SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (I)
16-mayo-2020
16-mayo-2020
POR
TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El día 8 de mayo del año 1945, es decir
hace 75 años, se le puso término a la Segunda Guerra Mundial, el conflicto
bélico más sangriento conocido hasta ahora por la humanidad.
En realidad el primer tramo de la
rendición alemana se había hecho un día antes, en Reims, Francia, ante
británicos y estadounidenses. Allí el general Alfred Jodl firmó la capitulación
de “todas las fuerzas alemanas ante los aliados”. Luego fue juzgado y ahorcado
en Baviera, acusado de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y
crímenes contra la paz. Se rechazó su alegato de que actuó bajo el principio de
obediencia debida a sus superiores.
Esa
entrega no satisfizo a los soviéticos y los derrotados tuvieron que firmar de
nuevo, con el Ejército Rojo en dominio de la ceremonia.
La rendición definitiva alemana fue
firmada en la ciudad de Berlín por el mariscal de campo Wilhelm Keitel, un
incondicional de Hitler, a quien por su ciego servilismo en el círculo más
cercano del Führer apodaban “Sí Señor”. Fue juzgado por crímenes de guerra en
la famosa Sala 600 del Tribunal de Núremberg y ejecutado por ahorcamiento.
Con rostro adusto y la mirada perdida
Keitel le entregó el histórico documento al brillante estratega militar
Gueorgui Zhúkov, un general soviético nacido a orillas del río Oká, a un paso
del puerto fluvial de la ciudad de Kaluga, a quien todos los especialistas en
temas de la Segunda Guerra Mundial destacan como uno de los oficiales dotados
de condiciones excepcionales en los campos de batalla.
El reconocimiento de que Zhúkov era el más
sobresaliente de los jefes militares soviéticos
en la Segunda Guerra Mundial quedó demostrado cuando montando en un
enorme caballo blanco presidió el desfile de la victoria en la Plaza Roja
moscovita. Después, por las intrigas de Lavrenti Beria y otros, pasó el último
tramo de la etapa de Stalin en franca desgracia.
Para tener una mejor perspectiva de los
mencionados personajes, de gran incidencia en ese devastador conflicto armado,
me valgo del poeta Pablo Neruda, quien hasta poemas escribió en elogios
panfletarios al implacable jefe soviético.
Así narra el bardo chileno ganador del
Premio Stalin por la Paz y la Amistad entre los Pueblos: “…Decididamente,
Stalin cultivaba el misterio como sistema; o era un gran tímido, un hombre
prisionero de sí mismo. Es posible que esta característica haya contribuido a
la influencia preponderante que tuvo Beria sobre él. Beria era el único que
entraba y salía sin avisar de las cámaras de Stalin.”1
Al morir Stalin, y ascender al poder
Nikita Jrushchov, el general Zhúkov fue reivindicado hasta que pasó a retiro
con 62 años de edad. Tal vez fue el jefe militar más condecorado en la historia
moderna.
Importantes
hechos de la Segunda Guerra Mundial
Es importante hacer un recuento histórico,
aunque parcial, sobre ese hecho de violencia infinita en el cual perdieron la
vida entre 50 y 60 millones de personas y se produjo la casi destrucción de
muchos países de Europa y varias ciudades asiáticas.
La arquitectura inicial de la Segunda
Guerra Mundial fue obra de Alemania. En el 1939 sus fuerzas aérea y terrestre
llevaron a cabo operaciones rápidas, denominadas guerra relámpago. Así
conquistó varios países cercanos, a los cuales apabulló por su gran
superioridad bélica.
El primero de septiembre de 1939 los
blindados, la potente artillería aérea y terrestre alemana y su infantería perforaron la soberanía de
Polonia, logrando su rendición 26 días después.
Winston Churchill en su obra Memorias, La
Segunda Guerra Mundial aborda con lujos de detalles, entre otras muchas cosas,
cómo se produjo la invasión alemana a Polonia, centrándose en el tipo de guerra
implementada allí por Hitler y que hasta entonces no figuraba en los manuales
de la historia de guerras anteriores.
Lo resumo así: Bombardeo de los centros de
comunicaciones de poblaciones que discrecionalmente para los alemanes se
consideraran un objetivo enemigo;
sincronización en los ataques y avances de la aviación y las tropas de
infantería, el uso simultáneo de decenas de columnas de carros de combate, que
eran los llamados Panzer, y el
despliegue incesante de espías, paracaidistas y saboteadores.2
Es de rigor decir, para estar en
consonancia con la verdad histórica, que 16 días después del inicio de la
ofensiva hitleriana en Polonia las tropas soviéticas ocuparon la parte oriental
de ese país eslavo, al cual en otras ocasiones habían atacado, ocupado y
anexionado.
La más reciente, para entonces, penetración
de los rusos en Polonia había sido el 24
de mayo de 1920, cuando el Primer Ejército de Caballería Ruso, dirigido entre
otros por el célebre general Semión Budionni, entabló combate con los polacos,
a pesar de que hacía menos de un año que se le había devuelto la soberanía a
Polonia mediante el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, luego
de finalizar la Primera Guerra Mundial.
En esa ocasión, después de 3 meses de dura
lucha, contra todo pronóstico, vencieron los cuadros militares polacos, dotados
de gran reciedumbre moral al momento de los combates, en lo que luego se llamó
Milagro en el Vístula, que es el nombre de uno de los grandes ríos que cruzan
por Polonia hasta desembocar en el mar Báltico.
A los dos días de comenzar el ataque
alemán a Polonia, Francia y Gran Bretaña, cuya inteligencia militar tenía
algunos detalles de los objetivos finales de Hitler, le declararon la guerra a
Alemania.
En la ocasión los Estados Unidos de
Norteamérica se mantuvieron en actitud de espectadores de los acontecimientos
en desarrollo. Posteriormente se sabrían, con la desclasificación de
documentos, los motivos que tenían Franklin Delano Roosevelt y su equipo de
asesores para no lanzar entonces de manera abierta y directa al poderoso
imperio de Norteamérica a esa guerra casi en ciernes.
El 28 de septiembre de 1939 Alemania y la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas decidieron repartirse como un botín
de guerra el territorio polaco.
Entre septiembre y octubre de 1939 Francia
ocupa El Sarre, que entonces era de nuevo un territorio alemán. Lo había sido
antes también.
Poco después los franceses se retiraron
fuera del límite fronterizo, manteniendo las tropas nazis el control militar
del Sarre hasta que en marzo de 1945 batallones del ejército estadounidense
penetraron allí como parte de la ofensiva final de las fuerzas aliadas para
aniquilar el régimen de Hitler.
Es pertinente decir que en el 1919 el
Sarre había sido excluido como parte de Alemania, mediante el Tratado de
Versalles. Durante los 15 siguientes años estuvo bajo control francés, aunque
la mayoría de los habitantes eran alemanes.
En 1935 ese territorio volvió a ser parte
de Alemania. Lo perdió de nuevo en 1945, por su derrota en la Segunda Guerra
Mundial, recuperándolo 12 años después, el primero de enero de 1957.
Los jerarcas militares soviéticos
bombardearon a conciencia de lo que hacían un pueblo ruso de nombre Mainila y
alegaron que fueron tropas finlandesas. Era una recurrencia de los demonios del
pasado para justificar el rompiendo del tratado de no agresión que habían
firmado con Finlandia.
Inmediatamente después de esa añagaza, el
30 de noviembre de 1939, la Unión Soviética invadió Finlandia, para lo cual se
valió de la táctica conocida en la literatura militar como izar colores falsos,
distribuyendo insignias, pertrechos militares y banderines finlandeses en la
zona periférica a Mainila.
Varias décadas después, cuando ya había
sido disuelta la Unión Soviética, el presidente ruso Boris Yeltsin reconoció
que aquella ocupación fue una agresión pura y simple contra el país
escandinavo.
Muy
atrás en la memoria había quedado la historia de la locomotora que Finlandia
regaló a Lenin, y demás líderes rusos, para que en el famoso “tren sellado”
partieran el 9 de abril de 1917 desde Súrich, en el norte de Suiza, hasta la entonces Rusia zarista.
Desde el 7 de julio de 1937 China y Japón
se encontraban enfrascados en su segunda guerra. Ese día Japón invadió el norte
y el este de China.
Desde el 19 de septiembre de 1931 la Tierra
del Sol Naciente, como también se conoce Japón, tenía bajo su control el
noroeste del gigante asiático, territorio que se conoce como Manchurria.
Ese conflicto chino-japonés se extendió
durante todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, y formó parte de la
misma, por el apoyo que recibieron ambos países de sus aliados coyunturales.
Concluyó cuando Japón se rindió a los Aliados, el 9 de septiembre de 1945.
El 18 de junio de 1940 el general Charles
de Gaulle, refugiado en Inglaterra, pronunció un vibrante discurso desde los
micrófonos radiales de la BBC de Londres, dirigido al pueblo francés, y que
pasó a la historia como El Llamado.
En la ocasión el contestatario y
controversial De Gaulle dijo: “¡Francia ha perdido una batalla, no ha perdido
la guerra!...¡Porque Francia no está sola! ¡No está sola! ¡No está sola!...Esta
guerra no está limitada al desdichado territorio de nuestro país. Esta guerra
no ha quedado decidida por la batalla de Francia. Esta guerra es una guerra
mundial…”3
El 24 de junio de 1940 los que tenían el
control de Francia firmaron un armisticio con Alemania e Italia. Varios días
después (10 de julio) el mariscal Pétain se instaló con su gobierno títere en
la ciudad de Vichy.
El 27 de septiembre de 1940 fue clave en
la Segunda Guerra Mundial. Ese día Alemania, Italia y Japón firmaron un pacto
que luego fue conocido como el Eje: (Berlín, Roma, Tokio). Unieron sus fuerzas
militares y unificaron los criterios de sus planes de guerra, frente a los
llamados países aliados.
A partir del 10 de noviembre de 1940 la
Italia controlada por el fascismo dirigido por Benito Mussolini entró en guerra
contra Francia y Gran Bretaña.
El
llamado Duce fue un aliado de Hitler desde el Pacto de Acero, y con mayor
involucramiento cuando se integró el referido trío denominado el Eje.
En el otoño de 1940 Churchill no
desaprovechaba oportunidad para calificar a través de la radio británica al
“hombre maligno”, como solía calificar a Hitler, “ese monstruoso aborto lleno
de odio y de espíritu de destrucción”. Sostenía que el Führer “mediante un
proceso de indiscriminadas carnicerías y arrasamiento” lo que lograba era
“avivar el fuego en los corazones británicos…un fuego que seguirá ardiendo
mucho después de que ya no quede ni rastro de los incendios que ha provocado en
Londres.”4
En la cascada de pactos y contra pactos
que surgieron en el fragor de la Segunda Guerra Mundial se produjo el 13 de
abril de 1941 el que firmaron la Unión Soviética y Japón a fin de no agredirse
mutuamente. En la práctica sería algo natimuerto por los acontecimientos que
surgieron poco después.
El 24 de septiembre de 1941 la resistencia
francesa, que tenía su centro de operaciones en Gran Bretaña, creó en Londres
un comité nacional para luchar por la libertad de Francia.
Las acciones de ese comité fueron de mucha
importancia para mantener viva la llama de la esperanza de los franceses que
sufrían los rigores de los invasores alemanes y las iniquidades de las quintas
columnas encabezadas por el mariscal Pétain y el cuerpo de oficiales que apoyaban a este trágico personaje.
El 7 de diciembre de 1941 los Estados
Unidos de Norteamérica formalizaron su estado de guerra contra Alemania, Japón
e Italia, con motivo del ataque sorpresivo hecho por la Armada Imperial
Japonesa a la base militar de aquel país en Pearl Harbor, en la isla Oahu,
perteneciente al volcánico archipiélago de Hawái, en el océano Pacífico.
El 11 de noviembre de 1942 Alemania
invadió la parte de Francia que hasta ese momento no tenía bajo su control. Ya
antes se había apoderado de la región de Auvernia-Ródano-Alpes y zonas aledañas
(equivalente a casi una tercera parte
del territorio francés) a través del régimen títere del referido mariscal Henri
Philippe Pétain, instalado en las orillas del río Allier a su paso por la
ciudad de Vichy.
La subordinación de Pétain a las fuerzas
del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán fue en los hechos, y también a
través de un discurso radiofónico que pronunció el 30 de octubre de 1940, es decir a los 6
días de haberse reunido con Hitler en la ciudad de Montoire, en el departamento
Loir y Cher.
Con su comportamiento traidor el
controversial mariscal Pétain echó por la borda las glorias militares que había
obtenido, especialmente en la batalla librada en las colinas de Verdún, en el
noreste francés; la más larga y estruendosa de la Primera Guerra Mundial, la
cual se extendió durante 9 meses y 27
días. Si las matemáticas no fallan: Desde el 21 de febrero (bisiesto) de 1916
hasta el 19 de diciembre del mismo año.
Por más que se haya querido dorar la
píldora (se autotituló “jefe moral de Francia”) con relación a la actuación de
Pétain en la Segunda Guerra Mundial, particularmente por su entusiasta
colaboración para el holocausto de judíos, masones, gitanos y otros grupos en
extrema vulneración en ese terrible conflicto, lo cierto es que su figura quedó
sepultada por el cieno de la ignominia y está colocado en el zafacón de la
historia.
Ni siquiera el escritor y periodista
estadounidense Herbert R. Lottman, en su biografía que trata de ser un paralelo
entre santo y demonio, ha librado a Pétain del fuego crítico de la verdad de
los hechos.5
Desde el 13 de enero de 1943, en el
confortable hotel Alfa de la ciudad portuaria de Casablanca, en el Oeste de
Marruecos que se frota con el Océano Atlántico, se reunieron durante 4 días el
presidente estadounidense Roosevelt y el primer ministro de Gran Bretaña
Churchill.
No llegaron a una idea común sobre la
manera de continuar la guerra, pues mientras el norteamericano quería un
desembarco por la costa francesa el británico quería que fuera por Grecia. Eso
fue rechazado desde Moscú por Stalin. Churchill, para tranquilizar a Stalin
propuso luego que se desembarcara por Sicilia, tal y como se hizo 6 meses después,
el 9 de julio de 1943, lo cual dio al traste varios días después con la
hegemonía de Mussolini.
El político, militar y diplomático Harold
Macmillan, quien llegó a ser Primer Ministro del Reino Unido, escribió con
picardía y mucho gracejo sobre la referida conferencia en Casablanca, en el
tomo 2 de sus memorias, lo siguiente: “era una mezcla entre un crucero de
placer, una escuela de verano y una conferencia.”6
El 19 de marzo de 1943 Hungría cayó ante
la invasión alemana. Era otra artera agresión a los pequeños países de Europa
Central.
El 25 de julio de 1943 Mussolini fue
destituido por el Gran Consejo Fascista, lo cual permitió al rey Víctor Manuel
III designar en su lugar al piamontés
mariscal del ejército Pietro Badoglio, quien con el apoyo de la casa real
inició negociaciones con los Aliados, en Lisboa, Portugal. Fue un mazazo para
Hitler.7
A finales de noviembre y el 2 de
diciembre de 1943 se reunieron en Teherán, capital de Irán, Roosevelt, Stalin y
Churchill. Fue un antecedente de lo que luego sería la reunión de Yalta.
Algunos historiadores de la Segunda Guerra
Mundial sostienen que en esa reunión quedó evidenciado que, por los respectivos
poderes que representaban cada uno de los llamados tres grandes, Churchill era
un borriquillo inglés en medio del poderoso oso ruso y del potente búfalo
norteamericano.
El 20 de julio 1944 se produjo un
fracasado atentado contra Hitler, cuyo objetivo era eliminarlo y tomar el
control del gobierno para negociar el cese de la guerra que ya llevaba 5 años
desangrando a una parte considerable del mundo.
Aunque hubo muertos, el Führer sólo
resultó levemente herido, a pesar de que el maletín-bomba colocado por el
coronel Claus von Staufferberg explotó cerca de él.
Fue el más fuerte intento por ponerle
término a la diabólica existencia del hombre que dio inicio al más grande baño de sangre que
haya sufrido el mundo.
Como parte de la cronología de los hechos
concernientes a la Segunda Guerra Mundial es oportuno indicar
que del 4 al 11 de febrero de 1945 se realizó la importante Conferencia
de Yalta, en la península de Crimea, a orillas del mar Negro. Sus protagonistas
fueron Churchill, Stalin y Roosevelt. Luego explicaré sus objetivos y
consecuencias.
Ya sintiendo la derrota inminente, con la
incontenible ofensiva soviética, Adolf Hitler se suicidó dentro de la sede del
gobierno que presidía. Su último día fue el 30 de abril de 1945. Hacía 10 días
que había cumplido 56 años de edad.
Del 17 de julio al 2 de agosto de 1945 se
efectuó la Conferencia de Potsdam, próximo a Berlín. Los principales
participantes de ese encuentro fueron Stalin, Churchill, Harry S. Truman y
Clement Attlee.
El objetivo de esa cumbre era el reparto de Alemania entre
los principales países vencedores de la guerra y más aún establecer las
coordenadas que guiarían la etapa de posguerra.
Pero la contienda todavía no había
concluido por completo. Era lógico que una guerra de esa magnitud los
estruendos de las armas no cesarán al mismo tiempo. Por eso el día 8 de agosto de 1945 los soviéticos
iniciaron un ataque masivo contra Japón.
El 14 de agosto de 1945 China y la URSS
firmaron una alianza, la cual en los hechos no funcionó por razones
esencialmente ideológicas, lo cual dio motivo a que el primero de febrero de
1952 la Asamblea General de las Naciones Unidas emitiera la Resolución 505, en
la cual se reconoce que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas incumplió
lo pactado con China.
Como secuela de su derrota militar Japón,
en la voz del emperador Hirohito, se rindió a las Fuerzas Aliadas el 15 de
agosto de 1945. El 2 de septiembre de 1945, 18 días después, se produjo la
firma de dicha rendición a bordo del acorazado estadounidense Missouri.
En la segunda parte de esta pequeña serie
abordaré la declaración de guerra que hizo el régimen de fuerza que gobernaba
para entonces en la República Dominicana y las consecuencias que eso provocó.
Bibliografía:
1-Confieso
que he vivido. Impresora Industria Gráfica, Barcelona, España, 2000.P344.Pablo
Neruda.
2-Memorias,
la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Orbis, Barcelona,
1985. Winston Churchill.
3-Discurso,
18 de junio de 1940, Londres, Gran Bretaña. Charles de Gaulle.
4-Winston Churchill. Biografía. Editora
Planeta-de Agostini, 1995.P 174.Piers Brendon.
5-Pétain.
Biografía. Editora Espasa-Calpe, Madrid, 1998. Herbert. R. Lottman.
6-Memorias,
tomo II. Editorial Luis de Caralt, Barcelona, España,1974. Harold Macmillan.
7-Italia
en la Segunda Guerra Mundial: Memorias y documentos. Editorial Lucknow books,2015. Pietro Badoglio.
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