DR. ARIEL ACOSTA
CUEVAS, PRECLARO DOMINICANO
(Panegírico. 1-marzo-2022)
POR
TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Después
de una fructífera vida que se extendió por 86 años el Dr. Ariel Acosta Cuevas
ha sido llamado a la casa grande, la que tiene como símbolo principal el sello
de la eternidad.
Las
familias Acosta Luciano, Acosta Cuevas, y las diversas ramas unidas a ellas por
el circuito de la genética sienten orgullo colectivo por el ejemplo que en vida
fue el ilustre hombre cuyo cuerpo entregamos ahora a la tierra, quedando entre
nosotros su legado de bien, pues como dijo el sabio de la antigüedad Marco
Tulio Cicerón: “La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos.”
En
esta postrera ocasión en que estamos frente al cuerpo del Dr. Ariel Acosta
Cuevas, aunque yace inerte, como un fuerte roble derribado por esa hermana
siamesa de la vida que es la muerte, es oportuno decir que formó un hogar
modelo con su esposa, la siempre bien recordada doña Shirley Josefina Luciano Mejía
de Acosta, con la cual estamos seguros ya está rememorando desde el paraíso
celestial el paso de ambos, en conjunción de amor, por esta tierra colocada en
un recodo del Caribe insular.
Cabe
imaginarlos a ambos con una sonrisa de orgullo por la calidad de los frutos que dejaron en la tierra: sus
hijas Shirley Josefina y Radys Iris, así como sus nietos Jean Ariel, Shirley
Mariel y Daniel Ariel.
El
personaje cuyo funeral estamos realizando ahora se destacó por sus cualidades
de gran jurista, con una obra amplia que difundió en decenas de ensayos, en su
condición de refinado doctrinario del derecho dominicano, y especialmente
mediante una labor docente que no se limitó al estrecho espacio de aulas
cerradas, sino que esparció sus saberes con
humildad, sencillez y profundidad ante todos los que tuvimos el privilegio de
cobijarnos bajo el árbol frondoso de su esplendente personalidad.
Fue
juez y fiscal en diferentes niveles y en
diversos lugares del país. Por los pueblos y ciudades donde ejerció esas delicadas
labores dejó una marca de rectitud, serenidad y apego a la verdad y a la
justicia.
Como
abogado de largo ejercicio hizo historia postulando con lealtad y gran
sabiduría en los tribunales nacionales.
Como
poeta tiene un nicho privilegiado en el mundo de las letras dominicanas. Él
ocupa por méritos propios un lugar de principalía en el parnaso nacional, pues
las musas de su inspiración dejaron para la posteridad hermosos poemas que
sobrevivirán el paso del tiempo.
En
su sobresaliente condición de historiador de las grandezas del sur dominicano
dejó obras fundamentales para conocer y amar esa tierra caliente, hermosa y
cargada de historia.
Por
los caminos del sur, Neyba tierra de historia y poesía y Villa Jaragua, perfil
histórico y cultural son tres muestras de su gran apego a la tierra que lo vio
nacer y una prueba relevante de su capacidad de intelectual y de hombre
comprometido con el presente y el futuro de su país.
Su
libro Génesis de los Acosta Nacionales es la más alta expresión de su interés
en contribuir, como lo logró, con el conocimiento de las esencias de la
dominicanidad.
Utilizó
como herramienta el apellido que con orgullo ostentaba, para construir con la
paciencia de Job dicha obra, pero en realidad ella es en sí misma un monumento
etnográfico, y como tal un alto exponente de la cultura que define al pueblo
dominicano en los diversos componentes que integran su idiosincrasia.
Su
obra Tú también puedes es una clarinada de esperanza dirigida a la juventud
dominicana para que no se deje dominar por las dificultades de la vida
cotidiana. En ella arroja sus mejores deseos para que el pueblo dominicano sea
cada vez mejor.
En
su juventud fue un reconocido músico de su amada ciudad, la legendaria Neyba,
en la cual dejó gratos recuerdos como
ejecutante del requinto dominicano con su característica particular de
cursos musicales que se sintonizan al mismo tiempo.
Hizo
parte sobresaliente de la banda de música de aquella tierra agreste en cuyo
suelo se produjo el histórico bautismo de fuego aquel glorioso 13 de marzo de
1844, que sirvió de guía para la defensa de la patria en largas jornadas de
lucha armada.
A
pesar de los achaques propios de su edad, aparejados con sufrimiento físico, el
Dr. Ariel Acosta Cuevas nunca dejó de ser afable y generoso. Tenía lo que se
conoce como don de gente, que utilizaba para hacer sentir bien a sus
interlocutores.
Hasta
sus horas finales se mantuvo como el orientador que siempre fue. Murió en plena
lucidez, con su poderosa memoria siempre dispuesta para la enseñanza y el buen
consejo. Las conversaciones con él se convertían en cátedras donde transmitía
sus muchos saberes con asombrosa naturalidad y sin la más mínima muestra de
aspavientos.
Estamos
conscientes del significado de la pérdida física del Dr. Ariel Acosta Cuevas,
como parte de la ley natural de la vida, pero su limpia trayectoria permitirá a
sus seres queridos sanar la herida emocional de su fallecimiento y así entrar
en la importante cuarta fase del duelo, que es la curación.
La
curación del remolino de la turbación presente será la mejor manera para
comprender en su justa dimensión la grandeza que simbolizó su presencia en la
sociedad dominicana y el ejemplo de bien que fue, es y será.
A
usted nunca le gustó el ruido de la chicharra y cuando alguna dificultad
individual o colectiva se asomaba en el horizonte usted la contrarrestaba con
su vibrante personalidad, la cual acompañaba con una gran formación humana
caracterizada por la asertividad en sus acciones cotidianas.
El
ser humano con su albedrío, con su libertad individual puede dedicarse al mal o
al bien. Usted, inolvidable maestro Dr. Ariel Acosta Cuevas, siempre escogió el
camino del bien, por eso hoy podemos decir con plena seguridad que su viaje
hacia la eternidad será suave y ligero.
Frente
al cuerpo inmóvil del Dr. Ariel Acosta Cuevas y ante el espejo de su ejemplar
vida, cargada de todo lo bueno de que es susceptible la naturaleza humana, sólo
me resta recordar al poeta Gastón Fernando Deligne, cuando frente a los restos
mortales de su hermano Rafael le dijo:
“Ya
has cavado hondo surco,…ve a dormir labrador.”
Panegírico.
1-marzo-2022.
Santo
Domingo.D.N.,R.D.
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