sábado, 13 de febrero de 2021

DAJABÓN: PUERTA DE LA LIBERTAD DOMINICANA

 

DAJABÓN: PUERTA DE LA LIBERTAD DOMINICANA

 

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

 

Breves pinceladas históricas de Dajabón

 

La ubicación geográfica del municipio y la provincia de Dajabón, en la ribera oriental de uno de los ríos que dividen la geografía de la República Dominicana y de la República de Haití, ha colocado a esa parte del país en el mapa de la historia desde mucho antes de que surgiera el concepto de dominicanidad.

Antes del 1492 ya Dajabón existía, como parte del territorio del cacicazgo de Marién. Era uno de los 14 nitaínos que integraban ese territorio, el cual estaba bajo la hegemonía del cacique Guacanagarix, quien desde el rancherío de El Guárico ejercía el control de sus congéneres.

 La aldehuela de Dajabón se componía de unos cuantos bohíos poblados por indígenas que hacían su vida alrededor de un río entonces caudaloso, que ellos identificaban como Guatapaná.

Cuando los franceses, por los motivos que la historia recoge ampliamente, tomaron la parte occidental de la isla ya conocida como Santo Domingo, rebautizaron esa corriente de agua con el nombre de Massacre, porque en francés esa palabra significa degüello o matanza; que era lo que ocurría para esa época entre las tropas españolas y otros ladrones de reses y cerdos orejanos conocidos como bucaneros.

Finalmente los españoles decidieron identificarlo con el nombre de Dajabón en sus crónicas, partes de guerra y oficios burocráticos.

Dajabón es un nombre polivalente: Identifica a una ciudad, un municipio, una provincia y un río.

En enero de 1691 el territorio de Dajabón fue el lugar escogido por los lanceros higüeyanos y seybanos para preparar su equipaje de guerra ante la inminente batalla que librarían días después contra las tropas francesas. La principal arma fue el afilado machete. Desde allí partieron hacia el sitio conocido como Sabana Real o de La Limonade, cerca de  donde está situada la ciudad de Cabo Haitiano.

Historiadores de la categoría de Fray Cipriano de Utrera, Vetilio Alfau Durán y Moreau de St. Mery describen como dantesco aquel escenario bélico que arrancó desde Dajabón. En esa batalla murió Tarín de Cuzzy, el gobernador de la colonia Santo Domingo Francés (lo que luego se convirtió en la República de Haití).

Dajabón siempre ha sido una muralla en los enfrentamientos que la parte oriental de la isla de Santo Domingo ha tenido que librar, aun desde antes de haberse constituido el Estado Dominicano.

La codicia por el control de Dajabón se incrementó desde el 3 de junio de 1777, fecha en que se establecieron límites divisorios, en virtud de un acuerdo firmado en la ciudad de Aranjuez por el Conde de Floridablanca, en representación del monarca español Carlos III, y el marqués de Ossun, a nombre del Rey francés Luis XVI.

Aunque algunos historiadores sostienen que los primeros trazos divisorios de las dos colonias en que se dividía la isla de Santo Domingo comenzaron más atrás, en el año 1678, cuando al terminar la feroz guerra entre España y Francia se firmó en Holanda la Paz de Nimega, lo cual trajo por arrastre que dos años más tarde los entonces gobernadores coloniales Francisco Segura Sandoval por el lado español y el señor De Pouancey, por el lado francés, establecieran puntos indicativos de los límites territoriales.

La ambición por una tajada de Dajabón nunca ha cesado, ni cuando lo franceses esclavizaban a los haitianos ni después. Así se comprueba en notas sueltas que precedieron  a la firma del Tratado de Fronteras entre los dos países en que se divide la isla de Santo Domingo, firmado el 21 de enero de 1929 entre los presidentes Horacio Vásquez y Louis Bornó.

Al escenario bélico de Dajabón llegaron en diferentes ocasiones figuras tan relevantes de nuestra historia como Duarte, Santiago Rodríguez, Luperón, Sánchez, Mella, Duvergé, Pepillo Salcedo, Santana, Gaspar Polanco, Monción y muchos más. 

