viernes, 2 de septiembre de 2011

HIGUEY EN LA LITERATURA DOMINICANA


Sean mis primeras palabras para expresar mi agradecimiento a los organizadores de la Primera Feria Provincial del Libro, La Altagracia 2008, por la gentil invitación que me hicieron para comentar ante ustedes, en el marco de mis limitados conocimientos, los aportes de nuestra querida y pujante provincia La Altagracia al acervo cultural dominicano, a través de la literatura en sus diferentes vertientes.

Ningún momento pudo haber sido más propicio para esta actividad. La celebración de los quinientos años de la fundación de esta villa blasonada de Salvaleón de Higuey es un hito histórico que se inscribirá con caracteres indelebles en nuestro devenir como pueblo.
Espero satisfacer, aunque sea muy parcialmente, el propósito de los organizadores, pues hablar sobre los aportes literarios ofrecidos al país por escritores de La Altagracia no es una tarea fácil, ya que el núcleo originario de lo que ahora es nuestra provincia existía desde antes de que los españoles llegaran a estas tierras, hace ya más de quinientos años.

La historia de Cayacoa, Cotubanamá, e Higuanama, la gran señora de Higüey, como la llamó el Padre Las Casas, y otras figuras rutilantes del mundo aborigen del Este del país, está ahí como una prueba de lo que hemos sido desde hace siglos. Si bien es cierto que no escribieron nada, no menos cierto es que esos personajes no escapan al mundo de las letras que crearon Manuel de Jesús Galván en su “Enriquillo”, José Joaquin Pérez en su “Fantasías Indígenas” y Javier Angulo Guridi en su obra teatral “Iguaniona”, para sólo mencionar tres grandes autores criollos.
El sabio mexicano Alfonso Reyes, alumno predilecto y gran amigo del humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, dijo con gran certeza que : “El escribir, según los diálogos platónicos, no pasa de ser una diversión. La escritura, accidente del lenguaje, pudo o no haber sido: el lenguaje existe sin ella. Pero la escritura, el dar fijeza a la fluidez del lenguaje, funda una de las bases indispensables a la verdadera civilización.”

Esa realidad me permite adelantar mi juicio para decir que necesariamente esta exposición será un condensado de ideas dispersas, sin rigor metodológico y con las consabidas fallas, olvidos y exclusiones involuntarias, que ustedes comprenderán y espero que sean benevolentes conmigo, teniendo presente que la crítica adquiere el nada honroso título de “aguafiestas, recibida siempre como el cobrador de alquileres, recelosamente y con las puertas a medio abrir!” y que “ ...la pobre musa cuando tropieza con esta hermosa bastarda tuerce los dedos, toca madera, corre en cuanto puede desinfectarse”, como bien dijo el autor de “La Experiencia Literaria”, el citado Alfonso Reyes.


Se tiene la creencia generalizada de que la literatura sólo existe en el reino de la ficción, o lo que es lo mismo, que ella es simplemente el producto de la imaginación de unos seres dotados de condiciones especiales, poseedores de espíritus fantásticos que les impulsan a crear imágenes y metáforas, provocando el asombro y la admiración de los lectores.
La literatura no se circunscribe a los poemas,las novelas, los cuentos y los relatos, como creen muchos. Para quedarnos entre nosotros basta, para demostrar el amplio universo que abarca ese término, leer los estudios hechos al respecto por Max Henríquez Ureña en su Panorama Histórico de la Literatura Dominicana, del año 1945; Joaquin Balaguer en Historia de la Literatura Dominicana, del año 1956 y doña Abigail Mejía en sus análisis de la literatura dominicana, recopilados en el año 1937.
Ella, la literatura, es algo más que un amasijo de ficción. Es, por propia definición, el conjunto de escritos o textos que tratan un tema específico, sea este de arte o de ciencia y no sólo de invención y de temas oníricos.
Por eso se habla de una literatura griega, de una literatura del siglo XV, de una literatura jurídica, de una literatura contemporánea, de una literatura oriental, etc.

Partiendo de lo anterior, comentaré ante ustedes sobre la participación en la literatura dominicana de hombres y mujeres vinculados por la fuerza telúrica a esta hermosa porción de nuestro país en donde nos tocó nacer.

