CESARISMO DEMOCRATICO
El primero de los corrientes el conocido intelectual dominicano R. A. Font Bernard publicó en el periódico Hoy, con la galanura que caracteriza su fértil pluma, un artículo altamente preocupante sobre el llamado cesarismo democrático, que como tesis polìtica fue desarrollada a principios del siglo veinte por el ensayista y politólogo venezolano Laureano Ballenilla Lanz.
Dicho artículo es sorprende y preocupante porque su esencia tiende a reiterar la prevalencia en nuestro devenir del gendarme necesario. Las cabriolas semánticas del autor no impiden captar que lo que se busca es crear la idea desfasada de que necesitamos una mano fuerte que rompa los esquemas de libertades ciudadanas que hoy disfrutamos, a pesar de las muchas imperfecciones que hay.
Font Bernard habla en su trabajo de marras de que eso es una aberración histórica e insinúa que esa tesis se ubica, para el caso nuestro, en la etapa post Restauración de la República. Eso no es más que parafernalia verborreica para encubrir lo que realmente se quiere resaltar.
Ese conocido personaje de nuestro cotarro político es un asiduo propalador de este tipo de situaciones y haciendo uso de su fecundidad intelectual lanza al desgaire muchas opiniones que casi siempre se deslizan hacia el campo de lo anecdótico, pero esta vez ha tocado teclas muy sensibles por la etapa de redefinición de muchos aspectos de la vida nacional.
El tema militar no es un tabú, pero por los antecedentes que abundan en los infolios amarillentos de nuestra historia debe tratarse con responsabilidad y no debe ser materia para divertimiento de un ejercicio intelectual muchas veces funambulesco.
Obviando, por manido, el contenido del artículo 93 de la Constitución de la República, hay que resaltar que los institutos armados del país, por los imperativos endógenos y exógenos que fueren, están muy lejos de ser cajas de resonancias de aquellos que añoran en el hondón de su alma el espadón ensangrentado.
No hay que ser especialista en el tema militar para comprobar, en el día a día, que las Fuerzas Armadas Dominicanas, en esta etapa de redefinición misional, están caminando hacia el pleno ejercicio de los nuevos roles que la dinámica social les impone.
Ellas están a años luz de servir de parapeto de aquellos que quieren que el pueblo dominicano vuelva a ser víctima de la vesania de un grupo de desalmados que hicieron de inocentes seres humanos verdaderos guiñapos, como narra con gran dolor doña Josefina Gautier de Álvarez en su libro Escondidos/mi 30 de mayo.
Resulta preocupante que alguien, aunque de manera subyacente, esté lanzando al aire la idea del “gendarme necesario”. Cuando uno observa desde afuera que en nuestros institutos castrenses reina un espíritu de sacrificio en pro de la ejecución de sus actuales puntos misionales, los cuales se resumen, según el historiador militar general José Miguel Soto Jiménez, en: 1- Seguridad y Defensa Nacional, 2- Orden Público, 3- Seguridad Nacional, 4- Seguridad Ecológica, 5- Desastres naturales, 6- Tareas de Desarrollo y 7- Seguridad anti narcótica.
El comentarista Fond Bernard entremezcla, con su proverbial actitud sibilina, frases sacadas de contexto de José Martí y Eugenio María de Hostos con el no bueno propósito de que le sirvan de muletillas para sustanciar sus pretensiones de fomentar la idea peregrina del “cesarismo democrático”.
Todos sabemos que los militares dominicanos no han vivido al margen de las diversas realidades que como nación hemos tenido, y quien no sepa eso sólo tiene que leer la novísima obra Todo por Trujillo, del atildado y agudo periodista Juan José Ayuso. Sin embargo, lo que fue el pasado no es el presente, pues otros aires flotan en los cuarteles dominicanos con respecto a cual es la misión del hombre de uniforme en esta época finisecular.
La profesionalización de nuestras Fuerzas Armadas marcha a ritmo creciente, y para comprobarlo basta leer y analizar el libro de reciente circulación intitulado Defensa, Seguridad y Democracia del ya citado General José Miguel A. Soto Jiménez, el cual dice, en su página 228, lo siguiente:
“Existen muy pocos sectores en la vida nacional que no estén de acuerdo en que la subordinación del estamento militar policial al poder civil legalmente constituido no sea la clave de la gobernabilidad democrática en nuestros países y garantía misma de la permanencia y supervivencia del sistema democrático”.
La marcha hacia el progreso en todo los órdenes es irreversible. El pasado jamás se repetirá ni como comedia ni como parodia, pues los tiempos no están para guasas ni los hornos para bollos, como diría el locuaz premio Nobel de literatura, el español Camilo José Cela.
Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Siglo.5 de mayo de 1999.
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