Su densa historia, un arco de triunfo, dos parques bien arborizados (uno es el Juan Pablo Duarte y el otro está dedicado al General Luis Franco Bidó), su diversificación agropecuaria, el colorido del mercado binacional, y otras singularidades de Dajabón convierten a esa ciudad del Noroeste dominicano en un destino turístico que debe canalizarse adecuadamente.

 

                                     Dajabón visto por  un viajero del siglo pasado

El autor de Viaje Vagabundo alrededor del mundo y otros libros visitó en el año 1921 Dajabón y después de cruzar el río Masacre, por los frentes del poblado haitiano de Ouanaminthe, dejó estas impresiones de esa comunidad dominicana:  “ …Dajabón, disperso desde las cimas de arena de la margen occidental hacia las áridas y distantes planicies…A diferencias de las casuchas  haitianas que dejamos atrás, las de Dajabón eran muy habitables….La gran planicie que se extendía ante nosotros, más allá de Dajabón, estaba casi completamente ausente de árboles…Aun cuando más allá aparecía algo semejante  a un bosque, resultaba ser un triste desierto de árboles enanos de troncos espinosos….Muerto, llano, monótono, hecho doblemente luctuoso por el lamento ocasional de una paloma silvestre….Racimos de casuchas apiñadas unas contra otras…” 1

                                                      Río Dajabón

El río Dajabón, con sus  mencionados tres nombres a cuesta, nace en la Cordillera Central y sirve de límite fronterizo entre la República Dominicana y Haití, en el tramo que va desde su desembocadura en la bahía de Manzanillo hasta el lado oeste de la sección Colonia Libertador.

Muchas veces sus aguas se han mezclado con sangre, producto de las contiendas libradas en sus orillas entre franceses, españoles, criollos, dominicanos y aventureros de diferentes nacionalidades que en el pasado llegaron hasta allí en sus andanzas por el Atlántico y el Mar Caribe.

Cerca del río Dajabón, como su escolta permanente, está el arroyo Guajabo, que algunos insisten en darle categoría de río; así como el arroyo La Piña, que en la sección Corral Grande tiene una presencia intermitente, con  su agua a la vista sólo cuando en la zona se producen lluvias torrenciales.

El río Dajabón ha sido el punto inicial en todos los mapas cartográficos elaborados desde que el gobernador colonial español José Solano y el marqués de Valiére, en representación del Haití francés, firmaron un acuerdo provisional demarcando la zona de influencia de cada uno de los imperios que representaban en esta parte del Caribe.

 

                                         Municipio de Dajabón

 

Una novela clásica dominicana, cuyo ilustre autor narra un hecho abominable, en el cual murieron infelices adultos y niños haitianos, comienza así:

“El maestro había pronunciado una palabra rara: “Dajabón”…Se refería a una aldea lejana de mi país. Era en la clase de Geografía Patria” y tratábase de límites entre la República Dominicana y la República de Haití…! Dajabón!...me intrigaba ese nombre, raro, y  yo pensaba como sería aquel lejano haz de nuestra tierra, frente a Haití.” 2

Sin dejar de recordar que Dajabón era un caserío indígena, oportuno es decir que la formalización como comunidad con  presencia de algunos burócratas se produjo en el siglo XVIII, específicamente en el año 1776, cuando las autoridades coloniales españolas estaban urgidas de tener un control del comercio que allí se realizaba con la colonia francesa situada en el lado oeste del río divisorio.

En aquella lejana fecha el poblado de Dajabón era una parroquia adherida a Santiago de los Caballeros y se le tuvo como un lugar clave para controlar la ida y venida de personas y los negocios entre los habitantes de ambas márgenes del río que los franceses llamaban Massacre.

Antes de cumplirse cinco meses de la Independencia Nacional Dajabón fue declarada común del entonces departamento de Santiago. La decisión fue tomada por la Junta Central Gubernativa, mediante el  Decreto No.14, del 24 de julio de 1844.

Treinta y cinco años después, vale decir el 25 de abril de 1879, mediante la Ley No.1765, Dajabón fue integrada como común al Distrito Marítimo de Montecristi, y cuando éste fue declarado provincia en el 1907 siguió formando parte del mismo.

 

                                 Dajabón en la Independencia Nacional

 

Después de proclamarse la Independencia Nacional, y durante 11 largos años, hordas de haitianos mantuvieron en zozobra al país, merodeando toda la línea fronteriza y en no pocas ocasiones ocupando parte del territorio dominicano.

