SÁNCHEZ NACIÓ UN 9 DE MARZO, HACE 203 AÑOS (Y 2)
(14-Marzo-2020)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Francisco del Rosario Sánchez logró el más alto
pedestal en la línea de los que defienden el derecho a la libertad de los
pueblos donde han nacido.
Ni el miedo ni la traición ni un interés de tipo
personal fueron parte de su alforja de luchador patriótico que siempre se batió
en escenarios de gran hostilidad.
Por su involucramiento temporal en las luchas
políticas internas, luego de retornar de su primer exilio, su figura ha sido
objeto de controversias entre unos pocos historiadores.
En la entrega anterior expresé que esa etapa de
inclinación por uno de los líderes que se disputaban el pugilato político en la
naciente era republicana dominicana fue algo coyuntural en Sánchez, y por motivos bien explicados.
Los combates librados por los baecistas (con él
formando parte de la oficialidad de mando) contra los santanistas en los
lugares conocidos como La Estrella y Mojarra, en el extrarradio de Santo
Domingo, han sido de los reproches esgrimidos por algunos interesados en
restarle méritos patrióticos.
La verdad monda y lironda es que esos hechos no
menguan su grandeza patriótica, desde el prisma del conjunto de sus excelentes aportes
a la causa dominicana.
Era lógico que Sánchez tuviera muchos momentos
tormentosos en su protagónico papel de luchador por la libertad de su pueblo,
que es el nuestro.
Algunos que han pretendido resaltar ambigüedades
coyunturales en él jamás han podido mellar su recuerdo de fervoroso defensor de
la patria. Eso se comprueba al analizar la totalidad su existencia dedicada básicamente
a obtener y defender la soberanía dominicana.
Me uno a la opinión bien fundada del historiador
Roberto Cassá, quien en su obra Personajes Dominicanos cataloga a Sánchez como
una “figura heroica por excelencia de los anales de la patria…adalid de las
luchas nacionales en el siglo XIX…en todo momento mantuvo un porte de grandeza
que le otorgaba la condición de patriota integral.”1
Los conocimientos adquiridos por Sánchez en las aulas
del nivel primario, con profesores de planilla ordinaria, fueron aumentados con
las clases de filosofía, historia universal, moral, etc. que recibió de los
sacerdotes Gaspar Hernández y Antonio Gutiérrez.
A lo anterior le agrego una versión creíble del
historiador José Gabriel García, el cual dejó escrito que parte de la formación
educativa de Sánchez fue obtenida “con la lectura de buenos libros y el roce
con los pocos hombres de letras que habían quedado en el país.”2
La carrera política, militar y patriótica de Sánchez,
hasta que cayó fusilado con 44 años de edad, defendiendo la libertad
dominicana, encaja en eso que en la Antigua Roma llamaban el cursus honorum.
Una breve incursión de exploración en sus actividades públicas así lo
demuestra. Su dignidad y su sentido del decoro personal eran incuestionables.
Por eso me inclino a resaltar lo dicho por Miguel
Angel Garrido sobre la egregia figura de Francisco del Rosario Sánchez, al
resumir así su heroicidad independentista y también restauradora:
“Tu nombre es una luz inextinguible que reverbera en
la atalaya del patriotismo, señalando dos etapas inmortales de tu vida. En la
una se contiene tu Thabor: la noche milagrosa de Febrero. En la otra está escrito
tu Gólgota: El cadalso de San Juan!”3
La trascendencia del liderazgo de Sánchez se fue
perfilando antes de proclamarse la Independencia Nacional, luego de la salida
forzada del país de Juan Pablo Duarte, quien fue sin ninguna duda el fundador y
guía supremo de La Trinitaria, cuna de la liberación del pueblo dominicano.
Es de rigor expresar que forma parte destacada en la
iconografía de Sánchez el hecho de que él tuvo que ocultarse a partir del 12 de
octubre de 1843, con la llegada a Santo Domingo del presidente haitiano Charles
Hérard, quien lo consideraba una pieza clave para desvertebrar el movimiento
que buscaba la independencia dominicana.
