miércoles, 27 de mayo de 2020

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (II)



SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 75 AÑOS DE SU FIN (II)
23-mayo-2020

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El teniente Kennedy
Como indiqué en la entrega anterior, recientemente se cumplieron 75 años de aquel histórico 8 de mayo de 1945 cuando en Berlín los alemanes se rindieron a las Fuerzas Aliadas, para formalizar el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos personajes civiles y militares de diversos países participaron en esa devastadora contienda que costó la vida a entre 50 y 60 millones de personas.
 Muchos de los combatientes lo hicieron desde posiciones modestas, sin formar parte en todo caso de la cúpula cívico-militar de los dos grandes bloques en conflicto.
Sus acciones de guerra no figuraron en los titulares de la prensa de entonces, concentrada en las noticias que generaban los líderes que dominaban los hechos guerreros y el escenario político, pero algunos situados en filas secundarias luego adquirieron resonancia internacional.
Ese fue el caso del teniente John  Fitzgerald  Kennedy, quien luego fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Tuvo una participación breve en la Segunda Guerra Mundial.  Su tiempo en el teatro bélico del Pacífico fue desde abril de 1943 hasta noviembre del mismo año.
Con rango de alférez de navío comandaba la lancha torpedera PT-109, que se movía por el mar del Coral, entre las islas Salomón y otras dispersas en las costas del Nordeste de Australia y del Este de Papúa Nueva Guinea.
En la madrugada del 2 de agosto de 1943 el destructor de la Armada Imperial Japonesa Amagiri embistió y partió en dos a la referida embarcación. El incidente se produjo en el estrecho de Blackett, en la zona de las Islas Salomón, punto marítimo muy activo en las operaciones aeronavales que se efectuaban en el Pacífico.
Ese ataque provocó la muerte de 2 soldados estadounidenses y 2 más quedaron gravemente heridos. El teniente Kennedy junto a otros 10 marinos también fueron afectados con diversos daños corporales.
Después de esa arremetida  el alférez Kennedy se salvó de nuevo, mientras era trasladado de una isla a otra por el paso Ferguson. En esa ocasión su suerte estuvo guiada por la astucia de unos indígenas melanesianos que lo conducían en una piragua y decidieron colocarlo en el lecho de esa embarcación artesanal y taparlo con hojas de palmera.
En el trayecto de la riesgosa navegación aviones de combate japoneses pasaron rasantes varias veces por encima de dicha piragua, pero no dispararon porque sólo vieron a los indígenas.
Kennedy nadó bastante antes de la llegada de los nativos que socorrieron al grupo de náufragos, según las crónicas de ese incidente incorporadas a su biografía.
Por su insistencia para seguir participando en la guerra a John F. Kennedy se le asignó la comandancia de otra lancha torpedera, la PT59. En noviembre de 1943 un ataque de paludismo lo sacó de combate y tuvo que retornar a EE.UU., cerrando así su incipiente carrera militar.
Como lesionado de guerra su país le concedió la distinción Corazón Púrpura (Peuple Heart), además fue condecorado con la significativa medalla otorgada por la Armada y el Cuerpo de Marines (Navy and Marine Corps Medal).
Al entregarle dicha presea el alto mando militar expresó: “Su valor, su tenacidad y su excelente mando contribuyeron a la salvación de varias vidas humanas, encuadrándose en la línea de la más alta tradición de la Marina de los Estados Unidos.”1 

La República Dominicana y La Segunda Guerra Mundial

Los manuales y recuentos sobre los principales acontecimientos relacionados con  la Segunda Guerra Mundial están ayunos de información sobre la participación de la República Dominicana en ese conflicto.
No obstante esa omisión informativa, es de rigor señalar que cuando ya finalizaba el 1941 el gobierno dominicano le declaró la guerra a Alemania y Japón. Fue un acto más de faroleo internacional del dictador Trujillo que de una acción de guerra en sí.
Ya antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial el régimen de fuerza que oprimía al pueblo dominicano había hecho significativos gestos para acoger en el territorio nacional a miles de judíos que eran perseguidos, y sus bienes saqueados, por los nazistas que gobernaban en Alemania.
La oferta dominicana se produjo en la Conferencia celebrada entre el  6 y el 15 de julio del 1938 en la ciudad francesa de Évian-les-Bains.
Los motivos políticos y económicos, así como las consecuencias directas y proyecciones históricas de ese hecho son harina de otro costal, por lo tanto no los comentaré aquí.
Hay que recordar que antes de los hornos crematorios los nazis tenían un lustro persiguiendo a judíos, gitanos y otros grupos sociales, en una clara política estatal de limpieza étnica y robo de bienes de las víctimas, emulando con ello la operación razia que más de 1,500 años atrás hizo en Roma el rey visigodo Alarico I.