Los recopiladores y relatores de la historia criolla les dan principalía a las invasiones organizadas en esa época con miles de soldados, pero las pequeñas incursiones diarias quedaron relegadas. Sin embargo, ellas estorbaban el sosiego de las pequeñas comunidades dominicanas más cercanas a la frontera con Haití.

Cada vez que en el tramo comprendido entre 1844 y 1856  los intrusos del oeste del río Masacre entraban a Dajabón caminaban hacia la muerte, pues la determinación independentista de los dominicanos era invariable.

 

 

 

                                                 Batalla de Beller

 

Una de las batallas que afincaron el espíritu de libertad del pueblo dominicano se desarrolló en el cerro dajabonero conocido como Beller. Un monumento conmemorativo de ese magno hecho de guerra se construyó allí para preservar la memoria histórica. En ese lugar  el presidente haitiano Jean-Louis Pierrot ordenó construir una fortaleza que consideraba sería inexpugnable, con fosos, cañones y piezas de artillería de diferentes calibres.

Meses antes se habían librado algunas batallas en la tierra de Dajabón. En ocasiones la superioridad numérica y el equipamiento armamentístico que tenían los haitianos les permitieron obtener algunas victorias que a la postre fueron pírricas.

El Batallón de Dajabón, al mando del glorioso General Marcelo Carrasco, jugó un papel clave combatiendo a los intrusos antes del formidable combate  de  Beller.

Así, por ejemplo, el 24 de junio de 1845 el Batallón de Dajabón tuvo una remontada épica en los lugares conocidos como  Las Pocilgas y el Capotillo francés.

Como en los días y semanas posteriores a dicha fecha los haitianos cruzaron los límites fronterizos “….y ocuparon a Dajabón, tuvo el gobierno que poner el país en actitud de guerra y movilizar  todos los cuerpos de línea para hacer frente a la invasión con que se veía amenazada la República…” 3    

Pero el 27 de octubre de 1845 valientes dominicanos pulverizaron aquel lugar haciendo añicos las pretensiones de los invasores haitianos. Los muertos del bando enemigo fueron centenares y los patriotas dominicanos les ocuparon en el parque de artillería que poseían  centenares de fusiles y decenas de cañones, así como una gran cantidad de propelentes de proyectiles.

El principal oficial al mando de las tropas haitianas derrotadas en Beller era el avezado y  temible general Seraphin.

Ese día glorioso para los dominicanos otros generales haitianos también mordieron el polvo de la derrota en Dajabón: “Los generales haitianos Denys, Hilaire y Mitil, quienes se hallaban acampados en Dajabón con un escuadrón de Dragones y un batallón de infantería, huyeron al saberse perseguidos por la caballería dominicana, incendiando el pueblo.” 4

Fueron muchos los héroes de ese colosal triunfo: El General de División Francisco Antonio Salcedo, el General José María Imbert,  los comandantes Lorenzo Mieses, Andrés Tolentino, José María López, Juan Luis Richard y muchos otros dominicanos que se jugaron la vida en defensa de la Patria.

Así quedó registrado aquel acontecimiento de gran trascendencia para el destino del pueblo dominicano:“Di la orden de atacar y después de un fuego imponderable de hora y media y de una resistencia tenaz de parte del enemigo, entramos en dicho castillo, sable en mano, y a pocos momentos se vio tremolar el estandarte de la Cruz Dominicana, en el mismo lugar en que se  hallaba la bandera enemiga, quedando en el fuerte y su recinto más de trescientos cincuenta cadáveres enemigos víctimas de nuestras lanzas y machetes”. 5

La Batalla de Beller tuvo una gran resonancia positiva para los dominicanos y un apabullamiento para los intrusos haitianos.

A pesar de las constantes derrotas de que eran objeto, los haitianos siguieron atosigando a la población fronteriza dominicana. Hordas de forajidos fueron repelidos muchas veces en la tierra de Dajabón.

Fue por esas bravuconadas y provocaciones que luego del triunfo de Beller el general José Gómez, con sus tropas patrióticas, supo hacer lo apropiado con remantes de los invasores haitianos, convirtiendo a muchos de ellos en criadero de malvas.

