realizaba épicas jornadas de pesca, aunque sin Santiago, el protagonista de su relato El viejo y el mar.

 Era un asiduo visitante del famoso bar habanero El Floridita,  donde el daiquirí es  el trago más solicitado, pero él consumía ginebra con agua tónica. Allí tienen una estatua de su más famoso cliente.

Tal vez la prueba más significativa de la personalidad de Hemingway, y a la vez de su vinculación con ese lugar de diversión caribeña, la dio el gran dramaturgo Tennessee Williams, uno de los más reconocidos clásicos de la literatura de los EE.UU., quien describe en sus memorias lo siguiente:

“De modo que fuimos al Floridita, la guarida nocturna y diurna de Hemingway cuando no estaba en el mar, y nuestro anfitrión no pudo resultar más encantador ni más distinto de lo que yo había imaginado. Esperaba encontrarme con una especie de supermacho apabullador y malhablado, y fue todo lo contrario: Hemingway me pareció un caballero y un hombre dotado de lo que yo llamaría una timidez enternecedora.”6

Otros han escrito que Hemingway era narcisista, bipolar y que actuaba generalmente con un comportamiento que denotaba una vocación autodestructiva. Así no opinan los asiduos a la Bodeguita del Medio, un pequeño bar habanero con solera, donde cuidan con esmero un mensaje suyo elogiando la exquisitez de una bebida llamada el mojito.

 

En el 1953 le otorgaron uno de los premios Pulitzer, administrados desde el año 1917 por la Universidad de Columbia, en New York.

Esos premios tienen una alta categoría en los EE.UU. Con ellos se han reconocido durante más de cien años a periodistas, escritores, músicos y personalidades destacadas en otros renglones, que era la voluntad de su creador, el editor Joseph Pulitzer, quien abogaba por la exaltación de los talentos.

En el 1954 le otorgaron el premio Nobel de Literatura, en justo reconocimiento a la calidad, profundidad y perdurabilidad de su narrativa.

Sus adversarios, que los tenía, se lanzaron en tromba a criticar ese supremo galardón de las letras universales. Era el típico reconcomio nacido de la envidia de algunos escritores y críticos literarios. La obra de Hemingway se mantiene en el tope de la literatura y el chillido de los otros quedó sepultado para siempre.

Razón tenía el escocés Steward Sanderson, quien por más señas fue rector de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, y reconocido como una autoridad en el estudio filológico de la obra literaria hemingwayana, al señalar que: “…siendo cierto que Hemingway no se preocupó gran cosa por los círculos literarios, sí en cambio, se preocupó muy en serio por la literatura y por sus relaciones con la vida.”7

Su discurso de aceptación de ese galardón fue de sólo 7 párrafos. El último es una estampa viva de ese hombre excepcional: “Como escritor he hablado demasiado. Un escritor debe escribir lo que tiene que decir y no decirlo. Nuevamente les agradezco.”8

 Es larga la lista de obras publicadas por Hemingway. Casi todas han tenido gran demanda de lectores y han  trascendido en el mundo de las letras por la calidad y el mensaje que contienen. Hacer un recuento de las mismas no es importante en estas breves notas.

Una de las experiencias más dramáticas que vivió Hemingway se produjo en la Primera Guerra Mundial. Entonces era un inquieto veinteañero que se desempeñaba en Italia como conductor de ambulancia, al servicio de la Cruz Roja Internacional.

Su libro El río de dos corazones fue como una especie de catarsis, con un personaje que lo simbolizaba a él en medio de la Naturaleza, buscando espantar de su mente los fantasmas de la primera gran guerra de los tiempos modernos.

En su obra titulada Muerte en la tarde, que aunque está centrada en las corridas de toros en las fiestas de San Fermín en Pamplona, España, y en la historia taurina en sentido general, también abarca otros aspectos de su vida y su visión sobre el miedo y la valentía, Hemingway hace en ella un pormenorizado recuento de los terribles momentos que vivió, incluso porque fue gravemente herido y casi pierde la vida, en Milán, al norte de Italia.

