BATALLA
DEL 30 DE MARZO DE 1844, EN SANTIAGO
(28-Marzo-2020)
POR
TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La
ciudad de Santiago de los Caballeros, en el corazón de la región del Cibao, fue
el escenario donde se desarrolló uno de los combates decisivos para consolidar
la Independencia Nacional. Se cumplen en estos días 176 años de aquel
importante suceso histórico.
Gran
batalla llamó Federico Henríquez y
Carvajal a la sostenida en Santiago el 30 de Marzo de 1844. Tenía razón ese
gran sabio dominicano al darle esa elevada calificación.
Allí,
ese día, estaba planeando en todo su esplendor, como un ave de esperanza, el
espíritu trinitario. Era el estímulo complementario del coraje y decisión de
los combatientes dominicanos.
Ese
acontecimiento de nuestras glorias patrióticas fortaleció la voluntad permanente
de la mayoría de los dominicanos de no aceptar jamás que fuerzas extranjeras
pisoteen su tierra y cercenen su libertad; aunque algunos renegados de la
dominicanidad lo hayan catalogado con desdén, infravalorándolo como un cuadro
de la mitología criolla.
Apenas
había transcurrido un mes del nacimiento de la República Dominicana cuando miles de soldados invasores haitianos (10
mil o más) encabezados por el terrible general Jean-Louis Pierrot se lanzaron
contra la ciudad de Santiago de los Caballeros, entonces y ahora el centro
poblacional más importante de la zona donde está ubicada.
Los
registros históricos contienen la información de que el sol estaba radiante, en
su cenit, cuando arreciaron los combates, luego de que poco antes aparecieron
por la sabana del lado oeste de Santiago de los Caballeros miles de invasores
que pretendían destruir las defensas dominicanas representadas en los Fuertes
llamados Dios, Patria y Libertad. Su objetivo era tomar la ciudad, aniquilar a
sus habitantes y seguir ruta hacia la capital de la República.
SOBRE
LAS BAJAS EN COMBATES
Sobre
las bajas dominicanas en la Batalla del 30 de marzo de 1844 tal vez nunca
tengamos noticias verídicas. Más que ver como una farsa algunos comentarios,
como los de los historiadores García (padre e hijo) y lo dicho por el propio
héroe de ella José María Imbert, la cifra de los muertos y heridos, que los
hubo, defendiendo la soberanía lograda un mes antes, queda como parte reservada
de la verdad estratégica, tan común en todas las guerras.
Ese
tipo de verdad estratégica se ha asimilado como parte natural de todo
enfrentamiento guerrero.
En
el pasado ella quedó arropada con pólvora, catapulta, munición, plomo, una
panoplia de lanzas, sables, machetes, cuchillos, espadas y artefactos de asta;
y modernamente se cubre con propelente
de cohetes, proyectiles, y todo tipo de
armas tácticas y estratégicas de alta gama.
Es un tema abordado con curiosa fascinación
desde el filósofo y general chino Sun Tzu (que habló de ella hace más de 2,500
años, y que figura en la obra El arte de la guerra, que recoge su pensamiento
militar), pasando por los comentarios vertidos por Tucídides, Heródoto,
Jenofontes, Salustio, Eneas y otros en el pasado.
En
nuestra época una miríada de expertos han emitido juicios retóricos unos y explicativos otros sobre esa visión de
la verdad de guerra. Por solo citar un caso de lo anterior cabe mencionar la
obra denominada Bailen la batalla que cambió el rumbo a Napoleón, publicada en
el 2005 por José Antonio Alcaide Yebra sobre la batalla que tuvieron franceses
y españoles el 19 de julio de 1808 en tierra de Jaén, Andalucía.
A
MODO DE ANTECEDENTES
Para
marzo del año1844 muchos hechos aciagos habían creado entre los moradores de la
ciudad de Santiago de los Caballeros una suerte de pesimismo, sin que ello les
quitara su espíritu de combate y su capacidad de resiliencia, cuando esa última
palabra no existía en los diccionarios pero sí la sustancia de su significado
en la actitud de las personas.
El
primer Santiago de América ha sido marcado por desgracias colectivas desde los
primeros años de su fundación. Una de esas desdichas, que no la primera, pues
antes hubo varias, figura en un informe enviado a Madrid por el capitán general
de Caracas, Manuel de Guevara Vasconcelos, tal y como así consta en los anales de la época colonial.
