sábado, 24 de octubre de 2020

MAGNICIDIOS DE LOS BHUTTO, PADRE E HIJA

 

MAGNICIDIOS DE LOS BHUTTO, PADRE E HIJA

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Los Bhutto son una familia prominente de Pakistán, un país ancestralmente cargado de injusticias sociales, situado en el sur del continente asiático.

En el 1947 Pakistán estaba formado por dos grandes zonas, separadas por dos mil kilómetros, con una porción de la India en el medio. En ambos lados predominaban, como ahora también, los musulmanes.

La parte occidental es el actual Pakistán. El oriente, con la poderosa ayuda militar de la India, se independizó en el 1971 y adoptó el nombre de Bangladés.

Zulfikar Ali Bhutto y su hija Benazir fueron figuras predominantes de la política de ese país islámico, donde a los magnicidios de ellos se suman las muertes violentas de otros personajes que se movían en la cima del poder político y económico. 

En efecto,  el abogado y político Liaquat Ali Khan, uno de los padres fundadores del actual Pakistán, y primer jefe de gobierno de ese país, fue asesinado mientras ejercía como primer ministro. Ese hecho sangriento ocurrió el 16 de octubre de 1951 en el mismo lugar donde 56 años y 2 meses después se produjo el atentado mortal contra Benazir Bhutto.

A su vez quien ordenó el ahorcamiento de Zulfikar Ali Bhutto, el general Muhammad Zia-ul-Haq, murió el 17 de agosto de 1988, mientras era presidente de la República, en un etiquetado accidente aéreo que se ha considerado a unanimidad de criterios como un atentado en su contra.

En medio de los magnicidios de Zulfikar y Benazir también se produjo la muerte violenta del hijo del primero y hermano de la segunda, el disoluto señor Ghulam Murtaza Bhutto, quien a raíz del asesinato de su padre se radicalizó y creó una organización tipificada de terrorista por sus métodos de acción.

Estando ausente del país un tribunal militar lo condenó a muerte. El 20 de septiembre de 1996 cayó abatido por la policía pakistaní. Existían fuertes desavenencias sobre tácticas políticas y de tipo personal entre él y Benazir, así como con el esposo de ésta, quien fue procesado como instigador del crimen del violento Murtaza. 

Zulfikar y Benazir descansan en un imponente mausoleo familiar, en un pequeño pueblo llamado Garhi-Kluda Bakhsh, fundado por sus ancestros, unos poderosos señores feudales de gran principalía económica, social y política en la provincia de Sindh. Eran la aristocracia de la zona.

 

Zulfikar Ali Bhutto

 

Zulfikar Ali Bhutto fue un político, diplomático y abogado pakistaní de gran activismo. Descendía de una familia musulmana de la rama sunita, aunque él personalmente tenía una fuerte inclinación por la laicidad. Fue presidente y también primer ministro de  su país.

Siendo jovencísimo, en el año 1957, ejerció misión diplomática en la Organización de las Naciones Unidas. En el 1962, con 34 años de edad, fue designado Ministro de Relaciones Exteriores de su país.

Posteriormente fue Presidente de la Asamblea Nacional. Entre el  20 de diciembre de 1971 y el 13 de agosto de 1973 fue Presidente de la República Islámica de Pakistán. Desde el 14 de agosto de 1973 hasta el 5 de julio de 1977 fue Primer Ministro.

Cuando Zulfikar Ali Bhutto fue derrocado había un ambiente de revueltas populares en Pakistán. Sus enemigos políticos no le dieron tregua y agitaban a la población proclamando que las elecciones celebradas meses atrás estuvieron teñidas de fraude para favorecerlo con más del 60% de los votos.

En esas circunstancias fue que se produjo el golpe de estado encabezado por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, el terrible Muhammad Zia-ul-Haq, a quien él había encumbrado a esa posición, contraviniendo las recomendaciones de sus asesores.

Con el derrocamiento le llegó la prisión, donde fue sometido a vejámenes. Fue enjuiciado en la ciudad de Lahore por un tribunal ad-hoc que lo condenó a muerte  en marzo de 1978.

