sábado, 22 de abril de 2023

LAS LEYES EN EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN (3)

 

LAS LEYES EN EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN (3)

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Leyes sueltas, códigos, estatutos, corrientes de opiniones jurídicas y escuelas de Derecho han surgido a lo largo del tiempo en el proceso de la civilización.

En el derecho comparado, para entender mejor el complejo entramado social de las relaciones entre pueblos e individuos, es preferible no hacer cotejos paralelos y tajantes sobre la preeminencia de unos textos sobre otros.

Es mejor hacer análisis de los aportes de cada circuito de leyes tomando en cuenta época, lugar y motivaciones de sus creadores y protagonistas.

El código de Hammurabi llevó ese nombre en honor al sexto rey de Babilonia, probablemente descendiente de la etnia de los amorreos, que eran pastores y guerreros procedentes principalmente de Palestina, quienes fueron moviéndose en el tercer milenio a.C. por la cuenca del famoso río Éufrates, donde fundaron varios pueblos.

Ese texto de leyes fue el resultado de una amplia amalgama de luchas entre etnias, hechos y circunstancias atadas al tiempo en que se hizo.

Se ha demostrado a través de muchos siglos, en diferentes lugares del mundo,    que para hacer leyes efectivas se debe tomar en cuenta lo que ocurre en la cotidianidad del medio donde se van aplicar.

El gran jurista y diplomático Luis Jiménez de Asúa, quien fue durante ocho años presidente de la República Española en el exilio, luego de hacer una rigurosa investigación histórica sobre las legislaciones a través de tiempo, sostuvo con acierto imbatible que: “Los suplicios de las épocas pretéritas eran reflejo de la norma de cultura que el mundo vivía. Por eso es por demás injusto medir con las normas de hoy los hechos del pasado….” (La ley y el delito. Quinta edición, 1967. Página 4. Luis Jiménez de Asúa).

En relación con el señalado código de Hammurabi (282 leyes escritas con caracteres cuneiformes) diversos estudios arqueológicos coinciden en señalar que lo difundieron colocando en Babilonia y en otros pueblos enormes piedras pulidas que tenían alrededor de tres metros de altura. Están consideradas entre las más famosas pictografías de la humanidad.

En la cúpula de esos monolitos, como símbolos destacados, estaban un dios que representaba a la justicia y al sol, así como el mencionado rey. Esas figuras eran el complemento del rigorismo religioso del susodicho código.

Probablemente el sistema legal referido pudo hacerse gracias al poder de Babilonia, la cual llegó a tener la más alta influencia política y económica en todo el oriente más cercano al mar Mediterráneo.

A los pueblos que Hammurabi vencía, incluso a los poderosos elamitas, que para derrotarlos tuvo que aliarse con otros reyes de la zona, les imponía sus creencias en asuntos de justicia. Para materializar sus propósitos combinaba la fuerza militar y su gran astucia política.

Uno de los puntos importantes para que las leyes de Hammurabi tuvieran una larga vigencia fue que él mantuvo el control de su gran imperio hasta que murió, un día del año 1750 a. C.

Aunque hay que puntualizar que los derechos y obligaciones creados por él tenían gradaciones, por lo que su nivel de cumplimiento se hacía tomando en cuenta si las personas pertenecían o no a los “hombres libres, ciudadanos independientes o esclavos”.

El código de Hammurabi tenía un gran componente de sugestión, pues desde sus párrafos iniciales se hacía constar que todos los actos de ese enérgico monarca eran de origen divino.

Dicho soberano, imbuido en la cosmogonía de su creencia religiosa mitológica, (que era la babilónica) negaba que sus leyes fueran una creación de los humanos.

Sin embargo, al acto de la aplicación de las mismas no se le daba el carácter en sí de un tribunal religioso, ni las decisiones basadas en las ideas de Hammurabi formaban archivos sagrados.

Si se salta el sanedrín, en la Tierra de Israel, se puede decir que pasarían casi tres mil años para que en otros lugares del mundo se crearan tribunales religiosos. Un ejemplo de eso ocurrió en el nefasto período de la Inquisición (1184), en la Edad Media.

De igual modo transcurrieron más de tres mil años para que el papa Paulo III creara, en el 1542, la Congregación del Santo Oficio, como parte de la Inquisición romana, en la cual los inquisidores dejaron una página siniestra en la historia universal, escudándose en supuestos textos revestidos de una legalidad huera.

Claro está que las ideas en materia legal de Hammurabi distaban mucho de las conceptualizaciones que decenas de siglos después se desarrollaron dentro de los claustros de las diferentes escuelas de pensamientos jurídicos-filosóficos que florecieron en el mundo.

El historiador español Federico Lara Peinado, especialista en civilizaciones antiguas como las mesopotámica, sumeria, egipcia y otras, al hacer una didáctica traducción del referido código de Hammurabi indica que en su parte final ese poderoso rey invitaba al acusado (para que comprendiera la sentencia en su contra) a leer su “estela escrita” ante su “estatua de rey de la Equidad…”(Código de Hammurabi. Editorial Tecnos, Madrid, 2008. Federico Lara Peinado).

En consideración a esos juicios plasmados por el susodicho gobernante muchos estudiosos del pasado de Babilonia, Asiria, Nínive, Sumeria y otros lugares de Oriente coinciden en afirmar que la vida en esos lugares se vinculaba  “a los poderes divinos”.

Como consecuencia de lo anterior las leyes, los preceptos morales y las costumbres estaban indisolublemente ligados a los dioses que adoraban esos pueblos;  y también a sus encarnaciones terrenales, que no eran otros que los reyes, altos dignatarios religiosos y potentados económicos.

La verdad monda y lironda es que desde que comenzaron a dictarse leyes y normas, sin importar su condición primitiva, y sus fallas de orden lógico, las mismas tuvieron de algún modo eso que se denomina una “base fáctica”, tomando en consideración que fueron los hechos que en cada caso se vivían los que obligaron a su creación.

Después de la muerte del poderoso Hammurabi sus leyes siguieron teniendo vigencia; incluso Ciro el Grande en vez de impulsar un nuevo sistema legal hizo que se difundiera más el mencionado código. 

Los hititas, que saquearon gran parte del legado de ese gobernante, respetaron sustancialmente las leyes babilónicas, por conveniencia o por lo que fuera.

Lo que sí registra la historia es que pasados 500 años de su creación el código de Hammurabi fue robado, atribuyéndose dicho despojo a un rey elamita que controlaba lo que luego vino a ser el suroeste del actual Irán.

 

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