La economía dominicana

Durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial la economía dominicana tuvo un florecimiento, debido a los elevados precios de algunos productos criollos, especialmente el azúcar y la melaza que se vendían en su mayor parte a los EE.UU.
Eso estaba conectado con lo que ocurría entonces en Europa, donde obviamente los predios agrícolas fueron prácticamente abandonados.
Los ingresos económicos del país por concepto de exportaciones tuvieron un crecimiento exponencial, de conformidad con las estadísticas correspondientes al período que cubre la guerra y la posguerra referida.
Es válido señalar que esos mismos cálculos demuestran que hubo una disminución de las importaciones. Muchos fueron los motivos, entre ellos que los mares eran más escenarios de combates que vías para el transporte de mercancías desde Europa y Asia.

Combatientes dominicanos en La Segunda Guerra Mundial

En una dependencia de la Universidad de New York hay un pequeño monumento en el cual se recuerda la participación de más de 300 dominicanos en la Segunda Guerra Mundial, quienes lucharon desde diferentes posiciones contra las fuerzas nazis-fascistas.
Cabe resaltar el nombre de Esteban Hotesse, el dominicano nacido en Moca el 11 de febrero del 1919, quien bajo la bandera estadounidense piloteaba un avión bombardero mediano del tipo B-25 Mitchell. Murió en un accidente aéreo el 8 de julio de 1945, cuando apenas tenía 26 años de edad.
El oficial Hotesse perteneció a los aviadores formados en una escuela aérea del Estado de Alabama, en el Sureste de los EE.UU, quienes se denominaron Grupo Tuskegee. Su lema de guerra era “escupir fuego”. Esa promoción de pilotos hizo proezas en la Segunda Guerra Mundial desde el Grupo de Combate 332 y el Grupo de bombardeo de las Fuerzas Aéreas del Ejército Norteamericano.

La Marina dominicana

El 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque japonés a las unidades navales y aéreas de los EE.UU. estacionadas en Pearl Harbor, el dictador Trujillo les declaró informalmente la guerra a los países que integraban el grupo conocido como El Eje (léase Alemania, Italia y Japón).
Eso trajo como consecuencia una vigilancia de parte de submarinos alemanes sobre las embarcaciones que se movían por las costas dominicanas.
A partir de esa estrafalaria decisión trujillista de carácter geopolítico algunos buques mercantes criollos fueron hundidos.
Varios guardacostas dominicanos desempeñaron una modesta, pero eficiente tarea de protección para el traslado de productos agropecuarios en las áreas marítimas de los Canales del Viento y de la Mona.
El primero de los buques mercantes dominicanos hundidos por un submarino de la flota alemana fue el San Rafael, que navegaba entre Florida y Jamaica. 32 disparos a babor y estribor sepultaron en las aguas del Mar Caribe ese barco que no era de guerra.
 El aludido ataque se produjo el 3 de mayo de 1942. Los tripulantes del San Rafael lucharon con tenacidad por salvar sus vidas. Fueron 8 largos días con sus noches de terror, en condiciones totalmente adversas, nadando en aguas embravecidas y donde no era extraña la presencia de tiburones.
 El día 11 de mayo fueron rescatados en la ribera marina del poblado Nueva Gerona, capital de la cubana Isla de Pinos, que ahora es un municipio especial y desde el 1978 tiene por nombre Isla de la Juventud.
El 21 de mayo de 1942 otro submarino alemán atacó y hundió, en las aguas que conectan las islas de Martinica y Puerto Rico, al Vapor Presidente Trujillo, adquirido 9 años antes en Cuba, donde tenía por nombre Guantánamo. A bordo iban 45 tripulantes, muriendo 30 de ellos.
Uno de los sobrevivientes de ese naufragio fue Ramón Didiez Burgos, quien luego ocupó tres veces la Jefatura de la Marina de Guerra Dominicana, con el rango de Contraalmirante y, además, era un gran investigador de asuntos navales, cuyo análisis del diario de Colón contiene una novedosa tesis en la que refuta versiones de otros muchos sobre el lugar exacto en que los españoles, con Cristóbal Colón al frente, desembarcaron  por primera vez (el 12 de octubre de 1492), en el continente luego llamado América.2
Siete años antes de su siniestro el referido Vapor Presidente Trujillo tuvo la categoría de buque presidencial, con la condición de trasporte militar, como residencia oficial del Presidente de la República.
El artículo 1 del Decreto 1126, promulgado el 5 de diciembre de 1934, y publicado  en la Gaceta Oficial 4742, expedido por el tirano Rafael Trujillo, decía textualmente así: “Mientras dure el viaje que inicio en esta misma fecha, mi residencia oficial queda trasladada a bordo del vapor Presidente Trujillo.”3

