miércoles, 27 de mayo de 2020

FIEBRE AMARILLA


FIEBRE AMARILLA
(Publicado el 2-5-2020)
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
 La fiebre amarilla fue una de esas mortíferas enfermedades que causaron una miríada de muertes en esta parte del mundo.
Unos dicen que el nombre le vino por el color amarillo que tomaba la piel de los españoles que sufrían del mal que los mayas identificaban como vómito de sangre y que atribuían a un castigo de los espíritus sobrenaturales que formaban el altar de sus deidades.
El gran médico y científico cubano, nacido en la hermosa e histórica ciudad de Camagüey, la de los tinajones, Carlos Finlay Barrés, hijo de un galeno inglés y una dama española, fue quien descubrió que el mosquito aedes aegypti era el transmisor o vector epidemiológico de la fiebre amarilla.
Investido con su autoridad en la materia  Finlay, en una ponencia presentada el febrero de 1881, en Whashington, D.C., definió ese padecimiento así: “Es una enfermedad infecciosa aguda y contagiosa, caracterizada clínicamente por fiebre, albuminaria, hemorragias, hematemesis o vómitos negros e ictericia.”
Dos historiadores de la medicina, autores del libro titulado Colonialismo, trasiegos y dualidades: la fiebre amarilla, reproducen lo que escribió sobre su propia experiencia un médico e investigador inglés de apellido Pinckard, quien fue una de las víctimas sobrevivientes en el 1806 de ese mal: “la luz era intolerable y las pulsaciones de la cabeza y los ojos eran sumamente dolorosas, produciendo la sensación de que 3 ó 4 garfios estuvieran enganchados en cada globo ocular…ningún sitio, ninguna posición, daba un momento de respiro.”
La Fiebre Amarilla enfrentó los deseos de expansión imperial en América de Napoleón Bonaparte.
Después del exitoso golpe de estado del 18 de Brumario (9-11-1799) Napoleón Bonaparte se propuso recuperar su antigua y rica colonia del lado Oeste de la isla de Santo Domingo (Haití) y reafirmar, además, el dominio de Francia sobre el inmenso territorio de la Luisiana, así llamada en homenaje al rey francés Luis XIV, y que entonces no se limitaba a su área geográfica actual sino que sobrepasaba los dos millones de kilómetros cuadrados, extendiéndose desde el Golfo de México, cubriendo una amplia cuenca del río Misisipi, parte considerable de la zona donde están los cinco Grandes Lagos y se trepaba por una gran porción de las montañas Rocosas y por un lateral de los montes Apalaches.
Más que la guerra que se desató en Europa en marzo de 1803, al romperse la paz de Amiens, fue la Fiebre Amarilla la que derrumbó los planes imperiales que en este lado del mundo anidaba en su mente el entonces Primer Cónsul de Francia.
La referida Fiebre Amarilla derrotó al poderoso cuerpo de ejército francés que meses antes había salido victorioso contra los haitianos. Incluso el 2 de noviembre de 1802, a los 30 años de edad, murió por esa letal enfermedad el jefe de esos batallones expedicionarios y cuñado de Napoleón, el general Charles Emmanuel Leclerc.
El desencanto de Napoleón Bonaparte fue tan grande que decidió vender  Luisiana a los Estados Unidos, siendo su causa directa la derrota que le infligió la Fiebre Amarilla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario