AMÉRICO LUGO, EJEMPLO DE INTEGRIDAD (y II)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Isidro Américo Lugo Herrera transitó la vida terrenal
combinando su elevado nivel moral con la magnitud de su grandeza humana. Nunca
se doblegó ante las adversidades. Siempre mantuvo una postura vertical en
defensa de los intereses del pueblo dominicano.
Fue un hombre de gran honor, como quedó demostrado con
sus hechos. Nunca temió enfrentar las consecuencias que pudieran derivarse de
su posición patriótica ante los desmanes de gobernantes, criollos o extranjeros,
que sojuzgaron al pueblo dominicano en los torbellinos políticos que se
sucedieron en el país en la primera mitad del siglo XX.
Lugo, llamado el poeta de la prosa, fue el valiente
que le dio un sonoro rapapolvo al contralmirante Thomas Snowden, uno de los
jefes de las fuerzas de ocupación gringas, cuando éste se atrevió a decir que
no se apoyaba en la violencia, al tiempo que se auto calificaba de “gobernante
dominicano” que buscaba “emular las virtudes cívicas…” de prestantes figuras de la vida pública del
país, como lo fueron los presidentes Espaillat y Billini.
El culto y veraz historiador higüeyano que fue Vetilio Alfau
Durán escribió, a mi juicio, una de las definiciones más equilibradas y mejor
logradas sobre la fisonomía moral de Américo Lugo, al señalar que:
“Don Américo Lugo, aunque arrogante y apasionado a
veces, tuvo entre sus prendas valiosas una modestia ejemplar; le repugnaba el
halago y solía engavetar en el silencio diplomas y medallas que nunca lució...La
vida de Américo Lugo ofrece un singular ejemplo de dominicanidad… ”1
En el mundo hodierno las personas como Américo Lugo sufren
mucho, puesto que salvo las consabidas excepciones las instituciones llamadas a
organizar la sociedad en función del bien colectivo han sido asiento, con
frecuencia indeseada, de la morralla humana. Él siempre enfrentó la liviandad
moral de muchos entorchados de su época y aborrecía la necedad de no pocos.
Américo Lugo fue el fundador, el 26 de octubre de
1907, del Ateneo Dominicano, un faro cultural de gran calado.
El que se encargó de aclarar definitivamente esa
verdad con categoría de axioma, con documentos a la vista, fue Vetilio Alfau
Durán, en una crónica que publicó el 18
de mayo de 1970. Así quedaron deshechas y sepultadas versiones distorsionadas
que le negaban a Lugo la paternidad de esa institución de gran resonancia en el
mundo cultural criollo.2
Al analizar los ensayos jurídicos de Américo Lugo, así
como sus discursos y conferencias de inspiración política, con fuerte raigambre
patriótica, no sólo se descubre en él al jurista de gran envergadura que era y
al pensador que puso su talento reflexivo al servicio de la patria, sino
también su intrepidez combinada con una visión reposada sobre el presente que
vivía y el futuro que aspiraba para el pueblo dominicano.
Al discurrir en la lectura de muchos de los escritos
de Lugo, en su rol de doctrinario del Derecho, me da la impresión, por el
consabido “tránsito psicológico”, que él estaba en diapasón con su
contemporáneo el toscano Piero Calamandrei, quien en su obra Elogio de los
jueces puntualizó que: “El abogado es la bullidora y generosa juventud del
juez; el juez es la ancianidad reposada y ascética del abogado.”3
Sobre la Nación
Américo Lugo tenía su propio criterio para
definir lo que a su juicio constituye
una nación.
Para él la creación de una nación tiene que pasar por
un proceso de cultura política del pueblo y desarrollar la conciencia de
comunidad y unidad que a su decir no tenía el pueblo dominicano. A ello le
atribuía que “nuestras Constituciones sean letra muerta” y alegaba, además, que
“no se puede gobernar a un pueblo que no tiene conciencia de nación.”4
Sus juicios no coincidían con la definición clásica de
nación: “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno.”
Así lo dice la Real Academia Española en su Diccionario de la Lengua Española.
Valga la digresión para señalar que dicha entidad ha
mantenido invariable su referida definición de nación, sin hacer matizaciones
ni interpretaciones tangenciales, desde que en el 1780 compendió el denominado
Diccionario de Autoridades.
Con ese vocablo los académicos de la lengua no han
aceptado el vaticinio del poeta Horacio, quien en su famosa Epístola a los Pisones, también
llamada Arte poética, escrita hace más de dos mil años, dijo que: “Renacerán
vocablos muertos y morirán los que ahora están en boga, si así lo quiere el
uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua.”5
La clase media
Cuando la segunda década del siglo XX había rebasado
su ecuador, Lugo volvió sobre el tema de la clase media. En su denso ensayo
jurídico, político y sociológico de la República Dominicana desde el 1844 hasta
el 1916, titulado El Estado Dominicano ante el Derecho Público, resumió su
criterio de que no existía clase media en el país. Alegaba que había dos
bloques sociales: clase elevada y clase inferior. Sostenía que la primera no
tenía seguridad y la segunda se movía en el escenario de la vida sin ningún freno.6
Ante una profanación
Una más de las tantas demostraciones del coraje y los
méritos patrióticos de Américo Lugo fue su protesta viril cuando los relámpagos
cargados de muertos dominicanos se sentían en todos los confines del país,
ocupado desde hacía un mes por miles de tropas del poderoso país “del norte
revuelto y brutal.”