Muchos son los nacidos aquí, o los que por diversas circunstancias de la vida se consideran miembros con derecho propio de esta provincia, que han dejado plasmadas en letras sus impresiones sobre diversos temas de interés religioso, histórico, filosófico, novelístico, ensayístico, de crítica literaria, de oratoria y de periodismo de investigación, para sólo citar algunas de las facetas más conocidas.

En el terreno de la historia nadie le quita el trono, desde la perspectiva higueyana, a uno de los más prolíficos escritores e investigadores nacidos en la provincia La Altagracia. Me refiero a Don Vetilio Alfau Durán, una cumbre del saber criollo, un historiador de cuerpo entero, un incesante escudriñador de nuestro pasado. Este ilustre personaje de relieve nacional se distinguió principalmente como historiador, pero su ámbito de saberes fue tan ancho y profundo que pudo aportar a la República una gama de temas tan variopintos como la historia de la filosofía en Santo Domingo,descripciones sobre la medicina dominicana, historia de la poesía criolla, comentarios sobre los emblemáticos caciques Enriquillo y Caonabo, crónicas necrológicas de los pueblos del Este, proclamas políticas de la juventud de pueblos y comarcas, recopilación de leyes singulares, en fin que su espíritu investigador, veraz y objetivo quedó entre libros, periódicos y revistas nacionales,especialmente en Clío, el vocero de la Academia Dominicana de la Historia, como una expresión sublime de un hombre preocupado por el devenir de su país.

Una figura sin par, por el simbolismo de grandeza que significó su sola existencia, es monseñor Juan Félix Pepén Solimán, para honra nuestra nacido en La Altagracia, y quien unió a su apostolado de bien, como mitrado de la Iglesia Católica, su condición de escritor de pluma brillante y pensamientos profundos.
Muchas son las obras surgidas de la mente portentosa de monseñor Pepén. Fue un filósofo de altos vuelos y gran exégeta bíblico cuya sapiencia le permitió explicar con sencillez los temas más difíciles de la apologética. Su brillantez, su limpia hoja de servicios a la Patria y su humildad permiten decir que fue una figura hagiográfica, por la santidad de sus actos.
Mi particular opinión es que fue el más extraordinario ensayista nacido en la provincia La Altagracia. En sus obras mezcla con gran virtuosismo la religión, la filosofía, la historia, la sociología, la sicología, el patriotismo, la fe, la esperanza, la caridad y la justicia.
Entre sus obras principales podemos citar “Riquezas del Espíritu”, que es un conjunto de reflexiones que nos enseñan cómo a través del cultivo del espíritu el ser humano perfecciona su papel en esta tierra. “Donde Floreció el Naranjo”, en la cual desgrana, con la elocuencia del sabio que es, muchos temas de interés religioso y sociológico.
“Principios de moral profesional” que es un llamado de atención a los profesionales para que cultiven la honestidad, la lealtad y la bondad en el ejercicio de sus labores. “Semillas en el surco”, “La Cruz señaló el camino”, “La Palabra en Cuaresma”, “La Altagracia: origen y significado de su culto” son otros de sus muchos libros.

Pero quiero detenerme en dos de sus obras más impactantes, la primera es LA NACION QUE DUARTE QUISO, en la cual monseñor Pepén Solimán, recordando a nuestro padre fundador Juan Pablo Duarte, convoca a todos los dominicanos a luchar por la Patria independiente, por la que tanto luchó el patricio mayor.
Utilizando la figura de Duarte como materia prima el obispo Pepén Solimán toca temas tan importantes como la reafirmación de nuestra identidad, el patriotismo como virtud nacional, los niños como centro de nuestro futuro, la fuerza renovadora de la juventud, la paz, el orden, la fuerza de la ley, la libertad, el bien común y la esperanza como fuerza integradora del ser dominicano.
El segundo libro que quiero comentarles brevemente se titula UN GARABATO DE DIOS, el cual contiene parte de su fecunda biografía y cuya lectura nos permite forjarnos una idea bien acabada de la grandeza de este hombre que mientras más se empeñaba en esconder su sabiduría más brotaba ella, cual surtidor de agua cristalina.
En esta obra descubrimos a una persona que supo superar muchas dificultades para poder llegar a ser lo que fue. De su lectura también nos empapamos de todas las trapisondas que tuvo que vencer para poder ejercer su apostolado como primer Obispo de La Altagracia en los últimos años de la tiranía trujillista y durante los terribles doce años del gobierno de Balaguer. Pero también nos enteramos de la inmensa labor que llevó a cabo para bien de miles y miles de habitantes de la región oriental. Es, a mi modo de ver, un libro emblemático no sólo por lo que dice, sino por lo que no dice, pues yo, que soy un beneficiario de su saber, puedo decirles con toda propiedad que el país ha tenido pocas mentes tan brillantes como la del primer rector de la Universidad Católica Madre y Maestra, Monseñor Juan Félix Pepén Solimán.
Muchos otros ensayistas de gran valía nacional nacieron en nuestra provincia, y no quiero dejar de mencionar a tres grandes exponentes de esa rama de la literatura:
Monseñor Ramón Benito De la Rosa y Carpio, actual presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano y Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago. Es un formidable ensayista sobre temas teológicos, antropológicos, sociológicos y filosóficos. Las semillas de su mucho saber están esparcidas en libros, revistas, periódicos y programas de radio y televisión, pero especialmente en el púlpito. La lectura de “Razones para Vivir”, una de sus obras, contiene una prueba elocuente de su profundidad analítica.

