sábado, 4 de abril de 2020

BATALLA DEL 19 DE MARZO DE 1844, EN AZUA


BATALLA DEL 19 DE MARZO DE 1844, EN AZUA
                                                          (20-MARZO-2020)
                          POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Se acaban de  cumplir 176 años de la importante Batalla del 19 de marzo de 1844, desarrollada en la ardiente ciudad de Azua y en campos que la circundan. Es tierra donde “achicharra el Sol”, y sus radiaciones hacen pensar que allí siempre está el perihelio dominicano.
Esa fue una clásica batalla defensiva, del tipo que bien definió el gran estratega militar y eminente teórico de temas guerreros  Carl von Clausewitz como “la más débil, con objetivo positivo”; pero como nada es absoluto se puede decir que en el teatro de las operaciones azuanas los dominicanos realizaron una defensa activa y salieron victoriosos.
Fueron los haitianos los que iniciaron las hostilidades con el objetivo negativo de aniquilar  al pueblo dominicano. Lo hicieron de manera intrusa, apoyados con un impresionante equipaje militar de artillería, caballería e infantería, así como con miles de granaderos, dragones y cazadores de la Guardia Nacional de Haití.
A través del tiempo se han dado varias versiones sobre la duración de los combates llevados a cabo en la Batalla del 19 de marzo de 1844; pero al parecer duraron unas tres horas, tanto por lo que se asentó en un boletín de las comunicaciones del cuerpo colegiado del gobierno de entonces, como por opiniones emitidas por algunos de los participantes de aquella epopeya de las armas dominicanas, además de lo que apuntaron cronistas de la época.
En efecto, en una proclama dirigida al pueblo y al ejército, fechada el día 21 de marzo de 1844, la Junta Central Gubernativa detalló las tempraneras agresiones de los haitianos y los combates desarrollados hasta ese momento en Neiba y Azua, puntualizando que: “…en la jornada del 19 en que ha sido considerable el número de muertos y heridos de su parte habiéndose visto en la precisión de abandonar el campo después de tres horas de combate.”1 
Antes de la contienda armada en Azua fueron derrotados en la Fuente del Rodeo, no muy lejos de Neiba, algunos escuadrones y pelotones de los invasores. Ese choque se produjo el 13 de marzo de 1844.Fue calificado por el historiador José Gabriel García como el bautismo de sangre del pueblo dominicano en armas. Días después, en el paraje Las Hicoteas, las avanzadas criollas paralizaron el galopante avance de batallones de soldados haitianos.
El coronel Vicente Noble, antes de dirigir a cientos de fusileros en el gran acontecimiento de guerra de Azua, tuvo una destacada participación en el referido combate de la Fuente del Rodeo, donde sustituyó a Fernando Tavera, gravemente herido en combate. Tavera era el comandante de los aguerridos y victoriosos dominicanos.
La Batalla del 19 de marzo de 1844 fue muy significativa, por la cantidad de combatientes involucrados, así como por el armamento utilizado por los ejércitos en contienda.
Los haitianos eran más de 15 mil soldados bien artillados y con experiencia de guerra, mientras que los dominicanos no llegaban a los 3 mil hombres, sin hábitos de conflictos armados.
En la cartografía militar dominicana hay un mapa que detalla en forma didáctica el posicionamiento de las tropas criollas en el lado occidental de la entonces pequeña ciudad de Azua.
En los trillos del flanco noroeste, en la zona  conocida como Camino de El Barro, se emplazaron combatientes dominicanos con fusiles y armas blancas, al igual que en dirección al área de los lugares llamados Camino de la Conquista y Los Conucos, en el costado sur.
Una importante retaguardia fue ubicada en el Fuerte Resolí con el oficial Nicolás Mañón a la cabeza, cuyo nombre fue reivindicado 40 años después, en la voz del  héroe azuano Rudescindo Ramírez, cuando dijo “el bravo Nicolás Mañón disparó el primer tiro en estas comarcas en la Fuente del Rodeo.”2 

