MONTECRISTI:
PUEBLO CON HISTORIA CARIBEÑA
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POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Montecristi
es una ciudad costera, enclavada entre el río más caudaloso de la República
Dominicana y una hermosa bahía. Es la capital de la provincia del mismo nombre,
y el principal núcleo urbano de la parte más al noroeste del país.
Tiene un
pasado histórico que transciende las fronteras dominicanas, pues desde un
recodo de su litoral marino partió la expedición patriótica que logró la independencia
de Cuba.
Su creación
se produjo en el año 1506, cuando a un descampado de tierra árida cubierta de
malezas y franjas de salvia y cactus llegó Juan de Bolaño al frente de 60
familias canarias, cumpliendo la orden fundacional del gobernador colonial
Nicolás de Ovando.
Esa
comunidad fue destruida casi un siglo después, en el año 1605, en las llamadas
devastaciones hechas por el gobernador colonial Antonio de Osorio, el cual a su
vez cumplía órdenes de la corona española.
En las
divisiones territoriales del país Montecristi ha sido villa, parroquia, común,
comandancia de armas, distrito marítimo, ciudad y capital provincial. Ello es
un reflejo de la importancia que esa población ha tenido en el curso de los
siglos. Un ejemplo de antaño, que figura en los infolios informativos
coloniales, lo ilustra todo: "Madrid.10 de abril de 1546.Título de ciudad
a Montecristi, según capitulación hecha con Francisco de Mesa, poblador y
fundador de la misma." 1
En su
costado norte nace la Cordillera Septentrional, allí llamada Sierra de
Montecristi. Está acorada en el lateral de la bahía, y su nacimiento arranca
cerca de grandes terrazas salineras y de humedales protegidos por mangles
rojos, con la brizna del viento marino avivando el verdor de la floresta.
En Montecristi
el mar es bellísimo, con tonalidades de azul turquesa y con una gran vida
sub-acuática, por estar dotado de una inmensidad de peces, mariscos y también
de arrecifes de corales.
Su mejor
atracción es el Morro de Montecristi, que es la mayor elevación del noroeste
del país. Esta montaña está formada por dos cerros escarpados.
Fue definido
por un poeta como "el dromedario dormido" y algunos lo describen como
una "loma en forma de camello echado".
En torno al
Morro de Montecristi hay una suerte de paraíso, donde los tres elementos
principales de la naturaleza: agua, tierra y aire parecen competir para llamar
la atención y agradar a los visitantes.
Esa realidad
montecristeña permite la presencia de una fauna variada que cumple con las
cinco condiciones esenciales del reino animal, con animales volando, nadando,
caminando, escalando y cavando.
En ruta a
esa serranía hacen vida decenas de iguanas, en una especie de iguanario
abierto, silvestre, sin corrales ni mallas.
La
curiosidad que despierta esta emblemática figura de la orografía dominicana
nace desde el lejano 5 de enero del año 1503: "Este Monte-Christy es muy
hermoso y alto y andable, de muy linda hechura, y el queda así de alto que
viéndolo de lejos parece Isla que no comunique con ninguna tierra." 2
Esa montaña
de figura extraña y sensual es un patrimonio natural de nuestro país, por su
belleza extraordinaria.
Desde una
colina achatada, al pie de este monte, se contempla el hermoso espectáculo que
producen las olas marinas al estrellarse con los acantilados.
En el
entorno de ese macizo vive y se desarrolla en forma silvestre la Salvia
Montecristina, especie de nuestra flora que solo existe allí.
Su playa más
famosa es pequeña y de aguas apacibles, con un mirador construido dentro del
mar, al cual se llega a través de un puente de madera. Desde el mismo se tiene
una mejor perspectiva de la zona. Esa playa tiene por nombre Juan de Bolaños,
en honor a ese personaje que junto a otros canarios como él fundaron a
Montecristi, por mandato de las autoridades coloniales.