Casi un año después de esa terrible condena, en febrero de 1979, en una especie de suspenso torturante, y a pesar de múltiples manifestaciones en su favor, el Tribunal Supremo de Pakistán ratificó la sentencia de muerte.

El 4 de abril de 1979, cumplida la pantomima del formalismo judicial, el presidente de facto Zia-ul Haq ordenó que  el derrocado primer ministro Bhutto fuera ahorcado. Al producirse su magnicidio tenía 51 años de edad.

Lo que hasta entonces era una situación política fea se complicó más para los pakistaníes cuando el gobierno golpista impuso la ley marcial, disolviendo los partidos políticos, suprimiendo la constitución que había sido votada en el 1973 y eliminando el Congreso Nacional.

Zulfikar Ali Bhutto era un hombre muy inteligente, a lo cual unía una vasta cultura, con estudios de historia, derecho y política en las universidades de Oxford, en el Reino Unido, y Berkeley, California, EE.UU.

Descendía por el lado paterno de la más añeja oligarquía de Pakistán.  Sus rasgos físicos entraban en las características del grueso de los hombres pakistaníes, con piel olivácea y rostro adornado con gruesas cejas.

Lo anterior, unido a eso que los franceses llaman el “savoir faire”, además de su riqueza, su romanticismo, sus inclinaciones por los placeres sensuales y su desenvoltura lo convirtieron en un reconocido conquistador, un hombre mujeriego, eso que los anglosajones llaman un “ladies killer”, por decir un donjuán, un rompecorazones.

Sin embargo, detrás de esa fachada había una mirada triste y una visible timidez, que él mismo reconocía. Al conjugar todo eso con su comportamiento público y privado, el observador comprueba que era un hombre que se movía en medio de una verdadera galería de complejos, que formaban parte esencial de su yo externo e interno; tema ese que en clave general, y sin especificaciones particulares, desarrolla con gran destreza el divulgador científico británico Richard Dawkins, en su libro de ensayo titulado El fenotipo extendido.1

Los enemigos políticos de Zulfikar Ali Bhuto, y no pocos analistas internacionales, lo definían como un hombre de ideas zigzagueantes, cargado de grandes contradicciones en su accionar en la vida pública y con reflexiones que se contraponían de manera vertiginosa en un lapso breve. Él estaba al tanto de esas opiniones y se defendía con unos planteamientos surgidos desde su entrenamiento como político listo.

En una ocasión se explayó, con una profunda carga de pragmatismo, explicando el por qué de sus posturas cambiantes: “La política significa, de por sí, movimiento: un político debe ser móvil. Debe ondear de la izquierda a la derecha…Debe cambiar continuamente, probar, atacar por todos los lados hasta encontrar el punto débil del adversario y acabar con él…La incoherencia aparente es la primera virtud del hombre inteligente y del político astuto.”2

Más de una vez hizo una mezcolanza ideológica alabando a   Stalin, Mao, Sukarno, Nehru, Mussolini, Marx, Churchill, Hitler. etc. Un verdadero batiburrillo sólo susceptible en la mente de una persona que con frecuencia prescindía de los más mínimos principios éticos en el ejercicio de la política.

Tuvo fuertes rivalidades con la primera ministra de la India Indira Gandhi, contra la que se excedía utilizando todo tipo de epítetos y expresiones denigrantes que rayaban en el exceso. Ella, con pasmosa sobriedad, en una histórica entrevista que concedió a la periodista italiana Oriana Fallaci, definió a Zulfikar así: “Bhutto no es un hombre muy equilibrado. Cuando habla no se entiende nunca lo que quiere decir.”3

El señor Bhutto tenía una visión muy pesimista sobre la posibilidad de una paz permanente entre la India y Pakistán. Afincaba sus reflexiones al respecto en cuestiones religiosas. Decía que la unión que hubo en el pasado entre ambas naciones fue por imposición de potencias que habían invadido la zona, como los mongoles muchos siglos atrás y más reciente en el tiempo los ingleses.

Se limitó a temas de creencias religiosas y en códigos de fe. No incluyó heridas muy profundas en otros aspectos de la historia de ambos países. Tal vez por eso sus juicios al respecto no tuvieron una mejor acreditación.

