sábado, 16 de julio de 2022

EN UN PATÍBULO EN SAN JUAN

 

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

EN UN PATÍBULO EN SAN JUAN

Hace sólo unos días se cumplieron 161 años de la hecatombe hecha en el valle de San Juan por los anexionistas encabezados por Pedro Santana y otros gerifaltes militares (españoles y criollos) contra los patriotas dominicanos que vinieron a luchar por devolver la soberanía a la República Dominicana, arrebatada cuando se produjo la fatídica anexión a España, anunciada el 18 de marzo de 1861 desde un balcón frente al Parque Colón, así llamado desde el 27 de febrero de 1887.

Al evocar situaciones como esa masacre de San Juan vale recordar a la filósofa cristiana Simone Weil, quien al tratar sobre la opresión y la libertad, en su libro de ensayos llamado Escritos en Londres, narra que un día al pisar el umbral de su iglesia sufrió un dramático bloqueo mental con una carga de dudas sobre la cuestión de: “pensar al mismo tiempos en la desdicha de los hombres, la perfección de Dios y el lazo que une a los dos.”

Como en esta corta serie sobre anécdotas políticas hay que dejar de lado ese mensaje subliminal de Simone Weil, y  no tocar tampoco las profundidades de los análisis del famoso antropólogo y teólogo cristiano Pierre Teillard de Chardin, en su obra titulada El fenómeno humano, es pertinente continuar refrescando la memoria con hechos anecdóticos del pasado.

A las 4 de la tarde del fatídico 4 de julio de 1861, frente al patíbulo levantado en el cementerio de San Juan de la Maguana, un patriota apodado “Medio Mundo” dijo una impactante frase que quedó como un símbolo de conciencia y compromiso patrio en el altar del sacrificio de miles de dominicanos.

Rudescindo de León, que era el nombre de pila del héroe y mártir referido, antes de caer fulminado por balas anexionistas proclamó, con la energía del valiente que sabe que va a morir por una causa justa, lo siguiente: “¡Señores, ya sí se acabó Medio Mundo!”, en clara referencia a su sobrenombre.

En ese mismo lugar de inmolación, en aquel día triste para la patria, luego de una pantomima de juicio, fueron fusilados el patricio Francisco del Rosario Sánchez y 21 otros patriotas.

Allí se produjo otra anécdota envuelta en un mensaje histórico cuando el valiente capitaleño Francisco Martínez, soldado independentista y restaurador, a quien apodaban Quiquita, le dijo con voz firme a uno de sus compañeros de infortunio estas palabras impactantes:

“Levanta la cabeza para que no diga Santana que has estado triste.”

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