MAGNICIDIOS EN MÉXICO (y III)
|
POR TEÓFLO LAPPOT ROBLES
Emiliano Zapata
Salazar
Emiliano Zapata Salazar, también
llamado El Caudillo del Sur, fue uno de los líderes fundamentales de la
Revolución Mexicana que en el 1910 liquidó la larga tiranía de Porfirio Díaz.
Su legendaria figura forma parte de lo
más selecto de la iconografía mexicana, pues no fue un político a la usanza
tradicional. Su ideario se basaba en la reivindicación social y económica de
indígenas, campesinos y obreros, muchos de los cuales formaban parte de su
Ejército Libertador.
Fue un aliado de otro caudillo famoso,
Pancho Villa, pero pronto afloraron desavenencias entre ellos y Zapata decidió
centrar sus principales actividades en su tierra natal, Morelos, donde había
nacido el 8 de agosto de 1879, en el seno de una familia acomodada de medianos
ganaderos y productores agrícolas.
El también conocido como El Caudillo
del Sur fue el impulsor de la consigna "la tierra es para quien la
trabaja." Esa visión de la vida colectiva lo llevó a enfrentarse a
empresas extranjeras, latifundistas y oligarcas ligados a la defenestrada
tiranía encarnada en el Porfiriato, quienes para dicha época todavía dominaban
una parte considerable del aparato productivo de la nación mexicana y que,
además, acaparaban mucha tierra apta para el desarrollo agropecuario y la
silvicultura.
En una nítida radiografía sobre las
convulsas dos primeras décadas del siglo XX en México, el historiador Felipe
Ávila Espinosa describe a Emiliano Zapata como el ícono fundamental de la
Revolución Mexicana, la cual aglutinó "...la historia ancestral de los
pueblos indígenas y campesinos por defender sus tierras, sus bosques, sus aguas
y sus recursos naturales."1
La lucha llevada a cabo por Zapata
durante 8 intensos años trascendió las fronteras de México. Tal vez uno de los
ejemplos más conmovedores de eso lo refleja el mensaje subyacente en la novela
El mundo es ancho y ajeno, del peruano Ciro Alegría, quien narra las
vicisitudes de un pueblo indígena situado en el lomo de los andes peruanos, con
su alcalde Rosendo Maqui a la cabeza enfrentado a terratenientes con vocación
de geófagos y autoridades cómplices de éstos.
Los enfrentamientos armados que libraba
diariamente contra los que habían traicionado los principios revolucionarios
que dieron origen a la Revolución Mexicana iba acrecentando la admiración del
pueblo por Emiliano Zapata Salazar.
Sus enemigos llegaron a la conclusión
de que era imposible vencerlo en combates frontales y por eso idearon un engaño
envuelto en una supuesta adhesión a su causa. Eso resultó fatal para él y sus
seguidores.
En efecto, el presidente Carranza, el
general Pablo González y el coronel Jesús Guajardo prepararon una trampa contra
Zapata. El fatídico 10 de abril de 1919, en la entrada de una hacienda llamada
Chinameca, en el estado de Morelos, el cuerpo del Caudillo del Sur fue
agujereado con más de 20 balazos.
A 101 años de su magnicidio el
pensamiento social y agrarista de ese gran luchador por los derechos de los de
abajo se mantiene vigente.
Una de las últimas expresiones de eso
lo constituyó el manifiesto que desde el chiapanesco Desierto de la Soledad, en
la zona conocida como Selva Lacandona, se divulgó en el 1993. Dicho documento
fue un abierto desafío a los sectores gobernantes de México.
La puesta en práctica de las
intenciones reivindicativas expuestas en el referido manifiesto comenzó el día
primero de enero de 1994, cuando cientos de indígenas armados tomaron varios
pueblos del empobrecido sur mexicano, asombrando con su audacia al mundo
entero. Era el bautismo de fuego del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Álvaro
Obregón
Álvaro Obregón Salido nació en el
estado de Sonora, en el noroeste de México, el día 19 de de febrero de 1880.Sus
padres eran agricultores, pero desde que fue creciendo se dio cuenta que lo de
él en la vida eran otras actividades.
Tanto en el ámbito político como en los
escenarios de enfrentamientos armados fue un sobresaliente participante de la
Revolución Mexicana que empezó con el final de la larga tiranía de Porfirio
Díaz.
