PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA EN LAS LETRAS DE AMÉRICA (y III)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Es una verdad constatada por los hechos que Pedro
Henríquez Ureña fue, en la primera mitad del siglo pasado, el más sobresaliente
humanista de América Latina, con lo cual puso bien en alto el nombre de la
República Dominicana.
Cuando se leen sus trabajos de investigación literaria
se comprueba que ellos se mueven hacia el objetivo común de descubrir, analizar
y divulgar valores culturales ocultos de la América no anglosajona.
Eso se comprueba desde sus versos iniciales hasta sus
profundos estudios filológicos finales. Fue un prolífico investigador del idioma
que tiene eñes y acentos.
Su cotidianidad en la docencia y en la investigación
de todas las vertientes culturales de indígenas, africanos y españoles nunca
fue motivo para él ser indiferente a otras cuestiones de la vida de los pueblos
que habitan desde Mexicali en el extremo norte de México hasta Ushuaia, en los
confines del sur de Argentina, así como en las islas que emergen del mar
Caribe, en el Atlántico tropical.
Por su compromiso con un mejor destino para los
pueblos de América Latina sostenía que “el ideal de justicia está antes que el
ideal de cultura: es superior el hombre apasionado de justicia al que sólo
aspira a su propia perfección intelectual.”
Cuando se verifica el permanente crecimiento de los
conocimientos literarios de Pedro Henríquez Ureña, como una espiral en
constante expansión, se comprueba que en su mente estaba presente, con niveles
superiores de curiosidad intelectual, lo que en sus escritos (recopilados por
Andrónico de Rodas, su undécimo sucesor) sostuvo Aristóteles hace ahora más de
2,300 años: “todos los hombres tienen, naturalmente, el deseo de saber.”1
El sustancioso contenido de los libros que integran
las obras completas de Pedro Henríquez Ureña ayuda a comprobar que era un
consumado conocedor de las más importantes obras literarias, desde los tiempos
del poeta lírico latino Horacio y su visión afincada en el “Carpe Diem” (vivir
el momento) hasta las publicadas en la cercanía del día de su muerte prematura.
Se descubre en los textos de PHU un permanente afán
suyo por hacer sentir la existencia de una independencia de América Latina, más
allá de una visión limitada a la esfera política y a los sentimientos
ideológicos.
Él enfatizaba mucho en eso que los griegos llamaban
“ethos”, cuando se referían al comportamiento, las costumbres y los elementos
organizativos que perfilan el ser de individuos y colectividades.
De PHU se puede afirmar, además, que sus ensayos
tienen una acentuada visión racionalista. En ellos la lógica y la objetividad
están en un lugar preeminente, con el añadido de que él nunca usó sus muchos
saberes para vanagloriarse, como sí han hecho otros.
No se discute que hubo y hay una franja ancha en la
galería de pensadores y escritores que utilizaron y utilizan su plataforma
literaria para envanecerse. Esos son los antípodas de PHU.
Un ejemplo de lo anterior: cuando se leen textos del
escritor español Miguel de Unamuno hay que darle la razón al filósofo Julián
Marías, quien señala en su libro de cuatro ensayos titulado Filosofía Española
Actual que: “los ensayos de Unamuno son rigurosamente personales. Quiero decir
con esto que están escritos en primera persona, y que el yo que dice no es un
puro sujeto gramatical, ni siquiera lógico, sino un yo concreto, individual,
personal, que es Unamuno.”2
El gran humanista dominicano tenía un estilo profundo,
comprometido en términos sociales y sin ningún resquicio de vanidad; lo cual
combinaba con un claro sentido dirigido a la
unión de América Latina, desde su atalaya de gran investigador y divulgador cultural.
Por lo anterior coincido con la filóloga, lingüista,
etnóloga y escritora dominicana Irene Pérez Guerra, quien en su ensayo titulado
“la producción del tema lingüístico y filológico en la obra de Pedro Henríquez
Ureña” dice que: “PHU enmarcó sus estudios filológicos dentro de su concepción
de la cultura hispanoamericana como una entidad autónoma, pero siempre con su
sentido integrador: la lengua es el sutil instrumento que nos une, siendo ésta
sólo una parcela de algo que llamamos cultura.”3
El cuidado que ponía PHU al transformar en letras sus
reflexiones quedó de manifiesto cuando le escribió en fecha 7 de septiembre del
1907 una carta a su hermano Max, en la cual le dijo que:
“En cuanto a
las ideas, también es necesario pensarlas muy cuidadosamente, antes de
escribir…El mejor modo de precisar ideas es leer frecuentemente pensadores y
críticos serios.”4
Hacia la reafirmación de ese criterio se encaminó el poeta y filólogo José Enrique
García, al tratar el tema del uso excesivo de adjetivos, en una investigación
de gran calado que hizo sobre ensayos de crítica literaria, al señalar sobre
Pedro Henríquez Ureña que: “su prosa llega a considerarse como propia de la
lengua inglesa, donde la concisión es norma primera.”5
PHU y Bosch
Una prueba más de la gran importancia de PHU en las
letras continentales está contenida en una carta que le envió un maestro
universal del cuento, Juan Bosch, el 18 de abril de 1938, desde Puerto Rico.