El gran patriota José María Serra, en sus Apuntes para
la Historia de los Trinitarios, asentó al respecto lo siguiente:
“La ocultación excitaba la inquietud de sus
perseguidores; y el temor de que se tramara una conspiración, multiplicaba el
empeño de descubrir su escondite. Así fue que lo que Sánchez no hizo por sí
mismo, hacíanlo por él sus mismos adversarios, que fue anticiparle celebridad y
ganarle prestigio. Para disminuir el afán con que se solicitaba su captura,
hicimos correr la falsa noticia de su muerte…”4
Francisco del Rosario Sánchez siempre fue resuelto en
su designio de obtener la libertad del pueblo dominicano. A finales del año
1843 estaba refugiado en la casa de doña Francisca López (gran dama con méritos
propios en la causa independentista) y al producirse allí una situación de
tensión la abrazó y le dijo: “De hoy en adelante podré continuar en mi labor
revolucionaria, hasta conseguir el triunfo o morir en la demanda.”5
Es importante indicar que esa proclamada determinación
de Sánchez se produjo en el hogar materno del trinitario Juan Tomás Eleuterio
de la Concha López, el novio de Rosa Duarte, y de quien Juan Pablo Duarte
utilizó la poesía para definirlo como la “primera ofrenda de la Patria.”Dicho
así porque ese ilustre joven fue el primero en derramar su sangre, luego del
Trabucazo de Mella, en la noche ya cerrada del 27 de Febrero de 1844.
Hay consenso en reconocer que fue Sánchez quien al
grito de Dios, Patria y Libertad proclamó la existencia política de la
República Dominicana, a la mitad de la
más gloriosa noche febrerina.
Para cristalizar esa gesta obtuvo el apoyo moral de un
grupo de valientes patriotas, entre ellos el teniente Martín Girón, cuya
decisión fue muy importante en ese momento, por el control que tenía en el
Baluarte del Conde ( antes de San Genaro) de los elementos armados que
representaban a los ocupantes haitianos.
Desde entonces la Puerta del Conde es un lugar
geográficamente histórico y sagrado para los dominicanos, una auténtica
topocetea, como se dice en la ciencia de Alejandro de Humboldt.
Tan sagrado es ese lugar que la Ley No.237, promulgada
en la Gaceta Oficial No.5895, del primero de abril del 1943, establece en su
artículo 1 lo siguiente: “El Baluarte del Conde, Altar de la Patria, se
consagra como tumba definitiva de los Padres de la Patria.”
El artículo 2 del referido texto legal dice así: “El
día 27 de febrero del año 1944, fecha en que se cumple el primer Centenario de
la Independencia Nacional, serán trasladados los restos de los Padres de la
Patria de la capilla donde reposan, en la Basílica Metropolitana de Santa
María, al Altar de la Patria.”6
Franklin J.
Franco, en su obra Historia del Pueblo Dominicano, relata un momento clave de
esa noche-madrugada, al reseñar que: “Y a las cuatro de la mañana del 28, tres
cañonazos producidos en la Puerta del Conde despertaron a los habitantes de la
ciudad mientras se enarbola la bandera dominicana….al toque marcial de una
diana acompañada del grito a coro de los allí reunidos dando vivas a la
República Dominicana.”7
Está demostrado por los hechos, que son en sí mismos
el crisol de la verdad, que Sánchez fue a lo largo de su vida víctima de rivalidades
nacidas de la envidia que personas opacadas y de baja estofa moral tenían de su
garbo marcial, de su espíritu de combate y de su renunciación a toda comodidad
material de tipo personal, si ello menguaba su compromiso con la Patria.
Muchos de los falsos juicios lanzados contra él se han
mantenido con el paso del tiempo y por eso algunas personas de generaciones
posteriores han continuado esparciéndolos al voleo, como semillas malas sobre
terreno abierto.
A pesar de las calumnias y los maltratos de que era
objeto, Sánchez no fue vengativo. Prueba al canto: Siendo comandante de armas
de la ciudad de Santo Domingo, en el 1856, Pedro Santana estaba preso bajo su
jurisdicción y lo trató con dignidad, a pesar de todas las bellaquerías que
éste le había hecho. Cinco años después sería ese preso bien tratado el que
instigaría su fusilamiento en San Juan de la Maguana.