                           LOS CAÑONES AZUANOS

Francisco Soñé comandaba un potente cañón que causó muchas bajas a los haitianos, fulminando a muchos de ellos que encabezados por el general Thomas Héctor se desplazaban en columna cerrada en el área donde estaba emplazada esa importante pieza de artillería.
Soñé, que escribió sus memorias sobre la batalla de Azua, era un francés avecindado allí; hábil artillero con experiencia en combates a las órdenes de Napoleón Bonaparte en Italia y Egipto. Estaba asistido por aguerridos oficiales como Lucas Díaz (quien horas antes, en su calidad de jefe de la avanzada dominicana estacionada en una orilla del río Jura, fue el primero que abrió fuego contra los atacantes, dirigiéndose luego a la ciudad de Azua para informar la aproximación de los invasores, tal y como consta en los partes oficiales).También estaban al pie de ese cañón Juan Ceara y Luis Álvarez, entre otros.
Otra pieza de la modesta artillería dominicana, casi una bombarda por su pequeñez, entró en acción entre los lugares conocidos como Los Conucos y Las Clavellinas. Ese cañoncito estaba emplazado en la parte trasera de un camposanto que entonces existía allí. Su vómito de fuego hizo que cayeran entre otros los coroneles haitianos Vincent y Giles, quienes dirigían sendos regimientos de los invasores.
Alrededor de ese canuto de hierro forjado y base de duelas estaban expertos fusileros y combatientes con armas blancas que eran constantemente arengados por el genio militar que fue Antonio Duvergé.
Los dos cañones referidos causaron grandes bajas a los invasores, quienes perdieron en Azua generales, coroneles y numerosos otros oficiales superiores y subalternos, amén de decenas de dragones y granaderos de la vanguardia haitiana.

Seis días después de esa sangrienta batalla el cónsul francés en el país, Eustache Juchereau de Saint Denys, despachó un oficio al Ministro de Negocios Extranjeros de Francia señor Francois Guizot (quien era jefe de facto del entonces imperio francés, en el gobierno del Mariscal Nicolás Soult, duque de Dalmacia) informando que el presidente haitiano Charles Hérard había caído abatido en Azua por la metralla dominicana.
Era obvio que dicha comunicación contenía una suerte de juego semántico, con claros matices ajustados al marco de eso que los latinos llamaban en la época medieval la excusatio non petita, de la cual se derivaba una auto acusación que en el caso de la especie era palpable en las tareas diplomáticas que Saint-Denys llevaba a cabo en la naciente República Dominicana.
Aunque en el referido informe el habilidoso cónsul oscilaba entre la duda y la certidumbre de dicho fallecimiento, precisaba con lenguaje sagaz lo siguiente: “La muerte del Presidente Hérard y la derrota de la columna expedicionaria que él comandaba en persona, de día en día toma mayor consistencia.”3
Como se supo luego, se trataba de una noticia falsa, pero que  en los días siguientes tendría repercusiones en otros acontecimientos bélicos de la historia dominicana.