El
historiador César Herrera Cabral vació el referido informe en su ensayo titulado
Toussaint en Santiago de los Caballeros. De Guevara relata muchos episodios que
se derivaron de esa indeseada presencia en esa ciudad dominicana, incluso se
menciona un enfrentamiento de dicho individuo con el obispo francés Guillermo
Moviell, recién llegado allí por órdenes de Napoleón Bonaparte.
Así
arranca la referida nota informativa, redactada en marzo de 1802, conteniendo uno
de los tantos hechos que han marcado a la población santiaguera: “Llegó en fin el deseado Mesías a
la ciudad de Santiago de los Caballeros. Después de tres días de haber estado
todo el mundo sobre las Armas para esperar al Señor Gobernador Toussaint se
apareció éste el domingo seis de los corrientes a la una de la tarde en medio
del estrépito de la Artillería, y acompañado de más de cien Oficiales, con una
numerosa escolta de sus Dragones…”1
Dejo
ahí el amago del recuento de los antecedentes de Santiago hasta la Batalla del sábado 30 de Marzo de 1844.
Hago
dicha parada porque es tema de otro trabajo analizar la devastación del tipo
tierra arrasada causada en Santiago, y gran parte de los pequeños pueblos y
campos cercanos, el 25 de febrero de 1805, por los diabólicos Jean-Jacques
Dessalines y Henri Christophe. Ese día era lunes de
carnaval, según señala Summer Welles en su obra La Viña de Naboth.
El aludido Cristóbal, un mandinga practicante
del animismo nacido en la volcánica isla
de Saint Kitts (San Cristóbal), en la parte oriental del archipiélago
antillano, había sido ayudante del precitado Toussaint Louverture y luego del
referido Dessalines.
Dessalines
fue el mismo que el 12 de abril de 1805, ya instalado en su cuartel general del
poblado Laville, en la zona de Plaisance, no muy lejos de Cabo Haitiano,
justificó sus desmanes en tierra dominicana diciendo que “ hay una verdad que
no admite duda: donde no hay campos no hay ciudades.”
Como antecedente de los
avatares de la hoy pujante ciudad de Santiago de los Caballeros no se puede
olvidar tampoco la famosa rebelión de los capitanes, ocurrida allí en la
segunda década del siglo XVIII contra el jefe colonial español Fernando
Constanzo Ramírez, caracterizado por ser auspiciador de muchas arbitrariedades
en la zona, incluyendo el fomento para su beneficio del estraperlo, así como
constantes exacciones en perjuicio de comerciales y productores agrícolas de la
zona.
UNA
OPINIÓN SOBRE LA BATALLA DEL 30 DE MARZO DE 1844
Sobre
la batalla librada en la ciudad de Santiago de los Caballeros el 30 de marzo de
1844, en la cual salieron victoriosos los patriotas dominicanos y derrotados
los invasores haitianos, se han escrito ensayos, conferencias, relatos y
capítulos de manuales de historia. Sería prolijo hacer un cotejo detallado de
las diversas versiones vertidas desde entonces hasta ahora.
Escojo
como muestra representativa de las diferentes opiniones sobre el tema la del
historiador Alcides García Lluberes,
quien en un ensayo titulado Dos Grandes Batallas se refiere a la del 30 de
Marzo de 1844 como “el castigo condigno de los insolentes desafueros”,
puntualizando que “después de la Batalla del 30 de marzo los hombres de Haití
quedaron completamente convencidos de que el pueblo dominicano estaba animado
de nuevas e invencibles energías.”2
Dicho
autor también escribió que “…el enemigo experimentó más de mil bajas y los
dominicanos no sufrimos ninguna.” El atribuyó esa disparidad a que los
dominicanos estaban mejor posicionados con los referidos tres Fuertes y con las colinas de la ciudad, mientras los
invasores se movían básicamente en la tierra plana del área.
GENERAL JOSÉ MARÍA
IMBERT
El
general José María Imbert, que se
convertiría en el principal héroe de la histórica batalla de Santiago, llegó
allí el 27 de Marzo de 1844, procedente de
la cercana localidad de Moca, donde vivía desde hacía varios años,
dedicado básicamente a labores de comercio y agricultura, pero también
ejerciendo funciones de aseguramiento militar.
