miércoles, 27 de mayo de 2020

PANDEMIAS EN LA HISTORIA (Y 2)


   PANDEMIAS EN LA HISTORIA (Y 2)


                   POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Han sido muchas las enfermedades con categoría de pandemias que por sus devastaciones han transformado el curso de la historia de los pueblos.
Los males virales que indiqué en la entrega anterior, así como los que se indicarán más abajo, pusieron fin de manera espantosa a millones de vidas humanas, y en ocasiones a cifras parecidas de animales.
También provocaron el colapso de la economía de muchos países alrededor del mundo. También cambiaron, no pocas veces, los designios de gobernantes poderosos.
Basta un ejemplo histórico como prueba demostrativa de lo dicho en el párrafo anterior.
 Fue el caso de la ya comentada Fiebre Amarilla y los deseos de expansión imperial en América de Napoleón Bonaparte.
Después del exitoso golpe de estado del 18 de Brumario (9-11-1799) Napoleón Bonaparte se propuso recuperar su antigua y rica colonia del lado Oeste de la isla de Santo Domingo (Haití) y reafirmar, además, el dominio de Francia sobre el inmenso territorio de la Luisiana, así llamada en homenaje al rey francés Luis XIV, y que entonces no se limitaba a su área geográfica actual sino que sobrepasaba los dos millones de kilómetros cuadrados, extendiéndose desde el Golfo de México, cubriendo una amplia cuenca del río Misisipi, parte considerable de la zona donde están los cinco Grandes Lagos y se trepaba por una gran porción de las montañas Rocosas y por un lateral de los montes Apalaches.
Más que la guerra que se desató en Europa en marzo de 1803, al romperse la paz de Amiens, fue la Fiebre Amarilla la que derrumbó los planes imperiales que en este lado del mundo anidaba en su mente el entonces Primer Cónsul de Francia.
La referida Fiebre Amarilla derrotó al poderoso cuerpo de ejército francés que meses antes había salido victorioso contra los haitianos. Incluso el 2 de noviembre de 1802, a los 30 años de edad, murió por esa letal enfermedad el jefe de esos batallones expedicionarios y cuñado de Napoleón, el general Charles Emmanuel Leclerc.
El desencanto de Napoleón Bonaparte fue tan grande que decidió vender  Luisiana a los Estados Unidos, siendo su causa directa la derrota que le infligió la Fiebre Amarilla.
Más de 300 años antes de esa debacle de Napoleón en el Caribe varias enfermedades entonces expandidas por el mundo casi provocaron el fracaso del más ambicioso proyecto económico de los reyes de España, calculado como parte del segundo viaje del almirante Colón a las Indias.
De los 17 navíos que zarparon de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, 12 fueron retornados a Castilla el 2 de febrero de 1494. Un testigo presencial, el médico Diego Álvarez Chanca, mencionado en la primera entrega de estas notas, en carta a los reyes españoles expuso entre otras razones de ese retorno lo siguiente: “por la mucha enfermedad que había en la gente.”1
Ahora que gran parte de la humanidad está padeciendo los múltiples efectos de La Covid-19 algunos científicos han vuelto a exponer que el mal manejo que se le ha dado al medio ambiente ha hecho variar lo que se conoce como  permafrost (capa de suelo permanentemente congelado) lo cual ha provocado el resurgimiento de antiguos virus. Lo asocian, con diferentes prismas y teorías, a la cruda realidad del presente.