A un costado
del Morro hay un pequeño promontorio marino en forma de bota. No muy lejos está
la playa Icaquitos.
Montecristi
es el mayor productor de sal marina del país. La producen en unas grandes
terrazas a cielo abierto lo cual permite que el agua marina que penetra hacia
ellas se evapore. Este fenómeno es posible por la equidistancia de los niveles
que allí tiene el mar con la tierra, lo cual se comprueba a simple vista.
En esa
ciudad todavía son visibles algunos vestigios de la grandeza que tuvo en el
pasado, quedando aquel esplendor urbanístico como un simple recuerdo. Sus
moradores tienen décadas esperando un renacer. Algo parecido a los habitantes
de Ítaca, quienes esperaban con ansias al héroe Ulises, en el clásico poema
épico La Odisea, del griego Homero. Así, como en espera de algo grandioso, que
sin embargo no llega, transcurre la vida en Montecristi.
En esa
ciudad fue que se estableció el primer puerto libre del Continente Americano,
conforme revelan las crónicas.
Montecristi
también fue teatro de fieras batallas de los independentistas dominicanos
contra las huestes haitianas y, además, se convirtió, tanto en su tierra como
en su mar, en baluarte de grandes jornadas patrióticas en pro de la
Restauración de la República.
Ese
territorio sirvió brevemente de asiento al primer gobierno creado luego de
restaurarse en el 1863 la Independencia Nacional. Después se fijó en Santiago,
encabezado por el gran patriota Pepillo Salcedo.
También es
pertinente consignar que en Montecristi se produjo un hecho de trascendental
importancia continental, pues en una humilde casona de lo que entonces era un
villorrio firmaron José Martí y Máximo Gómez, el 25 de marzo del 1895, el
Manifiesto mediante el cual a la postre se selló la independencia de Cuba.
El
Manifiesto de Montecristi se hizo y firmó en la casa del generalísimo Máximo
Gómez. Esa vivienda de madera y zinc ahora tiene una solera de más de cien años
de antigüedad.
Ese
acontecimiento, que trasciende las fronteras de ambas naciones, se materializó
luego de que Martí viniera al país por tercera vez y dialogara largamente con
Máximo Gómez en su finca La Reforma, situada en la comunidad de Laguna Salada.
Atrás había
quedado aquel 18 de octubre del 1884, día en que por múltiples motivos esos dos
colosos de grandes jornadas patrióticas se habían distanciado. Martí, era un
hombre de pensamiento profundo; Gómez estaba dotado grandes atributos marciales.
Sobre la
salvadora reconciliación del ilustre cubano y del insigne dominicano se
consignó que: "La fuerza espiritual, por leve que sea, intangible como el
aura, invisible como el aroma de la flor, triunfa siempre de toda fuerza
material." 3
A las tres de
la madrugada del primero de abril de 1895 zarparon desde una orilla marina José
Martí, Máximo Gómez, Marco del Rosario y varios otros valientes dominicanos.
Diez días después arribaban a Playitas, en Baracoa, Cuba. El propósito era
luchar por la libertad de la mayor isla de las Antillas.
En la
modesta e histórica casa de referencia ahora funciona el museo Máximo Gómez,
atesorando una parte de los documentos de valor histórico generados en torno a
la epopeya que constituyó la independencia del pueblo cubano.
Sobre ese
hogar, el ilustre cubano José Martí, aludiéndose a él mismo, escribió: "En
servicio de la Patria, a caballo en el alazán que le prestó un general del
país, llegó hace meses un viajero a la puerta de una casa que nunca podrá
olvidar, en el rincón, amasado con sangre de independencia, de
Montecristi".4
Durante
muchos años ese museo estuvo en lastimoso abandono. La carcoma, las goteras y
las termitas amenazaban con destruir sus fondos documentales, bibliográficos y
fotográficos, así como un hermoso y sugerente mural del pintor, escultor y
muralista dominicano Silvano Lora. Afortunadamente el gobierno cubano lo
rescató de la destrucción total y hoy luce diferente.