Luis Julián Pérez, autor de “Santo Domingo Frente al Destino”, de carácter histórico, que es en sí una clarinada de atención a los dominicanos ante los retos que significa para nosotros las contradicciones con el Estado Haitiano y sus desastrosas consecuencias en perjuicio de la República Dominicana; en el aspecto político escribió La Democracia Nuestra, en el cual vierte sus pareceres sobre hechos y actitudes en el palenque de la política criolla y el “Fideicomiso o Trust”, que es un conjunto de ensayos jurídicos de gran profundidad.
Víctor Livio Cedeño, depurado académico y brillante analista de derecho civil, comercial, bancario, electoral y penal. Ha escrito más de veinte obras, entre ellas la Responsabilidad Civil Extracontractual en Derecho Francés y Derecho Dominicano, La Cuestión Agraria, La Social Democracia en el Mundo, El Modelo Económico Dominicano y El Derecho Electoral Dominicano. Sus libros son fuentes de consultas en las universidades del país.

De la provincia La Altagracia han surgido varios novelistas, pero pienso que nadie discute que el más sobresaliente de todos fue Ramón Marrero Aristy, quien además fue historiador, cuentista, poeta, político, ensayista y periodista.
Su novela OVER constituye un timbre de orgullo del pueblo dominicano. En esta obra se demuestran primero el dominio que de las letras tenía ese yumero excepcional y segundo su valentía al exponer como tema central de la misma la explotación inmisericorde que sufrían los trabajadores de los campos cañeros. Como escritor expresionista plasmó con buena tinta la cruda realidad humana de los bateyes, y lo que no dijo expresamente en esa obra lo acentuó de manera tácita en el fondo de su desgarrador mensaje.

No pecamos de exagerados si decimos que tal vez esa obra fue el germen de lo que luego sería el realismo mágico de la novelística latinoamericana, que tanta fama les ha dado a escritores tan famosos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Miguel Angel Asturias y Octavio Paz, por sólo mencionar unos cuantos.
Marrero Aristy también hizo sus aportes como historiador, pues escribió en varios tomos algunos tramos de la historia nacional, y como periodista y ensayista dejó profundas reflexiones sobre la cotidianidad política del país, a pesar que le tocó desenvolverse en medio de las asperezas propias de un régimen dictatorial.
El más comentado y celebrado cuentista de la más oriental de las provincias dominicanas es JOSE RIJO, quien también destacó como orador y jurista. Su mejor producción literaria está resumida en sus obras Floreo y Entre la Realidad y el Sueño.

