POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
ABRAHAM LINCOLN (anécdota)
En la abultada biografía de Abraham Lincoln hay una
miríada de anécdotas producidas en las
diferentes facetas de su esplendente personalidad: abogado de intensa
actividad, político, legislador, combatiente en la guerra de Secesión, decimosexto presidente de los EE.UU.,
abolicionista de la esclavitud, etc.
En su condición de abogado en ejercicio, mucho antes
de ser primer mandatario de su país, le correspondió llevar el mismo día y ante
el mismo tribunal dos asuntos contenciosos muy parecidos.
En ambos casos hizo planteamientos diferentes, pues en
uno actuó como acusador, defendiendo al demandante, y en el otro estaba en la
barra de la defensa de un acusado.
En el primer lance el tribunal acogió su tesis sobre
los agravios sufridos por su cliente. Le dio ganancia de causa en todos los
aspectos planteados y Lincoln se sintió eufórico por esa victoria procesal.
Tres horas más tarde estaba en la barra de enfrente,
representando a un comerciante demandado por sus hechos personales.
Lincoln hizo piruetas verbales para convencer al mismo
juez que conoció el caso anterior sobre la inocencia de su cliente, pero en su
segundo discurso forense eran evidentes las contradicciones con la forma
expresiva que argumentó en horas de la mañana.
Concluidos los debates, y antes de dictar su fallo, el
juez actuante, dejando de lado lo que en Derecho se conoce como la casuística, le
preguntó de manera algo socarrona a Lincoln sobre su ambivalencia jurídica.
Quien luego se convirtió en una figura histórica de
alcance mundial le dio una respuesta que se convirtió en un clásico del
anecdotario judicial mundial:
-“Magistrado, esta mañana pude tener errores
conceptuales, pero ahora, en este segundo caso estoy seguro que tengo la
razón.”
Luego de 133 años de su muerte una anécdota surgida en
el 1998, por un escándalo sexual en la Casa Blanca (suceso Clinton-Lewinsky),
hizo reaparecer en la escena pública estadounidense la sagacidad que tuvo Lincoln como abogado:
Entonces se hizo popular una comparación anecdótica:
Lincoln nunca mentía. Nixon nunca decía verdad y Clinton no reconoce diferencia
entre verdad y mentira.
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