PANDEMIAS EN LA HISTORIA (Y 2)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Han sido muchas las enfermedades con
categoría de pandemias que por sus devastaciones han transformado el curso de
la historia de los pueblos.
Los males virales que indiqué en la
entrega anterior, así como los que se indicarán más abajo, pusieron fin de
manera espantosa a millones de vidas humanas, y en ocasiones a cifras parecidas
de animales.
También provocaron el colapso de la
economía de muchos países alrededor del mundo. También cambiaron, no pocas
veces, los designios de gobernantes poderosos.
Basta un ejemplo histórico como prueba
demostrativa de lo dicho en el párrafo anterior.
Fue
el caso de la ya comentada Fiebre Amarilla y los deseos de expansión imperial
en América de Napoleón Bonaparte.
Después del exitoso golpe de estado del 18
de Brumario (9-11-1799) Napoleón Bonaparte se propuso recuperar su antigua y
rica colonia del lado Oeste de la isla de Santo Domingo (Haití) y reafirmar,
además, el dominio de Francia sobre el inmenso territorio de la Luisiana, así
llamada en homenaje al rey francés Luis XIV, y que entonces no se limitaba a su
área geográfica actual sino que sobrepasaba los dos millones de kilómetros
cuadrados, extendiéndose desde el Golfo de México, cubriendo una amplia cuenca
del río Misisipi, parte considerable de la zona donde están los cinco Grandes
Lagos y se trepaba por una gran porción de las montañas Rocosas y por un
lateral de los montes Apalaches.
Más que la guerra que se desató en Europa
en marzo de 1803, al romperse la paz de Amiens, fue la Fiebre Amarilla la que
derrumbó los planes imperiales que en este lado del mundo anidaba en su mente el
entonces Primer Cónsul de Francia.
La referida Fiebre Amarilla derrotó al
poderoso cuerpo de ejército francés que meses antes había salido victorioso
contra los haitianos. Incluso el 2 de noviembre de 1802, a los 30 años de edad,
murió por esa letal enfermedad el jefe de esos batallones expedicionarios y
cuñado de Napoleón, el general Charles Emmanuel Leclerc.
El desencanto de Napoleón Bonaparte fue tan
grande que decidió vender Luisiana a los
Estados Unidos, siendo su causa directa la derrota que le infligió la Fiebre Amarilla.
Más de 300 años antes de esa debacle de
Napoleón en el Caribe varias enfermedades entonces expandidas por el mundo casi
provocaron el fracaso del más ambicioso proyecto económico de los reyes de
España, calculado como parte del segundo viaje del almirante Colón a las Indias.
De los 17 navíos que zarparon de Cádiz el
25 de septiembre de 1493, 12 fueron retornados a Castilla el 2 de febrero de
1494. Un testigo presencial, el médico Diego Álvarez Chanca, mencionado en la
primera entrega de estas notas, en carta a los reyes españoles expuso entre
otras razones de ese retorno lo siguiente: “por la mucha enfermedad que había
en la gente.”1
Ahora que gran parte de la humanidad está
padeciendo los múltiples efectos de La Covid-19 algunos científicos han vuelto
a exponer que el mal manejo que se le ha dado al medio ambiente ha hecho variar
lo que se conoce como permafrost (capa
de suelo permanentemente congelado) lo cual ha provocado el resurgimiento de
antiguos virus. Lo asocian, con diferentes prismas y teorías, a la cruda
realidad del presente.
Una valiente opinión sobre La Covid-19
El
filósofo y sociólogo esloveno Slovoj Zizek, una de las mentes más lúcidas de
esta época, considerado como “el Elvis de la teoría cultural” y “el filósofo
más peligroso de occidente,” ha publicado recientemente un oportuno ensayo
titulado Pandemia: Bienvenidos al desierto viral, en el cual sostiene que “nuestra sociedad global tiene recursos
suficientes para coordinar nuestra supervivencia.”
De manera ingeniosa Zizek analiza desde su
óptica lo que él considera que será el mundo después de la pandemia de La Covid-19,
cuyo resumen es que los seres humanos
seguirán sobre la tierra, no sin antes explicar que:
“La propagación actual de la epidemia de
coronavirus ha activado también una vasta epidemia de virus ideológicos que
estaba latente en nuestra sociedad: noticias falsas, teorías de la conspiración
paranoicas, estallidos de racismo…”2
Confinamiento del poeta Ovidio y la actualidad
El confinamiento parcial que en el
presente tiene la población de la República Dominicana, y así en otros países,
afortunadamente en nada se parece al que fue sometido el poeta romano Ovidio, durante
8 años, y hasta su muerte, en la entonces monótona aldea de Tomis, hoy la
pujante ciudad rumana de Constanza, en la costa del Mar Negro, por órdenes del
emperador Augusto.
Sus penurias allí se reflejan en su poesía
elegíaca, posteriormente recopilada y divulgada por diferentes editores y
traductores. De lo mucho que escribió Ovidio en medio de sus avatares, tal vez
tratando de buscar clemencia para que cesara su prolongada cuita, resalto esto: “El tiempo de
inactividad será para mí la muerte…”3
Es por la desemejanza del calvario que
sufrió el gozoso Publio Ovidio Nasón (odiado por el emperador Augusto, su
poderosa esposa Livia y su designado sucesor Tiberio) y, además, por la
diferencia de los tiempos, que considero oportuno decir que cuando pase la
actual pandemia del coronavirus habrá que poner en práctica lo que el
dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, en su obra teatral Camino Real,
puso en boca de Lord Byron: “Haz viajes, intenta hacerlos; no hay nada más.”4
La
llamada Gripe Española
La que pasó a la historia con el
nombre de Gripe Española se convirtió en
pandemia en el año 1918. Estaba en curso la Primera Guerra Mundial (desde
el 28-7-1914 hasta el 11-11-1918).
Los investigadores y científicos de
entonces determinaron que se trató de un brote de influenza del virus A. Todavía
hoy, cien años después, la comunidad científica no ha podido descifrar con
precisión el origen de la misma, desde el punto de vista de su patología
característica.
Esa pandemia de gripe apareció, como se indica
más arriba, cuando aún estaban encendidos los cañones de la para entonces
conocida como La Gran Guerra; una conflagración bélica que incluía a los
Imperios Austrohúngaro, Alemán, Británico, Japonés, Otomano, los Reinos de
Italia, Bulgaria, Grecia, Rumanía y países como Estados Unidos, Francia, China,
Portugal, Bélgica y otros.
Es importante recordar ese contexto
histórico para entender por analogía muchas de las cosas que ahora se dicen en
torno a La Covid-19.
El adjetivo de española que se le mal
endilgó a dicha pandemia estuvo directamente conectada con el hecho de que
España no participó en la referida guerra, y no convenía a ninguna de las
fuerzas beligerantes que se le asociara con la misma. Los códigos de las
guerras son así.
Muchas son las versiones sobre el lugar
donde comenzó. Unos afirman que existía en Francia desde el 1916. Hay quienes
desde hace un largo tiempo repiten, como un latiguillo, que su comienzo fue en
un suburbio de Shanghái, China.
Hay investigadores que sostienen que brotó
en la zona de Fort Riley, en Kansas, en el Medio Oeste de los Estados Unidos de
Norteamérica. Algunos dicen que fue en ese país, pero en la ciudad de
Charlotte, Carolina del Norte.
El historiador y periodista español
Santiago Mata va más lejos en su ensayo titulado Cómo el Ejército americano
contagió al mundo la Gripe Española. Sostiene que el brote de dicho mal, que
mató muchos millones de seres humanos alrededor del mundo, surgió en diferentes
lugares de la geografía estadounidense.5
Donde quiera que sea que haya empezado lo
cierto es que la llamada Gripe Española les apagó la vida a más de 40 millones
de personas y también a una gran cantidad de animales.
En R. D. se conoció como influenza
La pandemia que internacionalmente fue
conocida como Gripe Española se le llamó influenza en la República Dominicana.
Así se comprueba en los documentos de la época disponibles para consultas en
diversas hemerotecas.
El 9 de agosto de 1918 las autoridades
estadounidenses, que tenían invadido con la fuerza militar el país, dictaron la
Orden Ejecutiva 196, mediante la cual se formó una Junta Superior de Sanidad y
se dispusieron medidas preventivas para enfrentar ese mal que ya estaba matando
a millones de personas en otros lugares del mundo.
Se estableció una cuarentena a partir del
12 de noviembre de 1918, y se tomaron otras medidas. Se exhortó a la gente que
hiciera gárgaras de quinina, que como quiera no impidieron que el mal se
propagara por gran parte del país, afectando a más del 10% de la población dominicana.
