DUARTE EN EL ALMA DOMINICANA (2)
(26-enero-2020)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Este 26 de enero se cumplen
doscientos siete (207) años del nacimiento de Juan Pablo Duarte. Nació ese día
del 1813.
Resaltar algunos aspectos de su vida como patriota, que nunca se
aprovechó de su papel sobresaliente en la sociedad de su época para obtener
ventajas personales, es una manera justiciera de vincularlo con el alma
dominicana, y un recordatorio de la frase histórica del arzobispo Tomás de
Portes e Infante: “salve el padre de la Patria”, cuando lo recibió en la rada
de Santo Domingo, el 15 de marzo de 1844.
Mientras más cosas ocurren en la República Dominicana en contravención
al pensamiento de Duarte, más se confirma aquella frase impactante que repetía
hasta su muerte en el 1975 el eminente médico, filósofo y académico Fabio A.
Mota en el sentido de que Duarte era todavía un desterrado. Algo de eso aún se
percibe en este año 2020.Hay que combatir con perseverancia esa apatía, esa
falta de sintonía con los quereres patrióticos del prócer por antonomasia del
pueblo dominicano.
DUARTE Y EL USO DEL PODER
La dimensión social de las estructuras del poder siempre será un tema de
interés humano, tomando en cuenta las variadas implicaciones que conlleva su
ejercicio. Muchos encumbran más allá de cualquier juicio equilibrado la
potestad de hacer que los demás obedezcan, dejando de lado otros aspectos que
son anexos a toda función de autoridad.
Juan Pablo Duarte estaba persuadido de todo lo que es posible hacerse
desde el poder, tanto en lo positivo
como en lo negativo. Por eso se preocupó de crear para la República que soñaba
fundar un marco teórico que sirviera para mantener un contrapeso entre las funciones
de autoridad y el colectivo humano encarnado en la sociedad.
En su proyecto de Constitución o Carta Magna, redactado antes de
proclamarse la Independencia Nacional, Duarte sostenía que:
“Todo poder dominicano está y
deberá estar limitado por la ley y esta por la justicia, la cual consiste en
dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca.”1
La realidad dominicana, penoso es decirlo, nunca ha sido como quiso
Duarte. Al contrario, los resortes del poder históricamente han sido utilizados
para aprovechamiento individual y de grupos que se encaraman en el lomo de las
instituciones públicas. También se
produce en las ramificaciones de la esfera privada.
DUARTE Y LA PATRIA
La línea de pensamiento y de acción de Duarte, vale decir el centro de
su interés, giraba en torno a la libertad del pueblo dominicano. Al examinar su
hoja de vida se comprueba que desde muy temprana edad ya él se preparaba para
la gigantesca tarea que estaba por venir.
El conocido incidente con el capitán de un barco que lo trasladaba hacia
los Estados Unidos, en su ruta hacia Europa, con tan solo 16 años de edad, es
revelador de lo que se anidaba en la mente de Duarte cuando con gallardía le
dijo que él era dominicano, aunque el pasaporte dijera haitiano.
Pudiendo vivir en medio de comodidades materiales,
aquí o en cualquier otro lugar del mundo, prefirió afrontar todas las
adversidades.
“Es oportuno
decir que Duarte, de familia pudiente,
dio todo lo de ésta, con lo suyo, por la libertad de la patria, sin pensar en
restitución ni en recompensa, recogiendo en cambio ingratitudes.”Así lo describió
el gran jurista e historiador Manuel Ubaldo Gómez.2
Duarte concibió “en hora feliz la
idea separatista que había de transformar un pueblo esclavo en nación libre e
independiente…”, como correctamente escribiera de él José Gabriel García.3
La calidad humana de Duarte, su grandeza, desprendimiento y gran valer
se comprueban porque diferente a muchos de sus contemporáneos no buscaba botín
de guerra y prefirió el sacrificio a contemporizar con aquellos que se sabía
maquinaban contra la patria.