                                   Batalla de Sabana Larga

 

A modo de cierre de las largas jornadas de lucha por el fortalecimiento de la Independencia Nacional fue en Dajabón donde de nuevo se midió el coraje patriótico de los dominicanos contra los invasores haitianos.

Fue desde Dajabón que el día 3 de enero de 1856 los generales dominicanos Juan Luis Franco Bidó, Pedro Florentino, José Desiderio Valverde y Lucas De Peña  retaron mediante manifiesto público a los jefes militares haitianos a sostener una batalla con el Ejército Dominicano. Los consuetudinarios invasores no respondieron al desafío, pero comenzaron a moverse en forma taimada, utilizando mil y una trapisondas, carentes  como estaban de la potencia moral para aceptar el duelo.

El 24 de enero de 1856 en el territorio de Sabana Larga y en los alrededores del entonces caudaloso río Macabón las trompetas del triunfo se oyeron de nuevo, con eco en todo el territorio nacional, pues en esos lugares los combatientes dominicanos, al frente de los cuales estaban oficiales experimentados como el general Juan Luis Franco Bidó,  Salcedo, Rodríguez, Batista, Hungría y otros les dieron uno de los mazazos finales a quienes pretendían mancillar de nuevo la dignidad nacional.

 Los cazadores dajabonenses, en particular, y la infantería y la caballería del Ejército Dominicano, en sentido general, vistieron nuevamente con los caireles de la gloria a las armas de la Patria que Duarte, Sánchez, Mella y otros dominicanos  heroicos crearon para siempre.

 La debacle de Sabana Larga tal vez fue el trago más amargo del llamado emperador Faustin I, quien  con esa apabullante derrota vio derrumbarse para siempre sus pretensiones imperiales de tener bajo su férula bestial lo que los haitianos llamaban nostálgicamente “el Departamento del Ozama”. Un monumento fue erigido en el lugar de esa batalla como recuerdo y gratitud hacia los héroes dominicanos que se batieron allí con gallardía de triunfadores.

                                 La Guerra Restauradora en Dajabón

 

El 16 de agosto de 1863 fue un día de suprema importancia para el devenir de nuestro país.  Un puñado de valientes dominicanos, bajo la guía de Santiago Rodríguez, descendieron por el  desde entonces histórico Cerro de Capotillo, en territorio de Dajabón.

Catorce fueron los héroes que a riesgo de todo subieron el Cerro de Capotillo: Santiago Rodríguez, Alejandro Bueno, José Cabrera, Benito Monción, Eugenio Belliard, Pablo Reyes, San Mézquita, Segundo Rivas, Juan de la Mata Monción, Sotero Blan, Juan de la Cruz Alvarez, Tomás de Aquilino Rodríguez, un glorioso héroe desconocido y el corneta español José Angulo.

Lo que ocurrió el 16 de agosto de 1863 en el Cerro de Capotillo echó por tierra las soberbias palabras del último gobernador  anexionista, el despiadado general español José La Gándara, que acusaba a los dominicanos de la peor manera,  presentándolos como  una especie de morralla humana: “vanidosos, egoístas, arbitrarios, inconstantes en sus decisiones…sumisos al déspota de turno.” 6  

Bien reseñaron en un manifiesto público los héroes Pedro A. Pimentel, Federico García y Benito Monción:”…En los meses de agosto y septiembre del año 1863, allá en las montañas  de Capotillo y en los campos de Dajabón, Jácuba y Montecristi un puñado de hombres dieron el grito de patria o muerte, sacrificando sus familias, quemando hogares y ofreciéndose en holocausto a la libertad de nuestra querida patria, vendida por media docena de traidores al gabinete de Madrid…” 7

Un acucioso historiador, especializado en los acontecimientos de la Guerra Restauradora, dejó para el estudio de las futuras generaciones estas impresiones afincadas en la realidad de los hechos: “De estas investigaciones bien documentadas resulta que los primeros tiros de esta campaña fueron los del combate de Pimentel en Macabón que fue el 17 de agosto, el 18 fue el ataque por la ronda de Sánchez, en La Carbonera de Dajabón, el 19 el ataque de Benito Monción en las Patillas y ese mismo día fue la recia batalla de Macabón, dada por Pimentel y Monción en que resultó el desbande de la columna del comandante general Buceta.” 8

Es pertinente consignar que el aguerrido general José Antonio Salcedo, quien pasó a la historia con el nombre de Pepillo Salcedo, derrotó en Dajabón al despiadado coronel español Campillo, quien huyó hacia territorio haitiano con los soldados que le quedaban.