El culto historiador haitiano Thomas Madiou, en su libro Historia de Haití, con una visión sesgada sobre muchos de los acontecimientos políticos y militares que involucraron en el pasado a las dos naciones que se reparten la isla de Santo Domingo, aborda el tema de la batalla del 19 de marzo de 1844 y aun cuando plantea que los dominicanos no podían resistir la superioridad numérica y armamentística de los haitianos, concluye, en desvío de lo anterior, admitiendo que en Azua sus compatriotas fueron derrotados y el pavor cundió en ellos. Cifra en más 50 los oficiales haitianos abatidos en la ocasión. Específicamente señala que los haitianos al mando del presidente Hérard: “Fueron recibidos a cañonazos con metralla y obligados a replegarse, batiéndose en retirada un poco desordenadamente.”4
Luego del choque bélico de Azua vendrían  largas e incesantes luchas para repeler las continuas agresiones que durante 11 años hicieron los haitianos al territorio dominicano.
Es de rigor indicar que forman un caleidoscopio de opiniones profundamente divergentes los relatos, memorias, crónicas y comentarios construidos en torno a ese acontecimiento histórico, y sobre el rol de varios de los principales personajes militares vinculados con el mismo.
Hay un mar de versiones contradictorias, lo cual ha impedido que las generaciones posteriores de dominicanos se hayan podido formar un juicio claro en relación a lo que allí ocurrió, en esa fecha.
Si los argumentos y/o alegatos escritos sobre esa batalla se colocan en líneas paralelas se podrá observar una mezcla extraña y abigarrada del complejo de Guacanagarix y del bovarismo que algunos atribuyen injustamente a una parte notable del pueblo dominicano.
Dicho lo anterior porque mientras unos colocan esa batalla en un carril decisivo para reforzar la independencia nacional otros infravaloran su impacto y la califican como una simple escaramuza, sin ningún impacto en las glorias de las armas dominicanas.
Enrique Deschamps, en su obra titulada La República Dominicana, habla sobre ese encuentro bélico así: “Los heroicos azuanos abrillantaron los fastos nacionales con la gloriosa acción del 19 de marzo de 1844, fecha que integra un luminoso jalón de la gloria en historia de la independencia dominicana.”5
Pero lo cierto es que algunos de los más prolíficos historiadores dominicanos, al referirse a las principales batallas libradas en el largo proceso de consolidación de la independencia nacional, han ignorado el impacto, incluso en el concepto  meramente militar, de la contienda del 19 de marzo de 1844, y ni siquiera la mencionan.
Otros no desechan en sus notas a ese formidable choque armado, pero le han restado importancia. Roberto Cassá, al referirse a Charles Hérard y sus 20,000 soldados desplegados en el Sur, proyecta esa gesta como una especie de simple refriega al presentarla así: “El 19 de marzo, las avanzadas haitianas fueron rechazadas, tal vez porque no esperaban una resistencia enconada. Este triunfo, aunque de poca monta, elevó la moral de los dominicanos…”6


ANTONIO DUVERGÉ EN AZUA

Antonio Duvergé no solamente demostró su perfil heroico el 19 de marzo de 1844, en Azua, sino también en las jornadas bélicas de Santomé, Cachimán, Estrelleta, El Número, El Memiso, Las Carreras y otros lugares de gran significación histórica en el proceso de consolidación de la independencia nacional.
 La República Dominicana fue atacada, como indico más arriba, durante 11 tediosos y sangrientos años por hordas de intrusos que penetraban al territorio dominicano desde el lado oeste de los ríos Masacre, Artibonito, Pedernales y Soliette.
En la batalla de Azua los combatientes dominicanos eran comandados, en términos formales, vale decir en los papeles de la incipiente burocracia gubernamental, por el general Pedro Santana. El presidente haitiano Charles Hérard estaba al frente de los invasores que persistían en volver a mancillar la soberanía del pueblo dominicano.
En lo que atañe a la República Dominicana la realidad fue que Antonio Duvergé tuvo una misión crucial en esa batalla, pues era el encargado de colocar adecuadamente, en posición de combate, a todos los batallones del cuerpo militar dominicano desplazado en esa zona de guerra.
Demostró ser un experto en la distribución de los soldados de caballería y en la utilización de las mortíferas armas blancas. Sus habilidades militares y su innata capacidad de mando, amén de la superioridad moral de los dominicanos, suplieron con creces la falta de fortificaciones y la diferencia abismal en el número de combatientes, con relación a los agresores.
Duvergé está considerado en los hechos como el principal héroe de ese cruento enfrentamiento.
Mientras el que luego sería mártir en la Cruz de Asomante exponía constantemente su vida, en incesantes movimientos de orientación y guía en los puntos de combate, Santana estaba resguardado en el lugar conocido como El Peñón, cerca de Tortuguero, a varios kilómetros al Este de las líneas de fuego.
Duvergé, con el auxilio eficaz de Cabral y otros bizarros oficiales, fueron los que prepararon los planes de combate de la Batalla del 19 de marzo de 1844.
Ordenaron los macheteros con tal pericia bélica que los mismos hicieron estragos en las tropas invasoras, causando un pánico enorme entre la soldadesca haitiana.
Otra prueba de que Antonio Duvergé fue el auténtico héroe de la más gloriosa mañana azuana la brinda el historiador haitiano Dorvelas Dorval, quien se refiere a él en este contenido: “intrépido…uno de los más valiosos oficiales; este nómada de nuestros  desiertos aparecía y desaparecía con la celeridad de un relámpago para mantener la alarma…”7 
En diapasón con el criterio de Dorval está Víctor Garrido. En su obra Los Puello, refiriéndose a Santana y sus tratativas con los franceses, califica de “dudosos los laureles cosechados el 19 de marzo…Ya era el amo y no había olido la pólvora.”8 
 Manuel García Gautier, en cambio, en su obra La Traición de Santana, refiriéndose a la participación de Duvergé en Azua, dice lo siguiente: “…Su heroico valor fue superior a todo esfuerzo humano, el triunfo de aquel peligro que la patria corría, fue suyo…”9

