¿QUIÉN FUE NENEY CEPÍN?
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Desde que los conquistadores y colonizadores españoles
empaparon de sangre esta tierra, a partir del 1492, aquí han ocurrido diversos
enfrentamientos armados.
En cada ocasión han surgido personajes que han dejado
sus nombres en las páginas de nuestra historia.
Así ocurrió en la larga etapa en que potencias
europeas se disputaban el control de este rincón caribeño.
Lo mismo pasó durante las 6 invasiones que padecimos
desde Haití (1801,1805, 1822,1844,1849 y 1855). También en la Guerra de
Restauración contra España (1863-1865) y en las invasiones perpetradas contra
la soberanía nacional por los EE.UU.(1905,1916 y 1965).
Las numerosas luchas fratricidas entre bandos
dominicanos también fueron canteras de donde brotaron héroes y mártires.
Sin embargo, los nombres de muchos valientes que
participaron en acciones bélicas no aparecen en la historia.
A los anónimos que enfrentaron a los invasores del
1916 les escribió el poeta petromacorisano Federico Bermúdez Ortega su poema A
los héroes sin nombre: “Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
heroicos defensores de nuestra libertad, que en el desfiladero o en la llanura
agreste cumplisteis la orden brava de vuestro capitán…”
En las luchas de manigua que en el pasado encabezaron
caudillos locales, regionales y nacionales sobresalieron personajes antes
desconocidos.
En uno de esos períodos convulsos surgió como un rayo
arrasante el célebre Manuel de Jesús Cepín, mejor conocido como Neney Cepín
(1880-1906), cuyas hazañas con las armas hicieron que su nombre siga mencionándose
en manuales de la historia dominicana.
Neney Cepín llegó al grado de general en esos ascensos
que se otorgaban bajo el plomo de las luchas caudillescas. Descendía de una
familia de “armas tomar”, afincada en la comunidad de Pontezuela, Santiago de
los Caballeros.
Neney Cepín tuvo por abuelo a Leonardo Cepín, quien
combatió a soldados anexionistas, a sus secuaces
criollos y a muchos pendencieros y tabarrones que se aliaron (1861-1865) a los
extranjeros para mancillar la patria.
Su padre, Eusebio Cepín, era tenido como uno de los
hombres más arrojados de su zona. Fue de leyenda la pelea que tuvo al mismo
tiempo con los comandantes montaraces Toño Calderón y Polo Balbuena. Este
último murió de un tiro que no iba para él, mientras estaba abruzado con Cepín.
Neney también hacía parte de la estirpe de doña Petronila
Cepín, dama que al conocer el Grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863 dejó
sus quehaceres domésticos, se colocó en la cintura un revólver, de esos que entonces
llamaban “pata de mulo”, y junto a su esposo se dirigió al lugar llamado Cañada
Bonita, en la antigua ruta que conducía hacia Puerto Plata, para desde ahí
luchar por la restauración de la soberanía dominicana.
Los amigos más cercanos de Neney Cepín eran hombres
que como él amaban estar guerreando, pues para ellos el valor superaba
cualquier otro interés; tal fue el caso del valiente Mauricio Jiménez, aquel
nativo de un campo de Guayubín que hizo proezas cuando el gobernador Manolo
Camacho ordenó una hecatombe en aquel lugar.
El protagonismo de Neney Cepín comenzó poco después de
la muerte del tirano Ulises Heureaux. Tuvo su bautismo de fuego en Montecristi,
bajo el mando del gobernador de Santiago, Pedro (Perico) Pepín y del cacique
liniero Miguel Andrés Pichardo, mejor conocido como Guelito, quien decía que
aprendió con Gregorio Luperón a no temer a las balas.
En esa ocasión era evidente que estaba en el bando de
los remanentes del lilisismo que combatían a los que como el nativo de
Manzanillo Andrés Navarro se habían alzado para derrocar el gobierno de
transición encabezado por Wenceslao Figuereo.
Neney Cepín era un combatiente imperativo y un jinete
experimentado. Se movió por un tiempo entre los coludos, que seguían a Horacio
Vásquez, y los bolos, que eran los partidarios de Juan Isidro Jimenes. Al
parecer tenía más inclinación hacia estos últimos.
El día 6 de abril de 1903 Neney Cepín arriesgó su
seguridad y se dirigió al entonces poblado de San Carlos de Tenerife (fundado
el 18 de febrero de 1685 por familias canarias en una colina de cercana a la
parte norte de la capital dominicana) para avisarle al mencionado general
Perico Pepín de la traición de un notorio jefe de tropas que había desertado de
sus filas.
Perico Pepín, con su carácter cerril, no le dio
importancia a la advertencia de Cepín y el resultado fue que horas después caía
fulminado por balas que impactaron su cuerpo en la calle El Perdón (hoy
Trinitaria).
Valga la digresión para decir que ese general Perico
Pepín fue el que el 26 de julio de 1899 rescató en Moca el cadáver ensangrentado
del tirano Lilís. Algunos lo han calificado como “el más valiente de los
generales de su época, o por lo menos ninguno más que él.”(Clío No.109, año
1957.p46).