Ese buque siguió siendo una unidad militar hasta el año 1938, fecha en que fue transformado en un medio de trasporte marítimo de mercancías.
La goleta Carmen fue naufragada el 13 de junio de 1942, en la costa atlántica del país, frente al Municipio de Gaspar Hernández. Había salido de Puerto Plata con destino a San Juan, Puerto Rico. Se precipitó al lecho marino bajo los torpedos de un submarino alemán, integrante de la flota que se movía por Las Antillas.
El 16 de junio de 1942 la embarcación tipo goleta bautizada con el nombre de Nueva Altagracia zarpó desde la República Dominicana rumbo a Curazao. Sus tripulantes no se imaginaron que poco antes de llegar a su destino, cargada  de productos agrícolas y aves de corral, sería torpedeada por el fuego de un submarino alemán que la hizo zozobrar.
Muchos detalles precisos sobre el hundimiento de barcos dominicanos de carga en el mar Caribe y el Océano Atlántico, durante la Segunda Guerra Mundial, están contenidos en la obra titulada La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el mar Caribe, publicada por el ilustre petromacorisano César de Windt Lavandier, quien fue Jefe de la hoy llamada Armada Dominicana, con el rango de Contraalmirante. Era también un reconocido meteorólogo.4

Diplomáticos dominicanos apresados por los nazis

Los registros históricos consignan que varios funcionarios diplomáticos y consulares dominicanos destacados en algunos países de Europa fueron capturados por la inteligencia militar alemana.
Entre los capturados por los nazis, como secuela de la declaratoria de guerra hecha por Trujillo a los países del Eje, estuvieron Porfirio Rubirosa, Ángel Barón Reyes, Nelson Mejía y César Pina Barinas.
Ninguno fue asesinado. Todos fueron utilizados como piezas de intercambio con diplomáticos alemanes que habían sido apresados por Los Aliados.

