HOSTOS, GRAN SEÑOR ANTILLANO (I)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Eugenio María de Hostos nació en la ciudad de
Mayagüez, Puerto Rico, el 11 de enero de 1839. Murió en Santo Domingo el día 11
de agosto de 1903. Tenía 64 años de edad. Una de sus abuelas fue la dominicana
Altagracia Rodríguez.
Fue un gran pensador, con una mente privilegiada para
absorber una infinita cantidad de conocimientos, los cuales burilaba en su
intelecto, como un experimentado arquitecto del espíritu, y les incrustaba la
inmensa ética de su propia vida.
Su capacidad e integridad las puso durante más de una
década al servicio del pueblo dominicano, impartiendo a cientos de jóvenes de
diversos lugares del país lecciones de derecho penal e internacional, así como
de economía política, astronomía, prehistoria, pedagogía, geografía, lógica y
otras ramas del saber humano.
Hostos en R.D.
Como producto de la ola migratoria que por razones
políticas se produjo en el siglo XIX en América Latina, y especialmente en las
islas del Caribe, Hostos fue uno de los inmigrantes más fecundos en la historia
dominicana.
El señor Hostos residió en la República Dominicana en
tres tramos de su vida. Llegó a esta tierra caribeña por primera vez en 1875,
por el puerto marino de Puerto Plata. Se tuvo que ausentar en el 1876. Fue, en
consecuencia, una estadía breve.
En dicha ocasión tuvo comunicación en esa ciudad del Atlántico
dominicano con el gran héroe restaurador Gregorio Luperón, quien lo protegió y
facilitó sus iniciativas; así como también con el médico y prócer
puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, residente allí y quien fue uno de los precursores de la
libertad de su tierra natal, todavía hoy sometida al tutelaje de una potencia
mundial bajo la ficción de Estado Libre Asociado.
Después de varios años de ausencia Hostos retornó al
país, en el 1879. Su segunda presencia aquí fue por casi diez años (1879 a 1888).A
los pocos meses de llegar creó la Primera Escuela Normal de Maestros, la cual
sería de extraordinaria importancia para la educación dominicana.
Su método educativo, con consignas indeclinables,
tenía una amplia base de sustentación en los criterios desarrollados décadas
atrás en Europa por los filósofos Auguste Compte, Saint-Simon y John Stuart
Mill, quienes cada cual por su lado le dieron forma a la corriente filosófica
llamada positivismo, la cual resalta la experiencia verificada, el uso de
métodos científicos y la objetividad de los planteamientos como fundamentos
para llegar al conocimiento verdadero. Como Hostos creía firmemente en eso les
inculcaba a sus alumnos, y a quienes no lo eran, que desecharan suposiciones y
adivinanzas en materia de aprendizaje.
Finalmente el sabio señor Hostos volvió en el 1900 a esta
tierra que tanto amaba. Aquí le llegó la muerte. Sus restos mortales descansan,
desde el 1985, en el Panteón Nacional.
En total le dedicó al pueblo dominicano, de manera
directa, activa y militante, 13 años de su fructífera vida.
Labor docente
La principal actividad de Hostos en la República
Dominicana fue la docencia; sin menoscabo de sus otras actividades, las que
también impactaron en la sociedad dominicana del siglo XIX.
Vistos los resultados de su labor se puede afirmar que
Hostos fue un resplandor para la educación dominicana.
Al hacer una especie de breve paneo sobre el contenido
de las lecciones impartidas por Hostos a sus alumnos dominicanos se comprueba
que él transmitía un largo aliento de esperanza para que los jóvenes que se
empapaban de sus enseñanzas tuvieran contacto con lo que se ha definido como la
proyección moderna del ser humano. Para un resultado efectivo de eso se
requería reflexión, ponderación y análisis.
Abogaba el señor Hostos para que se dejara atrás la
visión estrecha que todavía en el cuadrante final del siglo XIX se tenía en el
país sobre los conocimientos humanos.
A su llegada a la República Dominicana se mantenía, en
aulas y claustros donde se tutelaba la educación nacional, un encajonamiento de
conceptos de origen medievalista y un claro predominio de la teoría escolástica
como método de instrucción.
El señor Hostos luchó en medio de muchos obstáculos y
recibió no pocas zancadillas de aquellos que obnubilados por visiones arcaicas,
o prisioneros de mezquinos intereses materiales, lo veían como un subversivo
que buscaba destruir el andamiaje económico-social-educativo-religioso-político
que arrastraba la sociedad dominicana desde los tiempos coloniales.
Ponderando los altos atributos de Hostos como docente
el historiador Rufino Martínez escribió lo siguiente: “A partir de él es cuando
se puede señalar la escuela como institución dominicana. Creó escuela, no
predicando solo, sino actuando, enseñando conforme a pautas trazadas por él,
como maestro de maestros que era.”1
Es importante también decir que Hostos tuvo ayuda en
su noble empeño de despertar la conciencia adormecida del pueblo dominicano.
