sábado, 14 de noviembre de 2020

GUZMÁN, HEMINGWAY Y ALLENDE (SUICIDIOS)

 

 SUICIDIOS HISTÓRICOS (I): GUZMÁN, HEMINGWAY y ALLENDE

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El suicidio es un hecho trágico que no ha tenido plena explicación ni por especialistas  e investigadores en la conducta humana, con su ancho campo especulativo, ni por las religiones que en el mundo hay.

Muchos filósofos, criminólogos y antropólogos que han abordado el tema, reflejando al ser humano en sus líneas corporales y espirituales, tampoco han avanzado lo suficiente como para esparcir un criterio firme al respecto.

Ni siquiera  hay avances notables sobre los suicidios en la esfera de la tanatología médico-legal que, por abarcar un amplio campo del estudio de la muerte, incluyendo la fase de la agonía, uno presume mayores posibilidades para explicar  a los suicidas.

Muchos autores se han referido al suicidio y a los suicidas, explayándose en comentarios generales sobre factores biológicos, genéticos, psicológicos, económicos, ambientales, etc., pero el punto final se les escapa.

 Expertos que han abordado el suicidio incluso han hecho intercalaciones de los aspectos señalados precedentemente con reguladores de las emociones de cada persona, pero siempre quedan ripios sueltos en esos análisis.

Ni los exégetas de la teología moral ni los que manejan las coordenadas de los diversos sistemas legales (más allá del mundanal ruido de los tribunales) han podido explicar de manera convincente un tema que en cada caso tiene variantes que causan perpeplejidad y que por lo tanto se internan en lo que se denomina la casuística.

El profesor chileno de medicina legal Hernán Silva Silva destaca en su obra Medicina legal y psiquiatría forense “la importancia de la aplicación de los conocimientos médicos y de la biología a la investigación y solución de asuntos judiciales y legales.” Sin embargo, soslaya el tema del suicidio. Así muchos otros investigadores y especialistas se van por la tangente cuando de suicidas se trata.1

Sólo ha habido reflexiones aproximativas sobre los motivos que pueden llevar a un ser humano a poner sorpresivamente fin a su vida.

La verdad rotunda es que son tan diversos y particulares los elementos individuales que convergen en el suicida que entre la amplia ramazón de expertos no existe una posición concluyente con relación a los por qué de la decisión de una persona para suprimir su propia vida.

Es por esa nebulosa que rodea el suicidio que siempre habrá conjeturas cuando una persona dispone de su vida, al margen incluso de cualquier expresión escrita u oral que haya dejado como explicación de su decisión.

La psicóloga dominicana Rosa Mariana Brea Franco, con una larga hoja de excelentes servicios al país, poseedora de una autoridad sobre los temas que aborda, expresa en su obra El Duelo, lo siguiente:

“Las razones por las que una persona decide quitarse la vida resultan muy complejas, y, en algunos casos, hasta misteriosas. Cada caso es único y particular, y deben analizarse muchos factores que pueden incidir en el mismo. El suicidio es una coalición de fuerzas internas y externas…”2 

 

Antonio Guzmán Fernández

 

La madrugada del 4 de julio de 1982 se suicidó el entonces Presidente de la República Dominicana, Antonio Guzmán Fernández. Tenía 71 años de edad. El escenario fue una habitación del Palacio Nacional.

Faltaban 43 días para terminar su mandato presidencial de 4 años cuando una bala disparada por él mismo puso fin a su vida. El país recibió con perplejidad la noticia y la  incertidumbre se apoderó de la población.

Cagatintas y  reporteros se dedicaron a publicar con mucho desparpajo crónicas, reportajes, folletos y libros señalando los supuestos motivos que llevaron al presidente Guzmán Fernández a suicidarse. Varios de ellos admitieron luego que cumplían encargos políticos, en condición de remunerados.