El glorioso grito de Capotillo fue tan impactante que el 29 de agosto de 1863 el Gobernador colonial anexionista y general jefe del ejército de ocupación español, Felipe Rivero y Lemoine, tuvo que lanzar una proclama que inició con un pastiche de alegatos desordenados y deshilachados, una auténtica falsedad sobre los hechos concernidos a esa acción patriótica: “Los enemigos de vuestro sosiego; los enemigos de la prosperidad de esta isla; los que no quieren ninguna mejora; los que se avienen mal con el orden, han promovido una nueva rebelión…” 9

Lo incontrovertible, lo que tiene la fuerza de la verdad, es que fue en Dajabón donde primero sufrieron bajas considerables los anexionistas extranjeros y nativos, con motivo del estruendo de las armas en manos de los Restauradores de la República.

Desde el primer momento, después del 16 de agosto de 1863, el hasta entonces temible Batallón de San Quintín, emplazado en Dajabón, recibió el fuego liberador de los restauradores. Jamás lograron sus comandantes mantener la cohesión de las tropas.

 La moral de los anexionistas cayó a una cota muy baja. Su espíritu de combate quedó fulminado por eso que el gran estratega y agudo escritor sobre temas militares Carl von Clausewitz denominó el sentimiento de la derrota.

Desde la tierra ardiente de Dajabón, y como propaganda de contra inteligencia, los siniestros Buceta y Campillo propalaban la idea de que los haitianos ofrecían solidaridad incondicional a los dominicanos porque anhelaban  que desde este lado se restaurara la República. Esos rumores difieren con la verdad, pues el pensamiento del entonces presidente haitiano Fabré Nicolás Geffrard giraba hacia otra perspectiva, en consonancia con los postulados de Louverture, Soulouque, Boyer y otros.

Historiadores haitianos, como el médico e intelectual Jean Prince-Mars, se han encargado de aniquilar el mito de esa pregonada solidaridad incondicional. Un análisis detallado de ese autor, aunque hace algunas piruetas semánticas, permite decir que la gloria restauradora fue enteramente de factura dominicana.10

 

                 Visión de Hostos sobre el grito de Capotillo

 

En unas reflexiones hechas en agosto de 1884 el gran educador y civilista antillano Eugenio María de Hostos le da categoría superior al 16 de agosto de 1863, por encima incluso del 27 de febrero de 1844. Dejó para la posteridad sus consideraciones sobre lo que ocurrió en Capotillo:

Gran día es el 27 de Febrero; pero ya no es tiempo de malgastarlo en alborozos infantiles; mayor día, día máximo es el 16 de Agosto, día del más vigoroso esfuerzo que ha hecho la Nación dominicana…Es tiempo de consagrar ya ese día honroso a demostrarse y demostrar que el pueblo segunda vez nacido en ese día, que la República resucitada en aquel momento épico…” 11

Sobre el más significativo de los hechos históricos ocurridos en territorio de Dajabón el gran patriota Gregorio Luperón escribió  que “el 16 de Agosto salieron los patriotas de Haití y se unieron a Cabrera, formando dos grupos. Uno, a las órdenes del General Ignacio Reyes, con Cabrera y Rodríguez, se dirigió al encuentro del General José Hungría, que salió  de Sabaneta para dispersar la partida de Capotillo, encontrándose con los revolucionarios en Los Almácigos. Hungría fue derrotado…” 12 

                                                         Mercado Binacional

Los lunes y los viernes se realiza en Dajabón un mercado binacional, en el cual los dominicanos venden todo tipo de comestibles y otras mercancías de uso cotidiano a los haitianos y estos venden ropas, zapatos usados y abalorios que reciben de ultramar como ayuda para paliar sus dramáticas precariedades.

Esa feria comercial se interrumpe con frecuencia por el chantaje de algunos operadores políticos y muchos especuladores comerciales haitianos que perjudican a vendedores y compradores.