Partiendo de esa realidad incontestable el fundador y
presidente de honor del Instituto Duartiano, Jorge Tena Reyes, en conferencia
pronunciada en el 1976, señaló que “el aspecto sustantivo, la raíz biológica
del ideario de Duarte, va más allá de las causas inmediatas que lo provocaron:
la dominación haitiana.”Explicaba así el
referido historiador la tendencia independentista y liberal del pensamiento y
la acción de Duarte.4
Lo que podemos
llamar con propiedad el paisaje del alma de Duarte estaba poblado de ideas de
bien común, teniendo eso sí como eje central su permanente interés por la
soberanía de su pueblo.
El Padre de la Patria fue víctima permanente de las
malquerencias de aquellos que nunca creyeron en la capacidad del pueblo
dominicano para enfrentar con determinación a los que pretendieron en horas
aciagas destruir su espíritu de libertad.
PERSECUCIONES
CONTRA DUARTE
Duarte fue el progenitor de la Independencia
dominicana. El juramento de los integrantes de la sociedad secreta La
Trinitaria era el baremo en que descansaba su pensamiento enfilado a liberar al
pueblo dominicano del yugo que lo oprimía. Pero cuando los ocupantes del
territorio nacional desataron la feroz persecución contra los trinitarios y sus
adeptos a él le correspondió ser el primogénito de sus tenazas.
Los registros
históricos confirman que en julio de 1843 Duarte era la persona más perseguida
por órdenes de Charles Hérard.
En las numerosas proclamas de Santana, Duarte era uno
de sus objetivos de ataques favoritos.
Leonidas García Lluberes, en su obra Crítica
Histórica, recoge una soflama del llamado chacal de Guabatico, de julio de
1844, en la cual ese controversial personaje consideraba que los ideales
enarbolados por el fundador de la nacionalidad dominicana eran “aspiraciones
criminales”, al tiempo que lo calificaba de anarquista. Se atrevió incluso a
calificar los buenos deseos del fundador de La Trinitaria en favor de la Patria
como un “proyecto elaborado de antemano por el General Duarte y sus partidarios
tendiente a sustituir el pabellón dominicano con la bandera de Colombia.”5
El funesto 3 de marzo de 1845 toda la familia de
Duarte fue deportada del país, por órdenes del entonces presidente de la
República Pedro Santana, en otra inicua acción que justifica, como muchas
otras, que éste personaje esté en el lado tenebroso del pasado dominicano.
Ya antes, el 22
de julio de 1844, los conservadores que controlaban la Junta Central
Gubernativa habían decidido declarar a Duarte como “traidor e infiel a la
Patria.”6
Cuando se inauguró el Congreso Constituyente que
elaboró en San Cristóbal la Carta Magna, la promulgada el 6 de noviembre de
1844, Tomás Bobadilla y Briones, que actuaba a la sazón como empollador del
siniestro pensamiento santanista, lanzó dardos envenenados contra Duarte,
calificándolo de:“joven inexperto, que lejos de haber servido a su país, jamás
ha hecho otra cosa que comprometer su seguridad y libertades.”7
Se sabe que esos maltratos contra Duarte y su familia
no fueron excepciones de sevicia, pues alrededor del mundo hay miles de
ejemplos de acoso contra los que se enfrentan a los que oprimen pueblos. Sería
muy largo mencionar los casos más sonoros.
Pero como Juan Pablo Duarte y su familia fueron
víctimas de abusos, antes y después de la Independencia Nacional, y, además,
eran de origen judío sefardita por la rama paterna, mencionaré un solo ejemplo
parecido, por su doble afinidad: la persecución que hizo el rey de Siria
Antíoco IV contra el pueblo judío, por razones religiosas, y de manera
particular el martirio con horribles torturas incluidas, que sufrieron en la
cárcel una madre y cuatro de sus hijos, tal y como se describe en el Libro
Segundo de Macabeo. La semejanza no es casual, obedece a un patrón universal de
la pesadez con que actúan muchos que a través de los siglos han controlado
niveles de poder.8
DUARTE DE FRENTE CONTRA LA CORRUPCIÓN
Al analizar el Ideario de Duarte se comprueba
que él abominaba de todo lo que fuera perjudicial para la patria y con su
estilo característico denunciaba los robos
y ventajas obtenidos desde los poderes públicos. Habló, por ejemplo, de
“dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”, de conservar las riquezas
colectivas y de sed de justicia.