Otros, que no entran en el encasillado anterior, también abordaron el suicidio de Guzmán desde ángulos diferentes. Es el caso del crítico literario José Rafael Lantigua quien, sin aportar pruebas al respecto, escribió en su libro titulado La conjura del tiempo lo siguiente: “…Antonio Guzmán, abrumado por las contingencias y deprimido por las inconsecuencias, conmutó las penas y penalidades de sus propios partidarios con su suicidio, justo la víspera de la efemérides partidaria más celebrada por su organización…”3

Un libro que sí contiene informaciones verosímiles sobre el tema es el titulado Partidos, Políticos y Presidentes Dominicanos. Su autora, la destacada periodista  Ángela Peña,  incluyó en el mismo una amplia entrevista que les hizo a la hija y al yerno de Antonio Guzmán Fernández, quienes compartieron con él el poder.

Los detalles que aparecen en dicha obra sobre los últimos días del presidente suicida permiten tener una mejor perspectiva del gobernante en sí y del hombre visto en su mismidad. Juan Bosch, en el prólogo de  dicha obra, escribió lo siguiente: “Cuando Ángela Peña se propuso escribir acerca de los partidos políticos dominicanos escogió el tema más difícil que podía ocurrírsele a cualquier  historiador, ensayista o periodista…A pesar de todas las dificultades con que tropezó, poniendo en juego una tenacidad encomiable, Ángela Peña llevó a cabo su trabajo...”4

En su comentada obra Memorias de un cortesano de la “Era de Trujillo” Joaquín Balaguer también escribió sobre el suicidio del presidente Guzmán. Se lo atribuyó a “un desequilibrio emocional” a una “crisis depresiva”; aunque admitió que: “Es ésta, desde luego, una impresión de quien esto escribe.” Antes de esa aclaración expresó que fue una “decisión trágica que privó al país de uno de los políticos de garras más firmes y de uno de sus hombres que reaccionó siempre con mayor entereza ante las adversidades.”5 

En el año 1963 Antonio Guzmán Fernández había sido el Secretario de Estado de Agricultura del derrocado gobierno de Juan Bosch. En el tramo final de la guerra de abril de 1965 su nombre fue de los que se barajaron para encabezar un gobierno provisional.

Un análisis de su gestión de gobierno, iniciada el 16 de agosto de 1978, coloca al mandatario suicida entre los mejores que ha tenido el país, pues sus ejecutorias propiciaban en sentido general el bien colectivo. Eso no significa que no hubiera falencias en su administración.

La angustia que provocó su muerte inesperada pudo ser superada por una cadena de factores cuyos eslabones no hay que desmontar en estas simples notas.

Al asumir la primera magistratura de la Nación, el 16 de agosto de 1978, le correspondió a Guzmán Fernández desmantelar un amplio entramado de arbitrariedades que operaban tanto en los cuarteles militares y policiales como en oficinas de encumbrados burócratas, así como en centros particulares donde se movían con avidez y actitudes insaciables operadores de grandes negocios que funcionaban en las periferias del poder mediante contratas de obras estatales sobrevaluadas, contrabandos de mercancías, extorsiones y otros ilícitos que afectaban las inversiones públicas.

Encontró las arcas estatales en mínimos y tuvo que enfrentar las devastaciones del ciclón David y la tormenta Federico, amén de otros escollos que limitaban el impulso de la economía nacional.

Pero lo anterior no ha sido un valladar para que los juicios serenos se inclinen a evaluar en términos positivos su obra de gobierno.

 

Ernest Hemingway

 

Ernest Miller Hemingway nació el 21 de julio de 1899 en una pequeña ciudad situada en el extrarradio de la ciudad de Chicago, Illinois, EE.UU.

Se suicidó con un disparo de escopeta el 2 de julio de 1961, en la ciudad de Ketchum, en el estado de Idaho, entre las Montañas Rocosas, en el Oeste estadounidense. Tenía 61 años de edad.

Su padre, médico y aficionado como él a la pesca y la cinegética, se suicidó en el 1928.Así también terminaron sus días otros familiares colaterales del famoso escritor.

Al momento de su muerte auto infligida Hemingway padecía varios problemas de salud y tenía dependencia alcohólica que fue incapaz de superar.

No sé como encajar ese día con lo que él escribió refiriéndose a una de sus criaturas de ficción: “conoció la angustia y el dolor pero nunca estuvo triste una mañana.” Tal vez ese fatídico domingo de verano estaba alegre, quién sabe.

