LA
PRIMERA REBELIÓN DE NEGROS EN SANTO
DOMINGO
POR
TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La
versión más socorrida y mejor
sustentada, sobre el primer grito de rebelión de negros esclavos traídos de
África al llamado Nuevo Continente, es la que asegura que ocurrió la madrugada
del 26 de diciembre de 1521. Hay crónicas que señalan que fue el 27 de diciembre
del año 1522.
Se
acaban de cumplir 500 años de aquella expresión de rebeldía y de dignidad, que
fue ahogada en sangre por los jefes coloniales.
Ese
hecho trascendental se produjo en los campos cañeros que se extendían desde la
ribera oeste del río Haina hasta la orilla este del río Nigua, propiedad en su
mayor parte del virrey Diego Colón.
Ese
personaje dirigía la isla La Española, también llamada Santo Domingo a partir
del 6 de diciembre de 1508. Cumplía mandado de los Reyes Católicos, Fernando de
Aragón e Isabel de Castilla.
Esa
insurrección marcó un punto de referencia en la larga etapa de opresión a que
fueron sometidos los esclavos sacados violentamente de sus tribus en diversos
lugares de África.
Esa
primera sublevación de los negros gelofes, y una variedad de etnias bantúes,
provocó un gran espanto entre las autoridades españolas. Entonces recordaron el
sermón que el cuarto domingo de adviento de 1511 pronunció fray Antón de
Montesino en defensa de los indígenas.
La
resistencia, el cimarronaje y los quilombos en diversos lugares de América
fueron inspirados en lo que aquí ocurrió en el lejano 1521.
Contrario
a lo que pregonaban los esclavistas, esa asonada fue una elevada demostración
de que los esclavos eran seres humanos y que, en consecuencia, estaban dotados
de sustancialidad, individualidad y racionalidad. Que también tenían carácter,
razón, estado de ánimo y sentimientos. Intrínsecamente tenían los mismos
atributos que sus opresores.
Mil
años antes de que los esclavos negros reivindicaran aquí sus derechos humanos,
sobre los mismos había reflexionado el
famoso filósofo y poeta romano San Severino de Boecio.
Ágrafos
como eran, los alzados en Nigua y sus contornos no supieron de las definiciones
de Boecio, pero sí sabían que eran seres humanos, y que por su sola condición
humana en ellos se subsumía una amplia gama de libertades y facultades.
Las
autoridades coloniales elaboraron posteriormente una serie de ordenanzas contra
los esclavos negros que se rebelaban, incluyendo azotes, colocación de “argolla
de fierro”, cortes de un pie, de un brazo y hasta la horca. También
establecieron severas reglas contra los sumisos.
A
partir de 1528 se les ordenó a los blancos que no podían hacer ningún tipo de
negocio directamente con los negros: “…ni venderles ni comprarles un alfiler.”
Pasados
más de 260 años de aquella primigenia rebelión de los esclavos negros seguían
los colonialistas creando hibérboles, como el llamado Código Negro Carolino,
promulgado en el 1785 por la Real Audiencia de Santo Domingo, el cual
formalmente estuvo vigente por sólo 4 años, aunque en realidad no pasó de ser
un manojo de papeles mojados que se quiso vender como la conquista que no lo
fue.
Por
la importancia de aquel acontecimiento con estampa histórica que ocurrió el 26
de diciembre de 1521 siempre será importante explorar nuevas referencias sobre
la presencia de los negros traídos en calidad de esclavos, principalmente desde
África Occidental y Central.
Dicho
lo anterior al margen de la abundante bibliografía que existe sobre el tema. No
pocos historiadores y publicistas de antaño y hogaño han tergiversado la
realidad de los esclavos negros.
Han
pretendido, entre otras muchas cosas, presentarlos como renegados de su pasado.
Se trata de una leyenda falsa.
Sus
aportes han trascendido los genes, repercutiendo en la música, en la
gastronomía, la religión y otros aspectos de su cultura. Los llamados negros
bozales, los ladinos y las siguientes generaciones continuaron con esas
contribuciones.
El
historiador y gran antropólogo estadounidense Melville Herskovits fue uno de
los más acuciosos investigadores sobre el fenómeno de la migración forzosa (y
el drama anexo) de esclavos africanos a América.
Aunque
Herskovits centró sus estudios al caso de los EE.UU., en clave de antropología
cultural, eso no impide que en sus ideas se descubran proyecciones aplicables a
otros lugares de América, incluyendo el caso de Santo Domingo.
Por
ejemplo, la famosa obra de Herskovits, no exenta de polémicas, titulada Myth of
the Negro Past, (Mito del pasado negro) permite aplicar parte de su contenido a
los esclavos negros en la isla de Santo Domingo, cuando se refiere a la
destrucción de los lazos familiares que provocaba en ellos el sistema de vida
en las zonas productoras de caña de azúcar.