En ese
caserón centenario, en cuyo jardín interior están los bustos en bronce bruñido
de Gómez y Martí, hay algunas réplicas de objetos personales de ellos, así como
de la estilográfica (del tipo plumín de iridio) con la cual firmaron el
histórico Manifiesto de Montecristi.
Al ver en
una de las habitaciones del museo la fotografía de Marcos del Rosario Mendoza,
humilde combatiente dominicano nacido en el paraje Mojarra del hoy municipio de
Guerra, se trae a la memoria su famosa frase cuando se enteró que Martí había
caído en el sitio denominado Dos Ríos, en el oriente cubano: "Cuando lo mataron
yo hata tuve al llorá...porque hombre como ese..."
En su diario
Martí confirma que Gómez dijo: "Siempre estaré presto a ocupar mi puesto
de combate por la independencia de Cuba, sin otra ambición que obligar a los
cubanos que amen a los míos, y me recuerden con cariño."
Montecristi
tuvo en el pasado un gran dinamismo económico, cuando su puerto mantenía un
incesante movimiento de embarque y desembarque de mercancías nacionales y
extranjeras. El movimiento de centenares de barcos de cabotaje y de aguas
profundas hacía de esa zona del país un lugar de gran prosperidad.
"El
puerto tenía tanta actividad que se consideraba entre los tres primeros del
país.....La ciudad estuvo a la vanguardia de los adelantos que facilitan la
vida...El progreso de Montecristi se debió entre otros factores a la existencia
de la Casa Jiménez, cuyos propietarios estaban ligados a negocios establecidos
en Europa..."5
La que
pudiéramos definir como La Belle Époque montecristeña dejó para la posteridad
grandes casas señoriales que simbolizan un pasado lleno de vigor social y
económico.
En
Montecristi hubo al menos 15 estilos arquitectónicos aplicados en las casas
edificadas en épocas de gloria y esplendor económico. Había construcciones con
las características del neoclásico, gótico, barroco, vernáculo, bungalow,
victoriano, etc. 6
La más
famosa de esas casas fue la Villa Doña Emilia, de estilo victoriano, construida
en el año 1895, con madera traída de París, Francia. Era propiedad del
comerciante, y dos veces Presidente de la República, Juan Isidro Jimenes
Pereyra. Allí funcionaron, hasta el 1990, diversas dependencias judiciales.
A pesar de
haber sido declarada patrimonio nacional, esa famosa construcción ha sido
saqueada a través de los años y convertida en un cascarón inservible. Desde
hace cierto tiempo el cluter turístico de Montecristi intenta rescatar esa
obra, pero sin la intervención del gobierno es difícil lograr ese objetivo.
Otro de los
elementos emblemáticos de Montecristi es el reloj público, traído de Francia el
11 de marzo de 1895. Su arribo, junto a la torre Kiosko, en el vapor Lavonia, y
su instalación en el parque central, coincidió con la presencia de José Martí
en esa ciudad, el cual al verlo exclamó: "Este reloj marcará muy pronto la
hora de la redención de Cuba." 7
Desde el 29
de junio de 1895 ese reloj reposa sobre un pedestal de 96 pies de altura, en el
Parque Duarte, frente a la Iglesia San Fernando. A más de 120 años de haber
sido instalado, sigue dando la hora.
En el año
1983 se creó el Parque Nacional Montecristi, que incluye para su protección
bosques, bahías, lagunas, humedales, peñones, islotes, ensenadas y el área
marina.
Según las
estadísticas disponibles, en ese parque se han avistado más de 150 aves de
diferentes especies, con un elevado porcentaje de endemismo, es decir que
muchas de ellas habitan aquí de manera permanente. Otras tienen la categoría de
fieles migrantes.
Su flora
también es abundante, a pesar de tener un clima seco-subtropical. Montecristi
tiene más de cien kilómetros de costa, desde la bahía de Manzanillo hasta la
casi virgen playa de Punta Rucia.