                     Una valiente opinión sobre La Covid-19
 El filósofo y sociólogo esloveno Slovoj Zizek, una de las mentes más lúcidas de esta época, considerado como “el Elvis de la teoría cultural” y “el filósofo más peligroso de occidente,” ha publicado recientemente un oportuno ensayo titulado Pandemia: Bienvenidos al desierto viral, en el cual sostiene que  “nuestra sociedad global tiene recursos suficientes para coordinar nuestra supervivencia.”
De manera ingeniosa Zizek analiza desde su óptica lo que él considera que será el mundo después de la pandemia de La Covid-19,  cuyo resumen es que los seres humanos seguirán sobre la tierra, no sin antes explicar que:
“La propagación actual de la epidemia de coronavirus ha activado también una vasta epidemia de virus ideológicos que estaba latente en nuestra sociedad: noticias falsas, teorías de la conspiración paranoicas, estallidos de racismo…”2 
                 Confinamiento del poeta Ovidio y la actualidad
 El confinamiento parcial que en el presente tiene la población de la República Dominicana, y así en otros países, afortunadamente en nada se parece al que fue sometido el poeta romano Ovidio, durante 8 años, y hasta su muerte, en la entonces monótona aldea de Tomis, hoy la pujante ciudad rumana de Constanza, en la costa del Mar Negro, por órdenes del emperador Augusto.
Sus penurias allí se reflejan en su poesía elegíaca, posteriormente recopilada y divulgada por diferentes editores y traductores. De lo mucho que escribió Ovidio en medio de sus avatares, tal vez tratando de buscar clemencia para que cesara su  prolongada cuita, resalto esto: “El tiempo de inactividad será para mí la muerte…”3
Es por la desemejanza del calvario que sufrió el gozoso Publio Ovidio Nasón (odiado por el emperador Augusto, su poderosa esposa Livia y su designado sucesor Tiberio) y, además, por la diferencia de los tiempos, que considero oportuno decir que cuando pase la actual pandemia del coronavirus habrá que poner en práctica lo que el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, en su obra teatral Camino Real, puso en boca de Lord Byron: “Haz viajes, intenta hacerlos; no hay nada más.”4

La llamada Gripe Española

 La que pasó a la historia con el nombre de Gripe Española se convirtió en pandemia en el año 1918. Estaba en curso la Primera Guerra Mundial (desde el 28-7-1914 hasta el 11-11-1918).
Los investigadores y científicos de entonces determinaron que se trató de un brote de influenza del virus A. Todavía hoy, cien años después, la comunidad científica no ha podido descifrar con precisión el origen de la misma, desde el punto de vista de su patología característica.
Esa pandemia de gripe apareció, como se indica más arriba, cuando aún estaban encendidos los cañones de la para entonces conocida como La Gran Guerra; una conflagración bélica que incluía a los Imperios Austrohúngaro, Alemán, Británico, Japonés, Otomano, los Reinos de Italia, Bulgaria, Grecia, Rumanía y países como Estados Unidos, Francia, China, Portugal, Bélgica y otros.
Es importante recordar ese contexto histórico para entender por analogía muchas de las cosas que ahora se dicen en torno a La Covid-19.
El adjetivo de española que se le mal endilgó a dicha pandemia estuvo directamente conectada con el hecho de que España no participó en la referida guerra, y no convenía a ninguna de las fuerzas beligerantes que se le asociara con la misma. Los códigos de las guerras son así.
Muchas son las versiones sobre el lugar donde comenzó. Unos afirman que existía en Francia desde el 1916. Hay quienes desde hace un largo tiempo repiten, como un latiguillo, que su comienzo fue en un suburbio de Shanghái, China.
Hay investigadores que sostienen que brotó en la zona de Fort Riley, en Kansas, en el Medio Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Algunos dicen que fue en ese país, pero en la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte.
El historiador y periodista español Santiago Mata va más lejos en su ensayo titulado Cómo el Ejército americano contagió al mundo la Gripe Española. Sostiene que el brote de dicho mal, que mató muchos millones de seres humanos alrededor del mundo, surgió en diferentes lugares de la geografía estadounidense.5
Donde quiera que sea que haya empezado lo cierto es que la llamada Gripe Española les apagó la vida a más de 40 millones de personas y también a una gran cantidad de animales.