Entre otras cosas le informaba que iba a publicar una edición corregida de su
novela La Mañosa, y le pedía que le escribiera su opinión, “buena o mala”,
sobre dicha obra.
En dicha misiva el también político y ensayista Juan
Emilio Bosch Gaviño le explicó lo siguiente: “Es que como necesito venderla
para vivir, quisiera sacarla con unas palabras suyas, por ser Ud. dominicano, y
porque el nombre suyo es de por sí un pasaporte.”6
PHU y Borges
Jorge Luis Borges, el célebre autor de El Aleph,
escribió sobre PHU lo siguiente: “Su método, como el de todos los maestros
genuinos, era indirecto…El dilatado andar por tierras extrañas, el hábito del
destierro, habían afinado en él esa virtud…su memoria era un preciso museo de
las literaturas.”7
PHU y Sábato
Ernesto Sábato, el autor de obras tan famosas como la
novela El Túnel y el ensayo titulado Hombres y engranajes, publicó en el 1964
cosas tan verídicas y hermosas sobre Pedro Henríquez Ureña como estas:
“Espíritu exquisito, hecho al parecer para el ejercicio de la pura belleza…
Aquel humanista excelso, quizá único en el continente…Disciplinado, trabajador
y profundo, preciso y austero…”8
PHU y Gómez
Al reseñar la muerte y el entierro en La Habana, Cuba, del generalísimo
Máximo Gómez, Pedro Henríquez Ureña (entonces con sólo 21 años de edad) termina
su emocionante narración haciendo, como tenía que ser, una unidad indisoluble
entre el hombre y sus hechos heroicos:
“Mientras los patriotas lloraban al dar el adiós
supremo a Máximo Gómez, la tierra, madre y alma simbólica debía abrazarle
amorosamente, porque al entrar en su regazo entraba también su vida, como parte
gloriosa de las grandes evoluciones humanas, en la consagración inmortal y serena
de la historia.”9
En esa especie de oración fúnebre, envuelta en una
crónica de entierro, estaba resaltando la figura del venerable anciano a quien
el 18 de junio de 1905(3 días antes de su sepelio) le escribió un poema cuyo
último verso dice así: “¡Hijo postrero de la heroica estirpe,/último paladín de
alma lumínica,/hoy te besa, al sentirte en su regazo,/el alma de la tierra
estremecida!”10
Joaquín Balaguer, en su rol de crítico literario,
definió a Pedro
Henríquez Ureña como un “humanista de prestigio universal” y el escritor Manuel Mora Serrano lo calificó como
“un monstruo de la cultura que dedicó toda su vida al magisterio y a la
literatura.”11
Muchos eruditos españoles han coincidido en afirmar
que los trabajos de PHU, contenidos en su libro titulado La versificación
irregular en la Poesía Castellana, son imprescindibles para conocer el
desempeño de la literatura de España durante los siglos XII, XIII y XIV.
El catedrático
emérito de la universidad de Princeton Arcadio Díaz Quiñones, en un interesante
ensayo titulado “Pedro Henríquez Ureña y las tradiciones intelectuales
caribeñas”, señala que: “El dominicano Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) fue el
gran artífice del concepto moderno de la cultura hispanoamericana…”En ese texto
también le atribuye ser portador de un “helenismo británico.”12
Decenas de libros, miles de tesis, artículos,
seminarios, conferencias y ensayos se han hecho sobre el egregio Pedro
Henríquez Ureña, resaltando en cada caso la excepcionalidad de su esplendente
personalidad.
En la República Dominicana la Biblioteca Nacional, una
universidad, así como decenas de escuelas, salones culturales, calles y
avenidas llevan su nombre.
Bibliografía:
1-La Metafísica. Libro Primero. Ppcndigital.org. Aristóteles.
2-Filosofía española actual. Editorial Espasa-Calpe,
Madrid, 1963.Pp47 y 48. Julián María.
3-La producción del tema lingüístico y filológico en
la obra de Pedro Henríquez Ureña. Ensayo
inserto en Obras Completas de Pedro Henríquez Ureña. Tomo IV. Editora
Universal, 2003.Pp6-47. Irene Pérez Guerra.
4-Obra Dominicana.SDB. Editorial Cenapec,1988.P554. Pedro
Henríquez Ureña.
5-Joaquín Balaguer, o la aproximación a un escritor
polifacético. Inserto en Ensayos Literarios II.Pp21-71. Editorial Corripio,
2006. José Enrique García.
6-Carta a Pedro Henríquez Ureña. San Juan, Puerto
Rico.18 de abril de 1938. Juan Bosch.
7-Pedro Henríquez Ureña. Obra Crítica. Editor Fondo de
Cultura Económica, México, 1960.Prólogo. Jorge Luis Borges.
8- Significado de Pedro Henríquez Ureña. Editor UNPHU,
1966. Prólogo. Ernesto Sábato.
9-Papeles dominicanos de Máximo Gómez.Pp293-297.Editora
Corripio,1985. Recopilador Emilio Rodríguez Demorizi.
10-Máximo Gómez. Poema.18-junio-1905. Pedro Henríquez
Ureña.
11-Introducción a ensayos literarios I. Obras selectas
de Joaquín Balaguer. Editora Corripio,2006. P97.Manuel Mora Serrano.
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