El municipio
de Montecristi fue declarado desde hace muchos años como el IV polo turístico
del país, pero poco se ha hecho para cristalizar esa decisión, que podría
cambiar la vida de sus habitantes. Todo se ha quedado en papel mojado, pues no
se han creado las obras necesarias para atraer turistas.
Montecristi
fue una ciudad pionera en muchas cosas en el país: El primer ferrocarril, en el
año 1870; el primer acueducto, en el año 1889; el primer teléfono de provincia,
en el año 1908.
Es allí que
está el estuario del río Yaque del Norte, el más caudaloso del país. Viene a
desembocar, después de un amplio recorrido desde las montañas de Jarabacoa, con
sus aguas propias y las de sus muchos tributarios, ya cargando los estertores
de su muerte, en el centro mismo de la Bahía de Montecristi.
Según las
estadísticas hidrológicas, Montecristi es uno de los lugares que menos llueve
del país (70 días, promedio, al año). Sin embargo, el sistema de riego ha
permitido que en sus tierras se produzcan anualmente millones de unidades de
plátanos y guineos, básicamente para la exportación.
Como quedó
escrito más arriba, la historia registra que en el siglo XIX centenares de
barcos atracaron en su antiguo puerto para cargar hacia Europa una gran
variedad de productos, entre ellos miel de abeja, madera, cera, pero
particularmente campeche, del cual se hacía colorante para ropas y cueros.
La
comercialización de ese producto vegetal se perdió definitivamente, cuando los
alemanes crearon los colorantes químicos.
A unas
cuantas millas de las costas de esta ciudad hay un pequeño archipiélago
integrado por 7 cayos con nombres sugerentes: Monte Chico, Tototù, Ratas,
Arenas, Terreno, Muertos y Monte Grande.
En esos
cayos, apodados los 7 hermanos, no viven seres humanos, siendo allí los bubíes
los habitantes más notorios. Los bubíes son aves marineras propias de las zonas
tropicales que, como duchos buzos, son expertas en la pesca submarina. Llegan
por temporadas anuales (especialmente en los meses de abril, mayo y junio) a
colocar y empollar sus huevos, en la calidez de la arena y los matorrales de
estas islas arenosas, que son en sí un santuario de conservación de nuestras
riquezas faunísticas.
Los
ornitólogos dominicanos realizan periódicamente investigaciones sobre estos
seres alados y abogan por ellos. Fue gracias al esfuerzo permanente de estos
especialistas en aves que se creó el Decreto 32-87, para la protección de la
nidificación y alimentación de los bubíes.
Montecristi
es una ciudad que engancha emocionalmente a los visitantes, tal vez debido a
que el resumen material y espiritual que todavía conserva de su tradición de
pueblo otrora vanguardista es un tesoro intangible que invade los sentimientos
y emociones de quienes transitan por sus calles, riberas marinas y campos.
Algunos
montecristeños ilustres
Sin
menoscabo de la importancia de muchos otros, es válido mencionar algunos
montecristeños que dejaron sus nombres grabados en la memoria nacional.
Luis Rivera
González
Nació el 22
de junio del 1901.Murió el 16 de septiembre de 1986. Ilustre compositor,
director orquestal, pianista, violinista y arreglista de fama mundial, autor la
clásica canción Dulce Serenidad y la inmortal Rapsodia Dominicana No.1, para no
abundar en su largo repertorio, interpretado por varios de los más famosos
artistas latinoamericanos de su época. Su fama se extendía por toda América en
los años 30s del siglo pasado, pero esa ascendente carrera internacional fue
eclipsada en los años 40s y 50s de dicho siglo al impedírsele salir del país.
Manuel Rueda
González
Nació el 27
de agosto de 1921.Falleció el 20 de diciembre de 1999. Fue un afanoso
divulgador de la cultura dominicana, gran intelectual, pianista, poeta y
músico. Fue el fundador del movimiento literario conocido como el Pluralismo.