La unidad entre los hindúes de la India y los musulmanes de Pakistán es casi imposible, pero esa fiera rivalidad trasciende el orden religioso y se interna en la geopolítica. Ni siquiera se podría pensar que en esa parte de Asia Meridional se pueda presentar una suerte de pax romana, como la impuesta en sus dominios por el emperador César Augusto, a partir del año 27 antes del comienzo de la era cristiana.

Al asesinado primer ministro Bhutto se le atribuye una activa participación en la matanza ocurrida en Dacca desde la noche del 25 de marzo de 1971, la cual se extendió por 9 meses. Fueron asesinados cientos de miles (y algunos informes hablan de millones) de bengalíes y fueron violadas miles de mujeres y niñas en una abominable y demencial acción del ejército pakistaní.

Bhutto le atribuyó responsabilidad exclusiva sobre ese crimen de lesa humanidad al entonces presidente pakistaní Yahya Khan, a quien tanto en público como en privado descalificaba presentándolo como un borrachín irresponsable.

Sin embargo, como si sintiera un remordimiento intermitente, y buscara un refugio justificativo, decía que fue un hecho “moralmente justificado.”

Los manuales de historia, los informes internacionales sobre genocidio y las notas diplomáticas elaboradas al calor de los hechos, desmienten los dichos del señor Bhutto al respecto.

Por ejemplo el consulado estadounidense en Dacca reportaba minuto a minuto, desde la fatídica noche del referido 25 de marzo de 1971, los horrores que se estaban viviendo  en la ciudad que luego sería capital de Bangladés, tal y como se comprueba en los papeles desclasificados del Archivo de Seguridad Nacional de EE.UU. divulgados en el año 2002 por la Universidad George Washington sobre esa sangrienta etapa del sudeste asiático.4

Sobre esos acontecimientos horripilantes el  escritor y periodista pakistaní Neville Anthony Mascarenhas señala en el prefacio de su libro titulado Bangladesh: un legado de sangre, que: “…el 16 de diciembre de 1971 el estado de Bangladesh nació en el final de una lucha de liberación de nueve meses en la que más de un millón de bengalíes del antiguo Pakistán Oriental murieron a manos del ejército de Pakistán…”5

En  lo que Zulfikar Ali Bhutto llamó una acción “moralmente justificada” se produjo este hecho en un albergue de niñas en Dacca, narrado por el periodista Kalyan Chaudhuri, en su libro Genocidio en Bangladesh: “El mayor Aslam y sus hombres allanaron el albergue. Los soldados abrieron las puertas, arrastraron a las chicas y las desnudaron antes de violarlas y torturarlas frente al superintendente indefenso…”6

Benazir Bhutto

 

Benazir Bhutto era la primogénita de Zulfikar Ali Bhutto. Nació en la importante ciudad portuaria de Karachi, una de las más pobladas del mundo, el 21 de junio de 1953. Su magnicidio se produjo el 27 de diciembre del 2007 en Rawalpildi, antigua capital de Pakistán y escenario de muchos hechos que han marcado la historia de ese país. Tenía 54 años de edad.

Su asesinato se produjo por un ataque a balazos de un sujeto suicida de 15 años de edad, quien minutos después detonó una bomba que llevaba adherida a su cuerpo,  provocando su suicidio y la  muerte de decenas de partidarios de Benazir. Hubo, además, casi cien heridos.

El mismo día del magnicidio la BBC de Londres publicó la opinión del presidente del vecino país de Afganistán, Hamid Karzai, quien al calificar de acto cobarde el crimen puntualizó que Benazir había “sacrificado su vida por el bien de Pakistán y por el bien de esta región.”7

La base indiciaria que se extrae de ese hecho estremecedor conduce a decir que su muerte fue propiciada desde los centros de mando del gobierno de Pakistán.

De manera premonitoria ella había culpado al presidente Musharraf de su eventual asesinato. Lo hizo a los 8 días de haber abandonado el exilio.

Así se expresó al respecto Benazir: “Yo responsabilizo a Musharraf…me han hecho sentir insegura.”8

El primer atentado contra su vida, en esa nueva etapa de su incursión en la política, fue el mismo día de su vuelta a Pakistán, en el otoño del 2007. Su comitiva y sus seguidores fueron atacados en la ciudad de Karachi. Se produjo una hecatombe, con cerca de 200 muertos. Esa vez ella salió ilesa, pero consciente de que no sería el último intento de eliminarla.