Una anécdota ocurrida en la batalla azuana da cuenta de que en medio de los combates el chispeante Vicente Noble observó que los haitianos estaban preparando una estratagema militar conocida como movimiento envolvente. Se dirigió raudo hacia donde estaba el mando de las tropas dominicanas.
En la obra Narraciones Dominicanas el jurista, político y ex presidente de la República Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (quien nació 34 años después) describe que con quien habló el comandante Noble fue con Santana, diciéndole:
“¡General Santana: los haitianos nos están echando una manga! Al oírlo Santana le gritó a su vez: -¡Pues métanles el brazo!”10
Sin embargo sobre ese mismo episodio hay una versión más verosímil (por la cual me inclino) de un testigo presencial e instructor militar de Duvergé, el comandante Francisco Soñé, quien en su ensayo histórico titulado Memorias de un Capitán de Artillería acotó lo siguiente:
“Noble le dijo a Duvergé: “los haitianos están tirando una manga por el camino de El Barro.-A lo que respondió Duvergé, “pues vamos  usted y yo con algunos hombres a meterles el brazo.”11
Otros comandantes también descollaron en la Batalla del 19 de marzo de 1844, como los mencionados José María Cabral, Vicente Noble, Francisco Soñé, Nicolás Mañón, Rudescindo Ramírez, Juan Ceara y Luis Álvarez, así como Valentín Alcántara, Lucas Díaz, José Leger, Feliciano Martínez, Matías de Vargas, etc.
El coronel Francisco Carvajal fue un bravo barahonero que realizó una gran jornada épica en los combates de Azua. Era experto en el manejo de las armas portátiles. Poseía habilidad en el uso de los fusiles con retrocarga y balas de punta. Muchos combatientes dejaron para la posteridad, mediante testimonios orales, que Carvajal era muy creativo en la pelea. Con el mérito para él de que faltaban más de 20 años para que César Cantú publicara su gigantesca obra la Historia Universal, en cuyo tomo VIII analiza con descarga de profundidad explicativa las ingeniosidades que surgen en el fragor de las guerras.12
Otro sobresaliente oficial de mando en Azua fue Juan Esteban Ceara, tal y como lo justiprecia Emilio Rodríguez Demorizi en su obra Próceres de la Restauración, evocando su marcialidad y su coraje en los combates.13