En  R. D. se conoció como influenza

La pandemia que internacionalmente fue conocida como Gripe Española se le llamó influenza en la República Dominicana. Así se comprueba en los documentos de la época disponibles para consultas en diversas hemerotecas.
El 9 de agosto de 1918 las autoridades estadounidenses, que tenían invadido con la fuerza militar el país, dictaron la Orden Ejecutiva 196, mediante la cual se formó una Junta Superior de Sanidad y se dispusieron medidas preventivas para enfrentar ese mal que ya estaba matando a millones de personas en otros lugares del mundo.
Se estableció una cuarentena a partir del 12 de noviembre de 1918, y se tomaron otras medidas. Se exhortó a la gente que hiciera gárgaras de quinina, que como quiera no impidieron que el mal se propagara por gran parte del país, afectando a más del 10% de la población dominicana.
 En pueblos como Santiago más de la mitad de los habitantes sufrieron los efectos devastadores de dicha pandemia. Hubo muchos muertos.
Una de las víctimas dominicanas de la influenza fue el conocido poeta y periodista neibero Apolinar Perdomo Sosa, fallecido en la ciudad de Santo Domingo el 18 de diciembre de 1918, a los 36 años de edad.
El 16 de diciembre del 1918 el periódico Listín Diario, con el título La influenza, editorializó sobre esa calamidad sanitaria. Su contenido era un reflejo de los padecimientos que vivía la población dominicana en esos momentos.

Víctimas famosas: emperadores, presidentes y ministros

La pandemia de la Gripe Española llevó a la tumba a figuras tan famosas como el ex presidente y a la sazón presidente electo de Brasil Francisco de Paula Rodrígues Alves; al primer ministro de Sudáfrica Louis Botha; al economista y sociólogo alemán Max Weber; al célebre poeta y novelista francés Guilllaume Apollinaire y a los hermanos niños pastorcillos Francisco y Jacinta de Jesús Marto a quienes, junto con su prima Lucía dos Santos, se les apareció la Virgen María de manera secuenciada durante cinco meses (13-mayo al 13-0ctubre 1917) en la campiña de Cova da Iria, en el extrarradio de la ciudad de Fátima, en Portugal.
También fueron víctimas, pero sobrevivieron a esa pandemia, el Rey Alfonso XIII y el Presidente del Gobierno Manuel García Prieto, ambos de España; el escritor estadounidense John Dos Passos; el emperador alemán Guillermo II; el primer ministro inglés David Lloyd George; el Presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson y, además, quien luego sería el mítico presidente de ese poderoso país, Franklin Delano Roosevelt.

La Peste

La Peste es una de las más terribles enfermedades infectocontagiosas que ha sufrido la humanidad a través de los siglos. Se le ha conocido más como peste bubónica, pero ha tenido otros nombres, entre ellos la peste negra, que causó una mortandad en el siglo XIV en  la mayoría de los países de Europa.
La Peste, desde tiempos inmemoriales, se ha convertido en sinónimo de desgracia colectiva. Por eso no sólo es peste cualquier expresión de infección que haga colapsar el organismo humano o de animales.
Hace ahora casi 2,500 años el historiador Tucídides se refirió a las dificultades que  con motivo de la peste tenían miles de soldados que combatieron en las tres fases de la guerra del Peloponeso, en la que los espartanos salieron triunfantes.
El investigador Antonio Virgili, en su ensayo La Epidemia más mortífera, describe a la peste así: “A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII)…la peste tuvo un impacto pavoroso:…era un huésped inesperado, desconocido y fatal…afectaba a todos, sin distinguir apenas entre pobres y ricos.”6

Albert Camus y La Peste

De todo lo que se ha publicado sobre la pandemia conocida como La Peste uno de los textos más sobresalientes y perdurables es una obra de ficción, escrita por Albert Camus, el formidable escritor e intelectual nacido en Argelia, en el norte de África, premio Nobel de Literatura. Su novela La Peste constituye una elocuente fuente informativa para entender el nivel de destrucción de vidas que produjo esa enfermedad.
Camus comienza su novela, publicada en el 1947, señalando que los acontecimientos contenidos en ella ocurrieron “en el año 194…en Orán”. De inmediato informa textualmente que “la ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea.”
Luego hace un amplio relato de lo que La Peste hizo en Orán, y describe la cotidianidad de personajes redondos y planos creados por su fértil imaginación como Cottar,  el padre Paneloux, los médicos Rieux, Richard, Castel y otros como turistas, fugitivos, etc.
Concluye de manera genial, y marcadamente premonitoria con el presente, reseñando lo que finalmente ocurrió en el escenario donde ambientó su clásica obra:
“En la noche ahora liberada, el deseo bramaba sin frenos y era un rugido lo que llegaba hasta Rieux…él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.”7   