Entró a la vida pública siguiendo los
ideales progresistas de Francisco I. Madero, por el cual sentía devoción y cuyo
asesinato desarrolló en él una rebeldía irreductible.
El magnicidio del general Álvaro
Obregón ocurrió cuando ostentaba la condición de presidente electo. Ya antes,
durante 4 años, había dirigido los destinos de su nación. Su muerte dio origen
a lo que en México se conoce como Maximato.
El hecho trágico se produjo el 17 de
julio de 1928 en el restaurant La Bombilla, de la capital mexicana, donde había
llegado poco antes para almorzar con congresistas del estado de Guanajuato. El
presidente electo Obregón tenía 48 años de edad.
Según las crónicas de entonces eran las
2:20 minutos de la tarde del referido día, momento en que Obregón degustaba
postre y escuchaba su canción favorita titulada Limoncito.
El asesino, que impactó con 6 disparos
el cuerpo de su víctima, fue un joven de nombre José de León Toral. Era un
fanático religioso que formaba parte de las milicias de laicos involucrados en
la Guerra Cristera que en ese momento estaba en su apogeo entre el gobierno
encabezado por el presidente Plutarco Elías Calles y la Iglesia Católica.
Las investigaciones realizadas con
motivo del crimen perpetrado por el referido magnicida demostraron que hubo
complicidad de una monja de alto perfil político-religioso conocida como la
Madre Conchita, con quien de León Toral tenía con frecuencia contacto y quien
supuestamente sostenía que era necesario matar tanto al presidente en ejercicio
Plutarco Elías Calles, creador el 21 de febrero de 1925 de la Iglesia católica
apostólica mexicana, como al presidente electo Obregón, quien a su decir
profundizaría la lucha contra los católicos mexicanos.2
La historia recoge que el matador del
presidente electo Álvaro Obregón confesó que quien lo inspiró para cometer el
magnicidio fue la referida Madre Conchita, la cual platicando sobre el tema le
dijo más de una vez: "Sería bueno ver quién se encarga de eso."
El 8 de noviembre de 1928 el magnicida
de Obregón fue condenado a muerte. El 9 de febrero de 1929, frente a una tapia
de la famosa cárcel de Lecumberri, un pelotón de fusilamiento lo ejecutó.
La monja Madre Conchita, comprobada su complicidad
como inductora del crimen, fue condenada a 20 años de cárcel, de los cuales
cumplió 12. En medio del proceso judicial que se le siguió abandonó sus hábitos
religiosos y se casó. Luego su vida se fue disolviendo en el anonimato y la
nadería.
Los estudiosos de la Revolución
Mexicana, que fue una etapa preñada de impactantes hechos, describen a Obregón
como un hombre de armas dotado de gran intuición en estrategia militar, la cual
combinaba con un reconocido espíritu planificador.
Fue el jefe del Ejército del Noroeste,
y en esa calidad puso en práctica novedosos movimientos de orden táctico con
los cuales logró, especialmente en el 1913, victorias resonantes en Mazatlán,
Culiacán, Sinaloa y Jalisco.
Su presencia en los teatros de la
guerra fue determinante para la derrota de Victoriano Huerta, aquel cacique que
desde dentro de la Revolución Mexicana había traicionado los ideales que la
sustentaban.
Álvaro Obregón entró en contradicciones
con algunos de sus compañeros de lucha. Por eso la historia lo describe
combatiendo en ocasiones a quienes poco antes eran sus parciales.
Le apodaban el Manco de Celaya, por
haber perdido en esa ciudad del estado de Guanajuato su brazo derecho, en
ocasión de librar allí una victoriosa batalla contra las tropas seguidoras de
su otrora compañero de luchas Pancho Villa.
Junto con Plutarco Elías Calles tuvo
responsabilidad directa en el asesinato de Pancho Villa. Una amalgama de hechos
contradictorios lo condujo a ser parte de esa pesada decisión. Incluso se dejó
crecer una luenga barba que prometió no quitarse hasta no vencer al también
llamado Centauro del Norte.
