VILLA JARAGUA: PERFIL
HISTÓRICO Y CULTURAL, UNA OBRA DEL DR. ARIEL ACOSTA CUEVAS
(23 de noviembre del 2019)
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POR TEÓFILO LAPPOT
ROBLES
A modo de prólogo
El libro Villa Jaragua: perfil histórico y
cultural está destinado a no ser devorado por la polilla, pues envuelve en un
mágico haz de temas sobre historia, poesía y costumbres la vida de ese pequeño
pueblo cuyos moradores han demostrado tener la resistencia del guayacán para
enfrentar todas las embestidas de la naturaleza, la cual suele ser inclemente
en los lugares donde predominan como allí los secarrales y páramos.
A través de esta obra el Dr. Ariel Acosta
Cuevas, dotado de saberes variopinto que lo convierten en una cumbre de la
cultura criolla, va llevando a sus lectores hacia los más insospechados
recovecos de un pasado que se mantiene latiendo en el presente, como una prueba
elocuente del apego de los habitantes de Villa Jaragua al acervo creado por las
generaciones que les antecedieron.
En las páginas de este libro hay una
amplia galería de los perfiles biográficos, profesionales, literarios, docentes
y comunitarios de muchos jaragüenses que ya no están y de otros que siguen en
el palenque de la vida.
Esos hombres y mujeres, aún en medio de la
vorágine propia de nuestro medio, han evitado el anquilosamiento cultural y el
agobio de las artes en Villa Jaragua. Ellos son la más viva demostración de que
ese es un pueblo con significativos aportes a la sociedad dominicana.
El Dr. Ariel Acosta Cuevas al incursionar
en el pasado de ese territorio, como antes hizo en otros escenarios el escritor
uruguayo Horacio Quiroga, ha lanzado "una flecha dirigida rectamente hacia
el blanco."
Dicho lo anterior porque conjuga en esta
obra de investigación histórica un poco de todo lo que ha sido esa villa desde
sus orígenes, cuando era un simple cruce de caminos, hasta el presente.
Tal y como se comprueba en el contenido de
este libro, la toponimia de esa comunidad, desde que era un simple paraje, ha
variado en el transcurso de los siglos, lo cual no es extraño pues es una
antiquísima costumbre nacional someter a un constante vaivén los nombres de
campos, aldeas y calles del país. El autor explica ese tema, que tiene su
importancia para entender muchas cosas del ayer, más allá de lo puramente
semántico.
Villa Jaragua antes llevaba por nombre
Barbacoa, igual que el camastro hecho de tablas y hojas secas que usaban
nuestros antepasados, y que Juan Bosch convirtió en tema literario cuando en uno
de sus cuentos pone en boca de un personaje aquello de "me tiré de la
Barbacoa, soñoliento aún, precisamente cuando el gallo manilo saludaba la
mañana."
Hace muchos años, cuando allí no había
hecho asomo la depredación de su floresta y por lo tanto se mantenía robusta la
capa vegetal, con abundante agua dulce y de escorrentía, había una
significativa producción agropecuaria, lo cual se comprueba en diversos
informes que forman parte de la historia, como aquel del 8 de enero de 1840,
dirigido al usurpador Boyer, en el cual se le comunicaba que en Barbacoa la
agricultura florecía con 32 labranzas y la crianza crecía con 21 hatos de
vacas, cerdos y cabras.
La religiosidad de los habitantes de Villa
Jaragua también es comentada por el autor, con un despliegue sobre el registro
de muchos de los curas que ejercieron su pía misión entre los feligreses del
lugar.
Partiendo de lo escrito por el Dr. Acosta
Cuevas se comprueba que antaño las fiestas de San Bartolomé (el de los
evangelios sinópticos) cubrían de festividad a gran parte de los moradores de
una porción amplia del Valle de Neiba, donde están enclavados no solo Villa
Jaragua, sino también otros pueblos que giran alrededor de la ciudad principal
de la zona, la legendaria Neiba.
El escritor costumbrista, ensayista,
novelista y dramaturgo Rafael Damirón da cuenta de lo anterior en sus dos
colecciones de relatos: Estampas y
de Soslayo.
Al decir de ese destacado polígrafo al
celebrar el día dedicado al referido santo, cada 24 de agosto, las gentes de
Neiba, Villa Jaragua-Barbacoa-, Clavellina, El Estero, Cambronal, ahora Galván,
El Mamón, Cerro al Medio, Las Tejas y comunidades aledañas se transformaban en
una masa humana llena de alegría total.