Se culpó de ese atentado al gobierno encabezado por Musharraf. En la ocasión, y sin dejar ningún resquicio de duda hacia quienes iban dirigidas sus palabras, ella expresó que los culpables de ese horrible atentado eran “ciertos individuos que abusan de sus puestos y sus poderes.”

Es obvio que el equipo de seguridad de Benazir Bhutto no tenía un andamiaje de vanguardia y retaguardia adecuado, y mucho menos un eficiente personal de inteligencia que trazara pautas para hacer zozobrar un nuevo y fatal ataque en su contra.

Su familia y partidarios acusaron de ser responsable de su asesinato al entonces presidente pakistaní, el citado Pervez Musharraf, quien el 4 de noviembre del 2007, en pleno proceso electoral, abolió las garantías individuales, lo cual era un anticipo de que estaban en proceso hechos fatídicos, como en efecto ocurrieron.

Las repercusiones internas y externas que tuvo el magnicidio contra Benazir obligaron al mencionado gobernante a abandonar la presidencia de Pakistán el 18 de agosto del 2008. Habían transcurrido 7 meses después del crimen que conmovió a gran parte del mundo.

Ella fue en dos oportunidades primera ministra de Pakistán. La primera vez entre el 1988 y el 1990 y la segunda y última entre el 1993 y el 1996.

Benazir fue la primera mujer jefa de gobierno en un país islámico. La apodaban la dama de hierro de Pakistán, tal vez por su política de gobierno o quizás por sus conceptos sobre la defensa nacional de su nación.

Su parábola vital estuvo jalonada de cárcel, exilio, acusaciones de corrupción, épicas batallas políticas desde la oposición y varios intentos de asesinato.

Estaba clasificada como una política de centroizquierda, lo cual en una sociedad como la de Pakistán le causó muchos obstáculos en su vida pública, con zancadillas a granel.

Su primer mandato como primera ministra apenas duró un año y 8 meses. El entonces presidente Ghulam Ishaq Khan, en lo que ha sido considerado como un golpe de estado, ordenó su destitución acusándola de auspiciar la corrupción gubernamental. Valga decir que ese gobernante estuvo muy ligado, por ideología y negocios, al general que derrocó a Zulfikar Bhutto.

La segunda vez que ejerció como jefa de gobierno también fue destituida antes de cumplir el mandato para el cual había sido electa. En esa ocasión quien actuó en su contra fue el presidente Sardar Faroog Leghari. El alegato esgrimido entonces fue que entre sus ministros y allegados había una recurrencia de actos contrarios a la pulcritud en el manejo de las finanzas públicas.

En amplios círculos de opinión, tanto dentro como fuera de Pakistán, se ha sostenido que las acusaciones en su contra eran creadas y propaladas por grupos poderosos que fueron afectados por las reformas económicas que ella trataba de impulsar para disminuir el feudalismo que prevalecía allí.

También se ha resaltado como una causa eficiente de sus derrocamientos su expresada voluntad de desmontar viejas estructuras sociales que hacían y aún hacen de Pakistán uno de los países más injustos en términos económicos y sociales, especialmente contra las mujeres.

Ella fue, sin ninguna duda, un hito en la historia política de su país y de una parte considerable del sudeste asiático, no sólo por su absorbente educación en temas diversos del aparato estatal, sino también por la manera en que los abordaba para ponerlos en ejecución.

Después del golpe de estado perpetrado por el general Pervez Musharraf, y estando ella en el exilio, fue condenada in absentia a prisión, pago de multa e inhabilitación política bajo cargos de corrupción.

Ella negó tales señalamientos y expresó que eran parte de una persecución política. Se dijo entonces que hubo adulteración de los documentos soporte de la acusación, lo cual fue avalado por el auditor general de Pakistán.

Varios años después se produjo una amnistía negociada para todos los políticos que habían sido procesados por el régimen de facto. Esa decisión no fue un acto de magnanimidad, sino la presión a que fue sometido el general Musharraf por los EE.UU. y el Reino Unido. Bajo ese paraguas liberador fue que la señora Bhutto retornó a su país para participar directamente sobre el terreno en la arena política pakistaní.