Uno de los párrafos más conmovedores de esa obra, (publicada originalmente en New York, en el 1932) y que refleja el talante del gran escritor que ya era, se refiere a una operación de rescate en una fábrica de municiones que reventó con el personal adentro: “Me acuerdo que, después de haber buscado los cuerpos completos, se recogieron los pedazos.”9

Salvador Allende Gossens

El médico y dirigente político chileno Salvador Allende Gossens había aspirado varias veces a la presidencia de Chile. Había sido Senador y  desde hacía años era una prestante personalidad de la vida pública de su país.

En el 1970 fue el candidato presidencial más votado. Logró formar una coalición de partidos que le permitieron alcanzar la  primera magistratura de su Nación.

Su triunfo en las urnas electorales no sería un suave tránsito. Tenía el camino minado por fuerzas internas y externas que le adversaban de una manera feroz, tanto por motivos ideológicos como por intereses económicos.

El 25 de octubre de 1970 sectores de ultra derecha asesinaron en una emboscada al general René Schneider Chereau, entonces Jefe del Ejército de Chile, quien no se había prestado a ser parte de una incipiente conspiración contra el orden constitucional.

Tal vez fue ese el puntillazo inicial de las labores que sobre el terreno desarrollaron  agencias del gobierno de los EE.UU. en conchupancia con grupos cívico-militares chilenos para impedir que Allende ascendiera al solio presidencial.

Los informes más confiables indican que el presidente de Chile Salvador Allende Gossens se suicidó la dramática mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando comprendió que militarmente le era imposible revertir la situación. El suicidio de él tuvo su origen directamente conectado con los acontecimientos infernales desencadenados desde la noche anterior por la cúpula militar de aquel alargado país del  Océano Pacífico en su desplazamiento por Sudamérica.

En la víspera muchos de los altos mandos militares y de carabineros carentes de honor, en contubernio que grupos económicos del más rancio conservadurismo y el neo fascismo chileno, con el abierto apoyo de la administración del presidente estadounidense Nixon, decidieron dar un golpe de Estado al presidente Salvador Allende, sumiendo a Chile en una larga etapa de terror.

En un libro de denuncia titulado Estos mataron a Allende, el periodista chileno Robinson Rojas (que no cree en el suicidio del presidente y que lo culpa junto a otros de tomar un camino equivocado, permitiendo así el crecimiento del fascismo) resalta que “Salvador Allende murió como un héroe; eso no lo duda nadie en todo el mundo...murió combatiendo conscientemente, sin esperanza de salir vivo de la situación si no se rendía. Y no se rindió.” Dicho autor cree, como simple enunciación teórica, que se produjo un magnicidio y que los asesinos de Allende fueron “generales y almirantes en Santiago de Chile, y también generales y almirantes en Washington.”10

En la madrugada del día de la hecatombe en las calles santiaguinas, y el suicidio en el palacio de La Moneda, salieron miles de soldados de los cuarteles y bases militares, aéreas y navales para someter al pueblo chileno a un terror nunca antes visto allí.

Fueron los mismos hombres de uniformes y civiles desalmados que luego asesinaron a miles de chilenos amontonados en estadios, cuarteles y dependencias militares, y que hicieron parte de la tristemente célebre Caravana de la Muerte, aquel cortejo lóbrego que recorrió el país cometiendo inimaginables barbaridades con categoría de crímenes de lesa humanidad.

 De los muchos elementos probatorios del laborantismo que había en curso desde el 1970 para hacer sucumbir la democracia chilena basta con citar dos informaciones públicas:

En la edición del 8 de septiembre de 1974 el periódico New York Times publicó parte de un testimonio dado en el Senado de los EE.UU. por el entonces jefe de la CIA William Colby, en el cual admitió el involucramiento del gobierno estadounidense en labores desestabilizadoras contra Salvador Allende. Estaban moviéndose desde antes del proceso electoral del año 1970.