Su ejercicio presidencial de cuatro
años (1920-24) ha sido considerado con valoración más que aceptable, tomando en
cuenta los conflictos existentes y el contexto de esa época llena de muchas
dificultades. Impulsó medidas de interés colectivo en consonancia con los
postulados enarbolados por las fuerzas que borraron del mapa político mexicano
el llamado Porfiriato.
Al analizar el accionar político de
Obregón se comprueba que como político fue hábil y tenía vocación para
emprender acciones de gran envergadura social, impulsando la reforma agraria;
alentando la creación de cooperativas entre los obreros, artesanos y
agricultores; ampliando el marco de la educación pública y ensanchando la
participación de México en las relaciones internacionales, etc.
Luis Donaldo
Colosio
El último magnicidio que registra la
historia de México se produjo contra el político y economista Luis Donaldo Colosio
Murrieta.
Colosio era el candidato presidencial
del Partido Revolucionario Institucional para las elecciones que se efectuaron
en México el 21 de agosto de 1994. Antes había sido congresista y Secretario de
Desarrollo Social de su país.
Fue asesinado el 23 de marzo de 1994,
en un barrio popular de la ciudad de Tijuana, situada en el Pacífico mexicano.
Faltaban 5 meses para el encuentro del
pueblo con las urnas electorales. Colosio se perfilaba como seguro ganador,
especialmente por su talante de candidato carismático, con un discurso fresco y
esperanzador en consonancia con los cambios que reclamaba el pueblo mexicano.
A lo anterior se añadía que tenía el
apoyo, en apariencia, del aparato electoral del PRI, agrupación política que
fue definida en el 1990 por Mario Vargas Llosa como la sustentadora de
"una dictadura perfecta" en el ámbito de México. Después, con la
salida del poder de ese partido, dicho escritor dijo que se había equivocado,
que la dictadura era imperfecta y habló de "una democracia incipiente"
allí.
Se ha sostenido que el magnicidio
contra Colosio fue un complot del cual no estuvieron ajenas la cúpula de su
propio partido y las más altas instancias gubernamentales.
El entonces subprocurador general de
México, Pablo Chapa Bezanilla, sustentó con pruebas balísticas,
criminalísticas, testimoniales y con imágenes de videos que en ese asesinato no
hubo un criminal solitario.
El Senador Luis Colosio Fernández,
progenitor del malogrado candidato, siempre sostuvo el criterio de que su hijo
fue eliminado como parte de una conjura palaciega, dadas las fricciones que
había tenido con sectores muy poderosos, tanto del gobierno como del PRI.
En un libro sobre sus memorias se
detallan muchos hechos que afincaban su creencia sobre el origen del magnicidio
de su hijo. El libro de referencia se titula A diez años, Colosio habla. En el
capítulo más impactante el Senador Colosio Fernández expresa que: "...ni
duda cabe que Donaldo fue ultimado en un clima profundo de deterioro de sus
relaciones con el presidente Salinas."3
El periodista e investigador judicial
Gastón Pardo preparó un minucioso análisis de los hechos concernidos al
magnicidio de Colosio Murrieta. Recoge informaciones que parecen sólidas sobre
la certeza de que en el caso hubo una vinculación directa del Estado Mayor
Presidencial al servicio de Carlos Salinas de Gortari, con lo cual se refuerza
la tesis de que hubo una conjura.4
Además del autor material principal, en
el expediente acusatorio sometido a la consideración del juez correspondiente
fue incluido un pistolero de nombre Othón Cortés Vásquez, perteneciente al
referido Estado Mayor Presidencial, pero fue rápidamente descargado, pues su
presencia por los meandros judiciales hacía verosímil la tesis del complot
dirigido desde los centros de mando del gobierno.
En los anales judiciales mexicanos
figura como asesino solitario de Colosio un canalla de nombre Mario Aburto
Martínez, el cual fue condenado a 45 años de prisión. En la actualidad está
purgando dicha condena.
Emperador Maximiliano
Maximiliano de Habsburgo, cuyo nombre
original era Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, nació en la
ciudad de Viena el 6 de julio de 1832. Era hermano del emperador de Austria y
rey de Hungría, Eslovenia, Croacia, Lombardía, Venecia y otros países de
Europa. Por ese vínculo sanguíneo y otros cruces familiares de rancio abolengo
fue nombrado emperador de México en el 1864.