Gran parte de las comunicaciones tendenciosas que de
mayo a diciembre de 1844 le dirigió al Ministro de Asuntos Extranjeros de su
país, Monsieur Guizot, el astuto y entrometido cónsul de Francia en la
República Dominicana, Eustache de Juchereau Saint-Denys, giraban en torno a
desacreditar la labor de los trinitarios, especialmente de Duarte y de Sánchez,
y al mismo tiempo crear virtudes inexistentes en Santana y demás dirigentes del
grupo de los conservadores, quienes eran casi todos afrancesados.
Víctor Garrido, en su obra Espigas Históricas, reproduce
muchas de esas comunicaciones. De manera expresa menciono a ese autor porque
precisamente mantuvo siempre una actitud ácida hacia Sánchez.
En una carta fechada el 29 de enero de 1970, dirigida
a Carlos Sánchez y Sánchez, nieto del prócer, el referido cronista dice que
Duarte se equivocó con él y lanza miasma contra Francisco del Rosario Sánchez
al escribir injustamente que: “había desertado de las ideas trinitarias y
liberales...”8
El indicado antisanchista nunca llegó a comprender en
su conjunto el papel estelar que realizó Francisco del Rosario Sánchez en
momentos muy difíciles para el país. Para tratar de quitar méritos a la labor
patriótica de ese prohombre dominicano el aludido mezcló muchas cosas
adulteradas con el veneno de la mendacidad. En sus notas se capta un alto nivel
de contaminación, en una fallida labor de zapa del estilo conocida como
cubierta.
Con frecuencia en sus escritos ocultaba hechos
relevantes en los cuales Sánchez fue decisivo, otras veces mediatizaba sus
acciones proceras y cuando se sentía compelido a señalarle alguna virtud lo
hacía a la chita callando, como si sintiera al hacerlo alguna comezón.9
SÁNCHEZ, EL ABOGADO
Los relatos sobre las intervenciones de Sánchez en los
tribunales revelan que tenía una extraordinaria facilidad para expresar su
pensamiento, con una gran capacidad expositiva al descifrar los epifonemas
jurídicos; cuando todavía el filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim ni
había nacido, ni mucho menos había escrito sus consejos sobre las reglas del
derecho vinculadas con los hechos sociales en sentido general.10
En la tribuna judicial Sánchez demostraba grandes
conocimientos en varias ramas del saber, adquiridos de manera principal en los
cursos impartidos por el sacerdote peruano Gaspar Hernández, en el Convento de
los Dominicos, en la ciudad de Santo Domingo.
Sus saberes estaban por encima de la mayoría de sus
coetáneos. En la farsa del juicio que se le hizo en el 1859 (que culminó con su
tercer y último destierro del país) declaró con gran arrojo y mayor audacia:
“seré yo el abogado de mi causa.”
Pero de nada valieron en esa ocasión los sólidos
argumentos legales, políticos, sociales e históricos del patricio Sánchez.
En esa entelequia de tribunal imperaban los hueros e
insustanciales alegatos de sus persecutores, quienes estaban revestidos de una
suerte de intriga jurídica y con una elevada cota de ruina moral, pues el
concepto de justicia nunca formó parte del código de actuación del influyente
grupo de conservadores que adversaban a los que procedían de las filas
trinitarias y no se habían prosternado a ellos.
Para dicha fecha ya los que fraguaban la Anexión a
España habían decidido que Sánchez era uno de los mayores peligros para consumar
sus designios prodictorios contra la soberanía nacional. Consideraban que era
necesario expulsarlo del país.
Tal vez algunos de sus enemigos lo que deseaban para
Sánchez era su muerte, que no se llevó a cabo probablemente por temor a las
consecuencias que en ese momento ella derivaría en la sociedad dominicana.
En dicha oportunidad, agosto de 1859, como quedó
demostrado, los conservadores utilizaron contra Sánchez las consabidas añagazas
judiciales, de esas que pueblan las jurisprudencias de los adocenados
tribunales del país.