 No dejó ninguna nota explicando su decisión, lo que provocó que llovieran las especulaciones sobre su muerte. Uno que otro, sin sindéresis, hasta llegó a especular que fue un accidente.

Es oportuno recordar que Hemingway fue corresponsal de guerra en diversos lugares del mundo; pero también fue un hombre a quien le gustaba la diversión, practicaba la cacería, la pesca, disfrutaba la corrida de toros. Era, además, un reconocido gourmet.

Tenía casas en diversos lugares del mundo. En Cuba vivió durante varios años, en un  pequeño pueblo de costa marina llamado Cojímar, a pocos kilómetros al Este de La Habana. Eran famosas las fiestas en su finca La Vigía. Ahora es un museo que incluye el yate de recreo en el que realizaba épicas jornadas de pesca, aunque sin Santiago, el protagonista de su relato El viejo y el mar.

 Era un asiduo visitante del famoso bar habanero El Floridita,  donde el daiquirí es  el trago más solicitado, pero él consumía ginebra con agua tónica. Allí tienen una estatua de su más famoso cliente.

Tal vez la prueba más significativa de la personalidad de Hemingway, y a la vez de su vinculación con ese lugar de diversión caribeña, la dio el gran dramaturgo Tennessee Williams, uno de los más reconocidos clásicos de la literatura de los EE.UU., quien describe en sus memorias lo siguiente:

“De modo que fuimos al Floridita, la guarida nocturna y diurna de Hemingway cuando no estaba en el mar, y nuestro anfitrión no pudo resultar más encantador ni más distinto de lo que yo había imaginado. Esperaba encontrarme con una especie de supermacho apabullador y malhablado, y fue todo lo contrario: Hemingway me pareció un caballero y un hombre dotado de lo que yo llamaría una timidez enternecedora.”6

Otros han escrito que Hemingway era narcisista, bipolar y que actuaba generalmente con un comportamiento que denotaba una vocación autodestructiva. Así no opinan los asiduos a la Bodeguita del Medio, un pequeño bar habanero con solera, donde cuidan con esmero un mensaje suyo elogiando la exquisitez de una bebida llamada el mojito.

 

En el 1953 le otorgaron uno de los premios Pulitzer, administrados desde el año 1917 por la Universidad de Columbia, en New York.

Esos premios tienen una alta categoría en los EE.UU. Con ellos se han reconocido durante más de cien años a periodistas, escritores, músicos y personalidades destacadas en otros renglones, que era la voluntad de su creador, el editor Joseph Pulitzer, quien abogaba por la exaltación de los talentos.

En el 1954 le otorgaron el premio Nobel de Literatura, en justo reconocimiento a la calidad, profundidad y perdurabilidad de su narrativa.

Sus adversarios, que los tenía, se lanzaron en tromba a criticar ese supremo galardón de las letras universales. Era el típico reconcomio nacido de la envidia de algunos escritores y críticos literarios. La obra de Hemingway se mantiene en el tope de la literatura y el chillido de los otros quedó sepultado para siempre.

Razón tenía el escocés Steward Sanderson, quien por más señas fue rector de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, y reconocido como una autoridad en el estudio filológico de la obra literaria hemingwayana, al señalar que: “…siendo cierto que Hemingway no se preocupó gran cosa por los círculos literarios, sí en cambio, se preocupó muy en serio por la literatura y por sus relaciones con la vida.”7

Su discurso de aceptación de ese galardón fue de sólo 7 párrafos. El último es una estampa viva de ese hombre excepcional: “Como escritor he hablado demasiado. Un escritor debe escribir lo que tiene que decir y no decirlo. Nuevamente les agradezco.”8

 Es larga la lista de obras publicadas por Hemingway. Casi todas han tenido gran demanda de lectores y han  trascendido en el mundo de las letras por la calidad y el mensaje que contienen. Hacer un recuento de las mismas no es importante en estas breves notas.

Una de las experiencias más dramáticas que vivió Hemingway se produjo en la Primera Guerra Mundial. Entonces era un inquieto veinteañero que se desempeñaba en Italia como conductor de ambulancia, al servicio de la Cruz Roja Internacional.

Su libro El río de dos corazones fue como una especie de catarsis, con un personaje que lo simbolizaba a él en medio de la Naturaleza, buscando espantar de su mente los fantasmas de la primera gran guerra de los tiempos modernos.

