sábado, 15 de octubre de 2022

OVANDO EN LA HISTORIA DEL CARIBE (3 DE 3)

 

OVANDO EN LA HISTORIA DEL CARIBE (3 DE 3)

 

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

 

Ahora que se han cumplido 530 años de la llegada de los españoles al llamado Nuevo Mundo, es oportuno decir que Nicolás de Ovando ejecutó en La Española una inicua política de esclavitud de negros e indígenas.

A los indígenas casi los exterminó. Cuando lo destituyeron del gobierno colonial, el 10 de julio de 1509, apenas quedaban aquí 60 mil taínos, la mayoría en condiciones maltrechas y a pie de sepultura.

Al cesar como señor de horca y cuchillo del Virreinato de las Indias, que ejerció con poderes casi ilimitados en los ámbitos políticos, administrativos y militares, se retiró a disfrutar parte de la inmensa fortuna que acumuló con malas artes.

El acelerado proceso de su enriquecimiento contó con el apoyo que indistintamente tuvo de los monarcas Isabel I de Castilla, Fernando II de Aragón y V de Castilla y nominalmente de Juana I de Castilla, alias la Loca.

El señor comendador Ovando se hizo acompañar en ese viaje de retorno a su país de quien fuera el alcalde mayor de la ciudad de Santo Domingo durante su gestión como mandamás colonial, el salmantino Alonso de Maldonado, así como de otros de sus amigos y subalternos.

El aragonés Miguel de Pasamonte, entonces recién nombrado tesorero de La Española, se apoderó de la mayor parte de los bienes inmobiliarios y semovientes que tenía aquí Ovando.

Pasamonte pudo adueñarse de esas propiedades de Ovando porque gozó del apoyo de personeros del citado rey Fernando II, entre ellos el influyente obispo zamorano Juan Rodríguez de Fonseca, considerado el primer impulsador de las prácticas colonizadoras de España en esta parte del mundo.

Ese mismo monarca le envió al nuevo gobernador colonial, Diego Colón, una carta de presentación a favor de Pasamonte, en la cual le decía que lo tenía “por muy buena persona y de buena consideración, y por muy cierto y leal servidor.”

Pero en estas breves notas es importante señalar que las obras materiales de Ovando no pueden ocultar sus crímenes ni su memoria puede justificarse detrás de sofismas como el romance del poeta español Manuel José Quintana Lorenzo, quien sin ninguna consideración ética escribió: “Que no se es cruel si se nace en tiempo que importa serlo.”

Nicolás de Ovando se inclinaba hacia la perversidad. Muchos de sus hechos avalan ese criterio. No se trata de una leyenda negra en su contra, como han pretendido hacer creer algunos falsificadores de la verdad histórica.

Está demostrado que Ovando gestionó que se hiciera institucional el reparto de indios en favor de los españoles (la encomienda), para lo cual fue complacido por la reina Isabel la Católica mediante una Real provisión firmada el 20 de diciembre de 1503.

El historiador mexicano Fernando Benítez, al referirse a esa labor del gobernador colonial, puntualizó lo siguiente: “Ovando aterrorizaba a los indios. Los repartía entre los españoles y al que más oro o comida obtenía le daba más esclavos; a los que rendían poco, les quitaba la encomienda.”(1992: ¿Qué celebramos, qué lamentamos? P.54)

También logró de Isabel la Católica la autorización para que trajeran aquí a miles de esclavos negros, con unas especificaciones que luego fueron reveladas por el bellaco funcionario colonial (juez de residencia, etc.) Alonso de Zuazo, en una carta fechada en enero de 1518.

Valga la digresión para decir que la reina referida está en proceso de beatificación desde 1958. En el 1974 fue declarada “sierva de Dios.”

Ovando forma parte destacada de la galería de los personajes más siniestros de la era colonial española en América. Les hace compañía, entre muchos otros, a Francisco de Galay y Juan de Esquivel (Jamaica); Alvar Núñez Cabeza de Vaca (Paraguay), Diego Velázquez (Cuba), Juan Ponce de León (Puerto Rico), Francisco Pizarro (Perú), Hernán Cortés (México), Alonso de Ojeda (Venezuela), Pedrarias Dávila (istmo de Panamá); todos responsables de masacres de personas por lo común vulnerables.

Abundan las crónicas del pasado sobre las acciones de Ovando, las cuales permiten ubicarlo con prominencia en dicha nómina de infames.

Bartolomé de las Casas, uno de sus acompañantes en el viaje de 1502, (estuvo durante un tiempo a su servicio) y quien vivió durante 8 años en la isla que ocupan la República Dominicana y Haití, escribió al referirse a la matanza de Jaragua, que:

“…el ejército de Ovando, con lanzas, espadas y mosquetes, se lanzó sobre la multitud indefensa, al mismo tiempo que le ponían fuego a la cabaña.”

Sobre el horror de los crímenes perpetrados en el cacicazgo de Higüey, incluyendo el ahorcamiento de la cacica Higuanamá, el referido cronista colonial consignó con la sintaxis de la época lo siguiente: “…yo vide quemar vivas y despedazar o atormentar por diversas y nuevas maneras de muerte o tormentos y hacer esclavos todos los que a vida tomaron.” (Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Bartolomé de las Casas.)

Contra Ovando se abrió aquí un Juicio de Residencia, luego de estar morando en España. Para ello el rey Fernando II emitió una cédula real en la ciudad de Valladolid, fechada el 15 de noviembre de 1509.

En un ensayo titulado El pleito Ovando-Tapia, publicado en el 1978, el historiador Emilio Rodríguez Demorizi hace una amplia descripción de ese sonado caso de la jurisprudencia colonial.

El resumen de ese litigio es que Ovando le confiscó al comerciante español Cristóbal Tapia un amplio terreno con vista a la ría del Ozama, sobre el cual construyó un edificio para la llamada Casa de Contratación. La sentencia, dictada el 23 de enero de 1510, fue a favor de Tapia. En ese edificio colonial está desde hace décadas el Museo de las Casas Reales.

Compendiando se puede afirmar que la historia del gobernador colonial Nicolás de Ovando tiene de manera abultada un saldo negativo. Sus hechos de gobierno así permiten decirlo en esta breve crónica.

 

 

 

 

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