MATRÍCULA DE SEGOVIA: SU IMPACTO HISTÓRICO
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El 18 de febrero de 1855 representantes de la República
Dominicana y España firmaron en la ciudad de Madrid un tratado de
reconocimiento, paz, amistad, comercio, navegación y extradición.
Las Cortes Constituyentes españolas autorizaron a la
reina Isabel II para que ratificara ese pacto. Así lo hizo Su Católica Majestad
el 26 de julio de dicho año, desde su palacio real de San Lorenzo.
La antigua metrópoli designó días después de la referida
ratificación al señor Antonio María Segovia Izquierdo, un curtido político y
escritor madrileño, en calidad de cónsul general, con rango de encargado de
negocios, en la República Dominicana.
Después se supo que el objetivo principal de los
españoles era utilizar dicho convenio para tratar de eclipsar el ejercicio de
la soberanía nacional, que apenas tenía 11 años de tortuosa vigencia.
Con mucha razón el historiador Vetilio Alfau Durán señaló
en una reseña de gran calado, sin ningún tipo de anfibología, que: “El inicio
de la perturbadora injerencia diplomática en los asuntos internos de la
política dominicana tiene un nombre: la Matrícula de Segovia.” (VAD en
Clìo.P.469.Editora Corripio, 1994).
Cuando se analizan los movimientos del procónsul Segovia no
cabe duda de que el procedimiento de matriculación que lleva su primer apellido
fue una especie adelantada, aunque frustrada, de la anexión del país a España.
Fue tanto el daño del señalado representante extranjero a
la soberanía dominicana, utilizando para eso de manera principal su citada
Matrícula, que el héroe nacional Ramón Matías Mella Castillo proclamó fuerte y
alto que: “Todo se remedia con envolver al cónsul Segovia en su bandera y
devolverlo a la Madre Patria.” Así consta en las páginas amarillas de la
historia nacional.
Por su parte el historiador Bernardo Pichardo Patín, en
su obra titulada Resumen de historia Patria, escribió que la nacionalidad
dominicana fue herida de muerte “por la afrentosa Matrícula de Segovia.” La
calificó como engendradora de desgracias y maldición bíblica, en su condición
de origen de la injerencia foránea en el país.
Es oportuno decir que Segovia llegó al país con el
señuelo de una almibarada condecoración para colocarla en el pecho del entonces
presidente dominicano Pedro Santana. Era la Gran Cruz de la Orden Americana de
Isabel La Católica. El apodado El Chacal de Guabatico no la aceptó entonces por
motivos ajenos a cuestiones de dignidad.
Pocos años después ese mismo personaje se sentiría
orgulloso con el título nobiliario de marqués de Las Carreras, creado para él
por la mencionada reina el 28 de marzo de 1862, por sus servicios como máxima
figura de la fatídica anexión del país a España.
A su paso por la isla de Saint Thomas, en el Caribe
oriental, Segovia tuvo una larga conversación con Buenaventura Báez, el
caudillo dominicano exiliado allí, gran rival de Santana. Era la muestra más
elocuente de lo que luego se produjo en la política interna del país.
Dicho pacto tuvo repercusiones históricas, con carácter
fatídico para el país, debido a que Segovia actuó, vale reiterarlo, como una
suerte de procónsul, utilizando maniobras que en la jurisprudencia universal se
conocen como una cubierta seudo legal, particularmente con la interpretación
que le dio al contenido del artículo 7 del referido tratado bilateral. Añadiendo
a sus acciones múltiples chantajes, incluyendo amenazas de muerte contra los
dominicanos que no se matricularan españoles.
Ese texto establecía la posibilidad de que los españoles
nacionalizados dominicanos “podrán recuperar la suya primitiva si así les
conviniere en cuyos casos sus hijos mayores de edad tendrán el mismo derecho de
opción…”
En la práctica el susodicho procónsul Segovia extravasó
los alcances del citado apartado. Utilizando artimañas fue minando las bases de
sustentación del gobierno, pero peor aún machacó la soberanía dominicana.
La referida Matrícula de Segovia fue puesta en
funcionamiento a partir del 20 de febrero de 1856. Fue de alguna manera una
respuesta de la corona española a los aprestos de Santana y sus seguidores para
convertir a la República Dominicana en un protectorado de los EE.UU., lo cual
afectaría a España.
Segovia Izquierdo logró en poco tiempo (26 de mayo de 1856)
que Santana renunciara a la presidencia de la República. También pudo neutralizar
a los poderosos seguidores del caudillo desplazado. Así lo hizo con Antonio
Abad Alfau, Manuel de Regla Mota y otros. También le “metió los dedos en los
ojos”, para decirlo de manera metafórica, al ladino agente comercial gringo en
el país Jonathan Elliot.
Lo que parecía entonces impensable (desplazar a la
facción santanista del poder) lo logró el astuto español con su célebre
matriculación.
El historiador estadounidense Charles Christian Hauch, en
una obra interesante, más allá de omisiones y algunas falencias, expresa que: “Mediante
el proceso conocido como “matrícula”, Segovia se dedicó a registrar a cualquier
dominicano como español, previo el pago de dos dólares…” (La República
Dominicana y sus Relaciones Exteriores (1844-1882. P60. Editora Centenario, 1996).
La puesta en práctica de la llamada Matrícula de Segovia
fue lo que le allanó el camino a Buenaventura Báez para que el 8 de octubre de
1856 volviera por segunda vez a la presidencia de la República, asegurando así
los intereses imperiales que representaba el valido aquí de la Corona
española.
Dicho lo anterior porque Báez, como bien afirma una de
sus biógrafas: “…cifraba el éxito de su gestión en la protección de una nación
imperial, no importaba su ubicación geográfica.” (Buenaventura Báez. El
caudillo del Sur.P.14.Editora Taller, 1991. Mu-kien Adriana Sang).
Actuando al alimón Segovia y Báez decidieron apresar a
Santana y luego deportarlo, tal y como ocurrió el 11 de enero de 1857 cuando lo
montaron en la goleta Ozama rumbo a la isla Martinica. Allí, con varios
pretextos por delante, no lo aceptaron.
A su retorno rocambolesco al país lo encarcelaron de
nuevo hasta que ya avanzado febrero de dicho año lograron desembarcarlo en
Guadalupe.
Es mucho lo que se puede seguir señalando sobre la
funesta presencia que como un gendarme de los intereses neocoloniales españoles
tuvo Segovia en la República Dominicana. Estas son simples notas que podrán
ampliarse en otra ocasión.
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