A más de 140 años de su muerte todavía en la República
Dominicana, por la que tanto Duarte se sacrificó, la corrupción no da señales
de desaparecer, al contrario, las señales son de un crecimiento exponencial de
ese flagelo que afecta al cuerpo social dominicano.
Conectado directamente con lo que Duarte criticaba es
pertinente señalar que el prestigioso periódico The New York Times divulgó en
un reportaje de investigación, el 30 de diciembre del año 2019, hace apenas un
mes, que “la lucha contra la corrupción se ha estancado en América Latina…”9
Sobre los amagos de lucha en América Latina y la zona
del Caribe contra ese mal de muchos pueblos el referido gran diario
estadounidense expresó, con una descarga de pesimismo, que “esa era ha
terminado.”
DUARTE
COMO AGLUTINADOR DE FUERZAS
Duarte sabía que para triunfar, y no fracasar como
Núñez de Cáceres y su independencia efímera, tenía que realizar una profunda,
amplia y delicada labor de aglutinamiento de fuerzas diversas. Así lo hizo,
aunque algunas puertas se le cerraron.
José Joaquín Pérez Saviñón, quien fue presidente del
Instituto Duartiano, expuso sobre lo anterior lo siguiente: “ …no escatimó
esfuerzos, tocó todas las puertas; iglesia católica, masonería, la escuela de
la Atarazana, las cátedras con el Padre
Gaspar Hernández, el ejército secreto de La Trinitaria, La Filantrópica, La
Dramática, la Guardia Nacional y hasta los revolucionarios haitianos de la
Reforma. Toda una labor ciclópea armando
pieza a pieza con trabajo constante, esa República cuya epopeya empezó el 27 de
febrero y que ya sería para siempre.”10
EL RETRATO
DE DUARTE
En el 1880 el Ayuntamiento de
la ciudad de Santo Domingo decidió traer desde Caracas, Venezuela, los restos mortales
de Juan Pablo Duarte y ordenar la confección de un retrato suyo para que su
imagen fuera conocida por los munícipes.
El retrato de Duarte finalmente llegó al puerto de la ciudad de Santo Domingo el 13 de
febrero de 1883. Así lo informó en dicha fecha el custodio de tan valiosa joya
artística, J. Prudencio Diez.11
Lo trajeron desde Venezuela en la goleta Leonor. Así
también se llamaba la que lo condujo desde Curazao, en el 1844.
El embalaje que contenía el icónico retrato de Duarte
fue cubierto por la bandera dominicana. Fue un acto de gratitud tardío, pero
necesario.
Mediante oficio
No.336, de fecha 14 de febrero de 1883, el entonces ministro de Guerra y
Marina, General Alejandro Woss y Gil, le
informó al ministro de Interior y Policía lo siguiente: “ En contestación al oficio
de Ud., fecha de hoy, tengo el honor de participar á Ud. que he dado al
Comandante del puerto instrucciones para que pase personalmente a bordo de la
goleta Leonor, con el objeto de recibir el retrato de D. Juan Pablo Duarte que
deberá entregar en tierra, con la veneración debida, á la memoria del héroe, á
la Comisión de miembros del Ayuntamiento, diputada á ese efecto.”12
RESTOS DE DUARTE
Duarte falleció
en la capital venezolana el 15 de julio de 1876. Firmaron su acta de defunción
los señores Miguel Piña, en calidad de Jefe Civil, y su secretario Andrés
Socarrás.
Se consignó en su registro de difunto que el
fallecimiento se produjo a las 3 de la madrugada del referido día. Fue
enterrado a las 9 de la mañana del día siguiente.