Fue
llamado a Santiago por su reconocido coraje, preparación militar y por sus previas
expresiones a favor de la soberanía dominicana, como cuando proclamó en una plaza mocana el 5 de marzo de
1844 que: “Desde las aguas de Higüey hasta Las Matas de Farfán, y desde la
península de Samaná hasta Dajabón, ha resonado el grito de Dios, Patria y
Libertad…”3
Está
demostrado, en todos los rincones de la tierra, que el azar tiene su lugar en
la historia de los pueblos, así como en los sujetos. El destino, pues, jugó su
papel en el caso del principal héroe de la Batalla del 30 de Marzo de 1844.
He
aquí una prueba de lo anterior. Pedro Eugenio Curiel, combatiente de aquella
acción bélica, en un documento redactado el 30 de septiembre de 1881, luego de
describir pormenores de los días anteriores a ese encuentro armado entre
dominicanos e invasores haitianos, señala que: “…por último se piensa en el
general Imbert, jefe del movimiento de la Villa de Moca, y se resuelve mandar a
buscarle; así fue…llega a Santiago en medio de vítores y aclamaciones. Se le
entrega el mando de aquella plaza que él acepta sin dilación.”4
EL
INFORME OFICIAL DEL GENERAL IMBERT
En un informe oficial, fechado el 5 de
abril de 1844, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, dirigido a la Junta
Central Gubernativa (que era el gobierno de la República), el general José
María Imbert, en su calidad de Jefe del Distrito y las operaciones de Santiago, al describir los
hechos más notables de la Batalla del 30 de marzo de dicho año, haciendo
referencia a la suerte de los invasores, señala que: “Por última vez se
presentó en columnas cerradas, y nuestra artillería dejándola avanzar de
frente, la pieza de la derecha tiró metralla sobre esta masa e hizo al centro
un claro espantoso…”
En
dicho testimonio el general Imbert también señaló que “el combate había
principiado a las doce y siguió hasta las 5 de la tarde.” Añadió que hubo unos 600 soldados haitianos muertos, con
una cifra mayor de heridos y que “el camino que siguen en su retirada no es
sino un vasto cementerio.” Remataba su descripción haciendo partícipe en los
hechos a la Superioridad Celestial al decir que los dominicanos contaron con
“una protección manifiesta de la Divina Providencia.” A ello atribuyó la
siguiente sublimidad idílica: “…sin que nosotros hayamos tenido que sentir la
muerte de un solo hombre, ni tampoco haber tenido un solo herido.”5
Por su lado el jefe de
la artillería santiaguera, José María López, en unas breves notas fechadas el
24 de septiembre de 1881, expresó que el 30 de marzo de 1844 “ha sido el día
que más amenazada ha estado esta población; y al mando del general Imbert
tuvimos la gloria de rechazar a las tropas haitianas, que eran en fuerzas,
cuadruplicadas a las nuestras…”6
MELLA
Y LA BATALLA DEL 30 DE MARZO DE 1844
Matías
Ramón Mella, en su condición de Jefe Militar de Santiago, días antes del
alevoso ataque de los haitianos, fue el organizador inicial de su defensa,
comunicando directrices, impartiendo instrucciones militares y realizando
designaciones en diferentes puntos estratégicos para enfrentar ataques de
sorpresa. Hay pruebas de sobra sobre ello. Además de que hizo ingentes labores
de reclutamiento de combatientes.
En esa última tarea estaba el día de la
batalla. La confrontación bélica lo sorprendió en San José de las Matas, en las
estribaciones de la Cordillera Central, en compañía del general Pedro de Mena y
del capitán José Desiderio Valverde
Pérez. Éste último luego fue general y Presidente de la República, pero torció
el rumbo y se convirtió en anexionista.
