LA ESPAÑA BOBA (I)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El pueblo dominicano, desde antes de aparecer ante la
faz del mundo formando una nación libre,
el 27 de febrero de 1844, ha tenido hechos que han marcado sus ciclos
históricos.
Una de esas épocas es conocida como La España Boba,
nombre que surgió de manera espontánea, sin un creador en particular, sino como
una interpretación popular para destacar la miseria, el descuido y el manejo al
desgaire de los asuntos que por ser oficiales atañían a toda la colectividad de
entonces.
Permitida sea la digresión para decir que los
dominicanos, entonces formando su idiosincrasia, no vivían “a la sopa boba”,
como aquellos que en las puertas de los conventos europeos de la Edad Media
encontraban el alivio a sus estómagos vacíos. La indigencia aquí no tenía
refugio de mitigación.
La España Boba
comenzó en realidad cuando Juan Sánchez Ramírez, el caudillo victorioso en la
Batalla de Palo Hincado, decidió a partir de julio de 1809 poner en práctica
sus designios de mantener esta tierra como una colonia, solo que cambiando de
amo, sustituyendo a Francia por España.
En esa etapa de la historia nacional, que se extendió
hasta el primero de diciembre de 1821,
no hubo mejoría para la población, en comparación con la gobernación del
general francés Jean-Louis Ferrand, la cual como todo ejercicio de gobierno colonial
era intrínsecamente mala.
Incluso algunos males económicos y sociales se
profundizaron luego de la derrota y el suicidio de Ferrand y la salida del
territorio dominicano, en el referido julio de 1809, del gobernador interino
francés Dubarquier.
Es pertinente recordar que Dubarquier no quiso ningún
trato directo con Sánchez Ramírez, prefiriendo entenderse con el general inglés
Hugh Lyle Carmichael, quien representaba en la ocasión el poderoso apoyo que
ofrecían a la llamada Reconquista nutridos batallones de combatientes ingleses y
de seis fragatas en misión de guerra naval que habían llegado desde Jamaica.
Durante la capitanía general de Sánchez Ramírez, al
servicio del imperio español, y las líneas de mando de sus sucesores, la
desesperación abatió a los moradores de la principal ciudad dominicana.
La confusión, el nepotismo, la incompetencia de la
burocracia neocolonial, la crisis económica, política y social, con la
consiguiente miseria colectiva, también se extendió a partir de 1809 hacia
todos los pueblos, aldeas y campos del país.
Dicho lo anterior a pesar de que muchos años después del
triunfo en el cerro de Palo Hincado el ex presidente de la República y
reconocido periodista y académico Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, aferrado
a sus inclinaciones hispanistas, en un ensayo sobre Sánchez Ramírez y la
Reconquista, señala que:
“Ninguno de los movimientos armados que nuestra
historia registra iguala en significación y trascendencia al operado entre los
años de 1808 y 1809 y que, con mucha propiedad, se ha llamado de la
Reconquista.”1
Troncoso de la Concha, quien también fue editorialista
del periódico Listín Diario, ministro de varias carteras y rector de la
Universidad de Santo Domingo, tilda además, en el referido ensayo, de críticos
superficiales a los que opinaban que Juan Sánchez Ramírez debió proclamar la
independencia de Santo Domingo en el 1809 y no reincorporarlo a España. Hay
material de sobra para discutir su apreciación al respecto, pero no es el tema
de esta crónica.
El erudito Domingo Muñoz del Monte, dotado de una
formación cultural excepcional, fue escogido por el caudillo cotuisano para que
se dirigiera a España a informar de manera oficial a sus autoridades lo que
había ocurrido aquí con la expulsión de los franceses.
La misión principal de Muñoz del Monte consistía en
ofrecerle a España esta tierra caribeña (como si fuera un cortijo andaluz entre
el río Guadalquivir y la Sierra Morena) para que la convirtiera de nuevo su
colonia, a pesar de que ya se sabía que el imperio español no tenía el vigor
que lo había caracterizado años atrás.
Las convulsiones que entonces sufría España causaron
un desinterés a lo que parecía un jugoso ofrecimiento. La propuesta de que era
portavoz Muñoz del Monte fue recibida con un desdén inesperado.
Hay que recordar que España sufría los embates de las
guerras napoleónicas, en medio de las cuales ese país produjo la francesada.
Así se le llamó a un alzamiento popular
de gran envergadura que enfrentó al régimen de Napoleón Bonaparte, quien desde
el 1808 tenía ocupada militarmente una parte considerable del territorio
español.