                 LA RETIRADA A SABANA BUEY Y BANÍ

Cuando el general Pedro Santana decidió retirarse (desde el lugar conocido como El Peñón, cerca de la cala de Tortuguero) a Sabana Buey, primero, y a Baní después, luego del triunfo en Azua de las tropas dominicanas, se llevó no sólo el tambor mayor de su Estado Mayor, sino también el clarín de la compañía de caballería, además de las trompetas de los escuadrones.
Esa desbandada permitió al presidente Hérard, derrotado en Azua, permanecer allí hasta el 9 de mayo, cuando emprendió su desordenada retirada hacia Haití, después de cometer muchas tropelías en la zona. Había sido depuesto de la Presidencia de su país el día 3 de dicho mes, y en su lugar fue colocado el analfabeto general Philippe Guerrier, también conocido como el Duque de L´Avancé.
La retirada de Pedro Santana a Sabana Buey no fue una decisión de praxis militar. Fue algo sin sindéresis. Un reculamiento sin ningún sentido, por más que algunos hayan hablado de prudencia. Santana no era un teórico ni un espíritu reflexivo en nada. Actuaba en base a su carácter montaraz y a una intuición que desconocía los matices de las decisiones y acciones.
Al ser una iniciativa aislada, como salida de un badaluque (que Santana no lo era) se hace incomprensible para ser entendida desde las coordenadas de la lógica.
El análisis de ese repliegue arroja como resultado que fue una resolución descabellada, sin explicación de ningún tipo. No hay que tener una visión crítica sobre el papel de Santana en la historia nacional para llegar a esa conclusión, pues incluso la mayoría de los santanistas no han encontrado ningún resquicio para justificarla con solidez argumental.
Santana, como indico arriba, estaba en El Peñón, en las proximidades de Tortuguero, y el derrotado Hérard había ordenado la retirada de sus tropas.
 Los invasores fueron perseguidos varios kilómetros fuera de la ciudad de Azua y estaban  acampados en un recodo del río Jura, pero informados de que Santana había ordenado el abandono del escenario de la victoria dominicana el presidente haitiano se envalentonó de súbito y se dirigió de nuevo al lugar de su amarga derrota, donde arengó a sus perplejos soldados de este modo:
“Soldados, cuento con vuestro coraje y el honor que os atañe a vuestras banderas. Azua les abre las puertas de Santo Domingo; ustedes marcharán conmigo hacia esa ciudad rebelde…Juren pues todos no regresar a vuestros hogares, sino después de haber reducido a los perversos que conspiran la ruina de los hijos de Haití.”14  
Entre otras consecuencias negativas que conllevó la inoportuna fuga de Santana fue la decisión pirómana de Charles Hérard de quemar la ciudad de Azua, que ya antes, en el 1805, había sido pasto de las llamas por órdenes de Jean Jacques Dessalines. En abril del 1849, por tercera ocasión, ocurriría lo mismo allí, esa vez por voluntad de otro jefote haitiano en fuga, el general y emperador de plastilina Faustin Soulouque, quien había sido derrotado en las batallas de El Número y Las Carreras. En ambas Duvergé fue héroe.
Los tres incendios criminales que ha sufrido Azua han sido elementos claves para ralentizar su desarrollo. Es una prueba elocuente que la psiquis de los pueblos se mueve en los meandros de su pasado.
De esos siniestros, saqueos y mutilaciones, con sus orígenes y consecuencias, escribió con gran detalle quien no fue un diablillo enredador, sino un brillante ciudadano haitiano, Jean Chrisostonie Dorsainvel, en su obra Manual de Historia de Haití.15 
Una voz autorizada, Emilio Rodríguez Demorizi, al referirse a la dicha retirada de Santana, su Estado Mayor y sus soldados, la explicó así: “…la batalla librada en Azua el 19 de marzo, victoria espléndida, que perdió su importancia política y militar con el abandono que durante la noche hicieran las fuerzas vencedoras de las posiciones que ocupaban, para replegarse sobre Sabana Buey, primero, y concentrarse después en Baní.”16 
En cambio en su ensayo titulado En el campamento de Baní el historiador Vetilio Alfau Durán sostiene, en son de justificación, que: “Las tropas dominicanas, después de haber vencido, por razones de orden militar, se replegaron a Sabana Buey y a Baní, en donde establecieron el Cuartel General del Ejército Libertador, colocándose ventajosamente en actitud defensiva…”17 
Luego de un estudio minucioso sobre los acontecimientos previos, durante y después de la batalla del 19 de marzo de 1844, y sobre el protagonismo excepcional que en ella algunos han querido atribuirle a Santana, el historiador y periodista Joaquín Priego define con claridad meridiana al investido con el  fanfarronesco título nobiliario de Marqués de Las Carreras.
Así se expresa Priego sobre Santana, en su libro Batallas de Marzo 1844: “Su nula capacidad como estratega nos hace pensar que era un comandante de tropas digno de la prehistoria, el que no obedecía sus órdenes lo fusilaba.” De inmediato anota que Santana tenía “terror de miedo y de ignorancia a dirigir batallas en campo abierto.”18 
Es pertinente señalar, en aras de abarcar las diferentes opiniones sobre ese tema tan controversial, que el historiador seibano Francisco Elpidio Beras tenía una opinión muy particular sobre la decisión de Santana.
Beras, que era un prolijo justificador del santanismo, indicó que lo de Sabana Buey fue: “…la resultante de una deliberación mayoritaria…No la decisión unilateral del Primer Generalísimo…”19 
Asimismo debo indicar que Jacinto Gimbernard Pellerano, mejor violinista que historiador, sostiene en su libro Historia de Santo Domingo que: “si Santana hubiese considerado posible la permanencia en Azua, no se habría auto-despojado del triunfo que significaba retenerla…esta retirada muestra a Santana como un hábil estratega, ya que su valor personal está fuera de toda duda.”20
Por su lado el historiador Sócrates Nolasco, en su ensayo titulado Retazos de la “Batalla del 19 de marzo”, publicado el 11 de diciembre de 1967, al restarle méritos a esa acción de guerra, y considerar que en Azua no hubo batalla campal, atribuye a los santanistas aventar sus repercusiones para glorificar al caudillo seibano. Va más lejos al considerar que la tan mentada escapada a Sabana Buey debió ser consultada con Buenaventura Báez, Remigio del Castillo, Francisco Soñé, Joaquín Puello y otros.
Es el mismo Nolasco quien admite que sus primeros juicios desfavorables sobre ese episodio de la historia nacional, divulgados en el año 1940, provocaron una reacción de los azuanos que él califica: “algo así como un menjurje de apazote, palo de cerro, aceite de higuereta y serrín de guao.”21
En resumen, considero que la Batalla del 19 de Marzo de 1844 fue un hecho de trascendental importancia en la historia dominicana; que el principal héroe de ese punto luminoso de las armas nacionales fue Antonio Duvergé y que la retirada, más bien una fuga, de Pedro Santana hacia Sabana Buey y Baní no tuvo motivos de interés de táctica militar, tal y como se encargaron de demostrar los hechos posteriores.