Al momento de su asesinato era la presidenta del poderoso Partido Popular de Pakistán. Llevaba 70 días recorriendo pueblos y aldeas de su país, buscando los votos que la catapultaran por tercera vez a la jefatura del gobierno. Había retornado a su tierra el 18 de octubre del 2007, luego de un auto exilio de 8 años. 

Musharraf, bajo el asedio de la prensa y ante el grueso manto de sospecha bien fundada que lo acompaña desde el mismo 27 de diciembre del 2007 como el principal artífice del crimen, hizo una inusual declaración pública en la cual culpó del magnicidio de Benazir Bhutto a una parte de la alta dirigencia política de Pakistán, en componenda con jefes tribales talibanes que representan la parte más dura del integrismo musulmán. Puede ser que fuera así, pero sin duda que él era pieza clave de ese clan criminoso.

El 9 de septiembre del 2008 ascendió a la presidencia de la República Islámica de Pakistán el viudo de Benazir, el señor Asif Ali Zardari, un personaje muy controvertido en la vida pública por su sorprendente facilidad para reproducir de manera exponencial sus riquezas.

Antes de que su esposa ocupara el puesto de primera ministra ya Zardari estaba convertido en lo que se dice un azacán, vocación mercurial que incrementó a partir del año 1988.

Bilawal Bhutto Zardari, el hijo mayor de Benazir, y continuador de la saga Bhutto, manifestó con rostro adusto, al asumir la presidencia del Partido Popular de Pakistán: “Mi madre siempre dijo que la democracia es la mejor revancha.”

Benazir escribió un libro autobiográfico que tituló Hija del Destino, en el cual detalla con gran fluidez las tradiciones de su tierra, su concepto sobre la familia, pormenores sobre los condicionamientos de raigambre religiosa que en Pakistán se les presentan a las mujeres casadas y que ejercen actividades públicas. Deja claramente establecido que si bien su matrimonio con Zardari no era a distancia, sí estaba en un lugar detrás de sus compromisos políticos.

Pero ella también desgrana en esa obra los difíciles y peligrosos entresijos de la política de su país, haciendo énfasis en los hechos inesperados que marcan el reloj de la vida pública de Pakistán, donde los rumores y contrarrumores forman parte de su cotidianidad. Por lo que ella escribió se puede decir que allí ninguna teoría de gobierno es predecible. Además en esa obra ella hace profundas reflexiones políticas, sociales y económicas sobre su pueblo.9

En  otra obra ensayística suya, titulada La tormenta que se avecina (traducción libre del inglés), la cual es en sí controvertida más allá de su contenido literal, ella  hace profundos señalamientos sobre la banalidad y la perfidia de militares y políticos de Pakistán, puntualizando que es de tal nivel la corrupción allí que la misma supera a otros grupos que en esas bajezas han sido mencionados en otros lugares del mundo. Al profundizar más en la cotidianidad de cuarteles y locales partidarios define a su país como un páramo político.10

 

Bibliografía:

1-El fenotipo extendido. Oxford University Press.Inglaterra.Segunda edición 1999.Richard Dawkins.

2-Entrevista con la historia. Editorial Noguer.Décimoséptima edición.Junio 1986.Pp214 y 215. Oriana Fallaci.

3-Ibídem.P181.

4- The tiet: the U.S. and the South Asian crisis of 1971. Gandhi, Sajit, editores.16 de diciembre 2002.

5-Bangladesh: un legado de sangre (Bangladesh: a legacy of blood).Editores Hodder y Stoughton.Londres,1986. Neville Anthony Mascarenhas.

6-Genocidio en Bangladesh. Editorial Sangam Books,1979.P157, Kalyan Chaudhuri.

7-BBC, Londres.27 diciembre 2007.

8-Nota enviada a Mark Siegel. Publicada el 30 de diciembre del 2007. Europa Press.

9-Daughter of desting (hija de destino), publicado en el 1989. Benazir Bhutto.

10-The gathering storm (la tormenta que se avecina). Editorial Vikas, 1983. Benazir Bhutto.

Publicado el 26-septiembre-2020.Diario Dominicano.

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