LA ESPAÑA BOBA (2)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Tal y como indiqué en la entrega anterior, se conoce
como La España Boba el difícil período en la historia del pueblo dominicano que
comenzó en julio de 1809 y terminó el primero de diciembre del 1821, fecha en
que se proclamó por primera vez la independencia nacional, la cual
prácticamente murió en su cuna.
Lo que fue nombrado como La España Boba surgió en el
gobierno de Juan Sánchez Ramírez, el caudillo cotuisano victorioso en la
Batalla de Palo Hincado, un cerro
situado al oeste de la ciudad de El Seibo, en la región oriental del país.
Nunca fue el propósito de ese importante dirigente de
los primeros años del siglo XIX llevar al pueblo dominicano hacia la obtención
de su soberanía.
La Reconquista, que así se llamó el movimiento armado
que él encabezaba, tenía como objetivo central mantener el estado colonial, esa
vez bajo la bandera del imperio español, del cual él era devoto.
Los generales Ferrand, Dubarquier y los demás jerarcas
civiles y militares franceses mantenían en condiciones deplorables a la
población, pero los males económicos y sociales se fueron acrecentando en
proyección geométrica descendente en las diferentes gobernaciones españolas que
les sucedieron, desde Sánchez Ramírez hasta Pascual Real.
A menos de dos años de la salida del país de los
colonialistas galos, según se comprueba en papeles del Archivo General de
Indias, los combatientes que los vencieron y expulsaron del territorio nacional
sufrían grandes calamidades, presentando las tropas que sustentaban el gobierno
de Sánchez Ramírez el tétrico panorama siguiente:
“Casi desnudos, descalzos y reducidos a la triste
ración de carne y pan, único socorro con que se les puede asistir porque la
Real Hacienda está enteramente exhausta de caudales y sin poder valerse de
recursos en un país tan lastimosamente arruinado.”1
Al morir Sánchez Ramírez el 12 de febrero de 1811,
José Núñez de Cáceres ostentaba los cargos de teniente gobernador (el segundo
puesto) y auditor de de guerra. Entonces se creó una suerte de gobierno
bicéfalo con él en la rama civil y el coronel español Manuel Caballero Massot
encargado de los asuntos militares de la agonizante colonia.
Al poco tiempo de co- dirigir los destinos de la
colonia (bajo la denominación de provincia de ultramar de España), Núñez de
Cáceres, autor de la reveladora denuncia indicada más arriba, publicó otro
documento en el cual ampliaba su queja diciendo que a su “ingreso en el mando
interino político y de intendencia, no había en cajas un medio real; el soldado
estaba materialmente descalzo, y no vestido, sino cubierto de trapos, pues los
más hacían la centinela enseñando la espalda en carnes vivas…”2
Los papeles que se han publicado sobre el período de
La España Boba permiten afirmar que el desorden era tan grande que las altas
autoridades de la metrópoli ni siquiera tenían un conocimiento elemental sobre
la geografía de lo que se dio en llamar Santo Domingo español.
Prueba de lo anterior es que desde España (con el
famoso pliego de Cádiz) estaban enviando para acá directrices sobre poblaciones
que hacía siglos habían desaparecido de la toponimia, entre las cuales estaban Puerto Real, Salvatierra y
Buenaventura.
La ridiculez en eso fue tan acentuada que altos
funcionarios de la corona española dictaban disposiciones para ser aplicadas
aquí sobre poblaciones que nunca existieron en el territorio dominicano, como Santa
María del Puerto y Guanaba.
El Situado
Lo que se conoció en la época de La España Boba como
el situado fue el resultado de la reiterada comprobación de que Santo Domingo
no tenía fondos públicos para sostener las oficinas gubernamentales, los
recintos militares y los burócratas civiles y militares.
Menos había dinero en las arcas de la gobernación
colonial para emprender obras de interés colectivo ni para socorrer a los
pobres de solemnidad, quienes existían aquí en un número cada vez mayor, aunque
dicha expresión fue incorporada como figura legal en España más de una década
después de quedar aniquilada La España Boba.
Pasó a formar parte del lenguaje jurídico español en el reinado de
Isabel II, a partir del 1833.