Homero y la peste mitológica

El sabio griego Homero, en su obra perdurable la Ilíada, escrita hace más o menos 2,800 años, en el marco de descripciones mitológicas, al narrar la guerra entre troyanos y aqueos se refiere a un demoledor ataque de peste que diezmó el vigor de los griegos, colocados repentinamente a voluntad de una deidad. Por razones que él relata en su dicha obra, el dios Apolo envió una peste a petición del dios Crises, quien quería vengar el rapto que de su hija Criseida hizo Agamenón.Ahí interviene el guerrero Aquiles y continúa su curso la apasionante Ilíada. Es otra prueba de cómo en el mundo de la literatura se han relatado pandemias reales o ficticias.8

Boccaccio sobre peste en Florencia

Giovanni Boccaccio fue un narrador que por su calidad literaria hace parte junto a Petrarca y Dante de la trilogía que impulsó a nivel mundial la literatura italiana.
Entre temas de fortuna, amor y variados aspectos humanos detalla con su pluma maestra, en su obra de cuentos titulada Decamerón, la acción destructora de la peste bubónica que transformó para mal a la hermosa ciudad de Florencia, la principal urbe de la Toscana, en el centro de Italia.
Boccaccio hasta describió, luego de que se saturaron los cementerios existentes, el uso de fosas comunes para enterrar centenares de víctimas de la referida enfermedad.  En su clásica obra se lee que se abrieron “grandes zanjas en los cementerios de las iglesias, en las cuales las nuevas llegadas fueron colocadas por centenares, almacenadas grada a grada, como cargamento naval.”9
Cualquier parecido de la narración de Boccaccio con las sepulturas colectivas que se ven en estos días de coronavirus en la isla cementerio Hart, de New York; en Bérgamo, Módena y Bolonia, en Italia, y en un camposanto situado en las afueras de la ciudad de Manaos, Brasil, no es pura coincidencia. 

José Saramago y la peste de ceguera blanca

El premio Nobel de literatura José Saramago también se refirió a una peste, que él identificó como la ceguera blanca. Lo hizo en su novela titulada Ensayo sobre La Ceguera, basada en la cotidianidad de una sociedad infestada de males originados en el egoísmo humano, que hizo exclamar a uno de sus personajes innominados “creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.”10
En ese denso relato la cuarentena se desarrolla en un manicomio. No dejan de aparecer en sus páginas, como ahora con La Covid-19, desalmados que le sacan beneficio al terror colectivo de una población acorralada, en un escenario de muerte, podredumbre y escasez de todo tipo.

                                         El Sida
El Sida es una enfermedad asociada a tiempos no lejanos del presente. Los investigadores científicos la vincularon con los seres humanos desde la segunda mitad del siglo pasado. Se comprobó que los dos virus que la generan, incubados en algunos animales, hicieron su trashumancia desde las estepas africanas hacia Europa, América y Asia.
Fue a partir del año 1959 cuando se le puso más atención a dicho mal, al enfermarse de sida un marino inglés, en la cercanía del río Congo, a su paso por la ciudad de Kinsasa.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud consignan más de 40 millones de personas fallecidas por los efectos del Sida.
En el 1986 se creó el acrónimo VIH para resumir la frase virus de inmunodeficiencia humana. El Sida es la enfermedad y el VIH es su causante. Dos años antes los científicos franceses Francoise Barré-Sinoussi (fallecida el mes pasado) y Luc Montagnier habían logrado aislar los virus del Sida. En el 2008 se les otorgó a ambos el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
Durante un tiempo se difundió la creencia de que el Sida era un asunto vinculado exclusivamente con la homosexualidad. Algunos comentaristas asociaban dicho mal con castigos divinos. Luego se comprobó que ambas cosas eran fábulas e imaginaciones.
Los efectos del Sida han sido tan devastadores y las implicaciones sociales, políticas y económicas tan notorias que hasta los llamados think tank, o laboratorios de pensamiento, han incursionado  en el tema con una serie de opiniones.
En la actualidad en muchos países se ha logrado reducir las muertes por el Sida, gracias al uso de medicamentos antivirales. Pero hay lugares donde el factor económico deja en indefensión a miles de personas que cada año fallecen por falta de atención médica.