Al
cumplirse 47 años de la Independencia Nacional Federico Henríquez y Carvajal
escribió un ensayo biográfico sobre Mella, en el cual sostuvo lo siguiente
sobre la Batalla del 30 de Marzo de 1844: “A no ser por su celosa solicitud de
elementos para la lucha, suyos habrían sido los inmarcesibles laureles del
triunfo que obtuvo para sus sienes otro invicto héroe en la gran batalla del 30
de Marzo.”7
En
su obra Personajes Dominicanos Roberto Cassá resalta el papel de Mella en esa
icónica batalla al señalar que: “…Las previsiones tomadas por Mella y la
competente dirección de Imbert dieron por resultado que el 30 de marzo se
infligiese una derrota aplastante a los haitianos, quienes tuvieron cientos de
muertos, mientras que, al parecer, pocos dominicanos perdieron la vida.”8
LOS ANDULLEROS DE SABANA
IGLESIA
Fernando Valerio López bajó desde Sabana
Iglesia y campos vecinos con unos 150 peones agrícolas, dedicados a la siembra
y cultivo de tabaco. Esos hombres fueron los que atacaron por sorpresa a los
haitianos, entre el Fuerte Libertad y el río Yaque el Norte, fondo de agua que
les sirvió de sepultura a muchos de los invasores.
El
filoso metal de los machetes, bajo el impulso heroico de esos labriegos, brilló
como nunca. Su bizarra acción del 30 de Marzo de 1844 es lo que desde entonces
se ha denominado la Carga de los Andulleros.
Con
frecuencia se soslaya la importancia militar que tuvo esa unidad de combate
compuesta por agricultores que abandonaron la azada para enfrentar al enemigo
invasor. Muchos de ellos luego volvieron al anonimato rural, pero con la luz
del triunfo resplandeciente en sus rostros, como quedan representados en
imágenes permanentes aquellos nimbados de gloria.
Incluso
en el informe oficial del general Imbert, por olvido momentáneo, o por lo que
fuere, no mencionó a ese cuerpo armado integrado por hombres corajudos y manos
encallecidas que descendieron de la sierra para defender la patria, dejando los
surcos donde muchas veces habían hecho brotar una de las más conocidas plantas
solanáceas, así como los ranchos donde elaboraban andullos.
Alejandro
Llenas, un sabio médico, historiador, botánico, antropólogo, geógrafo, etc.,
santiaguero educado en Francia y nacido en Gurabo el mismo año que se libró la
Batalla del 30 de Marzo de 1844, realizó un aporte extraordinario al divulgar
los antecedentes que culminarían con los hechos ocurridos aquel
glorioso día en su lar nativo. Indica, como otros también, que el primer ataque
fue repelido por Fernando Valerio y sus andulleros entre el Fuerte de la
Libertad y el río Yaque del Norte.
Para
ello entrevistó décadas después de aquella fecha gloriosa a varios
sobrevivientes de esa epopeya que sembró para siempre en la historia dominicana
el nombre de la ciudad de Santiago de los Caballeros.9
Arturo
Logroño, con su estilo barroco, se refirió a Fernando Valerio en una nota
publicada el 1928: “…Enardecido por bélica embriaguez, decidió quizás con su carga,
famosa en nuestros fastos militares, al frente de los andulleros de Sabana
Iglesia, la brega marcial del 30 de Marzo de 1844.”10
El munícipe y costumbrista
santiaguero Arturo Bueno, en el tomo I de su libro Santiago Quien te vio y
Quien te ve, hace inquietantes preguntas sobre la referida omisión que de los
andulleros y Valerio hizo el general Imbert, y concluye indicando que: “el
general Valerio no fue una figura central en todo el curso de los
acontecimientos de ese día; pero sí lo fue en el momento decisivo como
iniciador de “la carga al machete…”11
ALGUNOS
DE LOS HÉROES
En
la efervescencia bélica del 30 de Marzo de 1844 fueron muchos los que en
Santiago se vistieron de gloria. Mencionarlos a todos es difícil, especialmente
porque como siempre ocurre, con la intensidad de una constante, la mezquindad humana
oculta nombres.
En
la historia universal, pero particularmente entre nosotros, los conflictos de
egos, los pujos de principalías y las desavenencias inter grupales han
provocado muchos hiatos; algunos de esos agujeros se han ido corrigiendo pero
otros han perdurado hasta el presente.
Sin embargo, eso no impide que señale aquí los nombres de varios de los héroes
de aquel hecho de raigambre patriótica.
El
Jefe Superior del Ejército Dominicano en aquella jornada épica, como se indica
más arriba, fue el General José María Imbert, el cual tenía como lugarteniente
al aguerrido coronel Pedro Pelletier, quien a su vez poseía de ayudante a Achilles
Michel. Los tres nacieron en Francia, pero se entregaron con desbordante pasión
y gran responsabilidad a la causa dominicana en los albores de su
Independencia.