En
pueblos como Santiago más de la mitad de los habitantes sufrieron los efectos
devastadores de dicha pandemia. Hubo muchos muertos.
Una de las víctimas dominicanas de la
influenza fue el conocido poeta y periodista neibero Apolinar Perdomo Sosa,
fallecido en la ciudad de Santo Domingo el 18 de diciembre de 1918, a los 36
años de edad.
El 16 de diciembre del 1918 el periódico Listín
Diario, con el título La influenza, editorializó sobre esa calamidad sanitaria.
Su contenido era un reflejo de los padecimientos que vivía la población
dominicana en esos momentos.
Víctimas
famosas: emperadores, presidentes y ministros
La pandemia de la Gripe Española llevó a
la tumba a figuras tan famosas como el ex presidente y a la sazón presidente
electo de Brasil Francisco de Paula Rodrígues Alves; al primer ministro de
Sudáfrica Louis Botha; al economista y sociólogo alemán Max Weber; al célebre
poeta y novelista francés Guilllaume Apollinaire y a los hermanos niños
pastorcillos Francisco y Jacinta de Jesús Marto a quienes, junto con su prima
Lucía dos Santos, se les apareció la Virgen María de manera secuenciada durante
cinco meses (13-mayo al 13-0ctubre 1917) en la campiña de Cova da Iria, en el
extrarradio de la ciudad de Fátima, en Portugal.
También fueron víctimas, pero sobrevivieron
a esa pandemia, el Rey Alfonso XIII y el Presidente del Gobierno Manuel García
Prieto, ambos de España; el escritor estadounidense John Dos Passos; el
emperador alemán Guillermo II; el primer ministro inglés David Lloyd George; el
Presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson y, además, quien luego sería el
mítico presidente de ese poderoso país, Franklin Delano Roosevelt.
La Peste
La Peste es una de las más terribles
enfermedades infectocontagiosas que ha sufrido la humanidad a través de los
siglos. Se le ha conocido más como peste bubónica, pero ha tenido otros
nombres, entre ellos la peste negra, que causó una mortandad en el siglo XIV
en la mayoría de los países de Europa.
La Peste, desde tiempos inmemoriales, se
ha convertido en sinónimo de desgracia colectiva. Por eso no sólo es peste
cualquier expresión de infección que haga colapsar el organismo humano o de
animales.
Hace ahora casi 2,500 años el historiador
Tucídides se refirió a las dificultades que
con motivo de la peste tenían miles de soldados que combatieron en las
tres fases de la guerra del Peloponeso, en la que los espartanos salieron
triunfantes.
El investigador Antonio Virgili, en su ensayo
La Epidemia más mortífera, describe a la peste así: “A mediados del siglo XIV,
entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa,
tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador
Justiniano (siglos VI-VII)…la peste tuvo un impacto pavoroso:…era un huésped inesperado,
desconocido y fatal…afectaba a todos, sin distinguir apenas entre pobres y
ricos.”6
Albert
Camus y La Peste
De todo lo que se ha publicado sobre la
pandemia conocida como La Peste uno de los textos más sobresalientes y
perdurables es una obra de ficción, escrita por Albert Camus, el formidable
escritor e intelectual nacido en Argelia, en el norte de África, premio Nobel
de Literatura. Su novela La Peste constituye una elocuente fuente informativa
para entender el nivel de destrucción de vidas que produjo esa enfermedad.
Camus comienza su novela, publicada en el
1947, señalando que los acontecimientos contenidos en ella ocurrieron “en el
año 194…en Orán”. De inmediato informa textualmente que “la ciudad, en sí
misma, hay que confesarlo, es fea.”
Luego hace un amplio relato de lo que La Peste
hizo en Orán, y describe la cotidianidad de personajes redondos y planos
creados por su fértil imaginación como Cottar,
el padre Paneloux, los médicos Rieux, Richard, Castel y otros como
turistas, fugitivos, etc.
Concluye de manera genial, y marcadamente
premonitoria con el presente, reseñando lo que finalmente ocurrió en el
escenario donde ambientó su clásica obra:
“En la noche ahora liberada, el deseo
bramaba sin frenos y era un rugido lo que llegaba hasta Rieux…él sabía que esta
muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo
de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios
dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en
las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un
día que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus
ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.”7
Homero
y la peste mitológica
El sabio griego Homero, en su obra
perdurable la Ilíada, escrita hace más o menos 2,800 años, en el marco de
descripciones mitológicas, al narrar la guerra entre troyanos y aqueos se
refiere a un demoledor ataque de peste que diezmó el vigor de los griegos,
colocados repentinamente a voluntad de una deidad. Por razones que él relata en
su dicha obra, el dios Apolo envió una peste a petición del dios Crises, quien
quería vengar el rapto que de su hija Criseida hizo Agamenón.Ahí interviene el
guerrero Aquiles y continúa su curso la apasionante Ilíada. Es otra prueba de
cómo en el mundo de la literatura se han relatado pandemias reales o ficticias.8
Boccaccio
sobre peste en Florencia
Giovanni Boccaccio fue un narrador que por
su calidad literaria hace parte junto a Petrarca y Dante de la trilogía que
impulsó a nivel mundial la literatura italiana.
Entre temas de fortuna, amor y variados
aspectos humanos detalla con su pluma maestra, en su obra de cuentos titulada
Decamerón, la acción destructora de la peste bubónica que transformó para mal a
la hermosa ciudad de Florencia, la principal urbe de la Toscana, en el centro
de Italia.
Boccaccio hasta describió, luego de que se
saturaron los cementerios existentes, el uso de fosas comunes para enterrar
centenares de víctimas de la referida enfermedad. En su clásica obra se lee que se abrieron
“grandes zanjas en los cementerios de las iglesias, en las cuales las nuevas
llegadas fueron colocadas por centenares, almacenadas grada a grada, como
cargamento naval.”9
Cualquier parecido de la narración de
Boccaccio con las sepulturas colectivas que se ven en estos días de coronavirus
en la isla cementerio Hart, de New York; en Bérgamo, Módena y Bolonia, en
Italia, y en un camposanto situado en las afueras de la ciudad de Manaos,
Brasil, no es pura coincidencia.
José Saramago
y la peste de ceguera blanca
El premio Nobel de literatura José
Saramago también se refirió a una peste, que él identificó como la ceguera
blanca. Lo hizo en su novela titulada Ensayo sobre La Ceguera, basada en la
cotidianidad de una sociedad infestada de males originados en el egoísmo
humano, que hizo exclamar a uno de sus personajes innominados “creo que no nos
quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo,
no ven.”10
En ese denso relato la cuarentena se
desarrolla en un manicomio. No dejan de aparecer en sus páginas, como ahora con
La Covid-19, desalmados que le sacan beneficio al terror colectivo de una
población acorralada, en un escenario de muerte, podredumbre y escasez de todo
tipo.
El Sida
El Sida es una enfermedad asociada a
tiempos no lejanos del presente. Los investigadores científicos la vincularon
con los seres humanos desde la segunda mitad del siglo pasado. Se comprobó que
los dos virus que la generan, incubados en algunos animales, hicieron su
trashumancia desde las estepas africanas hacia Europa, América y Asia.
Fue a partir del año 1959 cuando se le
puso más atención a dicho mal, al enfermarse de sida un marino inglés, en la
cercanía del río Congo, a su paso por la ciudad de Kinsasa.
Las estadísticas de la Organización
Mundial de la Salud consignan más de 40 millones de personas fallecidas por los
efectos del Sida.
En el 1986 se creó el acrónimo VIH para
resumir la frase virus de inmunodeficiencia humana. El Sida es la enfermedad y
el VIH es su causante. Dos años antes los científicos franceses Francoise
Barré-Sinoussi (fallecida el mes pasado) y Luc Montagnier habían logrado aislar
los virus del Sida. En el 2008 se les otorgó a ambos el Premio Nobel de
Fisiología o Medicina.
Durante un tiempo se difundió la creencia
de que el Sida era un asunto vinculado exclusivamente con la homosexualidad. Algunos
comentaristas asociaban dicho mal con castigos divinos. Luego se comprobó que
ambas cosas eran fábulas e imaginaciones.
Los efectos del Sida han sido tan devastadores
y las implicaciones sociales, políticas y económicas tan notorias que hasta los
llamados think tank, o laboratorios de pensamiento, han incursionado en el tema con una serie de opiniones.
En la actualidad en muchos países se ha
logrado reducir las muertes por el Sida, gracias al uso de medicamentos
antivirales. Pero hay lugares donde el factor económico deja en indefensión a
miles de personas que cada año fallecen por falta de atención médica.