Eso le permitió no sólo desplegar sus conocimientos en el área de la pedagogía,
sino desarrollarse en su condición de filósofo de altos niveles. Él tenía la
cualificación de pensador, tal y como se comprueba en su hoja de vida
desarrollada tanto aquí como en otros lugares del mundo.
Jefe de la enseñanza dominicana
Desaparecida la dictadura de Ulises Heureaux en el
1899, e instalado el primer gobierno de Juan Isidro Jimenes, Hostos desempeñó
la elevada función de Director General de Enseñanza Pública, equivalente a
ministro de educación en la actualidad.
Sobre dicho alto cargo estatal es oportuno señalar que
ya antes fue constatado en su ciudad natal de Mayagüez para que retornara al
país y se encargara de dirigir la educación nacional.
La invitación contenía como especie de epígrafe este
apremiante lema: “País, discípulos, reclámanlo.”
En carta del 19 de septiembre del 1899, dirigida a
Horacio Vásquez, y en otras enviadas a otros relevantes dominicanos, exponía
los motivos por los que no podía retornar en esos momentos al país, invocando
que “la patria se me escapa de las manos.” Exponía, eso sí, su apoyo al nuevo
rumbo del país luego del ajusticiamiento de alias Lilís, y reafirmaba su deseo de que se
redoblaran los esfuerzos para la unidad de las Antillas.2
Educacionista antillano
Refutando una
información maliciosa, por falsa y engañosa, sustentada en el 1881 por
las autoridades coloniales españolas en Puerto Rico, sobre el lugar de reposo
de los restos de Colón, el historiador José Gabriel García sustentaba su
opinión en autores de diversos países (Francia, España, Venezuela, EE.UU.,
Puerto Rico, Alemania). Al mencionar a Hostos entre los defensores de la
posición dominicana lo definió como el “conocido educacionista antilllano.”
Sobre ese controversial tema se puede asegurar que el tiempo ha demostrado que
Hostos estaba en el camino del “triunfo de la verdad histórica.”3
Lugo invoca a Hostos
La extraordinaria labor educativa de Hostos entre la
juventud dominicana de las últimas décadas del siglo antepasado se puede medir
por las actividades públicas y privadas de muchos de sus alumnos.
Vale citar en ese sentido un caso con jerarquía
histórica: Américo Lugo apeló a su condición de discípulo de Eugenio María de
Hostos para refutar una incorrecta inclusión que de su nombre se hizo en un
escrito publicado el 12 de febrero de 1943 en el diario pro gubernamental La
Tribuna.
Así se expresó Lugo en medio de la ferocidad de la
dictadura trujillista: “No he sido ni soy ni seré nunca un periodista
protegido. Mi carácter se opone a ello. No creo que podría serlo ningún
discípulo verdadero del señor Hostos; y ser discípulo de este príncipe de la
moral y del derecho, de este maestro, el más grande acaso de los maestros de
América, es el único título con que me honro…”4
Dicha nota de refutación no pudo ser publicada en la
referida fecha, ni tampoco mucho tiempo después. Fue divulgada por primera vez
el 12 de junio de 1967 por el gran historiador higüeyano Vetilio Alfau Durán,
custodio del original.
Una anécdota
Una anécdota conocida de antaño refiere que Ulises
Heureaux (Lilís), sabedor de que Hostos no le tenía afecto, por la forma despótica
en que conducía los destinos del país, lo recibió en su despacho presidencial
sin quitarse el sombrero, rompiendo así el ceremonial habitual para esa época.
Hostos, que había cumplido su parte protocolar, le devolvió el agravio
cubriéndose de nuevo su cabeza.
El diálogo entre ambos personajes, tan opuestos entre
sí, comenzó con una fanfarronada del tirano: “Señor Hostos, yo lo recibo como
recibía Napoleón a Talleyrand.”
La respuesta fulminante de Hostos fue esta: “General
Heureaux, ni usted es Napoleón ni yo soy Talleyrand.” El resultado de ese “face
to face” entre un hombre cargado de malicia y otro lleno de bondad fue que el
siniestro gobernante casi instintivamente se quitó el sombrero ante la
aplastante emanación de luz del filósofo y educador.
Bibliografía:
1-Diccionario biográfico-histórico dominicano 1821-1930. Editora de
Colores, 1997.P258.Rufino Martínez.
2-Carta de Hostos a Horacio Vásquez. Mayagüez, Puerto
Rico. 19-9-1899.
3-José Gabriel García. Obras Completas. Impresora
Amigo del Hogar, 2016.Volumen 3.Pp674 y 675.
4-Periodismo dominicano. Américo Lugo. Inserto en la
obra Por la verdad histórica. Editora Búho, 2015.Pp197 y 198. Vetilio Alfau
Durán.
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