Es oportuno señalar que esa sangrienta lucha inspiró al
gran pintor zaragozano Francisco de Goya para hacer el famoso cuadro titulado El
dos de mayo de 1808 en Madrid. Ese momento histórico fue a su vez descrito por el
sabio bilbaíno Miguel de Unamuno así: “El Dos de Mayo es en todos los sentidos
la fecha simbólica de nuestra regeneración.”
En su obra Historia de la cultura dominicana el
polímata dominicano Mariano Lebrón Saviñón, al referirse a La España Boba, y explicar por qué se produjo, resume así:
“Pero España ya no es la poderosa de otrora; la que anchaba el mundo con sus
proas majestuosas…España no le ofrecía a su colonia más que sosiego,
gobernadores abúlicos y un gran silencio cultural. Este período fue llamado de
La España Boba.”2
La gran masa de papeles que se recopilaron sobre la
Junta Central de Sevilla, en su sección referente a las colonias de América, revelan
que con una alta dosis de desgano los que a la sazón dirigían una parte de España
desde la capital de Andalucía enviaron para acá a Francisco Javier Caro, a fin
de que en calidad de Comisario Regio evaluara la situación imperante en su
antigua colonia, luego de la administración de gobernadores franceses.
Dicho enviado especial en realidad en lo que más se
empeñó fue en recomponer en gran medida el sistema de abusos colectivos
que a cargo de la burocracia civil y militar colonial española había aquí antes
de la firma del tratado de Basilea en el 1795.
Pero lo que definitivamente hizo que surgiera la
expresión de La España Boba, además de la apatía de la metrópoli, fue la
cerrazón de Caro al negarse a entender que algo había cambiado en el pueblo dominicano
después del abandono que en el referido año 1795 hizo España del entonces
llamado Santo Domingo español.
Hay que añadir, además, como ingredientes importantes
de lo anterior, el absurdo comportamiento que a partir de julio de 1809 tuvo
Sánchez Ramírez, así como la conchupancia creada para el reparto de los pocos
cargos públicos entre amigos y familiares, en detrimento de otros que tenían
méritos de guerra para escalar posiciones en el funcionarismo concentrado en la
ciudad de Santo Domingo.
El asunto discriminatorio llegó a un nivel de desmadre
tal que prácticamente todos los combatientes que participaron en la
defenestración del gobierno colonial francés quedaron sin ser reconocidos.
Se culpaba de eso al mencionado Francisco Javier Caro,
así como también a los individuos del más rancio conservadurismo que él instaló
en los puestos claves de la burocracia neocolonial, quienes también lograron
recuperar sus bienes confiscados por los franceses y apoderarse de grandes propiedades
cuyos dueños habían salido del país desde que en enero del año 1801 Toussaint
Louverture ocupó a título de gobernador la ciudad de Santo Domingo.
Sobre la discriminación (más allá de sus alcances en
la filosofía moral) de que fueron objeto en La España Boba los combatientes
triunfantes de lo que se dio en llamar La Reconquista, el historiador José
Gabriel García, en su obra Rasgos Biográficos de Dominicanos Célebres, plantea
así lo que sucedía entonces: “…de los grados militares ganados en los campos de
batalla, sólo fueron revalidados el de brigadier conferido por la Junta de
Bondillo a don Juan Sánchez Ramírez y el de capitán de ejército hecho por éste
en don José de Sosa.”3
La revolución de los italianos
El primer conato de rebelión que se produjo en el
llamado período de La España Boba fue en el 1810. Se le denominó conspiración
de los italianos, porque el principal acusado había nacido en Italia y tenía
vínculos de amistad y de negocios con otras personas de su misma procedencia.
Los participantes reales, y otros que eran inocentes
pero fueron implicados en la conjura contra el capitán general de la colonia,
brigadier Juan Sánchez Ramírez, sufrieron los rigores de un seudo proceso
judicial que tuvo para ellos consecuencias fatales.
Los oficiales militares Emilio Pezzi, Galo y Gazotti,
italianos residentes aquí desde hacía varios lustros, fueron encarcelados y se
les consideraba como los principales promotores de acciones conspirativas.
Posteriormente se comprobó que los dos últimos no
estaban implicados en el intento de asonada. Sus nombres no figuran en el
expediente acusatorio sobre el caso, aunque la historia no registra su destino
posterior.