El anuncio oficial en el país de la muerte de Duarte
se publicó en el medio de comunicación gubernamental La Gaceta, en el 1876.
Se hizo mediante un texto del Ministro de Relaciones
Exteriores, Manuel de Jesús Galván, en los siguientes términos: “…Su memoria
tiene derecho absoluto a las lágrimas y a la veneración de todos los
dominicanos.”13
Los venerables huesos del padre de la patria
dominicana fueron exhumados del camposanto Tierra de Jugo y posteriormente
llevados al pasillo central, frente al altar de la iglesia Santa Rosalía, de
Caracas, Venezuela, antes de
trasladarlos al país.
Los huesos de Duarte llegaron a la ciudad de Santo
Domingo el 24 de febrero del año 1884. Entonces gobernaba el país Ulises
Heureaux, en la etapa democrática (1882-1884) de su largo ejercicio
presidencial, pues luego se transformaría en un despiadado dictador.
Bajo la reverencial mirada de miles de dominicanos
Monseñor Fernando Arturo de Meriño dijo en la ocasión, al pronunciar la oración
fúnebre en prez de Duarte: “Padre de la Patria, en el Señor y en ella descansa
en paz.”14
Es pertinente señalar que el 19 de febrero de 1875 el
entonces Presidente de la República Ignacio María González le escribió una
carta a Juan Pablo Duarte en la cual le decía, entre otras cosas, que lo invitaba
a volver a la República “que concibió y creó el patriotismo de Usted...vuelva a
la patria, al seno de las numerosas afecciones que tiene en ella, a prestarle
el contingente de sus importantes conocimientos y el sello honroso de su
presencia.” 15
El Padre de la
Patria pudo haber fallecido aquí si el conjunto de circunstancias que
concurrían en su entorno, a la fecha de la referida invitación para que retornara
al lar nativo, hubieran sido diferentes.
MALDAD HISTÓRICA
El 26 de enero de 1957 el médico, historiador y
ensayista Guido Despradel Batista pronunció su discurso de ingreso como miembro
correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia.
El tema escogido por Despradel Batista para esa
solemne ceremonia fue la figura histórica de Juan Pablo Duarte, del cual
ponderó sus virtudes y sacrificios, haciendo una depurada apología del fundador
de la nación dominicana.
En su brillante pieza oratoria tuvo el valor y la
responsabilidad de no mencionar el nombre del tirano Trujillo, lo que desató la
ira de éste, con el acicate de sus cortesanos que lo estimulaban para que
tomara medidas drásticas contra el orador y la institución que lo acogió.
En su obra Escritos y Apuntes históricos, Vetilio
Alfau Durán señala que como Despradel Batista “no hizo mención, como no debía
hacerlo, del César entonces imperante, se le impuso a la institución su retiro.
Poco después el mismo mandante desalojó de la Academia a todos sus componentes,
los cuales retornaron después de la muerte del tirano.”16
Ese ilustre hombre de ciencias y letras vegano fue
expulsado de la referida Academia Dominicana de la Historia el 29 de enero de
1957, es decir, tres días después de dar a conocer su enjundioso ensayo sobre
Duarte.
Dicha arbitraria expulsión quedó sin efecto 53 años
después, el 21 de julio del año 2010, tal y como consta en el Acta de la
Asamblea Ordinaria de Miembros de la indicada institución. Así fue reintegrado
de manera póstuma como Académico de Número de esa entidad.17
OPINIONES SOBRE DUARTE
El triunfo de la idea principal de Juan Pablo Duarte,
de fundar la República Dominicana, hizo de él desde que comenzó su andadura
patriótica una figura cimera en la historia del país.
Antes de proclamarse la Independencia Nacional
surgieron rivalidades que lo colocaban a él como el centro de los ataques más
virulentos no sólo de los ocupantes haitianos, sino también por grupos
reducidos pero hegemónicos de criollos que intrínsecamente tenían propósitos
ajenos a la libertad del pueblo dominicano, aunque los disimularan con palabras
y escaramuzas variopintas.