En  la República Dominicana se promulgó el 31 de diciembre de 1993 la Ley 55-93 para combatir la discriminación contra los enfermos del Sida.
Ese texto contenía vacíos conceptuales. Fue derogado mediante la Ley 135-11, de fecha 7 de junio del 2011, mejor elaborada y mediante la cual establece un marco legal amplio para proteger los derechos  en sentido general de las personas con dicha enfermedad.

Desde el 1988 cada primero de diciembre se celebra el día mundial de la lucha contra el sida, como un recordatorio permanente de que esa enfermedad sigue matando mucha gente, especialmente en los lugares más económicamente deprimidos.
El Sida en la literatura
El Sida, como otras pandemias, también ha sido objeto de atención literaria. Por ser una enfermedad vigente en muchos sitios del mundo es probable que se amplíe la bibliografía general sobre la misma, más allá de tablillas conteniendo estadísticas lóbregas.
La novela titulada Más grande que el amor, publicada en el 1990, es una de las obras de ficción sobre el Sida. Ha tenido un gran impacto en millones de lectores alrededor del mundo.
Su autor, el novelista francés Dominique Lapierre, es el mismo creador de la novela La ciudad de la alegría, esta última ambientada en el infortunio humano que vivían millares de personas en la octava década del siglo pasado en la ciudad india de Calcuta, cuyos barrios míseros y carcomidos por hambre, lepra, tuberculosis y otros males eran morideros donde cientos de niños y adultos daban cada día su último hálito de vida. Esa desdicha colectiva sigue allí, tal vez con menos intensidad. 
 Más grande que el amor es una narración que parte de las dramáticas imágenes que Lapierre comprobó en el hogar que para atender enfermos del Sida abrió en la ciudad New York la Madre Teresa de Calcuta, cuando esa enfermedad estaba en su apogeo como pandemia que tenía bajo terror a una considerable parte de la humanidad.
El uso que Lapierre hace del espacio, el tiempo y los personajes que figuran en esa obra la convierten en una lúcida muestra de cómo a través de la ficción se puede desarrollar una narrativa verosímil, lo cual desde los tiempos de Platón y Aristóteles es lo que se conoce como diégesis.
Lo anterior queda comprobado en los fundamentos centrales de la misma, que parten de la caridad bien entendida, y de las proezas de que es susceptible el ser humano en momentos de desgracias colectivas; pero al mismo tiempo el autor deja señales claras de los tejemanejes políticos y económicos que se producen en medio de pandemias.11

El mal de Chagas
El mal de Chagas es otra de las enfermedades que por siglos, de manera cíclica, ha adquirido la categoría de pandemia.
De conformidad con los estudios que han realizado los expertos, dicha enfermedad es de elevada mortalidad y es recurrente en las zonas tropicales, especialmente donde la mugre se enseñorea sobre la miseria de casas de barro, madera y paja, con predominio de huecos y grietas. El parásito que la provoca tiene como transmisor  principal  el chinche (no los de cama).Sus hospedantes o víctimas son las personas y cualquier otro mamífero.
 El nombre de mal de Chagas fue dado en reconocimiento al médico infectólogo y científico brasileño Carlos Chagas, quien presentó con gran maestría, en el año 1909, todo lo referente a ese achaque infecto contagioso.
Varios cronistas españoles y portugueses de los tiempos de la América colonial, y otros que les siguieron en el tiempo, dejaron notas sobre los efectos letales de dicha enfermedad, con el añadido de que algunos comprobaron, por investigaciones arqueológicas, que en la era precolombina pueblos completos de indígenas de la cordillera de los Andes fueron aniquilados por esa dolencia que luego se conocería como el mal de Chagas.
El famoso naturalista, geólogo, explorador y científico inglés Carlos Darwin fue víctima en Sudamérica, en el 1836, del chinche o “insecto besador”, sobreviviendo en dura batalla a sus efectos letales.
El mismo Darwin, en su bitácora de observaciones, que se publicó en el año 1839, y que luego se conocería como El viaje de Beagle, anotó que: “por la noche tuve un ataque de la benchuca…”12  
La Organización Mundial de la Salud, en su portal informativo, indica que el mal de Chagas es la enfermedad parasitaria más activa en América Latina y que en la actualidad hay en varios lugares de las zonas tropicales del mundo alrededor de 35 millones de personas padeciéndola.