Si el periodismo no forma parte de la literatura por lo menos está muy cerca de ella. Esta ponencia tiene sus limitaciones de tiempo y espacio, por eso no reseñaré el rol jugado en el país por muchos que se lo merecen, pero no puedo dejar de incluir en este rápido repaso a por lo menos dos periodistas oriundos de La Altagracia:

Félix Servio Ducoudray, consagrado como el más formidable cronista de nuestros bosques, ríos, arroyos, dunas, peces, sapos, montañas, volcanes,desiertos, flores, valles, manglares, playas, árboles, moluscos, insectos, humedales, lagunas y lagos.
Sus extraordinarios ensayos fueron recopilados en seis tomos bajo el título de LA NATURALEZA DOMINICANA, en cuya presentación doña María Ugarte dice justicieramente que “ ...es un homenaje a la naturaleza.Un homenaje rendido por alguien que no sólo supo amarla, sino también entenderla, respetarla y defenderla...”
Un solo párrafo, que figura en la página 196 del tomo seis (6) de la mencionada obra, nos da el perfil de la grandeza de don Félix Servio Ducoudray. Así escribía él: “La codicia y el hambre: he ahí a los dos enemigos principales de la ecología, del mundo natural. Porque ninguna de las dos calcula consecuencias. Esto indica que quitándole el mando a la codicia y al hambre la naturaleza puede ser aprovechada racionalmente por el hombre.”
Bienvenido Alvarez Vega, actual director ejecutivo del periódico Hoy, periodista de fuste y enjundioso ensayista, cuya sabiduría va a la par con su modestia, es desde hace muchos años uno de los más agudos comentaristas de la cotidianidad dominicana. Sus brillantes ideas las expone con gran objetividad, sin medias tintas ni parcialidades. Su columna periodística es una verdadera cátedra, en la cual desgrana su saber y sus preocupaciones por los destinos del país, barnizada con la reciedumbre moral que lo distingue.
Como recopilador, relator y cronista histórico de la provincia se lleva la medalla Livio Mariano Cedeño. No es fácil vencer las dificultades propias de las limitaciones del medio y él lo ha logrado, como un quijote dispuesto siempre ha convertir en realidad sus sueños condensados en el amor que siente por la patria chica.

En la crítica de arte y literatura es un deber mencionar a Miguel Angel Fornerín Cedeño y a José Molinaza, ambos con grandes aportes a esta rama de la literatura. Fornerín, nacido en La Romana y criado aquí es, además, un fino poeta y catedrático en una universidad de Puerto Rico.
Como escritora de textos escolares consignamos a la distinguida profesora y actual Secretaria de Estado de Educación Superior Ligia Amada Melo con su manual de Ciencias Naturales para la educación intermedia, a través del cual enseñó a miles de dominicanos a conocer la naturaleza en todas sus vertientes.
La Provincia La Altagracia es una cantera fértil de poetas. En todos los tiempos hemos tenido el privilegio de tener abundantes y buenos poetas, no lo podemos citar a todos, pero debemos resaltar algunos:
José Audilio Santana, poeta esencial nuestro, que dejó plasmado en versos como le gustaría dejar la tierra: “ morir besado por las brisas suaves que esparcen el perfume de las flores y por el trino de las tiernas aves, inocentes y dulces trovadores.”
Ernesto Rivera Cedeño: Médico, historiador, cuentista, pintor y poeta que canta con donaire a la maternidad: “Oh alegría de la madre/cuando rompe/el broche de sus carnes sonrosadas/para brindar al mundo/el dulce fruto que llevó en sus entrañas.”
Antonio Cedeño Cedano: abogado enjundioso, chispeante cronista de nuestras glorias históricas, narrador de fuste y poeta de fino estro, cuyas fibras patrióticas le permitieron escribir en versos: “Santo Domingo, eres el fuego/ donde el coloso se derritió,/con mil bazucas, con mil cañones/ con muchos tanques, con portaviones/ y el mundo entero te conoció.
Isael Pérez, versátil animador cultural, poeta de gran sensibilidad espiritual, afanoso recopilador del florilegio de la provincia La Altagracia. Escribió: “Un puñado de versos/ de música y de amigos/ es cuanto necesito/ para ser feliz.”
Rhina Castillo, maestra, abogada y poeta, le canta a su pueblo con donaire y emoción: “Higuey, mi ciudad natal/ la que me viera crecer,/ con sus tardes perfumadas/ y la caricia del Duey”.
En materia de poesía no podemos pasar por alto un hecho no común: del vientre de la distinguida higüeyana Teresa Pérez Marcano surgieron tres poetas: Antonio, Tulio y Tirso Valdez.
Entre nuestros sobresalientes historiadores, narradores, ensayistas, periodistas, cuentistas o poetas, nacidos aquí o que han adoptado nuestra tierra como propia, por demás con nuestro beneplácito por su presencia positiva, debemos señalar los siguientes: Juan Félix Pepén Solimán, Benito De la Rosa y Carpio, Vetilio Alfau Durán, José Audilio Santana, Luis Julián Pérez, José Clemente De Jesús Reyes, Denis Mota Alvarez, Milciades Herrera Ramírez, Celio Guerrero Linares, Miguel Angel Fornerín Cedeño, César Amado Martínez de León, Rafael Guerrero Ramírez, Justiniano Estévez, Emenegilda Encarnación, Juana Escorbort, Brígido Peguero, Quintino Espinal, Frank Núñez Gómez, Hugo Eduardo Polanco Brito, Frank Núñez Guerrero, Adriana Bayo García, Amable Botello, Emma Botello Arache, Manuel García Garrido, Moisés De Soto Durán, Máximo Arismendy Caraballo, Bienvenido Alvarez Vega, Armando Almánzar, Reyna Alfau, Antonio Cedeño Cedano, Rhina Castillo, Berkis Morla, Víctor Díaz, Daniel Del Carpio, Merkis Seded Méndez, Pablo Merino Jiménez, Zenón Castillo de Aza, José Benito Taveras Hernández, José Carpio, Luis Conrado Cedeño, Manuel Atilio Botello, Hermán Ramón Pillier, Bienvenido Paniagua Perozo, Virginia Pepén Vicioso, Manuel Quiterio Cedeño, Mario Julio Cedano, Sergio Cedeño, Apolinar Cedeño, Baldemaro Rijo, Luis Emilio Cueto, Luismil Castor Paniagua, Carlos Martínez, Pedro Dalmau Rijo, Martín Cruzado, Rossio Salvador Avila, José Martín Cruz, Mónica Galleano Lehmann, Francisca Vallejo, Henry Colomé, Rafael Cedeño Valdez, Tomás Arévalo Cedeño, Víctor Livio Cedeño, Tarquino Donastorg, Félix Servio y Humberto Ducoudray, Marielys Duluc, Manuel De Jesús Mota, Rafael Chávez, Livio Mariano Cedeño, Tomás Villavicencio, Plinio Ubiera de Jesús, Marcia Rodríguez, Francisco Guerrero, Jhony Santana, Pascual Santillán y Miguel Severino, entre muchos otros que sería prolijo enumerar, pero cuyos méritos ponderamos en su justa dimensión.