El jefe de la
artillería y encargado del Fuerte Dios era el coronel José María López. Fernando Valerio López dirigió a los
andulleros de Sabana Iglesia, una fuerza cívica que hizo proezas. El célebre
Batallón La Flor, integrado por valientes jóvenes santiagueros, lo encabezaba
el comandante Angel Reyes.
También están en la conocida,
pero limitada lista de héroes de aquella jornada gloriosa, con diferentes
rangos y desempeños, los hermanos Juan Luis y Ramón Franco Bidó, Lorenzo
Mieses, Juana Saltitopa, José María Gómez, Toribio Ramírez, Francisco Antonio
Salcedo, Marcos Trinidad, José Silva, Manuel María Frómeta y los comandantes
identificados como Dr. Bergés, Hungría, Bidó y Tolentino.
TIÑAÑO,
EL MÚSICO HÉROE
Un
personaje prácticamente ignorado, pero que tuvo una importante misión en el
fragor de los combates, fue el músico popular conocido sólo por su apodo de
Tiñaño.
Relatos
recolectados por memoriosos de aquellos tiempos describieron que los redobles
de su instrumento de percusión fueron la perdición de soldados haitianos que se
acercaron al mencionado Fuerte Dios,
atraídos por el sonido marcial que ejecutaba Tiñaño.
Eso hace recordar la
antigua leyenda alemana recogida por los hermanos Grimm sobre el flautista de Hamelín, aquel
que sacó de la ciudad de ese nombre las ratas que tenían en zozobra a sus
habitantes hasta que se ahogaron en el río Weser. Y ahí dejo la comparación.
UNA
RESEÑA DESDE HAITÍ
Las glosas históricas del
intelectual Jean Price-Mars, sobre la
Batalla del 30 de Marzo de 1844, son a mayor gloria de los héroes dominicanos
de ese día.
Así se expresó
el indicado médico e historiador
haitiano: “El 30 de marzo, a la una de la tarde, las tropas haitianas se
lanzaron al asalto. Duró la lucha más de cuatro horas sin que cayera la
ciudad…Las pérdidas totales de su ejército, antes que pudiera atravesar el
Massacre y llegar al Cabo Haitiano, son estimadas, entre muertos y heridos,
alrededor de setecientos hombres.” Sobre Pierrot y las negociaciones de su huida del
territorio dominicano se hizo esta interrogante: “¿Era sincero Pierrot en sus
negociaciones o quería salir simplemente de un mal paso?”12
Bibliografía:
1-Divulgaciones
Históricas. Editora Taller, 1989.Pp71-75.César Herrera Cabral.
2-Dos
grandes batallas. Periódico El Diario de Santiago, 30 de marzo de 1926.Alcides
García Lluberes.
3-Proclama
Pública, 5 de marzo de 1844, Moca. Corregidor José María Imbert.
4-Carta
dirigida a Segundo Imbert. Puerto Plata, 30 de septiembre de 1881. Pedro
Eugenio Curiel.
5-Parte
Oficial a la Junta Central Gubernativa. Santiago, 5 de abril de 1844. José María
Imbert. Vaciado en el volumen 3, pp 35 y 36, Obras Completas de José Gabriel García.AGN.
Impresora Amigo del Hogar, 2016.
6-Guerra
Domínico-Haitiana. Impresora Dominicana, 1957. P88. Emilio Rodríguez Demorizi.
7-Apoteosis
del héroe. Discurso pronunciado el 27 de febrero de 1891.Reproducido en la
revista Clío No.8, 1934. Fascículo II.P38. Federico Henríquez y Carvajal.
8-Personajes
Dominicanos. Tomo I. Editora Alfa y Omega, 2003. P235. Roberto Cassá.
9-Combate
del 30 de marzo de 1844. Periódico El Orden, Santiago, 28 de marzo de 1875.
Alejandro Llenas.
10-
Papeles de Arturo Logroño. SDB. Impresora Amigo del Hogar, 2004.P111.
11-
Santiago Quien te vio y Quien te ve. Tomo I.Pp113 y 114.SDB.Editora Búho, 2006.Arturo
Bueno.
12-La
República de Haití y la República Dominicana. SDB. Editora Taller, edición
facsimilar, 2000.Pp335 y 336.Jean Price-Mars.
(Publicado
el 28-Marzo-2020).
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