EL SIDA
(Publicado
el 9-5-2020)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El Sida es una enfermedad asociada a
tiempos no lejanos del presente. Los investigadores científicos la vincularon
con los seres humanos desde la segunda mitad del siglo pasado. Se comprobó que
los dos virus que la generan, incubados en algunos animales, hicieron su
trashumancia desde las estepas africanas hacia Europa, América y Asia.
Fue a partir del año 1959 cuando se le
puso más atención a dicho mal, al enfermarse de sida un marino inglés, en la
cercanía del río Congo, a su paso por la ciudad de Kinsasa.
Las estadísticas de la Organización
Mundial de la Salud consignan más de 40 millones de personas fallecidas por los
efectos del Sida.
En el 1986 se creó el acrónimo VIH para
resumir la frase virus de inmunodeficiencia humana. El Sida es la enfermedad y
el VIH es su causante. Dos años antes los científicos franceses Francoise
Barré-Sinoussi (fallecida el mes pasado) y Luc Montagnier habían logrado aislar
los virus del Sida. En el 2008 se les otorgó a ambos el Premio Nobel de
Fisiología o Medicina.
Durante un tiempo se difundió la creencia
de que el Sida era un asunto vinculado exclusivamente con la homosexualidad.
Algunos comentaristas asociaban dicho mal con castigos divinos. Luego se
comprobó que ambas cosas eran fábulas e imaginaciones.
Los efectos del Sida han sido tan
devastadores y las implicaciones sociales, políticas y económicas tan notorias
que hasta los llamados think tank, o laboratorios de pensamiento, han
incursionado en el tema con una serie de
opiniones.
En la actualidad en muchos países se ha
logrado reducir las muertes por el Sida, gracias al uso de medicamentos
antivirales. Pero hay lugares donde el factor económico deja en indefensión a miles
de personas que cada año fallecen por falta de atención médica.
En
la República Dominicana se promulgó el 31 de diciembre de 1993 la Ley
55-93 para combatir la discriminación contra los enfermos del Sida.
Ese texto contenía vacíos conceptuales. Fue
derogado mediante la Ley 135-11, de fecha 7 de junio del 2011, mejor elaborada
y mediante la cual establece un marco legal amplio para proteger los
derechos en sentido general de las
personas con dicha enfermedad.
Desde el 1988 cada primero de diciembre se
celebra el día mundial de la lucha contra el sida, como un recordatorio
permanente de que esa enfermedad sigue matando mucha gente, especialmente en
los lugares más económicamente deprimidos.
El Sida en la literatura
El Sida, como otras pandemias, también ha
sido objeto de atención literaria. Por ser una enfermedad vigente en muchos
sitios del mundo es probable que se amplíe la bibliografía general sobre la
misma, más allá de tablillas conteniendo estadísticas lóbregas.
La novela titulada Más grande que el amor,
publicada en el 1990, es una de las obras de ficción sobre el Sida. Ha tenido
un gran impacto en millones de lectores alrededor del mundo.
Su autor, el novelista francés Dominique
Lapierre, es el mismo creador de la novela La ciudad de la alegría, esta última
ambientada en el infortunio humano que vivían millares de personas en la octava
década del siglo pasado en la ciudad india de Calcuta, cuyos barrios míseros y
carcomidos por hambre, lepra, tuberculosis y otros males eran morideros donde cientos
de niños y adultos daban cada día su último hálito de vida. Esa desdicha
colectiva sigue allí, tal vez con menos intensidad.
Más
grande que el amor es una narración que parte de las dramáticas imágenes que
Lapierre comprobó en el hogar que para atender enfermos del Sida abrió en la
ciudad New York la Madre Teresa de Calcuta, cuando esa enfermedad estaba en su
apogeo como pandemia que tenía bajo terror a una considerable parte de la
humanidad.
El uso que Lapierre hace del espacio, el
tiempo y los personajes que figuran en esa obra la convierten en una lúcida
muestra de cómo a través de la ficción se puede desarrollar una narrativa
verosímil, lo cual desde los tiempos de Platón y Aristóteles es lo que se
conoce como diégesis.
Lo
anterior queda comprobado en los fundamentos centrales de la misma, que parten
de la caridad bien entendida, y de las proezas de que es susceptible el ser
humano en momentos de desgracias colectivas; pero al mismo tiempo el autor deja
señales claras de los tejemanejes políticos y económicos que se producen en
medio de pandemias.
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