Junto con el capitán Emilio Pezzi fueron sometidos a
un proceso judicial el teniente de la Séptima compañía de morenos Santiago Foló
y los señores José Ricardo Castaños, Juan José Ramírez y Cristóbal Huber.
Los cuatro primeros acusados arriba mencionados fueron
condenados a muerte, con mandato de profanar sus cadáveres. El procesado Huber
fue penado a diez años de presidio y trabajos públicos. A todos se les
confiscaron sus bienes.
La sentencia draconiana sobre ellos, que en gran
medida simbolizó lo que fue La España Boba en materia judicial, fue dictada el
25 de septiembre de 1810. Al pie de la misma aparecen las firmas de Juan
Sánchez Ramírez, Leonardo y José Joaquín del Monte y Domingo Díaz Páez.
Esa decisión judicial decía en parte lo siguiente:
“Fallo que, haciendo justicia, debo condenar y condeno
a la pena de muerte en la horca pública a los referidos Santiago Foló, José
Ricardo Castaños y Juan José Ramírez, y a Emilio Pezzi a ser pasado por las
armas…que se les ponga a los cadáveres una inscripción en el pecho en letras
grandes que diga: Así castiga la justicia al que es traidor a la Patria; y que
sus cabezas, separadas de los cuerpos por el ministro ejecutor después de estar
seis horas pendientes en el patíbulo a vista de todo el pueblo, se pongan para
condigno castigo y ejemplar escarmiento de todos en picotas elevadas.”4
Los condenados a muerte Foló, Castaños y Ramírez fueron ahorcados y Pezzi fue fusilado.
Los verdugos ejecutaron a los presidiarios el mediodía del domingo 28 de
septiembre de 1810.
Las notas del legajo de dicho expediente revelan que ese
fue un día de mucha lluvia en la ciudad de Santo Domingo. Eso determinó que
aunque los castigados a la pena capital fueron sacados de la celda a las diez
de la mañana tuvieron que esperar dos horas para que el público pudiera
presenciar el macabro hecho de su muerte.
Así fue porque el escarmiento para la población
formaba parte del ius puniendi, o potestad punitiva que se arrogaron Sánchez
Ramírez y los demás firmantes de la sentencia mencionada.
Relatos del pasado dicen que ese amago de rebelión, y
otras que también fracasaron, fueron minando la salud del capitán general
colonial Juan Sánchez Ramírez. No así su enfermiza adhesión al imperio español,
tal y como se desprende de sus últimas comunicaciones.
Bajo los rigores que provocaron el sobrenombre de La
España Boba Sánchez Ramírez, ya en la antesala de su muerte, (dijo:“desde el
lecho en que estoy postrado y sufriendo los rigores de una grave y penosa
enfermedad…”) seguía aferrado a su sampiterna creencia de que España era la
salvación del pueblo dominicano.
Buscando, entre otras cosas, sacar a la colonia de la
postración económica en que estaba, y que le valió el susodicho mote de La España
Boba, el capitán general Sánchez Ramírez le dirigió al rey Fernando VII, el 13
de enero de 1811, una comunicación cargada de zalemas en la cual resaltaba el
supuesto aprecio y la digna confianza que a su decir le había prodigado a él
dicho soberano por “la Reconquista de esta vuestra Isla, en unión de mis amados
compatriotas.”
Luego de exponer un largo relato de todo lo que hizo,
“pasando de villa en villa y de lugar en lugar”, conquistando combatientes y
exponiéndose a todos los peligros para la Reconquista, Sánchez Ramírez concluyó
recordándole al Borbón que apodaban “el rey Felón”, que: “Por último, tremoló
el Real Pabellón de España en esta capital y sonó el augusto y respetable
nombre de Fernando VII entre festivas aclamaciones.”5
Bibliografía:
1-Narraciones Dominicanas.SDB. Séptima edición
facsimilar. Editora Cenapec,1998.P221. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha.
2-Historia de la cultura dominicana. Impresora Amigo
del Hogar,2016. P20. Mariano Lebrón Saviñón.
3- Rasgos Biográficos de Dominicanos Célebres. Editora
del Caribe, 1971.P102. José Gabriel García.
4-Sentencia dictada el 25 de septiembre de 1810. Referencia:
Conspiración de los italianos.
5-Carta de Juan Sánchez Ramírez al rey Fernando VII.
13 de enero de 1811.
Publicado el 14-marzo-2021.
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