A su vez, el 17 de septiembre del referido1974 las agencias de noticias internacionales recogieron las declaraciones que en rueda de prensa dio en la Casa Blanca el presidente Nixon admitiendo con sus conocidas truchimanerías la participación de su gobierno en los trágicos hechos ocurridos en Chile el año anterior.

El hostigamiento contra el gobierno de Allende fue permanente y sin un solo día de descanso. El gobierno estadounidense en pleno actuaba como una activa y decisiva  fuerza operante en Chile.

Todos los actores políticos, militares, económicos y otras esferas no menos importantes tenían conocimiento de lo que se movía. A menos de 4 meses de su derrocamiento Allende pronunció un discurso en el que señalaba lo siguiente:

“El paro de octubre pasado ha sido el intento de mayor envergadura para impedir la consolidación y el avance de los trabajadores en la dirección del país. Sus efectos inmediatos produjeron una pérdida superior a los doscientos millones de dólares.”11

Es importante señalar, por su relieve histórico, que Henry Kissinger, un halcón ahora nonagenario, cuyo lenguaje vehicular fue siempre imponer en cualquier lugar del mundo la fuerza de los EE.UU., fue el brazo ejecutor de los trágicos acontecimientos de 1973 en Chile.

Ese hombre de mente brillante puesta al servicio de la maldad repetía con frecuencia que era “moralmente aceptable”  destruir al gobierno de Allende, lo cual conllevó miles de asesinatos, torturas, exilio, cárcel y la quiebra de la democracia chilena.

El presidente Allende y el pueblo chileno no fueron ni los primeros ni los únicos que sufrieron el acoso y derribo de los EE.UU., con Kissinger como principal actor.

Los desclasificados papeles del Pentágono, de la Central de Inteligencia, de la Seguridad  y del Departamento de Estado son una mina informativa sobre los trabajos de fontanería realizados para socavar a gobiernos democráticos de otros países. Son los llamados trabajos sucios hechos sobre la base del poder de esa potencia mundial.

Un ejemplo de lo anterior fue el derrocamiento que en el 1974 sufrió el primer presidente de la República de Chipre, el Arzobispo cristiano ortodoxo Makarios III. La acción fue tomada por la Dictadura de los Coroneles de Grecia, pero las órdenes las impartió Kissinger.

En el libro Entrevista con la Historia, de Oriana Fallaci, Makarios testimonió que en su defenestración “Fue Kissinger quien puso el semáforo en verde.”12

 

Bibliografía:

1-Medicina legal y psiquiatría forense. Editorial Jurídica de Chile.Impresores Salesianos,1991. Hernán Silva Silva.

2-El Duelo. Un camino hacia la transformación.Impresora Amigo del Hogar, 2007.P83.Rosa Mariana Brea Franco.

3-La conjura del tiempo.Impresora Amigo del Hogar,1994.P432. José Rafael Lantigua.

4-Partidos, políticos y presidentes dominicanos. Editora Lozano, 1996. Ángela Peña.

5-Memorias de un cortesano de la “Era de Trujillo”. Obras Selectas.Tomo IX. Editora Corripio, 2006.Pp663-666. Joaquín Balaguer.

6-Memorias. Editorial Bruguera, primera edición,2008.P112. Tennessee Williams.

7-Hemingway.Editorial Epesa, Madrid, España,1972.P14. Steward Sanderson.

8-Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura,1954. Estocolmo.Suecia. Ernest Hemingway.

9-Muerte en la tarde (Death in the afternoon). Editorial Gaceta Ilustrada,1966.  Ernest Hemingway.

10-Estos mataron  a Allende.Ediciciones Martínez Roca, Barcelona, España,1974.Pp7 y 8. Robinson Rojas.

11-Discurso.21-mayo-1973.Palacio de La Moneda. Santiago, Chile.Salvador Allende.

12-Entrevista con la historia.Editorial Noguer,1986.P559. Oriana Fallaci.

Publicado el 14 de noviembre del 2020. Diario Dominicano.