miércoles, 14 de abril de 2021

 

SANTIAGO EN MARZO DE 1844 (y III)

 

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

 

 

Cuando aún no había transcurrido un mes de la Independencia Nacional los haitianos expulsados del territorio dominicano iniciaron una gigantesca ofensiva armada con miles de hombres sobre las armas que penetraron violentamente por diversos puntos fronterizos.

El 13 de marzo de 1844 fueron derrotados en el lugar conocido como la Fuente del Rodeo, cerca de Neiba. Seis días después del mismo mes corrieron suerte parecida en Azua de Compostela.

Santiago de los Caballeros era uno de los objetivos más importantes de esos intrusos, por ser un punto geográfico clave para dominar la zona más fértil y poblada del país.

Once días después de los hechos de Azua los haitianos que venían arrasando pueblos como Dajabón, Montecristi y Guayubín cayeron en enjambres, como una plaga de langostas, sobre el extrarradio oeste de Santiago, sin tener idea de lo que les esperaba allí.

Los habitantes de aquella vibrante ciudad, que entonces era un pueblo de mediano tamaño, con el apoyo de mocanos, veganos, francomacorisanos, cotuisanos, puertoplateños y moradores de otros pueblos, aldeas y caseríos cercanos, algunos enclavados en la franja serrana, tenían días realizando preparativos de guerra y apertrechándose para enfrentar a los invasores.

Se crearon batallones, compañías, pelotones y otras unidades de improvisados combatientes que dejaron estampadas sus huellas heroicas en el fulgor de los combates.

Los andulleros de Sabana Iglesia

 

Una de las compañías de cívicos que estuvo presente en el momento y el lugar oportunos, en la  batalla del 30 de marzo, fue la integrada por andulleros de la serranía que domina el lado sur de la ciudad de Santiago.

Fernando Valerio López bajó desde Sabana Iglesia y campos vecinos, al frente de unos 150 peones agrícolas dedicados especialmente a la siembra y cultivo de tabaco. Esos hombres fueron los que atacaron por sorpresa a los haitianos entre el Fuerte Libertad y el río Yaque el Norte, fondo de agua que les sirvió de sepultura a muchos de los invasores.

El filoso metal de los machetes, bajo el impulso heroico de esos labriegos, brilló como nunca. Su bizarra acción del 30 de Marzo de 1844 es lo que desde entonces se ha denominado la Carga de los Andulleros.

Con frecuencia se soslaya la importancia militar que tuvo esa unidad de combate compuesta por agricultores que abandonaron la azada para enfrentar al enemigo invasor.

Muchos de ellos luego volvieron al anonimato rural, pero con la luz del triunfo resplandeciente en sus rostros, como quedan representados en imágenes permanentes aquellos nimbados de gloria.

En su informe oficial sobre los acontecimientos bélicos de la referida batalla el general José María Imbert, por olvido momentáneo,  por falta de sintonía personal con Valerio (aunque remaban en la misma dirección patriótica) o por lo que fuere, no mencionó a ese cuerpo armado integrado por hombres corajudos y manos encallecidas que descendieron de la sierra para defender la patria, dejando los surcos donde muchas veces habían hecho brotar una de las más conocidas plantas solanáceas, así como los ranchos donde elaboraban andullos.

Alejandro Llenas, un sabio médico, historiador, botánico, antropólogo, geógrafo, etc., santiaguero educado en Francia y nacido en Gurabo el mismo año que se libró la Batalla del 30 de Marzo de 1844, realizó un aporte extraordinario al divulgar los antecedentes  que  culminarían con los hechos ocurridos aquel glorioso día en su lar nativo. Indica, como otros también, que el primer ataque fue repelido por Fernando Valerio y sus andulleros entre el Fuerte de la Libertad y el río Yaque del Norte.

Para ello entrevistó décadas después de aquella fecha gloriosa a varios sobrevivientes de esa epopeya que sembró para siempre en la historia dominicana el nombre de la ciudad de Santiago de los Caballeros.1 

Arturo Logroño, con su estilo barroco, se refirió a Fernando Valerio en una nota publicada el 1928: “…Enardecido por bélica embriaguez, decidió quizás con su carga, famosa en nuestros fastos militares, al frente de los andulleros de Sabana Iglesia, la brega marcial del 30 de Marzo de 1844.”2

El munícipe y costumbrista santiaguero Arturo Bueno, en el tomo I de su libro Santiago Quien te vio y Quien te ve, hace inquietantes preguntas sobre la referida omisión que de los andulleros y Valerio hizo el general Imbert, y concluye indicando que: “el general Valerio no fue una figura central en todo el curso de los acontecimientos de ese día; pero sí lo fue en el momento decisivo como iniciador de “la carga al machete…”3

Creo pertinente señalar, para poner en justo equilibrio los hechos concernidos a la batalla del 30 de marzo de 1844 en Santiago, que sobre la descarga de los andulleros el historiador Rufino Martínez, puntualizó lo siguiente:

“El hecho tuvo un valor decisivo en una línea de fuego, la correspondiente al Fuerte de Libertad, uno de los tres sobre los cuales se estrelló el enemigo; en las otras líneas, otros fueron los héroes, no inferiores a Valerio.”4

Algunos de los héroes

En la efervescencia bélica del 30 de Marzo de 1844 fueron muchos los que en Santiago se vistieron de gloria. Mencionarlos a todos es difícil, especialmente porque como siempre ocurre, con la intensidad de una constante, la mezquindad humana oculta nombres.