Invirtiendo coyunturalmente la realidad, el bando
traidor a la Patria prefabricó en esa
ocasión un juicio contra Sánchez encajonado en eso que los antiguos códigos
españoles e italianos agrupaban en el llamado “omicidio con agguato.” Ha
trascendido por el hilo de la historia que la alevosía con que actuaron los integrantes
del supuesto cuerpo judicial y sus patrocinadores flotaba en el ambiente. Se
sentían hegemónicos, y como tales dueños de vidas y haciendas.
SÁNCHEZ, EL RESTAURADOR
Cuando Sánchez vino a enfrentar a los anexionistas en
el 1861 lo hizo menoscabando todos los peligros físicos y las traiciones que
sabía encontraría. Pero ni dicterios ni apotegmas ni deformaciones de la verdad,
ni la pintura de brocha gorda que sabía que se emplearían en su contra
arredraron a un hombre como él, preparado para recibir los dardos burdos y
ridículos de sus enemigos, que también lo eran de la Patria.
En su proclama redactada en la isla caribeña de Saint
Thomas, el 20 de enero de 1861, cuando todas las señales indicaban que Santana
y los intereses que representaba, habían fraguado el crimen “de la muerte de la
Patria”, Sánchez escribió lo siguiente: “He pisado el territorio de la
República, entrando por Haití, porque no podía entrar por otra parte…Mas, si la
maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a
cualquier cargo, diciendo en alta voz, aunque sin jactancia, que Yo soy la
bandera nacional.”
Fue en ese mismo manifiesto (muy poco difundido entre
los dominicanos, cuando debiera ser una especie de devocionario) en el cual Sánchez
expresó: “Dominicanos! a las armas! Ya llegó el día de salvar, para siempre, la
libertad.”11
Muchos, con no poca malicia, han propalado por más de
150 años la malsana idea de que Sánchez tenía un convenio secreto, con fines
desconocidos, con el presidente de Haití Fabre Nicolás Geffrard, quien había
tomado el poder mediante un levantamiento armado el 22 de diciembre de 1858 no
solo contra Soulouque, sino, además, contra el sistema de gobierno imperial,
para lo cual se anuló la constitución haitiana de 1848, tal y como lo indican
todos los historiadores haitianos que han analizado ese acontecimiento.
Es pertinente decir que aquello que pretendían
Geffrard y sus partidarios de provocar un vuelco en las estructuras políticas y
legales del aparato estatal haitiano no funcionó, como lo describe Louis-Joseph
Janvier en su obra Las Constituciones Haitianas. Pero no es el caso analizar
eso aquí.
Lo que sí es importante indicar es que el apoyo del
presidente Geffrard no era intrínsecamente en defensa de los dominicanos, sino
que estaba persuadido de que Haití corría peligro con un imperio dominando del
otro lado de la frontera. Incluso en su proclama del 6 de abril de 1861 no se
refiere de entrada a la República Dominicana, sino al “territorio del este de
Haití” y a nuestra nación anexada a España le decía “dicha provincia”
En la parte central de la indicada protesta Geffrard
escribió: “Es incontestable el derecho de Haití para impedir que ninguna
potencia extranjera se establezca en la parte oriental de la isla.” También
dijo que la isla formaba un solo Estado.
E incluso habló de un “estado homogéneo” entre dominicanos y haitianos.12
Doce días después Geffrard fue más contundente
pidiendo el levantamiento del pueblo haitiano, pero no para defender a los
dominicanos, sino alegando que su patria “está en peligro, nuestra nacionalidad
amenazada, nuestra libertad, comprometida.”13
La patriótica acción de Sánchez y sus aliados
restauradores motivó que la Corona Española, por conducto del Capitán General
de Cuba, ordenara el 12 de junio de 1861 al almirante Rubalcava que se
dirigiera a “Santo Domingo con algunas de nuestras unidades navales y, junto
con las que se hallan allí, destacará las que le resulten necesarias para emprender
operaciones hostiles contra Puerto Príncipe y otros puntos vulnerables de la
costa de Haití.”