En el 1862 Francia ocupó de nuevo
México. Era la segunda vez que lo hacía en su condición de potencia mundial. En
esa ocasión el pretexto fue una declaratoria de no pago de la deuda externa que
hizo el presidente Benito Juárez.
Al momento de dicha invasión ya el
pretexto aludido había desaparecido, lo que motivo que el Reino Unido y España
devolvieran sus navíos, pero Francia materializó sus planes de violar otra vez
la soberanía mexicana.
Las autoridades ocupantes hicieron que
una llamada Junta de Conservadores emitiera el 10 de julio de 1863 una
resolución en la cual se informaba, entre otras cosas, que: "la nación
mexicana adopta por forma de gobierno la monarquía moderada, hereditaria, con
un príncipe católico...La corona imperial de México se ofrece a S.A. I. y R.
Maximiliano, archiduque de Austria, para sí y sus descendientes."5
Como parte de la pantomima, el
emperador de Francia Napoleón III brindó su apoyo a dicha decisión. El 3 de
octubre del referido año una nutrida delegación de mexicanos con raíces
adventicias en su nacionalidad se presentó a un idílico recodo del Mar
Adriático a entregarle en persona a Maximiliano su designación imperial.
El 28 de mayo de 1864 el designado pisó
tierra mexicana, entrando por el puerto de Veracruz, por donde mismo saldría
después convertido en cadáver.
Maximiliano de Habsburgo nunca logró
afincarse con pies de plomo en el poder, para utilizar una expresión de origen
marino.
Dicho lo anterior a pesar de que desde
el Castillo de Chapultepec, con gran esplendor y derroche de lujos, fungió como
emperador de México desde el 10 de abril de 1864 hasta el 15 de mayo de 1867.
Ese atípico vienés en rol de emperador
de México fue poco a poco perdiendo el apoyo de las tropas invasoras francesas,
lo que le hizo perder fuelle como autoridad y colocarse en una situación de
vulnerabilidad.
Cuando ya el control de México se hacía
insostenible para los franceses, por razones internas y externas, el general
Bazaine le ofreció cortejarlo en retirada hacia Europa; pero el emperador se
negó, lo cual fue aprovechado por los seguidores del ilustre indio zapoteca
Benito Juárez, para apresarlo el 15 de mayo de 1867.
En aplicación de una ley especial que
condenaba todo atentado contra la nación mexicana y consignaba otros crímenes,
promulgada el 25 de enero de 1862, el dicho emperador fue sometido a un juicio
que, en el contexto de la época, marcó un antes y un después en la
jurisprudencia de México.
El proceso judicial estuvo revestido de
todas las garantías procesales de rigor. Tanto Maximiliano como dos otros
acusados, así como sus respectivas barras de defensa, expusieron sus criterios
y alegatos. Así también lo hizo la parte acusadora, tal y como se comprueba en
el histórico documento que recoge las incidencias del caso.
Se ordenó el fusilamiento de los
acusados, que eran el emperador Maximiliano de Habsburgo (34 años de edad) y los
generales José Tomás Mejía Camacho y Miguel Gregorio Miramón Tarelo, dos
mexicanos de huesos imperiales.
En el Cerro de las Campanas, en
Querétaro, el 19 de junio de 1867, un pelotón de siete soldados hizo una
descarga de fusilería. Los tres condenados fueron declarados muertos.
Moctezuma
II
El conquistador español Hernán Cortes
llegó México desembarcando por las costas de Veracruz. Era la noche despejada
del 21 de abril de 1519. La presencia de ese formidable guerrero provocaría
tiempo después la conquista del vasto territorio mexicano.
Hay que decir, para sólo citar una de
las tantas atrocidades ordenadas por Cortés, que Fray Bartolomé de Las Casas
describe con rasgos espeluznantes la matanza que aquel fiero conquistador
español ordenó en Cholula, una ciudad que entonces tenía más de 30 mil
habitantes, mientras avanzaba hacia el corazón del imperio dirigido por
Moctezuma. Se cree que en la ocasión, 1519, casi un tercio de la población
cholulteca fue asesinada a mansalva.
