viernes, 26 de agosto de 2011

NOTAS SOBRE LIBRO FREDDY ORTIZ

SEÑOR FREDDY ORTIZ
Sus manos.-


Muy distinguido amigo:

He tenido el inmenso placer de leer, en estos días finales del año 2007, su novela ESTA CALLE, AL FINAL, cuyo título es como una especie de sintagma del famoso bolero Mi Calle Triste, de la autoría del compositor dominicano Leonel Sánchez. Ha sido para mí como una ambrosía navideña, que he degustado como un sibarita caribeño.

No se trata de una novela más, de esas que escriben simplemente para satisfacer el ego de sus autores o para ampliar, por extensión, el listado del parnaso nacional.

Creo, contrario a lo que se dice en la contraportada de la misma, que ella SÍ “alcanza las aristas de la gloria”. Baso mi criterio en la propia definición que de la palabra novela da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: “ Obra literaria en que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores por medio de la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres.”

Este comentario no busca hablar de la personalidad del autor, que es el destinatario de estas notas, pero es obligatorio decir que en esta novela se capta desde el primer párrafo su inmensa preparación intelectual, la cual se cuela a través de lo que dicen los personajes desplegados en ella.

Múltiples recuerdos de lecturas pasadas llegan a trote al leer su obra y una amplia gama de conocimientos se absorben en la lectura de esta hermosa novela, pues usted cita personajes tan diversos en sus quehaceres que van desde el ámbito teológico, con las sabias enseñanzas de ese doctor de la Iglesia Católica que es Santos Tomás; la escultura clásica con Miguel Ángel a la cabeza ( con sus frescos de la Capilla Sixtina o el Moisés, verbigratia); el cine, con Kirk Douglas y su apasionante obra de factura norteamericana y con Alfred Hitchcock, insuperable maestro del suspense, especialmente con joyas de la pantalla gigante como son Psicosis y Los Pájaros; el mundo de las modas, con Yves Saint Laurent y Pierre Cardín; la poesía criolla, con Manuel del Cabral (Ay, esa agua que baja de los párpados que pesada es!) Pedro Mir ( Hay un País en el Mundo). Domingo Moreno Jiménez (El poema de la hija reintegrada) y Freddy Gatón Arce ( Retiro hacia la Luz); literatura de la grande, El Quijote de Cervantes, León Tolstoi, con sus grandilocuentes novelas Guerra y Paz y Ana Karenina, que nos enseñó a conocer un poco la idiosincrasia y la sociedad rusas, Antonio Gala, el lírico novelista español que con “La Pasión Turca” da cátedra de cómo se puede escribir buena literatura con humor incluido; Émile Zola y su “Yo Acuso” que todavía estremece las fibras de quien lo lee con un criterio de justicia, en el cual expone con brillantez su posición sobre el célebre caso del oficial Dreyfus; Valle Inclán, que aún siendo español escribió una nunca bien ponderada novela titulada Tirano Bandera, la cual es en verdad un crudo pero verídico relato de una etapa de la azarosa vida política latinoamericana; Eduardo Galeano, el valiente uruguayo que con “Las Venas Abiertas de América Latina” desnudó al país del Tío Sam y a sus secuaces que operan al sur del río Bravo. Miguel Angel Asturias, el insigne premio nobel guatemalteco que con sus obras el Señor Presidente, el Papa Verde y Mulata de Tal colocó en alto relieve las letras latinoamericanas. Suskind, que con la sutileza de su “Perfume” produjo una obra maravillosa. Fedor Dostoievsky, que con los Hermanos Karamazov y Crimen y Castigo nos dibuja una auténtica galería de personajes con almas deformes y espíritus abatidos; nuestro Juan Bosch, que desde La Mañosa y Camino Real se perfiló como lo que luego sería: una figura de primer orden en las letras universales; filosofía, con Diógenes, Platón y Jean Paul Sartre, el que con “El Ser y la Nada “ y “La Náusea” llenó de incógnitas, cuestionamientos e incertidumbres a muchas mentes juveniles; Dionisio El Exiguo, que tanto “bregó” sobre la fecha exacta del nacimiento de Cristo hasta que legó las bases del actual calendario cristiano; música de la llamada moderna, con el malogrado Kurt Cobain y su grupo Nirvana. En fin, ESTA CALLE, AL FINAL es un verdadero derroche de talento, que no podía salir sino de una mente brillante como la suya, dotada de uno de los cerebros mejor amueblados del país.

Además, siento la impresión de que algunos puntos de los relatos contenidos en esta novela corresponden a aspectos autobiográficos del autor, lo cual siempre es bueno pues hace más sustantiva la narración. Es evidente que en usted prima la permanente transformación tanto de las cosas como de los seres.

Los personajes (Magali, Patria, Luis el Petiguere, Amalia, Moiselito, Bencosme, Don Marino, la tía Mercedes, el tío Miguel, Lucinda) son una rara mezcla de ficción y realidad, pues la verosimilitud de los pasajes descritos no dejan ningún resquicio de duda de que usted traslada al mundo maravilloso de la literatura vivencias y hechos de la vida real.

A propósito de lo anterior, el personaje central que se me antoja bautizarlo con el pronombre “yo”, juega un papel estelar en todo el entramado de la obra y sin el mismo no pudo haber sido lo que es; una obra formidable, a pesar de lo mucho que, por modestia excesiva, el autor trata de reducirla en sus alcances.

Con relación al personaje central de su obra debo decir, por pura justicia de lector aficionado, que no es válido aquello que se lee en su interior de que “es tan insignificante dentro de la novela, que ni siquiera nombre le ha sido dado.”

Veo en su libro, como en muchas obras maestras de la literatura universal, que el personaje central actúa al mismo tiempo como lector y como contemplador, al mejor estilo, por ejemplo, de Ernest Hemingway en Por quién doblan las campanas, Las Nieves del Kilimandjaro y Adiós a las Armas.

Emulando a José Martí, con el Enriquillo de Manuel de Jesús Galván, iré prestando a mis amigos ESTA CALLE, AL FINAL, como un tesoro de la literatura criolla para que ellos la disfruten al igual que yo.


TEOFILO LAPPOT ROBLES
30 de diciembre del año 2001.

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