domingo, 10 de julio de 2022

LOPE DE AGUIRRE Y LOPEZ DE SANTA ANNA

 

                    LOPE DE AGUIRRE Y LOPEZ DE SANTA ANNA

                           POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

América Latina, y particularmente el Caribe insular, han sido a través del tiempo una fértil cantera de anécdotas generadas por las actividades políticas o sus colindancias.

Tal vez la acumulación de hechos extraños en esta parte del mundo viene desde antes de que causara estupor una mano cercenada del conquistador español Lope de Aguirre, consumado criminal que cometió inmensas matanzas en búsqueda de un lugar legendario que desde el siglo 16 hasta la centuria del 19 se creía que estaba repleto de oro. Lo ubicaban en la inmensa sabana de Bogotá y zonas aledañas.

A ese sitio mágico se le llamó en los relatos de españoles e indígenas como El Dorado. Lope de Aguirre luego se rebeló contra los jefes coloniales. Ellos ordenaron su muerte y descuartizamiento.

El gran escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, en su relato “El Camino de El Dorado”, hace una radiografía amplia de ese personaje.

Algunos autores han narrado la biografía de Lope Aguirre de manera tan variada que pueden llevar a los lectores desprevenidos a la más absoluta confusión.

Pasado el tiempo varios escritores lo han descrito como uno de los precursores de la independencia de Iberoamérica, entre ellos Simón Bolívar y Miguel Otero Silva. Otros, en cambio, dicen que era el prototipo del criminal despiadado.

Fuera lo que fuera, el caso es que ha quedado como parte del anecdotario latinoamericano una de las manos desgajadas del cuerpo de ese controversial individuo.

En ese sentido es oportuno decir que el premio Nobel  de Literatura Gabriel García Márquez describe en un formidable relato lo siguiente:

“La mano cortada de Lope de Aguirre navegó río abajo durante varios días, y quienes la veían pasar se estremecían de horror, pensando que aun en aquel estado aquella mano asesina podía blandir un puñal.”

Otro de esos hechos curiosos, con categoría de anécdota, que encajan en lo absurdo, o en lo que se ha dado en llamar desde 100 años para acá el surrealismo, fue la solemne segunda sepultura de la pierna izquierda del presidente mexicano  Antonio López de Santa Anna.

Se trata de la misma persona que exigió que le dieran el trato de Alteza Serenísima al mismo tiempo que  cobraba impuestos por la cantidad de puertas y ventanas que tuviera una casa y, además, obligó a los dueños de perros y gatos pagar tributos al Estado.

El férreo veracruzano perdió su pierna izquierda el 4 de diciembre de 1838, en un enfrentamiento con unos invasores franceses que llegaron en son de guerra al puerto de Veracruz, con motivo de un lío de pasteles consumidos y no pagados a un pequeño comerciante francés avecindado en la zona.

Casi 4 años después, el 27 de septiembre de 1842, lo que quedaba de la referida pierna fue desenterrada, puesta en una vitrina de vidrio, paseada por las principales avenidas de la ciudad de México y enterrada de nuevo con honores militares,discursos rimbombantes y loas al cojo que gobernó 6 veces su inmenso y poblado país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario