domingo, 1 de diciembre de 2019

VILLA JARAGUA: PERFIL HISTÓRICO Y CULTURAL


VILLA JARAGUA: PERFIL HISTÓRICO Y CULTURAL, UNA OBRA DEL DR. ARIEL ACOSTA CUEVAS
(23 de noviembre del 2019)
  
                                  POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
                                                                  
A modo de prólogo
El libro Villa Jaragua: perfil histórico y cultural está destinado a no ser devorado por la polilla, pues envuelve en un mágico haz de temas sobre historia, poesía y costumbres la vida de ese pequeño pueblo cuyos moradores han demostrado tener la resistencia del guayacán para enfrentar todas las embestidas de la naturaleza, la cual suele ser inclemente en los lugares donde predominan como allí los secarrales y páramos.
A través de esta obra el Dr. Ariel Acosta Cuevas, dotado de saberes variopinto que lo convierten en una cumbre de la cultura criolla, va llevando a sus lectores hacia los más insospechados recovecos de un pasado que se mantiene latiendo en el presente, como una prueba elocuente del apego de los habitantes de Villa Jaragua al acervo creado por las generaciones que les antecedieron.
En las páginas de este libro hay una amplia galería de los perfiles biográficos, profesionales, literarios, docentes y comunitarios de muchos jaragüenses que ya no están y de otros que siguen en el palenque de la vida.
Esos hombres y mujeres, aún en medio de la vorágine propia de nuestro medio, han evitado el anquilosamiento cultural y el agobio de las artes en Villa Jaragua. Ellos son la más viva demostración de que ese es un pueblo con significativos aportes a la sociedad dominicana.
El Dr. Ariel Acosta Cuevas al incursionar en el pasado de ese territorio, como antes hizo en otros escenarios el escritor uruguayo Horacio Quiroga, ha lanzado "una flecha dirigida rectamente hacia el blanco."
Dicho lo anterior porque conjuga en esta obra de investigación histórica un poco de todo lo que ha sido esa villa desde sus orígenes, cuando era un simple cruce de caminos, hasta el presente.
Tal y como se comprueba en el contenido de este libro, la toponimia de esa comunidad, desde que era un simple paraje, ha variado en el transcurso de los siglos, lo cual no es extraño pues es una antiquísima costumbre nacional someter a un constante vaivén los nombres de campos, aldeas y calles del país. El autor explica ese tema, que tiene su importancia para entender muchas cosas del ayer, más allá de lo puramente semántico.
Villa Jaragua antes llevaba por nombre Barbacoa, igual que el camastro hecho de tablas y hojas secas que usaban nuestros antepasados, y que Juan Bosch convirtió en tema literario cuando en uno de sus cuentos pone en boca de un personaje aquello de "me tiré de la Barbacoa, soñoliento aún, precisamente cuando el gallo manilo saludaba la mañana."
Hace muchos años, cuando allí no había hecho asomo la depredación de su floresta y por lo tanto se mantenía robusta la capa vegetal, con abundante agua dulce y de escorrentía, había una significativa producción agropecuaria, lo cual se comprueba en diversos informes que forman parte de la historia, como aquel del 8 de enero de 1840, dirigido al usurpador Boyer, en el cual se le comunicaba que en Barbacoa la agricultura florecía con 32 labranzas y la crianza crecía con 21 hatos de vacas, cerdos y cabras.
La religiosidad de los habitantes de Villa Jaragua también es comentada por el autor, con un despliegue sobre el registro de muchos de los curas que ejercieron su pía misión entre los feligreses del lugar.
Partiendo de lo escrito por el Dr. Acosta Cuevas se comprueba que antaño las fiestas de San Bartolomé (el de los evangelios sinópticos) cubrían de festividad a gran parte de los moradores de una porción amplia del Valle de Neiba, donde están enclavados no solo Villa Jaragua, sino también otros pueblos que giran alrededor de la ciudad principal de la zona, la legendaria Neiba.
El escritor costumbrista, ensayista, novelista y dramaturgo Rafael Damirón da cuenta de lo anterior en sus dos colecciones de relatos: Estampas y de Soslayo.
Al decir de ese destacado polígrafo al celebrar el día dedicado al referido santo, cada 24 de agosto, las gentes de Neiba, Villa Jaragua-Barbacoa-, Clavellina, El Estero, Cambronal, ahora Galván, El Mamón, Cerro al Medio, Las Tejas y comunidades aledañas se transformaban en una masa humana llena de alegría total.
Cien años atrás el fervor de los moradores de esa parte del país incluía episodios como el relatado por el escritor y jurista Freddy Prestol Castillo, en su novela Pablo Mamá, sobre el viaje que hicieron, en una fatigosa jornada de romería desde Jimaní hasta Neiba, el Viejo Lucas y su compadre Escolástico, quienes probablemente realizaron en la víspera del día de San Bartolomé una última parada de descanso en Barbacoa, cargando "largos cirios, amasados por su paciencia y su fe."
Por su origen, cuya cuna se meció en el Valle de Neiba, y por su densa experiencia, El Dr. Ariel Acosta Cuevas, sin floripondios ni ficciones, ha potenciado en este texto todo lo que se había escrito anteriormente sobre la Villa de los Lirios, Barbacoa o Villa Jaragua, tres de sus nombres más sonoros.
Pero tan importante como lo anterior es que el autor de este libro hace señalamientos inéditos y certeros sobre los aspectos de interés humano y social que han ocurrido en esa colectividad del llamado Sur Profundo, donde "¡con amor se iluminan las soledades!", como escribió el renombrado poeta y letrado Ángel Hernández Acosta en el breve relato Los Aldeanos Vienen Cantando.
En resumen, Villa Jaragua: perfil histórico y cultural contiene todos los elementos necesarios para convertirse en una joya de la literatura dominicana. Con ella su autor, el Dr. Ariel Acosta Cuevas, hace un nuevo aporte de extraordinario valor al pueblo dominicano de ahora y al del futuro.
                                   A modo de presentación
Muchos son los pueblos dominicanos que no han tenido la fortuna de que el conjunto de sus actos históricos, así como los mimbres de sus expresiones sociales, hayan sido descritos en libros.
Con el paso del tiempo se van perdiendo las esencias originales que jalonaron los primeros años de comarcas, villorrios, aldeas y comunidades que a lo largo y ancho del país han contribuido con la cultura, la idiosincrasia y, en fin, con ese conjunto de hechos importantes que integran la historia criolla, formada con jirones del territorio nacional.
Afortunadamente el Sur tiene en el Dr. Ariel Acosta Cuevas a un historiador de gran profundidad analítica, que como Paracelso y otros alquimistas de la antigüedad sabe sacar lo positivo de cada información, por nimia que ella parezca.
El autor de esta obra se ha dedicado a mantener vivas las riquezas espirituales de su añorado Sur. Así se comprueba al leer sus libros.
El es poeta, músico y un consumado jurista ya retirado del mundanal ruido de la cotidianidad ordinaria de nuestra sociedad, la cual se caracteriza por poner atención al faroleo de las grandes ciudades, mientras deja de lado los valores intrínsecos que vertebran los pequeños pueblos.
El Dr. Acosta Cuevas, con una extraordinaria capacidad para desentrañar las verdades de los hechos del pasado y poner en evidencia los apaños, mentiras y mezquindades de otros tiempos, ha estado creando y publicando una serie de libros que les permiten a las presentes generaciones, y así podrá ocurrir con las siguientes, descubrir un filón inagotable de fertilidad informativa sobre la historia, la cultura, las vivencias y los esfuerzos humanos de muchos hombres y mujeres que con su tenacidad y su buen comportamiento contribuyeron en el pasado, de manera positiva, a darle características singulares a su región nativa.
Pero el autor de esta obra tampoco escatima esfuerzos para resaltar la valía de las personas oriundas de Villa Jaragua que aún viven y que con sus acciones positivas forman parte luminosa de esa legión de hombres y mujeres que han engrandecido a su patria chica.
Con el escalpelo de su temple, y con la bondad y sabiduría kantiana de su mirada escrutadora, el autor hunde su experiencia (acumulada desde que era muy joven y fue destinado a brindar como docente el pan de la enseñanza en una escuela primaria de Villa Jaragua hasta su presente otoñal) para obsequiar a los lectores esta obra que encanta desde su mismo título hasta la última palabra que la nutre.
Los que tengan el privilegio de leer este libro podrán saborear las alegrías y jocosidades de un pueblo que siempre ha pujado por mantener su identidad, desde su ubicación en un carrillo del lateral norte del Lago Enriquillo.
Al mismo tiempo quienes lean Villa Jaragua: perfil histórico y cultural, descubrirán sorprendentes acontecimientos propios del barro humano que explican, una vez más, los paralelismos que en América Latina hacen permanente el realismo mágico colocado en el mapa mundial por la pluma rutilante de García Márquez, con los muchos Macondo esparcidos con sus matices desde el Río Bravo hasta el archipiélago de Tierra del Fuego, en el fondo austral que apodan el Fin del Mundo.


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