PERICLES (1 DE 2)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Pericles fue uno de los más renombrados gobernantes de
la antigüedad. Cultivó méritos como dirigente político y militar para que su
nombre siga concitando interés después de más de dos mil años de su paso por la
tierra.
Sobre la persona de ese ateniense fuera de serie
comenzaron a tejerse comentarios desde antes de nacer en la parte norte de
Atenas, en el siglo V a.C.
Una anécdota famosa decía que su madre, doña Agaristé,
había soñado durante su embarazo que iba a parir un león. Así lo señalan, al
parecer en son de guasa, los historiadores griegos Heródoto y Plutarco.
Se le decía El olímpico, por su voz estentórea y su
ingeniosidad como orador forense y político que deslumbraba a sus oyentes con
su retórica.
Pericles fue un impulsor y ejecutante de la democracia
en la antigüedad, con sus matices propios, lo cual convirtió a Atenas en la
ciudad-estado más importante de su época.
Ejerció su gobierno en el período comprendido entre
las guerras médicas (persas y griegos) y la primera del Peloponeso
(atenienses-espartanos).
Las tres décadas del gobierno de Pericles fueron la
época dorada de Atenas. El declive comenzó con su muerte, con la guerra en
fases del Peloponeso y con la peste que diezmó gran parte de su población.
Pericles convirtió a Atenas en una potencia naval, con
barcos que navegaban en viajes largos y cortos por los mares Mediterráneo, Egeo
y de Creta. Eso le permitió conquistar diversos pueblos que le dieron a esa
antiquísima ciudad el perfil de un imperio.
Su memoria, a más de dos mil años de su protagonismo,
está colocada en el primer escalón de la historia universal. Tiene todavía admiradores
y detractores, por eso no hay consenso en los juicios hacia Pericles.
Entre sus
críticos hay que mencionar al filósofo griego Platón, quien en sus obras de diálogos tituladas Protágoras y
Gorgias destiló un enorme desprecio a Pericles, sobre el cual emitió juicios
demoledores.
Lo acusó de sólo buscar la supremacía material de
Atenas. La realidad, según recoge la historia, es que Pericles hizo florecer la
filosofía, la literatura y las artes en todas sus manifestaciones.
Dejó huellas positivas, que luego fueron utilizadas
por otros gobernantes, como fue el caso de Cayo Graco, quien cuando realizaba
maniobras para vencer los obstáculos que le impedían hacer reformas en
beneficio del pueblo romano invocó el nombre de Pericles, al proclamar que lo
que buscaba con sus actos era crear “un imperialismo democrático al estilo
Pericles.”
Algunos especialistas en la denominada época clásica
griega señalan que él no dejó un campo teórico documental, a pesar de sus dotes
de gran orador. Sin embargo, el historiador Tucídides, al recrear la Oración
Fúnebre, en su obra titulada Historia sobre la Guerra del Peloponeso, señala
que en ella Pericles estableció el marco en que se concentraron los elementos
esenciales de su gobierno.
El mismo Tucídides lo calificó como “el primer
ciudadano de Atenas.” Así lo escribió tomando en cuenta no sólo el poder que
tenía sino también por una miríada de cualidades que elevaban su valía como ser
humano.
Dicho lo anterior aunque el que está considerado por
muchos como el padre de la historiografía científica reconoció que no hizo una
recopilación palabra por palabra de las intervenciones orales de Pericles, sino
una aproximación general.
Por el contrario, debo consignar que el filósofo,
político, orador y escritor romano Marco Tulio Cicerón ponía en duda la esencia
misma del grueso de los pensamientos que Tucídides atribuía a Pericles.
Sin embargo, esa recreación de sus piezas oratorias
puede calificarse como “el legado retórico de Pericles”, tal y como bien lo
escribió en uno de sus ensayos el brillante filólogo y clasicista
estadounidense Hervey Yunis, especialista en temas vinculados con la Antigua
Grecia.
No hay dudas que Pericles facilitó la movilidad social
y resaltó los talentos individuales de su pueblo, además de que consolidó con aportes sustantivos un estilo
de gobierno denominado democracia.
A pesar de que cuando gobernaba había un ambiente de
agitación permanente, con pleitos de diversas tonalidades, algunos de ellos
producto de la infamia de calumniadores
de oficio, que eran los llamados sicofantes, una de cuyas características
distintivas entonces era convertir los juicios en verdaderos espectáculos.
Aristófanes, el gran dramaturgo ateniense, en varias
de sus obras teatrales hizo una magistral descripción del dramatismo que se
vivía en la ciudad-estado bajo el control de Pericles.
Como toda gran obra tiene sus controversias hay que
decir que los cimientos de la democracia perfilada por Pericles acunaron un cáncer político
llamado populismo, que en la sociedad que él dirigía quedó comprobado esencialmente
por el comportamiento de dos sobresalientes demagogos: Alcibíades, del cual
Pericles fue tutor, y Cleón, uno de sus principales adversarios.
Ese Cleón fue el mismo que actuó como su principal
acusador en un juicio por supuestos sobornos al construirse el Partenón.
También fueron acusados esa vez su hábil
e influyente mujer Aspasia de Mileto y su amigo Fidias.
La traza histórica de ese juicio permite concluir que
el testigo de cargo, un tal Menon, era una marioneta de los enemigos de Pericles,
especialmente de los políticos de Esparta que padecían un creciente reconcomio
por el esplendor que rodeaba al poderoso
ateniense. A pesar de la brillante defensa que hizo el filósofo Hipias el gran
Pericles fue condenado a pagar una elevada multa.
En su ensayo Democracia y Populismo en la Atenas de
Pericles, el académico venezolano Francisco Moro Albacete plantea que: “La
Democracia ateniense por su parte es, indudablemente, el precedente inspirador
de las democracias modernas…Pericles y la democracia ateniense son
indisociables tanto en las luces como en las sombras…”
En sintonía con lo anterior es oportuno decir que
muchísimo tiempo después de que Pericles impulsara un estilo de gobierno
rompedor para su época Winston Churchill, a medio camino del siglo XX, definió
la democracia como un sistema político defectuoso, pero menos que todos los
demás conocidos.
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