sábado, 13 de marzo de 2021

AZUA EN MARZO DE 1844 (1)

 

AZUA EN MARZO DE 1844 (1)

                                                          

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

En los próximos días se cumplirán 177 años de la importante Batalla del 19 de marzo de 1844, desarrollada en la ardiente ciudad de Azua y en campos que la circundan.

Azua es tierra donde “achicharra el Sol”, y sus radiaciones hacen pensar que allí siempre está el perihelio dominicano.

Esa fue una clásica batalla defensiva, del tipo que bien definió el gran estratega militar y eminente teórico de temas guerreros Carl von Clausewitz como “la más débil, con objetivo positivo.”

Como nada es absoluto y en todo caben los matices se puede decir, con el aval de los hechos, que en el teatro de las operaciones bélicas azuanas el 19 de marzo de 1844 los dominicanos hicieron una defensa activa, transformando la debilidad conceptual en fuerza real, y salieron victoriosos.

Fueron los haitianos los que iniciaron las hostilidades con el objetivo negativo de aniquilar  al pueblo dominicano. Lo hicieron de manera intrusa, apoyados con un impresionante equipaje militar de artillería, caballería e infantería, así como con miles de granaderos, dragones y cazadores de la Guardia Nacional de Haití.

A través del tiempo se han dado varias versiones sobre la duración de los combates llevados a cabo en la Batalla del 19 de marzo de 1844; pero al parecer duraron unas tres horas, tanto por lo que se asentó en un boletín de las comunicaciones del cuerpo colegiado del gobierno de entonces, como por opiniones emitidas por algunos de los participantes de aquella epopeya de las armas dominicanas, además de lo que apuntaron cronistas de la época.

En efecto, en una proclama dirigida al pueblo y al ejército, fechada el día 21 de marzo de 1844, la Junta Central Gubernativa detalló las tempraneras agresiones de los haitianos y los combates desarrollados hasta ese momento en Neiba y Azua, puntualizando sobre los dichos invasores que:

“…en la jornada del 19 en que ha sido considerable el número de muertos y heridos de su parte habiéndose visto en la precisión de abandonar el campo después de tres horas de combate.”1 

Antes de la lucha armada en Azua escuadrones y pelotones de los agresores fueron derrotados en la Fuente del Rodeo, no muy lejos del pueblo de Neiba.

Ese choque se produjo el 13 de marzo de 1844.Fue calificado por el historiador José Gabriel García como el bautismo de sangre del pueblo dominicano en armas.

Días después de aquel hecho heroico, en el paraje Las Hicoteas, las avanzadas dominicanas paralizaron el galopante avance de batallones de soldados haitianos.

El coronel Vicente Noble, antes de dirigir a cientos de fusileros en el gran acontecimiento de guerra del 19 de marzo de 1844 en Azua, tuvo una destacada participación en el referido combate de la Fuente del Rodeo, donde sustituyó a Fernando Tavera, gravemente herido en combate. Tavera era el comandante de los aguerridos y victoriosos dominicanos.

La Batalla del 19 de marzo de 1844 fue muy significativa, por la cantidad de combatientes involucrados, así como por el armamento utilizado por los ejércitos en contienda, pero especialmente por el resonante triunfo del pueblo dominicano.

Los haitianos eran más de 15 mil soldados bien artillados y con experiencia de guerra, mientras que los dominicanos no llegaban a los 3 mil hombres, sin hábitos de conflictos armados.

En la cartografía militar dominicana hay un mapa que detalla en forma didáctica el posicionamiento de las tropas nacionales en el lado occidental de la entonces pequeña ciudad de Azua.

En los trillos del flanco noroeste, en la zona conocida como Camino de El Barro, se emplazaron combatientes dominicanos con fusiles y armas blancas, al igual que en dirección al área de los lugares llamados Camino de la Conquista y Los Conucos, en el costado sur.

Una importante retaguardia fue ubicada en el Fuerte Resolí, con el oficial Nicolás Mañón a la cabeza, cuyo nombre fue reivindicado 40 años después, en la voz del héroe azuano Rudescindo Ramírez, cuando dijo que: “el bravo Nicolás Mañón disparó el primer tiro en estas comarcas en la Fuente del Rodeo.”2 

 

                           LOS CAÑONES AZUANOS

 

Francisco Soñé comandaba un potente cañón que causó muchas bajas a los haitianos, fulminando a muchos de ellos que encabezados por el general Thomas Héctor se desplazaban en columna cerrada en el área donde estaba emplazada esa importante pieza de artillería.

Soñé, que escribió sus memorias sobre la gran Batalla de Azua, era un francés avecindado allí; hábil artillero con experiencia en combates en Italia y Egipto, a las órdenes de Napoleón Bonaparte.

Estaba asistido por aguerridos oficiales como Lucas Díaz, quien horas antes, en su calidad de jefe de la avanzada dominicana estacionada en una orilla del río Jura, fue el primero que abrió fuego contra los atacantes, dirigiéndose luego a la ciudad de Azua para informar la aproximación de los invasores, (tal y como consta en los partes oficiales).También estaban al pie de ese cañón Juan Ceara y Luis Álvarez, entre otros.

Otra pieza de la modesta artillería dominicana, la cual se puede calificar como casi una bombarda por su pequeñez, entró en acción entre los lugares conocidos como Los Conucos y Las Clavellinas.

Ese cañoncito estaba emplazado en la parte trasera de un camposanto que entonces existía allí. Su vómito de fuego hizo que cayeran entre otros los coroneles haitianos Vincent y Giles, quienes dirigían sendos regimientos de los invasores.

Alrededor de ese canuto de hierro forjado y base de duelas estaban expertos fusileros y combatientes con armas blancas que eran constantemente arengados por el genio militar que fue Antonio Duvergé.