En resumen, la orden de los colonialistas españoles
era presionar a Geffrard y reclamar pago por supuestos daños de guerra. El 6 de
julio de 1861, con una imponente armada frente a la bahía de Puerto Príncipe,
el almirante Rubalcava cifró la susodicha indemnización en “200,000 piastras
fuertes en el plazo de cuarenta y ocho horas.”14
La historia registra que Geffrard fue invadido por el
pánico. En la práctica se transformó en un colaborador de los anexionistas.
Cambió su tímido apoyo inicial a los restauradores por una tenaz persecución
contra los patriotas dominicanos, cuyos dirigentes principales (Sánchez,
Cabral, Pina, Ramírez Báez y Manuel María Gautier) habían desembarcado por
Jacmel, en la costa sureña de Haití.
La verdad es que la frase de Sánchez, citada más
arriba, tenía como razón principal hacer trizas las perversidades que él sabía
se iban a generar por su llegada al territorio dominicano entrando por Haití.
Los malvados que auspiciaron la entrega a España de la
patria recién nacida, si hubieran sido colocados en un psicógrafo, iban arrojar
que todos eran portadores de una especie de locura frenológica capaz de las
peores bajezas del barro humano. Los antecedentes de esos individuos, y sus
nefandos hechos a partir del 1861, no conducían a pensar de ellos otra cosa.
En su breve
etapa de restaurador el patricio Sánchez intuyó desde el principio que la
maledicencia forma parte del comportamiento de muchos de los que se mueven en
las cañerías del poder, y que su decisión de utilizar el territorio haitiano
para luchar contra la Anexión iba a ser tergiversada, como en efecto fue.
Por eso era mil veces válida la citada aclaración que
hizo Sánchez, incluso antes de pisar el suelo haitiano. Era una muestra más de
que su pensamiento, desde que era un niño, estaba taladrado por el gusanillo de
la inteligencia. Amén de que en la brega política adquirió eso que Nicolás
Maquiavelo, y luego otros pensadores, llamaban el olfato político.
En sus notas autobiográficas el General Gregorio Luperón,
al comentar la acción pro restauradora de Sánchez, puso en el lado opuesto el
comportamiento de otros, señalando que: “El General Santana y el General O’Donnell,
ignoraban que se podía sorprender y engañar los pueblos, fusilar a sus leales
defensores, pero jamás engañar la historia, ni el derecho, alma de las
naciones, y ambos debían cosechar los venenosos frutos de su odiosa
acción…Santana murió delirando. Algunos dicen que fue envenado y otros que
murió de soberbia…¿dónde podía refugiarse el General Santana? En las montañas
de la patria? Ahí se levantaban los espectros del Comandante Contreras y sus
compañeros, del General Sánchez y las veinte y una víctimas que cayeron con
él.”15
La saña empleada contra Sánchez y sus compañeros también
sacrificados (Manuel Baldemora, Juan Erazo, Gabino Simonó, Rudesindo de León,
Benigno del Castillo, Félix Mota, Domingo Piñeyro, Francisco Martínez, Epifanio
Jiménez, Julián Morris, José de Jesús Paredes, Juan de la Cruz, José Antonio
Figueroa, José Corporán, Juan Gregorio Rincón, Pedro Zorrilla, Romualdo
Montero, León García, Segundo Alcántara, Luciano Solís, Segundo Mártir y Juan
Dragón) en el cadalso sanjuanero, por órdenes de los jefes anexionistas,
españoles y traidores dominicanos, fue una patética demostración de la validez
conceptual de la archiconocida expresión de que la verdad engendra el odio. Los
latinos lo decían con igual contundencia: “veritas odium parit”.
JUICIO EN SAN JUAN DE LA MAGUANA
El patíbulo de San Juan de la Maguana le sirvió a Sánchez
para demostrar, otra vez, su reciedumbre ante las adversidades, su
extraordinario carácter para afrontar los abusos y su gran calidad humana.
Utilizó el falso proceso judicial allí levantado, que
fue la tribuna final de su vida, para explayarse en consideraciones no sólo
legales, sino principalmente para dejar a la posteridad una lección de gran
sabiduría política y de compromiso patriótico.
