sábado, 13 de febrero de 2021

MONTECRISTI: PUEBLO CON HISTORIA CARIBEÑA

 

MONTECRISTI: PUEBLO CON HISTORIA CARIBEÑA


 
                               
POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Montecristi es una ciudad costera, enclavada entre el río más caudaloso de la República Dominicana y una hermosa bahía. Es la capital de la provincia del mismo nombre, y el principal núcleo urbano de la parte más al noroeste del país.

Tiene un pasado histórico que transciende las fronteras dominicanas, pues desde un recodo de su litoral marino partió la expedición patriótica que logró la independencia de Cuba.

Su creación se produjo en el año 1506, cuando a un descampado de tierra árida cubierta de malezas y franjas de salvia y cactus llegó Juan de Bolaño al frente de 60 familias canarias, cumpliendo la orden fundacional del gobernador colonial Nicolás de Ovando.

Esa comunidad fue destruida casi un siglo después, en el año 1605, en las llamadas devastaciones hechas por el gobernador colonial Antonio de Osorio, el cual a su vez cumplía órdenes de la corona española.

En las divisiones territoriales del país Montecristi ha sido villa, parroquia, común, comandancia de armas, distrito marítimo, ciudad y capital provincial. Ello es un reflejo de la importancia que esa población ha tenido en el curso de los siglos. Un ejemplo de antaño, que figura en los infolios informativos coloniales, lo ilustra todo: "Madrid.10 de abril de 1546.Título de ciudad a Montecristi, según capitulación hecha con Francisco de Mesa, poblador y fundador de la misma." 1

En su costado norte nace la Cordillera Septentrional, allí llamada Sierra de Montecristi. Está acorada en el lateral de la bahía, y su nacimiento arranca cerca de grandes terrazas salineras y de humedales protegidos por mangles rojos, con la brizna del viento marino avivando el verdor de la floresta.

En Montecristi el mar es bellísimo, con tonalidades de azul turquesa y con una gran vida sub-acuática, por estar dotado de una inmensidad de peces, mariscos y también de arrecifes de corales.

Su mejor atracción es el Morro de Montecristi, que es la mayor elevación del noroeste del país. Esta montaña está formada por dos cerros escarpados.

Fue definido por un poeta como "el dromedario dormido" y algunos lo describen como una "loma en forma de camello echado".

En torno al Morro de Montecristi hay una suerte de paraíso, donde los tres elementos principales de la naturaleza: agua, tierra y aire parecen competir para llamar la atención y agradar a los visitantes.

Esa realidad montecristeña permite la presencia de una fauna variada que cumple con las cinco condiciones esenciales del reino animal, con animales volando, nadando, caminando, escalando y cavando.

En ruta a esa serranía hacen vida decenas de iguanas, en una especie de iguanario abierto, silvestre, sin corrales ni mallas.

La curiosidad que despierta esta emblemática figura de la orografía dominicana nace desde el lejano 5 de enero del año 1503: "Este Monte-Christy es muy hermoso y alto y andable, de muy linda hechura, y el queda así de alto que viéndolo de lejos parece Isla que no comunique con ninguna tierra." 2

Esa montaña de figura extraña y sensual es un patrimonio natural de nuestro país, por su belleza extraordinaria.

Desde una colina achatada, al pie de este monte, se contempla el hermoso espectáculo que producen las olas marinas al estrellarse con los acantilados.

En el entorno de ese macizo vive y se desarrolla en forma silvestre la Salvia Montecristina, especie de nuestra flora que solo existe allí.

Su playa más famosa es pequeña y de aguas apacibles, con un mirador construido dentro del mar, al cual se llega a través de un puente de madera. Desde el mismo se tiene una mejor perspectiva de la zona. Esa playa tiene por nombre Juan de Bolaños, en honor a ese personaje que junto a otros canarios como él fundaron a Montecristi, por mandato de las autoridades coloniales.

A un costado del Morro hay un pequeño promontorio marino en forma de bota. No muy lejos está la playa Icaquitos.

Montecristi es el mayor productor de sal marina del país. La producen en unas grandes terrazas a cielo abierto lo cual permite que el agua marina que penetra hacia ellas se evapore. Este fenómeno es posible por la equidistancia de los niveles que allí tiene el mar con la tierra, lo cual se comprueba a simple vista.

En esa ciudad todavía son visibles algunos vestigios de la grandeza que tuvo en el pasado, quedando aquel esplendor urbanístico como un simple recuerdo. Sus moradores tienen décadas esperando un renacer. Algo parecido a los habitantes de Ítaca, quienes esperaban con ansias al héroe Ulises, en el clásico poema épico La Odisea, del griego Homero. Así, como en espera de algo grandioso, que sin embargo no llega, transcurre la vida en Montecristi.

