FIEBRE
AMARILLA
(Publicado
el 2-5-2020)
POR
TEÓFILO LAPPOT ROBLES
La
fiebre amarilla fue una de esas mortíferas enfermedades que causaron una
miríada de muertes en esta parte del mundo.
Unos dicen que el nombre le vino por el
color amarillo que tomaba la piel de los españoles que sufrían del mal que los
mayas identificaban como vómito de sangre y que atribuían a un castigo de los
espíritus sobrenaturales que formaban el altar de sus deidades.
El gran médico y científico cubano, nacido
en la hermosa e histórica ciudad de Camagüey, la de los tinajones, Carlos
Finlay Barrés, hijo de un galeno inglés y una dama española, fue quien
descubrió que el mosquito aedes aegypti era el transmisor o vector
epidemiológico de la fiebre amarilla.
Investido con su autoridad en la
materia Finlay, en una ponencia
presentada el febrero de 1881, en Whashington, D.C., definió ese padecimiento
así: “Es una enfermedad infecciosa aguda y contagiosa, caracterizada
clínicamente por fiebre, albuminaria, hemorragias, hematemesis o vómitos negros
e ictericia.”
Dos
historiadores de la medicina, autores del libro titulado Colonialismo,
trasiegos y dualidades: la fiebre amarilla, reproducen lo que escribió sobre su
propia experiencia un médico e investigador inglés de apellido Pinckard, quien
fue una de las víctimas sobrevivientes en el 1806 de ese mal: “la luz era
intolerable y las pulsaciones de la cabeza y los ojos eran sumamente dolorosas,
produciendo la sensación de que 3 ó 4 garfios estuvieran enganchados en cada
globo ocular…ningún sitio, ninguna posición, daba un momento de respiro.”
La Fiebre Amarilla enfrentó los deseos de
expansión imperial en América de Napoleón Bonaparte.
Después del exitoso golpe de estado del 18
de Brumario (9-11-1799) Napoleón Bonaparte se propuso recuperar su antigua y
rica colonia del lado Oeste de la isla de Santo Domingo (Haití) y reafirmar,
además, el dominio de Francia sobre el inmenso territorio de la Luisiana, así
llamada en homenaje al rey francés Luis XIV, y que entonces no se limitaba a su
área geográfica actual sino que sobrepasaba los dos millones de kilómetros
cuadrados, extendiéndose desde el Golfo de México, cubriendo una amplia cuenca
del río Misisipi, parte considerable de la zona donde están los cinco Grandes
Lagos y se trepaba por una gran porción de las montañas Rocosas y por un
lateral de los montes Apalaches.
Más que la guerra que se desató en Europa
en marzo de 1803, al romperse la paz de Amiens, fue la Fiebre Amarilla la que
derrumbó los planes imperiales que en este lado del mundo anidaba en su mente
el entonces Primer Cónsul de Francia.
La referida Fiebre Amarilla derrotó al
poderoso cuerpo de ejército francés que meses antes había salido victorioso
contra los haitianos. Incluso el 2 de noviembre de 1802, a los 30 años de edad,
murió por esa letal enfermedad el jefe de esos batallones expedicionarios y
cuñado de Napoleón, el general Charles Emmanuel Leclerc.
El desencanto de Napoleón Bonaparte fue
tan grande que decidió vender Luisiana a
los Estados Unidos, siendo su causa directa la derrota que le infligió la
Fiebre Amarilla.
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