En efecto, entre otras muchas cosas, el bizarro mulato
que era Sánchez dijo en defensa propia y de sus compañeros restauradores que
con él eran juzgados en el juicio amañado (cuya decisión estaba dictada por
anticipado) del 3 de julio de 1861: “Yo vengo al país con el propósito firme de
preguntar a quien deba si ha consultado el querer de los dominicanos para
anexar la Patria a una nación extraña. ¿Con qué leyes se me habrá de juzgar?”
En una clara demostración de su grandeza humana y de
su responsabilidad de líder, Sánchez, que entonces tenía 44 años de edad,
utilizó el escenario sanjuanero donde se celebró la mencionada causa apañada
para dejar claro la condición de múridos de sus juzgadores y de los que tras
las bambalinas dirigían aquel grotesco hecho, al expresar lo siguiente:
“Veo que el señor fiscal pide para estos hombres lo
mismo que para mí, la pena capital. Si hay un culpable, el único soy yo. Estos
hombres vinieron porque yo los conquisté.”
Y dijo más en la ocasión el brillante patriota
Francisco del Rosario Sánchez: “Si ha de haber una víctima, que sea yo solo…Yo
fui quien les dije que debían cumplir con el deber de defender la independencia
dominicana, para que no fuera robada. De modo, pues, que si hay una sentencia
de muerte que sea contra mí solo.”16
Un recuento de lo que ocurrió luego de los asesinatos,
disfrazados de acción judicial, de Sánchez y un elevado número de otros
patriotas dominicanos revela que esa imperdonable bastardía santanista se
convirtió, en no mucho tiempo, en uno de los factores que mermaron la
principalía del general Pedro Santana ante los jefes españoles que dejaron de
verlo como el Sanctasanctórum de la Anexión y comenzaron a menospreciarlo al
extremo que se sintió vejado, tal y como él mismo lo expresó en diferentes
comunicaciones que forman parte del amasijo de papeles de la facción de los
anexionistas.
En cambio el
martirio de Sánchez, primero con la traición de que fue víctima en El Cercado,
y luego con su muerte atroz en San Juan de la Maguana, fue uno de los factores
que contribuyeron a mantener su memoria desde el 1861, y por siempre, en una
elevadísima estimación entre la inmensa mayoría del pueblo dominicano.
Bibliografía:
1-Personajes Dominicanos.Tomo I.Editora Alfa y Omega,
2013.Pp 201 y 202.Roberto Cassá.
2-Rasgos biográficos de dominicanos célebres.Editora
del Caribe, 1974.P251.AGN.Volumen XXIV. José Gabriel García.
3-Clío, fascículo II.No.8.marzo y abril 1934.P43.ADH.
Miguel Angel Garrido.
4-Apuntes para la historia de Los Trinitarios. José
María Serra.
5-Declaración del testigo presencial Joaquín Montolío.
Reproducido en el Listín Diario el 3 de marzo de 1932. Ramón Lugo Lovatón.
6-Ley No.237. Gaceta Oficial No.5895, publicada el primero de abril del 1943.
7-Historia del pueblo dominicano.Sexta edición.Editora
Mediabyte, 2008.P200.Franklin J. Franco.
8-Carta del 29 de enero de 1970, dirigida a Carlos
Sánchez y Sánchez. Víctor Garrido.
9-Espigas Históricas.ADH.Volumen XXXI. Impresora Arte
y Cine, 1972.Víctor Garrido.
10- La división del trabajo social. Libro I, capítulo
I.Pp 28 y siguientes. Émile Durkheim.
11-Manifiesto de Sánchez al pueblo dominicano. Saint Thomas,
20 de enero de 1861.
12-Alocución del 6 de abril de 1861.Puerto Príncipe.
Haití. Fabre Nicolás Geffrard.
13-Proclama al Pueblo y al Ejército. 18 de abril de
1861. Puerto Príncipe. Fabre Nicolás Geffrard.
14-La República de Haití y la República Dominicana.
Segunda edición. Editora Taller, 2000.P652.Jean Price-Mars.
15-Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos.Tomo I.
Pp54, 243 y 245. Editora de Santo Domingo,1974. Gregorio Luperón.
16-Defensa de Sánchez, en la farsa judicial del 3 de
julio de 1861 en San Juan de la Maguana.
(Publicado 14-Marzo-2020).
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