En la historia universal, pero particularmente entre nosotros, los conflictos de egos, los pujos de principalías y las desavenencias inter grupales han provocado muchos hiatos; algunos de esos agujeros se han ido corrigiendo pero otros  han perdurado hasta el presente. Sin embargo, eso no impide que señale aquí los nombres de varios de los héroes de aquel hecho de raigambre patriótica.

El Jefe Superior del Ejército Dominicano en aquella jornada épica, como se indica más arriba, fue el General José María Imbert, el cual tenía como lugarteniente al aguerrido coronel Pedro Pelletier, quien a su vez poseía de ayudante a Achilles Michel. Los tres nacieron en Francia, pero se entregaron con desbordante pasión y gran responsabilidad a la causa dominicana en los albores de su Independencia.

El jefe de la artillería y encargado del Fuerte Dios era el coronel José María López.  Fernando Valerio López dirigió a los andulleros de Sabana Iglesia, una fuerza cívica que hizo proezas. El célebre Batallón La Flor, integrado por valientes jóvenes santiagueros, lo encabezaba el comandante Angel Reyes.

También están en la conocida, pero limitada lista de héroes de aquella jornada gloriosa, con diferentes rangos y desempeños, los hermanos Juan Luis y Ramón Franco Bidó, Lorenzo Mieses, José María Gómez, Toribio Ramírez, Francisco Antonio Salcedo, Marcos Trinidad, José Silva, Manuel María Frómeta y los comandantes identificados como Dr. Bergés, Hungría, Bidó y Tolentino, y muchos más.

Juana Saltitopa

Es de justicia resaltar que antes, durante y después de la batalla santiaguera del 30 de marzo de 1844 sobresalió, por su arrojo incomparable, una humilde mujer campesina nacida en Jamo de La Vega.

Juana Trinidad, mejor conocida como Juana Saltitopa o La Coronela, dejó su nombre enmarcado con letras heroicas en la historia dominicana.

Esa valiente mujer dominicana no sólo realizó tareas de asistencia material a los combatientes, sino que en la fase explosiva de la batalla se convirtió en la principal agitadora para mantener en alto el espíritu de combate de los dominicanos que en esos pagos cibaeños representaban en ese momento la determinación de defender, a cualquier costo y bajo sacrificios supremos, la soberanía nacional.

Tiñaño, el músico héroe

Un personaje prácticamente ignorado, pero que tuvo una importante misión en el fragor de los combates, fue el músico popular conocido sólo por su apodo de Tiñaño.

Relatos recolectados por memoriosos de aquellos tiempos describieron que los redobles de su instrumento de percusión fueron la perdición de soldados haitianos que se acercaron al  mencionado Fuerte Dios, atraídos por el sonido marcial que ejecutaba Tiñaño.

Eso hace recordar la antigua leyenda alemana recogida por los hermanos  Grimm sobre el flautista de Hamelín, aquel que sacó de la ciudad de ese nombre las ratas que tenían en zozobra a sus habitantes hasta que se ahogaron en el río Weser. Y ahí dejo la comparación.

Una reseña desde Haití

 Las anotaciones del intelectual Jean Price-Mars, sobre la Batalla del 30 de Marzo de 1844 fueron hechas a mayor gloria de los héroes dominicanos de ese día.

Así se expresó el  indicado médico e historiador haitiano: “El 30 de marzo, a la una de la tarde, las tropas haitianas se lanzaron al asalto. Duró la lucha más de cuatro horas sin que cayera la ciudad…Las pérdidas totales de su ejército, antes que pudiera atravesar el Massacre y llegar al Cabo Haitiano, son estimadas, entre muertos y heridos, alrededor de setecientos hombres.”

Sobre el general Jean-Louis Pierrot, y su huida del territorio dominicano, Price-Mars se hizo esta interrogante: “¿Era sincero Pierrot en sus negociaciones o quería salir simplemente de un mal paso?”5

En resumen, la Batalla del 30 de marzo de 1844, librada en la ciudad de Santiago de los Caballeros, fue un hecho de gran importancia en la historia dominicana.

Los invasores haitianos fueron vencidos. Masticando el polvo de la derrota se dispersaron en hatajos por diversos trillos y atajos del noroeste, en huida despavorida hacia su país.

Del lado dominicano se amplió la lista de héroes, se fortaleció el espíritu de combate de las unidades armadas, y del pueblo en general, y prosiguió consolidándose la Independencia, aunque hubo que seguir enfrentando durante 12 largos y sangrientos años las embestidas de aquellos que pretendían volver a oprimir al pueblo dominicano.

Bibliografía:

1-Combate del 30 de marzo de 1844. Periódico El Orden, Santiago, 28 de marzo de 1875. Alejandro Llenas.

2- Papeles de Arturo Logroño. SDB. Impresora Amigo del Hogar, 2004.P111.

3- Santiago Quien te vio y Quien te ve. Tomo I.Pp113 y 114.SDB.Editora Búho, 2006.Arturo Bueno.

4-Diccionario biográfico-histórico. Editora de Colores, 1997.Segunda edición.P540. Rufino Martínez.

5-La República de Haití y la República Dominicana. SDB. Editora Taller, edición facsimilar, 2000.Pp335 y 336.Jean Price-Mars.

 

 

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