Pero ese tipo de intercambio de negocios viene de lejos. Un ejemplo basta, aunque no es el más lejano: “Los especuladores de ron y cigarros acudían con sus cargas a Dajabón, donde hacia 1875 tenía lugar una feria internacional los viernes y sábados, a la que concurrían los hateros con sus reses, los habitantes de la Sierra, los de La Vega con sus andullos y los de Haití con lienzos, lozas y provisiones.” 13 

 

                                   Crímenes de Trujillo en Dajabón

 

El territorio de Dajabón fue uno de los lugares donde en el año 1937 se produjeron hechos abominables, en los cuales perdieron la vida infelices ciudadanos haitianos. El autor y  responsable mayor de esa hecatombe fue el entonces dictador dominicano Trujillo.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de los hechos, lo cierto es que quien ejercía en la ocasión como presidente de Haití, Stenio Vincent, y varios de sus paniaguados, fueron sobornados  por el régimen trujillista para aplacar la ira del pueblo haitiano y la indignación internacional. Ellos, los jefes haitianos, vendieron sus almas al diablo, como el Gregorio Samsa de la Metamorfosis de Frank Kafka.

El pueblo dominicano, bravo pero generoso, no tuvo ninguna participación en esos penosos hechos, contrario a lo que de manera aviesa afirmó Joaquín Balaguer: “Los sucesos de 1937 fueron el estallido; en el alma de nuestro campesino, de un sentimiento de defensa  y de protesta contra cuatro siglos de depredaciones realizadas en las provincias del norte del país por grandes bandas de merodeadores haitianos…” 14

Pero tampoco corresponde a la verdad de esos hechos trágicos la sarta de inexactitudes y reflexiones maliciosas que hace contra el pueblo dominicano la escritora haitiana Edwidge Danticat, que pretende vender la idea de que los criminales eran  agricultores y pequeños ganaderos dominicanos a quienes ella, escudándose en una prosa de ficción, pinta como rencorosos, xenófobos y vengativos. 15

                                                 Japoneses en Dajabón

A mediado del siglo pasado Dajabón recibió decenas de familias japonesas que fueron instaladas en el lugar denominado La Vigía, donde luego se construyó un monumento en honor a esos inmigrantes venidos del otrora llamado Imperio del Sol Naciente. Se dedicaron a la producción agrícola, especialmente al cultivo de arroz, llegando a fomentar una variedad nueva de esa gramínea llamada Tanioka. Las condiciones de trabajo y de vida en general eran pésimas para ellos, pero con su particular temple oriental, cargado de un inconmensurable coraje interior, pudieron sobrevivir. Todavía quedan allí algunos descendientes de aquellos pioneros nipones.

Su historia ha sido descrita en varios libros. En el año 2009 circuló en el país una obra dramática que relata las vicisitudes de las familias japonesas que fueron asentadas en diferentes zonas rurales del país, desde Dajabón hasta Pedernales.  Es conmovedor lo que se describe en  ese libro con el largo y sugerente  título de Hoy día todavía nos encontramos aquí.

La doctora Valentina Peguero Reyes, gran académica dominicana, nativa de Dajabón,  escribió una obra fundamental  para conocer el viacrucis de muchos  inmigrantes que en días, circunstancias y épocas diferentes arribaron al país, entre los que incluye a los  japoneses  ubicados a la zona rural de Dajabón.16

Las duras cotidianidades de los japonés llevados en el 1956 a Dajabón también se describen en un ensayo de un diplomático dominicano de gran perspicacia y conocedor de los flujos migratorios hacia el país.17

                                               Provincia Dajabón

Dajabón se convirtió en  provincia  el día 20 de  junio de 1938, al promulgarse la Ley 1521, pero con ese nombre provincial duró menos de un mes. El 14 de julio siguiente se emitió la Ley 1531, eliminando el topónimo Dajabón por el de Libertador, en falsa prez al tirano Trujillo, a quien se le etiquetaba ese rimbombante calificativo.

A los pocos meses de la decapitación de la tiranía trujillista volvió a llamarse Dajabón, en virtud de la Ley 5678, publicada  el 25 de noviembre de 1961.