Bibliografía:
1-Junta Central Gubernativa. Proclama pública, 21 de marzo de 1844.
2-Periódico El Nacional, Azua, No.59, 8 de marzo de 1884.
3-Comunicación del 25 de marzo de 1844 del cónsul Saint Denys al ministro Guizot.Bloque de correspondencias del cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846.
4-Historia de Haití. Editorial Forgotten Books, 2018.Volumen III.P135.Thomas Madiou.
5-La República Dominicana.Directorio y Guía.SDB.Edición facsimilar.Editora Búho,2003. Segunda parte.P202. Enrique Deschamps.
6-Personajes Dominicanos.Tomo I.Editora Alfa y Omega,2013.P184.Roberto Cassá.
7-Campaña del Este en 1844.Imprenta Jr. Courtois, 1862. Dorvelas Dorval.
8-Los Puellos.Editora Taller,1974.P42.Víctor Garrido.
9-La traición de Santana. Ensayo divulgado en el 1862.Manuel María Gautier.
10-Narraciones Dominicanas. SDB. Editorial Cenapec,1998.Séptima edición.P299.Manuel de Jesús Troncoso de la Concha.
11-Memorias del capitán de artillería de los ejércitos napoleónicos. Francois Sogne (Francisco Soñé.)
12-Historia Universal. Tomo VIII (Sobre la guerra). Imprenta de Gaspar y Roig, Madrid, 1870.César Cantú.
13-Próceres de la Restauración. Editora del Caribe, 1963.P70. Emilio Rodríguez Demorizi.
14-Proclama Militar. Azua, 21 de marzo de 1844. Charles Hérard.
15-Manual de historia de Haití.Editora de Santo Domingo, 1979. Jean Chrisostonie Dorsainvel.
16-Guerra domínico-haitiana. Imprenta Dominicana,1957.P74.Nota 11.Emilio Rodríguez Demorizi.
17-Vetilio Alfau en Clío.Escritos II.Editora Corripio,1994.Pp57 y 58.
18-Batallas de Marzo 1844.Publicaciones América, 1980.P49. Joaquín Priego.
19-Una batalla calumniada.Listín Diario, 21 de marzo de 1974. Francisco Elpidio Beras.
20-Historia de Santo Domingo.Editora Cultural Dominicana, 1974.Quinta edición.Pp229 y 230.Jacinto Gimbernard Pellerano.
21-Obras Completas.Editora Corripio, 1994.Pp203-208.Sócrates Nolasco.


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