Tan
nocivo para los esclavos negros explotados en las minas y en los ingenios y
trapiches de la colonia española de Santo Domingo era el trabajo forzado como la
desvinculación (lo que se ha denominado la deculturación) que los
esclavizadores trataron de hacer de esa especie de doctrina espiritual que
trajeron de su lejana tierra.
Carlos
Esteban Deive, al desmontar con sólidos argumentos una serie de falsedades
sobre ese importante segmento de la etnología dominicana, señala en su obra
titulada “¿Y tu abuela dónde está?”, lo siguiente: “La historia dominicana
concerniente al negro y a la esclavitud está llena de tópicos y aberraciones
que se presentan como verdades incontrovertibles.”1
Uno
de los mayores impulsores de las muchas mentiras tejidas contra los esclavos
negros fue el cura y negociante Antonio Sánchez Valverde quien, al referirse a
los denominados esclavos de jornal, en su libro titulado Idea del Valor de la
Isla Española, escribió lo siguiente:
“Esta
es una especie de Negros que viven sin disciplina ni sujeción; que saca su
jornal, la hembra, por lo regular, del mal uso de su cuerpo, y los hombres
generalmente del robo. Se ocultan y protegen unos a otros y a los que se
escapan de las haciendas.” Decía que romper la esclavitud significaba “un
escándalo notorio que debe estorbar la legislación civil y Eclesiástica.”2
Un
texto terrible sobre la esclavitud de los negros provino del jefe del sistema
de justicia colonial en Santo Domingo, el segoviano Alonso de Suazo, quien en el
1518 le escribió al rey Carlos I esta barbaridad:
“Es
en vano el temor de que negros puedan alzarse…Todo está en como son gobernados.
Yo hallé cuando vine algunos negros ladrones, otros huidos al monte: Azoté a
unos, corté las orejas a otros y ya no hay más quejas.”3
En
un escrutinio minucioso de los registros históricos se observan grandes
deformaciones sobre ese doloroso drama humano. Contrario a la visión de algunos,
la esclavitud no fue un producto de turbiedades individuales. La Corona de España era el eje central del entramado
inhumano de que fueron víctimas los esclavos negros, como antes lo fueron los
indígenas.
Todavía
se mantiene una fuerte controversia sobre quién gestionó la presencia de los
esclavos negros en Santo Domingo.
Muchos
de los comentaristas del pasado le atribuyen al encomendero, cronista y
filósofo Bartolomé de las Casas la iniciativa de traer esclavos desde África a
esta tierra y más allá.
Alejandro
Llenas, eminente médico y pensador dominicano, en su ensayo titulado Las Casas
y la esclavitud, publicado en junio de 1889, luego de un estudio minucioso de
documentos de la época colonial, concluye ese controversial tema así:
“…desde
el año de 1500, cuando Las Casas no era más que un adolescente, ya se llevaban
esclavos negros a América; y que mucho antes de la época de la intervención que
se le atribuye, 1517, ya el tráfico aquel había sido objeto de varias reales
órdenes…Aquel corazón tan compasivo para los males de los unos, no podía ser
implacable para los males de los otros…”4
Es
pertinente indicar aquí que Bartolomé de las Casas llegó jovencísimo a La
Española, en la expedición dirigida en el 1502 por Nicolás de Ovando. Fue
encomendero, pero luego desarrolló una “fina inteligencia espiritual.”
El
que después fue un sacerdote dominico y primer obispo de Chiapas, en el sur de
México, dejó varios escritos en los cuales expresó su arrepentimiento de haber
sido parte de los que abogaron por la llegada aquí, y a otros lugares de
América, de negros en calidad de esclavos.
La
controversia sobre el tema brota en una nota firmada por los Reyes Católicos, dirigida a Nicolás de Ovando,
antes de su expedición armada a La Española del 13 de febrero de 1502, al
frente de 32 embarcaciones y 1500 colonizadores: “No se dejarán llevar a
América sino esclavos negros nacidos en poder de cristianos.”
Dichos
monarcas se referían a la gran cantidad de esclavos africanos que para entonces
moraban en Sevilla y otros pueblos andaluces, llevados al sur español producto
de negocios realizados con los portugueses, quienes luego de la hazaña marinera
del explorador y navegante luso Vasco da
Gama se apoderaron de una parte
considerable del sur de Asia y controlaron una amplia franja de África.
Bibliografía:
1-¿Y
tu abuela dónde está? Editora Nacional, 2013.P38.Carlos Esteban Deive.
2-Idea
del valor de la Isla Española. Impresora M. Pareja, Barcelona, España, 1971.Pp170,
171. Antonio Sánchez Valverde.
3-Carta
del licenciado Alonso de Suazo al rey Carlos I, 1518.
4-Ensayos
y apuntes diversos. AGN. Vol. XLII. Editora Búho, 2007.P15. Alejandro Llenas.
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