De una de tantas alabanzas y defensas del manejo de
las finanzas coloniales españolas extraigo el siguiente párrafo, cuya fuente
única es el ensayo titulado El Secreto del Imperio Español: Los situados
coloniales en el siglo XVIII:
“El Situado fue una herramienta financiera que
permitió mantener activos y operacionales los elementos defensivos y
administrativos del imperio español en todo el mundo…”Y explican que “el primer
situado del que se tiene constancia fue el ordenado a la hacienda mexicana por
el rey Carlos I en 1529 por el que tenían que pagar el salario del tesorero de
la isla de Cuba, Gonzalo de Guzmán.”3
La verdad monda y lironda es que el llamado situado más que una asistencia económica fue una lastimosa
castración a la autonomía moral de la población dominicana.
Amén de lo anterior debo decir que en el período de la
España Boba el famoso situado prometido no llegó ni al 10% de lo que se había
proyectado. Sólo hubo desembolsos muy esparcidos por un monto total de 343,354
pesos. Hubo mucho humo de paja en eso.
Una proyección de las entregas mensuales ofrecidas por
orden de la metrópoli permite estimar que los desembolsos de dicho situado debieron
ser de 3,600,000 pesos, con los cuales se iba a suplir parcialmente el déficit
que tenían las finanzas de la provincia de ultramar, con anclaje de colonia,
que había brotado con la derrota y expulsión de los franceses.
Interludio cultural
En medio de la desesperanza que se vivía en La España
Boba intelectuales encabezados por José Núñez de Cáceres, Bernardo Correa y
Cidrón, el arzobispo Pedro Valera Jiménez y Juan Vicente Moscoso se esforzaron
para evitar que un manto de oscuridad arropara por completo las letras, las
artes y las actividades académicas del país.
Dicho lo anterior a pesar de que la anomia que tenían
las escasas instituciones oficiales que languidecían durante la España Boba no
permitía que esos objetivos avanzaran al ritmo deseado por sus auspiciadores.
Ese rayo cultural fue como un interludio en medio de
una crisis generalizada, la cual se arrastraba en crecimiento desde el año 1801,
para poner un punto de partida, sin que antes de esa fecha aquí hubiera, para
utilizar el pretérito imperfecto, miel sobre hojuelas, como reza un dicho
popular.
Como fruto de ese esfuerzo cabe decir que el 6 de
enero del 1815 se reaperturó, bajo la rectoría de José Núñez de Cáceres, la
Universidad Santo Tomás de Aquino, que había sido creado el 28 de octubre de
1538, por mandato del Papa Paulo III, mediante la bula In Apostulatus Culmine.
El 5 de abril de 1821, en los últimos meses de La
España Boba, se puso a circular el primer periódico dominicano, llamado El
Telégrafo Constitucional de Santo Domingo. Por las mismas circunstancias
prevalecientes entonces ese medio de comunicación fue tresmesino.
Su director fue el periodista y médico canario Antonio
María Pineda Ayala, a quien muchos cronistas del pasado le atribuyen ser el
pionero en utilizar el vocablo dominicano.
Una semana después de estar aquel periódico circulando
por las callejuelas de la vetusta ciudad de Santo Domingo apareció El Duende,
un tabloide bajo la orientación editorial de José Núñez de Cáceres.
A propósito de ese brillante personaje de la historia
dominicana hay que señalar que a él se le atribuye ser el iniciador en las
letras nacionales del didáctico género de la fábula.
Valga la digresión para expresar que se ha
considerado, por deducciones de la intra historia de La España Boba, que en la
fábula de Núñez de Cáceres titulada El Abejorrón y La Abeja, el referido médico y periodista Pineda Ayala
representa al primero de esos himenópteros.
Bibliografía:
1-Relato de José Núñez de Cáceres. Inserto en una
publicación de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la R.D. Tipografía
Luis Sánchez, 1928.
2-Proclama de Núñez de Cáceres, inserta en Obras
Completas de José Gabriel García. Volumen I.P304.Impresora Amigo del Hogar,
2016.
3-El Secreto del Imperio Español: Los situados
coloniales en el siglo XVIII. Auspiciado por el Instituto de investigaciones
del Colegio de México.
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