Quiero finalizar diciendo que la provincia La Altagracia no sólo ha producido muchos poetas,novelistas, ensayistas, cuentistas, historiadores, cronistas y periodistas, sino que también ha servido para que escritores nacidos en otras latitudes tomen sus tierras y sus gentes como escenario para crear obras. Los ejemplos son muchos, sólo voy a citar a Francisco Javier Angulo Guridi y su obra LA FANTASMA DE HIGUEY, a monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito y sus producciones tituladas Ex Votos de Higüey e Historia de Higüey, al historiador Roberto Cassá y su ensayo histórico Cuadrillas en Higüey; el filósofo e historiador suizo Rudolf Paul Widmer publicó en el año 2004 su libro LA PROPIEDAD EN ENTREDICHO, Una historia documental de Higüey, Siglos XVll, XVlll y XlX.
El polifacético intelectual capitaleño Jacinto Gimbernard Pellerano escribió un relato que tituló “Inauguración en Higüey y dormida en funeraria”, en el cual narra jocosamente las curiosidades que vivieron en Higüey los integrantes de la Sinfónica Nacional en el año 1971, con motivo de la inauguración de la Basílica.
“No obstante la mala noche...la música que sonó fue reverente.”, dice el autor, pero termina con este sugestivo párrafo: “La Virgen estaba allí con su maravillosa humildad que resiste inalterable el marco de oro puro, las piedras preciosas que lo adornan, los agudos y elevadísimos arcos de hormigón armado que parecen manos en oración,la riqueza de los vitrales entrando chorros de sol coloreado, los ornamentos sagrados y la pompa oficial del Estado. La Virgen estaba allí y todo fue una experiencia inolvidable.”

TEOFILO LAPPOT ROBLES

Conferencia pronunciada en HIGUEY,REPUBLICA DOMINICANA,19 de enero de 2008.

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