Duarte es sin
quizás el dominicano más biografiado, pero al mismo tiempo es uno de los
personajes cuyas opiniones y acciones son constantemente objeto de análisis de
parte de diferentes historiadores, comentaristas y aficionados al pasado.
Sus hechos son abordados en diferentes vertientes por
una amplia galería de opinantes que en muchas ocasiones los enfocan en función
de su particular e interesada visión; no siempre en consonancia con la realidad
de su parábola vital.
La etapa que más se ha difundido del Padre de la
Patria es la correspondiente al
reclutamiento de adeptos, así como a la fundación de las sociedades La
Trinitaria, La Filantrópica y La Dramática, acontecimientos anteriores al 1844;
pero hay mucho más que decir de él, especialmente en el corto y dramático
período que comenzó en marzo de 1844 hasta su expulsión de la tierra que
liberó.
Duarte es como esas entradas del mar que los geógrafos
llaman senos, de las cuales siempre brotan grandes enseñanzas y afloran mensajes
envueltos en naturaleza de agua, aire y tierra que deben ser explorados.
Para hacer una exégesis de lo que significa la
personalidad de Duarte en la historia del pueblo dominicano no hay que tener los
cerebros portentosos de Ovidio, Horacio, Tácito o Virgilio, quienes legaron a
la posteridad grandes obras biográficas sobre celebridades políticas,
militares, de las artes y de las letras de la antigua Roma. Basta valorar en su
justa dimensión su sacrificio y la manera en que gestionó su vida en
aplicación de la noción jurídica
filosófica del procomún.
Pedro Troncoso Sánchez, quien fuera Presidente del
Instituto Duartiano y de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, en
magistral conferencia dictada en el Instituto Tecnológico Dominicano, en el
1976, titulada La Influencia de Juan Pablo Duarte, dijo que: “Desde el inicio de su lucha enarboló Duarte
el principio de la independencia absoluta. Lo hizo resistiendo a la corriente
dominante….” Más adelante sostiene dicho autor que “El independentismo puro
como posición de principio, ha seguido una trayectoria lenta y penosa entre
nosotros…” Explica que en el orden político el pueblo dominicano es cada vez
más celoso de su soberanía, pero que le falta madurar en muchos otros aspectos
de lo que significa la conciencia independentista.18
Alguien que no
apañaba nada que estuviera más allá de su cerrada creencia, pero que la acidez
de su lenguaje no impedía calibrar la hondura de su visión sobre muchos temas,
como fue sin ninguna duda Juan Isidro Jiménez Grullón, se refirió al “profundo
sentido humano que latía en el alma del patricio.” En una conferencia pronunciada en el año 1976 indicó que “…del ideario de Duarte
algo tiene vigencia: su nacionalismo radical, su anticolonialismo. ¡Pregonémoslo
con fervor, convirtámoslo en bandera de la lucha inmediata!”19
Posteriormente, en medio de una controversia entre
historiadores, desatada en el 1982, Jiménez Grullón se reafirmó en reconocer
las virtudes de Duarte. Ponderó que su pensamiento era liberal, patriótico y
anticolonialista.
Pedro Henríquez
Ureña, la prodigiosa mente dominicana que prestigia las letras universales, en
un fervor trinitario cerrado y con más pasión que razonamiento, en un ensayo
publicado en el 1932 calificó, en síntesis, a los trinitarios como los únicos
héroes verdaderos que ha producido nuestra Patria. Al hacer un enunciado
limitativo, algo inhabitual en él, cerró las puertas a otras proceridades
dominicanas; que las hay.20
Federico Henríquez y Carvajal, en su reflexión
titulada Evocación, al referirse al vivir muriendo de Duarte lo explicó así:
“Así viviste-si eso es vivir- años i años, sin inútil queja i sin maldecir tu
destino, ni dolerte tu infortunio, sino de la desventura de tu patria…nunca
acibaraste con la duda ni con la
renuncia de tu amor al ideal i de tu culto a la patria!”21
Me permito expresar que Duarte estaba consciente de
que el proceso independentista dominicano, diferente a otros países de América,
no sería fácil. Así ocurrió, en razón de que desde 1822 la isla completa estaba
bajo el control total de un aparato administrativo entrelazado por burócratas
civiles y militares que fueron consolidando una clase dominante que tenía como
objetivo perpetuarse en el poder para asegurar sus beneficios grupales e
individuales.
Así lo confirmaron los ataques, incursiones e
invasiones que durante más de diez años lanzaron contra la República Dominicana
los haitianos desalojados del territorio nacional en febrero de 1844.
En su ensayo La Sociedad Haitiana de los Tiempos de la
Independencia, Roberto Cassá, en diapasón con lo anterior, expone que: “El
mayor logro político de Boyer posiblemente fue la incorporación a Haití de la
parte Este de la isla, la antigua colonia española. La clase dominante haitiana
tuvo interés en esta adquisición más por razones políticas y militares que
económicas, aunque no hay que descartar estas últimas.”22
Frank Moya Pons califica a Duarte de “un convencido patriota que no vaciló en
vender los bienes de su familia para allegar fondos con qué pagar la lucha de
su país…un reconocido líder político…un honrado militar…un político radical
que no transigió nunca con los enemigos
de su patria…Duarte fue calumniado y vilipendiado por los que quedaron en el
poder manejando a su antojo la República.”23
Bibliografía:
1-Proyecto de Constitución. Juan Pablo Duarte.
2-Conferencia en La Vega, el 26 de febrero de 1932.
Publicada en el Listín Diario el 14 de febrero de 1932. Manuel Ubaldo Gómez.
3-Rasgos biográficos de dominicanos célebres. Editora
del Caribe,1971.P237. José Gabriel García.
4-La Trinitaria: su fundación, desarrollo y acciones.
Conferencia inserta en el libro Duarte y la Independencia Nacional. Ediciones
Intec,1976.Editora De la Salle.P121.Jorge Tena Reyes.
5-Crítica Histórica. Editora Montalvo,1964.P193.
Leonidas García Lluberes.
6-Bloque de Leyes editado en el 1880.Tomo I.Pp30-32.
7-Colección Centenario. Tomo 3.P15, editada en el
1944.
8-Libro Segundo de Macabeo, capítulo 7, versículos
1-14.
9- The New York Times. Edición 30 de diciembre del
2019.
10-Boletín del Instituto Duartiano No.26 enero-junio
2010.P6.José Joaquín Pérez Saviñón.
11- Comunicación de fecha 13 de febrero de 1883
dirigida a las autoridades dominicanas. J. Prudencio Diez.
12-Oficio No.336. Alejandro Woss y Gil, Ministro de
Guerra y Marina. Bloque de Leyes de 1883.
13- Revista Clío No.110, abril-junio 1957.P158.
14-Papeles de Meriño, 1884.
15-Carta del Presidente de la República Ignacio María
González a Juan Pablo Duarte. 19 de febrero de 1975.
16-Escritos y Apuntes Históricos.Editora Búho,
2009.P213.Vetilio Alfau Durán.
17-Clío No.180. Revista de la Academia Dominicana de
la Historia.Julio-diciembre de 2010.
18-La influencia de Juan Pablo Duarte. Conferencia
dictada en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1976. Pedro Troncoso Sánchez.
19-La ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Conferencia
inserta en el libro Duarte y la Independencia Nacional. Ediciones
Intec,1976.Editora De la Salle. Juan Isidro Jiménez Grullón.
20-Revista Educación, año IV.No.13,S.D.1932.Pedro
Henríquez Ureña.
21-Clío No.7. Enero-febrero 1934.P2. Federico
Henríquez y Carvajal.
22-La sociedad haitiana de los tiempos de la Independencia,
conferencia dictada en Intec, septiembre, 1976.Roberto Cassá.
23-Exaltación de Juan Pablo Duarte. Clío No.185. Enero-junio 2013. Frank
Moya Pons.
(Publicado el 26-enero-2020)
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