Así lo narra Las Casas en su nutrida
obra Apologética Historia Sumaria: "Habíanles pedido cinco o seis mil
indios que les llevasen las cargas...vienen desnudos en cueros, solamente
cubiertas sus vergüenzas...pónense todos en cuchillas como unos corderos muy
mansos...pónense a las puertas del patio españoles armados que
guardasen...echan mano a sus espadas y meten a espada y a lanzadas todas
aquellas ovejas, que uno ni ninguno pudo escaparse que no fue trucidado."6
No obstante esos pavorosos hechos, lo
cierto es que el primer gran enfrentamiento armado entre nativos y los
ocupantes dirigidos por Cortés fue adverso para los españoles.
Hace dos meses que se cumplieron 500
años de la llamada Noche Triste, en la cual Cortés y sus conmilitones tuvieron
que coger las de Villadiego empujados por las circunstancias adversas derivadas
de la derrota que les infligieron los mexicas o aztecas a unos dos mil
españoles y miles de indígenas alienados que estaban a su servicio.
Diversos cronistas españoles de la época
(y cientos de años después algunos historiadores mexicanos) señalaron que la
debacle de los conquistadores fue la noche del día 30 de junio de 1520.
En un libro, clasificado como códice,
atribuido a autores aztecas anónimos, que se conoce como Los Anales de
Tlatelolco, se informa sobre el significativo hecho de esa derrota de Cortés y
sus tropas: "Durante la celebración de las fiestas Tecuilhuitl partieron
en la noche y se marcharon. Fue entonces cuando murieron en el Canal de los
Tolteca y que los obligamos a dispersarse."7
Como una secuela directa de esos
enfrentamientos se produjo el primer magnicidio que registra la historia
mexicana. Fue el asesinato, el 29 de junio de 1520, de Moctezuma II, gran jefe
indígena y gobernante de los mexicas o aztecas. Tenía 54 años de edad. Sus
joyas fueron a parar a manos del emperador español Carlos V. Esos tesoros
fueron parte de la rapiña que cometieron los españoles allí donde llegaban en
América.
Moctezuma II era un exégeta de las
creencias religiosas de su pueblo y un bizarro combatiente. Tuvo su trono en la
ciudad Tenochtitlan, capital del más poderoso imperio que hubo en gran parte de
lo que hoy es México y Centro América. Era una de las ciudades más grandes que
entonces tenía el mundo.
Cronistas al servicio de la corona
española difundieron muchas opiniones diferentes sobre la mencionada derrota
inicial de Hernán Cortés. Los juicios de algunos de ellos son verdaderos
esperpentos, revoltillos de grotescas mentiras que coronaron con una vaciedad
conceptual espantosa. La dualidad humana suele ser así siempre.
Lo cierto es que sobre todos los
enfrentamientos en México, luego de la llegada de los conquistadores, hay
opiniones muy divergentes. Varios historiadores incluso han dicho que diferente
a lo ocurrido en otros lugares de América, en México las luchas de aquella
época eran entre distintas etnias indígenas que tenían viejas pendencias entre
ellas, y que los españoles lo que hicieron fue incorporarse a uno de los bandos
en pugna, lo cual en parte no riñe con la realidad. Es tema para desarrollar en
otro comentario.
Cuauhtémoc
El sustituto de Moctezuma II fue el
bizarro cacique Cuauhtémoc, el cual pese a las desventajas no se amilanó y
siguió combatiendo con ahínco a sus enemigos españoles e indígenas de otras
etnias.
La llamada Noche Triste no fue el fin
de Hernán Cortés. Su empresa conquistadora siguió adelante, cada vez con más
poder por la incorporación de combatientes indígenas.
El poderoso conquistador español
regresó al centro del imperio azteca, un año y pico después de su sonada
derrota. Esa vez llegó con un ejército indígena que superaba los cien mil
combatientes, mayormente integrado por tlaxcaltecas, que eran enemigos
ancestrales de los mexicas.
La historia registra que el 13 de
agosto de 1521 Cortés logró aplastar a los aztecas. Se aplica el antiquísimo
refrán de que no hay peor cuña que la del propio palo, pues en los duros
combates librados por el gobernante Cuauhtémoc y su pueblo el grueso de los
enemigos no eran españoles sino elementos de otras etnias nativas que en
tiempos precolombinos habían sido avasalladas antes por los mexicas o aztecas.