Ante una inicua acción de puro bandalismo perpetrada
por los usurpadores extranjeros en el Baluarte 27 de Febrero, con el claro
objetivo de provocar un terror estratégico mediante el amedrentamiento a la
población dominicana, Lugo le dirigió una comunicación al presidente del
Ayuntamiento de Santo Domingo, a la sazón Manuel de Jesús Troncoso, en la cual
solicitaba que esa institución exigiera al Poder Interventor que sacara a las
tropas que estaban pisoteando el sagrado recinto que es cuna de nuestra
Independencia.
En la aludida misiva, de fecha 11 de junio de 1916,
después de calificar como “insólita, abusiva, novísima e incalificable” dicha
acción, Américo Lugo señalaba, con su personalidad marcada a fuego, que: “Esta
ocupación lastima en lo más hondo el sentimiento patriótico de los
dominicanos…es el más grosero ultraje.”7
La desocupación del país
Lugo sostenía, con una lógica que no se apartaba de
los principios legales más convincentes, que el Estado dominicano no podía
ratificar los actos ejecutados por los ocupantes gringos (1916-1924). Le daba
condición de absurda a esa posibilidad.
El 25 de junio de 1922, en una conferencia pronunciada
en la ciudad de Santiago, advertía lo
que significaría darles validez a los actos y acciones de los militares y
civiles extranjeros que usurpaban el poder en la República Dominicana.
Puntualizaba, con un criterio de impecable estampa de
derecho internacional, lo siguiente:
“Para que tales actos pudieran ratificarse por el
Estado dominicano, sería necesario considerar al Gobierno militar investido de
la soberanía, y esto es jurídicamente imposible, por el carácter mismo de la
presente ocupación.”8
Cuando algunos ciudadanos criollos de prominencia
social y económica (“una facción, hija del Gobierno militar o enriquecida con
sus dádivas”) fueron a la ciudad de Washington en el 1922, a entablar
negociaciones con la administración del presidente estadounidense Warren
Harding, para la desocupación mediatizada de país, revistiendo de total
impunidad los hechos ilegales de los intrusos (persecuciones, muertes,
prisiones, multas, despojos de bienes materiales, etc.); Américo Lugo al mismo
tiempo que resaltaba a los dominicanos
señalando que “nada ha podido doblegaros”, lanzó una verdadera catilinaria, en
un folleto titulado El Plan de Validación Hugues-Peynado.
Entre otras muchas cosas, decía que : “los
norteamericanos ocuparon militarmente nuestro territorio, bajo la ley marcial:
y entrando al palacio de gobierno por la fuerza, crearon impuestos injustos,
otorgaron concesiones ruinosas, emitieron empréstitos ilegales y dilataron la
fortuna pública…”Remataba haciendo saber que “aquí no todos estamos rendidos
ante el imperialismo americano y su injusto poderío.”9
Por la fuerza de los hechos materiales, en contra de
lo que enarbolaban Américo Lugo, J.
Rafael Bordas y otros excelentes dominicanos, se impuso el llamado Plan
Hughes-Peynado, calificado por Peña Batlle como “oprobioso instrumento
imperialista…fatal instrumento de servilismo y abyección…incalificable
claudicación dominicana…funesto trato esclavizador.”10
En medio de conocidas y no conocidas manipulaciones
contra el pueblo dominicano fue designado como presidente provisional de la
República Juan Bautista Vicini Burgos, quien fue juramentado el 21 de octubre
del 1922 con el claro objetivo de cumplir los dictados que llegaban desde las
oficinas cercanas al río Potomac, a su paso por la ciudad de Whashington. Tenía
como tutor directo para esos fines al funcionario de la diplomacia estadounidense
Benjamín Sumner Welles, el autor de La viña de Naboth.
Parte del ideario de Américo Lugo
Peña Batlle calificó a Lugo como “buen dominicano…ha
vivido para su país y para el bien de sus compatriotas.” Por su parte el
escritor, político y diplomático Manuel de Jesús Galván, autor de la clásica
novela Enriquillo, lo llamó “príncipe de las letras patrias.”
De los escritos de Américo Lugo se pueden extraer
frases que alcanzan la categoría
de Ideario, pues para él cada verbo, así como cada
adjetivo o cada fonema tenía un impacto enorme. Ejemplos:
A)Soy como hombre un alma libre, como ciudadano, el más
radical de los dominicanos. B) Respeto profundamente las opiniones ajenas;
tengo derecho a que se respeten las mías.C) Gobernar es amar.D)La acción es
característica de lo heroico.E) Para la tierra humana agostada por la edad, la
juventud, como la aurora, trae un mensaje de esperanza, rocío, trino, rosas.
Bibliografía:
1-Reproducido en el libro Por la verdad
histórica.Editora Búho 2015.Pp122 y 123. Vetilio Alfau Durán.
2-Revista ¡Ahora! No.340.18-mayo-1970.Vetilio Alfau Durán.
3-El elogio de los jueces.P83.Cre-art print,
Argentina, 1997. Piero Calamandrei.
4-Carta al general Horacio Vásquez.20 de enero de
1916.Américo Lugo. correspondencia.AGN.Volumen CCCLXXXI, julio 2020.Pp91-95.
5-Arte poética de Horacio o Epístola a los Pisones.
6-El Estado Dominicano ante el derecho
público.Tipografía El Progreso,1916.P23.Américo Lugo.
7-Américo Lugo. Correspondencia. AGN. volumen CCCLXXXI,
julio 2020.Pp97 y 98.
8-Conferencia.Teatro
Colón, Santiago de los Caballeros, 25 junio de 1922. Américo Lugo.
9- El plan de validación Hugues-Peynado.Imprenta La
cuna de América,1922. Américo Lugo.
10-De Manuel A. Peña Batlle a Américo Lugo y J. Rafael
Bordas.Listín Diario,6 de febrero de 1925.
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