La Sífilis

 Algunos cronistas coloniales señalan que la sífilis existía entre los bohíos indígenas a la llegada de los españoles a América. Le decían bubas. Afincaban su creencia al respecto por los esqueletos encontrados en yacimientos arqueológicos con indicaciones de los efectos que en dientes y huesos deja dicha enfermedad.
El referido médico Álvarez Chanca comenta en sus crónicas el uso de medicamentos naturales para su tratamiento, como hojas y resinas de guayacán. Entonces decían  los conquistadores y colonizadores españoles que dicha enfermedad era como “mal nuevo e de ultramar.”
Un sacerdote catalán que formó parte de los pasajeros del barco principal del segundo viaje de Colón a lo que entonces se llamaba las Indias (luego América en honor al investigador Américo Vespucio)  también  escribió sobre  enfermedades, creencias y remedios de los indígenas en La Española.
El aludido fue Fray Ramón Pané. En su obra Relaciones acerca de las antigüedades de los indios vertió opiniones sobre lo anterior. Lo hizo partiendo de sus observaciones sobre la actitud oblativa y las creencias religiosas de los taínos y macorijes, a cuyo estudio dedicó cuatro años (1496-1500).-13

                                            Ébola
La enfermedad por el virus del ébola está activa en muchos lugares del mundo. Ha tenido épocas transformada en pandémica. Tiene su tramo trágico en la historia médica de la humanidad.
Los investigadores científicos detectaron una serie de males asociados al ébola, entre los que citan fiebre, dolores en cabeza, pecho, abdomen, garganta y otras partes del cuerpo, así como vómito y diarrea.
Según las estadísticas consultadas su nivel de letalidad es altísimo. Más del 80% de quienes padecen ese mal mueren en el intento de salvarse.
Los científicos han comprobado que su origen proviene de animales salvajes, con preponderancia en diferentes tipos de monos.
El virus del ébola fue descubierto en el 1976 en África, en varios de cuyos países tiene su centro de exterminio masivo, aunque también ha causado muchas muertes en otros lugares del mundo.

Las plagas de Egipto
Debemos aferrarnos a la esperanza bien fundada de que ahora, con La Covid-19, la humanidad no sufrirá como los egipcios con las plagas que comenzaron con dos y en el recuento bíblico terminaron siendo más de 10 ( el  río Nilo transformado en sangre, tábanos, mosquitos, moscas, ranas, piojos y ulceras cebándose contra la gente, granizos sobre los cultivos,  plagas de langostas diezmando los árboles, destrucción del ganado, tiniebla cubriendo el Sol y la muerte del hijo mayor de cada familia egipcia; según se relata en el Libro Éxodo, capítulos 7 y siguientes.14

Bibliografía:
1-Carta de Diego Álvarez Chanca a los reyes de España. Inserta en Diario de navegación de Cristóbal Colón y otros escritos. Colección de viajes de Colón hecha por Fernández de Navarrete. Editora Corripio, 1988.P275. 
2-Pandemia: bienvenidos al desierto viral.Ensayo.3-5-2020.Slovoj Zizek.
3-Tristezas-Pónticas.Ediciones Akal, 2010.Ovidio.
4-Camino Real. Obra de teatro, marzo 1953.Tennessee Williams.
5-Cómo el Ejército americano contagió al mundo la Gripe Española. Ediciones Amanecer, Madrid, 2017. Santiago Mata.
6-La epidemia más mortífera. National Geographic.2020.Antoni Virgili.
7-La Peste. Editorial libros Tauro.P151. Albert Camus.
8- La Ilíada. Alianza Editorial, 2010. Homero.
9-Decamerón.Alianza Editorial. Geovanni Boccaccio.
10-Ensayo sobre la ceguera. Editorial Santillana, 1995. José Saramago.
11-Más grande que el amor. Editorial Seix Barral, Barcelona, España, 1990. Dominique Lapierre.
12-El viaje del Beagle (viaje a un naturalista alrededor del mundo).Editorial NoBooks. Carlos Darwin.
13-Relaciones acerca de las antigüedades de los indios. Editora Corripio, mayo 1988.Fray Ramón Pané.
14-La Biblia.Versión Latinoamericana. Edición 1960.

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