Fue enfrentando a los coludos que Neney Cepín perdió
su brazo derecho al manipular mal una
pieza de artillería, en la insurrección llevada a cabo en la ciudad de Santo
Domingo el 23 de marzo de 1903.
A los 4 días de aquella pérdida personal se incorporó
de súbito y comenzó a recorrer las trincheras de sus compañeros de lucha,
quienes le apodaron desde entonces el Mocho Neney.
Él decía que había quedado mocho para ser como los
demás hombres. Cuando así hablaba pareciera que había oído la frase del gran
guerrero Alejandro Magno: “No hay nada imposible para aquel que lo intenta.”
Ahí comenzó otra etapa en su leyenda de hombre excepcional
en el fragor de los combates.
La pérdida de su brazo derecho no le impidió seguir
combatiendo. Cargaba el tambor de su revólver con agilidad felina, utilizando
la mano izquierda, sus dientes y la punta de lo que le quedó del brazo
mutilado.
Relatos de la época de más actividad de Neney Cepín recogen que cada bala que disparaba (“con gallardía de postura militar”) significaba un muerto o un herido. Como jefe militar se movía entre los combatientes, animando a los perezosos y lanzando proclamas de guerra. Cuando sabía que los enemigos estaban tan cerca que podían escucharlo decía: ¡Aquí está Neney Cepín! Era la advertencia de lo que estaba por llegarles, pues nunca dudaba en matar a sus rivales.
En los frecuentes enfrentamientos armados que tuvo en
diferentes lugares del país no dejaba vías de escape ni conocía la indulgencia
para sus adversarios.
Neney Cepín atacaba sin piedad. No entendía aquello de
mantener prisioneros en su zona de dominio. La muerte era el sendero directo de
los que quedaban atrapados bajo sus tenazas.
Aunque posiblemente Neney Cepín no tenía información
sobre los juicios del filósofo indio Kautilya, (quien esparció sus saberes por
la península del Indostán 3 siglos antes de la era cristiana) ponía en práctica
sus terribles consejos: “Nunca se debe
ignorar a un enemigo, creyéndolo débil. Puede tornarse peligroso en cualquier
momento, como una chispa en una parva de heno…Por lo tanto, al enemigo debe
exterminárselo por completo.”
Neney Cepín fue gobernador de la ciudad de San Pedro
de Macorís durante una parte de la guerra de 6 meses (1904) que libraron los
jimenistas contra el gobierno de Carlos Felipe Morales Languasco.
Esa designación fue hecha por el general Demetrio
Rodríguez Peña, que era el jefe de operaciones de la revolución entonces en
curso en la parte oriental del país.
Poco antes de desempeñar el referido cargo Neney Cepín
participó en las batallas contra las
tropas dirigidas por el Ministro de Guerra general Raúl Cabrera, que estaban acantonadas
en las comarcas de Guerra, Bayaguana, San José de Los Llanos y Los Montones.
En ese último sitio, muy próximo a La Sultana del
Este, el combate fue tan aguerrido que el famoso escritor Juan Bosch escribió
un romance que se hizo popular, exaltando la figura del culto y valiente
general Demetrio Rodríguez Peña.
En el Macorís del mar Neney Cepín ordenó fusilar a un
criminal que allí fue condenado a muerte por la justicia por haber asesinado a
una mujer y su hijo. Esa decisión fue anulada por la Suprema Corte de Justicia,
imponiéndole 20 años de cárcel, que purgaba en la ciudad de Santo Domingo. Luego dicho sujeto se fugó en
medio de la gran confusión que provocó el golpe de Estado del 23 de marzo de
1903 contra el presidente Horacio Vásquez.
El individuo en cuestión volvió a San Pedro de
Macorís, donde fue reapresado, y el gobernador Neney Cepín lanzó una proclama
diciendo que ignoraba el fallo del máximo tribunal de justicia del país y que
en cambio acataba la sentencia del juzgado petromacorisano: “para garantía y
sosiego de la sociedad.”
Cuando la llamada Guerra de la Desunión (1904) se fue
a pique, y el legendario Demetrio Rodríguez Peña (nacido en el sitio Las Aguas,
paraje Juan Gómez, Guayubín) tuvo que dejar los escenarios de combates en el
este del país, le correspondió a Neney Cepín dirigir la vanguardia de las tropas que partieron hacia la Línea
Noroeste.
Con motivo de la muerte del general Rodríguez Peña en
el puente de La Guinea, a pocos kilómetros de la ciudad de Puerta Plata, Neney Cepín
se convirtió en General en jefe de los alzados.
El fracaso del ataque del 2 de enero de 1906 a la
ciudad de Santiago le hizo comprender lo difícil de continuar guerreando en
esas condiciones.
El miércoles 7 de marzo de 1906, en el gobierno de
Ramón Cáceres, Neney Cepín cayó en una trampa. Fue asesinado por órdenes del
gobernador de Montecristi, un siniestro personaje conocido como Manolo Camacho.
Es lo que se conoce en la historia dominicana como la
matanza de Guayubín.
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