Los dos cañones referidos causaron grandes bajas a los invasores, quienes perdieron en Azua generales, coroneles y numerosos otros oficiales superiores y subalternos, amén de decenas de dragones y granaderos de la vanguardia haitiana.

Seis días después de esa sangrienta batalla el cónsul francés en el país, el inquieto y perspicaz Eustache Juchereau de Saint Denys, despachó un oficio al señor Francois Guizot, Ministro de Negocios Extranjeros de Francia, quien en realidad actuaba como jefe de facto del entonces imperio francés. Aunque ese gobierno lo encabezaba nominalmente el Mariscal Nicolás Soult, duque de Dalmacia.

Le informó Saint Denys a Guizot en esa ocasión que el presidente haitiano Charles Hérard había caído abatido en Azua por la metralla dominicana.

Era obvio que dicha comunicación contenía una suerte de juego semántico, con claros matices ajustados al marco de eso que los latinos llamaban en la época medieval la excusatio non petita, de la cual se derivaba una auto acusación que en el caso de la especie era palpable en las tareas diplomáticas que Saint-Denys llevaba a cabo en la naciente República Dominicana.

Aunque en el referido informe el habilidoso cónsul oscilaba entre la duda y la certidumbre de dicho fallecimiento, precisaba con lenguaje sagaz lo siguiente: “La muerte del Presidente Hérard y la derrota de la columna expedicionaria que él comandaba en persona, de día en día toma mayor consistencia.”3

Luego se supo que se trataba de una noticia falsa (como los famosos “fake news” tan en boga ahora, aunque con antecedentes que se remontan muchos siglos atrás).

Sin embargo, en los días siguientes ese bulo consular tendría repercusiones en otros acontecimientos armados del país. Podría decirse que puso el clavo en el ataúd de la primera oleada de invasiones haitianas luego de la independencia de la República Dominicana.

El culto historiador haitiano Thomas Madiou, en su libro Historia de Haití, con una visión sesgada sobre muchos de los acontecimientos políticos y militares que involucraron en el pasado a las dos naciones que se reparten la isla de Santo Domingo, aborda el tema de la batalla del 19 de marzo de 1844 y aun cuando plantea que los dominicanos no podían resistir la superioridad numérica y armamentística de los haitianos, concluye, en desvío de lo anterior, admitiendo que en Azua sus compatriotas fueron derrotados y el pavor cundió en ellos. Cifra en más 50 los oficiales haitianos abatidos en la ocasión. Específicamente señala que los haitianos al mando del presidente Hérard: “Fueron recibidos a cañonazos con metralla y obligados a replegarse, batiéndose en retirada un poco desordenadamente.”4

Luego del choque bélico de Azua vendrían largas e incesantes luchas para repeler las continuas agresiones que durante 11 años hicieron los haitianos al territorio dominicano.

Es de rigor indicar que forman un caleidoscopio de opiniones profundamente divergentes los relatos, memorias, crónicas y comentarios construidos en torno a ese acontecimiento histórico, y sobre el rol de varios de los principales personajes militares vinculados con el mismo.

Hay un mar de versiones contradictorias, lo cual ha impedido que las generaciones posteriores de dominicanos se hayan podido formar un juicio claro en relación a lo que allí ocurrió, en esa fecha.

Si los argumentos y/o alegatos escritos sobre esa batalla se colocan en líneas paralelas se podrá observar una mezcla extraña y abigarrada del complejo de Guacanagarix y del bovarismo que algunos atribuyen injustamente a una parte amplia del pueblo dominicano.

Dicho lo anterior porque mientras unos colocan esa batalla en un carril decisivo para reforzar la independencia nacional, otros infravaloran su impacto y la califican como una simple escaramuza, sin ningún impacto en las glorias de las armas dominicanas.

El escritor, diplomático y periodista santiaguero Enrique Deschamps, en su obra titulada La República Dominicana, habla sobre ese encuentro bélico así: “Los heroicos azuanos abrillantaron los fastos nacionales con la gloriosa acción del 19 de marzo de 1844, fecha que integra un luminoso jalón de la gloria en historia de la independencia dominicana.”5

Pero lo cierto es que algunos de los más prolíficos historiadores dominicanos, al referirse a las principales batallas libradas en el largo proceso de consolidación de la independencia nacional, han ignorado el impacto, incluso en el concepto  meramente militar, de la contienda del 19 de marzo de 1844, y ni siquiera la mencionan.

Otros no desechan en sus notas a ese formidable choque armado, pero le han restado importancia. Roberto Cassá, al referirse a Charles Hérard y sus 20,000 soldados desplegados en el Sur, proyecta esa gesta como una especie de simple refriega al presentarla así: “El 19 de marzo, las avanzadas haitianas fueron rechazadas, tal vez porque no esperaban una resistencia enconada. Este triunfo, aunque de poca monta, elevó la moral de los dominicanos…”6

 

Bibliografía:

1-Junta Central Gubernativa. Proclama pública, 21 de marzo de 1844.

2-Periódico El Nacional, Azua, No.59, 8 de marzo de 1884.

3-Comunicación del 25 de marzo de 1844 del cónsul Saint Denys al ministro Guizot. Bloque de correspondencias del cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846.

4-Historia de Haití. Editorial Forgotten Books, 2018.Volumen III.P135.Thomas Madiou.

5-La República Dominicana.Directorio y Guía.SDB.Edición facsimilar.Editora Búho,2003. Segunda parte.P202. Enrique Deschamps.

6-Personajes Dominicanos.Tomo I.Editora Alfa y Omega,2013.P184.Roberto Cassá.

 Publicado 10-marzo-2021.

 

 

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