Cien años atrás el fervor de los moradores
de esa parte del país incluía episodios como el relatado por el escritor y
jurista Freddy Prestol Castillo, en su novela Pablo Mamá, sobre el viaje que
hicieron, en una fatigosa jornada de romería desde Jimaní hasta Neiba, el Viejo
Lucas y su compadre Escolástico, quienes probablemente realizaron en la víspera
del día de San Bartolomé una última parada de descanso en Barbacoa, cargando
"largos cirios, amasados por su paciencia y su fe."
Por su origen, cuya cuna se meció en el
Valle de Neiba, y por su densa experiencia, El Dr. Ariel Acosta Cuevas, sin
floripondios ni ficciones, ha potenciado en este texto todo lo que se había
escrito anteriormente sobre la Villa de los Lirios, Barbacoa o Villa Jaragua,
tres de sus nombres más sonoros.
Pero tan importante como lo anterior es
que el autor de este libro hace señalamientos inéditos y certeros sobre los
aspectos de interés humano y social que han ocurrido en esa colectividad del
llamado Sur Profundo, donde "¡con amor se iluminan las soledades!",
como escribió el renombrado poeta y letrado Ángel Hernández Acosta en el breve
relato Los Aldeanos Vienen Cantando.
En resumen, Villa Jaragua: perfil
histórico y cultural contiene todos los elementos necesarios para convertirse
en una joya de la literatura dominicana. Con ella su autor, el Dr. Ariel Acosta
Cuevas, hace un nuevo aporte de extraordinario valor al pueblo dominicano de
ahora y al del futuro.
A modo de
presentación
Muchos son los pueblos dominicanos que no
han tenido la fortuna de que el conjunto de sus actos históricos, así como los
mimbres de sus expresiones sociales, hayan sido descritos en libros.
Con el paso del tiempo se van perdiendo
las esencias originales que jalonaron los primeros años de comarcas,
villorrios, aldeas y comunidades que a lo largo y ancho del país han
contribuido con la cultura, la idiosincrasia y, en fin, con ese conjunto de
hechos importantes que integran la historia criolla, formada con jirones del
territorio nacional.
Afortunadamente el Sur tiene en el Dr.
Ariel Acosta Cuevas a un historiador de gran profundidad analítica, que como
Paracelso y otros alquimistas de la antigüedad sabe sacar lo positivo de cada
información, por nimia que ella parezca.
El autor de esta obra se ha dedicado a
mantener vivas las riquezas espirituales de su añorado Sur. Así se comprueba al
leer sus libros.
El es poeta, músico y un consumado jurista
ya retirado del mundanal ruido de la cotidianidad ordinaria de nuestra
sociedad, la cual se caracteriza por poner atención al faroleo de las grandes
ciudades, mientras deja de lado los valores intrínsecos que vertebran los
pequeños pueblos.
El Dr. Acosta Cuevas, con una
extraordinaria capacidad para desentrañar las verdades de los hechos del pasado
y poner en evidencia los apaños, mentiras y mezquindades de otros tiempos, ha
estado creando y publicando una serie de libros que les permiten a las
presentes generaciones, y así podrá ocurrir con las siguientes, descubrir un
filón inagotable de fertilidad informativa sobre la historia, la cultura, las
vivencias y los esfuerzos humanos de muchos hombres y mujeres que con su
tenacidad y su buen comportamiento contribuyeron en el pasado, de manera
positiva, a darle características singulares a su región nativa.
Pero el autor de esta obra tampoco
escatima esfuerzos para resaltar la valía de las personas oriundas de Villa
Jaragua que aún viven y que con sus acciones positivas forman parte luminosa de
esa legión de hombres y mujeres que han engrandecido a su patria chica.
Con el escalpelo de su temple, y con la
bondad y sabiduría kantiana de su mirada escrutadora, el autor hunde su
experiencia (acumulada desde que era muy joven y fue destinado a brindar como
docente el pan de la enseñanza en una escuela primaria de Villa Jaragua hasta
su presente otoñal) para obsequiar a los lectores esta obra que encanta desde
su mismo título hasta la última palabra que la nutre.
Los que tengan el privilegio de leer este
libro podrán saborear las alegrías y jocosidades de un pueblo que siempre ha
pujado por mantener su identidad, desde su ubicación en un carrillo del lateral
norte del Lago Enriquillo.
Al mismo tiempo
quienes lean Villa Jaragua: perfil histórico y cultural, descubrirán
sorprendentes acontecimientos propios del barro humano que explican, una vez
más, los paralelismos que en América Latina hacen permanente el realismo mágico
colocado en el mapa mundial por la pluma rutilante de García Márquez, con los
muchos Macondo esparcidos con sus matices desde el Río Bravo hasta el
archipiélago de Tierra del Fuego, en el fondo austral que apodan el Fin del
Mundo.
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