En su obra titulada Muerte en la tarde, que aunque está centrada en las corridas de toros en las fiestas de San Fermín en Pamplona, España, y en la historia taurina en sentido general, también abarca otros aspectos de su vida y su visión sobre el miedo y la valentía, Hemingway hace en ella un pormenorizado recuento de los terribles momentos que vivió, incluso porque fue gravemente herido y casi pierde la vida, en Milán, al norte de Italia.

Uno de los párrafos más conmovedores de esa obra, (publicada originalmente en New York, en el 1932) y que refleja el talante del gran escritor que ya era, se refiere a una operación de rescate en una fábrica de municiones que reventó con el personal adentro: “Me acuerdo que, después de haber buscado los cuerpos completos, se recogieron los pedazos.”9

Salvador Allende Gossens

El médico y dirigente político chileno Salvador Allende Gossens había aspirado varias veces a la presidencia de Chile. Había sido Senador y  desde hacía años era una prestante personalidad de la vida pública de su país.

En el 1970 fue el candidato presidencial más votado. Logró formar una coalición de partidos que le permitieron alcanzar la  primera magistratura de su Nación.

Su triunfo en las urnas electorales no sería un suave tránsito. Tenía el camino minado por fuerzas internas y externas que le adversaban de una manera feroz, tanto por motivos ideológicos como por intereses económicos.

El 25 de octubre de 1970 sectores de ultra derecha asesinaron en una emboscada al general René Schneider Chereau, entonces Jefe del Ejército de Chile, quien no se había prestado a ser parte de una incipiente conspiración contra el orden constitucional.

Tal vez fue ese el puntillazo inicial de las labores que sobre el terreno desarrollaron  agencias del gobierno de los EE.UU. en conchupancia con grupos cívico-militares chilenos para impedir que Allende ascendiera al solio presidencial.

Los informes más confiables indican que el presidente de Chile Salvador Allende Gossens se suicidó la dramática mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando comprendió que militarmente le era imposible revertir la situación. El suicidio de él tuvo su origen directamente conectado con los acontecimientos infernales desencadenados desde la noche anterior por la cúpula militar de aquel alargado país del  Océano Pacífico en su desplazamiento por Sudamérica.

En la víspera muchos de los altos mandos militares y de carabineros carentes de honor, en contubernio que grupos económicos del más rancio conservadurismo y el neo fascismo chileno, con el abierto apoyo de la administración del presidente estadounidense Nixon, decidieron dar un golpe de Estado al presidente Salvador Allende, sumiendo a Chile en una larga etapa de terror.

En un libro de denuncia titulado Estos mataron a Allende, el periodista chileno Robinson Rojas (que no cree en el suicidio del presidente y que lo culpa junto a otros de tomar un camino equivocado, permitiendo así el crecimiento del fascismo) resalta que “Salvador Allende murió como un héroe; eso no lo duda nadie en todo el mundo...murió combatiendo conscientemente, sin esperanza de salir vivo de la situación si no se rendía. Y no se rindió.” Dicho autor cree, como simple enunciación teórica, que se produjo un magnicidio y que los asesinos de Allende fueron “generales y almirantes en Santiago de Chile, y también generales y almirantes en Washington.”10

En la madrugada del día de la hecatombe en las calles santiaguinas, y el suicidio en el palacio de La Moneda, salieron miles de soldados de los cuarteles y bases militares, aéreas y navales para someter al pueblo chileno a un terror nunca antes visto allí.

Fueron los mismos hombres de uniformes y civiles desalmados que luego asesinaron a miles de chilenos amontonados en estadios, cuarteles y dependencias militares, y que hicieron parte de la tristemente célebre Caravana de la Muerte, aquel cortejo lóbrego que recorrió el país cometiendo inimaginables barbaridades con categoría de crímenes de lesa humanidad.

 De los muchos elementos probatorios del laborantismo que había en curso desde el 1970 para hacer sucumbir la democracia chilena basta con citar dos informaciones públicas:

En la edición del 8 de septiembre de 1974 el periódico New York Times publicó parte de un testimonio dado en el Senado de los EE.UU. por el entonces jefe de la CIA William Colby, en el cual admitió el involucramiento del gobierno estadounidense en labores desestabilizadoras contra Salvador Allende. Estaban moviéndose desde antes del proceso electoral del año 1970.