Cuando ese hecho ocurrió el gobernante
de los mexicas o aztecas era, como se indica más arriba, Cuauhtémoc, quien
había sido coronado como jefe supremo de su pueblo seis meses y medio antes, es
decir, el 25 de enero de 1521. Fue el último emperador de ese aguerrido pueblo
indígena.
Cuahtémoc fue ahorcado, aunque no hay
una versión verídica de la fecha y el lugar en que se produjo ese hecho.
Hilvanando retazos informativos de los
cronistas coloniales se considera que el magnicidio de Cuauhtémoc fue el 28 de febrero
de 1525, en el hoy territorio de Honduras (entonces Hibueras), donde se
encontraba el conquistador Cortés en persecución de un capitán español al que
consideraba que estaba en actividades conspirativas en su contra. El eliminado
jefe indígena tenía 28 años de edad.
Cuauhtémoc es un héroe reverenciado en
México, tal y como se comprueba en la toponimia a lo largo y ancho de la
geografía de ese país. Pueblos, campos, calles, escuelas, recintos militares,
parques y estatuas llevan su nombre.
El premio Nobel de literatura Octavio
Paz, en su obra de ensayos Las peras del olmo, publicada en el 1957, escribió
lo siguiente: "No deja de ser reveladora, por otra parte, la vitalidad y
permanencia del culto a Cuauhtémoc. El último jefe azteca es un mito popular.
En otra época habría sido deificado... Cuauhtémoc encarna el culto al dios
joven, que muere peleando para dar la vida."8
Ramón López Velarde definió a
Cuauhtémoc como "el joven abuelo de México...único héroe a la altura del
arte." Quien así escribió fue aquel poeta mexicano creador de un lenguaje
donde se alternan lo cotidiano con lo mágico, y cuya religiosidad directa le
permitió decir de sí mismo: "mi conciencia, mojada por el hisopo, es un
ciprés que en una huerta conventual se contrista."
El poeta peruano José Santos Chocano,
llamado El Cantor de América y quien, entre otras muchas cosas, fue secretario
del legendario Pancho Villa, hizo esta estampa sobre la captura de Cuauhtémoc:
"Un día un grupo de hombres blancos se abalanzó hasta él; y mientras que el
Imperio de tal se sorprendía, el arcabuz llenaba de huecos el broquel. Preso
quedó; y el Indio, que nunca sonreía, una sonrisa tuvo que se deshizo en
hiel."¿En dónde está el tesoro?-clamó la vocería-; y respondió un silencio
más grande que el tropel..."
Según Bernal Díaz del Castillo, en su
obra Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, cuando Cuauhtémoc
se vio preso frente a Hernán Cortés le dijo: "Señor Malinche; ya he hecho
lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues
vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en
la cintura y mátame luego con él."9
A pesar de los insistentes reclamos de
Cuahtémoc de que lo matara, Hernán Cortés no ordenó su muerte inmediata, sino
que prefirió tenerlo como un preso de alto perfil para beneficio de sus
propósitos de conquistador y futuro colonizador. Así lo mantuvo durante 4 años,
en un suspenso que era más que un suplicio.
Bibliografía:
1-Zapata.la lucha por la tierra, la
justicia y libertad. Editorial Crítica, 2019. Felipe Ávila Espinosa.
2-El asesinato de un caudillo. Editado
por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de Las Revoluciones de México.
Pablo Serrano Álvarez.
3-A diez años, Colosio habla. Fundación
Académica Metropolitana, 2004. Luis Colosio Fernández y Samuel Palma César.
4-El asesinato de Luis Colosio apunta
al Estado Mayor Presidencial de Carlos Salinas.1-junio-2004.Voltaire.net.org.
Gastón Pardo.
5- Junta de Conservadores. Ciudad de
México. Dictamen del 10 de julio de 1863.
6-Apologética historia sumaria. Fray
Bartolomé de las Casas.
7--500 años de La Noche Triste. Darío
Brooks. BBC news mundo.30 junio 2020.
8-Las peras del olmo. Colección Obras
Maestras del Siglo XX. Editorial Seix Barral. España,1984.P193. Octavio Paz.
9-Historia verdadera de la conquista de
la Nueva España. Capítulo CLVI.P276. Texto en línea. Biblioteca Cervantes,
virtual. Bernal Díaz del Castillo.
Publicado el 28 de agosto del 2020.Diario Dominicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario