miércoles, 27 de mayo de 2020

PANDEMIAS EN LA HISTORIA (1)



PANDEMIAS EN LA HISTORIA (1)
(Publicado 2-mayo-2020)

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

La enfermedad que desde hace varios meses tiene bajo pánico a la humanidad, llamada coronavirus (la covid-19), fue declarada por la Organización Mundial de la Salud, el 11 de marzo del año en curso, con la categoría de pandemia, por haberse diseminados sus mortíferos efectos a casi todos los países.
Los médicos y científicos de diferentes ramas sanitarias explican en estos tiempos sus causas y consecuencias, que se hacen cada vez más terroríficas por no existir vacunas ni medicamentos capaces de detener su avasallante progresión contra la población humana.
Las noticias sobre el coronavirus están en las parrillas de programación de los medios informativos locales, nacionales e internacionales, motivo por el cual resultaría sobrante cualquier opinión sobre el tema en esta columna.
Pero sí considero de interés hacer un viaje explicativo sobre las pandemias que en el pasado han azotado a muchos pueblos del mundo, incluyendo la tierra que desde el 1844 lleva el nombre de República Dominicana.
Lo que sí me permito señalar es que ha quedado demostrado ahora, en medio de la desgracia que se cierne sobre la humanidad, que ningún país estaba preparado para enfrentar con pleno éxito las contingencias de una pandemia como la actual.
El antropólogo, arqueólogo y paleontólogo catalán de Gerona Eudald Carbonell  i Roura, con fama de ser riguroso en sus reflexiones y reconocido en los más exigentes centros científicos del mundo, en una entrevista de hace apenas unas semanas concedida al periódico español Público, se refirió al oportunismo de la geopolítica que aflora en momentos históricos, puntualizando que muchos virólogos y epidemiólogos han recibido en los últimos días más dinero “que en toda su vida investigando.”
 Con la carga de su sapiencia declaró Carbonell que  la pandemia de la Covid-19: “Es absolutamente responsabilidad de los humanos porque no hemos sido capaces de tener un protocolo universal ante una pandemia como esta. Estos protocolos universales hace años que deberían estar hechos ante la aparición de otras epidemias.”1


Los indígenas de América y las pandemias

En su ensayo titulado Las Grandes Epidemias en la América Colonial, el famoso rector de la Universidad de León y eximio ensayista, Miguel Cordero del Campillo, (considerado hasta el mes de febrero pasado cuando falleció, a los 95 años, como uno de los más grandes expertos mundiales en asuntos de parasitología), resaltó como uno de los principales factores de las muchas y grandes desgracias sufridas por los indígenas de América, a partir de finales del siglo XV, la transmisión de enfermedades por parte de los españoles, entre ellas viruela, gripe, sarampión, sífilis, tifus y otras.2
Junto con esas enfermedades, que se convirtieron en pandemias, hay que agregar que los trabajos forzados y las matanzas de etnias indígenas completas tuvieron un papel de principalía en la hecatombe producida por los conquistadores y colonizadores de la América Española. Igual ocurrió con los ocupantes ingleses, franceses, portugueses y holandeses.

La gripe en Santo Domingo

De las muchas enfermedades epidémicas (algunas con niveles de pandemia) que en el transcurso de los siglos han sido calamidades en la América que cubre desde el río Bravo, en México, hasta Ushuaia, en el archipiélago de Tierra del Fuego, en La Argentina, se considera como pionera a la gripe.
Los expertos en virología indican que fue provocada por el denominado virus A, y que surgió aquí en Santo Domingo. La trajeron los españoles en el segundo viaje de Colón.
Bartolomé de Las Casas al referir al tema dice que la gente sufría “calenturas terribles”, quedando incapacitadas para cualquier labor.
En su historia general y natural de Indias el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo escribió que murieron tantos indios a causa de la gripe que se optó por no contarlos. Y da cuenta de que también murió un mogollón de españoles.3
De esa epidemia también comentó Pedro Mártir de Anglería, capellán y asesor de varios reyes, entre ellos de la reina Isabel La Católica.
Ese erudito nacido en la Lombardía italiana nunca pisó América, pero desde su privilegiada posición de consejero y miembro del Consejo de Indias tuvo informaciones privilegiadas sobre el llamado nuevo continente.
Gracias a sus conversaciones e indagaciones con viajeros, conquistadores y jefes coloniales, amén del acceso que tenía a informes recibidos por la Corona de España, el referido autor pudo escribir ampliamente sobre muchas facetas referentes a América.
 En uno de sus relatos, contenido en el primero de los 8 libros que el ilustrado lombardo mencionado tituló Décadas, se refirió a la mortandad causada por la fiebre en diferentes lugares de la tierra entonces llamada Indias, y particularmente en el arco de las Antillas . Así lo dejó anotado: “había indios muertos a cada parte”. No dijo quién se lo dijo, pero parece que el tufo llegó hasta Sevilla, pues también sostuvo que “el hedor era muy grande y pestífero.”4
                                            El cólera en la literatura

El cólera es una de las enfermedades andariegas que han recorrido gran parte de la geografía de la humanidad. Los especialistas han reconocido su existencia por la diarrea y la deshidratación que provoca el consumo de agua infectada por la bacteria que la produce, anidada en los excrementos.
Esa dolencia existe en el mundo desde hace al menos 2,500 años, de conformidad con las descripciones que hizo Hipócrates, el célebre historiador de la medicina de la Grecia Antigua. Muchos años después diferentes viajeros que anduvieron por la India, Indonesia y otros lugares de Asia también dejaron constancia de la presencia devastadora del cólera en esos lugares.
Los registros históricos de enfermedades en el mundo contienen el dato de que la primera pandemia de cólera se produjo en el año 1817.A partir de esa fecha el mundo ha padecido varios ataques masivos de ese mal que se ha convertido en endémico en zonas con condiciones sanitarias deficientes.
Gabriel García Márquez en su obra El amor en los tiempos del Cólera, ambientada en pueblos cercanos a los ríos Magdalena y su afluente Cauca, al narrar la historia de Fermina Daza, Juvenal Urbino, Florentino Ariza, Jeremiah Saint-Amour y otros, y especialmente al referirse  a la fama de su personaje de ficción el médico Urbino, afincado en la costa caribeña de Colombia, escribió: “…El doctor Juvenal Urbino se dio a conocer en el país por haber conjurado a tiempo, con métodos novedosos y drásticos, la última epidemia de cólera morbo que padeció la provincia. La anterior, cuando él estaba todavía en Europa, había causado la muerte a la cuarta parte de la población urbana en menos de tres meses, inclusive a su padre, que fue también un médico muy apreciado.”5
  
Fiebre amarilla
 La fiebre amarilla fue una de esas mortíferas enfermedades que causaron una miríada de muertes en esta parte del mundo.
Unos dicen que el nombre le vino por el color amarillo que tomaba la piel de los españoles que sufrían del mal que los mayas identificaban como vómito de sangre y que atribuían a un castigo de los espíritus sobrenaturales que formaban el altar de sus deidades.
El gran médico y científico cubano, nacido en la hermosa e histórica ciudad de Camagüey, la de los tinajones, Carlos Finlay Barrés, hijo de un galeno inglés y una dama española, fue quien descubrió que el mosquito aedes aegypti era el transmisor o vector epidemiológico de la fiebre amarilla.
Investido con su autoridad en la materia  Finlay definió ese padecimiento así: “Es una enfermedad infecciosa aguda y contagiosa, caracterizada clínicamente por fiebre, albuminaria, hemorragias, hematemesis o vómitos negros e ictericia.”6
Dos historiadores de la medicina, autores del libro titulado Colonialismo, trasiegos y dualidades: la fiebre amarilla, reproducen lo que escribió sobre su propia experiencia un médico e investigador inglés de apellido Pinckard, quien fue una de las víctimas sobrevivientes en el 1806 de ese mal: “la luz era intolerable y las pulsaciones de la cabeza y los ojos eran sumamente dolorosas, produciendo la sensación de que 3 ó 4 garfios estuvieran enganchados en cada globo ocular…ningún sitio, ninguna posición, daba un momento de respiro.”7

La viruela en Santo Domingo

Dicen los médicos, y también se recoge en la sabiduría popular de los pueblos, que la viruela se contagia por tos, saliva y roce de piel. Debido a su alta morbilidad, especialmente en los niños, llegó a matar a muchos y los que sobrevivían a sus ataques generalmente quedaban con lesiones permanentes, incluyendo ceguera y cardenales en la piel.
Según así lo registra el máximo organismo rector de la salud en el mundo la viruela fue erradicada, desde hace 40 años, de la tablilla de enfermedades que afectan a los seres humanos.
En un informe que le dirigieron al rey Fernando V  los  curas de la orden de los jerónimos  Luis de Figueroa y Alonso de Santo Domingo, la viruela llegó a la colonia de Santo Domingo con los contingentes de esclavos africanos.
En el año 1518, cuando aún estaba en curso un ataque de viruela, o como se dice ahora en los tiempos del coronavirus cuando “la curva de contagios no se había aplanado”, ya había matado a una tercera parte de los indígenas del Santo Domingo español.8 




El sarampión

El sarampión es una enfermedad que ataca principalmente a los niños. En el pasado atacó a muchos pueblos  del Caribe y arrasó con gran parte de la población infantil y con adultos con un sistema inmunológico deficiente, que era el caso de los taínos y otros grupos indígenas.
Los especialistas de la medicina reseñan que las características del sarampión  son tos seca, ardor y dolor de garganta, resfrío y otras patologías. Afortunadamente es un achaque en declive gracias a la vacunación de los infantes.
El sarampión llegó a América por el puerto de Santo Domingo. Los inventarios  de la  historia de enfermedades consignan que fue propagada en el 1495 por los integrantes de la expedición de españoles que encabezó el conquistador Juan de Aguado.
Siete años después, cuando Nicolás de Ovando llegó a ejercer en La Española su sangriento mandato de gobernador colonial, en el 1502, se mantenían los  efectos  mortíferos del sarampión, aunque con menos virulencia que la viruela. Esta última era llamada por los indígenas la gran lepra.
El sarampión fue, como las demás epidemias, aliada biológica de los conquistadores, tal y como bien lo relató el historiador y sacerdote franciscano Fray Gerónimo de Mendieta, en su obra Historia Eclesiástica Indiana, varios de cuyos 46 capítulos los dedicó al Santo Domingo colonial.9

                                                      El tifus
Los infectólogos clasifican la enfermedad denominada tifus en dos grupos: epidémico y endémico. El primero lo causa la picadura de una pulga inficionada por la bacteria que lo produce y el segundo por heces de un piojo afectado que penetran al cuerpo humano por una herida, por la boca o por los ojos.
Con la invención de los antibióticos, a partir del 1945, cuando el genial científico británico Alexander Fleming descubrió la penicilina, las infecciones vinculadas con el tifus recibieron un verdadero mazazo. Su nivel de letalidad se redujo considerablemente.
Pero en el pasado el tifus produjo miles de  muertos en muchos lugares del mundo.
Un personaje de ingrato recuerdo en la historia colonial que murió de tifus fue el conquistador español Juan Ponce de León. Su deceso se produjo en el año 1526.
Ponce de León había sido un fiero leonés que participó en la matanza de los indígenas del rebelde Cacicazgo de Higüey. Al morir se desempeñaba como juez residente en México, que entonces era llamado por los españoles Nueva España.
 En la correspondencia del conquistador Hernán Cortés dirigida al rey Carlos V aparece la información de dicha muerte. Para la ocasión murieron miles de personas, tanto españoles como indígenas. Pero la muerte de Ponce de León levantó un mar de dudas, llegándose a difundir que fue envenenado por órdenes de Cortés, por desavenencia entre ellos.10
El erudito Fernando Colón, con acceso a los después perdidos cuatro diarios de viajes de su padre, relató que el Almirante Cristóbal Colón fue afectado de tifo en una travesía por el mar Caribe, entre Jamaica y Santo Domingo.
Otros también informaron sobre problemas de salud del famoso genovés al servicio de la Monarquía Española, así como de muchos de los personajes  que formaron parte del proceso de conquista y colonización que hizo España en América.
Uno de los cronistas de la época colonial más autorizados para abordar temas de salud fue el doctor Diego Álvarez Chanca, que era el médico encargado de la salubridad de los que integraban el segundo viaje de Colón a las para entonces llamadas Indias. Ese viaje traía a cientos de personas y animales, en  5 naos y 12 carabelas.
 En una carta que remitió en el año 1494 a las autoridades del cabildo de Sevilla, Álvarez Chanca comentó desde las costumbres culinarias de los taínos hasta las condiciones de salud de Colón y muchos de sus acompañantes.
También hubo en los tiempos coloniales en América dengue, lepra, paludismo, salmonelosis, parotiditis y otras. Con diferentes alcances en sus designios mortíferos.

Bibliografía:
1-Periódico Público. 12-abril-2020.Entrevista a Eudald Carbonell i Roura.
2- Las Grandes Epidemias en la América Colonial. Ensayo publicado en el 2001.Miguel Cordero del Campillo.
3-Historia general y natural de Indias. Impresa en Madrid, edición de 1959. Gonzalo Fernández de Oviedo.
4-Décadas del Nuevo Mundo, edición de México, 1964. Pedro Mártir de Anglería.
5-El amor en los tiempos del cólera. Editorial Oveja Negra, 1985.P64. Gabriel García Márquez.
6-Ponencia sobre la fiebre amarilla. Conferencia sanitaria internacional, Washington, D.C., febrero 1881. Carlos Finlay Barrés.
7-Relato que figura en la obra Colonialismo, Trasiegos y Dualidades: la fiebre amarilla. Publicación en octubre 2007. José Tuellsa y Paloma Massóc.
8-Historia general y natural de Indias. Impresa en Madrid, España, edición de 1959. Gonzalo Fernández de Oviedo.
9-Historia eclesiástica indiana. Edición de México, 1945. Fray Gerónimo de Mendieta.
10-Cartas de Relación. Publicación hecha en Madrid, España, 1985.Hernán Cortés.
(Publicado 2-mayo-2020)

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