Esa provincia está integrada por los municipios de Dajabón, como común cabecera, Loma de Cabrera, Restauración, Partido y El Pino.

El nombre de Loma de Cabrera es en honor al valiente patriota José Cabrera Gómez. Desde 1939 es municipio, de conformidad con las disposiciones de la Ley 1521. En el cementerio de esa población fronteriza está enterrado, desde el 23 de marzo de 1950, el gran intelectual  dominicano nacido en Puerto Plata Rafael Díaz Niese, quien pidió ser enterrado allí.

Son nativos de Loma de Cabrera los artistas de música popular Fernando Villalona y Lupe Valerio (este último ejecutante de varios instrumentos musicales y creador, arreglista y compositor de merengues típicos).

En su división administrativa la provincia de Dajabón también está integrada por varios distritos municipales:

Cañongo, fue elevado a esa categoría por la Ley 215-05, promulgada el 9 de mayo del 2005.

Santiago de la Cruz, adquirió esa condición a través de la Ley No.204-06, promulgada el 3 de mayo del 2006.

 Manuel Bueno, que fue adherido al municipio de El Pino, en virtud de la Ley 5-02, de fecha 18 de septiembre del 2001.

 Capotillo,  fue elevado a distrito municipal mediante Ley 95-05, del 26 de febrero del 2005. Alrededor  del histórico Cerro  de Capotillo se fueron integrando familias y en el 1928 el a la sazón presidente de la República Horacio Vázquez fundó propiamente dicho el  poblado de Capotillo.

Un majestuoso monumento fue construído en la década de los 80s del siglo pasado para mantener vivo, en piedra y mármol, la gesta histórica que allí comenzó para  restaurar la soberanía dominicana mancillada por la abominable Anexión a España.

Bibliografía:

 

1-Andando por las Indias Occidentales.1921. Inserto en las pp.247-335 del libro Los   primeros turistas en Santo Domingo. Editora Amigo del Hogar, sept.2011. Harry A. Frank.

2-El Masacre se pasa a pie. Editora Taller 2002.pp 17 y 18.Freddy Prestol Castillo.

3- Obras completas, v. I. p 489. Impresora Amigo del Hogar, 2016 .José Gabriel García.

4-Historia de Santo Domingo. Editora Cultural Dominicana, 1974. p251. Jacinto

   Gimbernard.

5- Parte de Guerra fechado  el 28 de octubre de 1845. General de División Francisco

   Antonio Salcedo, Comandante en Jefe de las fronteras del Nordeste.

6-Anexión y Guerra en Santo Domingo. José La Gándara. Páginas 626-661.

7- Exposición pública en Defensa de la memoria de Pepillo Salcedo. Santiago, 25 de enero  

   de 1865. Generales Pedro A. Pimentel, Federico García y Benito Monción.

8- Historia de la Restauración. Editora Taller, 1987.p68. Pedro M. Archambault.

9-Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo.p129.Editora de

   Santo Domingo, 1974. Capitán de infantería del ejército español Ramón González Tablas.

10 -La República de Haití y la República Dominicana. Editora Taller, julio 2000.pp 626-

     661.Jean Prince-Mar.

11-Hostos en Santo Domingo.t.1, p139. Publicado en 1939.

12-Notas autobiográficas y apuntes históricos. Tomo I. Editora Santo Domingo, 1974.

     p125. Gregorio Luperón.

13- Historia Social de Santiago de los Caballeros 1863-1900.p111 (información tomada 

     por el autor del periódico El Orden).Editora Amigo del Hogar, 2005.  Edwin Espinal

    Hernández.

14- Carta a personalidades de Colombia. Bogotá, 9 de octubre de 1945.Joaquín Balaguer.

     Incluida en las pp.241-244 del libro Proceso Histórico Domínico Haitiano.

     Publicaciones América, 1980.Carlos Cornielle.

15- Cosecha de Huesos. Editorial Norma, 1999. Edwidge Danticat.

16- Colonización y Política. Los japoneses y otros inmigrantes en la República

      Dominicana. Edición ampliada 2017, auspiciada por  Banreservas. Valentina Peguero Reyes.

17-La migración japonesa hacia la República Dominicana. Editora de Colores, 1996.

     Alberto Despradel.

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