En esa ciudad fue que se estableció el primer puerto libre del Continente Americano, conforme revelan las crónicas.

Montecristi también fue teatro de fieras batallas de los independentistas dominicanos contra las huestes haitianas y, además, se convirtió, tanto en su tierra como en su mar, en baluarte de grandes jornadas patrióticas en pro de la Restauración de la República.

Ese territorio sirvió brevemente de asiento al primer gobierno creado luego de restaurarse en el 1863 la Independencia Nacional. Después se fijó en Santiago, encabezado por el gran patriota Pepillo Salcedo.

También es pertinente consignar que en Montecristi se produjo un hecho de trascendental importancia continental, pues en una humilde casona de lo que entonces era un villorrio firmaron José Martí y Máximo Gómez, el 25 de marzo del 1895, el Manifiesto mediante el cual a la postre se selló la independencia de Cuba.

El Manifiesto de Montecristi se hizo y firmó en la casa del generalísimo Máximo Gómez. Esa vivienda de madera y zinc ahora tiene una solera de más de cien años de antigüedad.

Ese acontecimiento, que trasciende las fronteras de ambas naciones, se materializó luego de que Martí viniera al país por tercera vez y dialogara largamente con Máximo Gómez en su finca La Reforma, situada en la comunidad de Laguna Salada.

Atrás había quedado aquel 18 de octubre del 1884, día en que por múltiples motivos esos dos colosos de grandes jornadas patrióticas se habían distanciado. Martí, era un hombre de pensamiento profundo; Gómez estaba dotado grandes atributos marciales.

Sobre la salvadora reconciliación del ilustre cubano y del insigne dominicano se consignó que: "La fuerza espiritual, por leve que sea, intangible como el aura, invisible como el aroma de la flor, triunfa siempre de toda fuerza material." 3

A las tres de la madrugada del primero de abril de 1895 zarparon desde una orilla marina José Martí, Máximo Gómez, Marco del Rosario y varios otros valientes dominicanos. Diez días después arribaban a Playitas, en Baracoa, Cuba. El propósito era luchar por la libertad de la mayor isla de las Antillas.

En la modesta e histórica casa de referencia ahora funciona el museo Máximo Gómez, atesorando una parte de los documentos de valor histórico generados en torno a la epopeya que constituyó la independencia del pueblo cubano.

Sobre ese hogar, el ilustre cubano José Martí, aludiéndose a él mismo, escribió: "En servicio de la Patria, a caballo en el alazán que le prestó un general del país, llegó hace meses un viajero a la puerta de una casa que nunca podrá olvidar, en el rincón, amasado con sangre de independencia, de Montecristi".4

Durante muchos años ese museo estuvo en lastimoso abandono. La carcoma, las goteras y las termitas amenazaban con destruir sus fondos documentales, bibliográficos y fotográficos, así como un hermoso y sugerente mural del pintor, escultor y muralista dominicano Silvano Lora. Afortunadamente el gobierno cubano lo rescató de la destrucción total y hoy luce diferente.

En ese caserón centenario, en cuyo jardín interior están los bustos en bronce bruñido de Gómez y Martí, hay algunas réplicas de objetos personales de ellos, así como de la estilográfica (del tipo plumín de iridio) con la cual firmaron el histórico Manifiesto de Montecristi.

Al ver en una de las habitaciones del museo la fotografía de Marcos del Rosario Mendoza, humilde combatiente dominicano nacido en el paraje Mojarra del hoy municipio de Guerra, se trae a la memoria su famosa frase cuando se enteró que Martí había caído en el sitio denominado Dos Ríos, en el oriente cubano: "Cuando lo mataron yo hata tuve al llorá...porque hombre como ese..."

En su diario Martí confirma que Gómez dijo: "Siempre estaré presto a ocupar mi puesto de combate por la independencia de Cuba, sin otra ambición que obligar a los cubanos que amen a los míos, y me recuerden con cariño."

Montecristi tuvo en el pasado un gran dinamismo económico, cuando su puerto mantenía un incesante movimiento de embarque y desembarque de mercancías nacionales y extranjeras. El movimiento de centenares de barcos de cabotaje y de aguas profundas hacía de esa zona del país un lugar de gran prosperidad.

"El puerto tenía tanta actividad que se consideraba entre los tres primeros del país.....La ciudad estuvo a la vanguardia de los adelantos que facilitan la vida...El progreso de Montecristi se debió entre otros factores a la existencia de la Casa Jiménez, cuyos propietarios estaban ligados a negocios establecidos en Europa..."5

La que pudiéramos definir como La Belle Époque montecristeña dejó para la posteridad grandes casas señoriales que simbolizan un pasado lleno de vigor social y económico.