Antecedentes españoles de La Segunda Guerra Mundial

En los primeros meses de la Guerra Civil española la situación militar de las tropas franquistas no eran buenas.  Los republicanos habían logrado importantes victorias en varios frentes de batalla.
Ante la posibilidad de una derrota de los grupos falangistas y tradicionalistas que Franco encabezaba sus asesores civiles y militares acordaron buscar apoyo en Alemania e Italia, dada la comprobada afinidad ideológica que tenían con los nazistas y los fascistas. Hacia Berlín se trasladaron varios de ellos con una formal petición de ayuda.
En la cúpula dirigencial del llamado Tercer Reich existía un odio visceral hacia los comunistas, republicanos, socialistas, anarquistas, etc. que se agruparon en lo que en España se denominó como el bando republicano.
No obstante lo anterior, Hitler se enfadó al enterarse que los emisarios de Franco pedían un plazo largo para pagar los equipos de guerra que solicitaban; y también hacían otras solicitudes típicas de los pedigüeños.
Antes de decidirse a enviar una veintena de aviones de guerra a España, persuadido para ello por el almirante Wilhelm Canaris, jefe de sus servicios de inteligencia, y por el mariscal Herman Göring, comandante supremo de la Fuerza Aérea alemana, Hitler dijo para que se oyera en el bando franquista: “Cuando no se tiene dinero no se empieza una guerra.”
El pueblo vizcaíno de Durango fue el primero en ser atacado por aviones alemanes, el 31 de marzo de 1937. Versiones históricas cifran en cientos los muertos bajo los muros de iglesias, conventos y otras pequeñas edificaciones que servían de refugio a la masacrada población civil.
Ese ataque fue como un ensayo de lo que ocurrió poco después, concretamente en abril del referido año, con los bombardeos de aviones alemanes e italianos contra otras poblaciones indefensas del norte español, entre ellas Guernica.
Esos sangrientos hechos adquirieron ominosamente la categoría de antecedentes para lo que luego serían crímenes de lesa humanidad en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Una gran cantidad de pacíficos moradores de los pueblos y aldeas que sufrieron ataques con bombas incendiarias y explosivas murieron sin saber por qué. Un caso  dramático fue el de los guerniqueses, especialmente por la cantidad de niños, mujeres y ancianos fallecidos, en un día que sería de mercado zonal y cuando muchos estaban refugiados al sonar las alarmas del pueblo.
Aunque los juicios del controversial historiador  César Vidal están muy devaluados en círculos intelectuales españoles, especialmente porque tiende a fantasear sobre temas de extrema delicadeza, diré que en su obra Enigmas Históricos al Descubierto él indica que los referidos ataques aéreos se hicieron: “siguiendo criterios de oportunidad militar y no de carácter político. De hecho de haberse analizado el aspecto político quizá Guernica no habría sido bombardeada.”5   
El jefe ejecutor de los bombardeos alemanes e italianos que causaron muchas pérdidas humanas y vandalizaron varios lugares de España, pero con énfasis en la zona norte, en los pueblos que forman parte de Las Vascongadas, fue Wolfram Von Richthofen, cabeza de la rama de la aviación hitleriana enviada a España, denominada Legión Cóndor, cuyo objetivo era  apoyar al bando franquista en la guerra civil española (1936-1939).
Ese Richthofen llegó a ser en la Segunda Guerra Mundial el mariscal de Campo más joven de la Luftwaffe (la terrible aviación alemana), y adquirió la categoría de As por su intrepidez en los combates aéreos en que participó.
Por órdenes de Hitler el citado oficial alemán acordó con el general asturiano franquista Juan Vigón Suero-Díaz realizar actos de guerra con prescindencia de los daños que se causaren a la población civil.