En
la República Dominicana se promulgó el 31 de diciembre de 1993 la Ley
55-93 para combatir la discriminación contra los enfermos del Sida.
Ese texto contenía vacíos conceptuales.
Fue derogado mediante la Ley 135-11, de fecha 7 de junio del 2011, mejor
elaborada y mediante la cual establece un marco legal amplio para proteger los
derechos en sentido general de las
personas con dicha enfermedad.
Desde el 1988 cada primero de diciembre se
celebra el día mundial de la lucha contra el sida, como un recordatorio
permanente de que esa enfermedad sigue matando mucha gente, especialmente en
los lugares más económicamente deprimidos.
El Sida en la literatura
El Sida, como otras pandemias, también ha
sido objeto de atención literaria. Por ser una enfermedad vigente en muchos
sitios del mundo es probable que se amplíe la bibliografía general sobre la
misma, más allá de tablillas conteniendo estadísticas lóbregas.
La novela titulada Más grande que el amor,
publicada en el 1990, es una de las obras de ficción sobre el Sida. Ha tenido un
gran impacto en millones de lectores alrededor del mundo.
Su autor, el novelista francés Dominique
Lapierre, es el mismo creador de la novela La ciudad de la alegría, esta última
ambientada en el infortunio humano que vivían millares de personas en la octava
década del siglo pasado en la ciudad india de Calcuta, cuyos barrios míseros y
carcomidos por hambre, lepra, tuberculosis y otros males eran morideros donde
cientos de niños y adultos daban cada día su último hálito de vida. Esa
desdicha colectiva sigue allí, tal vez con menos intensidad.
Más
grande que el amor es una narración que parte de las dramáticas imágenes que
Lapierre comprobó en el hogar que para atender enfermos del Sida abrió en la
ciudad New York la Madre Teresa de Calcuta, cuando esa enfermedad estaba en su
apogeo como pandemia que tenía bajo terror a una considerable parte de la
humanidad.
El uso que Lapierre hace del espacio, el
tiempo y los personajes que figuran en esa obra la convierten en una lúcida
muestra de cómo a través de la ficción se puede desarrollar una narrativa
verosímil, lo cual desde los tiempos de Platón y Aristóteles es lo que se
conoce como diégesis.
Lo anterior queda comprobado en los fundamentos
centrales de la misma, que parten de la caridad bien entendida, y de las
proezas de que es susceptible el ser humano en momentos de desgracias
colectivas; pero al mismo tiempo el autor deja señales claras de los
tejemanejes políticos y económicos que se producen en medio de pandemias.11
El mal de Chagas
El mal de Chagas es otra de las
enfermedades que por siglos, de manera cíclica, ha adquirido la categoría de
pandemia.
De conformidad con los estudios que han
realizado los expertos, dicha enfermedad es de elevada mortalidad y es
recurrente en las zonas tropicales, especialmente donde la mugre se enseñorea
sobre la miseria de casas de barro, madera y paja, con predominio de huecos y
grietas. El parásito que la provoca tiene como transmisor principal
el chinche (no los de cama).Sus hospedantes o víctimas son las personas y
cualquier otro mamífero.
El
nombre de mal de Chagas fue dado en reconocimiento al médico infectólogo y
científico brasileño Carlos Chagas, quien presentó con gran maestría, en el año
1909, todo lo referente a ese achaque infecto contagioso.
Varios cronistas españoles y portugueses
de los tiempos de la América colonial, y otros que les siguieron en el tiempo,
dejaron notas sobre los efectos letales de dicha enfermedad, con el añadido de
que algunos comprobaron, por investigaciones arqueológicas, que en la era
precolombina pueblos completos de indígenas de la cordillera de los Andes fueron
aniquilados por esa dolencia que luego se conocería como el mal de Chagas.
El famoso naturalista, geólogo, explorador
y científico inglés Carlos Darwin fue víctima en Sudamérica, en el 1836, del
chinche o “insecto besador”, sobreviviendo en dura batalla a sus efectos
letales.
El mismo Darwin, en su bitácora de
observaciones, que se publicó en el año 1839, y que luego se conocería como El
viaje de Beagle, anotó que: “por la noche tuve un ataque de la benchuca…”12
La Organización Mundial de la Salud, en su
portal informativo, indica que el mal de Chagas es la enfermedad parasitaria
más activa en América Latina y que en la actualidad hay en varios lugares de
las zonas tropicales del mundo alrededor de 35 millones de personas
padeciéndola.
La Sífilis
Algunos cronistas coloniales
señalan que la sífilis existía entre los bohíos indígenas a la llegada de los
españoles a América. Le decían bubas. Afincaban su creencia al respecto por los
esqueletos encontrados en yacimientos arqueológicos con indicaciones de los
efectos que en dientes y huesos deja dicha enfermedad.
El referido médico Álvarez Chanca comenta
en sus crónicas el uso de medicamentos naturales para su tratamiento, como
hojas y resinas de guayacán. Entonces decían los conquistadores y colonizadores españoles que
dicha enfermedad era como “mal nuevo e de ultramar.”
Un sacerdote catalán que formó parte de
los pasajeros del barco principal del segundo viaje de Colón a lo que entonces
se llamaba las Indias (luego América en honor al investigador Américo Vespucio)
también escribió sobre
enfermedades, creencias y remedios de los indígenas en La Española.
El aludido fue Fray Ramón Pané. En su obra
Relaciones acerca de las antigüedades de los indios vertió opiniones sobre lo
anterior. Lo hizo partiendo de sus observaciones sobre la actitud oblativa y
las creencias religiosas de los taínos y macorijes, a cuyo estudio dedicó
cuatro años (1496-1500).-13
Ébola
La enfermedad por el virus del ébola está
activa en muchos lugares del mundo. Ha tenido épocas transformada en pandémica.
Tiene su tramo trágico en la historia médica de la humanidad.
Los investigadores científicos detectaron
una serie de males asociados al ébola, entre los que citan fiebre, dolores en
cabeza, pecho, abdomen, garganta y otras partes del cuerpo, así como vómito y
diarrea.
Según las estadísticas consultadas su
nivel de letalidad es altísimo. Más del 80% de quienes padecen ese mal mueren
en el intento de salvarse.
Los científicos han comprobado que su
origen proviene de animales salvajes, con preponderancia en diferentes tipos de
monos.
El virus del ébola fue descubierto en el
1976 en África, en varios de cuyos países tiene su centro de exterminio masivo,
aunque también ha causado muchas muertes en otros lugares del mundo.
Las plagas de Egipto
Debemos aferrarnos a la esperanza bien
fundada de que ahora, con La Covid-19, la humanidad no sufrirá como los
egipcios con las plagas que comenzaron con dos y en el recuento bíblico
terminaron siendo más de 10 ( el río
Nilo transformado en sangre, tábanos, mosquitos, moscas, ranas, piojos y
ulceras cebándose contra la gente, granizos sobre los cultivos, plagas de langostas diezmando los árboles,
destrucción del ganado, tiniebla cubriendo el Sol y la muerte del hijo mayor de
cada familia egipcia; según se relata en el Libro Éxodo, capítulos 7 y
siguientes.14
Bibliografía:
1-Carta de Diego Álvarez Chanca a los
reyes de España. Inserta en Diario de navegación de Cristóbal Colón y otros
escritos. Colección de viajes de Colón hecha por Fernández de Navarrete.
Editora Corripio, 1988.P275.
2-Pandemia: bienvenidos al desierto viral.Ensayo.3-5-2020.Slovoj
Zizek.
3-Tristezas-Pónticas.Ediciones Akal, 2010.Ovidio.
4-Camino Real. Obra de teatro, marzo
1953.Tennessee Williams.
5-Cómo el Ejército americano contagió al
mundo la Gripe Española. Ediciones Amanecer, Madrid, 2017. Santiago Mata.
6-La epidemia más mortífera. National Geographic.2020.Antoni
Virgili.
7-La Peste. Editorial libros Tauro.P151.
Albert Camus.
8- La Ilíada. Alianza Editorial, 2010. Homero.
9-Decamerón.Alianza Editorial. Geovanni Boccaccio.
10-Ensayo sobre la ceguera. Editorial
Santillana, 1995. José Saramago.
11-Más grande que el amor. Editorial Seix
Barral, Barcelona, España, 1990. Dominique Lapierre.
12-El viaje del Beagle (viaje a un
naturalista alrededor del mundo).Editorial NoBooks. Carlos Darwin.
13-Relaciones acerca de las antigüedades
de los indios. Editora Corripio, mayo 1988.Fray Ramón Pané.
14-La Biblia.Versión Latinoamericana. Edición
1960.
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