En Montecristi hubo al menos 15 estilos arquitectónicos aplicados en las casas edificadas en épocas de gloria y esplendor económico. Había construcciones con las características del neoclásico, gótico, barroco, vernáculo, bungalow, victoriano, etc. 6

La más famosa de esas casas fue la Villa Doña Emilia, de estilo victoriano, construida en el año 1895, con madera traída de París, Francia. Era propiedad del comerciante, y dos veces Presidente de la República, Juan Isidro Jimenes Pereyra. Allí funcionaron, hasta el 1990, diversas dependencias judiciales.

A pesar de haber sido declarada patrimonio nacional, esa famosa construcción ha sido saqueada a través de los años y convertida en un cascarón inservible. Desde hace cierto tiempo el cluter turístico de Montecristi intenta rescatar esa obra, pero sin la intervención del gobierno es difícil lograr ese objetivo.

Otro de los elementos emblemáticos de Montecristi es el reloj público, traído de Francia el 11 de marzo de 1895. Su arribo, junto a la torre Kiosko, en el vapor Lavonia, y su instalación en el parque central, coincidió con la presencia de José Martí en esa ciudad, el cual al verlo exclamó: "Este reloj marcará muy pronto la hora de la redención de Cuba." 7

Desde el 29 de junio de 1895 ese reloj reposa sobre un pedestal de 96 pies de altura, en el Parque Duarte, frente a la Iglesia San Fernando. A más de 120 años de haber sido instalado, sigue dando la hora.

En el año 1983 se creó el Parque Nacional Montecristi, que incluye para su protección bosques, bahías, lagunas, humedales, peñones, islotes, ensenadas y el área marina.

Según las estadísticas disponibles, en ese parque se han avistado más de 150 aves de diferentes especies, con un elevado porcentaje de endemismo, es decir que muchas de ellas habitan aquí de manera permanente. Otras tienen la categoría de fieles migrantes.

Su flora también es abundante, a pesar de tener un clima seco-subtropical. Montecristi tiene más de cien kilómetros de costa, desde la bahía de Manzanillo hasta la casi virgen playa de Punta Rucia.

El municipio de Montecristi fue declarado desde hace muchos años como el IV polo turístico del país, pero poco se ha hecho para cristalizar esa decisión, que podría cambiar la vida de sus habitantes. Todo se ha quedado en papel mojado, pues no se han creado las obras necesarias para atraer turistas.

Montecristi fue una ciudad pionera en muchas cosas en el país: El primer ferrocarril, en el año 1870; el primer acueducto, en el año 1889; el primer teléfono de provincia, en el año 1908.

Es allí que está el estuario del río Yaque del Norte, el más caudaloso del país. Viene a desembocar, después de un amplio recorrido desde las montañas de Jarabacoa, con sus aguas propias y las de sus muchos tributarios, ya cargando los estertores de su muerte, en el centro mismo de la Bahía de Montecristi.

Según las estadísticas hidrológicas, Montecristi es uno de los lugares que menos llueve del país (70 días, promedio, al año). Sin embargo, el sistema de riego ha permitido que en sus tierras se produzcan anualmente millones de unidades de plátanos y guineos, básicamente para la exportación.

Como quedó escrito más arriba, la historia registra que en el siglo XIX centenares de barcos atracaron en su antiguo puerto para cargar hacia Europa una gran variedad de productos, entre ellos miel de abeja, madera, cera, pero particularmente campeche, del cual se hacía colorante para ropas y cueros.

La comercialización de ese producto vegetal se perdió definitivamente, cuando los alemanes crearon los colorantes químicos.

A unas cuantas millas de las costas de esta ciudad hay un pequeño archipiélago integrado por 7 cayos con nombres sugerentes: Monte Chico, Tototù, Ratas, Arenas, Terreno, Muertos y Monte Grande.

En esos cayos, apodados los 7 hermanos, no viven seres humanos, siendo allí los bubíes los habitantes más notorios. Los bubíes son aves marineras propias de las zonas tropicales que, como duchos buzos, son expertas en la pesca submarina. Llegan por temporadas anuales (especialmente en los meses de abril, mayo y junio) a colocar y empollar sus huevos, en la calidez de la arena y los matorrales de estas islas arenosas, que son en sí un santuario de conservación de nuestras riquezas faunísticas.

Los ornitólogos dominicanos realizan periódicamente investigaciones sobre estos seres alados y abogan por ellos. Fue gracias al esfuerzo permanente de estos especialistas en aves que se creó el Decreto 32-87, para la protección de la nidificación y alimentación de los bubíes.

Montecristi es una ciudad que engancha emocionalmente a los visitantes, tal vez debido a que el resumen material y espiritual que todavía conserva de su tradición de pueblo otrora vanguardista es un tesoro intangible que invade los sentimientos y emociones de quienes transitan por sus calles, riberas marinas y campos.

Algunos montecristeños ilustres

Sin menoscabo de la importancia de muchos otros, es válido mencionar algunos montecristeños que dejaron sus nombres grabados en la memoria nacional.

Luis Rivera González

Nació el 22 de junio del 1901.Murió el 16 de septiembre de 1986. Ilustre compositor, director orquestal, pianista, violinista y arreglista de fama mundial, autor la clásica canción Dulce Serenidad y la inmortal Rapsodia Dominicana No.1, para no abundar en su largo repertorio, interpretado por varios de los más famosos artistas latinoamericanos de su época. Su fama se extendía por toda América en los años 30s del siglo pasado, pero esa ascendente carrera internacional fue eclipsada en los años 40s y 50s de dicho siglo al impedírsele salir del país.

Manuel Rueda González

Nació el 27 de agosto de 1921.Falleció el 20 de diciembre de 1999. Fue un afanoso divulgador de la cultura dominicana, gran intelectual, pianista, poeta y músico. Fue el fundador del movimiento literario conocido como el Pluralismo. Creador de más de veinte obras literarias, entre poemarios, novelas, dramas, relatos y cuentos. Su novela Bienvenida y la Noche (que el autor la coloca entre "la crónica y la poesía") se desarrolla en el ambiente pueblerino de su niñez, con la parafernalia de las bodas de un Trujillo que aún no había tomado el poder. "Bienvenida no tenía fama de hermosa; su cuerpo, rollizo y un poco achaparrado....De ella emanaba siempre un vaho de flores frescas..."8

La última publicación de Manuel Rueda fue Las Metamorfosis de Makandal. Es un resumen bien comprimido de su propia vida y un análisis, desde una visión poética, de los avatares de los dos países que se dividen la segunda más grande de las islas antillanas. " Aquí yazgo en el sueño de la isla/ vuelo y cansancio/entraña de la muerte/paridora de soles/ y lunas moribundas... ¿Qué podemos hacer/con tantas ratas de minucioso tránsito/por los pasillos del Palacio?") 9

Manolo Tavárez Justo

Nació el 2 de enero del 1931.Muerto el 21 de diciembre del 1963. Abogado, orador, brillante dirigente político, co-fundador del Movimiento 14 de Junio. Fue un valiente combatiente por la libertad dominicana, líder y mártir político (el hombre de "las escarpadas montañas de Quisqueya"), el cual tuvo destacada participación en una etapa de gran convulsión en la vida pública nacional. Para abono de su brillo histórico hay que decir que no fue un político a la usanza tradicional. Su muerte a mansalva en los cerros de San José de Las Matas fue un verdadero asesinato. Ese crimen agigantó su figura histórica.

Osvaldo Virgil Pichardo, a quien apodan El Orégano. Nació el 17 de mayo de 1932. Tiene el gran mérito de ser el primer dominicano que llegó a las ligas mayores de beisbol, en el año 1956. También jugó en las ligas de beisbol dominicana y venezolana. Luego de terminar su carrera como beisbolista se desempeñó como entrenador de peloteros. El aeropuerto de Montecristi fue bautizado con su nombre.

Juan Marichal Sánchez

Nació el 20 de octubre de 1937. El primer dominicano que formó parte del salón de la fama del beisbol norteamericano, con sede en la ciudad de Cooperstown, EE.UU. Uno de los más grandes lanzadores que ha tenido en todos los tiempos el llamado beisbol de grandes ligas. Nadie, ni antes ni después de él, ha podido hacer su performance de elevar la pierna izquierda al momento de lanzar la esférica. Eso le permitió ser uno de los lanzadores con mayor control y por ende el terror de muchos bateadores.

Bibliografía:

1-Noticias históricas de Santo Domingo. v. II.p.219.Editora Taller 1978.Fray Cipriano de

Utrera.

2-Diario de Viaje. Cristóbal Colón

3-Martí en Montecristi, por Américo Lugo, publicado en el 1943.Reproducido en Martí en

Santo Domingo, pp 308-3013.v.VII, de la Fundación Rodríguez Demorizi.

4- Martí en Santo Domingo, pp. 48 y 49 v.VII, de la Fundación Rodríguez Demorizi.

5-Apuntes para una historia de Montecristi. Profesora Mariana Aguilera.

6- Ensayo Histórico y Arquitectónico de la ciudad de Monte Cristi, Arquitecto, antropólogo

y arqueólogo Elpidio José Ortega. Edición del 1987.

7- Revista CLÍO. No.136. Edición 1979. p.7

8- Bienvenida y la Noche. P.59.Editora Corripio, 1994. Manuel Rueda González

9-Las metamorfosis de Makandal. 2da. Edición, auspiciada por el Bancentral, julio 1999,

pp.89, 90 y 93. Manuel Rueda González.

Publicado el 13 de abril del 2018. Diario Dominicano.

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