Richthofen explicó en su Diario de Guerra (jornada del 26 de abril de 1937) la manera en que impartió órdenes a los hombres bajo su mando: “A un ritmo tal que todas las carreteras al sur de Guernica queden bloqueadas. Si lo logramos, embolsaremos al enemigo en torno a Marquina.” Al visitar Guernica, dos días después de la matanza de civiles, anotó estos ominosos juicios: “Guernica, villa de 5,000 habitantes, ha sido asolada…Las bombas incendiarias tenían ahora tiempo para desplegar su eficacia.”6  
Dicho y comprobado está que las pérdidas humanas y materiales fueron de consideración, no sólo en Guernica sino también en pueblos como Durango, Guerricaiz y Barazar.
Guernica fue inmortalizada por el pintor malagueño Pablo Picasso en su famoso cuadro al óleo sobre lienzo de estilo cubista que lleva el mismo nombre de la villa bombardeada.
Ese gran pintor y escultor, uno de los más fecundos del siglo XX, logró captar de manera simbólica los horrores de la guerra. El simbolismo de esa pintura puede proyectarse  también como una expresión dramática de lo que poco después ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
De esa obra iconográfica el mismo Picasso dijo: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo.”7  
Se han publicado varios libros sobre los ataques de los aviones alemanes e italianos a los referidos pueblos, siendo uno de ellos el titulado Guernica, del militar e historiador Jesús María Salas Larrazábal.
 Ese autor tiene una visión muy particular, intencionadamente subjetiva y sesgada sobre los acontecimientos ocurridos en las pequeñas comunidades mencionadas arriba. Al referirse a Guernica considera que se crearon muchos mitos en torno al bombardeo y la cantidad de muertos en esa villa martirizada. Dice que los fallecidos allí no llegaron a cien personas, cuando otros con mayor credibilidad informativa los contabilizan en miles.
Otros tienen opiniones diferentes, como José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca en su interesante obra El sable del caudillo, con ficcionadas confecciones de un testigo de excepción: el sable-observador comprado en una tienda de utilería militar por Francisco Franco al ser nombrado alférez.
Ese sable, como metáfora ontológica, fue la personificación utilizada por el autor referido para detallar desde simples nimiedades hasta reflexiones diabólicas del poderoso militar apodado por unos El Comandantín y por otros El Africano.
Así consigna Vilallonga la hecatombe ocurrida en Guernica: “26 de abril de 1937.Hoy, la Legión Cóndor, al mando del coronel Wolfram von Richthofen, ha destruido en tres horas de intenso bombardeo la ciudad sagrada de los vascos, Guernica, matando y quemando vivas a más de dos mil personas entre pacíficos ciudadanos, mujeres y niños. Era día de mercado y a Guernica habían acudido los habitantes de casi todos los caseríos de la comarca.”8
Al margen de las controversias entre investigadores del pasado por la cantidad de muertos y la destrucción de carreteras, puentes, iglesias, plazas, viviendas,  hayedos con frondosas hayas centenarias de ramas horizontales y pinos altos y elegantes, es inobjetable que los pilotos alemanes al mando de Von Richthofen y los italianos dirigidos por el teniente aviador Corrado Ricci, pero bajo el mando supremo del primero, cometieron crímenes de guerra que han quedado como una página de infamia.
El señalado Ricci fue escogido para tales fines por quien era a la sazón jefe de inteligencia de la Italia bajo el yugo de los fascistas, general Mario Roatta, al observar su voluntarismo. Ese Ricci llegó a ser general y terminó sus días como monje eremita en el desierto de Libia.

