OVANDO EN LA HISTORIA DEL CARIBE (2 DE 3)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El gobernador colonial Nicolás de Ovando (que lo era
de la isla Española y de todas las Indias) fue el primero en traer a esta parte
del mundo negros esclavos. Lo hizo desde España, en el 1502.
Esos cautivos eran llamados ladinos, por su
conocimiento del idioma castellano, además de estar “aculturados y
cristianizados.”
Ellos fueron la avanzada de los millones que años
después serían traídos desde África a este lado del océano Atlántico.
Posteriormente Ovando refunfuñaba enviando
comunicaciones a sus superiores en la metrópoli porque los esclavos negros (que
ya eran numerosos) huían a los bosques, en claras expresiones de rebeldía. Alegaba
que con eso “enseñaban malas costumbres” a los indios.
Esa desobediencia que causaba alarma a Ovando fue el
germen de la primera rebelión formal que hicieron los esclavos negros en la
isla Española, en una plantación de caña de Diego Colón; de acuerdo al relato
del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su obra Historia General y Natural
de las Indias.
Al examinar los documentos que existen sobre sus 7 años
dirigiendo el gobierno en la isla Española se comprueba que Ovando tenía de
sobra herramientas mentales para ordenar crímenes espantosos a mansalva, para
la codicia, para favorecer a sus colaboradores más cercanos y también para
mantener a raya a los que pudieran ser sus adversarios.
Para abultar su fortuna personal apartaba para sí
importantes cantidades de dinero de los tributos de los habitantes bajo su
gobierno. También se hizo dueño de casas, solares, hatos ganaderos, trapiches,
grandes retales de tierra para cultivos diversos, minas de oro, etc.
En la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias que
se hizo en el 1680 se estableció sin ningún rodeo que “el derecho de alcabala
pertenece al rey y se manda cobrar en las indias”; pero es evidente que en el
caso del gobierno de Ovando (1502-1509)
había facilidades para que él se cebara.
Pero su huella como gobernante también quedó fijada
fundando pueblos de un extremo a otro de la isla. A su tarea de constructor se
debe, por ejemplo, el perfil arquitectónico de la zona más antigua de la ciudad
de Santo Domingo.
La capital dominicana fue originalmente fundada por
Bartolomé Colón en la ribera oriental del río Ozama, el 5 de agosto de 1498.
Esa entonces pequeña población estaba formada
básicamente por unas decenas de chamizos, pero luego de uno de los
acostumbrados ciclones que azotan la zona del Caribe quedó tan maltrecha que un
día cualquiera del 1503 Nicolás de
Ovando ordenó su traslado al margen occidental de dicho río.
A partir de esa decisión comenzó el proceso de
construcción de obras como el hospital san Nicolás de Bari, considerado el
primero de América. En fin, la ciudad de Santo Domingo cambió el pobre paisaje
arquitectónico que tenía hasta que Ovando arribó a ella el 15 de abril de 1502,
en la nao Santa María de la Antigua, al frente de una armada de 32
embarcaciones.
Varios de los edificios cuya construcción fue ordenada
por Ovando, con paredes y techos de piedra, aplicando las técnicas de cantería,
siguen en pie después de más de 500 años.
Por esa faceta de su vida fue calificado como “el
verdadero colonizador y uno de los hombres más extraordinarios que ha pasado
por América.”(Historia de la Cultura Dominicana.P.113.Mariano Lebrón Saviñón).
Entre los pueblos que ordenó fundar Ovando cabe
mencionar San Juan de la Maguana, Azua, Puerta Plata, Higüey, Cotuí, El Seibo y San Cristóbal, en
el hoy territorio dominicano; así como
Bayajá, Yaguana, Jacmel, Cabo Haitiano, Hincha y Les Cayes, en la parte
que ahora es la República de Haití.
Varios de esos pueblos, llamados por algunos como
ovandinos, tenían el mayor movimiento portuario del Caribe insular. Santo
Domingo y Puerto Plata eran los más
activos en el siglo XVI.
Tal vez imbuido por esa actitud de hacedor de pueblos
que tenía ese férreo gobernante colonial fue que Joaquín Balaguer, en su poema
titulado Nicolás de Ovando, lo califica de “titán creador”, “merecedor de una
imperial corona”, pero concluye diciendo que toda la gloria que logró al fundar
“once ciudades” la mancilló “al llevar a la horca a Anacaona.” En la Isla
inocente, otro de sus poemas, dicho autor puntualizó que: “…después Ovando
trajo el martirio.”(Obras Selectas. Tomo III.Pp.370 y 641).
Ovando ostentó el título nobiliario de Comendador de
Lares de la Orden Militar de Alcántara.
A partir del 20 de agosto de 1502 fue ascendido a Comendador Mayor de la misma.
Cuando murió, con 51 años de edad, fue enterrado como
si hubiera sido un santo varón en el convento de San Benito de la ciudad de
Alcántara, en su Extremadura natal.
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