Creador de más de veinte obras literarias, entre poemarios, novelas, dramas,
relatos y cuentos. Su novela Bienvenida y la Noche (que el autor la coloca
entre "la crónica y la poesía") se desarrolla en el ambiente
pueblerino de su niñez, con la parafernalia de las bodas de un Trujillo que aún
no había tomado el poder. "Bienvenida no tenía fama de hermosa; su cuerpo,
rollizo y un poco achaparrado....De ella emanaba siempre un vaho de flores
frescas..."8
La última
publicación de Manuel Rueda fue Las Metamorfosis de Makandal. Es un resumen
bien comprimido de su propia vida y un análisis, desde una visión poética, de
los avatares de los dos países que se dividen la segunda más grande de las
islas antillanas. " Aquí yazgo en el sueño de la isla/ vuelo y
cansancio/entraña de la muerte/paridora de soles/ y lunas moribundas... ¿Qué
podemos hacer/con tantas ratas de minucioso tránsito/por los pasillos del
Palacio?") 9
Manolo
Tavárez Justo
Nació el 2
de enero del 1931.Muerto el 21 de diciembre del 1963. Abogado, orador,
brillante dirigente político, co-fundador del Movimiento 14 de Junio. Fue un
valiente combatiente por la libertad dominicana, líder y mártir político (el
hombre de "las escarpadas montañas de Quisqueya"), el cual tuvo
destacada participación en una etapa de gran convulsión en la vida pública
nacional. Para abono de su brillo histórico hay que decir que no fue un
político a la usanza tradicional. Su muerte a mansalva en los cerros de San
José de Las Matas fue un verdadero asesinato. Ese crimen agigantó su figura
histórica.
Osvaldo
Virgil Pichardo, a quien
apodan El Orégano. Nació el 17 de mayo de 1932. Tiene el gran mérito de ser el
primer dominicano que llegó a las ligas mayores de beisbol, en el año 1956.
También jugó en las ligas de beisbol dominicana y venezolana. Luego de terminar
su carrera como beisbolista se desempeñó como entrenador de peloteros. El
aeropuerto de Montecristi fue bautizado con su nombre.
Juan
Marichal Sánchez
Nació el 20
de octubre de 1937. El primer dominicano que formó parte del salón de la fama
del beisbol norteamericano, con sede en la ciudad de Cooperstown, EE.UU. Uno de
los más grandes lanzadores que ha tenido en todos los tiempos el llamado beisbol
de grandes ligas. Nadie, ni antes ni después de él, ha podido hacer su
performance de elevar la pierna izquierda al momento de lanzar la esférica. Eso
le permitió ser uno de los lanzadores con mayor control y por ende el terror de
muchos bateadores.
Bibliografía:
1-Noticias
históricas de Santo Domingo. v. II.p.219.Editora Taller 1978.Fray Cipriano de
Utrera.
2-Diario de
Viaje. Cristóbal Colón
3-Martí en
Montecristi, por Américo Lugo, publicado en el 1943.Reproducido en Martí en
Santo
Domingo, pp 308-3013.v.VII, de la Fundación Rodríguez Demorizi.
4- Martí en
Santo Domingo, pp. 48 y 49 v.VII, de la Fundación Rodríguez Demorizi.
5-Apuntes
para una historia de Montecristi. Profesora Mariana Aguilera.
6- Ensayo
Histórico y Arquitectónico de la ciudad de Monte Cristi, Arquitecto,
antropólogo
y arqueólogo
Elpidio José Ortega. Edición del 1987.
7- Revista
CLÍO. No.136. Edición 1979. p.7
8-
Bienvenida y la Noche. P.59.Editora Corripio, 1994. Manuel Rueda González
9-Las
metamorfosis de Makandal. 2da. Edición, auspiciada por el Bancentral, julio
1999,
pp.89, 90 y
93. Manuel Rueda González.
Publicado el
13 de abril del 2018. Diario Dominicano.
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