Encuentro de Hitler y Franco en Hendaya

Hendaya es un pequeño pueblo francés situado en los Pirineos, a unos cuantos kilómetros de la española ciudad de Vizcaya. Allí se reunieron Hitler y Franco, el 23 de octubre de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial.
Mucho se ha escrito sobre el fracaso de aquel encuentro. Posteriormente se supo que Franco, en su círculo de amigos y socios, se expresaba con desprecio hacia Hitler, a quien consideraba un simple diletante en asuntos militares, aunque luego consideró como una actitud propia de un héroe el suicidio de éste en Berlín.
Probablemente la opinión de Franco obedecía más bien a la renuencia inicial que tuvo El Führer de apoyarlo en la Guerra Civil Española, con lo cual coincidía con Joachim von Ribbentrop, que era el ministro de Exterior del régimen nazista.
Es de rigor decir que la Guerra Civil española (en la cual se cometieron muchas atrocidades, tanto del lado de los nacionalistas como de los republicanos) había finalizado, al menos en términos técnicos, en las primeras horas de abril de 1939, con Franco victorioso gracias al fuerte apoyo que le dieron Hitler y Mussolini.
Quedaba abierta una guerra de guerrillas de los combatientes antifranquistas que integraron una organización llamada maquis.
 Unos cuantos meses después comenzó la Segunda Guerra Mundial, que encontró a España devastada en términos económicos, sociales y sicológicos, lo que hizo imposible que al menos de manera abierta el nuevo régimen pudiera brindar un apoyo público a los nazistas y fascistas que le habían auxiliado en forma decisiva para obtener una victoria transitando por montañas de cadáveres.
La desastrosa realidad interna, y las repercusiones que tendría en el exterior la participación en otra guerra de la España ensangrentada de los años 30s del siglo pasado, provocaron que Franco se declarara primero presuntamente neutral y poco después varió a no beligerancia, lo cual en el contexto de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial significaba que no entraba en la conflagración, pero apoyaba a Hitler y Mussolini.
El abogado y político Ramón Serrano Suñer, que además de Ministro de Gobernación del régimen de Franco era concuñado de éste, relata en sus memorias, tituladas Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue, una serie de aspectos sobre las relaciones de Hitler, Franco y Mussolini.
La lectura de esa obra permite decir, con el auxilio semántico del sabio Miguel de Unamuno, que ella contiene jugosos detalles de la intrahistoria de aquella época tenebrosa para la humanidad.
Al decir de Serrano Suñer España exigía, para entrar de manera directa en la guerra, que le cedieran Orán y lugares circundantes, que es lo que se conoce como el Oranesado, en Argelia; la parte de Marruecos que entonces estaba bajo control de Francia;  la entrega de Camerún, en el centro de África; más espacio en el Sahara; apoyo para tomar posesión del peñón de Gibraltar y, además, que el régimen nazista proporcionara a España armas, combustible y alimentos.9
Para poner en contexto quién era el personaje mencionado en el párrafo anterior es válido decir que en el 1942 el embajador de los EE.UU. en España, el historiador Carlton  J. H. Hayes, en uno de los numerosos informes que dirigió al Secretario de Estado Cordell Hull, calificaba a Serrano Suñer no sólo de falangista pro nazi sino también de “mezquino, intrigante y escurridizo político.”10
En apretada síntesis, el encuentro de Franco y Hitler en Hendaya se ha considerado como un fracaso en virtud de que nada se obtuvo en concreto, excepto la firma de un documento difuso y de contenido vago, en el cual se plasmó que España ratificaba el compromiso de participar directamente en la guerra, pero sin fecha para ello y Alemania sólo prometía para España concederle algunos territorios de África, si se involucraba en favor de los intereses de los países que formaban el Eje (Alemania, Italia y Japón).
El prestigioso historiador inglés y gran hispanista Paul Preston, en su obra Franco, Caudillo de España, considerada la más completa biografía de ese personaje que gobernó con manos de acero durante 36 años a su país, señala que él acudió al encuentro con Hitler en la comuna de Hendaya con “la esperanza de obtener una recompensa adecuada a sus reiteradas ofertas de unirse al Eje.”
Abunda más Preston en sus juicios, que no han sido desmentidos, al indicar que Franco acudió al fronterizo territorio francés con el expreso designio de “sacar provecho de lo que consideraba la decadencia de la hegemonía anglofrancesa que había mantenido a España en una posición subordinada durante más de dos siglos.” Para Hitler era “un viaje de reconocimiento.”11
La verdad es que, al margen de las muchas opiniones diferentes sobre el hecho histórico ocurrido el 23 de octubre de 1940 en Hendaya, hay pruebas a borbotones del involucramiento de España en la Segunda Guerra Mundial.
España estuvo presente en esa guerra feroz no sólo con regimientos de infantería y unidades de artillería integrados por supuestos voluntarios, en lo que se llamó la División Azul que operó en el frente ruso, sino también con el suministro de alimentos y materias primas para las fuerzas navales y aéreas alemanas, así como con el servicio de oportunas informaciones de inteligencia y contra inteligencia militar.

Bibliografía:
1-El teniente J. F. Kennedy.P181.Editorial Juventud, Barcelona, 1968.Michel Duino.
2-Guanahani y Mayaguain, las primeras isletas descubiertas en el nuevo mundo: análisis del diario de Colón. Editora Cultural. Ramón Julio Diez Burgos.
3-Decreto No.1126.Gaceta Oficial No.4742, publicada el 5 de diciembre de1934.
4-La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el mar Caribe. Editora Amigo del Hogar, 1997. César de Windt Lavandier.
5-Enigmas históricos al descubierto. Editorial Planeta, 2004.Pp176 y 177. César Vidal.
6-Diario de guerra. 26 de abril de 1937. Wolfram von Richthofen.
7-Declaración de prensa. Junio 1937. Pablo Picasso.
8-El sable del caudillo. Editorial Plaza & Janés. Pp277 y 278, décimo tercera edición, 1998. José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca.
9-Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue. Memorias. Editorial Planeta, Barcelona, España, 1977.Ramón Serrano Suñer.
10-Misión de guerra en España, 1942-1945.Publicado por Universidad de Zaragoza, 2018. Carlton J. H. Hayes.
11-Franco, caudillo de España. Editorial Grijalbo, 1994. Paul Preston.

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