A su vez, el 17 de septiembre del referido1974 las agencias de noticias internacionales recogieron las declaraciones que en rueda de prensa dio en la Casa Blanca el presidente Nixon admitiendo con sus conocidas truchimanerías la participación de su gobierno en los trágicos hechos ocurridos en Chile el año anterior.

El hostigamiento contra el gobierno de Allende fue permanente y sin un solo día de descanso. El gobierno estadounidense en pleno actuaba como una activa y decisiva  fuerza operante en Chile.

Todos los actores políticos, militares, económicos y otras esferas no menos importantes tenían conocimiento de lo que se movía. A menos de 4 meses de su derrocamiento Allende pronunció un discurso en el que señalaba lo siguiente:

“El paro de octubre pasado ha sido el intento de mayor envergadura para impedir la consolidación y el avance de los trabajadores en la dirección del país. Sus efectos inmediatos produjeron una pérdida superior a los doscientos millones de dólares.”11

Es importante señalar, por su relieve histórico, que Henry Kissinger, un halcón ahora nonagenario, cuyo lenguaje vehicular fue siempre imponer en cualquier lugar del mundo la fuerza de los EE.UU., fue el brazo ejecutor de los trágicos acontecimientos de 1973 en Chile.

Ese hombre de mente brillante puesta al servicio de la maldad repetía con frecuencia que era “moralmente aceptable”  destruir al gobierno de Allende, lo cual conllevó miles de asesinatos, torturas, exilio, cárcel y la quiebra de la democracia chilena.

El presidente Allende y el pueblo chileno no fueron ni los primeros ni los únicos que sufrieron el acoso y derribo de los EE.UU., con Kissinger como principal actor.

Los desclasificados papeles del Pentágono, de la Central de Inteligencia, de la Seguridad  y del Departamento de Estado son una mina informativa sobre los trabajos de fontanería realizados para socavar a gobiernos democráticos de otros países. Son los llamados trabajos sucios hechos sobre la base del poder de esa potencia mundial.

Un ejemplo de lo anterior fue el derrocamiento que en el 1974 sufrió el primer presidente de la República de Chipre, el Arzobispo cristiano ortodoxo Makarios III. La acción fue tomada por la Dictadura de los Coroneles de Grecia, pero las órdenes las impartió Kissinger.

En el libro Entrevista con la Historia, de Oriana Fallaci, Makarios testimonió que en su defenestración “Fue Kissinger quien puso el semáforo en verde.”12

 

Bibliografía:

1-Medicina legal y psiquiatría forense. Editorial Jurídica de Chile.Impresores Salesianos,1991. Hernán Silva Silva.

2-El Duelo. Un camino hacia la transformación.Impresora Amigo del Hogar, 2007.P83.Rosa Mariana Brea Franco.

3-La conjura del tiempo.Impresora Amigo del Hogar,1994.P432. José Rafael Lantigua.

4-Partidos, políticos y presidentes dominicanos. Editora Lozano, 1996. Ángela Peña.

5-Memorias de un cortesano de la “Era de Trujillo”. Obras Selectas.Tomo IX. Editora Corripio, 2006.Pp663-666. Joaquín Balaguer.

6-Memorias. Editorial Bruguera, primera edición,2008.P112. Tennessee Williams.

7-Hemingway.Editorial Epesa, Madrid, España,1972.P14. Steward Sanderson.

8-Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura,1954. Estocolmo.Suecia. Ernest Hemingway.

9-Muerte en la tarde (Death in the afternoon). Editorial Gaceta Ilustrada,1966.  Ernest Hemingway.

10-Estos mataron  a Allende.Ediciciones Martínez Roca, Barcelona, España,1974.Pp7 y 8. Robinson Rojas.

11-Discurso.21-mayo-1973.Palacio de La Moneda. Santiago, Chile.Salvador Allende.

12-Entrevista con la historia.Editorial Noguer,1986.P559. Oriana Fallaci.

Publicado el 14 de noviembre del 2020. Diario Dominicano.

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